Estados Generales del Psicoanálisis

Trauma, memoria e historización:
Los niños desaparecidos víctimas de la dictadura militar
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Marisa Punta Rodulfo

Hablar de un niño en gestación o nacido de madre en cautiverio sometida a tortura, es lisa y llanamente hablar de un niño en cautiverio y torturado. Esta no es una extensión analógica de la situación de la madre a su criatura, sino que dado el estado de dependencia correspondiente al desarrollo pre y post natal de todo niño, es obvio que necesita insustituiblemente del cuerpo y del psiquismo de la madre para acceder a su desarrollo como persona. Todo lo que acontece en el cuerpo y psiquismo materno tiene literalmente efectos concretos sobre el hijo. Los traumatismos psíquicos y físicos del más diverso tipo sufridos por la madre se trasladan tanto al feto como al recién nacido, repercuten directamente sobre él y devienen agentes patógenos. Esto es así a causa de la estrechísima comunicación afectiva primaria propia del vínculo del feto y del bebé con su madre, comunicación que no es sólo mental, sino eminentemente física. Además, en condiciones normales se espera que distintos factores del ambiente concurran a sostener la relación madre-niño, a acompañarla, a cuidar del psiquismo y del cuerpo materno, es decir proveer de un entorno afectivo y de cuidados indispensables para el futuro psíquico y físico de ambos.

Subrayémoslo: la condición particular de intimidad y entrañable con su madre, expone tanto al feto como al bebé a experimentar como desorden en su propio cuerpo y en su incipiente metabolismo psíquico toda acción traumática que se esté ejerciendo sobre la madre. La tortura, como paradigma de un radical avasallamiento, atraviesa y destruye toda barrera protectora aniquilando el establecimiento de este escenario. El psicoanálisis, ha puesto en evidencia cómo los efectos sobre el recién nacido y sobre la gradual constitución de éste como sujeto de la cultura, estarán fuertemente condicionados por la índole legítima o ilegítima del entorno que opere como fuente de suministros del niño.

Toda mujer embarazada puede encontrarse enfrentando situaciones particularmente traumáticas, enfermedades, reveses económicos, pérdida de seres queridos e inclusive accidentes. ¿Cómo es que sucede que tantos niños nazcan sanos y normales habiendo enfrentado sus madres factores traumáticos durante el embarazo?. La respuesta se encuentra en la capacidad de las mujeres para absorber situaciones de perturbación, sobre todo de perturbaciones emocionales jugando en ésto un umbral de tolerancia al estrés, pero también a la índole, la magnitud y a la duración del factor perturbador. El hecho es que estos factores traumáticos producen cambios muy específicos en el cuerpo, tanto a través de sustancias químicas manufacturadas por las terminaciones nerviosas como por las hormonas liberadas por las glándulas endocrinas. Cuando estas sustancias entran al torrente sanguíneo de la madre están en camino hacia el torrente sanguíneo de la criatura, cuando han atravesado la placenta y comienzan a moverse a través del sistema del niño, éste recibe en forma visible y mensurable la fuerza que comenzó como un sentimiento en el cuerpo y en la subjetividad de su madre y estos productos químicos y hormonales pueden afectar al niño. Se insiste en que un estado de angustia continuo y prolongado es una experiencia diferente de un breve período del mismo sentimiento, sin embargo una emoción no necesita ser prolongada para ser profundamente perturbadora: el terror pánico por ejemplo, casi siempre es de breve duración pero los efectos pueden ser prolongados tanto en la madre como en el niño. De hecho comienzan produciéndose cambios neuroquímicos que ponen en movimiento impulsos, los cuales pasan ya sea directamente al sistema nervioso autónomo o al tálamo e hipotálamo, pueden generar otros impulsos que conducen a los músculos y a las glándulas endocrinas. Todas estas hormonas son capaces de atravesar la placenta para llegar al niño alcanzando un nivel lo suficientemente alto como para resultar dañinas.

Una mujer que tiene una época difícil durante el embarazo cuya vida ha estado perturbada por incidentes injuriantes tiene muchas posibilidades de tener un niño difícil, demasiado activo y que tenga dificultades con la alimentación y la eliminación, que llore más y duerma menos que lo normal.

Hay otro tipo de trastornos que ya no se expresan simplemente sobre la irritabilidad y la hiperkinesia de estos niños y la hiperactividad de los taquirritmos peristáltico, respiratorios, cardíacos y además de factores y comportamiento hiperkinéticos, sino también sobre situaciones como el paladar hendido o el labio leporino. Una investigación de L. P. Estrean y L. A. Peer muestra no solamente la incidencia de factores hereditarios sino también la incidencia de la grave tensión emocional que llevó a la conclusión de que tanto la tendencia hereditaria como la tensión emocional, en períodos críticos donde se constituye esta parte del cuerpo del niño, son responsables de estos casos.

Un ser humano no volverá en su vida y en un período tan breve, a crecer tan rápidamente y a desarrollarse en tantas direcciones como lo hace entre la concepción y el nacimiento. Esta velocidad de crecimiento y complejidad de desarrollo son los que le dan al medio ambiente, a través de la madre, una oportunidad muy grande de influir sobre él. Aunque pensamos habitualmente en la primera y segunda infancia como períodos de la vida en que una persona es más permanentemente moldeada, y de hecho ésto es cierto, con todo el período que le precede inmediatamente: el prenatal, es aún más importante por razones similares en cuanto a la influencia exterior. Sobre todo esto es probable que sea más claro en cuanto al énfasis puesto en la primera y segunda infancia como incidencia psicológica y en la vida prenatal como incidencia física, pero también en la transmisión del psiquismo. En este período es posible la acción de estímulos que cambien a un sujeto antes de nacer y ésto dicho literalmente, cambios que pueden no solamente incidir en la longitud de sus huesos o de sus órganos y sus músculos sino también en afectar su equipamiento básico. Nada de lo que le sucede a un niño antes de su nacimiento carece de importancia pues durante este período crítico tanto el desarrollo del cuerpo humano como de la psique exhiben la sincronización más perfecta y la más elaborada correlación que jamás se presente en toda la vida.

Dentro de los estímulos externos a considerar figuran los shock eléctricos. Ashlei Montagu en sus investigaciones de la vida prenatal consigna cuatro casos de shock eléctricos de 220 voltios sufridos por mujeres embarazadas, en todos los casos el niño fue tan gravemente afectado que murió ya sea inmediatamente o poco después. Aparentemente un niño antes de nacer es desacostumbradamente vulnerable al shock eléctrico lo cual suele contraindicar una terapéutica para personas gravemente afectadas en el área emocional que es el electroshock, terapéutica cada vez más en desuso porque cuando más se ha investigado más se ven las contraindicaciones y los daños.

Quedaría por consignar finalmente el efecto del aire que la madre respira, cuando el mismo está altamente contaminado o cuando la madre se encuentra en condiciones de deficiencia respiratoria por lo cual sufre algún grado de anoxia. (Esta situación de anoxia, es particularmente dañina en un hijo nonato, situación ésta que se produce con alta frecuencia en las trágicas condiciones de una mujer embarazada sometida directamente a los diferentes tormentos que precisamente inhiben la respiración, ya sea por parálisis episódica a consecuencia de una fuerte corriente eléctrica o directamente porque el tormento ha operado directamente impidiéndole inhalar el aire)

Charlotte Bühler señala que la primera y más importante tarea para el recién nacido es restablecer el orden interno prenatal amenazado, agrega que el éxito de este restablecimiento tendrá total relación con las condiciones en que el mismo se haya efectuado. Es interesante también la opinión de dos autores: Giannotti y De Astis que señalan cómo una situación infantil temprana que predispone al autismo es aquella en que después del nacimiento madre y bebé no han sido capaces de "recuperarse" entre ellos, afirmando que es triste advertir que en estos casos extremos si se ha malogrado ese intento el autismo se vuelve irreversible. Esto estaría en relación con bebés que han tenido muy poca interacción con el mundo exterior en las primeras experiencias al ser separados de la madre. Frances Tustin habla de los bebés apáticos que no han tenido suficiente estímulo de boca-pecho; una apatía que puede alcanzar grados extraordinarios porque no ha recibido la correcta configuración del estímulo en su paladar, su lengua y cavidad oral. Un bebé así de apático es impotente para reemplazar en lo que en su sentir le falta. Estos niños sienten haber perdido algo sin saber por qué; su experiencia al ser arrancados de su madre les dejó la impresión de quedar mutilados. Son niños que temen confiar en sentirse vivos y humanos porque así se podrían lastimar y acaso morir. Asumir los trabajos y tensiones del ser humano les parece demasiado peligroso y riesgoso, por eso, todos estos niños renuncian a la seguridad y el goce de formar parte de la raza humana quedando prisioneros de extravagantes terrores. Algunos de estos niños autistas parecen serlo desde el día mismo de su nacimiento mostrando que hay reacciones adversas asociadas que pueden sobrevenir en el último trimestre del embarazo. Esto se corrobora con el síndrome de "aflicción fetal" que se caracteriza por la prematurez en la succión y defecación del feto como si ya hubiera sido dado a luz. Esto suele ocurrir en respuesta a una perturbación emocional de la madre. Grotstein afirma que la depresión de una madre puede traer como consecuencia un ataque bioquímico al hijo nonato en el "baño amniótico" Stein y Fordham han indicado que las reacciones autistas se asemejan a reacciones autoinmunes de evitación y rechazo de sustancias extrañas nocivas, con lo cual de un modo elementalísimo, dice la autora, la madre pasaría a constituirse, desde su sufrimiento, en esa tal sustancia extraña nociva para el niño que podría devenir autista.

Lo anteriormente descripto permite remontarse a una situación anterior aún al alumbramiento y sostener que in-útero ocurren desarrollos neuromentales que son perturbados por el proceso del alumbramiento, sobre todo en situaciones traumáticas

 

MADRES DESAPARECIDAS, NIÑOS DESAPARECIDOS

Para la correcta evaluación de la consecuencia principal del rapto, o sea, el ocultamiento radical de la historia y de la verdadera genealogía del niño de las nuevas conceptualizaciones en torno a la "memoria". Para ello, es indispensable tener en cuenta un hecho capital: en las últimas dos décadas el campo de las ciencias humanas ha experimentado una modificación sustancial en la concepción vigente hasta entonces de "memoria", estrechamente ligada siempre a la idea de evocación, del recuerdo, de la memoria como evocación voluntaria o involuntaria del pasado. Hoy sabemos que esta concepción de memoria es totalmente insuficiente y deja de lado una serie de procesos y de modos de inscripción de lo vivido indispensables para comprender la formación del psiquismo temprano. Hoy sabemos también que tanto el cuerpo como la psique están conformados por huellas imposibles de ser evocadas en el sentido tradicional pero que tienen otras maneras de manifestarse en tanto memoria corporal, memoria inconsciente, etc. Por lo tanto, un adulto no puede recordar si se le escamoteó la verdad de un suceso cuando tenía pocos días de vida, pero la memoria de ese escamoteo reside en él de otras formas, por ejemplo como rasgo patológico de carácter, como enfermedad psicosomática, como depresión inexplicable, etc. Un grupo de investigadores centroeuropeos y franceses (Torok, M; Abraham, N, Nachain C, Tisseron, S), especialmente dedicados al exámen de traumatismos originados en la Segunda Guerra Mundial (lo que da a sus estudios una perspectiva en el tiempo de más de medio siglo de la que nosotros aún no disponemos) logró comprobar científicamente los singulares efectos patológicos del secreto sobre la mente inmadura del niño pequeño. Por una parte estos efectos se traducen en distintos tipos de disociaciones psíquicas, depresiones y tendencias adictivas. Tienen además una repercusión transgeneracional que excede la persona del hijo secuestrado, dañando el tejido psíquico más allá de él, e incluso en sucesivas generaciones. Así, estos investigadores pudieron establecer que lo que, para el caso, los diversos raptores y secuestradores no dicen en la siguiente generación, o sea, la del niño secuestrado deviene innombrable, más allá de su voluntad consciente, y, en una generación sucesiva, por ejemplo en el caso de un eventual hijo, del que fue un niño secuestrado deviene a su vez totalmente impensable produciendo una verdadera pérdida de sustancia psíquica, equivalente a una hemorragia en el plano orgánico. Más allá de que esta pericia apunte al daño infringido a afectados directos, debemos consignar por el carácter de la persistencia del daño que esta última generación puede ser la más afectada puesto que se dan las condiciones para la emergencia de diversas manifestaciones psicóticas. De este modo, con ser grave el hecho en sí de la desaparición de la madre, del secuestro de un menor y de la consiguiente desposesión o enajenación de su historia, la gravedad del daño no se detiene allí en las personas puntuales de la madre y del hijo, derivando en una serie de efectos en cascada determinantes de graves alteraciones físicas y/o psíquicas en diversos descendientes, de la misma manera que muchas veces la peor acción de un tumor maligno no concierne sólo al órgano afectado sino a su metástasis por el cuerpo del enfermo. De esta manera, los investigadores que citamos pudieron demostrar el efecto de daños generados por acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial en sujetos nacidos con posterioridad a su finalización. Estimamos una de las responsabilidades de este peritaje tipo el alertar sobre el carácter de metástasis histórica en el tejido social.

En el punto específico de la separación del niño de la madre y su ulterior rapto debemos puntualizar que la violencia impuesta está centrada en la renegación doblemente ejercida del carácter inalienable del espacio corporal y del espacio psíquico del niño. Los raptores se arrogan el derecho de ser los únicos en decidir sobre estos dos espacios del niño. En el hecho mismo del rapto, se llevan a cabo por lo menos cuatro operaciones de violencia secundaria que se ejercen sobre el niño y su familia:

1. Se separa a la madre de su producto: su descendencia.

2. Para anular toda filiación se hace desaparecer a la madre.

3. Se separa al niño de sus progenitores y del resto de su familia.

De resultas de lo anterior se toma posesión del espacio corporal y psíquico del niño.

Al separarse al niño de su historia, al arrancarle su prehistoria, lo que se produce es una mutilación en esa subjetividad en cierne. Solo a partir de la presentación de esta "cosa propia, singular que le evite encontrar en su futuro la imagen de un desconocido, el niño podrá continuar su tarea de humanización y es a partir de la historia de las relaciones con sus primeros objetos de amor como el niño puede constituir la suya. Únicamente así puede preservarse el acceso al movimiento, al cambio, a la búsqueda de otra cosa, que son los caracteres y condiciones esenciales de "estar vivo".

En algunos casos el raptor coincide con la persona que realiza luego un secuestro permanente. En otros, no es la misma persona la que los rapta de la que después vive con ellos, pero hasta ahora, en la casi totalidad de los casos el supuesto padre o madre pseudoadoptante se encontraba en perfecto conocimiento de la procedencia del niño en cuestión. La situación de buena fe y adopción legal ha sido excepcional en las víctimas del terrorismo de estado. En casi todas las circunstancias si el raptor no procedía al secuestro ulterior del niño con la privación ilegítima de su libertad, este hecho era perpetrado por alguno de sus cómplices.

Más allá de los propósitos conscientes de estos adultos que a partir de la participación directa o el conocimiento del rapto mantienen al niño en cautiverio, deberemos adentrarnos como psicoanalistas en la concepción misma de la subjetividad que está poniendo en acto el raptor y las consecuencias que ello producen. Nuestro estado actual de conocimientos es concluyente en cuanto a la importancia que representa para la vida del niño el adulto responsable que se presentara ante él como la madre. Ante esto la primera pregunta que se nos impone es: por qué los adultos responsables de la crianza del niño deben ocultar al mismo una verdad sobre los orígenes, a la que tiene derecho inalienable puesto que le pertenece. Al negárselo, lo discontinúan de su proceso histórico y con ello de la posibilidad misma de historizar; es decir, la separación no solo se produce entre el niño y su madre sino que este proceso, por lo prematuro, provoca una verdadera catástrofe psíquica. Para el niño la perdida no puede ser representada en este momento como una perdida de la madre ya que la misma, en tanto objeto de amor, no le es representable. Entonces, la pérdida del objeto(madre) conlleva una pérdida del sujeto(hijo). Una parte del niño mismo queda allí perdida para siempre.

En nuestra práctica hemos encontrado compromiso patológico severo en los adultos que pretendían detentar la posición de "padres", lo que les impidió justamente (en circunstancias tan graves) narrar al niño su propia historia. Para que exista una verdadera "adopción" (y no meramente una usurpación) la misma debe fundarse en primer lugar en una donación por parte de los adultos implicados en esta situación, ligada al reconocimiento de los orígenes y de la historia que, por otra parte, pertenece al mismo. La no devolución de su trama generacional lleva al niño a la perdida de su autonomía potencial de persona y lo somete a ser manipulado por los adultos como elemento de una estrategia a menudo inconsciente pero siempre aberrante, destinada a que ese niño obture pérdidas o traumas que han devenido insoportables para el adulto, que se vuelve proclive a utilizar al pequeño abusivamente en función de su propio goce.

Se sobreagregan de esta manera, por lo menos tres nuevos hechos de violencia sobre el niño a los anteriormente perpetrados:

5. El ocultamiento al niño de su historia, y de la historia de sus orígenes, con la consiguiente ruptura generacional.

6. El falseamiento sistemático de la verdad que le pertenece sólo a él y el llenado de ese agujero con contenidos aberrantes provistos por sus raptores.(Gilou García Reinoso)

7. El secuestro permanente del niño, que implica el sostenimiento del daño aún en la adolescencia.

La pregunta por sus orígenes lleva al niño a cuestionarse acerca del antes de su propia existencia. Pero esto no lo puede hacer él solo; para fundar su historia se verá necesitado de encontrar "una vía y una voz que le posibiliten ese antes". La necesidad de preservar la memoria de un pasado como garantía de un presente, "no puede ir mas allá de las huellas dejadas por representaciones de ideas, pero su cuerpo y sus inscripciones inmediatamente familiarizados con la voz, el cuerpo y la imagen materna le confirman que lo ha precedido algo ya trabajado, ya investido, ya experimentado"(Piera Aulagnier). En circunstancias habituales la madre le cuenta su propia historia, y de esta manera le devolverá a la vez la prueba de su propia expectativa y de su propio deseo. Y es así que el niño le tomará prestadas las informaciones con las cuales inaugurará su proceso de ser.

Si el adulto, en cambio, lo ha separado del "ya experimentado", "ya investido" cuerpo materno, y como segunda operación le sustrae información clave en torno a sus orígenes, el niño se transformará en un sujeto cuya posición consistirá en padecer la amenaza constante "de descubrir de repente, que el que ha sido desmiente radicalmente al que cree ser". Estos primeros momentos son centrales para la estructuración temprana del pequeño sujeto; sin embargo, "la extraña memoria que posee de ellos se caracteriza por una extraña escritura que es marca de cuerpo, cicatrices, heridas, marcas que llevará a cuestas sin poder dar cuenta en que tiempos y en que espacios se han producido".

El niño, durante un lapso de su vida infantil, necesitará conocer por vía del discurso de los padres acerca de esa historia que lo precedió y de ese chiquito que era él. Pero, ¿qué pasara entonces si el adulto no da esa respuesta? ¿Qué ocurrirá con semejante desposesión al inicio de su historia? Desde mi punto de vista, esto puede constituirse en una verdadera trampa ya que el Yo puede "parecer aceptar" que el adulto posea los primeros capítulos de su historia y que esto quede constituido como un verdadero secreto, un agujero en la misma; pero esta aceptación tiene un alto costo, se paga caro, y reviste siempre un carácter ilusorio. El agujero no cae solamente en la historia sino que es agujero en el cuerpo mismo del niño que no la escribe (Memoria no rememorable. M. Enríquez).

Si un niño no escribe su propia historia, no accederá al conocimiento de sí mismo ni podrá situarse en su genealogía ni en su comunidad. Las enfermedades de la memoria tienen efectos desastrosos para el psiquismo humano. Nuestra práctica analítica nos enfrenta día a día, sobre todo en el campo de las psicosis, con las consecuencias trágicas del olvido del pasado. Una diferenciación conceptual indispensable es la que traza Micheline Enriquez en relación a las distintas relaciones entre memoria y olvido "...1) Una memoria no rememorable, inmutable, repetitiva, inalterable frente al paso del tiempo y que se presenta bajo la forma de una amnesia desorganizada, no ligada; 2) una memoria olvidosa, una amnesia organizada en transformación incesante, que se contradice se reescribe se borra y resurge, se inscribe en la temporalidad, es trabajada por el fantasma, el pensamiento, la interpretación...". La memoria no rememorable es a la vez inolvidable, y está constituida por impresiones tempranas teñidas o padecidas por el bebé que tienen un influjo decisivo sobre la actividad psíquica ulterior. Esta memoria si bien pertenece al pasado es incognoscible como tal y no puede ser recuperada por el propio sujeto afectado sino a través del rodeo por otra persona.

ADOLESCENTES EN CAUTIVERIO

Estos niños de ayer y estos adolescentes de hoy, conviven familiarmente con una situación totalmente infamiliar: la de su propio cautiverio, conviven con un secreto atroz que los involucra pero del que no podrán sustraerse a través de una captación que también va más allá de toda historización lógica. Este niño de antes y nuestro adolescente desaparecido de ahora, en la permanencia de esas condiciones tenderá a rechazar lo que esos indicios podrían develar como circunstancias terribles de su vida.

Es por todo esto que, para finalizar, quiero puntualizar mi dolor, mi pesar y mi vergüenza como argentina por los mas de doscientos adolescentes en cautiverio, adolescentes que son una presencia actual y punzante para esta sociedad. Adolescentes que expuestos a esta situación de violencia permanente se ven amenazados por la presión constante de tener que desreconocer el bebé que han sido, por tener que eliminar de la faz de su psiquismo todo vestigio de la historia que les recuerde a los adultos la insuficiencia de su ser. Es que se le ha robado la representación del bebé que fue en el vientre de su madre o en los brazos de ella. Se le ha robado la posibilidad de que se apropie de ese modo relacional produciéndose una desposesión y una mutilación en su pensamiento al impedir que ingrese al mismo los elementos fundamentales que pasarían a formar parte de su caudal memorizable. El riesgo de muerte a que se ven expuestos sostenidamente es el de tener que no ser, para que los adultos que los crían puedan sostenerse.

Notas

(1) Este trabajo constituye mi aporte personal de un texto mayor que con el carácter de pericia desarrollamos en forma conjunta con: Eva Giberti, Ricardo Rodulfo y Fernando Ulloa

 

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Marisa Punta Rodulfo

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