Estados Generales del Psicoanálisis

Sin angustia
Reflexiones sobre niños que matan niños

Juan Vasen

"Todo acto de cultura es al mismo tiempo
una manifestación de la barbarie".

W.Benjamin

(y vice-versa)

Inglaterra, Febrero-Noviembre 1993

El 12 de febrero de 1993 Denise Bulgher hacía compras  en  un Centro Comercial de la ciudad de Liverpool. En un momento de distracción John Venables y Robert Thompson, ambos de 10  años de edad tomaron de la mano a su  hermoso y  rubio  hijo James de 2 años -a quien no conocían-  y lo secuestraron. La escena  fue filmada por las videocámaras del lugar. (1)

Lo llevaron primero de la mano caminando y conversando. Luego lo arrastraron  por  más de cuatro kilómetros hasta un descampado cercano a las vías del tren. En  el camino  se cruzaron con unas treinta personas, algunas de las cuales vieron a James golpeado y hasta ensangrentado, tal como declararon en el juicio. Uno  de ellos los escuchó comentar:

-"Es la última vez que salgo  con  mi  hermanito". Pero, nadie intervino.

Llegados a un baldío lo maltrataron cruelmente. El pequeño luego de recibir los primeros golpes le suplicó a John, tomándolo del abrigo en medio de gritos y sollozos: -"No me hagas sufrir". Pero no tuvo éxito. Ambos, pero  básicamente, John  le tiraron ladrillos, le arrojaron a la cara una lata de pintura  azul que habían comprado o robado y lo golpearon con barras de hierro hasta darle muerte.

Después lo depositaron sobre las vías y lo cubrieron con ladrillos. Finalmente el pequeño  cuerpo  fue seccionado por el primer tren que pasó.

John  comentó que en un momento pensó en sacarlo de la vía,  pero, James estaba  cubierto  de sangre, -..."y la sangre mancha, ¿verdad?.  Mamá  hubiera tenido que pagar la limpieza".

El  cadáver presentaba más de veinte heridas en la cabeza y otras tantas en  el  cuerpo.

-"¿Porqué lo hicieron?" , preguntó el Juez.

-"No lo sé".

No lo querían matar, pero no sabían decir por qué lo llevaron al baldío, o por qué lo golpearon, o lo dejaron sobre las vías del tren.

El juez advirtió a los jurados que si tenían la mínima duda sobre su grado de  culpabilidad, debían declararlos inocentes. Pero, dijo: -"Son niños  de  una cierta edad, que no sufren ninguna enfermedad mental, poseen una  inteligencia normal  y frecuentaban una escuela de la Iglesia de Inglaterra , donde les  ha sido enseñada la diferencia entre el bien y el mal".

Fue  John  quien confesó a sus padres, lloroso y angustiado, luego  de  que estos  lo abrazaran y le pidieran que diga la verdad: -"Yo lo maté". Dijo que lo había golpeado hasta  que dejó de moverse, y aseguró que Robert también había participado de la violencia, arrojándole ladrillos.

De  noche, al pensar en todo esto no paraba de llorar. Pidió a uno de los investigadores que le dijeran a la madre de James que lo lamentaba. ¿Por qué no se angustió antes?

El jurado, emitió su veredicto, y no fue fácil. Varios de sus integrantes solicitaron asistencia  psicológica,  luego del juicio. El juez dictaminó la máxima  sen-tencia que se puede dar a niños de esa edad: la reclusión en un centro especial de máxima seguridad. Allí estarán  confinados en habitaciones individuales donde contarán con video y T.V. Si observan buena conducta podrán permanecer hasta los 18 años. Luego serán transferidos a un  correcional. Finalmente, a los 21 un comité coordinado por el Ministro del Interior decidirá si están rehabilitados y podrían salir en libertad o ir a prisión.

Hay unos ochenta y cinco niños en estos  alojamientos  especiales. Siete de ellos están allí por asesinatos y  el  resto  por crímenes  graves. La primera fue Mary Bell, internada en  1980,  a los once años, acusada por el homicidio de dos niños. Tras doce años en centros especiales ahora lleva una vida normal, con una nueva  iden-tidad.

Tanto en febrero como en noviembre al emitirse el fallo, el cementerio de Kirby, en el norte de Inglaterra, se encontraba cubierto de flores y juguetes.

John,  el ejecutor material del crimen, tiene dos hermanos que asisten  a  una escuela para niños con dificultades en el aprendizaje. Sus padres están  sepa-rados  en buenos términos desde 1986. En 1991 tuvo problemas de disciplina  en la  escuela a la que concurría: le apretó la garganta a  un compañero, hasta casi asfixiarlo, con una regla de  madera.  Por  ese motivo fue transferido a la escuela de la St. Mary's Church de Walton.

Neil, su padre es conductor de topadoras y estaba desocupado a la fecha  del crimen. Acostumbraba ver videos, habiendo alquilado más de cuatrocientos en los últimos años. Muchos incluían pornografía y escenas violentas.  Pocos días antes del crimen el padre había alquilado Child’s Play (Juego de Niños ) que narra la tercera parte de la historia  de Chuky, un muñeco maldito. Ambos chicos negaron, de un modo poco convincente, conocerla, aunque admitieron haber visto algunas escenas de  la segunda película de la serie.

Robert es el quinto de siete hermanos. Se llama igual que su padre, un aprendiz de electricista que abandonó a la familia en 1988 y no apareció más. Su  madre, Ann, trabajaba  limpiando  oficinas y es alcohólica. Sus hijos fueron confiados por algún tiempo a institutos porque se criaban "sin control". Los mayo-res pegaban frecuentemente a los menores. Ann,  culpa  a  la escuela por no haberle avisado que el chico  no  iba  a clase, y a la policia local por no haberlo detenido antes.

Ambas familias viven en barrios humildes pero no marginales. John y Robert se  conocieron  en la escuela. Cursando con un  año  de retraso,  eran  los mayores de la clase y entablaron una relación  inmediata. Juntos  hostigaban a los mas pequeños, escapaban de la escuela y rapiñaban  en comercios.  Eran descriptos como peleadores, mentirosos y ladrones de  carame-los.

¿Puede una lectura intentada desde ciertos operadores teóricos psicoanalíticos aportar alguna inteligibili-dad a este acto de dos niños de diez años?

Para hacerlo voy a intentar primero ubicar lo que falló.

Por  una parte ha fallado una red de contención comunitaria. Esto queda ejemplificado en la cantidad de personas, luego testigos que pudiendo interve-nir, no lo hicieron.

Es difícil soslayar el momento social de Inglaterra -en Liverpool hay un 17% de desocupación- y la política de privatizaciones no sólo alcanza institu-ciones  o empresas. Allá -como aquí- abarca la intimidad de los lazos  sociales. Y delimita cotos cerrados, feudos ajenos donde antes había un espacio  que podía ser considerado público: la calle. Hace unos días vi pasar delante mío a dos escolares, ambos de delantal blanco, uno bastante mayor que el otro al que llevaba  agarrado del cuello mientras el menor forcejeaba para  liberarse. Yo también los ví alejarse por Azcuénaga, sin intervenir.

En  segundo lugar, parto de suponer una falla en la tramitación simbólica de lo que, de otro modo, habría hallado diferentes destinos. Por eso es que voy a detenerme en la película Juego de niños III, para  pen-sarla momentáneamente como paradigma de un fracaso: el del  imaginario parental para constituir una pantalla que permita filtrar lo que, de lo contrario, llegando casi en bruto, se torna inmetabolizable para los niños.

Al hacerlo no pretendo ubicar en la película una causalidad directa, lineal con el acontecimiento. Muchos chicos de la misma edad la han visto y no se  han lanzado  a semejantes actos de violencia. Recorrer con  algún  detalle  este camino  no implica ubicarla como causa única. Pero una miopía  similar sería restarle toda importancia y centrar el problema en las dificultades familiares y sociales y/o, su even-tual patología de modo excluyente.

¿Juego de niños?

-"Papá, si atropellás a esa señora,

¡ganamos un "bonus" de mil puntos...!"

(Gonzalo, 8 años, a su padre, en una esquina)

La película se inicia mostrando un fragmento de plastico amorfo y supuestamente  inerte  que fue lo que quedó de Chuky al finalizar la versión II.  Una pinza  lo  apreta y sangra abundantemente. Es arrojado luego al  pool  de masa plástica que refundida será la sustancia de una estirpe de muñecos llamados  "Good Guy". En una reunión de directorio, los productores del engendro están preocupados por la repercusión en sus ventas de las denuncias en los  diarios que está efectuando Andy. Este niño sostiene que, en Chuky, se ha encarnado el alma errante de un cruel asesino, que anda a la búsqueda de un cuerpo donde hospedarse. Nada de esto es tomado en serio.

El  muñeco se anima repentina y siniestramente, y va en búsqueda de  Andy, intentando matarlo para alojarse en su cuerpo. En el camino elimina, entre otros, al director de la empresa a quien golpea  con unos palos de golf. Andy está en una Academia militar, donde fue enviado luego de sus denuncias sobre Chuky. Allí impera un sadismo notable.

Cuando llega al lugar, intenta apoderarse del cuerpo de un niño negro, llamado Tyler, a través de un engaño: le dice que jugarán a ocultar el alma. Luego de muchas visiscitudes y asesinatos, Tyler intenta ocultarse en un parque de diversiones. En él hay un sombrío tren fantasma, situado lejos de las otras atracciones que, por contraste, tienen una ubicación central y luminosa.

Chuky llega a buscar refugio -en la que tal vez sea la escena más inteligente de la película- en brazos de un tosco Drácula mecánico, mientras una figura que representa la muerte mutila su mejilla con una guadaña. En varias oportunidades los carritos del tren pasan por encima del muñeco sin dañarlo. Pese a estar bastante maltrecho y con su rostro manchado de pintura azul logra someter a Tyler. Lo hace acostar y,  convocando a las tinieblas, comienza un complicado ritual para trasvasar el alma al cuerpo de  su  víctima. Esta va quedando progresivamente convertida  en  un  "zombie". Cuando Andy  intenta  rescatarlo, Chuky repite: -"El niño es  mío, mío".  Tyler reacciona  y le corta una mano mientras Andy le dispara. No es suficiente.  El muñeco reisite diciendo: -"Hierba  mala  nunca muere". Finalmente su cuerpo cae, a  raíz de  las balas,  dentro  de  un gigantesco ventilador que lo secciona  en  mil  pedazos poniendo  fin a su diabólica existencia.

La película finaliza cuando Andy  se despide  de la chica que ha conquistado con su bravura. Mientras va, rodeado de policías a testimoniar, la tranquiliza  diciéndole: -"Yo ya he pasado por esto".

Me  interesa  subrayar algunas conexiones entre la escena del crimen  y  la película:

a) El  muñeco  tiene las proporciones y la estatura de un niño de unos tres años. Es rubio levemente pelirrojo y tiene grandes ojos claros. Puede  parecer tierno.  En  su  versión benigna, una suave pero mecanizada  voz  -seguramente alimentada a pilas- pide abrazos y también jugar. James era un niño  hermoso, rubio, de ojos claros, tierno, un muñequito, un angelito.

b) Pero las apariencias engañan y no es bueno sucumbir a sus encantos, pues del muñeco se  ha posesionado un cruel asesino. James era encantador, y también sociable, sino no hubiera sido engañado. Sólo ubicándolo como un representante de algo siniestro o diabólico puede  haber  sido posible sustraerse a la ternura o, más aún, a la compasión cuando, por ejemplo pedía, que no lo hicieran sufrir.

c) La "sangre" de Chuky es la que posibilita al caer en la masa plástica refundida, que vuelva a "encarnarse" en otro ejemplar de la serie fabricada. La sangre también impide a John acercarse a James mientras éste está herido o muerto. Su mamá tendría que pagar la limpieza. ¿Correría él, el riesgo de mancharse o, peor aún, de contagiarse?. La sangre contagia más cosas ahora que en  la época de los vampiros. En aquellos tiempos la cruz, que representa la filiación como hijos de Dios, protegía de ellos. En estos días, su linaje no aseguraba a John protección ante el vampirismo. Además, por una vez, no quería dar más trabajo a  su mamá.

d) En  la película son también dos chicos quienes combaten al pequeño monstruo. El menor de ellos casi cae bajo sus influjos. Andy, que es quien lo elimina, no se ha  dejado engañar. Tyler pelea, pero también mira. Robert -en la escena real- es cómplice y también testigo.

e) Los  tres  se encuentran en un parque de diversiones. Está lleno  de  luces,  un verdadero  centro comercial donde se venden juguetes,  panchos y  hamburguesas. Una de las versiones dice que la madre de John estaba en la carnicería. Desde allí, el fragor de la pelea los va llevando hacia una zona aleja-da, lúgubre, surcada por las vías del tren fantasma.

f) La lucha es feroz. El pie derecho de Robert queda grabado en la mejilla de James. La patada ocupa el lugar de la mutilación que en la película perpetra  "la parca". Una marca similar tiene la imagen de Chuky en su versión II (la que ellos reconocieron haber visto). La  pintura azul  marca enigmáticamente la cara del muñeco. A éste habrá que darle de su propia  medicina.  Hay que animarse esta vez a arrojar la primera  piedra, (o ladrillo).  Y  si no hay palos de golf buenos pueden ser unos fierros.  

En  el video del juicio que tuve oportunidad de ver, John dice que en un momento  hizo arrodillar  a  James.  ¿Un ritual expiatorio en medio de  la  pelea? ¿DeberÍa arrepentirse de algo el pequeño condenado ante estos "justicieros"?

g) Al  final realizan un entierro con ladrillos, cuya eficacia simbólica es  en tales circunstancias, dudosa. Por eso le apoyan una pesada viga encima y,  por si  acaso,  lo  ubican sobre las vías del tren. A falta de  un  ventilador  que seccione  el cuerpo y garantice su fin, bien puede servir un tren de  verdad. Es  bastante más grande que el de la película. De aquél, el  muñeco escapó ileso. Hay que evitar que la saga continúe.

h) Finalizada la odisea, Andy el protagonista sabe lo que le espera. Tendrá que ir  a la policía que ya lo rodea, a contarlo todo. Hay cosas que no  entiende. El nunca antes había usado un arma. También saldrá en los diarios. Actuó  como un  héroe.  Pensar que nadie le creía, todos pensaban que  era  un  mentiroso. Definitivamente se ha reivindicado.¿Se lo reconocerá la justicia?

Socialización de mercado:

"Cuelgan los peces de la cola,
brillan los peces derramados,
demuestran su plata los peces,
aún amenazan los cangrejos.

Sobre el mesón condecorado
por las escamas submarinas
sólo falta el cuerpo del mar
que no se muere ni se vende.

Pablo Neruda

Entiendo la socialización como el proceso en que lo genérico social adviene singularidad y la biología cuerpo erógeno. Un trabajo de apropiación libidinal por  las sociedad  y la cultura de ese nuevo, que basculará entre la sujección a lo  ya escrito, y las posibilidades de inscribir en ese ámbito colectivo las peculiaridades de su historia.

La  familia  mediatiza ese trabajo de apropiación  libidinal erogenizando, narcisizando, edipizando. Si así ocurre, es esa mediación parental la que permitirá subjetivar imaginarizando las preocupaciones y soluciones de cada tiempo y lugar.

En tal caso lo real será acotado e incorporado metabolizadamente a través de una simbólica matricial y un imaginario parental. Y se producirán  sujetos parlantes, tópica y establemente escindidos y capaces de transacciones mas o menos sintomáticas o  sublimatorias que pondrán cierto dique a las repeticiones actuadas.

Entonces, ¿nos quedamos tranquilos?

En el primer capítulo vimos como la familia va perdiendo fuerza como institución para convertirse, para algunos, en mero lugar de encuentro de vidas privadas. Y lo hace por advertir que no puede preparar ya, como  antes,  para una  existencia  crecientemente  pública.

Esto es lo que dice la mamá de  Robert: sin  la escuela y la policía -y sin el padre, agrego- ella no pudo evitar lo que ocurrió.

¿En que otro vehículo que el humano se soportará el proceso de transmisión que anuda  la curiosidad  infantil por un lado y los anhelos de trascendencia de  semejantes marcados  por  la finitud por otro?. Si no hay encarnación en  el  lugar  del Otro, ese espacio se desmaterializa, se vacía, se hace abismo.

"Quiero cuentos historietas y novelas, pero no las que andan a botón. Yo las quiero de la mano de una abuela, que me las lea en camisón." (2) Un reclamo que seguramente no sólo siente Osías.

Además de los otros, semejantes sexuados y sexualizantes. Además del Otro de la cultura que, fértil o silencioso, con sus delimitaciones y ofertas sublimatorias ancla letras y sentidos, espacios y tabúes. Además, digo,  está lo Otro de la economía y los balances, de las rentabilidades y, entonces, de  los tiempos. El manejo de las rentabilidades determina el manejo de los  tiempos. Y  del  tiempo que puede donarse. Porque una escena  filmada  en  cámara rápida y la misma, filmada a una velocidad normal, no son la misma escena.

M.Ende ha dejado en Momo, su heroína, la enorme responsabilidad de  dirigir el  combate contra el ejército de hombres grises que  avanza sigilosamente. Ellos, con  sus  trajes, sus autos de lujo y sus portafolios, viven  a  expensas  del tiempo  que, concentrado en sus habanos, roban a sus ingenuos  y  pueblerinos amigos. (3)

En  Tokio realizaron una experiencia de monitoreo de subterráneos para  eva-luar  su  eficiencia. Descubrieron que cada tren perdía un segundo mas  de  lo imprescindible en cada estación...por la conversación de las mujeres.

Ese Otro de la eficiencia llama a silencio.

Un  niño tiene cierto resguardo de la inscripción erógena o de la  intrusión tanática de lo que no cesa de no inscribirse sólo si cuenta con una  mediación parental  que dibuje planos narcicísticos capaces de captura pero  tambien  de ternura. Si cuenta con tramas simbólicas que anuden argumentos para fantasmatizaciones que no  pueden construirse  en cámara rápida, ni en la pura ausencia, o  en  el anonimato de las instituciones. Un fantasma es -entre  otras cosas- una escena acotada a unos pocos personajes. No es anónimo. Pero si la situación  edípica queda  extendida a toda la sociedad las posibilidades de anudamiento en  rela-ción  a ciertas imágenes se disuelve.

Juego  y  fantasía anudan historias que ponen dique a la alienación y  a  la desvitalización  silenciante de las rentabilidades a corto plazo.  Permiten  a los chicos ir haciendo su película sin necesitar desesperada y ortopédicamente comprarla hecha. Aunque se llame Juego de Niños.

Si  se trata de comprar James McNeal, en su libro de marketing  para  niños describe  el  proceso de socialización en la sociedad de consumo  de  un  modo contundente: "Cuando llega el momento en que el niño puede estar sentado derecho,  se  lo instala en su puesto de observación  culturalmente  definido:  el changuito del supermercado." Luego, dice, caminará a un costado.

De allí lo arrebataron a James.

Continúa:  "A  menudo  sucede que los padres no hagan caso o  rechacen  la demanda  de sus hijos. Los niños pueden tener problemas con  esas  reacciones. Según él, hay maneras de prevenir esos resultados y maneras de manejarlos,  en particular si los padres confían en la ayuda de... los comerciantes interesados".(4)  

Por último dice que el medio de publicidad mas fuerte en el mercado  de los niños son las películas. Bastante pizza hicieron comer las tortugas ninja, bastantes muñequitos vendieron Batman, He-Man, y ni hablar de los Simpson. Una sugestión que excede los productos que en ellas se promocionan.

Las  fuentes libidinales pueden no ser halladas en el semejante por  ausencia, descrédito merecido o tan sólo resultante de una desventajosa comparación del  humano con sus propios inventos maquínicos. Una comparación que en  lugar de  fundarse en la eficacia simbólica lo hace en una eficiencia  silente  cuya
implementación  actual tiende a anonimizar los lazos sociales. Será entonces necesario "educar" a esos padres para que no obstaculicen las demandas consumistas de sus hijos. Para eso están esos comerciantes interesados.

Ellos en lugar de libido podran proveernos de pilas. Esas sí pueden ser ever-ready siempre listas, ni cansadas ni ocupadas. Y mucho menos, desocupadas. Y andaremos a mil, tal vez el vértigo de la velocidad compense la  pérdida  de la cadencia del pasear humano. Pero tal vez la robotización  no  sea  tan grave,  si  la sensibilidad va disminuyendo de a poco, casi sin que  nos  demos cuenta.

La  producción de ciencia ficción, mutantes, cyborgs, androides configura una forma de conjuro elaborativo colectivo ante la irrupción de ese real tecnológico que se nos encarna de mil maneras. Tyler prefirió los brazos imaginarios de Drácula a las manos plásticas, reales, de Chuky.  Pero hay colectividades para las que esas líneas elaborativas de lo colectivo no llegan. Sabemos de los problemas de transporte en los suburbios. En Liverpool, y también aquí cerca.

La cuestión es que ciertas cosas sólo son transportadas por humanos  con tracción  a sangre. Un medio de transporte que va quedando en desventaja  como carro en la autopista.

En  John y en Robert falló el conjuro. Ese proceso que incluye la estructuración y traducción narrativa y la fantasmatización. Para ello requiere  apoyarse en el filtrado que, un imaginario y una  simbólica  parental claudicante, no pudieron favorecer. Un filtrado -siempre parcial- sujetado desde la sangre y el linaje, que en  pala-bras de Winnicot abre el mundo para el niño en dosis pequeñas.

Y  ese proceso que debió ser subterráneo, caprichoso y lento, saltó de  esa intimidad donde no se pudo dar a la ex-timidad del estrado. Y se hizo público, dantesco,  descarnado.

Neil y su  hijo John también necesitaron videos, un juez y jurados para  escenificarlo. Claro  que  de este modo mas que hacerse su película, John, convertido en muñeco, estaba  haciendole una a ese padre fanático de los videos, que ahora sí lo vería, aunque sea a través de la pantalla.

Y  también fallo el Estado: No olvidemos que el conjuro, requiere de ella para su eficacia. En cambio, La fuerza inscriptora de la Ley  fue derrotada por la "ley" del más fuerte.

Entonces, James, el muñequito, convertido en representante pulsional de una oralidad vampírica e insaciable fue combatido -sin siquiera conocerlo- en una ex-timidad concreta y no en una otra escena fantasmatizada. Fue combatido fuera de escena, en el baldío, por fuerzas comandadas  desde ese sector  del Superyó que lejos de ligarse a la ley y los  ideales  de la cultura hunde sus raíces en el Ello constituyéndose como sádico y paradojal.

En  "La  Colmena" un cruzado discute con un párroco sobre la necesidad  de ajusticiar ejemplificadoramente, matándolos a quienes no concurran a confesar regularmente sus faltas.

-"Pero, entonces no va a quedar nadie", argumenta aterrado el cura.

-"Cómo que no. Quedarían los ángeles. Casi me parece estar oyendo el  batir de sus alas".

No son imprescindibles los medios masivos o los videojuegos para desrealizar la realidad. Las sectas los anticiparon. Pero su eficacia depende de contar con el mordiente de una situación sociocultural y personal donde se desrealiza la condición del niño, y donde el futuro pasa a ser un tiempo verbal sólo conjugado con fantasía.

James,  el  angelito  no fue perdonado por la confusa  ira justiciera  de quienes  lo  arrancaron de su privilegiado lugar de observación  al  lado  del changuito  de su mamá. Un lugar desde el que podría, quizás saciar  todas  sus voraces  apetencias de consumo con lo que, para ellos, quedaba casi  siempre  en inaccesibles escaparates, a los que miraban con la "ñata" contra el vidrio.

En  un universo simbólico donde lo anónimo gana espacio como esa "Nada" de la Historia sin Fin (5), la sangre de James fue la representante, el recordatorio de esa humanidad erógena deseante y contagiosa que aplastaron a golpes creyen-do  así erradicarla de sí mismos. Así serían buenos, y cual cruzados -¿de  una academia militar?- con las pilas puestas, transformados en seres tan maquínicos, poseídos e insacia-bles como aquello que creían combatir, lo hicieron, sin mancharse, y sin angustia.

NOTAS Y BIBLIOGRAFIA CONSULTADA :

1- El Lic. Miguel Calvano me facilitó parte de los materiales que me permitieron trabajar esta cuestión. Su incursión pionera en este tema fue realizada inicialmente desde una perspectiva centrada en el valor testimonial de la palabra de un niño. Sus trabajos posteriores fueron presentados e n Seminarios en el Hospital Carolina Tobar García y en varias Jornadas y Congresos.

La información aquí condensada proviene además de la revista Noticias de los diarios Clarín, Página 12 y The  Guardian. Otras fuentes han sido una conversación con la Dra  Dania  Gleiser, especialista inglesa en Psiquiatra Infantil y el video realizado por la BBC de Londres sobre el juicio de los menores.

Lamentablemente episodios semejantes como el de los chicos de Arkansas y numerosos otros siguen dando material para nuestras investigaciones.

2- Las canciones de María E. Walsh tienen como uno de sus ejes fundamentales la relación con el tiempo. En particular con el tiempo "no apurado, tiempo de jugar que es el mejor. Por favor me lo da suelto y no enjaulado, adentro de un despertador". (Osías el osito)

3 -Ende, M. Momo. (1986). Barcelona: Editorial Alfaguara

4- Mc Neal, J. Marketing de productos para niños. 1993 Barcelona: Editorial Granica

5- Ende, M. La historia interminable (1990) Barcelona: Editorial Alfaguara

Volver al índice del Foro

Colabore con una Membresía Solidaria y obtenga sus contraseñas únicas de acceso a todas las áreas de PsicoMundo (revistas, seminarios, etc.)

PsicoMundo - La red psi en Internet