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Revista temática de carácter independiente

Número 15:
Amor fatuun, La fatal tontería o la tonta fatalidad del amor
[220 páginas. Ediciones de las 47 picas. Rosario, mayo 2014]

SUMARIO

Odisse. Ricardo Bianchi

SEMINARIO Nadja 2012 “Amor fatuum”.

La tontería fatal, la fatalidad tonta del amor:
Amor y erotismo: El amor loco. Juan Bautista Ritvo
Poesía y erotismo en Oliverio Girondo. Roberto Retamoso
Configuraciones poéticas de un amor trágico: Medea de Eurípides. Marcela Coria
Del amor metafísico. Sergio Cueto
El amor de Lacan a Freud. Adrián Ortiz
Eros, rebelión y muerte. Delmira Agustini: Una muerte anunciada. Norma Cristina Romano
Presentación del número dorado de Nadja “Lo inquietante en la cultura”. Juliana Vitale
Presentación del Número 13 de la revista Nadja. Norma Cristina Romano

LECTIO:

Proferir el silencio, re-tener la palabra. Apuntes sobre el silencio como elemento erótico. Alvaro Fernando Zambrano
Amor disciplinado (El castigo a lo largo del tiempo). Fernanda M. Fernández
Lo cómico y lo tragicómico del amor en La escuela de las mujeres y El estupendo cornudo: de la tensión acción-deseo al discurso amoroso. Bruno Carignano
Las sutilezas de Lacan (o Lacan heterosexual). Algunas consideraciones sobre el amor extático a partir de Allouch. Juliana Vitale
Amar en la Escuela. Lucía Mauro
Leve flirt (Para recordar de vuelta y otra vez que la mar no estaba serena). Marcelo Biolatto
Prólogo del firmante + Poema 10. Pedro Bollea
El escabel epistolar del amor. Ricardo Bianchi

POLÍTICA + psicoanálisis:

Escaques. Ramiro Elías y Juan Pablo Gonella
¿Reforma del Plan de estudios o reforma del entendimiento? Juan Bautista Ritvo
La decisión por el psicoanálisis y la transmisión de la experiencia. Juan Alberto Manino

TRANSLATIO:

Das Ge-stell. (El emplazamiento). Martin Heidegger. Traducción y notas: Nicolás Gelormini

LIBRARIUS:

Saná al Perinola. Ricardo Bianchi
La mancha. Suplemento

Contratapa [Completo]

En el título de la tapa, Fatuum amoris, hay un lapsus. En lalengua latina, tan muerta como su mentula, condensa la fatalidad breve y la alargada tontería, del amor. La fatal tontería o la tonta fatalidad, del amor.
El lector advertirá pronto que este número de la revista anticipa el próximo título, Reditus rhetoricae, El regreso de la retórica. Porque prospera reconociendo del amor, la retórica de sus figuras. El lector advertirá enseguida cuál es la consecuencia de la mediación del arte –techné- retórico.
Amores multae sunt.
El amor loco que “es la exacerbación por antonomasia de una imposibilidad” y el amor obsesivo donde las figuras de la virgo y la femina “han cesado de contaminarse: santidad y degradación habitan los extremos de la escala erótica” [Juan Ritvo]. El amor trágico de Eurípides, donde “las aguas de los sagrados ríos corren hacia arriba” desde que “Medea y Jasón se juraron fidelidad y se estrecharon las diestras, con un juramento, como se sellaban los pactos entre ciudades o aliados políticos, es decir, en términos de igualdad” [Marcela Coria]. El amor metafísico donde “La mujer, el cuerpo de la mujer es un libro” [Sergio Cueto]… “Detener el sol en el cenit, ese instante en que la sombra es la más corta -Donne, Discurso sobre la sombra- es la obra del amor. Pero en el cenit se anuncia ya la tiniebla sin recurso, la larga noche sin alba de la soledad y de la muerte -Donne, Nocturno sobre el día de Santa Lucía, que es el más corto-”. El amor de Delmira Agustini: “¡Era tan mía cuando estaba muerta!” [Norma Romano].
Inauguramos desde este número una nueva sección, POLITICA + psicoanálisis, para debatir cuál es en nuestra época –en caso de tenerlo todavía- el lugar público del psicoanálisis y su oportunidad en la Universidad y en la ciudad.
Completa la revista la traducción completa de la conferencia de Martin Heidegger -Bremen, 1949– Das Ge-Stell, El emplazamiento, con traducción y notas de Nicolás Gelormini, editada aquí mediante la gentileza de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino.
Nos despedimos invitando a los lectores a visitar nuestra página web: http://psiconet.com/nadja donde encontrarán adelantos de los escritos publicados, los sumarios de todos los números, lugares de venta, textos completos que pueden descargarse on-line de un sitio que marcha hacia los 50.000 visitantes!

Odisse [Completo]

Nuestro título de tapa, Fatuum amoris, es un lapsus. En lalengua latina, tan muerta como su mentula, condensa la fatalidad breve y la alargada tontería, del amor. La fatal tontería o la tonta fatalidad, del amor.
No todo amor es equívoco. Hay muchos. Hay otros. Hay Otros. No olvidemos a su antagonista. Tan inseparables los dos.
Lacan que practicaba el amor de transferencia, decía -20 de Febrero de 1973- de los discípulos de su adversario: “nunca fui mejor leído: con tanto amor”. Esta ironía evocaba la condición de posibilidad para toda lectura, de-suponer el saber al Otro. Y se lamentaba por “no haber obtenido nunca de mis allegados, nada equivalente”. Tres semanas después repetía la tesis de Empédocles: “Dios era el más ignorante de todos los seres por no conocer el odio”.

Inauguramos desde este número una nueva sección: POLITICA + psicoanálisis. Pueden leerse ahí tres escritos de muy diferente procedencia. Escaques funciona como una reseña del Simposio 2012 de Colectora, “El psicoanalista, su institución”, celebrado en el Auditorio de Radio Nacional de Rosario. Los firmantes, Ramiro Elías y Juan Gonella, son miembros de Colectora. Agradecemos la invitación cursada, en mi caso para intervenir y para exhibirse, la revista, durante esos encuentros. Juan Alberto Manino, también participante del Simposio, es autor de La decisión por el psicoanálisis y la transmisión de la experiencia, título que nombra su insistencia entre 2008-2012. Por último ¿Reforma del Plan de estudios o reforma del entendimiento? es un escrito preparado por Juan Ritvo hace diez años en oportunidad de las elecciones para decano y consejeros directivos en la Facultad de Psicología de la UNR. En esa oportunidad Héctor Franch era el candidato propuesto –entre otros- por un conjunto de analistas entre quienes se encontraban Pablo Zöpke –nombrado en un momento decisivo del documento- y el mismo Juan Ritvo. La decisión de publicarlo, después de consultarlo con Juan, se fundamenta en que retornan desde nuestro porvenir los problemas que se debatían entonces: el lugar público del psicoanálisis y su oportunidad en la Universidad (Sugerimos aquí a los lectores que den una mirada al último capítulo, Debate: Psicoanálisis y Universidad del libro de Juan Bautista Ritvo, editado en 1995: Repetición: azar y nominación. Editores de la perra, Rosario).

El año pasado el Seminario anual de la revista Nadja, co-organizado junto a la Librería rosarina Homo Sapiens y con la participación imprescindible de Juan Alberto Manino, tuvo el privilegio de recibir a dos invitados destacados que viajaron desde Buenos Aires. Los psicoanalistas Adrián Ortiz y Marta Iturriza nos acompañaron el Lunes 12 de Noviembre de 2012 en el Auditorio Rodolfo Shcoler. Juntos coordinan el Seminario Identidad y sexualidad en la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Psicología de la UBA. La intervención de Adrián Ortiz, “El amor de Lacan a Freud” puede leerse completa en la sección dedicada a nuestro Seminario Nadja. Mi escrito Saná al Perinola! funciona como una lectura y una reseña del número 14 de la revista Poubellication, dirigida por nuestro invitado.

También se publican en este número tres trabajos cuya oportunidad fue el Seminario interno de la cátedra de Clínica II en la Facultad de Psicología de la UNR. La revista muchas veces permitió lecturas e intervenciones dispuestos según las transferencias de nuestra cátedra. En este caso corresponden a la instancia final de la adscripción universitaria y son los siguientes: “Las sutilezas de Lacan (o Lacan heterosexual) Algunas consideraciones sobre el amor extático a partir de Allouch” de Juliana Vitale, “Amar en la Escuela” de Lucía Mauro y “Leve flirt (Para recordar de vuelta y otra vez que la mar no estaba serena)” de Marcelo Biolatto.
La revista, lo recordamos, no se edita con el usufructo de dineros públicos, no se imprime en las imprentas oficiales, no tiene comité de referato. Prospera en función de sus transferencias.
Alguna vez, Nadja, fue objetada bajo la figura de “un proyecto personal”. Hoy, como director de una publicación que después de quince números y la yapa suma a través de sus páginas un total de 112 autores diferentes, y aparte del acto editorial -testimonio de un compromiso con otros en vez de un dispendio de autorías ficticias- me permitiré insistir en el sostén de una revista. Otros proyectos, aspirados a título personal, como una cátedra, un decanato, un espacio de posgrado, una escuela, porque entreveran lo público y lo privado, porque desestiman una lógica de lo colectivo, guardan otras objeciones. Además prefiero quedarme con un sostén de mujer en la mano que con el saco puesto.
Otra vez, la revista no fue invitada a exhibirse ante cierto público universitario, bajo este argumento: “Las revistas eclipsan a los libros de autor”. Respondí que era cierto. Porque las revistas no eran aburridas. Bajo el argumento citado se nos comunicó una paradoja: Nadja no podía participar de un encuentro al que había contribuido aportando contactos y transferencias.
Nunca olvidaré cuando hace años le pasé, esperando complicidad, a uno de esos autores de libros, un ejemplar del número que acababa de salir de la imprenta. Miró sorprendido la tapa y enrolló una revista de casi doscientas páginas! Nunca olvidaré a esa Nadja transformada por sus manos, en un fascinus, en un imponente falo.

Por último, nos alegra editar en Nadja la traducción completa de la conferencia de Martin Heidegger -Bremen, 1949– Das Ge-Stell a través de la gentileza de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, de su Coordinador general, Rogelio Fernández Couto, y de su traductor, Nicolás Gelormini. Repetimos que es nuestro deseo que esta transferencia con la FCPA, comenzada hace varios años, continúe con prosperidad en el porvenir. Nadja, Lo inquietante en la cultura, insiste en la interpretación de la obra de Martin Heidegger, el último filósofo.

Nos despedimos invitando a los lectores a visitar nuestra página web: http://psiconet.com/nadja donde encontrarán adelantos de todos los trabajos publicados, los sumarios de todos los números, textos completos que pueden descargarse on-line, lugares de venta y otra información de interés. El sitio marcha hacia los 50.000 visitantes! Hasta el próximo número, Reditus rhetoricae, El regreso de la retórica que esperamos aparezca en las librerías durante el próximo invierno.

Ricardo Bianchi 

Amor y erotismo: El amor loco [Fragmento]

Juan Bautista Ritvo

Nadja de Breton es una obra extraña y sigue siéndolo, pese a los intentos de domesticación de una academia empeñada en reducir los poderes de la escritura a intimidades biográficas.
Nadja, nombre de origen ruso, es apenas el identificador de los movimientos de un personaje que en su realidad, por así decirlo, carnal, debe haber sido una figura insignificante, extremadamente patética: quizá figuranta de teatros de mala muerte, a veces prostituta, quizá  détraquée, que terminó sus días en un hospital psiquiátrico, en los días de la ocupación nazi.
Hago una pregunta biográfica, la única que me permitiré aquí: ¿Por qué dedicar un libro a una mujer con la cual, según confesión del propio Breton, hacer el amor es lo mismo que intentarlo con Juana de Arco, y de la cual sólo podía esperarse, pese al valor mágico atribuido a sus encuentros, pese a declarar que ella, Nadja, era “…un de ces esprits de l’air…”, confesiones tristes, lacerantes, desvaríos, pobreza extrema de bolsillo y de ánimo y hasta anécdotas dolorosas con desenlace ridículo. Quizá porque esa mujer no sea una mujer, pero tampoco la mujer, sino un continente susceptible de albergar el desorden de los restos caídos del orden centrado y jerárquico y dispuestos en reuniones antitéticas: la extrema profundidad de la superficie, inhospitalidad sin embargo hóspita, pertinaz resistencia que se metamorfosea en entrega.
Es,  sin duda, el mito de la feminidad. Una feminidad que alberga, sí, pero demoliendo los muros del  hogar y que fascina en el momento en que rompe la tela del encantamiento”. 

Poesía y erotismo en Oliverio Girondo [Fragmento]
Roberto Retamoso

“En la poesía de Oliverio Girondo, el erotismo como una dimensión significativa de su discurso aparece íntimamente vinculado con lo que habitualmente se denomina su etapa “vanguardista”. Dicha etapa comprende, como es sabido, los libros publicados a lo largo de los años veinte y comienzos de los treinta -Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Calcomanías y Espantapájaros- y encuentra notorias proyecciones en su último texto, En la masmédula, ya en la década del cincuenta. Los libros de la segunda mitad de los años treinta, y los de la década del cuarenta -Interlunio, Persuasión de los días y Campo nuestro- suponen, por el contrario, un abandono de esa dimensión en aras de lo que podría pensarse como una suerte de sublimación de las pulsiones eróticas, que las sustituye, en su enunciación, por una dimensión de trascendencia y religiosidad.
De manera que hablar de erotismo en la poesía de Girondo implica remitirse a aquellos de sus libros que se inscriben, francamente, en el marco de una poética de vanguardia. Lo cual puede resultar absolutamente obvio, dadas las conexiones evidentes que existen, de forma genérica, entre el discurso de la vanguardia y la cuestión de lo erótico. De todos modos, la resolución que cobra ese vínculo en la poesía de Girondo es algo singular, por lo que sus manifestaciones devienen asimismo en una manifestación singular  del erotismo en el contexto de una escritura de vanguardia”.

Configuraciones poéticas de un amor trágico: Medea de Eurípides [Fragmento]
Marcela Coria

“…es claro que Medea no era una esposa griega convencional. Desde el comienzo, la unión de Medea y Jasón se plantea como diferente del matrimonio griego tradicional (Boedeker, 1991: 95). No ha sido dada en matrimonio por su padre, sino que fue ella misma quien estrechó su mano derecha con la de Jasón, de igual a igual, en un gesto propio de varones que sellan un pacto o contrato y no de un hombre y una mujer que contraen matrimonio, puesto que convencionalmente era el varón quien tomaba la muñeca de la mujer en señal de dominación (Foley, 1989: 75). Medea y Jasón se juraron fidelidad y se estrecharon las diestras, con un juramento, como se sellaban los pactos entre ciudades o aliados políticos, es decir, en términos de igualdad. Incluso para referirse a su matrimonio con Jasón, Medea utiliza una forma verbal de voz activa (el participio gamoûsa, v. 606), y no de voz media, tal como era usual para las mujeres en la época. Es éros el que la ha llevado a estas acciones, impensables para una mujer ateniense. Pero claro, Medea es una bárbara y ésta es, posiblemente, la precaución que tomó Eurípides ante su público, precaución que igualmente no parece haber tenido efecto. Medea mata a sus propios hijos para vengarse de su esposo perjuro, agente de hýbris al faltar a sus juramentos. Pero pese a ello, como veremos, no es una hechicera despiadadamente criminal, y no sale completamente impune: escapa del castigo humano, sí, porque en parte participa del reino divino por ser nieta del Sol, pero no escapa de su dolor como madre. Eurípides ha sabido conjugar todos estos aspectos en un personaje complejo al que intenta comprender y analizar antes que juzgar, porque es una mujer que a causa de un éros pasado está en el presente en una situación desesperada”.

Del amor metafísico [Fragmento]
Sergio Cueto

“El amor, pues, hace real lo imposible. Ello no quiere decir tal vez más que esto: el amor es una experiencia de la imposibilidad. Lo imposible se hace real en la experiencia de su imposibilidad, y ello independientemente de la dicha o desdicha de la relación amorosa. Ahora bien, dicha experiencia ya no puede atribuirse a los cuerpos. Mi cuerpo toca en la intangibilidad del otro su propia imposibilidad de tocar; pero basta que el otro se vaya de viaje para que la posibilidad y la imposibilidad de tocar, con las manos, los ojos, la palabra al otro, desaparezcan por igual. Y sin embargo es lo contrario lo que sucede en el amor. Es lo que dice Marvell: el Destino nos separa y nos mantiene separados, pero el Amor se afirma todavía, precisamente en esa separación. Ella está de viaje, pero yo la amo allende los mares, o a la vuelta de la esquina, si salió a hacer un mandado. Toda la tradición del amor cortés hasta llegar a la lírica stilnovista lo ha sabido: se ama en ausencia, se ama una ausencia. Ahora bien, digámoslo rápida e hipotéticamente, esa ausencia era por entonces la presencia misma de la amada. La imagen, imagen de lo que sea, imagen parcial, ojos, cabellos, labios, o aun esa imagen sin imagen que es el nombre –Eleonor de Aquitania, Dulcinea del Toboso- guardaba a la amada para el amante y en ella el amante la amaba sin mengua. Pero es como si a partir de ahora, ya en el tardío Renacimiento y sobre todo en el Barroco, la imagen se opacase y en esa opacidad brillase sola, sin referencia a su objeto. La lógica y la retórica amorosas se tornan ahora casi incrédulamente reflexivas, parecen reflejar tan sólo su propia futilidad. La poesía metafísica convierte en juego aquella tradición. La mantiene, no quiere abandonarla, tal vez porque no encuentra con qué sustituirla, pero sin su razón de ser, sin el mundo que la justificaba y el horizonte en el que encontraba sentido. Por eso a menudo la trata como jugando, haciéndola jugar en su propia reflexión o juntándola con los más modernos y prosaicos descubrimientos, como para mostrar que ni siquiera éstos alcanzan a extinguirla. Pero no nos adelantemos. Volvamos al amor de la ausente, al amor que se afirma en la ausencia. Dicho amor ya no puede ser el amor de los cuerpos, es el amor de las almas, lo que se llama el éxtasis. Se recordará que en el poema que lleva ese título los amantes están sentados con las manos y las miradas entrelazadas. Pero de pronto las almas salen a encontrarse por sí mismas, abandonan los cuerpos, que quedan inmóviles igual que “estatuas sepulcrales”. Ahora las almas ven que no era el sexo, entiéndase, el cuerpo erotizado el móvil último o primero de su amor; ven que no veían lo que las movía. En términos de la astronomía medieval, el cuerpo es tan sólo la esfera, el alma es la inteligencia que lo mueve, pero el motor del alma es el amor, pues el alma mueve sólo porque está enamorada, emocionada de amor. Así las almas realizan lo que en los cuerpos sólo se anunciaba: la unión amorosa. Dice Donne: “El amor mezcla de nuevo estas almas mezcladas,/Y hace de dos, una, siendo cada una ella misma y la otra”. Así como la unión es para los cuerpos muerte, fusión y confusión hasta la disolución en lo único, y así como la separación es para los cuerpos muerte, disociación y ausencia y soledad en la ausencia, así para las almas la unión es éxtasis, es decir, comunión sin confusión, “diálogo de uno solo”, como dice el poema, pues cada alma sigue siendo ella, es todavía más ella misma en la otra, y así también la distancia no es separación sino presencia en la ausencia, continuidad y expansión amorosa. Las dos imágenes que de ello da Donne son la lámina de oro y el compás. En el poema titulado “Una despedida: lamentación prohibida”, tras decir que a diferencia del amor de obtusos amantes sublunares, cuya alma no es más que sensación, no admite, no puede soportar la ausencia, el amor refinado, metafísico, dura en la mente más allá de ojos, labios, manos, se lee: “Nuestras dos almas, por lo tanto, que una son,/aunque debo partir, no sufren todavía/una ruptura, sino una expansión,/como el oro golpeado hasta una aérea delgadez.// Si fueran dos, serían dos tan firmes/como las piernas de un compás;/tu alma es la fija, que no se mueve/si el otro no lo hace.//Y aunque en el centro se sitúa,/cuando la otra vaga lejos/se inclina y con atención la escucha/y se yergue de nuevo cuando aquélla retorna.//Así serás para mí, semejante/a la pierna que corre oblicuamente;/tu firmeza hace perfecto mi círculo,/y me hace terminar donde empecé”. También Marvell, en “El amor definido”, se vale de la geometría y aun de la cartografía para imaginar su amor. El Destino, dice, ha hecho a los amantes distantes como polos, y aunque el mundo se aplaste en un planisferio, jamás podrán tocarse, salvo en el infinito (pero precisamente, su amor es infinito, el infinito es su amor): “Así como las líneas oblicuas pueden/en cualquier ángulo coincidir,/así nuestros amores, siendo paralelos,/aunque infinitos, jamás se encontrarán”. El amor, pues, reúne a las almas en la separación. Realiza lo irrealizable. Es cierto, ello está dicho casi como un chiste. La imagen geométrica o cartográfica, así como la imagen militar o teológica no parecen poder ser tomadas seriamente. Si los amantes son dos ejércitos en pugna en la batalla amorosa, si el lecho es el altar en el que ambos mutuamente se ofrecen en sacrificio, si son los dos las piernas de un compás que traza el círculo perfecto de la relación amorosa, es porque no se trata para el poeta de conmover sino de pensar y hacer pensar; de sorprender, se dirá, pero de manera que la sorpresa devuelva a la extraordinaria trivialidad del amor. Si el amor es amor de las almas, ello no quiere decir que sea puramente espiritual. El amor no es un accidente en el cuerpo ni una facultad en el alma sino un acontecimiento que es potencia de variación o devenir de los cuerpos desde el punto de vista del alma. No entendemos nada del amor si observamos a las dos estatuas sepulcrales que se miran estúpidamente sentadas en el pasto sin atender a las almas que dialogan en silencio fuera de ellas, o si nos atenemos a las piernas del compás sin atender al radio que mide, sea cual sea, su extensión, el círculo constante y perfecto del amor. Y de ningún modo se trata de abstracciones. Pues es en imágenes como ésas en las que se prueba lo que se llama el Ingenio, la Agudeza, el Wit de la poesía metafísica”.

El amor de Lacan a Freud [Fragmento]
Adrián Ortiz

“Cuando Ricardo Bianchi me dijo que el tema del seminario era el amor, primero pensé que no era un tema central en mi trabajo de este año, pero después pensé que podría comentarles algunas reflexiones inspiradas, entre otras cosas, en el libro de Jean Allouch: “El amor Lacan”. Lo que tengo para decirles, no creo que esté a la altura del afiche de la charla de hoy, un cuadro de Chagall donde un hombre lleva a una mujer por el aire, no creo que los haga volar con mis reflexiones, simplemente, en el mejor de los casos, se van a quedar con las ganas. No es poco quedarse con las ganas.
El punto de partida, como les decía, era el libro de Jean Allouch, El amor Lacan, especialmente el capítulo XI: “Hegel, Lacan: dos irresistibles recetas para obtener el amor”.
Este libro, de casi 500 páginas, está dedicado a la concepción o a las variaciones de Lacan sobre la cuestión del amor. Desde un punto de vista lacaneano es bastante rara la perspectiva porque habla solamente de Lacan. Cuando en su recorrido Lacan no da paso fundamental en su enseñanza sin hablar de Freud.
Trataremos entonces primero de contextuar la cuestión del amor dentro de la articulación Lacan-Freud. Las maneras de concebir ésta, como las fantasías sexuales, no son más de tres o cuatro. Una es el “freudo lacanismo”: todo Lacan está en Freud y viceversa. Otra es -en la que se anota Jean Allouch- “Freud desplazado”. Otra es -en la que yo me anoto- “No hay Lacan sin Freud”. Que quiere decir que Lacan cada vez que hace un desarrollo se vuelve hacia el recorrido de Freud buscando qué se correspondería o diferiría con lo que está diciendo.
Este libro de Allouch intentando sostener su tesis “Freud desplazado”, aporta más bien un “Freud descartado” o “Freud desconsiderado”.
Lacan ha dicho y hecho muchas cosas sobre el amor pero, otra vez, cada vez que dijo algo nuevo volvió a Freud a ver si había algo o que se pudiera poner en relación, en línea o en tensión con lo que venia de decir. Por el contrario Jean Allouch se lo saca de encima rápido apelando a un argumento simple y menor”.

Eros, rebelión y muerte. Delmira Agustini: Una muerte anunciada [Fragmento]
Norma Cristina Romano

“En el caso de D.A. inferimos un trasfondo melancólico anclado en la constitución  primaria donde creemos que puede tomar relevancia la invención de ese amor sublimado y siempre desencontrado que atraviesa su poesía, cercana a veces a la estética surrealista. Inventa un amor bello haciendo florecer, dando a luz el juego significante, el goce de la lengua,  en el punto mismo en que pareciera alcanzada por un vértigo mortífero: “Sangre y alma se me van en los sueños…”
Beatriz Colombi, antes citada, destaca que un dispositivo retórico de la poesía lírica en general y de la amorosa en particular, es el apóstrofe, que permite instar a otro a hacerse presente en el momento de la invocación. También recuerda que en el último libro publicado en vida, Los cálices vacíos, D.A. ofrenda el libro mismo al propio Eros, siendo así el primer tú al que le habla allí. Pero el apóstrofe domina tanto el nivel del enunciado como el de la enunciación, donde la invocación se constituye a veces, en relación a un otro difuso, ausente o perdido. Por ejemplo, cuando habla al misterio. En el poema “Misterio: ven” dice: “Ven, oye, yo te evoco… Ven, tú, el que meces los enigmas hondos en el vibrar de las pupilas cálidas”. Y luego avanza en la potencia invocativa, haciendo del otro, entendemos, ya no el amado semejante, sino un otro al que le va imprimiendo una espacialidad y sobredimensión que, tal vez podríamos pensar como un amante absoluto, un gran Otro que es muchos y ninguno, en la pura presencia de su ausencia. Y que no por universal, deja de ser inmediato, próximo, íntimo. Ella es su musa. Y seguramente, más fuerza tiene la invocación cuanto mayor es el cultivo de desvalimiento”.

Proferir el silencio, re-tener la palabra. Apuntes sobre el silencio como elemento erótico [Fragmento]
Alvaro Fernando Zambrano

“Estamos en el orden de lo sensible. La voz sustentada en la respiración, en el soplo, impone el silencio y éste, tentadora, lentamente, va creando su propio espacio: una intemperie situada en un antes o, mejor aún, al costado de el espacio de la palabra; nos trae ecos de sí y de otra cosa;  como si arrastrara consigo algo venido de la profundidad de la palabra, de sus abismos sobre los que se funda; algo que ha sobrevivido subterránea, clandestinamente y que, ahora, emerge con la fuerza de la seducción que sólo lo extraño por conocido revela.
El nudo de la cuestión está en que la palabra, lejos de ser olvidada, se perdura, late en el presente del recuerdo; es apenas una vaga ausencia frente a la cual el silencio “aparece”; esto es importante porque solamente ante la percepción de la inminencia de la palabra, siempre pronta a irrumpir, siempre al acecho, es que el silencio se carga de tensión: mientras hay más peligro, hay más tensión pero también –y quizá por ello mismo- más fragilidad. El clímax tensivo del silencio no se alcanza alejando la amenaza de la palabra sino coqueteando con ella.   
Privarse de la palabra no es meramente un acto, si se quiere, reflejo sino fundamentalmente, transitivo: una acción que se inaugura en mí pero que se continúa en el otro. Lo privo de “mi” palabra en él… pero, al mismo tiempo, le enseño su potencialidad; le insinúo la posibilidad de su hechura en esta voz, ahora desnuda, pura aliento, pura respiración y silencio que le ofrezco. Le entrego este cuerpo, callado cuerpo, para que lo oiga; para que oiga el silencio y la fragilidad que lo sostiene. Le convido este cuerpo, este silencio; le convido este juego”.

Amor disciplinado (El castigo a lo largo del tiempo) [Fragmento]
Fernanda M. Fernández

“La sociedad conformada como tal tiene que sostener una estructura social y este modo se va a ir modificando según las prioridades que la misma se imponga. Durante los siglos X y XI la estructura social era muy básica en el mundo occidental, y la relación del sujeto y la ley también tenía su lógica propia, donde la persona damnificada por una transgresión y el transgresor tenían que resolver su disputa por sí mismos; no había un ente organizado a donde recurrir y reclamar o solicitar un respaldo para que se respetara la ley. No había quien representara la ley. En ese momento estaba la figura del “pater” como autoridad máxima que constituía las reglas, y proponía el castigo y su modo, que variaba según quién ocupase ese lugar y según el grupo que representara, relacionado con un modelo de sociedad básica pero organizada con cierta jerarquía, dando forma al antecedente de una sociedad vertical. Los paters de cada grupo u horda se reunían ante un hecho de transgresión ocurrido y debatían la forma de resolverlo. Se apelaba a una regla que imponía una restitución a modo de intercambio económico. Modelo de resolución de conflicto -si bien más básico-, muestra que todavía la circulación de la palabra podía buscar las alternativas más pacíficas, donde no existía la figura de la penalidad y la sanción, sino la regla de la restitución.
Con el paso del tiempo y el crecimiento social, este modelo no se pudo sostener y se fue complejizando cada vez más. Ya los paters no intervenían directamente, se fue buscando formas de leer ciertos delitos y formas de pagarlos. De este modo, cuando la sociedad se complejiza empieza a surgir un nuevo poder, el poder punitivo”.

Lo cómico y lo tragicómico del amor en La escuela de las mujeres y El estupendo cornudo: de la tensión acción-deseo al discurso amoroso [Fragmento]
Bruno Carignano

“En el seminario Las formaciones del inconsciente hay un notorio esfuerzo de Lacan por aproximar el amor a la comedia (parte de reflexiones de la comedia griega aristofanesca para centrarse luego en la comedia francesa clásica de Molière), corriéndolo de la bruma con que, sostiene, lo ha recubierto el romanticismo. Insiste en la ligazón estrecha del amor a lo cómico, oponiéndolo a la perspectiva romántica, la que habría venido a enturbiar la aprehensión directa e inmediata que la comedia escenificaba del sentimiento amoroso. En mi abordaje de la cuestión partiré de la perspectiva de Jorge Palant, quien lee la oposición entre tragedia y comedia efectuada por Lacan, acentuada sobre todo en el seminario La ética del psicoanálisis, en términos de diversos “destinos del malentendido en tanto “marca de carencia”, efecto de estructura”. El problema del amor, como pivote en torno al cual gira el malentendido en la comedia, es indisociable de una trama argumental de escenas que se suceden y que se dirigen a un final puntual, localizable, antagónico a la terminación trágica”.

Las sutilezas de Lacan (o Lacan heterosexual). Algunas consideraciones sobre el amor extático a partir de Allouch  [Fragmento]
Juliana Vitale

“Comenzar por el amor extático, es comenzar por el movimiento que propone Lacan de desplazar el amor del registro imaginario para llevarlo al registro simbólico. A este sutil movimiento que se mece entre un registro y otro, Allouch lo llama el hilván del amor. 
En pos de la construcción del hilván del amor, Allouch toma tres rasgos que se ubican en un período de tiempo que va de “Los escritos técnicos de Freud” hasta “La ética del psicoanálisis” en los Seminarios de Jacques Lacan.
Aparecen entonces: el amor como espejismo, la fidelidad amorosa y el amor en las psicosis.
Con respecto a la primer puntada, aparecen las primeras consideraciones sobre la realidad y lo real, ubicando a la Transferencia como un vínculo falso (Ubertragung) donde la intersubjetividad da lugar al amor como espejismo.
La realidad aparece designada por Lacan como un montaje de imaginario y de simbólico –lo que demuestra, según el análisis del autor, demuestra entonces al analizante que el analista no entiende nada en materia de amor– en tanto está marcada por tal espejismo, y por una doble negación”.

Amar en la Escuela [Fragmento]
Lucía Mauro

“…si el fracaso en la Escuela es un fracaso de amor es, precisamente, porque allí se jugó el juego ignorando sus reglas pero ¿dónde situar el fracaso? ¿en la ausencia de reglas o en un amor impotente de reducir el ser?
Ese no saber las reglas ¿no es, más bien, el signo de un imposible mientras que el amor no reductor se inclina por la impotencia?
Cabe preguntarse, entonces, cuál es el fracaso, ilustrado por la célebre cita, al que la No relación sexual vendría a responder.
Lacan afirma “Ilustración de mi fracaso...” ¿se trata del fracaso de él, de Lacan antes que el del discurso analítico? Fracaso que parece concernirle a él, a su posición en la Escuela así disuelta y al amor del cual era objeto; fracaso de Lacan que el discurso analítico tomará a su cargo aunque, entre tanto, se haya hecho de esa impotencia un nuevo imposible.
“...que el amor, es apasionante pero que esto implica que en él se siga la regla del juego. Desde luego, para eso hay que conocerla. Es quizás lo que falta siempre, se ha estado allí en una profunda ignorancia, o sea que se juega un juego cuyas reglas no se conocen. Entonces si ese saber hay que inventarlo para que haya saber, quizás sea para eso que pueda servir el discurso psicoanalítico...” (LACAN, JACQUES Seminario XXI Los incautos no yerran (Los nombres del padre, clase 12/03/1974. Inédito).

Así se pronunciaba Lacan algunos años antes pero, me pregunto, ¿acaso Lacan nos haya regalado su fracaso? ¿no habrá hecho de su fracaso de amor, de ese que le pertenecía a él, el fracaso de amor que cabe esperar todo sujeto desprovisto del reglamento para jugar su partida? ¿no será este un gesto repetido de Lacan por el cual, nosotros, evocando su relación con Bataille, recogemos lo que él tira? Advertimos que dicho gesto de recoger lo que el otro tira puede ser un gesto propiamente analítico ¿acaso el gesto de la derivación misma? Movimiento inaugural de pase de Breuer a Freud que levantaba lo que aquél había dejado caer (Anna O.) Es así como Lacan redoblaba idéntico gesto recogiendo a Sylvie Bataille salvo que, entre tanto, entre un gesto y otro, el acto analítico devino acto sexual revelando, una vez más, su inadmisible continuidad.
Insisto, ¿no habremos reducido el fracaso del discurso analítico a lo que sería un fracaso de Lacan?”

Leve flirt. (Para recordar de vuelta y otra vez que la mar no estaba serena)  [Fragmento]
Marcelo Biolatto

“Sabido es que Allouch sacó, del establecimiento en que Miller tiene los seminarios de Lacan, la erotología psicoanalítica. ¿Este gesto es un llamado a filas?
Esta es la pregunta que abrirá la polémica del apartado segundo y perfilará las conclusiones o no del apartado tercero y último, pero lo que quedaría por hacer en esta primera parte es recoger, probablemente forzando las cosas, algunas cuestiones que aporta la cita del texto de Ovidio.
Solo por el fin freudiano de saber a donde me puede llevar una idea expondré brevemente un comentario de la cita mencionada. Lo hago bajo la supervisión del capitulo XI del seminario de Lacan, “La angustia”, fechado el día 27 de febrero de 1963. Esta es la segunda entrada del seminario donde, al parecer de Allouch, Lacan vuelve a hacer una referencia a la erotología –pág. 17, “El psicoanálisis, una erotología de pasaje”-.
Esto es lo que escribe Lacan.
 “Tomemos las cosas por el sesgo que define esta palabra, que tiene un sentido presentificado en la época en que vivimos. El erotismo.”
En esta sesión, “puntualizaciones sobre el deseo”, Lacan busca avanzar un poco sobre el lugar que tiene el deseo en la teoría analítica. Al principio lo sitúo desde su distinción con la demanda y ahora, en este seminario, introdujo “…algo nuevo… la identidad del deseo con la ley.”. Extrae las consecuencias de esto equiparando al deseo con una voluntad de goce que fracasa y hacia el final de este apartado agrega un tercer modo de situar el deseo en relación con el amor.

“Solo que es preciso saber que es el deseo. Su función no esta únicamente en el plano de la lucha, sino… en el plano del amor.”

Prólogo del Firmante [Completo]
Gustavo Bollea

“Quien se pone a escribir un prólogo para un libro suyo, es necesariamente un impostor, porque quién puede afirmar que el libro es suyo. En cuestiones de poesía la noción de propiedad tanto como la de autoría son dudosas. Si uno intenta darse un paseo cartesiano entre ellas termina sucio y desorientado. En primer lugar porque quién es el autor de un poema? Bueno, no hay dudas de que alguien se pone al teclado y acomete acciones gramaticales, que al cabo de una serie de procedimientos conocidos y por lo general simples, encuentra una figura que ocupa poco del ancho de una página y mucho de su largo. De momento no tenemos  más que un escribiente y enfrente suyo un poema.
Bien, debo decir que yo he sido el escribiente de esta serie que el lector tiene ahora en sus manos. Qué son y qué quieren decir? Lo ignoro. Si alguna vez lo supe, no fue de manera demasiado despabilada y sólo por un momento. Luego el fárrago y la confusión los incorporaron a su orden. De la experiencia de escribirlos me queda la certeza de que tienen un sentido inquebrantable y que su existencia misma es la gestión permanente de ese sentido. Son como substancias químicamente activas. Pero, como decía, hoy no puedo ante ellos más que  cualquier lector con ganas de correr algunos riesgos. Puedo referir eso sí, algunas de sus circunstancias ambientales; externas. “Fueron escritos en borradores que no exceden mediados de los noventa. Luego fueron olvidados o aplastados en alguna pila de papeles, que en conjunto, hacen de mi casa un bosque de corales. Allí se decantaron durante 15 años. Debieron hacer burbujas pero no las advertí. Luego hacia el 2010 fueron reflotados y recibieron un largo maltrato, en ese acto de despotismo superior que es la corrección”.
Parecieran ser el “relato incongruente de un idiota…” (Shakespeare-Faulkner dixit) acerca de una etapa en la vida de un hombre (en el sentido de homo sapiens y también de homo viris): experiencias “humanas demasiado humanas” (Nietzsche dixit). De una manera fragmentaria y sobre todo defectuosa, intentan dejar un registro. Si ocurriera que ese hombre fuera el que firma este prólogo, aclaro que ya nada me importa de aquello. Lo que verdaderamente ocurrió, no es posible saberlo. Las imágenes y metáforas han sido tratadas como restos por un arqueólogo chiflado. Quiero aclarar que el arqueólogo de marras no soy yo. Debo decir “tampoco yo”.
Un poema no es una fotografía, un suvenir amarillento preñado de dulces recuerdos. Es un dispositivo de ejercicio activo de la mentira. Para verdades están las religiones, las disciplinas, los relatos familiares. Un poema es como un gato: miente y pacifica. Dice “te voy a mentir, lo voy a hacer siempre, seré fiel a mi contrato con vos, si alguna verdad extráes  será  sub-espetie de un rato de paz. Será como colgar tu cerebro al sereno, para que el rocío, la luz azul de la luna y el perfume de los yuyos, lo laven”.
En suma, vida escrita, vida vivida (no al revés). Sea quien fuere el que la vivió y sea quien fuere el o los que la escribieron, pueden estar en calma. Para que lo vivido termine alguna vez de ser perpetuo es menester hacer con ello un relato; como sea, oral o escrito, conexo o inconexo. En tanto olvido e insignificancia será perpetuo: nada del tiempo será colonizado por él. Vida para la muerte. Conjunto de estímulos sensoriales despojados de asechanza. Cataratas del Niágara vistas por TV. Es necesario que lo vivido abandone esa perennidad boba y se vuelva, caduco, real, mostrable. Esa consumación hará una inmanencia que de tan rotunda abrirá un filón de trascendencia en este mundo. Un Cielo en el que contemplaremos una modesta obra: haber pregnado el tiempo con algo que comenzó en un sordo trabajo de nutrición (las vitaminas, las proteínas, los aminoácidos, etc.), digestión y multiplicación ordenada de células y tejidos. Luego vino el tiempo de ponerse en puntas de pie ante el estupor de la cultura y las múltiples y multiplicantes posibilidades del espíritu. “Fijate que este animal alcanzó aquí un poco de humanidad”. Non plus ultra, ninguna otra trascendencia; ni biológica, ni escatológica. Un hijo tendrá que lidiar con lo suyo, no nos mejorará en nada con sólo llevar nuestro apellido. No habrá tampoco un dios que nos habilite en otro mundo, en el que justamente ni siquiera contaremos con la ventaja -me río al decirlo- única de morir.
Estoy queriendo expresar lo difícil que es para un ser humano estar en el mundo,  estarlo al menos cada tanto, y ser cada tanto humano. Pisar cada una de las pisadas con cada pie, oler cada acto presente como el cerdo huele los huevos de tortuga enterrados en la arena. Esa inmanencia radical (canto y festejo de este mundo) es toda la trascendencia a la que podemos aspirar.
El fin es un lugar invalorable pero arduo de conseguir. Hay que ser cumplidores y trabajar con denuedo y honestidad para pagar ese lujo. ¿Cómo podríamos decir con argumento que vivimos, si no hay un final que le dé relieve?

La paz de lo escrito me lleva a recordar la temática de estos trabajos: la paz del erotismo. Porque de lo que puedo columbrar, se trata de una serie de poemas que podrían encuadrarse en el sub género erótico o amoroso. Prefiero tomar el primer significante ya que el segundo está demasiado contaminado por las novedades que introdujo la tradición judeocristiana, como generosidad, caridad, consideración al prójimo, etc. Todos conceptos que sobrepasan en mucho el modesto y primitivo diálogo entre dos seres humanos que usan sus cuerpos como signos.
Alguna vez Octavio Paz definió el erotismo como “metáfora de la sexualidad”. Me resulta una definición muy atractiva y que pone claridad a un asunto básico como es el de deslindar la genitalidad de la sexualidad; lo meramente animal de lo humano: sólo los humanos tenemos la posibilidad de la metáfora. Con todo, todavía es algo inespecífica porque muchas actividades humanas son una metáfora de la sexualidad, y si no -creámosle a Freud- al menos son una sublimación de ésta. Me gustaría contribuir, que a dicha metáfora la realizan de consuno al menos dos personas, con intermediación de sus cuerpos y en la que cada amante reclama del otro al mismo tiempo que ofrece, la posibilidad de descansar de su propio ser. La meta es dejar de ser sin perder la vida biológica (milagro practicable, doy fe). Todas las expresiones dionisíacas (el arte en general, los “paraísos artificiales”, los éxtasis místicos de occidente y de oriente) aspiran a lo mismo, pero el acto erótico es para mi gusto el más convincente. El albriciamiento que se obtenga al final no encontrará una conciencia que lo entienda: por fuerza será póstumo.

La mayor condena de todo humano es estar prisionero de la cuna a la tumba en un único cuerpo y en una única subjetividad. Es agobiante estar todo el tiempo en compañía de uno. El hacer erótico, en su punto paroxístico permite despojarse del ser (ponerlo entre paréntesis) y por unos momentos recuperar lo que perdimos hace mucho en algún tramo de la evolución: animales del puro reino animal, sólo sensorialidad crispada.
El descanso transitorio encontrado es, a decir verdad, el único descanso verdadero: unos pocos instantes de vero sosiego.
Pero hay algo más. Octavio Paz también relaciona como íntimos tres haceres humanos: la poesía, el erotismo y la mística. En todos ellos hay una búsqueda (y parcialmente un hallazgo) de un mas-allá por medios dionisíacos: son experiencias de alteridad. Coincido  plenamente, pero de momento me gustaría de esa tríada, remplazar la mística por la santidad. En términos religiosos pueden parecer muy próximos, incluso sinónimos, pero no lo son. La primera tiene por objeto y meta la piedad, esa cualidad que consiste en el amor, la entrega y la aproximación a la Divinidad. La segunda tiene por objeto la compasión, virtud que sólo tiende a las criaturas mundanas; a Dios no, Él no necesita de nuestra misérrima y minúscula compasión.
Los amantes, en el acto erótico, están siendo compasivos en todo cuanto puede este obrar. Sin querer y de manera breve rozan una experiencia de santidad. Permitir que el otro deje por un momento de ser y descanse del insoportable peso del yo, es un acto de compasión. Digo que es un “obrar” y un “acto” para dejar claro que compasión y santidad no caen dentro del limboso terreno de los sentimientos, sobre todo de los “buenos sentimientos”, siempre incomprobables y más regodeos narcisistas que otra cosa. Se entiende, todo ello en las antípodas de la compasión. En el acto amoroso, ésta es algo que se comete al margen de la dirección volitiva. Somos inocentes, somos brutos, es decir animales: sin trama, sin plan. No buscamos otra cosa que beneficiar y cuidar lo que nos beneficia. Si al final nos quedamos en un estado de beatitud, será por habernos entregado a una acción que nos incluye y de la que no obtendremos mérito ni amonestación. La moral es una vereda que los amantes no caminan.
La santidad prodigada y obtenida no nos hará unos profesionales del rubro, es decir no nos hará Santos. Será breve, -como decíamos, involuntaria- y transitoria. Entendámonos, los hombres comunes no es que seamos malos, sino que practicamos la santidad en modestas cantidades.
Yendo a cuestiones menos abstrusas ¿qué hay de los poemas? Como lo previne al comienzo: nada tengo que decir. Ni los digo ni me dicen. Sólo he sido para ellos un incidente necesario pero en extremo insuficiente. Lo que tengan que decir lo harán ellos mismos, como lo quería Lutero de la Escritura, en una entente directa con el lector”.

 El firmante

 

El escabel epistolar del amor [Fragmento]
Ricardo Bianchi

“La única edición autorizada del seminario Le sinthome que Lacan impartiera durante 1975-76 contiene un conjunto de anexos, añadidos por decisión editorial de Jacques-Alain Miller. De esos anexos, hay un apartado entero, Nota paso a paso, que corresponde además, a su autoría. En la quinta de esas notas titulada Sublimación=escabel, Miller escribió: “A menudo Lacan nombró el medio elevatorio de la sublimación como operación ascencional con el término hegeliano muy conocido de Aufhebung. En su escrito “Joyce el Síntoma” le da el nombre más expresivo de “escabel”. De la cita, nos sorprende un desplazamiento tenue. Roland Barthes reconocía en el gesto de levantar la cabeza, un indicador del acto de lectura. Por qué erguimos la lectura durante la cita? Por la tenuidad con que Miller desplaza un significante desde la oralidad lacaniana hacia el escrito.  
El lector se sorprende porque –primero- en la única edición autorizada del seminario no hay ningún escabel. Pero, si el escabel no está en el texto establecido del seminario, dónde se autoriza el comentario milleriano de la nota cinco? Segunda sorpresa del lector, cuando encuentra el escabel en otro de los anexos, la conferencia Joyce le symptôme –homofónica al seminario- que Lacan dictó el 16 de Junio de 1975 en el gran anfiteatro de la Sorbona, durante la apertura del V Simposio internacional James Joyce. En el medio de esa conferencia Lacan afirmó que Joyce reservó para Finnegan’s Wake la función de escabel de su obra. Y –tercera sorpresa- Miller recoge la figura del escabel de uno de los Otros escritos de Lacan, homofónico al seminario y a la conferencia. Recién entonces, cuando leemos el desplazamiento que muestra la nota milleriana del escabel hasta el escrito, descubrimos cuál es el fundamento de nuestra sorpresa: la gramática del escabel.

El escrito de Lacan, Joyce le Symptôme, fue publicado en 1979 en la recopilación Joyce & Paris, 1902… 1920-1940… 1975, coedición del CNRS y Publications de l’Université Lille-3 de las actas del V Symposium International James Joyce, realizado en París del 16 al 20 de Junio de 1975. Esta edición imprime el nombre Docteur J. Lacan al final del escrito. Durante esas cinco páginas de Joyce le Symptôme, Lacan repitió su escabel: hessecabeau, escabeau, S.K.beau, escabeaustration, hissecroiebeau, escaptôme, escaboter

Hay un viejo libro de Jean Allouch, lettre pour lettre, publicado en 1984 por Editions Érès. El propósito anunciado de su autor es introducir un tríptico en la doctrina psicoanalítica: transcribir, traducir, transliterar. Este tríptico supone tres modos del escrito. Transcripción cuando, como en la escritura fonética, lo que determina al escrito es el sonido. Traducción cuando lo que determina al escrito es el sentido. Transliteración cuando lo que determina al escrito es la letra. Allouch fundamentaba el tríptico en la lógica ternaria de Gottlob Frege: Zeichen, Sinn y Bedeutung.
Hay en este viejo libro de Allouch un programa después abandonado. Habría que retornar a lettre pour lettre. El programa de Allouch se proponía esquematizar “lo que serían los diversos modos de la lectura” según las disposiciones dominantes del tríptico. Del libro recogeremos dos indicaciones. Una, la diferencia entre la asonancia y la homofonía. Allouch asociaba la asonancia a la transcripción mientras que “la transliteración –decía- escribe la homofonía” y añadía que “la homofonía es uno de los nombres de la no-identidad consigo mismo del significante. Ella es un modo del equívoco”. Segunda indicación: “El nombre propio no se traduce” … No leeremos –advertía- “Kierkegaard como Cementerio”. Allouch repetía lo que Lacan había dicho en la sesión del 9 de Enero de 1973: Joyce no es legible porque no puede traducirse. Lo mostraba con el escabel joyceano: Finnegan’s Wake es un lapsus. Y el lapsus y Joyce no se traducen… se transliteran. Pocos años después, en la primera sesión de Le sinthome, Lacan repetiría: “es únicamente por el equívoco que la interpretación opera”.

Miller en la quinta de sus Notas paso a paso traduce, lee el escabel lacaniano según el sentido. Escabel=Aufhebung=tarima. Por el contrario nosotros leeremos el S.K.beau que Lacan escribió en Joyce le Symptôme como una transliteración. Una transliteración de un nombre propio, las iniciales de Sören Kierkegaard.
Kierkegaard es l’ S.K. beau de Lacan”.

Escaques (Este escrito corresponde a una lectura del Simposio que organizó Colectora en 2013 cuyo nombre fue: “El analista, su institución”)  [Fragmento]
Ramiro Elías y Juan Pablo Gonella

“Empieza el conteo. Caída libre....5,4,3,2,1. Lo inminente no ocurrió.
            A punto de estallar, inminente la conclusión: “sólo hay repetición”, “hay un síntoma compartido”, “una pregunta incontestable”. Algo se retardo, dislocándose desde el futuro. Un hallazgo, una pausa, una coma. Dentro de la coma un enunciado quieto, quiescente, en silencio. Muchos miraron hacía allí... y como aquella mirada que descubre, al azar, la punta de la cola, amenaza, seduce. Invita.
            La pregunta, la invitación era clara. Claramente tramposa. Escritura y cese, dos movimientos inconscientes, elaboración psíquica. No confiamos demasiado en la positividad de aquel enunciado, sabemos que por momentos estamos tentados a... Y hay quienes se comen “la coma”, quienes comen [la] institución.
Hay también escritura. Escritura suave, escritura fuerte; incluso escritura de lo indeleble, de lo inolvidable. Se escucharon relatos de aquello que hubo, de por qué hubo y ya no hay. Pues lo indeleble lejos de ser un intento de seguir escribiendo, tan necio como necesario, es la detención de la escritura, la creación del universo, la opción por la fijación frente a la ficción. ¿Necesitamos escuchar el relato de una política necia que incluya lo imposible? Puede que sí, mas que este advertida de ello; pues a saber: la necedad está en el relato pero también en la escucha. Pues si el relato devora lo imposible, corremos el riesgo de empezar a creer en ello, de poner una “y” allí donde colocamos “la coma”.
            Así como para algunos se trató sobre el brillo, de ese brillo díscolo que recuerda a Antígona, para otros se trató sobre la perpetuación de lo fundado en aquel Nürnberg, incuso otros se adentraron en la destitución como modo de existencia. Algunos se mantuvieron en silencio y sueñan la fuga como modo de estar.
Puede ser esto una suerte de bestiario, pero uno muy especial. El bestiario psicoanalítico. Aunque por momentos se presenta más como un mapa que muestra recorridos hechos. Senderos que se pierden, que se encuentran, que se bifurcan y vuelven. Cuarteados muchos, pantanal.
            Todos dieron testimonio. Ahora bien en aquellos testimonios ¿el analista?”

¿Reforma del Plan de estudios o reforma del entendimiento? [Completo]
Juan Bautista Ritvo

“En la reunión inaugural de docentes que apoyan la candidatura de Héctor Franch, hablé sobre la reforma del plan de estudios, apoyándome en un párrafo del borrador de plataforma que menciona los límites de un plan inspirado en Pichon Riviére y Bleger.
Quiero ahora, para situar un debate que podemos esperar escape a los discursos de campaña, resumir y precisar los criterios y las propuestas de mi intervención.
Empiezo por enumerarlos.
1. El programa actual es ecléctico, enciclopedista; aspira a una totalización de la experiencia humana que, en definitiva, no hace sino sumar los prejuicios y sofismas de todas las disciplinas humanistas, y se coloca así, en tensión y hasta en contradicción con la orientación de las mayoría de los docentes; ya que el blegerismo, se sabe, hace rato ha entrado en el museo; y por razones válidas más allá de la rotación de las modas.
2. Como el programa sus fundamentos suponen ambos que hay integración posible del psicoanálisis con las distintas vertientes psicológicas, el efecto de este supuesto produce confusión y parálisis. Es urgente, entonces, discriminar y diferenciar un ciclo básico común que abarque la primera parte de la carrera y una segunda destinada a las especialidades: clínica psicológica y clínica psicoanalítica, psicológica forense, psicológica educativa; enumeración que, indudablemente, es ejemplificativa y no exhaustiva. Diferenciar psicología de psicoanálisis es preciso para conciliar los requerimientos de una carrera universitaria, con la exigencia de demarcación sin la cual la racionalidad pierde terreno.
3. Ahora bien, la selección de contenidos para este ciclo básico (que propongo sea de igual extensión que el ciclo de las especialidades), sin carecer de importancia -la tiene y mucha-, es con todo menor que la orientación que pueda tener; es por ello que hablo, desde el título, de una reforma del entendimiento. Más que una historia y una sistemática de la psicología (¿cómo desdeñar el hecho de que la psicología en su conjunto fue, hasta bien entrado el siglo XX cuando empezó a vivir en contra y a favor del psicoanálisis, ese cimbronazo que inaugura el siglo, una pariente pobre de las humidades?), el ciclo básico reclama (voy a repetir una expresión de Pablo Zöpke en esa reunión) apoyarse en las humanidades: es decir, en aquello que nombra hoy el lugar de la resistencia contra las técnicas y las instancias que expulsan el lugar del sujeto. De esto que es decisivo, hablaré más adelante.
4. Reformar este ciclo, discriminar y muy prontamente las diferentes opciones de la carrera, puede preparar el terreno (a la inversa de lo que sucede en la actualidad) para una reforma tanto del posgrado como del doctorado. En ambos domina lo mismo que impera en el grado: ausencia de espíritu crítico, eclecticismo, culto a la enciclopedia escolar (desde luego no a la Enciclopedia iluminista, ajena a los devaneos de nuestros preconciliares), invocación de una ciencia reducida exclusivamente a sus más banales estereotipos, culto exacerbado de los títulos, antecedentes, nominaciones escolares, grados pre y pos-pos-posterciarios (¿dónde termina la fuga hacia lo indefinido?), sin atención a los rendimientos efectivos, los cuales recuerdan la conocida expresión “parto de los montes”: tronó la montaña y parió un ratoncito.
5. Una mención especial es preciso hacer sobre la participación de los estudiantes. Tengo la impresión (que es algo más que una impresión, es honesto decirlo) de que salvo alguna excepción, las instituciones estudiantiles que nos importan, se han refugiado –con justificaciones sin duda válidas- en la defensa del pasado. Pero ¿es posible vivir (sobrevivir sí, claro) haciendo propaganda del pasado? ¿No es ese el sendero por el cual avanza la derecha, confiada en que la izquierda es memoria y ellos son el futuro de la República?
Me interesa, ante todo, detenerme en el punto tercero.
El rector de la Universidad de Bs. As. decía hace poco que no había que confiar demasiado en la demanda educativa, porque ella se limitaba a dos puntos: computación e inglés. Y agregaba que había que enseñar a los universitarios a leer textos, a pensar, a inventar.
¿No se confunde, en la enseñanza actual, el nombre de los objetos del saber con las operaciones que son necesarias para producir un concepto o más precisamente una red conceptual?
Cuando nosotros, docentes, pongo por caso, tomamos examen conforme a una larga y no reflexionada y por ello mismo presente, pesadamente presente, tradición pedagógica, nos conformamos con la mecánica de evocar nombres: nombres de conceptos (y no es lo mismo el nombre en el sentido léxico del vocablo, que el acto de nombrar, que va por otra vía), nombres de temas, nombres de entidades, todo eso vinculado a la memoria mecánica y taxonómica. Es el aspecto más superficial e insignificante del saber, al que sería mejor denominar, conforme a Lacan, como simple conocimiento. Pero lo que está proscripto, radicalmente proscripto, es el saber hacer. De la Universidad y no sólo entre nosotros, el saber hacer ha sido proscripto; el saber en el sentido más auténtico de la expresión, implica la posibilidad de abrirse a lo no sabido pero que puede saberse con los medios de que se dispone. Opera a partir de una incógnita y de una fractura y apuesta alcanzar lo nuevo. Mas entre nosotros, el saber es un saber hecho, terminado, facturado por completo y con el cual lo único que pueda hacerse es, simplemente, reproducirlo para ostentar así la participación en un rango, en un título, en un galardón.
¿Dónde ha quedado la función crítica del saber?
Por ello, en el diseño del plan y de su operatoria, es preciso atender, desde luego, a los contenidos, los que deberían incluir desde la filosofía hasta las ciencias formales, mas antes que nada al método por el cual es posible alcanzar la transmisión de una operatoria, de una gramática y una retórica de la transformación que permita descifrar un texto, pensar algo no pensado, inventar respuestas para preguntas y preguntas en busca de su respuesta.
Voy a dar un ejemplo sencillo: es mucho más fructífero dar a un alumno, para evaluarlo, un fragmento clínico para que lea allí las articulaciones del deseo, que la transitada reiteración mecánica de artículos y libros cuya absorción puntual nada significa. E incluso, cuando se trata de simple experiencia de lectura, es más productivo dar a leer un párrafo particularmente difícil, que exigir el inventario tontamente enciclopédico, agobiado de fechas, nombres prestigiosos, citas de autoridad.
Lo que está en juego es, justamente, el lugar del sujeto, ese sujeto que sólo puede entender si, y sólo si alcanza a localizar los huecos, las fracturas, las incompletitudes de un texto.
Al mismo tiempo, es necesario devolver a los términos su espesor histórico, su espesor semántico, los obstáculos a los que está ligado y las resistencias que lo desvían. Y ese vocablo ya nombrado –“sujeto”- debería ser devuelto a su estatuto enigmático, opaco, en lugar de hacer de él el nombre prestigioso y fetichizado que hoy recubre nuestra ignorancia.
Tocamos aquí el espíritu de la Reforma Universitaria, reducida simplemente a tres banderas: laicismo, gratuidad, gobierno tripartito.
Pero esos instrumentos eran la consecuencia de la formación de un espíritu crítico que debía, conforme a su postulación inicial, tomar la delantera en todos los problemas que agobiaban a la Nación y formular nuevas propuestas.
La Universidad, embalsamada en la resistencia y en la conservación, donde mejor es representada es en las instituciones estudiantiles progresistas. La mera propaganda, la difusión mecánica de consignas que se devalúan a medida que circulan sin examen, ha llevado hace años a puntos muertos. Se corre el peligro de identificar a la izquierda con el pasado y a la derecha con el futuro”.

La decisión por el psicoanálisis y la transmisión de la experiencia. 2008 – 2012 [Fragmento]
Juan Alberto Manino

“Dos cuestiones son puestas en juego en los “grupos de transmisión de la experiencia de psicoanálisis”. Por un lado, la decisión por los fundamentos del psicoanálisis para realizar su práctica, por otro la experiencia, volcándola en lo que nos promueve al análisis de su transmisión.
La decisión por el psicoanálisis y la experiencia nos permite delimitar un espacio que sea de interrogación, es decir, de puesta en cuestión de la transmisión misma; sin duda exceden el que sean pensadas como un dominio de proposiciones analíticas “correctas” al modo de cualquier acto de transmisión de un saber ya aprehendido; tal como ocurre en general con las proposiciones tecno-científicas en el ámbito de las “actualizaciones” de los tratamientos provocado por la admisión de alguna última teoría que se agrega al protocolo de actualización vigente.

En los grupos de transmisión de la experiencia del análisis, no se trata entonces, ni de super-visar, ni de controlar -desde una posición exterior a la experiencia- lo que se supone deba ser o lo correcto, o lo deficitario, o lo incorrecto de las  intervenciones de aquellos que han decidido realizar su práctica teniendo en cuenta los fundamentos del psicoanálisis.
                                                                                
Por lo cual no es válido pensar la cuestión desde otra práctica de discurso, nos centraremos en una práctica de discurso que sea propia al psicoanálisis. Donde la experiencia que se realiza a partir de la decisión por un psicoanálisis y teniendo en cuenta que es “in fieri” –que de hecho, es un hacerse de palabras que circulan entre el decir y la escucha-  al ser puesta en relato insta a quienes lo escuchan a un decir en segundo grado. Tiempo en el que el analista, en retroacción de lo escuchado por sus colegas podrá apropiarse de los recursos que estaban enajenados en las figuras del “deber ser y deber hacer” con que se demanda una supervisión. 

Es partir de afirmar que “un psicoanálisis es”, que lo que el psicoanálisis tiene para pensar se realiza de determinada manera. Que esta determinada manera de hacer cabe al analista y solo a él, implicará tener en cuenta que solo a él le cabe también la decisión de que podrá ex-ponerla a la atención de los colegas que lo escuchan; en espera de que su mensaje retorne. Por lo cual este acontecimiento de la transmisión se produce en un doble movimiento: del analista a sus colegas y desde los colegas al analista. Doble movimiento del que no se pueden excluir los modos operantes del instante de la mirada, del tiempo de comprender y del momento de concluir”.

Das Ge-stell. (El emplazamiento) [Fragmento]
Martin Heidegger
Traducción y notas: Nicolás Gelormini

“¿Qué quiere decir “emplazar” [stellen]? Conocemos el término por las expresiones: exponer [vor-stellen], fabricar [her-stellen] algo. De todos modos debemos dudar de que nuestro pensar esté a la altura del alcance, simple y apenas ponderado, de estas expresiones.
¿Qué quiere decir “emplazar” [stellen]? Pensemos primero desde el fabricar [Her-stellen]. El carpintero produce una silla, pero también un ataúd. Lo fabricado no se superpone con lo meramente confeccionado. Lo emplazado en el aquí [ins Her Gestellte] está en el territorio de aquello que nos incumbe [angeht]. Ha sido emplazado hacia aquí, en una cercanía. El carpintero de la montaña no elabora una caja para un cadáver. El ataúd está emplazado ahí de antemano en el lugar elegido de la granja, donde todavía yace el campesino muerto. Al ataúd aún se le dice allí “árbol fúnebre” [Totenbaum]. En él prospera la muerte del muerto. Este prosperar determina a la casa y a la granja, a los que allí viven, a su linaje y a sus vecinos.
Diferente es todo en una industria funeraria motorizada, de la gran ciudad. Ahí no se produce ningún árbol fúnebre.
Un campesino emplaza [stellt] su animal para arrastrar por los caminos del bosque los troncos caídos. No emplaza-hacia-aquí [stellt her] al animal, para que esté en cualquier lado. Emplaza-hacia-aquí lo emplazado [stellt das Gestellte] de modo tal que éste se vuelva hacia fuera [hinweg wendet], hacia una utilización [Verwendung].
Varones y mujeres deben ponerse a disposición [sich stellen] para un trabajo. Son solicitados [be-stellt]. Son alcanzados por un emplazar que los emplaza, es decir, los exige [anfordert]. Uno emplaza al otro. Lo incita. Lo emplaza. Exige de él información y cuentas. Lo desafía. Introduzcámonos más en este significado de la palabra emplazar [stellen] para experimentar lo que se da en aquel solicitar [Bestellen] a través del cual el stock constante subsiste y así es stock constante [Bestand].
Emplazar [stellen] dice ahora: desafiar [herausfordern], exigir [anfordern], obligar a posicionarse [zum Sichstellen zwingen]. Ese emplazar sucede como la puesta-a-disposición [Gestellung]. En la orden de ponerse a disposición [Gestellungsbefehl], la puesta-a-disposición se dirige al hombre. Pero el hombre no es, dentro de lo presente, considerándolo todo, lo único presente que es incumbido por la puesta-a-disposición”.

Saná al Perinola! [Completo]
Ricardo Bianchi

“Porque no hay vía canónica para la santidad, a pesar del queer de los Santos, no hay vía que los especifique, que haga de los Santos una especie”.
Jacques Lacan. Joyce le symptôme.

La oportunidad de este escrito es doble. En su origen se encuentran un performativo y un lapsus.
En los meses previos al viaje de Adrián Ortiz a Rosario para participar (1) en el seminario Nadja 2012, Juan Alberto Manino quien había cursado la invitación que permitió ese viaje y además organizó, coordinó y participó en el encuentro, me acercó un par de ejemplares del número 14 de la revista Poubellication (2), dirigida precisamente por nuestro invitado.
En la primera sección de la revista, la de mayor amplitud del número, bajo el título de Psicoanálisis interpelado, se publican un conjunto de artículos cuyos prestigiosos autores permiten augurar –en muchos casos- un devenir prócer. Este conjunto heterogéneo de artículos -de su lectura se concluye la imposibilidad de un género- marchan orientados, como indica el Editorial de la revista, “hacia un cambio del paradigma sexual” en nuestra época. En esa sección se editan trabajos dedicados a la sexualidad de los hombres gays, al feminismo, lesbianismo, travestismo y transexualismo y a la cuestión queer. A través del conjunto se repite –el criterio de los editores privilegia este rasgo común y transforma la sección en una serie- una resonante confrontación con el discurso psicoanalítico.  

El lapsus del comienzo se deja leer en la página 7, en el Editorial de la revista. Los ejemplares que me había alcanzado Beto Manino circularon. Y uno fue para Pablo Zöpke. Como para Pablo la lectura empieza en los márgenes, advirtió antes que nadie el lapsus: “el falo al moco”. Y lo leyó como un chiste. En el ejemplar que había reservado para mí, se podía leer el lapsus enmendado con birome. Se había pasado de “moco” a “modo”, como si fuera una errata, c en lugar de d.
Todavía no deja de sorprenderme lo extraordinario de ese lapsus –tan extraordinario como todo lapsus- donde un acto de lectura aparta enunciado y enunciación. Leí el Editorial después de conversar con Pablo. Entonces miré y primero leí, el falo al moco, como figura de la detumescencia. Volví a mirar y entonces leí, del falo al moco, como metáfora de la abyección.
Tal como el lector se imagina, el falo al moco resuena en la metáfora moco de pavo. Hay un equívoco en esta vieja metáfora porque el moco de pavo es a la vez tan imponente como flácido. El moco de pavo incardina semejanzas y las vuelve inquietantes. Tan inquietantes que me sugirieron la prisa en la demanda del título, cuando el lector se orienta por el sentido. ¡Saná al Perinola! 
Perinola es esa especie de trompo –o peonza- que una vez que la hemos puesto a girar tomándola por el manguillo, echa nuestra suerte cuando cae.
Evocamos aquí el libro de Pascal Quignard, El sexo y el espanto, mostrando el asombro de la transposición entre el fascinus y la mentula, que recoge lalengua latina. También evocamos la sesión del 6 de Marzo de 1963, cuando Lacan afirmaba que las consecuencias de la caída del falo dominan la formación del síntoma. La orientación clínica del seminario 1962-63 diseñaba un esquematismo del síntoma –histérico, obsesivo y fóbico- y de las perversiones. Lacan afirmaba –esa era la apertura misma del seminario- que hay de la angustia. Y escribía los algoritmos que testimoniaban esa instancia, el Autre con mayúsculas pero barrado y el objeto a. Habría que repetir, releyendo la primera sección de la revista que comentamos, la pregunta de Lacan al término de esa sesión: “¿qué relaciones tiene la angustia con éros?”.
Leemos el final del Editorial del número 14 de Poubellication: “Pretendemos que ese modo de pensar las diferencias sexuales –se refiere a quienes fundamentan ese cambio de paradigma sexual- como efecto de una red de representaciones y discursos, repercuta en el campo analítico a fin de deconstruir nuestro modo de pensar las posiciones o diferencias según una sola referencia central: el falo al moco…”. La pretendida deconstrucción comenzaría entonces cuando no hay falo al moco, cuando angustia, no hay. La pretensión sería así fundamentar una erotología homo. La erotología analítica, en contrario, afirma el fundamento héteros del éros.

Quizás el lector se imagine ya, que como metáfora de la abyección, del falo al moco, se refiera a los capítulos del libro, “Qué quieren los hombres gays? Un ensayo sobre el sexo, el riesgo y la subjetividad” de David Halperin, publicados en la apertura del número, dentro de la sección Psicoanálisis interpelado. El ensayo de Halperin pone su fundamento en la figura de la abyección. Una de las tesis del libro pretende que la abyección no ocupa un lugar clave “en los escritos ni de Freud ni de Lacan”, que “no se origina en el psicoanálisis” porque “es queer” (3). Después volveremos sobre esta inexacta ausencia del significante, de modo particular en los escritos de Lacan.
La tradición francesa de donde Halperin recoge la abyección enhebra el libro de Julia Kristeva, Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection de 1980, la extensa introducción de Jean-Paul Sartre a las obras completas de Jean Genet, titulada Saint Genet, de 1952 y el libro de Marcel Jouhandeau, De l’abjection, de 1939.
Nuestra metáfora, del falo al moco, encontraría su lugar en la famosa escena de El milagro de la rosa, de Genet donde un grupo de pibes en el reformatorio de Mettray atormenta a otro de nombre Bulkaen, forzándolo a permanecer de pie, con la boca abierta, a cierta distancia, mientras se turnan tratando de escupirle adentro. Pero Halperin desoculta la escena como una historia de amor. “Genet no fue testigo de esta horrible competencia, incluso ni estaba en Mettray en esa época. Otro chico que estaba enamorado de Genet, y que supo que Genet había estado enamorado de Bulkaen, le contó a Genet con malicia el episodio, pensando que eso rebajaría a Bulkaen ante sus ojos, convirtiéndolo en un objeto de escarnio e irrisión. Pero la vergüenza de Bulkaen sólo inspiró en Genet su identificación y amarlo todavía más”. Halperin concluye que Genet decidió “contar la historia en primera persona” porque quería “hacer suya la abyección de Bulkaen”. Y enseguida cita El milagro de la rosa. “Así como una vez otros llevaron sobre sí mismos el pecado de la humanidad, yo voy a llevar sobre mi ese exceso de horror que le hicieron soportar a Bulkaen” (4). Halperin muestra que Genet, tomando el lugar del otro, repetía un sacrificio semejante al de Cristo. Un par de páginas atrás había concluido lo mismo de la lectura del último capítulo del libro de Jouhandeau, Elogio de la abyección. “Descubrió –Jouhandeau- que el efecto de su perversión era conducirlo, a través de la experiencia de la abyección, por un camino exactamente paralelo al de la santidad (sainthood) –aunque en una dirección opuesta” (5).
Recuerdo aquí que el escrito de Halperin publicado en Poubellication declara desde el comienzo cuál es su propósito, pensar el erotismo gay masculino “incluyendo sus dimensiones más sórdidas, sin invitar a la acusación de patología” (6).
Esta referencia –a una acusación de patología- insiste a través de la revista proponiendo una confrontación sorprendente. Marta Iturriza en la página 69 enuncia su intención de establecer un posible anclaje para “una resistencia contra la psicopatologización del psicoanálisis”. Cuando el lector arriba a esa página, tan sugerente por la simetría de su número, no deja de preguntarse ¿qué perduraría de la clínica psicoanalítica si desaparece la patología? Sabemos que quizás la clínica desaparezca, muchos clínicos lo vaticinan desde hace algunos años. Pero permanece enigmática para el lector de la revista, ¿cómo es esa desaparición de la patología (7)?
La acusación de patología que inquieta a Halperin es la del masoquismo. Le preocupa apartar la abyección –figura que reclama para el erotismo queer- del síntoma masoquista esquematizado en la tradición de la clínica psicoanalítica. “La abyección no manifiesta específicamente un deseo de muerte o una pulsión de muerte… o un placer en el sufrimiento”, leemos en la página 29, y en una cita a pie de página recuerda que los psicoanalistas pueden objetarle no reconocer la cuestión del goce. Halperin escribe jouissance y el lector interpreta ahí una obvia referencia a Jacques Lacan. 
 
David Halperin afirma que para el erotismo queer la abyección no es el problema sino al revés, la solución (8). Una auténtica sorpresa. Porque Lacan en su seminario del 8 de Mayo de 1963, decía lo mismo del “milagro” de la posición masoquista, “la solución cristiana”. Durante ese mismo seminario en sesiones precedentes, del 16 de Enero y 6 de Marzo de 1963, había esquematizado el síntoma masoquista en una dialéctica en dos momentos. Un primer momento donde el masoquista aparece en la función de déjet, neologismo que condensa déjection y jeter, deyección y arrojar. Lacan mostraba que posicionarse como objeto, “reconocerse como objeto de deseo” enmascara –para el masoquista- un segundo momento del síntoma, orientado hacia la angustia del Autre, hacia su barradura. Esta dialéctica es un teatro clínico porque el masoquista está sobre la escena y Lacan afirmaba que “el goce del Otro al que apunta es fantasmático”, un montaje del síntoma, una suposición no sin consecuencias. Gilles Deleuze en su extensa presentación que preparó para la edición francesa de la novela de Leopold von Sacher-Massoch, La Venus de las pieles, ha demostrado cuál es la estrategia masoquista destinada a confrontar con la ley edípica, con la ley del padre. Para Deleuze esa estrategia es el humor, interpretado como un descenso desde la ley hacia sus consecuencias. Desestimación por la vía del absurdo, el humor masoquista burlaría la ley mediante un cumplimiento excesivo. O como mostraba Lacan en las sesiones citadas, el masoquista denuncia que quien determina la ley es el deseo del Otro. Por eso tanto en el Seminario 1962-63 como en Kant con Sade, para escribir el algoritmo del opaco fantasma masoquista, sustituye voluntad de goce a deseo. Y recordamos que en la Historia de la Filosofía la voluntad es un atributo inseparable de la libertad.
Halperin –todavía en la revista- rechaza la interpretación psicoanalítica de la abyección como perversión porque destruye “los vínculos de amor y solidaridad que la narrativa de Genet forja entre los abyectos” y cita a Sartre quien no confundía libertad con psicopatología.
Antes, cuando evocamos a Halperin citando El milagro de la rosa, mostramos que el nudo de la abyección –queer- enreda el amor y la identificación al deyecto. Ahora convendrá mostrar cómo se anudan la libertad y cierta santidad vuelta del revés, recogida del libro de Jouhandeau.
Augustinus en su tratado De civitate Dei (9) consigna una extraordinaria paradoja asociada a la figura del liberum arbitrium. En el capitulo XXX del libro XXII, hacia el final de la obra, leemos que por el primum liberum arbitrium que se dio al hombre, pudo no pecar, pero también pudo pecar; y el autor enseguida se pregunta –pregunta que leemos como un síntoma- ¿porque Dios no puede pecar, tiene negado el liberum arbitrium? Yendo a la cuestión misma, si Dios aparece en la teología agustiniana como aspiración e inspiración para el liberum arbitrium, el único fundamento que permite nombrar como absoluto a ese liberum arbitrium, es una causa no eficiente –efficientem causam- sino una causa deficiente, deficiens (10). En la lengua latina deficio traduce separarse, apartarse y defectio puede leerse aquí como rebelión o revuelta. Esta referencia permite interpretar cuál sería la vía para una santidad bajo dirección opuesta, cuyo descubrimiento Halperin atribuye a Jouhandeau.

Para Lacan ese milagro de la solución cristiana supone que en el reparto de la père-version en esa tradición, “el masoquismo es para el hijo” (11). En la sesión del 6 de Marzo de 1963 decía: “Dios no tiene alma… Sin embargo, el cambio radical de la perspectiva de la relación con Dios empezó con un drama, una pasión, en la que alguien se hizo el alma de Dios. El lugar del alma debe situarse en el nivel de a, de objeto caído”, en una tentativa dirigida a provocar la angustia de Dios.

Habíamos dicho antes que Halperin incurría en inexactitudes cuando negaba la instancia del significante abyección en los escritos de Lacan. En la reseña del Seminario …O peor, publicada en el número 5 de Scilicet en 1975, leemos ese significante cuatro veces en un par de páginas. En este escrito, abyección nombra el lugar donde el analista es promovido en la clínica, “a leer como el objeto a minúscula, o bien abjet” (12). Este significante es homofónico con abject, abyecto. Halperin también se equivoca entonces cuando afirma que Lacan no usa abyección con un sentido técnico. Así el abjet lacaniano repite –Halperin diría replica- el abject queer. Sólo la jouissance, entre uno y otro, los separa. Qué paradoja, Lacan esperaba producir santos, Halperin también. Pero ¿hay un conjunto que contenga a todos los analistas? Y uno que contenga a todos los abyectos? En ese caso… ¿serían el mismo conjunto?

Escogimos un epígrafe impiadoso, tanto con unos como con otros. Sartre –citado por Halperin- no se equivocaba, la santidad atenta contra la comunidad. Para Allouch serán minorías sexuales. Minorías sexuales que quedan delimitadas por una práctica erótica específica (13). Proponemos al lector que habiendo llegado al final, vuelva a leer nuestro título, pero ahora como un performativo. Bastará con que ahora, en vez de traducir, translitere, para enunciar una bienvenida. 

Notas

(1) Puede leerse esa intervención, El amor de Lacan a Freud, en este número de la revista Nadja. El psicoanalista Adrián Ortiz viajó desde Buenos Aires el 12 de Noviembre de 2012, acompañado por Marta Iturriza, también psicoanalista. Ambos coordinan el Seminario Identidad y sexualidad, en la Secretaría de Extensión Universitaria, Facultad de Psicología, UBA.

(2) Poubellication Nº 14, editorial Sedimentos, Noviembre de 2011, Munro, Buenos Aires.

(3) Idem ant. Pág. 13.

(4) Idem Pág. 17.

(5) Idem Pág. 15.

(6) Idem Pág. 11.

(7) Para esta cuestión remitimos al lector a las mas recientes publicaciones de Pablo Zöpke, Rigodón –primera y segunda parte, edición del autor, Rosario 2009 y 2010- y a sus intervenciones en el Seminario de la revista -2010 y 2011- en la librería rosarina Homo Sapiens, Madamme Bovary soy yo y Bulevar, publicados en el número 14 de Nadja, Lo inquietante en la cultura, Ediciones de las 47 picas, Rosario Diciembre de 2011.

(8) Poubellication Nº 14. Op. cit. Pág. 28.

(9) Augustinus. De civitate Dei. Liber XXII, Caput XXX La felicidad eterna de la ciudad de Dios, y el sábado perpetuo.  Obras de Agustin. B.A.C. Volumenes XVI y XVII. Madrid, 1978.

(10) Ver Libro XII, Capítulo VII. No hay que buscar una causa eficiente de la mala voluntad. Op. cit. Pág. 767.

(11) Jacques Lacan. Seminario El sinthome, 1975-76. Paidós. Buenos Aires, 2006. Pág. 82.

(12) Jacques Lacan. Otros escritos. Paidós, Buenos Aires, 2012. Pág. 576.

(13) Jean Allouch. Lacan y las minorías sexuales. En Jacques Lacan. Psicoanálisis y política. Yves Charles Zarka director. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 2004.

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