Cine y psicoanálisis

Mijail Rosenkranz o la conciencia desgarrada
La tercera parte de la noche, de A. M. Zulawski

Luis Tamayo
Psicoanalista
Miembro de la école lacanienne de psychanalyse
México

La tercera parte de la noche es una película peculiar. No es una más de entre tantas que versan sobre el genocidio perpetrado por los nazis contra el pueblo judío. Esta película lo presenta de una manera muy particular: sitúa al espectador desde el punto de vista del judío practicante, desde la mirada del creyente que se encuentra en crisis por no comprender "los obscuros designios de Dios". Eso que Hegel escribe magistralmente en su Fenomenología del espíritu bajo la figura de "la conciencia desgarrada".

Esa crisis la muestra el protagonista de la película en sus plegarias:

"Señor, tu que permites matar al más débil y el odio ciego apruebas;
Tu que multiplicas la crueldad y permites al hombre ensañarse con su hermano;
Tu que pones el látigo en manos de la canalla;
Dios inmisericorde, no tengas piedad de nosotros"

O, más adelante:

"Señor, tu que nos confundes, dinos hacia donde vamos".

Plegarias diferentes a las realizadas por Elena, las cuales, a pesar de la crudeza no muestran desesperanza:

"Dios mío, tu que sabes de nuestra debilidad;
Tu que nos castigas con el amor en medio de la peste;
Tu que nos gobiernas a ciegas;
No nos abandones;
No busques nuestra perdición en tu ira".

Para el judío practicante, y eso se muestra claramente en el film, Dios, a pesar de la crueldad que manifiesta al someter a sus fieles a una vida tan terrible (y que está anunciada en el film en las citas del Apocalipsis de San Juan presentadas en varios momentos del mismo), es el único garante de la realidad.

En el mundo de Mijail la vida humana vale mucho menos que la de los piojos, esos que debe alimentar con su sangre para que puedan ser elaboradas las vacunas contra el tifo requeridas por el ejército alemán:

"Son vuestras madres preñadas por la muerte. Y ustedes son nodrizas de sus madres, nutren esa muerte."

En su mundo ya no tiene sentido ni la cultura ni la procreación, todo se derrumba.

Y Mijail se encuentra en crisis: ¿cómo entender lo que ocurre? ¿porqué tantas desgracias? ¿cómo es posible que Dios permita tanta impunidad?

Dado que está excluida la interrogación acerca de la existencia de Dios... ¿se tratará de alguna prueba o de algún "obscuro designio"?

Tal es la lectura que de la situación hacen El padre, el enmascarado y el amigo Olek:

"Tal vez esta situación es una plaga que se nos envía para que nos conozcamos mejor"

"No se puede hablar de igual a igual con Dios. A él no se la hacen preguntas."

Y, como la situación sale de su esquema lógico, sólo resta aceptarla:

"Nadie se puede salvar. El mundo se ha disgregado y ha muerto. Sólo cabe estudiar esa desintegración y ajustarse."

"Cuando la sangre está infectada desaparece la bondad... y sólo queda la crueldad."

Pero Mijail se resiste a tal destino:

"Soy capaz de redimirlo todo, hasta la presencia de nuestros hijos en este mundo."

Mijail se creía capaz. Quería redimir. No se resistía a cruzarse de brazos.

Y ese afán, sumado a su impotencia concreta para modificar la situación se tradujo en locura: Su mujer asesinada reaparece en todas las mujeres (es decir, no murió). Su hijo asesinado lo visita también, aunque simplemente para dar fe de su muerte:

"Ya no existimos."

Los muertos están vivos y el pasado se reitera en el presente. Este elemento, propio de la vivencia del tiempo en la locura 1, es presentado magistralmente por Zulawski. Lo conocía bien.

Pero volvamos a la experiencia de Mijail. Si la miramos de cerca aparece la mirada de un alucinado, locura comprensible por la terrible situación vivida y amplificada por su creencia.

Su locura es amplificada por su creencia en la medida en que lo obliga a hacer una lectura muy particular de la realidad. Todo debía ser la obra de su Dios y, como la situación era irracional, su Dios aparece también con tal cualidad.

El psicoanálisis le hubiese podido ofrecer otra salida. Sabemos bien, gracias a la enseñanza de J. Lacan, que con la caída del Sujeto supuesto saber al fin de la transferencia, cae toda creencia en un ente supremo, cae toda creencia en una figura que conjunte saber y poder, toda divinidad. Y, a consecuencia de ello, el mundo se revela en su inhospitalidad primigenia, esa que denuncia Heidegger en Sein und Zeit.

La solución que ofrece el psicoanálisis no es esperanzadora, pero es verdadera. Pues pertenece a su naturaleza ser eso que dijo tan bien Anais Nin:

"El psicoanálisis, el gran destructor de la ilusión, el gran realista".

Mijail enloquece porque su creencia lo obligó a leer de manera sesgada su realidad.

Casa Lamm, México, D. F., 1º de Julio del 2001.

 

Esta nota fue cedida gentilmente a nuestro foro por el Cine Club Debate "El psicoanálisis y el cine", patrocinado por el Círculo Psicoanalítico Mexicano, A. C., y el Centro de Cultura Casa Lamm

 

Notas

1 "ces moments de transfert psychotique destituent le passé ‚ comme mode privilégié et enlisten les séances dans un present immobile, un présent sans passé sans avenir, omniprésent". Davoine, F., Racionalité de la folie, Apertura 9, Paris, marzo de 1994, p. 54.


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