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Pèreversion

El deseo incestuoso del padre por la hija ha quedado sistemáticamente fuera de la conceptualización psicoanalítica, en donde todo ocurre como si un padre no pudiera experimentar deseo sexual por sus hijos.

En términos teóricos, el Edipo en Freud era unidireccional, era el deseo sexual experimentado desde el hijo, o la hija, por la madre y el padre.

Lacan introdujo la bidireccionalidad y la nombró "deseo de la madre", con su célebre genitivo objetivo y subjetivo. Sin embargo, tampoco en la elaboración de Lacan parece haber ninguna conceptualización sistemática del deseo sexual del padre por sus hijos o hijas. Incluso quizás es posible afirmar que en el amplio espectro de la literatura sobre psicoanálisis nunca ha habido una elaboración formal que incluya al deseo del padre en la ecuación edípica o, por lo menos, que si la ha habido, no ha tenido ninguna repercusión en la forma de pensar de los analistas.

Si concebimos al Edipo como la serie de operaciones que hacen necesaria y posible la prohibición del incesto, entonces una de sus funciones será que los padres dejen partir a sus hijos e hijas, sin embargo esto no ha sido formulado nunca explícitamente. La efectuación del Edipo no es un gesto de buena voluntad, sino una operación que por necesidad implica a tres generaciones, pues se trata de la transmisión de una operación nominativa y clasificatoria que tiene efectos simbolizantes.

La prohibición del incesto intenta que los padres renuncien al gozo que obtienen de sus hijos, pues es claro que los padres gozan de ellos, y también que no quieren renunciar tan fácilmente al dominio sobre ese gozo; así lo ha descubierto el etnopsicoanálisis en las sociedades tradicionales.

¿Y ese gozo es sexual? La modalidad sádica en la educación de los niños lo deja muy claro. Ese gozo incluso ha tenido que encontrar una respuesta contemporánea en el Estado que, audaz, ciega y, a veces, oportunamente, ha intervenido en la vida familiar para poner un límite a ese gozo sádico ejercido sobre el cuerpo de los niños. ¿Pero qué puede hacer el Estado contra el "sadismo moral"?

No hay duda de que la crueldad es un placer sexual, pero se puede enmascarar muy bien, incluso legitimarse y legalizarse bajo el concepto de "educación" o de "crianza". Los niños son objetos sexuales, los casos de abuso sexual en las familias lo demuestran abundantemente. También lo prueba una gran demanda de pornografía infantil, como lo ha puesto en evidencia el Internet. ¿Qué ha sucedido que el psicoanálisis no ha integrado ese hecho consustancial al Edipo como parte de su cuerpo doctrinario? Tal vez se deba a que la invención misma del Edipo fue posible a partir de que Freud descartó la posibilidad de que tantos padres fuesen perversos y abusasen sexualmente de sus hijas e hijos. Freud reconoció siempre la existencia fáctica de abusos sexuales incestuosos, pero dio un paso crucial al poner en duda que en todos los casos se tratara de ello, y al hacerlo descubrió algo fundamental, la realidad psíquica, que para cada uno es tan real como la realidad fáctica. Pero, de inmediato, ese descubrimiento impactó a su edificio teórico, pues la fantasía edípica de la histérica, piedra de toque del Edipo freudiano, sustituyó en términos conceptuales al deseo sexual de los padres. La tesis que pondremos a prueba es que, aún cuando no haya habido seducción física, el hecho de ser objeto sexual del padre está cargado de implicaciones para un hijo o una hija.

La fantasía histérica no es una invención descocada, ni aceptar la realidad psíquica implica que no haya incestos pero, como elemento teórico en la relación edípica, ha excluido al padre libidinoso. Sin embargo, a partir de que con Lacan concebimos al deseo como suscitado por otro deseo, ya no es necesario optar por una u otra posibilidad, pues es aceptable concebir que la fantasía histérica incestuosa pueda ser, en ciertos casos, la respuesta de la hija al deseo sexual del padre.

Aún así, ese deseo paterno (que no paternal) ha permanecido fuera de la conceptualización edípica; ¿acaso la exclusión del deseo del padre es un elemento estructural del discurso psicoanalítico? No se lo encuentra en Freud, y ciertamente no está presente en la formulación lacaniana de la metáfora paterna. Sin embargo, Lacan, al ser trabajado por la topología, acuñó un término, pèreversion, que conjunta al padre (père) y a la perversión. (No encuentro en español ninguna posibilidad de transliterar con tanta economía conceptual y literal dicho término, así que opto por dejar tal cual "pèreversion", escrito en francés, y prácticamente homofónico con "perversion" en español.) La topología apareció justamente cuando llegó a su límite la formulación discursiva del psicoanálisis, y ello entendido en el sentido estricto, pues justamente vino después de la formulación de los "cuatro discursos". Digresión: si abrimos la puerta a la posibilidad de que la exclusión del deseo del padre fuera consustancial al discurso psicoanalítico, ¿entonces podrá ser abordable dicho deseo del padre por una vía no discursiva, es decir, topológica? Lo que está en juego es algo de la mayor importancia, dado que se trata nada menos que de la relación entre RSI, pues fue justamente esa época en que Lacan introdujo al "Nombre del Padre" (¿o deberíamos de decir Apellido del Padre?), al Sinthome, y a la Realidad psíquica, como la cuarta consistencia en el borromeo.

Al problematizar la pèreversion está en la mira la relación específica del padre con la hija. Pero también podría quedar en cuestión el lugar de analista pues, para ponerlo en los términos de Sándor Ferenczi: "como padres e hijos, es necesario que médico y paciente se vuelvan finalmente independientes el uno del otro". Con ello se puede abrir, de repente, una conexión entre la salida del Edipo y el fin de análisis, y la frase clave sería "volverse independientes el uno del otro" pues implica también al analista.

A reserva de problematizar si tienen o no que ver la relación de padre e hija con aquella entre analizante y analista, ¿acaso puede ocurrir que éste, como puede sucederle a un padre con su hija-objeto, no esté dispuesto a desprenderse del analizante o incluso del ex-analizante? No sería impensable, si es que que en su relación con su clientela se trata de su gozo personal, que es precisamente lo que está en juego en la pèreversion.

Existe un caso privilegiado para estudiar ambas vertientes de la cuestión, pues se conjuntaron en la relación de Anna Freud con su padre-analista. Avanzar en este sentido se impone como consecuencia lógica de nuestro estudio sobre el sueño de la inyección a "Irma".

Manuel Hernández García

La actividad dará comienzo el 3 de noviembre del 2003.

Reuniones quincenales, los lunes de 18:00 a 20:00 horas, comenzando el lunes 3 de noviembre, en la Alianza Francesa de San Angel, México, D.F.

Costo: $400 mensuales.

Otros informes, con Manuel Hernández García, al teléfono 56 59 84 65.

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