Investigación à Psicoanálisis

Teoría de la Investigación en Psicoanálisis

De la investigación psicoanalítica

Héctor Gallo

Este trabajo fue presentado en el marco de las II Jornadas de Investigación: «La investigación en Psicoanálisis» organizada por la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad Argentina J. F. Kennedy, el 9 de septiembre de 2000, y posteriormente publicado en el Documenta Laboris N° 6, Buenos Aires, 2002, publicación de la Escuela de Postgrado de esa Universidad en cuyo marco se desarrolla la Maestría.

 

Resumen

En este trabajo el autor reflexiona sobre los analistas que ingresan en la universidad. Analistas capaces de hacer de su acto una investigación, mediante la formulación teórica de los efectos que producen. Con este aporte  se puede hacer avanzar la clínica y la teoría. Y además dar testimonio de esto en un espacio académico. Hacia el final del trabajo se particulariza la investigación psicoanalítica en el ámbito social.

Abstract

In this paper the author reflects on the analysts that enter university. Analysts capable of making a research of their act, through the theoretical formulation of the effects it produces. With this contribution we can make clinic and theory move forward. And besides give evidence of this in the academic cloister. Towards the end of the paper, the psychoanalytical research in the social field is specified.

 

I. Investigar en psicoanálisis

En el campo de la experiencia clínica Freud desarrolla una investigación de la subjetividad, valiéndose para ello de las formaciones del inconsciente y, ante todo, de la puesta en palabras por el sujeto que las padece. La originalidad de esta investigación no radica en la riqueza de los medios técnicos que estarían a disposición del analista, sino en el hecho de saber privarse de la mayoría de éstos.

Un analista ha de privarse de la sugestión, de la hipnosis, del simbolismo imaginario y las tipologías para interpretar, de las técnicas para dirigir la cura, de las aguas florales y los fármacos, de los recursos tecnológicos para registrar los datos del paciente, etc. El término con el cual se designa esta posición es el de neutralidad, el cual determina la posición ética del analista, se opone a cualquier punto de vista moralizante y obliga a no tomar partido más que por aquello que la transferencia autoriza.

Si la transferencia es el espacio neutral en donde la realidad sexual y agresiva del inconsciente se pone en acto, será la experiencia que en este dispositivo se desarrolle lo que ha de determinar la autoridad del analista y definirá las vías que toma la investigación del sujeto sobre las causas de su malestar. De lo anterior se desprende que el único horizonte que interesa a la investigación en psicoanálisis es el sujeto, campo que estará propiamente abierto cuando éste transfiere sus síntomas a la relación con el analista y pone en forma una pregunta por su ser o por su existencia, autorizándose solamente de su decir.

Aquí la pregunta no se la formula el supuesto investigador sino el que aparentemente es investigado. El analizante es quien plantea el problema y las soluciones posibles; el analista sólo se presta para que, mediante la palabra, aquél pueda llegar a revelar los rasgos fundamentales que han caracterizado la historia de sus vínculos con el semejante, y a elaborar las coordenadas de goce que han determinado su vida. Aunque esto no marque el final de la tarea con la verdad del ser, sí constituye un momento no desdeñable en la trayectoria investigativa del sujeto.

Un analista tendrá la función, no de dirigir la investigación del paciente de acuerdo a una técnica, una estructura conceptual, un conjunto de creencias y prejuicios, sino en función de mantenerlo en los límites que marca la palabra, que no son otros que los de la verdad inconsciente. La verdad del sujeto del inconsciente no se comprende si quien lo escucha no ha atravesado la experiencia de un análisis.

Quien produce el saber sobre esta verdad es el analizante, pero un psicoanalista se desplaza de su condición de silencio no sólo cuando interpreta, sino especialmente en el momento en que demuestra cómo ha capitalizado ese saber producido. Esta demostración exige una puesta en forma teórica de los dichos del paciente en el transcurso de su análisis.

"Elaborar un caso, reconstruir su estructura, determinar su trayectoria no es lo mismo que dirigir la cura aunque los enlaces y alternancias entre estas dos posiciones son inevitables en tanto es imposible una sin la otra" 1. No existen buenos clínicos con deficiencias en las teoría, ni excelentes teóricos que sean pésimos clínicos. A nivel psicoanalítico no hay separación entra praxis y teoría.

Los enlaces y alternancias entre la praxis y la teoría psicoanalítica, así como entre la intensión y la extensión, son inevitables. Por este motivo en la articulación de la dirección de la cura con la elaboración retroactiva del caso clínico (trabajo en el que se demuestran los límites del acto, se señalan los problemas no resueltos, las imperfecciones en el análisis de la transferencia y, en general, los momentos lógicos que dan cuenta de los hechos de estructura), un analista emerge como siendo al menos dos: el analista que ha producido efectos y "el analista que a esos efectos, los teoriza" 2.

Tenemos al analista y al investigador, dos que de fundirse en uno, como sería el ideal, darán lugar a que una comunidad asista a la construcción de hipótesis y a la conquista de conclusiones novedosas, como de hecho lo hacen Freud y Lacan con cada uno de los casos que exponen para dar fundamento a una demostración teórica sobre la estructura clínica en juego.

El paso del clínico al teórico que trasmite con rigor los resultados de su acto, da la posibilidad de impartir una enseñanza sobre los hechos de estructura observados por un analista en su experiencia, pero no sobre el método, entendido como un proceder riguroso, proyectado sobre un sector abierto que se pretende convertir en algo objetivo.

II. Investigar con el psicoanálisis

No es posible, entonces, formar en el ámbito universitario analistas que se constituyan en investigadores en psicoanálisis; pero si a la universidad ingresan analistas capaces de hacer de su acto una investigación, mediante la formulación teórica de los efectos que producen, se puede hacer avanzar la clínica y la teoría, y dar testimonio de esto en un espacio académico. El fundamento de este avance es la intención, pero el escenario en donde se despliega lo constituye un lugar en donde lo primordial es la extensión del psicoanálisis.

Nos queda la pregunta por la investigación con el psicoanálisis, donde lo que se pone en juego no es la intensión sino la extensión. En este plano emerge la apuesta, no de formar analistas, sino investigadores que cuenten con este saber, sin que esto implique necesariamente una posición de practicantes. Investigar con el psicoanálisis ya no supone la apuesta del analista como siendo al menos dos, sino el trabajo de realizar elaboraciones teóricas "que lleguen a una conclusión luego de un proceso de investigación".

De la experiencia del análisis como paciente y luego de la experiencia clínica como analista, se espera que emerja un sujeto capaz de demostrar que hay una producción de saber puesta en juego en ambos casos. Pero esta demostración, vital para el campo del psicoanálisis en intención, no aporta, sin embargo, nada nuevo en lo que respecta a las relaciones del psicoanálisis con la cultura, y tampoco es en sí misma reveladora de un sector inédito de la subjetividad propia de la contemporaneidad.

La investigación en psicoanálisis no revela un método a seguir para plantear un problema, elaborar hipótesis y llegar a conclusiones, porque la lectura de lo producido previamente sobre otros casos clínicos no sirve como punto de partida de una nueva exposición en donde lo que debe privilegiarse no es el estado del problema, sino la demostración de la particularidad del sujeto.

Digamos que para investigar con el psicoanálisis está, en consecuencia, mucho mejor definido aquello de lo que el investigador debe privarse en su labor, que el método adecuado para encontrar.

La investigación con el psicoanálisis no exige seleccionar un caso de la clínica, sino un tema social o un campo de objetos como diría Heidegger. Esto implica que no hay que ser analista practicante para acceder a investigar contando con los conceptos analíticos, pero sí hay que tener rigor, dado que se debe estar atento a introducir cada supuesto, pasando por el colador de una verificación precisa de aquello que se sostiene teóricamente.

La teoría psicoanalítica se elabora siempre a partir de una praxis que Freud y Lacan nos han dejado formuladas, pero que no está hecha solamente para los analistas, sino para todos aquellos que demuestren poder servirse con rigor de ella en una investigación.

Si un analista que produce una articulación entre teoría y práctica debe liberarse de las amarras que implica toda recolección de datos fundada en una regla distinta a la asociación libre, ¿de qué ha de privarse quien pretende investigar con el psicoanálisis?.

Ha de privarse de las tentaciones escotomizantes del conocimiento objetivo, de la exactitud cuantitativa, de la generalización prematura, de los conceptos o las ideas formuladas sin rigor —aunque eventualmente tengan el estatuto de ser términos auxiliares—, de los objetivos ambiguos, de la descripción rápida que afecta la precisión, de los prejuicios que una observación cuidadosa dejará sin lugar y, en resumen, de todo aquello que descuide al sujeto en su vínculo con el campo de objetos de que se trate.

¿Qué aspectos metodológicos deberá reunir una propuesta de investigación con el psicoanálisis?

- Ha de plantear unos objetivos claramente definidos y acordes con la pregunta de investigación.

- El planteamiento que contiene la pregunta ha de llevar una argumentación realizada con rigor, que no es lo mismo que la exactitud.

- Se deben marcar anticipadamente los referentes fundamentales que guiarán el reconocimiento investigativo.

- Esta anticipación no es igual a una definición conceptual —promocionada como punto de partida—, sino que equivale a una localización de los ejes teóricos que se necesitan para evitar que la indagación se oscurezca, se desvíe, o se ahogue en los prejuicios y en las generalizaciones inútiles.

- Las preguntas e hipótesis fundamentales han de establecerse sin ambigüedad y articularse de principio a fin con el planteamiento del problema.

Que el sujeto sea lo particular de la investigación analítica, tanto en lo clínico como en lo cultural, de ninguna manera da licencia para descuidar, ya no desde la posición de analista sino de investigador social, elementos metodológicos como los que se acaban de anotar, y otros que ha de inventar concernientes ya no propiamente al planteamiento del problema sino al proceder investigativo.

Los textos de Freud presentan, de principio a fin, un riguroso planteamiento del problema desarrollado, él índica la fuente clínica de su reflexión y describe con gran precisión las elaboraciones precedentes que dan cuenta del estado de la investigación sobre el problema del que se ocupa. Rápidamente coloca a un interlocutor imaginario que plantea objeciones a sus argumentos, y con este proceder dialéctico va dando cuenta de los límites y las posibilidades de lo que se propone demostrar.

La nueva solución que Freud argumenta sobre el tema puesto en consideración nunca sepulta las explicaciones precedentes, sino que les da su correcta ubicación y pertinencia. Convierte, además, sus escollos en soportes del progreso que ha de poner en marcha y de los nuevos surcos que abre en lo real cultural, y que aún están causando nuestra reflexión. Tomar este proceder investigativo como un modelo que nos cause en la reflexión sobre la pregunta por la investigación con el psicoanálisis, no supone la condición de analista practicante, pero sí exige la teoría psicoanalítica como brújula orientadora de la construcción del método que más se ajuste a cada problema investigativo que se proponga.

 

III. Del sujeto a lo colectivo: a propósito de la investigación freudiana de las masas

El empleo de la noción de inconsciente para fundamentar la descripción del comportamiento de las multitudes, y la acentuación de su papel en la exposición de la psicología de las colectividades, son elementos determinantes para que Freud tome a Lebon como punto de partida de su investigación psicoanalítica sobre las masas.

La originalidad de Lebon consiste en hacer descansar en la vida psíquica inconsciente la motivación de los cambios en el comportamiento de un individuo inmerso en una multitud. Freud, en principio, nos presenta sus descripciones y las de otros autores que en la época analizaron el mismo problema. En su texto Psicología de las masas y análisis del yo consigna las coincidencias de los autores, señala sus contradicciones y ubica las ambigüedades, pero de entrada no hace consideraciones suplementarias en el orden de la confirmación ni de la critica. Decanta los elementos esenciales de las teorías planteadas, dejándolas al lector en estado puro para luego pasar a examinarlas a la luz de nuevos conceptos descubiertos en la clínica de las neurosis. Freud no recurre a la salida fácil de rechazar o ignorar las elaboraciones precedentes sobre el problema, alegando en su favor falta de actualidad o inconsistencia. Se preocupa por darles un lugar en la orientación de sus argumentaciones, y no deja de integrar algunos presupuestos en la nueva perspectiva que inaugura, para de esta manera hacer progresar su reflexión.

Muestra Freud, por ejemplo, qué uso hace Lebon de la noción de inconsciente y qué fenómenos son los que la mayoría de los autores reúnen bajo la palabra "multitud". Aquí se introduce la primera objeción freudiana a los autores citados pues plantea que todos coinciden en confundir bajo la denominación genérica de multitudes a formaciones muy diversas, entre las cuales considera necesario establecer una distinción. Después de plantear la confusión, Freud se propone disolverla. Establece la necesidad de distinguir varios tipos de formaciones colectivas para evitar la homogeneización de éstas, equívoco que había conducido al uso del inconsciente para referirse a un campo cuyos contenidos serían homogéneos. Freud demuestra a lo largo del texto que el empleo de denominaciones genéricas hacen perder la especificidad de una investigación. La palabra "multitud" no introduce ninguna especificidad respecto a la formación colectiva, pues induce a suponer que toda agrupación de individuos tiene las mismas características. Han ignorado, por ejemplo, a las masas estables y a las asociaciones permanentes en su descripción de las multitudes.

Como puede verse, Freud no plantea la necesidad de una exactitud en términos positivos, pero sí recurre a la precisión y al detalle en la confrontación de los conceptos con los datos de la experiencia. Aquí la experiencia se entiende no como el campo propiamente de la realidad en sí de los objetos, sino la inaugurada, por ejemplo, por la noción de inconsciente que exige no perder de vista la incidencia del sujeto en ningún fenómeno social. Lo anterior implica, que si bien la investigación con el psicoanálisis no ha de inscribirse en la cuantificación de los datos empíricos, por ningún motivo se le ha de suponer separada de un campo de objetos donde el sujeto participa.

Pese a la particularidad del objeto del psicoanálisis, a saber, el sujeto del inconsciente, nunca descuida Freud, en cada una de sus investigaciones, elementos metodológicos de vital importancia en el tratamiento del problema social en juego. Vemos que su examen del estado de la investigación sobre las multitudes no se reduce a la crítica fundada en sus prejuicios victorianos sino que, al contrario, hace comprender por qué y dónde cojean las explicaciones precedentes, sin dejar de emplear estas inconsistencias como fuente de sus reflexiones.

No investiga para corroborar algo evidente, tampoco para generalizar como verdad lo que otros han descrito sobre el problema en cuestión, sino para disolver confusiones, precisar los fenómenos, avanzar en su conceptualización, y ampliar su campo de aplicación si la confrontación con el real en juego convierte en fundamentales las ideas que rigen su investigación.

Freud demuestra, por ejemplo, que el comportamiento de las multitudes en ninguna medida es independiente de los procesos mentales del sujeto, hecho que lo induce a sostener una tesis que hasta nuestra época sigue siendo polémica: que la psicología individual es al mismo tiempo psicología social.

Freud no prolonga el estilo descriptivo de los autores respecto a las modificaciones del individuo en multitud. En lugar de dar cuenta de los cambios substanciales que sufre su personalidad al ingresar en un conglomerado amorfo, más bien se pregunta por la explicación psicológica que tiene la modificación que la influencia de la masa impone al individuo. En esta perspectiva descarta la intervención de factores racionales como la intimidación por la multitud y señala que la explicación de las autoridades "en sociología y psicología de las masas", se reduce siempre, aunque presentada bajo diversos nombres, a la misma cosa resumida en la palabra mágica sugestión. Cambian la forma de plantear las argumentaciones pero todos coinciden en afirmar que la sugestión es la causa de la modificación psicológica del individuo en masa.

Los teóricos de las multitudes entienden que la sugestión es un hecho fundamental de la vida psíquica humana, la emplean para explicar todos los efectos de despersonalización padecidos por el individuo en la multitud, pero no dan cuenta de su constitución ni de los fundamentos de su poder. Así, da cuenta Freud de los obstáculos con los cuales chocan esas explicaciones y lo hace con admirable exactitud. Queda claro que no es que la sugestión no tenga un lugar preponderante en el ámbito de las masas, sino que el problema es que no se da una explicación de las razones de su poder. La consecuencia de esa omisión es una impresión cada vez mayor en el uso de la sugestión, hasta terminar por designar con ella una influencia cualquiera. Sobre la esencia de la sugestión, esto es, sobre las condiciones en la cuales se establecen influencias carentes de fundamento lógico suficiente, no se ha dado aun esclarecimiento alguno.

A partir de este señalamiento critico, Freud introduce el concepto de "libido" que no había sido empleado en las explicaciones precedentes sobre el problema en cuestión. El objetivo del empleo de este término es indicar que si los buenos resultados que ha dado en la explicación de las neurosis se corroboran en el campo de las multitudes, el escollo de la sugestión puede convertirse en punto de apoyo para fundar una nueva perspectiva de análisis que permita poner en marcha un progreso que abra nuevos surcos explicativos en lo real psicológico de las colectividades. Freud se aplica a poner a prueba el concepto de libido en el campo de la colectividad, esperando de él que permita formalizar de una forma mas lógica el fenómeno de la "influencia". Se trata de esclarecer la esencia de la potencia de la sugestión para influenciar el comportamiento del individuo.

Libido, identificación e ideal del yo se configuran como rasgos fundamentales que permiten definir la particularidad del proceder investigativo de Freud en el campo de la colectividad. En la reflexión freudiana son imprescindibles para explicar las razones lógicas de la influencia por sugestión; así se confecciona una mirada psicoanalítica que permite precisar la composición psicológica de las masas y proyectar un plan investigativo sobre un nuevo "sector abierto", cuya especificidad estará dada por la nueva forma de entender los resortes de la composición de una masa que, parafraseando a Heidegger, constituye el sector con el cual Freud vincula los conceptos arriba mencionados y cuya finalidad es darle rigor a la investigación emprendida.

Sin "amor..." no hay sugestión posible, la libido es el fundamento del poder del sugestionador y de sus limitaciones. Dice Freud: "intentaremos, pues, admitir la hipótesis de que en la esencia del alma colectiva existen también relaciones amorosas (o para emplear una expresión neutra, lazos afectivos)". Mas allá de la sugestión, el amor, entendido como la posibilidad de transferencia libidinal y resorte de la identificación, hace un trabajo estructural. Pero los autores estudiados por Freud no se percatan de dicha transferencia, no porque la desconozcan como fenómeno afectivo, sino porque no cuentan con el concepto de libido, al lado del de inconsciente.

Hay dos a prioris que Freud tiene presentes:

a. La masa debe hallarse en conexión con algún poder.

Cuando el individuo englobado en una masa renuncia a lo personal y se deja sugestionar, quiere hallarse de acuerdo con los otros y no en su contra.

De esta manera marca anticipadamente las ideas que han de guiar su reconocimiento investigativo o, para ser más precisos, su indagación en el sector cuya apertura formal aseguran dichas ideas.

El poder de la libido mantiene el vinculo no sólo entre los individuos, sino también con el líder. Por eso no suele haber contrasugestión más que cuando se toma distancia del conjunto y también del jefe.

Conceptos descubiertos en la clínica de las neurosis, Freud los aplica a fenómenos socio-culturales con resultados hasta ahora irrefutables. Con este procedimiento no incita a constituir un psicoanálisis aplicado a la investigación social, sino que nos demuestra la pertinencia de poner a prueba ciertos conceptos en la investigación de fenómenos sociales susceptibles de delimitar con claridad.

Conceptos como libido, identificación e ideal del yo, ofrecen rendimientos verificables en una dimensión transclínica, pues son susceptibles de desprender, y esto por razones que no se analizan aquí, de la cosa para la cual fueron creados, a saber la cosa neurótica. Seguir de forma rigurosa el procedimiento freudiano cuando exporta conceptos de la clínica del sujeto al fenómeno socio-cultural, es importante como recurso metodológico, no sólo para abordar el análisis crítico que debe hacerse de la literatura existente sobre "psicoanálisis aplicado", sino también para configurar una idea del procedimiento que se debe seguir cuando se emplean los conceptos analíticos por fuera de las fronteras en las que han nacido. Hacerles perder su naturaleza no sería lo buscado, en cambio mostrar sus posibilidades dialécticas de rendimiento en la precisión de fenómenos sociales cuya explicación vigente se demuestre ambigua, es de gran utilidad si se quiere precisar un campo de investigación que la clínica permite intuir. Es indispensable recortar este campo en términos epistemológicos, dándole de nuevo al sujeto un lugar privilegiado.

Configurar una clínica de la particularidad del fenómeno social no tiene soporte freudiano, pero formalizar su especificidad apoyándose en el rigor del concepto y no de la exactitud positiva, tiene validez analítica. Formarse en la problemática del concepto hasta elevarlo, si fuese necesario y posible, a la categoría de pregunta, es una pauta epistemológica que abre la compuerta hacia su aplicación en lo social.

En la investigación freudiana sobre las masas, la afinación teórica de los conceptos empleados para estructurar una psicología propia de las colectividades llamadas artificiales es correlativa al rendimiento que de estos se va demostrando a lo largo del texto, en donde la confrontación con los hechos que caracterizan a la colectividad nunca se pierde de vista. Esto quiere decir que Freud no accede a convicciones rápidas, ni se deja fascinar por la aparente consistencia de un argumento, pues no deja de estar atento a los nuevos datos que la experiencia clínica le proporciona y tampoco deja de ponerlos a prueba por fuera del campo del psicoanálisis puro.

Notas

1 Rubistein, A. en "El Caldero de la Escuela", Nº 50, Publicación de la Escuela de Orientación Lacaniana, Marzo-Abril 1997. Pag. 14.

2 Lacan, J., R.S.I. Citado por Rubistein Adriana, Idem. Pag. 14.

Bibliografía

Freud, S., "Psicología de masas y análisis del yo", en Obras Completas, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1972.

Freud, S., "Las pulsiones y sus destinos", en Obras Completas, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1972.

Freud, S., "Lecciones de introducción al psicoanálisis: Lección XVI. Psicoanálisis y Psiquiatría", en Obras Completas, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva.

Heidegger, M., Caminos de Bosque, Madrid. Alianza. Ed. 1995.1996.


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