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COLOQUIO
A CIEN AÑOS DE LA TRAUMDEUNTUNG
La interpretación de los sueños hoy

Diseminando a Freud:
Una deconstrucción de la
interpretación de los sueños

Darín McNaab

La Interpretación de los Sueños es una de las grandes obras artísticas de este siglo, un cumplido que seguramente a Freud no le hubiera gustado. Al criticar el método vulgar de la interpretación simbólica de los sueños Freud dice, "Naturalmente, no es posible indicar norma alguna para llevar a cabo una tal interpretación simbólica. Esta depende tan solo del ingenio y de la inmediata intuición del interpretador, razón por la cual pudo elevarse la interpretación por medio de símbolos a la categoría de arte, que parece depender sobre dones extraordinarios." Un don es algo que viene de los dioses. Los artistas son inspirados. Un científico, por el otro lado, y no cabe duda que Freud aspiraba a tal, no crea sino descubre. Y Freud pretende haber descubierto algo en este libro, a saber, que es posible interpretar los sueños y averiguar su sentido si los entendemos como la realización de deseo. Por muy sugerente e interesante que sea esta noción, quisiera cuestionar la creencia de Freud, que esto representa un avance sobre los previos métodos de la interpretación de los sueños que revisa en la primera parte de su libro. Esta muy de modo que los psicoanalistas se alejen de las pretensiones de Freud al rigor científico y de entender su práctica en los términos más aceptables de una hermeneutica de deseo, pero ¿quien entre ellos pensaría cuestionar el estatus aparentemente avanzado de la teoría de Freud sobre las visiones de un chaman o las inscripciones arcanas en una carta del tarot? ¿Podemos decir que un sueño entendido como la realización de un deseo es más cercana a la realidad que un sueño entendido en un sentido literal o artístico?

En la sección titulada, "La Distorsión en los Sueños" Freud anticipa esta misma pregunta al responder a algunas posibles objeciones que se podrían hacer respecto a la tesis que los sueños son realizaciones de deseos. Una objeción dice que aunque el ejemplo de un hombre hambriento soñando con comida es un claro ejemplo de la realización de un deseo, la mayoría de los sueños no manifiestan tal realización, y que de hecho muestran un contenido muy doloroso. Freud hace una distinción muy sencilla pero vitalmente importante para descartar la objeción, una que formará no solamente la base teórica de su descubrimiento sino también, a mi juicio, las condiciones para su no viabilidad. Como sabemos, la distinción que hace es entre el contenido manifiesto y el contenido latente de los sueños. La clave para entender el sueño consiste en penetrar mas allá del texto velado hacia las fuerzas psíquicas que lo animan y que le dan sentido. Y esta penetración se efectúa por el famoso método que Freud describió en sus voluminosas publicaciones, un método que uno se pregunta si no es quizá un arte, "dependiente sobre dones extraordinarios". ¿Es científico o artístico el método de Freud sobre la interpretación de los sueños?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en las implicaciones de una afirmación aparentemente inocua que Freud hace respecto al sueño. Dice, "[el sueño] tiene un sentido, aunque este ocultado; sirve como sustituto para algún otro proceso de pensamiento, y es solamente una cuestión de revelar este sustituto correctamente para lograr el significado oculto del sueño."

Cuando nos despertamos de un sueño tenemos presente la memoria del sueño como un escrito opaco y aparentemente impenetrable y jeroglífico. Esto es el contenido manifiesto que Freud dice es un sustituto para algún otro proceso de pensamiento, a saber, aquel denotado por el contenido latente.

Lo que me interesa aquí es la palabra "sustituto", que el sueño como contenido manifiesto es una especie de signo escrito que toma el lugar de un sentido ausente, ocluyendo su transparencia. Jacques Derrida ha reflexionado mucho sobre la relación entre las ideas y los signos. Su obra maestra, De Gramatología, es un análisis de las maneras en que las varias verdades y argumentos de la filosofía occidental han sido construidos sobre un cierto entendimiento y valorización del signo escrito, uno que encontramos por ejemplo en De Interpretatione de Aristóteles. Para Aristóteles las palabras habladas son signos que adoptamos para comunicar pensamientos o ideas. Y las palabras escritas son signos secundarios que simbolizan el habla. Hay una jerarquía aquí que desciende del pensamiento, al habla, al escribir, una que devalúa el escribir en la medida en que esta doblemente alejado de lo que significa – eso siendo el origen, la verdad, el sentido auto-presente. En fin, el signo para Derrida, es un sustituto o lo que el llama un "suplemento", para la ausencia de un sentido en su origen.

La cuestión que Derrida persigue en sus análisis es si esta naturaleza suplementaria del signo escrito es un mero suplemento, una especie de rasgo opcional que se puede emplear o no en el proceso de comunicación, o si es una precondición del lenguaje en general, un suplemento necesario en la ausencia de la cual no se podría concebir el habla ni el pensamiento. Esta inversión sorprendente de la jerarquía de Aristóteles, que el signo como suplemento es una condición necesaria para el ser de los que significa, es una dinámica que Derrida encuentra operativa en las oposiciones estructurales del pensamiento occidental y es lo que denomina "la lógica de la suplementariedad." Es precisamente tal lógica que yo encuentro en la distinción que Freud hace entre el contenido manifiesto y latente.

Antes de examinar esto, recordamos que al despertar la memoria de un sueño se presenta como un jeroglífico opaco y aparentemente impenetrable, un texto, una serie de signos escritos en la cual el sentido esta ausente. Lo que hace presente y significativo el significado es su ser traído a la conciencia mediante el proceso de análisis, psicoanálisis, el "talking cure". Si regresamos a la jerarquía de Aristóteles vemos sus tres elementos repetidos en una forma similar en el esquema de Freud sobre la dinámica del sueño. En la cima de la jerarquía esta el deseo (representado por el contenido latente) donde el sentido reside y este presente. Por abajo es el sueño como acordado (el contenido manifiesto), un texto inerte de imágenes que sirven como sustituto para el significado ausente que indica. Como dice Freud, "Pues, interpretar un sueño quiere decir indicar su sentido, o sea, sustituirlo por algo que pueda incluirse en la concatenación de nuestros actos psíquicos como un factor de plena importancia y valor." El sueño es un vehículo temporario, una escalera que uno puede quitar una vez que ha servido su fin. Finalmente, el tercer elemento que corresponde a la jerarquía de Aristóteles es el habla. Si el sueño es la escalera, luego el habla animador provocado por el análisis es lo que nos permite subirla. Para Derrida el habla ha sido casi universalmente privilegiada sobre el signo inerte debido a su proximidad intima a la conciencia. Freud mismo expone su método para la interpretación de los sueños mediante un auto-análisis, puesto que, como dice, uno no se siente seguro de la malainterpretación de los demás.

Uno no se siente seguro precisamente porque el sueño pertenece a un orden secundario y derivativo de signos, alejado de su origen que lo autentifica. Usando términos Saussurianos, el sueño es un significante que tiene que ser reemplazado por un significado para que forme, como dice Freud, "un factor de plena importancia y valor." La viabilidad del método de Freud depende en esta "lógica del suplemento", en la clara distinción entre un contenido manifiesto que significa y un contenido latente que sea significativo. Pero, ¿qué ocurriría si en algún punto en el proceso interpretativo de análisis un significante ya no puede ser reemplazado por su significado? ¿Qué pasaría si la distinción tan importante para Freud se disolviera como una consecuencia necesaria de su propia dinámica?

Esto es precisamente lo que implica el análisis de Derrida sobre la "lógica del suplemento." Esta lógica define los signos escritos, como los sueños por ejemplo, como el "signo de un signo," un mero suplemento doblemente alejado de orígenes y verdad. Pero esta definición tiene que extenderse a cubrir todo tipo de discurso, incluso el lenguaje hablado y el pensamiento. ¿Por qué? Pues, es un precepto fundamental de la lingüística estructural, un precepto que Freud por lo menos implícitamente acepta, que el significado no es una relación de identidad entre significante y significado, sino un producto de la diferencia entre los signos que existe en todo nivel del lenguaje. Aunque Freud no hable en los términos técnicos de la lingüística moderna, esta postura me parece implicada en su critica de dos métodos populares de la interpretación de los sueños: el método simbólico y el método de desciframiento, métodos que dependen justamente sobre tal identidad entre significante y significado. Pero aun más generalmente esta concepción estructuralista del lenguaje es mas que implícita en el entendimiento de Freud sobre la conciencia y la identidad personal como productos de dinámicas relacionales concerniente a los deseos del inconsciente, un entendimiento que luego Lacan formula en los términos explícitos de la lingüística estructural. Pero más llamativo aun es un pasaje donde Freud habla acerca de hasta donde la interpretación puede ir. Dice, "En los sueños mejor interpretados solemos vernos obligados a dejar en tinieblas determinado punto, pues advertimos que constituye un foco de convergencia de las ideas latentes, un nudo imposible de desatar, pero que por lo demás no ha aportado otros elementos al contenido manifiesto. Esto es entonces lo que podemos considerar como el ombligo del sueño, o sea el punto por el que se halla ligado a lo desconocido. Las ideas latentes descubiertas en el análisis no llegan nunca a un limite y tenemos que dejarlas perderse por todos lados en el tejido reticular de nuestro mundo intelectual." Aquí Freud claramente cuestiona la completa interpretabilidad de los sueños. Todo sueño tiene, como dice, un ombligo, un punto oscuro, un punto de trastorno, así como todo ojo tiene un punto ciego que, aunque imprescindible para la visión debido a que ahí se conecta el nervio óptico, trastorna la posibilidad de un campo puro de visión, así como el juego de significación trastorna la posibilidad de la pura presencia del significado.

Entonces, si el lenguaje es siempre y en todas partes un sistema de signos diferenciales, es decir, si el sentido se adhiere en varias estructuras de relación y no en alguna correspondencia ideal entre el sonido y el significado, entonces la definición clásica del signo se aplicaría a toda forma de lenguaje en absoluto. Como dice Derrida, "Desde el momento en que hay sentido no hay nada sino signos. Pensamos solamente en signos" (OG p. 50). La consecuencia es que el contenido latente se reduce al mismo estatus del contenido manifiesto. Pero esto quiere decir borrar la distinción que Freud hace entre los dos y por ende hacer imposible su método en el sentido científico en que lo expone. El continuar pensando en términos de esta distinción querría decir soñar, por así decirlo, de un "significado transcendental", de un significado fuera y mas allá del juego diferencial del lenguaje que terminaría el proceso interpretativo. Pero esto es imposible. El sentido de un sueño que el método de Freud pretende revelar es en si un signo cuyo poder de ser significativo es una función de su relación a otros signos, ad infinitum. Para Derrida el significado es siempre el signo de un signo, que al final de cuentas hace al pensamiento incapaz de escapar de la lógica de suplementariedad sin fin en que se encuentra.

Pero de alguna manera u otra Lacan ya ha dicho todo esto ¿no? ¿No ha rescatado la obra de Freud de medio siglo del mismo tipo de interpretación metafísica que Derrida critica, por seguir la letra del texto de Freud, atento al juego subliminal de las palabras y las vueltas metafóricas del sentido? Parecería que sí. En uno de sus textos más celebrados, "La Carta Robada", Lacan parece hablar al unísono con Derrida. Relata un cuento de Edgar Allen Poe en que hay una secuencia de robos y descubrimientos de una carta de amor robada a la reina por un ministro con intenciones de chantaje. En cada caso la carta no esta tanto oculta como dejada en el lugar mas obvio, el único lugar en donde alguien esperando ocultación no pensaría buscar.

Lacan lee este cuento como una alegoría del psicoanálisis en su relación al lenguaje y los efectos del deseo inconsciente. La carta es aquel significante flotante que circula de una situación a la próxima, constantemente en movimiento, pero que nunca esta oculta, como si contuviera algún significado encriptado. En lugar de esto, esta dejada casualmente donde todos pueden descubrirla, al menos que sus ojos no sean entrenados a buscar algún receso interior oscuro. Para Lacan estamos equivocados en pensar que el sentido de cosas como sueños, bromas, y síntomas neuróticos se encuentra por meterse profundamente en la psique del paciente para descubrir verdades de experiencia reprimidas tras o más allá de las complejidades superficiales del lenguaje. Mas bien el analista debe proceder por atender cuidadosamente a la lógica del significante, a aquellas desviaciones y vueltas en el discurso del paciente y el analista que marcan la irrupción del deseo inconsciente, y que deja un significado final en el horizonte libidinal.

Entonces parecería que Lacan esta en el mismo camino que el programa deconstructiva de Derrida. El analista no busca el yo oculto real, sino mas bien explora la producción y diseminación del yo a través de los intersticios innumerables de la dinámica inconsciente. Pero un problema queda, uno que tiene que ver con el efecto ineluctable de la naturaleza diferencial del lenguaje. El problema es que la diferencia (o lo que Derrida llama differance) no es tanto un concepto claramente definido como un término divisorio cuya introducción en cualquier discurso teórico inducirá todo tipo de efectos perturbantes y contradictorios. La lógica de diferencia es una lógica no auto-identica, una que elude todas las restricciones que normalmente asociamos con la reflexión teórica. Si el lenguaje es marcado por la ausencia de términos positivos – si el significado es completamente diferencial – entonces cualquier teoría que intenta conceptualizar el lenguaje se encontrará enfrentada con este limite final a sus poderes explicativos.

Esto es justamente el problema que Derrida encuentra en su análisis del ensayo de Lacan sobre "la Carta Robada", que tiende a reducir el cuento de Poe a una alegoría implicando la verdad final del discurso psicoanalítico. Aunque la carta pasa no descubierta de situación a situación, el gran detective Dupin la encuentra. La controla, y salva a la reina de una situación comprometedora. Para Derrida Lacan asocia su método psicoanalítico con el carácter de Dupin. Si, el deseo y el lenguaje son cosas resbaladizas que nunca vienen a descansar en una realización a significado final, pero Lacan tácitamente asume que nada nunca escapa del punto hermeneutico privilegiado del psicoanálisis.

Y es aquí donde regresamos a mi observación original que los psicoanalistas fácilmente aceptan las criticas sobre las pretensiones de Freud al rigor científico, pero que no están dispuestos a aceptar la consecuencia perturbante que estas críticas implican, a saber, que el método de Freud para la interpretación de los sueños, o su método psicoanalítico en general, ya no puede pretender ser mas avanzado o mas verdadero que los métodos que critica en su libro. Sin embargo, esto no quiere decir que no hay diferencia entre una visita al chaman local y una a un psicoanalista. El psicoanálisis Freudiano o Lacaniano, si es visto desde el punto de vista estético de una constante exploración y creación del yo, puede representar una técnica mucho más potente para el enriquecimiento de la experiencia humana. Es comparable digamos a una comparación entre la Guernica de Picasso y el dibujo sencillo de un niño. Como interpretaciones de la experiencia ninguno es mas verdadero que el otro, así como ninguna interpretación de un sueño es mas verdadera que la otra. Pero una es ciertamente más provocativa, sugerente, y vital.

Entonces, ¿por qué no consideramos esta obra maestra de Freud como una gran obra artística? Vamos a aprender de Lacan y Derrida como leer el juego infinito del deseo. Vamos a entender y practicar el psicoanálisis no como una hermeneutica de deseo, sino más bien como una herramienta para su diseminación, como una paleta para una estética del yo.

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