Estados Generales del Psicoanálisis

A causa de la causa

Juan Pablo Capdevielle, Marcela Depiera, Vanesa Guerra,
Marisa Lentini, Nora Martínez, Sergio Rocchietti

 

Intromisión a los Estados Generales
- del psicoanálisis-

-obertura-

Según la concepción de la Francia anterior a la Revolución francesa, el estado estaba constituido por tres estamentos: La nobleza, El Clero y la Burguesía.

La reunión de los representantes de cada uno de estos estamentos se llamó los Estados Generales.

En la práctica se reunieron en pocas oportunidades a lo largo de la historia de Francia y quizá, la reunión más importante y trascendente, fue la convocatoria de 1787 –aproximadamente- que determina la destitución de la Monarquía de Derecho Divino y que llegó, finalmente, a decidir la muerte de Luis XVI y María Antonieta, últimos reyes del denominado "Ancien Regime".

En la creencia tal vez se sustenta la historia de una verdad que está perdida, lo cierto, es que no hay soberanía que gobierne dentro del hacer que es el psicoanálisis, ni ninguna otra forma de soberanía que sea posible de instituir sobre nuestro hacer.

Lo único que sabemos es: que aquel que se precie de constituirse en analista en la dirección de una cura es "menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser"

A la vista están lamentablemente los fallidos, por cierto, intentos repetidos de muchos que en nombre de nombres vacíos, pretendieron desde su más absoluto ser, ubicarse en un lugar de poder que se adjudicaron a sí mismos y que finalmente caen, no por maduros sino por ser abolidos desde afuera. Se produce crisis, sí...

Las preguntas urgen.

¿Pasar por la experiencia de un análisis, no implica, acaso, perder un poco de ser?

¿Qué tipo de experiencia analítica habrán transitado aquellos que se erigen poderosos?

¿Habrán conceptualizado, en calidad de qué tipo de objeto es que se ofrecen a aquellos que pretenden adherir a alguna institución?

¿Podrán dar cuenta de cómo es posible heredar el saber más cuando no es sabido (y no justamente por ser inconciente)?

¿Cómo es posible pretender una transmisión que lleve los rasgos del que se entrona en el poder y la gloria?

Son afortunados...

Y no por las fortunas que amasaron como heces, gracias a sus manipulaciones perversas, dirigiendo como a títeres a los que compraban sus estampitas con palabras que daban vueltas para repetir -y no neuróticamente- lo que dijeron aquellos que realmente nos dieron la posta para recrear la práctica del psicoanálisis. Sino afortunados, porque nuestro corte a finales del siglo XX, es en el plano simbólico.

Porque en estas épocas de desbordes de angustia y conmoción, de grandes avances científicos y sistemas que reniegan de la subjetividad pretendiendo globalizarla, ya no se cortan cabezas como en siglos anteriores.

¿Para qué una institución?

 

El Negocio Familiar

-primera parte-

Ne-gocio, no ocio

La Trampa

Desde el nacimiento mismo del psicoanálisis, desde su nacimiento público, se establecieron grupos de elites -recordemos los siete anillos que repartió Freud (1)-

Enfrentados unos con otros, lucharon por sólo ellos saben qué. Creemos, en realidad, que la disputa giró inevitablemente en torno a aquello de "quién tenía la razón" o "la voluntad de poder" hubiese dicho Nietzsche

Fue así que este proceso fomentó la división en grupos más reducidos (y aún más enfrentados entre sí) con roles definidos, niveles de status, quedando atrapados y enredados en las instituciones.

La institución-madre (IPA) y el padre de la criatura (Freud).

Ellos, que basaron su obra -y teoría- en las primeras experiencias de la infancia, como determinantes, no se dieron cuenta que se estaban agrupando al mejor estilo familiar y cayeron en la trampa.

Las Instituciones: o se está adentro o se está afuera.

O sea pertenecer implica una definición y también la aceptación de normas preestablecidas por otros. Situación que lastima, tarde o temprano, algun rinconcito egotópico.

¿Se puede o se quiere soportar y aceptar aquello que hicieron los grandes en las escuelas fundadas por Platón (Academia) y Aristóteles (Liceo), en las que se podía pertenecer sin mantenerse absolutamente fieles a la doctrina de sus maestros?

Parece que no. No. Por cierto, esto es algo que, actualmente y en el pasado reciente, no se ha podido atravesar.

Lo sabemos, lo decimos:

El amo antiguo es distinto al posmoderno.

Volviendo a la verdad y al saber: la pretensión de poseer la verdad y el saber es algo cerrado y obtuso, que va en contra de lo que se pregona. Además, se delata y surge con esta pretensión, una posición tácita como secreto a voces de que a la verdad se la puede aprehender y que además existe ¡! y que hay una sola (y no una de cada uno, compartible o no) y más aún: que alguien la posee y otros no; que algunos pueden alcanzarla y otros... si tú la tienes...

La verdad es un gran bonete.

Sería provechosa una lectura de Heidegger para recordar que no existe la verdad como adecuación entre el pensamiento y la cosa. Deberíamos volver al primitivo significado griego de la palabra verdad (aletheia), al descubrimiento de la cosa velada, pero, entendiendo como descubrimiento no solamente el acto de descubrir sino también lo descubierto, y su posterior recubrimiento.

Por qué no recordar y tener presente, tal como lo hizo Brentano (1838-1917) que en lugar de la verdad, pueda mejor considerarse la estrecha relación que existe entre ésta y la evidencia.

Que Freud haya acudido a los cursos de Brentano sobre Aristóteles no es más que anecdótico.

¿Apelaremos a la lógica si seguimos la secuencia: opinión, saber, verdad, luego evidencia y por último opinión?.

Por supuesto, no se trata de una lógica formal, sino de algo -a desarrollar- que podríamos llamar una secuencia lógica de argumentos y funciones, luego que aquellos han sido emitidos.

En el incesante interjuego entre cosas, palabras, discursos, juicios, certezas, evidencias y cegueras, surgen algunos juicios universales (para nosotros, significantes o frases maestras). Sabemos que van a caer, que dejarán de tener efecto, pero, mientras tanto, la duración de sus determinaciones no ofrece más que situaciones nefastas.

Intentamos hacer algo para que empiecen otros tiempos, bajo otras palabras, bajo otras cosas.

¡Buh! Que susto!

(La diversidad)

Hay otras opiniones que conllevan saber y verdad.

¿Por qué no se ha tenido en cuenta la existencia de la opinión, o sea, la existencia de juicios contrapuestos? El intelecto se inclina por alguno de ellos, reconociendo en el mismo acto que podría ser lo contrario.

¿Por qué no se ha respetado la diversidad de opiniones?

¿Por qué y los grupos sucesivos no han podido soportar la diversidad?

Queda claro que, aquí, ha jugado un papel fundamental la creencia de que el que tiene la verdad tiene el poder o viceversa y, sabemos, que el poder garantiza una cantidad de adherentes sin opiniones o con opiniones silenciadas por interés.

Sabemos que pertenecer da privilegios, y el privilegio, muchas veces, consiste sólo en pertenecer (¡!).

Preguntamos ¿cómo no se preguntan qué es esto de pertenecer? ¿en lugar de qué otra cosa está?

¿Qué enmascara ser lacaniano, ser millerianobla bla bla?

¿Cómo es posible estar adentro sin perderse, sin desaparecer tras el nombre de la institución, sin que la institución nos tape, nos silencie?

¿Es posible? Nosotros queremos intentarlo

¿Cómo?

Que las reglas sean las no-reglas

Que los discursos sean móviles y no fijos

Que la opinión sea la de cada uno y la de otros

Que el lugar sea cualquiera, para encontrarse y encontrar, perderse y hallar.

Pero, estos cuatro puntos son normas si hacemos de la norma un acuerdo o incluso un desacuerdo. La trampa comienza cuando convertimos la norma en ley ciega o en ciega ley.

¿Cómo tratar de ser diferente? si el acto de diferenciación implica mirar al otro, haberlo visto y escuchado y, después de esa mirada, decir "esto no", "aquello si", "tal cosa ni" y fundar, después, "esto que somos" "¿qué somos?" aquello que hacemos y que decimos que hacemos y que no hacemos y que no somos.

No olvidemos el materialismo dialéctico de Marx, que nos enseña que este materialismo se aplica a la naturaleza propiamente dicha y por supuesto, también, a las relaciones sociales e históricas. O sea que se debe tener en cuenta que los cambios en lo social existen; el punto será ¿van a ser sobredeterminados, o sea sin nuestra participación? o esos cambios serán tales por algún tipo de intervención que podamos ejercer? Los cambios pueden introducir modificaciones en las estructuras. No ver eso es morirse de a poco. Se trata de pasar del materialismo dialéctico a la precisión del materialismo de los goces y sus huellas, consideración que podemos ejercer gracias a JL.

Nosotros ¿quiénes somos?

Pregunta siempre renovada, nunca contestada. Sólo cuando nos apremia aventuraremos respuesta insuficiente. También se puede ser lo que no se es, o sea no somos un grupo que se dedica a interpretar al mundo, si somos un grupo que intenta transformar nuestra cercanía; a esto lo llamamos nuestro mundo. Y esto significa crisis y subversión, ya que implica cambios necesarios que de no hacerlos, conducirán al psicoanálisis a una abismo que cercará por un lado o separá a los analistas de su comunidad, transformando esa relación nada más que una mera relación de fe.

( ¿Podríamos continuar hoy siendo tomistas?)

 

El poderoso fracaso en las instituciones psicoanalíticas

-Segunda parte-

"Dijeron, esa noche u otra,
que el poder, en sus actos,
se remitía a aquello de
quien no está conmigo, está contra mí."

Andrés Rivera

El amigo de Baudelaire

 

La convocatoria

En hora buena la convocatoria. Mejor dicho: en hora buena la prensa que tiene esta convocatoria, puesto que el afán de lo que hoy se plantea ha sido ya planteado desde los rincones de los pequeños y no tan oscuros grupos laboriosos de un psicoanálisis que, en su intento por sostener muerto al totémico padre, ha sido no reconocido: N.N. para nuestras latitudes, desterrado para los antiguos tebanos, fuera del globo mundo global de estos tiempos por no aceptar inscribirse en la realeza azul de la EOL, AMP, IPA y otras siglas malhechoras.

En fin, ni siquiera marginal.

Nos hemos reconocido convocados, y aquí estamos, atravesados por la no garantía y al mismo tiempo reconociendo la imposibilidad de fundar como se ha intentado hasta ahora, una institución regida bajo la lógica y funcionalidad del dispositivo psicoanalítico. (Creado y destinado a la cura )

¿Será posible una institución que circule y se instituya fuera de las voces del poder?

Sabemos de las dificultades. Las hemos padecido. La inocencia no existe.

Mas esta posición, la nuestra, no clausura la pregunta. Por el contrario, da cuenta de una modalidad de trabajo en donde algunos practicantes del psicoanálisis convergemos y pensamos la clínica y aunque no nos consideremos paridos en la orfandad, nos ordenamos bajo una ley no encarnada por algún humano glorioso con aires de rey y vientos de emperador.

Entonces, fuera del poder sostenemos la clínica. Unica posibilidad.

 

La casa

Lamentamos, cuando no nos reímos, la extraña idea que otorga infame existencia a una lengua psicoanalítica que sólo es hablada en La Casa de la Sigla. ¡Ay señores! ¿acaso nos estamos volviendo locos? ¿Acaso puede haber un heredero universal y absoluto?

Pues parece que sí, puesto que muchos rinden honores y no se preocupan demasiado de los olores inquietantes de tristes hongos de humedad. La Casa de la Sigla se halla empeñada en no abrir la ventana, es un hecho y aunque lo nieguen a todas voces, cuando no se vanaglorian de ello, siempre hay un infiltrado que bate los secretos de alcoba.

Se denuncia: En la Casa de la Sigla practican la endogamia.

Se denuncia: En la Casa de la Sigla embargan la lengua.

Se denuncia: En la casa de la Sigla se apropian de aquello que no le pertenece a nadie y a nadie debe pertenecer.

Pues bien, que se harten, por infelices.

No pretendemos dar batalla, porque la batalla ya le hemos perdido, porque nunca hubo batalla y si acaso el rey pidiera en el campo el caballo de Shakespeare o quisiera negociar en secreto la carcaza equina de Epeo y Atenea, quizá nosotros, le acercásemos el caldero roto de Freud, que cotiza muy bien en Christhie .

La cosa no es mucho más seria. Los humanos renegamos de lo humano y el poder o su creencia obstinada en la zanahoria antropofálica que el conejillo angurriento corre y corre, no es más que otra versión de Aquiles y la tortuga, recordando que la tortuga le mordió el talón, mientras el guerrero homérico se ataba las zapatillas antes de comenzar la olimpíada.

El psicoanálisis y el poder se excluyen mutuamente desde los fundamentos de una teoría que nos convoca a nuestra práxis, y cuando nó, denuncian la gloriosa religión de la neurosis más secreta.

El poder del psicoanálisis no existe: Eres un mago sin magia. El psicoanálisis del poder es una teoría sexual infantil.

Allí están, los psiconiños reunidos, disputándose el disfraz del ser.

¿Desde cuándo pedir un debate podría convertirse en sinónimo de expulsión? - ha dicho quien dio un primerizo coletazo justo ¿Por qué la mordaza se exige a todas las bocas que cuestionan?

Nos preguntamos: ¿Qué tipo de ética psicoanalítica es esa? ¿Qué forma del psicoanálisis es este que sólo pacta con los de adentro y se horroriza como inquisición medieval con los de afuera?

Señores, eso no es psicoanálisis eso clama por un psicoanálisis porque es la pura manifestación de una neurosis que se enmascara con estilo... Con el estilo de la alquimia secreta, orden superior que conforma la esencia que subyace a todas las verdades y religiones. (S.K.de Rola)

Mucho deberíamos trabajar y pensar y conceptualizar para comprender los vértigos que rompen con cada una de las instituciones que se han erigido como psicoanalíticas y mucho más para comprender de qué manera el poder que allí se origina es más de lo mismo, de lo mismo que habita cualquier otra institución formada por seres que nada tienen que ver con el psicoanálisis.

Se ha planteado que no hay agrupamiento humano que no esté estructurado por el discurso del amo. ¿Deberíamos cerrar aquí el debate? Es una posibilidad. Pero no la única.

Los Vientos

Para muchos hubo un inicial punto de ruptura, que dejó la impronta del aislamiento y quizá esto ocurrió mucho antes de que la EOL, eólicamente aprovechara los sureños vientos para ventilar a Europa: Y no sin extrañas consecuencias, puesto que el lazo social sureño poco y nada tiene que ver con el europeo, aún así, muchos sostienen una clínica de corte europeo que sólo es soportada por analistas en situación de analizantes, puesto que el resto de los mortales que piden compañía en la cifra de su destino, huyen despavoridos de aquellos consultorios.

Pero retomando el punto de ruptura, queremos recordarles que la autoridad jurídica sobre los establecimientos de los textos aún inéditos del doctor Lacan, no implica, ni es sinónimo de transmisión ni enseñanza, al menos, no para nosotros. Esto lo sabemos hace decenas de años, pero la estupidez siempre gobierna las masas cuando de poder se trata. Por otra parte, que negocia muy bien con lo anterior, el quinto concepto fundamental del psicoanálisis, no es más que el ciruelaje de una vulgar imitación a Rosarito Vera y la vocación (Ver o escuchar folklore Argentino)

Por supuesto es menester pensar qué ocurre ante el reiterado fracaso histórico de las instituciones psicoanalíticas, a fin de que la mula no siga volviendo al maíz. Pero quizá haya que aceptar de buen o mal grado que el hacer psicoanalítico no es sacro, ni inconmensurable. Temibles patrañas son esas y hoy está a la vista: todos se arrancan los ojos por un trocito de mercado. Ya no es sólo es la crisis de la institución psicoanalítica, más bien pareciera el síndrome de Yocasta Globalizada.

Hemos escuchado a Sauval :

"Lo que debe quedar claro, sobre lo que no podemos hacernos los "bobos" es que esto es una posición política, una posición política en el propio campo de lo político y lo social, pero que pretende justificarse desde el campo del psicoanálisis" (Politización del Psicoanálisis)

¿Qué puede justificar el psicoanálisis? ¿Qué se quiere justificar?

Justificar nunca es la práctica de lo justo.

Y lo justo, o la idea de justicia, necesariamente implica un límite. El poder siempre reniega de lo mismo, reniega del límite, allí donde desmiente las diferencias confundiéndolas con jerarquías o enemistades y otras vicisitudes imaginarias.

A causa de la causa

-tercera parte-

" Pretendemos mostrar en qué la impotencia
para sostener auténticamente una praxis, se reduce,
como es corriente en la historia de los hombres,
al ejercicio de un poder".

Jacques Lacan

Para poder

No utilizar el poder, ese es el punto fundamental para que un análisis se realice. ¿Pero es eso lo que encontramos cuando los psicoanalistas, llamados así por ellos mismos y por otros psicoanalistas o no, se encuentran? No. No es eso.

¿Qué poder? Poder influir sobre otros desde la sugestión. Con las apariencias desde las intensidades libidinales.

¿Qué poder? El de creerse que son, ¿qué? Las apariencias, nada más las que comandan. Lo que sentimos y nos hacen sentir nos aleja del criterio de verdad. Los nombres y lugares de la verdad (E.Balibar) exigen más, mucho más. El poder mucho menos. El poder: una práctica de impotentes.

¿Pero qué y qué con los humanos? Psicoanalistas dicen ellos para hacer valer. Para hacer valer los poderes, los poderes de la magia. Para hacer valer los poderes de la magia de la sugestión. ¿Podremos aceptar que somos analistas sólo en los consultorios con los que allí nos ubican? Y aún podemos dudar de que para ellos somos los analistas que creemos ser. Es mejor que dudemos. Que dudemos y continuemos. Creando mejor que creyendo, "situaciones analíticas" (J.L.) que llegarán a psicoanálisis o no. Desde y en la clínica eso es lo importante. Y a no olvidar que la llamada clínica es un nombre para tratar la vida. Humana, para más datos. Y nos dirán: ¡qué humanistas!. No lo somos. Pero lo dirán: ¡no sean tan humanistas!, porque es mucho más fácil el escarnio que la propuesta. No advertimos, sólo recordamos lo que es para nosotros la clínica. Un nombre de la vida, o más difícil: una posibilidad de aperturas de encuentros, intermediadas, con lo real. Encuentros no traumáticos, sí, dolorosos. La vida, en y luego, podrá ser otra habiendo experimentado los dispositivos -del psicoanálisis- pero no hay predicción. Tan sólo caminos a recorrer. Cuando alguien se disponga a crearlos con su paso.

El trabajo

El trabajo que queremos compartir continúa la brecha abierta por Sigmund Freud y Jacques Lacan, pero consideramos que el psicoanálisis hoy, no puede seguir siendo el mismo que hace noventa, cincuenta o diez años. Perder de vista el horizonte de la subjetividad de nuestra época (arte, literatura, ciencia, filosofía, discursos genéricos, mass-media, aldea global y demás vicisitudes políticas o económicas) nos propone una práctica sostenida desde la ilusión del consultorio aislado, encierro fatal para nuestras apuestas. Del deseo. No hay otras, serias.

El horizonte de la subjetividad es, en resumidas cuentas, el horizonte de la producción de sujetos epocales sometidos a la influencia de determinaciones puntuales. A desarrollar: los dispositivos y sus transformaciones, los enunciados de esos dispositivos y sus enunciaciones. El individuo es el resultado final de complejos trayectos. Deficitario e insuficiente, nuestro individuo.

A veces escuchar la etimología no es vano, especialmente cuando nos proponemos algo. Nos acercamos a la palabra instituir ya que es el verbo del cual deriva el sustantivo institución. Nos desplazamos para dejar lugar. Tratamos de evitar con ello que se presenten ante nosotros las imágenes usuales de las instituciones con sus consabidas cortes e intrigas y con los inútiles movimientos de política inútil. ¿Te crees rey siendo rey? ¡Estás loco! Por ello resaltamos el verbo instituir en vez del sustantivo institución, para hacer tangente de lo instituido de las instituciones.

No acordamos con las instituciones tal cual son, de un amo, o de algunos, de maestros con saberes dogmáticos, ciegos pero no sordos para oír la lejana letanía de las reiteraciones de lo ya sabido y consabido. No hay lugar; no hay lugar para nada más. Napoleón sigue siendo un ideal para algunos; ¡pero claro, si fue emperador!.

¿Es la anarquía el camino?. Decimos que no. Aunque tal vez sea un buen comienzo continuar con una de sus divisas y revisarla. "Ni dios ni amo". Sería quizás un buen comienzo para despejar los lugares que al estar ocupados, son de ocupación (recuerden siempre a Hitler). Por ello planteamos que sin gobierno no es el desgobierno; sin palabras sagradas. Incuestionadas e incuestionables. Este es el momento "sin". Como ven nuestro planteo conlleva distintos momentos.

¿Qué responder a los que se creen amos? Nada o lo que corresponde.

No existe la lógica de la existencia, por ello no podemos hablar de una lógica existencial y al contrario, tampoco diríamos que no la hay o, lo que no es lo mismo, que la existencia es ilógica. La paradoja es tratar de hacer sin esa ordenación canónica llamada del maestro o del amo. El idioma castellano nos permite hacer esta distinción que es esclarecedora.

Nuestra pregunta trata de situar lo siguiente: ¿se puede dejar ese lugar vacante? ¿se puede intentar un dispositivo hacia otro lugar?. ¿Nos podemos confrontar a ese vacío del sin-sentido y arrojar sólo y tan solo el decir de un hacer?. Se soporta poco no arrojar allí semblantes vanos y apariencias ídem.

 

El nombre propio

" Decir algo en nombre propio es muy curioso; porque no es en absoluto en el momento en que uno se toma por un yo, una persona o un sujeto, cuando se habla en su nombre. Al contrario, un individuo adquiere un verdadero nombre propio como consecuencia del más severo ejercicio de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que le atraviesan de parte a parte, a las intensidades que le recorren".

G.Deleuze

Uno de los dispositivos, el nombre propio. Según Deleuze, el nombre propio no es el yo, acordamos; el nombre propio se adquiere, y se adquiere con un severo ejercicio, un ejercicio que contiene, a nuestro parecer, distintas posibilidades, prácticas y cuestiones. Un ejercicio de despersonalización. El yo deja de ser yo; el yo deja de ser, por instantes, aquél que se cree ser. Volverán las creencias y los ideales, pero de otros modos. Unificarse versus multiplicarse no es la opción. Multiplicarse y unificarse, sí. Dejarse recorrer por las intensidades de los múltiples fragmentos que nos constituyen, sentir las intensidades, dejarlas hacer y recoger sus productos.

Un "severo ejercicio de despersonalización", hasta salvaje quizás, pero muy simpático, hacía Groucho Marx -seamos a veces marxistas, para luego dejar de serlo, lo cual implica que "ser" no es más que una triquiñuela- cuando decía que "jamás aceptaría formar parte de un club que me aceptara a mí como miembro".

Nuestra práctica de la charla, nuestro hacer en el hablar, nuestro practicar el malestar, humano, para más datos; familiar, cultural, ¿qué debe extraer de ese horizonte de la subjetividad epocal?, ¿qué debe localizar de los límites en su producción objetal?. No es en vano sustentar ambas preguntas ¿divergentes?, ¿convergentes?. O sí. Pero no podemos dejar de hacerlo. Y eso nos alcanza y no nos deja, ni siquiera tranquilos. Si nos pudiéramos confortar otra sería la historia. La misma no otra. Sentados confortables en la serie de los sillones y multiplicando los divanes. Claro, se trata del dispositivo. ¿Cuestionarlo, pensarlo, cambiarlo, revisarlo?. Sí, y además nosotros. Cuestionarnos, revisarnos, pensarnos, cambiarnos. Nos y los otros, vale lo mismo que para el dispositivo. Las mismas preguntas. Serán otras las respuestas.

Estar a la altura de un lugar vacío. La tentación es grande, aparecen los vértigos. ¡Que se ocupe! puede clamarse. Es esperable. Y sin embargo hagamos del nombre lo más propio. Otra apuesta es renunciar, lo cual anula la apuesta. Recordemos: la apuesta del deseo. La apuesta del deseo no es nuestra, lo será si la hacemos nuestra. Si nos apropiamos de ella como si nos apropiamos de nuestro nombre. Entonces será, por una vez, nuestra apuesta, en nuestro nombre, el propio.

¡Qué cosa difícil es hablar en nombre propio!. No en la hipostasía de un nombre sino en la propiedad de dejarse ser en la multiplicidad de discursos que nos recorren y, especialmente nos atraviesan. Hablar desde allí, esperar desde allí, realizar desde allí. Por eso la frase-proposición-enunciación: a causa de la causa; nos convoca a un trabajo y por ello también nos va a revocar de ese trabajo. ¿Cómo es ésto?. Tenemos presente que una convocatoria como ésta conlleva los trazos de su propia finalización. ¿Teleología?. No. Nos alejamos de Aristóteles y las causas finales.

¿Una vez alcanzado el fin se abandona el camino?. No. Una vez alcanzado el fin, no previsto, se abren otras posibilidades. Otros encausamiento de las causas.

Instar en vez de instituir. Aceptar la leve permanencia o aceptar en vano la no destrucción (¡mil años para el Tercer Reich!). Instalar y -a posteriori- desocupar. Instar a y luego desocupar.

Desocupar el lugar, dar lugar a otra instalación. De la causa, claro; del deseo, por supuesto. Por el puesto de la causa, por supuesto el deseo. No el sujeto.

¿Soportaremos las causas?. ¿Portaremos las causas dando lugar vacío? ¿Soportaremos los sin-sentidos? ¿Portaremos los sentidos dando lugar vacío? Hay preguntas que sólo permanecen en la emisión sonora. Sin respuesta. Alcanza la pregunta. Nos alcanza tanto que no tiene respuesta. Res-puesta, equivoquemos la res (cosa en latín) con la puesta en castellano y obtenemos nuevamente otro-lo-mismo: sin cosa puesta.

Sin esperanza, no en la desesperanza. Cambiémoslo: en la espera que nos lanza. Y equivoquémonos (hagamos equívoco con el alemán que nos enseñó Heidegger), tomemos la punta de la lanza para decir wort, palabra, ort, punta de la lanza. ¿No será la lanza una flecha que señala la posibilidad de un camino; de un camino que sabemos sinuoso a causa de la causa?.

Nota

¿Hubiéramos podido conocer el psicoanálisis con una actitud distinta, sí otras decisiones "políticas" hubiesen sido las tomadas por Freud, Ferenczi, Abraham, Jones. ? Son sólo preguntas para situar nuestro hoy.

Hoy tenemos una herencia, ubiquémosla con precisión, una herencia sintomal; productora de síntomas. ¿Hay otro modo de recibir una herencia?

¿El malestar en la cultura- con la cultura- por la cultura- para la cultura- desde la cultura- hacia la cultura, podrá ser evitado por los psicoanalistas? Es evidente que no.

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