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-Ciclo de Conferencias-
"El Psicoanálisis, hoy"

Conferencia:
"Semblante y transferencia"
Daniel Mutchinick

Hoy nos acompaña Daniel Mutchinick:

María Fernandez: Le agradecemos mucho su presencia, y yo particularmente estoy muy contenta de que esta conferencia haya tenido lugar, luego del accidente de hace unos días. Muchas gracias por venir.

Daniel Mutchinick: Buenas tardes, gracias a ustedes por renovar la invitación, pensar que hoy cuentan con mi presencia y la otra vez con mi ausencia, no es poco, pero creo que es interesante la palabra que utilizó María recién, dijo accidente.

Digo porque me parece que hay una cuestión clínica en el hecho de que yo esté hoy aquí que ocurrió, y que me parece que algo se supo hacer, entre el accidente, mi error y la invitación, por lo cual se transformó lo que podría haber sido un lapsus en un error.

Y esto me parece que no es poco para ciertas intenciones clínicas. Si ustedes recuerdan, en el Seminario 24, L’insú, Lacan escribe mal las fórmulas de los cuatro discursos en el pizarrón y él dice que hay un momento clínico, que eso en principio no es un lapsus, que eso es un error y que eso le permite decir.

No es la primera vez que Lacan hace eso. Recuerden que cuando escribió una vez lalangue todo junto, hizo de eso un concepto.

A mí me parece interesante esto porque es como una distinta posición frente a lo que podría haber provocado angustia, necesaria asociación libre para encontrar algún sentido para el silencio, eso es un lapsus.

La propuesta de Lacan es una banda de Moebius por el inconsciente que permita que él se produzca.

En principio entonces no tiene que provocar angustia, para que no sea un lapsus, no tiene que provocar angustia.

Ahí decía Lacan también, y con esto termino el punto, de ser un histérico perfecto. Histérico perfecto en cuanto, hacía, subrayaba, una inevitable estructura neurótica para poder hablar pero sin síntomas. Un neurótico perfecto era un neurótico sin síntomas. Es decir, de la neurosis no se escapa pero de los síntomas se puede saber hacer.

Todo este dicharachero comienzo es para pedirles disculpas por haberlos plantado la vez pasada pero de pensar que es la primera vez que me sucede, no les voy a decir que me provocó placer porque no me provocó placer, pero que fue una experiencia llamativa saber que uno no está ahí donde lo esperan y eso no deja de provocar una cierta atracción.

Partiendo de que si antes contaban con mi ausencia ahora cuentan con mi presencia, espero que algo tenga para decir como para poder sostener todo este barullo.

¿De que voy a intentar hablarles hoy? Casi, casi está por cambiarse de lo que les iba a hablar porque recién acabo de leer en una revista que pusieron acá algo respecto del dinero que es algo que me tiene dando vueltas en la cabeza porque hoy tengo también que hablar de algunas cosas del psicoanálisis y la realidad, y me pareció interesante como las crisis le proponen a la clínica psicoanalítica ciertos significantes y esos significantes aparecen siendo adonde se ordena la resistencia del analista.

En algún momento, en la dictadura militar, eso se ordenaba alrededor del significante miedo y la resistencia del analista parece que aparecía por ese lugar. Hoy aparece por el lado del dinero, ahí se organiza algo que podríamos llamar resistencia del analista, en el sentido de lo que yo podría decir hoy, que si alguien quiere analizarse en esta crisis, no se analiza viniendo porque no tiene plata, es porque en principio es una resistencia del analista.

En esta crisis hoy en día, que me parece que es una discusión que me parece que es interesante poder en algún momento plantear. Tampoco de eso les voy a hablar hoy, sino que les digo, estoy sacando de la cabeza cuando leí esta revista que no la conocía que se llama Aldea + diván.

De lo que sí voy a hablarles hoy es de algunas ideas con respecto al problema de la transferencia, la problemática clínica de la transferencia en relación a un concepto que Lacan elabora un poquito antes pero esencialmente en un seminario que se llama De un discurso que no fuese semblante, no sé si lo conocen, si lo leyeron, si pasaron por ahí.

Es el seminario 18 de Lacan y a mí me parece que el concepto de semblante, digo semblante no para, ninguna ¿? Afrancesada, es porque el concepto semblante no es lo mismo que semblante en castellano. Porque el semblante en castellano es sinónimo de apariencia.

Entonces semblan queda como un concepto, como el unheimlich freudiano, que cuando se traduce ya no es exactamente lo mismo.

Voy a tratar de mostrarles un cierto movimiento que a mí me parece interesante y si tengo tiempo, comentarles algunos ejemplos clínicos de cómo tengo pensado esta relación entre la transferencia y el concepto de semblan

A mí me parece que el amor de transferencia freudiano pega un brinco, pega un giro esencial alrededor de la introducción por parte de Lacan, de la idea de amor al saber.

El concepto freudiano de amor de transferencia aparece trabajado a partir esencialmente de una pregunta que le proviene de las complicaciones médicas. ¿Por qué alguien se enamora de su médico?

Esto estaba a la orden del día en la Viena de fines de s. XIX. No tienen más que ir al video, sacar una película que se llama Ojos bien cerrados, donde trabaja Tom Cruise y Nicole Kidman, que es sobre una novela de ¿? que es un escritor austríaco, contemporáneo de Freud, con el cual Freud tenía transferencia, y le dice muchas veces, Freud a ¿?, cómo hace usted, como odontólogo y escritor, para saber tan fácilmente de algunas cosas sobre el amor que a mí me dieron mucho dolor de cabeza poder entender.

Entonces, saquen esa película y van a ver dos cuestiones que aparecen como centrales de la teoría freudiana. Uno es cuando el médico se sitúa, va a visitar a la hija de un paciente de él que se ha muerto. Si alguno ve la película van a ver como sorpresivamente se le tira en brazos y le da un amor sorpresivo.

La otra, que también tiene que ver con el psicoanálisis, para que sepamos que el psicoanálisis no nace de un repollo, sino que nace de preguntas que estaban en la cultura de la Viena de fin de siglo, es cuando el marido se sorprende cuando la esposa le comenta que tiene sueños eróticos.

Dos puntales del psicoanálisis, la sexualidad femenina, que es lo que motiva las preguntas que el psicoanálisis intenta responder, es decir, el psicoanálisis se creo para responder a las preguntas que le creó la mujer disfrazada de histérica, la otra es el amor de transferencia como motor de que bueno, parece ser, dice Freud, que es necesario generar una práctica para ubicar al amor en la escena con la condición de que ese amor que es absolutamente verdadero no se responda.

Es así que aparece la palabra abstinencia que tiene claras connotaciones temporales y sexuales del orden de la sexualidad.

Abstinencia viene de abstenerse sexualmente. De ahí Freud establece dos cosas que son, sobrevolando textos que les recomiendo, " Algunas observaciones sobre el amor de transferencia", "Dinámica de la transferencia", todos los que se llaman los escritos técnicos, de alrededor de 1912, 1913 y 1914.

Bueno, ahí lo que me parece que el amor para Freud, está claro, es verdadero. No es como decían los médicos que la histérica es una mentirosa, viene a hacer teatro. Entonces los médicos ante esto no sabían cómo responderles, porque los médicos saben responder al amor al cual entienden, pero a ese amor, no sabían como responderle. Entonces dice eso, o se les decía que mentían, o se abusaba de ella. Esa es una práctica que hoy en día, los que hacen guardia sabrán cómo perturba a los médicos, la demanda de una histeria o sino directamente se las quemaba porque a eso no se ocupaban los médicos, las quemaban en algunas culturas diciendo que eran brujas o que se yo que.

Con la histeria convengamos, mucho no se supo qué hacer, y menos con el amor que proponía.

Hasta la llegada de Freud que lo único que dijo es le creo pero la escucho, laburando la transferen cia, daría la impresión que mucho no se supo qué hacer con la histeria. Algunos con la histeria, supieron qué hacer pero desde el arte, entonces, sobre todo la literatura se basó intentando responder a la histeria, mucho de la literatura se basó en responder a la histeria que le dejaba un campo para las palabras.

Freud dijo la escucho, con lo cual el concepto de abstinencia se entendió siempre como no respuesta al amor. Entonces es que aparece hoy en día presente, en desarrollos que hay posteriores a Freud, a mi me dijeron que yo tengo que enamorarme del analista, por ejemplo.

O por ejemplo que la abstinencia es cierta caracteropatía tediosa, por parte de un analista que se pone la pipa en la boca haciendo hum! Hum!, como para intentar a partir de eso dar cuenta de la demanda, es decir que se confundió abstinencia con abstenerse.

El concepto de abstinencia quedó enrarezado, quedó en una cierta frialdad operativa. La mayor de las tonterías que el psicoanálisis ha inventado con respecto a la abstinencia la tienen en un autor que se llamó Metzer, es un autor inglés que llegó a los límites de intentar que no existiera en lo que se llamaba encuadre analítico, ninguna variación para estar de acuerdo, con que no había nada, absolutamente nada que pudiera presentarle desde afuera al decir del analizante alguna variación, hasta el color de los trajes debiese ser el mismo, el color gris y cada complicación que aparecía en el consultorio.

Ese es el mayor estado de inmovilización, de caracteropatía a la que llegó el concepto de abstinencia. La conclusión de pensar que la abstinencia tenía que ver con abstenerse y abstenerse tenía que ver con inmovilidad y con decir no.

Uno de mis primeros fracasos en la clínica fue justamente una jovencita, cuando yo no era otra cosa que un jovencito, que me pidió una vez fuego. Yo venía de supervisar con una analista que las primeras veces me había hecho anotar como treinta indicaciones de lo que había que hacer y lo que no había que hacer. Yo me fui de esa primera, yo entré con terror, y salí con terror. Salí con terror de aquello que había que hacer en la clínica y salí aterrorizado con ese listado de las cosas que debía

Por supuesto que esta paciente, no se había enterado de las complicaciones de qué se hace con la demanda, y me pidió fuego entonces yo le contesté con una frase que iba acorde con las que me habían indicado entre los treinta preceptos, que es yo no acostumbro a dar fuego a mis pacientes.

Ustedes se ríen ahora porque quizás no conocieron cierta clínica, pero en una época esa posición se confundía con abstenerse. Decir no era abstenerse. Luego tenemos la complicación de los que se abstienen diciendo sí, pero esa es otra historia, que tampoco se abstienen.

Por supuesto no quedó eso integrado a ningún decir y con muy buen tino esta señorita optó con no verme más. Me quedó como esas enseñanzas de cómo se entiende algo tan fundamental, como cuando alguien quiere escribir algo de lo que quiere. Ahí yo me confundía.

Yo me confundía en muchas cosas. La primera. Si yo le digo no es porque yo tengo la idea de que yo tengo lo que ella me pide, sino no me puedo negar. Si ella me pide fuego y yo creo que tengo el fuego que ella me pide, entonces yo le voy a decir no pensando que mi fuego es un fuego complicado. Pero yo le digo no, en principio porque no sigo la indicación de Freud y me creo que lo que me pide, yo lo soy ¿se entiende, por donde se complica la cosa?

Freud obviamente no tenía esta clínica. Hace poco ustedes escucharon cosas sobre HD, "usted cree que yo soy demasiado viejo como para amarme", le dice mientras le golpea el sillón.

Seguramente la clínica de Freud no era para nada cortada con las tijeras de este giro que les estoy comentando pero convengamos que tuvo su lugar.

Tampoco decirle sí, pero ¿qué sería decir sí? Decir sí sería pensar que con lo que yo le estoy dando estoy cumplimentando la demanda que ahí aparece, es decir que le estoy dando el fuego.

Hay algo ahí, entre el no y el sí, que me parece que está más cercano a la idea de abstinencia y es la ubicación para que discurra lo que sostiene el objeto que se pide. La posibilidad de re lanzar las condiciones por lo cual eso que se pidió puede llegar a querer articularse para decirnos de quién lo pide.

En última instancia, en la norma freudiana, Freud dijo, yo no voy a responder en la vida cotidiana, no voy a responder al amor de mis pacientes porque sino no podría escuchar las razones, no hay nada que obture más las razones que es conseguir el objeto. No podría escuchar las razones por la cual alguien cree que está en condiciones de pedir lo que está pidiendo.

Para saber algo de la verdad, de la fundación de ese objeto en su lugar, por eso Freud dijo, en principio, no se lo den. No se lo den quiere decir que no hay nada que podría llegar a aplazarlo, sí habría la condición de que eso se abra.

Esa es más o menos la idea que tengo yo de por qué a Freud se le ocurrió que el amor de transferencia es el motor de la clínica. Porque si no hay eso por lo cual yo hablo, no están dadas las condiciones para escuchar las razones que motivan esto que digo que no es ni más ni menos que es lo que lo fundó.

A grandes rasgos, estoy viendo la transferencia de ese lado y por eso a mí me parece que en principio, ante la duda abstente, cuando hay alguna complicación, todo lo que provea a dejar y a relanzar el discurso.

Hubiera sido mejor que yo les dijera tome, y dejara para que siguiera discurriendo como para ver si algo se había o no entretejido en ese punto.

Esta es más o menos la idea a grandes rasgos, la idea de lo que yo tengo que es la transferencia freudiana. Pero viene Lacan.

Lacan particulariza aquello a lo que se dirige la demanda de amor. La particulariza desde la perspectiva de transformar el amor en amor al saber, es decir, Lacan ubica algo que obviamente está metido hasta los huesos en la clínica freudiana, esto que me angustia, yo que padezco vengo aquí para hablarle a usted porque yo creo que usted sabe de mi padecer.

Nadie le habla a alguien si no está instituida esta idea que Lacan llama de un saber supuesto. Se le supone un saber a un sujeto y eso forma una parte muy importante de un análisis, es más, por eso se toca el timbre de un analista.

Pero además, lo que cambia esencialmente es la idea de contestación a la demanda. Ya entonces no es contestación a la demanda algo que tenga que ver con el abrazo amoroso o algo que tenga que ver con el cuerpo por ese lado, sino la contestación a la demanda por el lado del amor al saber no sería ni más ni menos que dar el saber, dar saber.

Es decir que la transferencia en Lacan, la transferencia y la abstinencia en Lacan se ubica esencialmente en poder, no aplastar con el saber la idea de que se le suponga un saber a ese, y a eso nos vemos llevado en la clínica de todos los días. yo diría que es la máxima dificultad que tenemos y que escuchamos esencialmente y en la angustia que promueven aquellos que se hacen cargo de la clínica, que se hacen cargo de comenzar a escuchar a aquellos que padecen, qué le digo, qué hago, qué hago con el silencio.

Que significa que alguien ¿no? Pero mire, yo vengo todos los días acá, ¿hace cuantas semanas que estoy viniendo? Vengo, le pago le hablo y usted no me cura.

Yo creo que ese punto en el que se particulariza de una o de otra manera ese objeto tan particular que ya ha sido desplazado sobre el saber que usted tiene sobre lo que a mí me pasa, me parece que eso ha cambiado, Lacan lo introdujo, y ha particularizado lo que es la abstinencia.

La abstinencia aparece, desde esta perspectiva, en un cierto sesgo importante en el punto en el que no se obstruye con lo que uno piensa con lo que todavía no se sabe que habría que saber. Es decir, ese famoso saber no sabido se obstruiría ante una particular ubicación de lo que el analista sabe.

Es importante este punto, yo creo que es un punto esencial porque nos cuestiona constantemente, por ejemplo lo idea de, lo digo no lo digo, esto va de acuerdo a lo que estoy escuchando, es una pregunta que nos hacemos, que la escuchamos en las supervisiones.

Hubo algunos en algún momento que llegaron a equivocarse, a complicarse tanto con esto del lugar, que hasta hablaron de una cosa que se llamó timing. No sé si ustedes habrán escuchado esto.

Timing es la ilusión de que el analista sabe pero que todavía no lo dice, todavía no es el tiempo. Como si habría, esa sería desde una perspectiva anterior al amor, la idea de que el analista lo tiene pero que no lo puede entregar, o por lo menos todavía no lo puede entregar.

Esa es una idea de saber que es una idea complicada. Si sabe, es porque se produjo y si se produjo, ya está dicho. Entonces como es que el analista tiene esa, hasta Freud decía ya antes de la famosa construcción, miren, díganlo, si es cierto, será cierto y si está equivocado no habrá ningún problema. Lo dijo con todas las letras en Construcciones en psicoanálisis.

Freud tenía una clara idea de lo que es el saber. No era algo que se guardaba obsesivamente como un tesoro que lo voy a dar cuando esté suficientemente en condiciones de poder escucharlo.

Fíjense que en general, las dos complicaciones que yo les di, el no porque yo lo tengo pero no te lo doy, vienen por el lado de una obsesivización del lugar del analista, es por el lado de la neurosis que se nos complican las cosas.

Entonces, estamos ante una nueva concepción de la abstinencia. La abstinencia sería poder soportar, en eso que Lacan ubicó como el lugar del analista, la posibilidad de seguir causando un discurso que el discurso no lo sabe, tiene un saber ahí.

Es decir que si ustedes se ponen a pensar, el discurso se basa en una suposición. Nosotros llegamos a estar de acuerdo en esto, el sujeto es supuesto al saber, el saber es supuesto, y entonces díganme una cosa ¿por qué nosotros podríamos llegar a ir a analizarnos si ya lo sabemos? Si sabemos que ese al que le tocamos el timbre no sabe lo que nosotros debiéramos suponerle. Y sin embargo, seguimos tocándole el timbre al analista para hablarle y por qué nosotros seguimos hablándole si nosotros ya leímos en Lacan esto.

Parece ser que esta suposición no es una mentira. Que esta suposición es justamente la idea de que porque ese sabe escuchar lo que yo todavía no dije va a dar condiciones de que advenga un saber que solo se va a poder producir ahí.

Y esto tiene una fortaleza que no lo ha logrado destruir este año. Ustedes se dan cuenta el milagro que implica que en noviembre del 2002 estemos reunidos aquí a la tarde hablando de esto, no hubo crisis que pudiera con la vitalidad que tiene el discurso analítico en nuestro país. Es decir, que hay algo que lo debe sostener, por eso les decía lo anterior, que como por ejemplo en este momento, con el significante dinero colándose por todas las puertas, no escuchar un análisis que uno piensa que no puede producirse porque no hay dinero suficiente, es pura resistencia del analista.

Es como en otro momento, aparecía, mire, yo no lo escucho porque tengo miedo porque usted es perseguido y tengo miedo que se metan a mi consultorio. No es una crítica moral lo que estoy diciendo, si alguien quiere puede hacerlo, no me parece mal, digo, ubicarnos en tal problema.

El problema no es que no haya dinero en nuestro país, el problema es que los analistas necesitan dinero que ese es otro problema. Cuando sepamos separar el lugar que tiene, qué mejor que a uno le paguen, ¿cuándo escucha uno mejor, cuando le pagan o cuando no le pagan? Cuando le pagan. Sepamos ubicar este tipo de cosas porque me parece que la pintura de nuestros días se está ubicando en el tapete.

Introduzco ahora el concepto de semblant. No hay discurso que no sea del semblant. ¿qué significa el de ahí? El de es doble, es genitivo y es subjetivo. Es decir, no hay discurso que no sea de, no le pertenezca un semblante, y no hay semblante que no produzca un discurso, es esa doble relación del de, no hay discurso que no sea del semblante.

Quiere decir que cuando se habla uno se dirige a alguien, a algo, especialmente a alguien. No hay discurso que no tenga dirección y esa dirección es la misma que la que lo causa. Uno se dirige a aquello que nos causo. Cuando hablamos nos dirigimos a aquello que nos causa.

Esto es esencialmente freudiano. Cuando Freud se desdijo, yo voy a escuchar, voy a encontrar las razones por lo cual alguien hace su declaración de amor, es porque su causa está ahí entonces con su discurso de amor construye aquello que es lo que lo causó. No sé si me siguen, estoy dando un patadón de 200 páginas entre un concepto y otro pero más o menos, no hay decir que no sea para y ese para nos va a decir de las condiciones de causalidad de ese decir.

Ahora el seminario se llama De un discurso que no sea del semblante, es decir, que daría la impresión de que habría algún discurso que no lo sea. Es imposible, lo dice en las primeras páginas, no hay ningún discurso que no sea del semblante. ¿y para que lo pone?

A mí se me ocurre, les doy una pista, lo último que dice en las últimas páginas, es porque está trabajando el lugar de la excepción, de las fórmulas de la sexuación, no me meto en esto, simplemente se los indico. Cuando habla de las fórmulas de la sexuación, va a ubicar un lugar arriba y a la izquierda que va a ser el de la excepción, de uno que no, va a ser el lugar del padre muerto.

Les digo, a mí me parece que ese título tiene que ver con eso.

Que sabemos nosotros del semblante cuando antes alguien no sabe. Lacan lo dice de una manera que me gustaría leérselas, una frasesita de Lacan, por eso traje el seminario 20 Aún, que pueden leer además, una lectura de lo que es el semblante, la pregunta que se plantea Lacan es cuál es la relación del lugar del analista, con el lugar que crea el discurso, que se le dirige a él.

Entonces Lacan va a decir que el analista debe, quizás, a veces ocupar el lugar del semblante. Esto ustedes lo van a entender, cuando vean los cuatro discursos ustedes van a ver que lo que se llama el discurso del analista es: una a que se dirige a un sujeto barrado, sobre un significante 2, que es el significante que implica el saber, y debajo del sujeto barrado va a ver un significante 1.

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No sé si están familiarizados o no con esto. En principio, el lugar a la izquierda y arriba él lo va a llamar lugar de agente, el semblante. Es decir, lugar de agente y lugar del semblante. Es decir, que el discurso analítico se ve causado, agenciado por el objeto a.

Esto se los dejo, ustedes tienen que trabajarlo como un punto importante, porque eso lo que va a producir, es que en el lugar de la verdad, aquí abajo, en el discurso analítico.

Si el momento ese particular donde en una sesión, que giran los discursos, se produce ese instante en el cual el discurso generó la ocupación del lugar del analista y ahí aparece un significante 2 en el lugar de la verdad.

Algo del saber ocupó el lugar de la verdad. No es la verdad, sino que lo ocupó. Son los momentos en los cuales, la sesión, produce, se habla, el discurso de la asociación libre, el discurso histérico como lo llama Lacan, el cual el sujeto se dirige, le habla al significante del sujeto supuesto al saber, incluso es anterior a esto, no sé si lo alcanzan a ver, es un cuarto de giro, agarren el seminario 17 y van a encontrar algo de esto.

Le habla, le habla y por amor, se produce un cuarto de giro que y se crea el discurso del analista. En ese momento, desde el lugar del semblante que está ocupado por el a, hay un decir que cuestiona al sujeto y un saber en lugar de la verdad.

 

Este es el discurso analítico, donde en el lugar de agente, en el lugar del semblante está la causa, lo que resta del sujeto para ser su verdad, su causa más verdadera, aquello que Freud intentaba escuchar porque alguien le hablaba de amor. Antes de esto está el sujeto que le habla a un significante 1, esto que se llama discurso histérico, que es el discurso de la asociación libre, un sujeto le habla al sujeto supuesto al saber, que está aquí, le habla, le habla, oculta su causa debajo de la barra, no sabe por qué le habla todo lo que le habla pero viene por su padecer, por su síntoma, por algo que no lo deja, y habla y habla y aparece aquí, barrado, debajo de la barra su causa, en el lugar de la verdad aparece el objeto a y en el lugar de la producción, los significantes 2, que se produce, se produce y se habla, se habla hasta que se produce un cuarto de giro.

Cuarto de giro, el a pasa arriba e interpela al sujeto que lo produjo en el discurso, soy tu causa le dice, a partir de lo que se produzca, no tiene por qué solamente ser la interpretación analítica, no tiene que ser el decir del analista.

Un hombre habla en la mesa familiar, y lo cuenta en análisis y también está su hija que come con la boca abierta. Entonces le cuenta al analista que le da asco que su hija coma con la boca abierta y cuando lo cuenta dice, y mi hija habla con la boca abierta. Se ríe, como ustedes. Su causa lo que generó, algo le dice, lo interpela con el saber, de que su hija hable en algún lugar algo lo complica a él, que el crecimiento de su hija podría llegar a ser, es algo que lo cuestiona severamente.

Les voy a decir como lo dice Lacan, en el seminario 20, en el capítulo El saber y la verdad, que justamente está hablando de cómo el saber no es la verdad, sino que está en el lugar de la verdad, en este sitio izquierda, abajo, debajo de la barra, entonces él dice:

"No ha de creerse que en modo alguno sostenemos nosotros al semblante, -no es que nosotros debemos sostener, el semblante se produce y es sostenido por el discurso del analizante-. Ni siquiera somos semblante."

Veamos esto porque hay toda una clínica que se desarrollo en Buenos Aires en la cual se dice no incluir el cuerpo, hacer semblante de.

"Ni siquiera somos semblante. Somos en ocasiones lo que puede ocupar su lugar y hacer reinar ahí ¿qué? el objeto a."

Es decir que está diciendo que el analista debería, en el momento del discurso del analista ocupar allí el lugar que el discurso generó para que se muestre, para que reine la causa de lo que se desplegó.

Lo que decía yo, lo que me parece que Lacan dice, es que el oficio del analista es, después de ocupar un lugar del que se le supone un saber para que se hable, ese hablar, incluso histérico, produce un semblante que él nos invita a ocuparlo para hacer reinar aquí la causa del decir y eso interpela al sujeto.

Eso me parece que es central y que apunta ahí, con lo cual no estamos diciendo nada de cómo se ocupa el lugar ¿y qué hago? Hacé semblante de, no sé si escucharon esto alguna vez.

Ni siquiera somos semblante, es decir, que si nosotros hacemos semblante de estamos en el punto freudiano en el cual creemos que somos el objeto que es buscado por la demanda. Entonces la abstinencia es decir no.

¿Me siguen por qué me parece necesario ubicar el semblante dentro de la línea de los desarrollos lacanianos de la abstinencia?

Yo digo entonces que el concepto de semblante en Lacan es un desarrollo del concepto de abstinencia, una de las formas de la abstinencia. La ocupación del semblante, lo que hay que hacer para ocuparlo. No es no ni no, ni no ni sí.

Pregunta: es como que lo que dice Lacan es que no hay que ocuparlo, sino poder entrar y salirse, no hay que sostenerse en ese lugar. No es ser el semblante, sino mostrarse como semblante y correrse.

D.M: Vamos a seguir, en principio porque es tan complicado que si nos mostramos como, ¿qué es mostrarse como? Esa es la pregunta que hay que hacerse. En principio no es que debamos sostener, en principio no somos.

No somos es esencial. Cuando Freud intenta abordar del lado del analista lo primero que habla es sacar del medio la propia persona. Saquen del medio lo que piensan, lo que quieren, sus ideales, sáquenlo. Traten de escuchar con la atención flotante, lo dice en los Consejos al médico; saque su saber, no anote, nada.

Lacan ¿que dice en Dirección de la Cura?. Los tres pagos, pagar con su propia persona, con su propia palabra, con sus propios ideales. Son los tres pagos lacanianos, con lo cual algo hay que pagar, no sólo el analizante paga, el analista paga y ¿cómo paga?, paga no siendo.

Esta es una de las maneras en que esto se pone sobre el tapete. Entonces la pregunta que surge a partir de lo que aquí dice Lacan es qué significaría ocupar el lugar del semblante.

Yo les voy a indicar una de las formas cómo esto se leyó. Después les voy a decir cómo lo leo yo.

Para decirles cómo se leyó y que generó todo una clínica en Buenos Aires, les voy a leer algo de El acto Psicoanalítico de Javier Aramburu, donde en la página 60, no sé si se edita todavía, esto es viejo, pero es interesante lo que dice:

"Es decir, que hay distintas cuestiones importantes, pero en principio uno podría decir hoy que esta histerización del analista, estas histeriqueadas del mismo se pone en escena, se pone en juego algo de lo que podríamos denominar casi un acting"

Yo lo leo y después les comento algunas cosas para saber de qué estamos hablando.

"Si quieren tómenlo como que es un acting, pero con una diferencia ya que ahí el analista esta haciendo semblant, apariencia de la aparición de un objeto en escena cosa que no puede decirse del acting efectivamente producido ya que no es controlable".

Lo que leí está publicado. No sé si lo voy a poder discernir todo pero voy a tratar de decir algunas cuestiones que a mí me parecen importantes.

Acá aparece la palabra acting, porque el acting out, a diferencia del pasaje al acto, es la forma, es una forma de la ubicación del objeto en la escena. Lacan lo definiría así a acting out, es la creación de una escena para poner en el centro el objeto que me causa.

Entonces el tipo va y busca, este célebre paciente de los sesos frescos, ahí Lacan va a ubicar el significante que representa su deseo. Eso es para hablar de acting.

Ahora esto, yo les voy a decir lo que me parece, en la escena analítica tal cual como estuvimos trabajando recién, es el a. En el otro lado está el sujeto soporte del discurso. Es decir que el sujeto se encontraría con la causa de su deseo, en ese momento del acto analítico.

Es decir, que algo del a podemos leer ahí, podemos decir justamente, uno se encuentra cuando habla, el sujeto se encuentra con aquello que lo causa en un análisis.

El análisis cursa en relación a un acting,

Ahora, lo que dice Aramburu, es que el analista sabe de este acting y lo puede controlar. Aquí hay algo interesante que ubica Aramburu en esta cuestión y es que uno sabe del objeto del que se trata. No sólo sabe, sino que puede ser apariencia de él.

Yo no sé si a ustedes les hace ruido esto, pero hay toda una clínica que se basó en que el analista sabe del objeto que se causa en el decir, es entonces el momento en la clínica en que los analistas fueron a los ascensores a buscar a sus pacientes, o siguiendo las payasadas de Lacan, les sacaban dinero de las carteras, no sé si recuerdan la década del ’80 o principios de los ’90.

Era esta idea, que uno sabía el lugar que tenía cuando hacía semblante de objeto a.

Y yo digo que aquí está el principal error. Uno no sabe el objeto que representa en lo cual no quiere decir que no tenga que ocupar el lugar en relación a ese objeto.

Este es un punto que a mí me parece central que difiere en la clínica y es por eso que yo propongo leer como ocupación del semblante, la ocurrencia. Yo propongo leer como modo de la ocupación del semblante, la ocurrencia.

La ocurrencia es lo que a uno se le ocurre, hacer o decir pero a la vez, es lo que ocurre realmente en las sesiones.

Es decir que cuando a alguien se le ocurre que algo deba pasar, yo digo, en principio si uno está más o menos en la sesión, si no está pensando en otro cosa, porque uno puede estar pensando tengo que hablarle a mi novia y va y se le ocurre hablar por teléfono, digamos, por sugestión todo es analítico.

Digo, si uno está escuchando. Si uno está escuchando significa si está dejándose tomar por el discurso que lo construye. El analista es parte del concepto del inconsciente, forma parte del concepto del inconsciente.

Entonces la ocurrencia es la forma, y voy a dar algunos ejemplos de mi clínica.

Voy a leerles ejemplos como para que veamos a qué me refiero, de la ocurrencia. Ocurrencia que no quiere decir que uno sepa pero si que uno se presta al lugar que el discurso lo llamó y uno no sabe ni siquiera por qué es llamado.

Yo debería, si quieren una ética analítica, haber dado fuego a mi paciente; me enteré 30 años tarde, que le voy a hacer. Debería haberle dado fuego, ¿cómo no le voy a dar fuego, si eso justamente presentaba, presentaba algo que todavía no se había escuchado pero que el discurso de ella claramente iba a tratar de instalar?, yo debía ocupar, para que el fuego, como ese que aparecía encendido, relanzara, se relanzara como causa. Vaya a saber lo que se podría haber hecho.

Les cuento esto. Cuando se me ocurrió lo de la ocurrencia empecé a trabajarlo para ver de qué manera eso me permitía leer algo de lo que les dije.

Era la primera entrevista con un hombre de agradable presencia que relataba, sin implicarse mucho, problemas varios, familiares y de negocios.

Al termino del encuentro, de esta primera entrevista, no quedé con ninguna impresión particular, más que deberíamos hacer un nuevo encuentro.

No me parecía que algo de la transferencia se estaba situando y tampoco me parecía seguro que el hombre volviera a un nuevo encuentro que pactamos.

Al despedirlo, él saca una tarjeta y me la extiende y me dice, que cualquier cosa que necesite, que me comunique con él. Yo me apresuro, casi me abalanzo a tomar a mi vez, una tarjeta de las mías, de esas que no utilizo nunca y le contesto dándosela. Por el contrario, le digo severamente, no dude usted en llamarme si me necesita a mí.

Yo quedé un poco extrañado de esta intervención que me pareció propicia y todavía lo estaría si por varios años este hombre no hubiera construido en análisis, para defenderse de un lugar sostén de la demanda del Otro en que lo puso la temprana muerte de su padre y la demanda loca de la madre.

No hizo más que contar en un análisis como estaba siempre ubicado en un lugar de objeto de las necesidades del otro.

Este es uno, un ejemplo cortito, otro que es un poco más largo, son dos carillas, si me aguantan se los leo y después los discutimos. Aquí cuento que era el momento en el que había dejado de fumar, entonces comía yo algunos caramelos.

Comía unos caramelos que hacían ruido, cuando se pelaban hacían un ruido muy particular. La reacción de aquellos que escuchaban el ruido del caramelo eran bastante diversas, algunos no lo habían notado, otros lo notaban, hacían algún comentario y seguían con su decir pero hubo uno que después de un tiempo de escuchar el ruido y me pidió un caramelo y accedí esa vez, le di un caramelo y en otras posteriores. (Recuerdan lo del fuego, dos veces ya no me agarran)

Cada vez que él oía este sonido, él me pedía. Lo primero que se me ocurrió después de algunas veces, es no comer más caramelos en las sesiones de este hombre. Lo descarté, me pareció que dejaba fuera lo que el pedido sustentaba.

Si no me pesaba mucho, pensé, porque este es un punto, cuando algo pesa, ahí hay goce del analista ahí no hay deseo del analista, ahí hay goce del analista, generalmente hay que escuchar algo, hay que dar algunas vueltas, cuando uno se enoja hay goce, cuando uno se enamora hay goce, cuando uno está embobado por el decir de un paciente, hay goce, cuando es pesado, cuando uno se duerme eso es goce.

Todos esos son goces del analista que hay que alivianar para que algo del deseo surja.

Si no me pesaba, pensé, debiera sustentarse este principio para que este resurgimiento dijera sus razones.

En realidad él se adelantó a cualquier jugada mía del encuadre porque una sesión se apareció con una bolsa de caramelos y me la obsequió indicándome que yo las tuviera. Era decía, lo dijo medio en broma, un aporte solidario a un fondo común. Me aclara que me seguirá pidiendo y que yo puedo servirme de ahí.

La bolsa era grande y me pedía de a uno o de a dos. Esto se mantuvo por varias semanas.

A esta altura yo ya había resuelto tres cosas:

  1. seguir comiendo solo de mis caramelos
  2. seguir dándole a él de esa bolsa que él había traído y me había ¿permitido?
  3. Que tiene que ver con la primera, no comer yo de sus caramelos ¿por qué? No tengo ninguna razón para decirles, simplemente me parecía que era una legalidad que se me ocurría que daba cuenta de lo que ahí sucedía.

Él no sabía de mis decisiones y se extrañaba de cuanto duraba la bolsa que me había obsequiado y alguna vez me dice, sospechando, que él se ofendería mucho si yo no comiera de sus caramelos.

Él siempre pedía cuando oía el ruido. Es decir, que si yo comía él comía. Estos asuntos se sucedían con mínimas palabras. Durante el análisis era de un abundante hablar y progresaba.

Uno de sus temas recurrentes decía, era la imposibilidad de moverse cuando algunas mujeres le mostraban su interés. Se desesperaba si alguna se le ofrecía y no podía más que responder a la propuesta de la mujer, decía, aceptándola.

Era algo indetenible, que se desataba en él, y finalmente desembocaba el suceso en una vulgar escena de sexo.

Esta deducción era bastante común, circulaba por lugares donde esto era muy posible que sucediera, lo perturbaba y alteraba su vida cotidiana, porque, era como él se presentaba como un buen padre de familia, buen padre entre comillas, pero él consultaba por su familia, consulta por no ser un buen padre.

Un día cuenta que le gusta ver dibujos animados con sus hijos, y nombra uno que le divierte especialmente. Se trata del gato Silvestre, y me aclara que es la historia repetida de un gato que persigue a un canario eternamente, infructuosamente.

A él le encantaba ver el gato Silvestre y el canario siempre escapaba de la ferocidad gatuna.

Yo me acordaba en ese momento, que la continuidad de la historia se mantenía porque algo no se comía.

En otra sesión relata que antes de tocar el timbre en la puerta del consultorio piensa en los caramelos. En otra sesión dice las complicaciones que le da pelar un caramelo masticable y él es como un Sugus.

En una sesión posterior recuerda la maravilla que era para él verle los senos a su abuela. Ella dice, se cambiaba delante de él, apenas discreta cuando por el ¿? A los 7 u 8 años lo obligaban a que le haga compañía porque se había quedado sola.

Entonces hace una asociación que une a la abuela con el convite a comer dulces. Y a mí se me ocurrió, después de que él relata esa escena de que yo a partir de esa sesión no iba a encontrar más la bolsa de caramelos

Yo no comí más, no lo tenté y él no me pidió más. Y si me hubiera pedido yo le hubiera dicho que no los encontraba, que la señora que limpia el consultorio los había guardado y yo no sabía dónde, cualquier tontería le hubiera dicho.

Pero no fue necesario. El no me pidió más y yo no comí más.

Si habían cumplido los caramelos con su misión insospechado de mostrar algo que no se debía comer, también el análisis, debería inventar la forma de que esto se verificase.

A mí me parece que a partir de eso formalizó algo, sobre todo a la compulsión. La tentación se trabajó a partir de lo que yo no sabía que él mostraba, pero no se podía haber tramitado, quizás sí de otra forma, si yo no hubiera tenido la ocurrencia, que después se demostró, ocupaba el lugar del ¿objeto?

No diría que los caramelos eran ¿? Pero por ahí.

Entonces cuando hablo de la ocupación del semblante y cuando hablo de la ocurrencia es ocupar lo que el discurso creó contingentemente, de la manera más inesperada que pueda ser, para que pueda reinar ahí el objeto. No es esto una histeriqueada. Yo no sabía que iba a representar hasta este episodio. Es un saber a posteriori que nos muestra el haber estado y no un saber a priori que hace una escenificación como de una mascarada histérica. El semblante no es eso.

Si quieren, charlamos un rato.

Pregunta: esto de la ocurrencia, me hacía acordar a la estructura del surgimiento del chiste, en cuanto a su eficacia, lo sorpresivo.

Comentario: quizás es parte de la formación del inconsciente, porque uno no está razonando nada, a uno se le ocurre en ese momento algo que no está dicho.

D.M.: En algún momento Lacan le da a la interpretación el lugar de la inconsciencia. No es necesario. Produce el objeto y ahí sí me parece que tendría todo el valor del que vos planteas en el chiste. Porque un chiste es un chiste por la contingencia del otro que se rió, sino, no habría chiste.

Es decir, cuando Freud dice que para reírse hay que ser de la misma parroquia, si a mí no me envuelve el mismo discurso de aquel que propone el chiste, porque con el chiste lo que hay es diferente, porque estoy pensando, yo les voy a proponer algo para que después ustedes se rían. El otro se va a reír si lo entiende, si es de la misma parroquia, sino, no lo va a poder tomar, no hay chiste. Entonces el discurso que nos envuelve, me da la impresión que permite ubicar el lugar que surge de la risa, ahí sí,

Comentario: Hay un mismo discurso, pero no hay un saber previo en esa línea. Hay algo que acontece y uno es tomado por eso.

D.M.: No hay un saber que presuponga que es lo que va a suceder

A diferencia digamos de la apariencia. Por eso les decía la diferencia entre semblante y apariencia.

Apariencia, es cuando yo quiero aparentar algo, pero yo sé lo que quiero aparentar.

Cuando Lacan dice que las mujeres son mejores analistas que los hombres, o quizás no peores, es porque las mujeres saben hacer apariencia de lo que no tienen. Por eso tienen esa posición posible de acceso a lugares de la escucha, a diferencia del hombre que cree que tiene y eso lo complica para saber que no tiene, toda la formulación acerca de lo fálico, pero la mujer tiene un saber hacer con la apariencia que oculta que no tiene, entonces aparece la mascarada histérica, es el modo máximo de hacer una apariencia corporal para seducir al otro haciéndole creer que yo tengo lo que a ti te falta.

Pero no es una histeriqueada la ocupación del semblante, no es una posición histérica, no sabe. Se debe dejar tomar, justamente lo contrario de la posición histérica. Se tiene que dejar tomar sin saber a donde, se debe dejar llevar y la ocurrencia a veces denuncia a donde es llevado.

Comentario: La cosa difícil es, se debe dejar tomar pero en abstinencia.

D.M.: Es que esa es la abstinencia, dejarse tomar es la abstinencia.

La abstinencia es lo más activo que hay, no hay nada más activo que la abstinencia.

Es decir, la abstinencia no es decirle, ¿me permite ir al baño? No, yo no, salvo que tenga problemas yo, que dejé desordenado el baño y me de vergüenza y entonces le diga no, discúlpeme, pero ese es otro problema.

Ahora, la abstinencia es esencialmente acción. La abstinencia es no sé qué, pero lanzarme para hacer mostrar, con esa tarjeta, que ahí algo estaba en juego, ni el aceptarla ni negársela.

María: Voy a traer algunos ejemplos yo. Cuando vos hablabas, pensé en algo mío, en mi análisis, con una analista que no fue malo, fue un buen análisis pero tuvo sus cosas.

Una de las cosas, es que ella me tuvo mucho tiempo en la silla, no me quería pasar a diván y yo me empecé a enamorar de ella, le empecé a mirar las piernas, y me empezó a fascinar su imagen y en algún momento, ella, más o menos rápidamente me pasa al diván, pero cuando se está por ir de vacaciones, cuando llega el momento de las vacaciones, estamos discutiendo una sesión más, una sesión menos, ella se me muestra, pero con un esplendor impresionante, estaba lista para salir, con una pollerita por acá, las piernas bellísimas, yo hecha moco y poco menos que tenía las valijas detrás de la puerta. Esta cosa mostrativa estuvo, y no me parece ahí, que fuera del orden del semblante.

D.M.: No, a mí tampoco, a mí tampoco.

María: Ella se ofreció ahí como objeto a mi mirada de una manera espeluznante.

D.M.: A mí tampoco. Me parece que hay dos o tres cositas más que yo podría decir pero, digo que: hay una película, yo soy muy cinéfilo, que se llama, no me acuerdo como se llama, que trabaja, ya me va a salir. En una época, le adjudicaba mis olvidos, eran las épocas felices de mi vida, que tenían que ver, mis olvidos con el inconsciente, ahora tiene que ver con los ateromas.

Esta película que es de Black Edwars, que trabaja la que trabajó en la novicia rebelde...

Público: Julie Andrwes.

D.M.: Que ella es la analista, de uno de bigotes muy pintón. La cuestión es que él se acuesta en el diván y hay en Los Ángeles un terremoto y hay un espejo que se mueve y él le puede ver las piernas a su analista.

Lo interesante de esa escena es que ella no se dio cuenta, y si se hubiera dado cuenta no debería haber hecho nada, porque hubo ahí algo de la contingencia que mostró lo que no debería mostrar ahí, a diferencia de lo que contás vos que me da la impresión de que no es tan contingente.

Y justamente toda la película era la desesperación de este hombre en relación a lo que las mujeres le ofrecían. Es un muy buen ejemplo, esta película que no me acuerdo cómo se llama pero si la tienen por ahí, vayan a las bateas donde dice Black Edwars y la van a encontrar y van a ver como este hombre, sin saber, puede mostrar, recortádamente en un espejo el objeto causa de todo el discurso de este hombre. Es excepcional.

En el ejemplo que contás vos, ahí me parece que no es muy contingente, es para hablar.

María: Además me forzó a ir a ese encuentro.

Pregunta: ¿la abstinencia no tiene que ver con el no somos?

D.M.: ¡eso! Esa es la palabra, te agradezco la escucha porque lo definiste muy bien. El no somos pero estamos, y no sabemos donde estamos pero no podemos dejar, sino de ocupar ese lugar para que se muestre ahí no sabemos qué cosa, pero digamos, en principio, para eso estamos ahí. El no somos está en la línea de los tres pagos de Lacan

Comentario: No tiene que ver con dar o no caramelos, vestirnos de tal modo o tratar cálidamente, sino con el lugar del no somos.

D.M.: Sí, depende de algunas cosa, porque hay algunas cosas que tienen que ver con uno, por ejemplo yo trato de usted, yo salvo que sea un adolescente, trato de usted.

Te explico por qué trato de usted: trato de usted. No tengo ninguna razón para decir por qué trato de usted. Lo único que sé es que cuando se me va al vos, ahí pasa algo, algo sucede.

Me ha sucedido, por ejemplo tratar a gente de vos, que después se comenzaran a analizar conmigo y yo comenzaba tratando de usted, se producían unos líos bárbaros.

Para mí el discurso que se produce escuchando un análisis, será por improntas que tiene uno, pero en el trato no quiere decir que sea mejor, para nada quiere decir que sea mejor, ni peor, ni nada. Es una tara mía.

Tengo otras taras, yo por ejemplo no puedo escuchar a un torturador. Yo a un torturador lo echo de mi consultorio, es una tara, pero yo no puedo estar en el lugar de escucha, eso hay que saberlo, porque sino uno se complica.

Aparte, no es ético, no es ético psicoanalíticamente. Hay que saber la ética de uno donde termina, para que no pase cualquier cosa. Porque sino, uno podría llegar a decir, cualquiera de los goces es posible sería una ocurrencia, y no es así. No cualquier cosa.

A mí me parece que Freud claramente dice que en un análisis se puede hacer cualquier cosa, siempre que no sea cualquier cosa. Entonces él de pronto, le ponía la mano sobre la frente a los pacientes, y después se le ocurrió que no.

A mí me parece que no deja hablar que alguien tenga sexo con sus pacientes, a mí me parece que no deja hablar, entonces no hay que hacerlo, pero por eso. Que uno le pegue a los pacientes, me parece que no deja que alguien hable, es goce. Pensemos las cosas más tontas, uno va eligiendo, va eligiendo, uno tiene que elegir.

Yo por ejemplo no puedo escuchar a alguien que esté en ese lugar, en el lugar del torturador, es una cosa que...

Comentario: en una situación así, yo no sabía cuando llegó que era un torturador, después dejé de atenderlo, yo dije no lo atiendo más, listo, sin dar ninguna explicación.

D.M.: Es lo que hice yo. Bueno, yo esto lo saqué porque me sucedió varias veces.

Comentario: La situación era una cosa extrañísima, el tipo tenía que operarse y cuando llegaba a la sala de operaciones, le subía la presión, así varias veces, después vimos que cuando él llegaba a la sala de operaciones, era como estar en la parrilla, entonces era...

D.M.: Vos llegaste más lejos de lo que yo podría haber llegado.

Comentario: Lo que pasa es que yo estaba en un Hospital, en un servicio en el que nos llamaban para hacer interconsulta, la cosa no salió hasta que dijo camilla – parrilla.

D.M.: Llegaste mucho más lejos. Yo por ejemplo hubiera deseado que la hipertensión le reventara la cabeza. Es muy difícil escuchar a alguien haciendo fuerza por el síntoma.

Yo creo que el lugar este hay que cuidarlo mucho, hay que sacarle, hay que cuidar las cosas de este lugar, hay que respetarse mucho, hay que respetar los ideales de uno

Comentario: Una de las cosas que me sirvió, que no tiene absolutamente nada que ver, con respecto al tema de la abstinencia, es que un día estaba Vilas, jugando con chicos. Yo era recién recibida, entonces una nena que jugaba con él y no le pegaba a la pelota, y Vilas le dijo: la teoría ya la tenés incorporada, tenés que pegarle a la pelotita, pegale a la pelotita y después pensá. Y a mí me sirvió en realidad, porque uno al comienzo está pensando si digo, si no digo, un poco lo que te pasó a vos con el fuego. Uno ya tiene una formación y nos seguimos formando, pero algo de dejar fluir las ocurrencias que vamos teniendo.

D.M.: Es parte de la formación esa. Cuando uno puede llegar a no escuchar a Freud y a Lacan y escuchar a quien nos está pagando.

Comentario: Yo estaba pensando en los regalos,

D.M.: A mí me encantan los regalos, yo los acepto, espero que no se enojen mucho, pero es una falta de amabilidad. Si alguien viene con un regalo, en base a qué, uno se pone en un lugar de decir este objeto no. Primero, eso no es abstinencia, es exactamente lo contrario, eso es contestación a la demanda, se supone que uno que dice no, está en el lugar de aquel al que se le supone si lo que se le está regalando es verdad.

Yo creo que hay que aceptarlos, que después produzcan material, yo tengo muchos regalos.

Comentario: Pensaba, yo trabajo con niños y los niños se llevan cosas del consultorio o piden o quieren llevarse cosas de los otros.

D.M.: Pero cuantas veces en el análisis de niños por una de estas cosas, de estos objetos se tramitó una nueva posición del niño.

Comentario: No con todos es lo mismo, cada uno tiene su historia con ese objeto, con los niños es muy claro.

D.M.: Acá, una de las cosas que tengo es de un chiquito de 12 años, que el padre había muerto, ese no era el padre biológico, y el nenito organizaba terribles peleas con la madre. Durante mucho tiempo el análisis con él pasó con que a la noche, yo atendiera el teléfono y él desde su cuarto y la madre desde su cuarto me hablaran, y yo ahí ponía algún ordenamiento, alguna pequeña palabra que ordenara ese infierno.

Mientras tanto transcurría el venir de él a mi consultorio, pero cada vez era ¿? Y lo interesan te, es que ellos me pusieron en ese lugar, el lugar de fabricador de un significado ordenador. Y sirvió, era un chico que casi me pareció un psicótico y ahora me parece que no, no digo que la psicosis se cura, digo que no era psicótico.

 

Buenos Aires, 29 de octubre de 2002

HOSPITAL DE EMERGENCIAS PSIQUIÁTRICAS "DR. TORCUATO DE ALVEAR"

Notas

1 Desgrabación a cargo de Lic. Gisela Pereira

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