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Revista temática de carácter independiente

Número 17:
La querella de los géneros
[160 páginas. Ediciones de las 47 picas. Rosario, diciembre 2014]

Sumario

¿El género: trans, homo o hétero? Ricardo Bianchi

Seminario Nadja 2014: “La querella de los géneros”

¿Es el falo un mito? Juan Bautista Ritvo
Giacomo ¿de qué sexo era Joyce? Pablo Zöpke
Teatro, roles sociales y gramática: la (s) querella (s) de los géneros en Tesmoforiantes de Aristófanes. Marcela Coria
Poesía y drama en La tierra baldía. Sergio Cueto

Lectio:

La masculinidad según Martin Amis. Nicolás Mavrakis
El psicoanálisis interpelado (o, hay-relation-sexual y no-hay-rapport-sexual) Claudio Cabral
Fellaennui. La erótica tríbade. Ricardo Bianchi
La reparación de un enlazamiento. De los géneros topológicos al nudo borromeo. Héctor Franch
El falo y su más allá: observaciones sobre algunos tratamientos de lo masculino y lo femenino en el San Genet de Sartre. Bruno Carignano
“El viajero del inconsciente”. Yo y el ambiguo. Gustavo Fdel
Moria Casan-Ego de alcance popular. Natalia Bianchi
La cortina de cretona negra. Ricardo Héctor Bianchi

Translatio:

De un discurso al otro, la denominada institución del control. Jean Clavreul. Traducción de Juan Alberto Manino

Librarius:

Tarde Abedul (poesía). Alejandra Méndez

La mancha. Suplemento

¿Es el falo un mito? Juan Bautista Ritvo[Fragmento]

“Bueno, me alegro que alguien se haya inquietado, claro, la querella de los géneros… qué tendrá que ver preguntarse si el falo es o no es un mito, bueno ya van a ver que sí, pero no quiero meterme directamente en la problemática de los géneros porque saben dónde conduce, nos va a llevar a otra charla que en este momento no me interesa. Yo tengo una estrategia que es la siguiente, cuando se cuestionan ciertos problemas aparentemente actuales, yo digo bueno, lo que estaba aparentemente resuelto interroguémoslo. Esto a mí me ha pasado en varios lugares, por ejemplo las discusiones sobre los matemas de Lacan o sobre lo que Lacan llamó lalangue y yo empezaba a preguntarme, pero todo esto obvia que hay que discutir qué es un significante, cosa que aparentemente todos sabemos, todos estamos muy seguros de qué es un significante, o cómo se puede categorizar la noción del significante. Y digo bueno, el problema está más atrás, acá también pasa lo mismo, hay toda una querella en torno a los géneros, que eso lo podemos discutir después obviamente, pero me interesa volver un poco más atrás porque todo esto da por sobre entendido que sabemos de qué se trata cuando hablamos por ejemplo del falo, no? Yo lo que digo en torno al falo y esto no es ningún misterio, aunque el falo haya aparecido con los misterios religiosos de los griegos de que hay una convergencia de problemas nunca resueltos y nunca suficientemente planteados desde el psicoanálisis sobre la problemática fálica. Esto es así. Voy a partir de uno de mis autores favoritos para caerle porque me parece un tipo muy inteligente y al mismo tiempo excesivamente prudente y respetuoso de las ortodoxias. Y que así revela cosas y al mismo tiempo termina ocultándolas, me refiero a Guy Le Gaufey, un libro que ustedes habrán leído supongo sobre El no todo de Lacan. En determinado momento dice, inicialmente en Lacan el falo era un término polifónico. Subrayé el termino polifonía, pero por qué, porque si uno habla de polifonía habla de múltiples voces que de algún modo tienen algo en común porque la estructura es única, no hay dispersión pero hay muchas voces. ¿Qué pasa con estas voces? Y él menciona entre otras cosas el hecho de que Lacan lo define al falo en no sólo distintos niveles, real, imaginario y simbólico, sino además de muy diversas maneras, por ejemplo lo simbólico cuando habla de que, y él mismo lo cita, el problema que plantea el hecho de que el falo sea el único significante que se signifique a sí mismo, noción curiosa porque Lacan lo dice pero cómo podemos pensar que haya un significante que se signifique a sí mismo si gracias al ejercicio dialéctico recogido a través de Heidegger por Lacan sabemos perfectamente que basta que se signifique a sí mismo para que no se signifique a sí mismo. Es imposible que algo se signifique a sí mismo, él mismo lo dice. Entonces cuál es el lugar del  falo si se significaría a sí mismo? Lacan a veces agrega tiene la apariencia, bueno despejemos el término apariencia, que es uno de los términos más complicados que yo he visto en Lacan, complicado entre otras cosas por las confusiones del propio Lacan eh, no digo que él haya dicho cosas notoriamente precisas y que nosotros… creo que en Lacan hay una insuficiencia, en esto como en tantas cosas”.

Giacomo ¿de qué sexo era Joyce? Pablo Zöpke [Fragmento]

“Un  Giacomo de pito flojo no promete mucho que digamos. Una escalera en desuso, una signorina que espera en vano en su habitación, una noche vacía y sin olores.
No se ha observado que Lacan se desplaza de la falta a la falla? Si hay un discurso performativo, ése es el psicoanálisis.
Por qué?  Porque todo es fiasco, metida de pata, equivocación o engaño.
Es por el acto que comienzan las dificultades, en tanto que el acto es significante y que, como significante, él pifia.
La signorina sube y baja por las escaleras.
En su Giacomo, Joyce deja aparecer la escritura como tal, en tanto la escritura es un espaciamiento.
50 epifanías en ocho grandes hojas gruesas, como para dibujo, guardadas entre las tapas azules de un cuaderno escolar.
Entre las epifanías, blancos de diferente extensión. Pausas. Partitura musical. Los pasos en la resonante escalera se detienen. Who?
Silencio.
Qué puede la literatura? En términos de progreso, nada. En términos de variedad o verguicidad, todo: el incesto, la alucinación, la castración, la locura.
Así  es como se tocan los espacios literarios: el de Joyce, el de Lacan”.

Teatro, roles sociales y gramática: la (s) querella (s) de los géneros en Tesmoforiantes de Aristófanes. Marcela Coria. [Fragmento]

“En Las tesmoforiantes de Aristófanes, las mujeres atenienses, reunidas en asamblea durante esta festividad, deciden condenar a Eurípides. A diferencia de las mujeres de Lisístrata y Asambleístas, estas mujeres no pretenden asumir un rol político ni tomar el poder, sino solamente ejecutar una especie de “justicia estética” contra el tragediógrafo, quien, según ellas, continuamente las hace quedar mal y pone al descubierto sus muchos defectos en la escena, lo cual les provoca un gran perjuicio en sus vidas cotidianas. Enterado de la situación, Eurípides, acompañado por un pariente suyo, va a la casa de otro tragediógrafo, el afeminado Agatón, para pedirle que intervenga y lo salve. Pero Agatón, que durante toda la escena está vestido de mujer, se niega, y entonces el Pariente se ofrece para abogar por Eurípides infiltrado entre las mujeres y vestido como ellas. Así, el Pariente es depilado y travestido en escena, lo cual puede llevarse a cabo gracias a los numerosos accesorios y vestimentas femeninas de Agatón. A pesar de los esfuerzos del Pariente por comportarse y hablar como mujer en la asamblea en la que se decide la condena de Eurípides, es descubierto por las mujeres gracias a otro afeminado, Clístenes, quien les informa del intruso. El Pariente es apresado y, para intentar salvarse, representa, así como está, vestido de mujer, escenas de dos tragedias de Eurípides (Helena y Andrómeda) en las que las protagonistas femeninas, atrapadas en difíciles situaciones, finalmente logran su liberación. Pero en la comedia estas estratagemas no tienen éxito debido a la incapacidad que tienen quienes ofician de circunstanciales espectadores para unirse a la ilusión dramática. Finalmente, Eurípides pacta con las mujeres prometiéndoles que no hablará mal de ellas en sus tragedias, y logra rescatar al Pariente mediante un recurso cómico: vestido como una vieja alcahueta, introducirá a una bella joven semidesnuda que distraerá con su sensualidad al Arquero escita que vigila al prisionero, mientras él lo libera.
Esta comedia pone en escena, con diferentes recursos y en diferentes planos, la querella de los géneros, al punto que la crítica coincide en señalar que la pieza, que ciertamente carece de la virulencia política de otras anteriores de Aristófanes, propone una caricatura artística de Eurípides…”

Poesía y drama en La tierra baldía. Sergio Cueto. [Fragmento]

La tierra baldía no es tan sólo un poema, es asimismo, y precisamente en cuanto tal, un teatro de voces puras, de sombras que evolucionan, aparecen y desaparecen, regresan desde, hacia y en ninguna parte, un teatro que es su propia desaparición en una escena sin lugar y sin tiempo. En tal caso, por supuesto, el poema significa la ruina del teatro, pero ruina que es todavía un teatro en ruinas, es decir, el movimiento indefinido del desastre –‘inalcanzable para la representación’, como dice Henri Thomas. Todos los caracteres del teatro, su definición o sus definiciones mismas parecen contradecirse, anularse y deshacerse por obra del poema. El drama es ahí una actuación sin acción, una acción que se resuelve en nada y no implica a nadie, una especie de acto sin actualidad, es decir, tan sólo una apariencia de acción. Ello es así, quizá, porque en la tierra baldía no existe el conflicto, porque el conflicto dramático se ha disuelto en el polvo, y ello porque falta la decisión, falta el sujeto libre que decide y falta el instante decisivo de la elección. Ahí no hay protagonistas ni antagonistas, no hay ágora ni polis, no hay comunidad. La tierra baldía es por eso un teatro de la dispersión y la penuria. La escena de ese teatro sólo puede ser el desierto, es decir, la intemperie sin refugio. En ese sentido debe entenderse la ambigüedad espacial y temporal del poema. El desierto puede ser a la vez la metrópoli contemporánea de Baudelaire y de Conrad y la antesala del infierno dantesco sólo porque ambas son el desierto sin dirección ni lugares ni estaciones, el desierto irreal en el que cada lugar es todos los lugares y ninguno, cada momento el retorno sin ahora de un tiempo mítico o histórico, espléndido o miserable, pero en cualquier caso inhabitable. La escena del poema es pues un lugar de disgregación, un baldío de escombros, de fragmentos amontonados al azar (‘un montón de imágenes rotas’) al que le falta la unidad del universo analógico, unidad que antaño autorizaba la alegoría, como señala O. Paz. Se comprende así la lógica de la cita en Eliot. El poema es un collage de citas. Pero no se citan frases o palabras sueltas, descontextualizadas, sino horizontes enteros de sentido. Cada frase, cada palabra arrastra un mundo. Es cierto, la inserción en el poema desvía su sentido original, le hace sufrir una modificación irónica, paródica, contrastándola con su nuevo horizonte de sentido, pero precisamente porque no deja de recordar el horizonte del que procede y que viene con ella”.

La masculinidad según Martin Amis. Nicolás Mavrakis. [Fragmento]

“Cuando le preguntaron a Martin Amis (Inglaterra, 1949) cuál era el tema de su literatura, el autor de Dinero (1984) y Experiencia (2000) eligió la masculinidad. ¿Pero qué es la masculinidad? En principio, algo más allá de la simple sociabilidad de los hombres, sus sensibilidades y sus deseos. Cuando se trata de masculinidad, lo que está verdaderamente en juego es el poder. El despliegue de una supremacía —que incluye lo sexual pero también lo biológico y lo social— desde el apogeo hasta la decadencia. La elección de Amis —autor de una obra que incluye todas las formas de escritura excepto la poesía— fue a partir de Lionel Asbo: el estado de Inglaterra (2012), su última novela traducida al castellano y la última publicada antes de The Zone of Influence.
Después, la cuestión inefable del tiempo: la actual no es la mejor época para la masculinidad. Lo que predomina, de hecho, es el opuesto a la diferencia masculina: el valor de la igualdad. Así que la potencia subsiste bajo la sospecha de violencia (si no corporal, seguramente “simbólica”), la prepotencia se considera agresividad, la omnipotencia un atavismo de los monoteísmos y la impotencia un chiste trágico (que se puede resolver con Viagra para reiniciar el circuito). Como la masculinidad jerarquiza, discrimina y diferencia —y lo ha hecho a lo largo de millones de años—, la masculinidad insulta a la igualdad. Y en sordina, por detrás de la masculinidad, además, deambula con sus cadenas el espectro del patriarcado. No es una presencia que mejore las cosas. Con un estilo narrativo que según ha dicho el propio Amis se basa en “la ausencia del placer” —lo cual lo convierte también en un autor “sin talento”—, la literatura de J. M. Coetzee es otro documento de la misma cuestión. La masculinidad, sus significados y sus conflictos. Sus peligrosas inadecuaciones epocales.
Por estas últimas, sobre todo, y por su crítica contra el multiculturalismo después del 11 de septiembre —en los ensayos de El segundo avión (2008)—, y por el promocionado exabrupto contra los musulmanes —“tendrán que sufrir deportaciones y recortes a su libertad hasta que se ordenen”— y por el “sexismo” y la “misoginia” de la que lo acusan sin interrupción desde El libro de Rachel (1973), Martin Amis tenía que ser aleccionado al fin. Las críticas contra Lionel Asbo: el estado de Inglaterra son un buen testimonio del florecimiento de esa voluntad de igualdad cultivándose en los invernaderos mentales del progresismo anglosajón. “Una novela antigua”, escribió Kathryn Harrison en The  New York Times, “en la que Lionel Asbo es una caricatura antes que un personaje”. “Una obra menor”, escribió Jonathan Barnes en el Times Literary Supplement. “La tragedia del satirista es que envejece”, escribió el crítico DJ Taylor en The Independent. En los términos del propio Amis, la elite de la balanza literaria se había propuesto dictaminar impotencia ante una amenaza de prepotencia”.

El psicoanálisis interpelado (o, hay-relation-sexual y no-hay-rapport-sexual) Claudio Cabral. [Fragmento]

“…¿Qué relación es posible establecer entre la querella de los géneros y la interpelación al psicoanálisis, por parte de las teorías queer, o movimientos de género? Por ahora adelanto que se tratará de hacer converger ambas, la querella y la interpelación en el terreno de la práctica del psicoanálisis, es decir, las presentes reflexiones pretenden inscribirse en los fundamentos del psicoanálisis que hacemos. Porque aunque tanto la querella como la interpelación no brotan de dificultades intrínsecas al análisis, sino que vienen de un afuera situado como el lugar de la Ciudad, la Polis, producen la ocasión de interrogar la práctica y la clínica psicoanalíticas.
Interpelar viene del latin interpellare: interrumpir al que habla. Interpelar generalmente hace referencia al pedido o exigencia de explicaciones sobre un asunto; por eso conviene retener del latín interpellare, la interrupción al que habla.
Entonces, la interpelación al que habla, pero con la interrupción, es lo que hace que surja la pregunta nuevamente. ¿Qué interpela del psicoanálisis el movimiento queer? ¿En esa interpelación/interrupción hay algún fundamento del psicoanálisis que queda cercenado, no leído o desestimado?
Interrupción al que habla: Noción cara al psicoanálisis, en tanto “¿Qué quiere decir hablar?” es una pregunta que hace Lacan en el escrito Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis, y que orienta la reflexión sobre la práctica del psicoanálisis si se toma en serio el sujeto como efecto del significante, y la estructura del inconsciente como la estructura del lenguaje”.

Fellaennui. La erótica tríbade. Ricardo Bianchi. [Fragmento]

“En lalengua de los antiguos griegos, tríboo indica frotar, desgastar, consumir, agotar y en su voz pasiva, desgastarse, consumirse, agotarse. Tribé traduce desgaste, un ejercicio repetido, devenido entonces rutina; o también pasatiempo, entretenimiento. Tribeús nombra al frotador. Y tribás por último, es el nombre para quien practica una práctica erótica específica.
El epigrama, en la tradición retórica del género epidíctico, una corta inscripción destinada a fijar sobre un monumento, público o privado, el recuerdo de un personaje o de un acontecimiento memorables, no tarda en evolucionar como género en lalengua latina. Poco a poco comienza a dominar sobre la elegía y la sátira. El epigrama se modifica en su forma, muy corto en su debut, se alarga y adopta poco a poco todos los metros. Martial que tenía predilección por este género, único que practicó, cita como modelos a Catullus, Marsus, Pedo y Gaetulicus y escribió al comienzo del primero de sus libros de epigramas: “Lascivam verborum veritatem, id est epigrammaton linguam…”. Esta declaración muestra lo apto y oportuno del género para un escrito erótico; Martial afirma la inseparabilidad entre la lengua epigramática y la lascivia, el goce. “En los tiempos de Martial, la moda son decididamente los epigramas” (1). Pero hay una particularidad que distingue a los epigramas de Martial: el punto, aculeus, mucro o acumen que descubre el último verso, pero que todo el resto de la pieza prepara. Todo el escrito debe converger hacia el trazo final para tener consecuencias en el lector, y cuando falla en ese trazo su lectura es insípida. Este género puede entenderse también como un ejercicio de la malignidad pública que deschava -escribe y testimonia- el goce del semejante, del otro. Como en la tragedia antigua, Sófocles, Esquilo y Eurípides, disponían nombres ficticios, aunque los mythós y las filiaciones trágicas eran familiares para todos en la pólis, transformándose entonces en nombres-tipo, también en los epigramas de Martial, los nombres eran con frecuencia ficticios pero representaban un tipo determinado. Bassa, Philaeni y Lesbia, por caso, representan personajes a quienes se les atribuye una práctica específica: una erótica tríbade. Al revés de la comedia antigua, donde Aristófanes empleaba nombres propios para sus propósitos de diatriba, burla, rechazo y condena, Martial emplea nombres propios “cuando el epigrama es inofensivo” (2). El traductor al francés en la edición de Les belles lettres de 1930, H.J.Izaac, se refiere a los nombres ficticios empleados por Martial, como “noms symboliques”, indicación que celebramos y reconocemos próxima a la forma artística simbólica según la Estética de Hegel. El punto en las Lecciones  hegelianas es que a diferencia del signo, absolutamente arbitrario, el símbolo asociaría de un modo -aunque fallido y parcial- motivado, el nombre y lo nombrado; ésa sería la consecuencia para los nombres simbólicos en los epigramas de Martial, de donde también recogemos la inspiración para nuestro título”.

La reparación de un enlazamiento. De los géneros topológicos al nudo borromeo. Héctor Franch. [Fragmento]

“…El toro es una superficie diferente a la de la esfera. Lacan explícitamente formula que el cuerpo es más un toro que una esfera. Ahora bien, de la misma manera que con la esfera, con el toro es posible realizar un recubrimiento. Con el toro se puede recubrir otro toro. Así tenemos un toro adentro de otro toro. Un toro que recubre y un toro recubierto. Pero cuando pasamos de la esfera al toro varía la idea de recubrimiento. Es la idea de recubrimiento, también es la idea de superposición, en seguida veremos por qué hablo de superposición. Nos damos cuenta claramente de esta diferencia cuando a partir del recubrimiento de dos toros damos vuelta, retornamos, el toro externo. El retorno del toro forma parte de la topología del toro utilizada por Lacan en su enseñanza. Este consiste en hacer en el toro un pequeño agujero y darlo vuelta como a un guante. Esto tiene como resultado una inversión del toro volviendo exterior el interior del toro e interior lo que estaba en el exterior. Como resultado del retorno del toro se obtiene un enlazamiento. El toro que estaba recubierto mientras permanecía en el interior del primer toro pasa al exterior y resulta enlazado al toro recién retornado. Entonces el pasaje de la esfera al toro modifica el concepto de recubrimiento, o de superposición.
Propongo sustituir el recubrimiento entre el Umwelt y el Innenwelt por el recubrimiento entre las palabras y las cosas. Sabemos que por las características propias del significante no existe recubrimiento entre las palabras y las cosas. Sin embargo si partimos de la idea del recubrimiento de las palabras y las cosas en términos tóricos resulta un enlazamiento. El recubrimiento entonces en este caso es el enlazamiento entre las palabras y las cosas. Un toro corresponde a las palabras y el otro toro a las cosas. Pero no existe esta superposición y porque no existe esta superposición es que podemos decir que el progreso de la palabra tal como ocurre en un análisis se sitúa en lo que voy a llamar el pabellón del análisis”.

 El falo y su más allá: observaciones sobre algunos tratamientos de lo masculino y lo femenino en el San Genet de Sartre. Bruno Carignano.[Fragmento]

“En un reino totalmente masculino, Sartre nos confronta con la feminidad. ¿De qué feminidad se trata? ¿Hay algo homogéneo en ella o este particular tratamiento abre un abanico heterogéneo de niveles? ¿Cuál es la necesidad de su intervención cuando se la excluido, aparentemente de forma tan contundente como ocurre en el universo de Jean Genet? Pareciera haber algo intrínseco a la materia misma, las vicisitudes de la sexualidad que la obra de Genet permite despejar, que torna necesaria esa remisión. El San Genet: Comediante y mártir de Sartre es pues la ocasión para que examinemos aquí los argumentos que podrían sustentar la afirmación de que el límite al falo se lo encuentra en el mismo ámbito fálico. Juan Ritvo ha mostrado lo insuficiente del “todo en el falo” para situar la posición sexual masculina, por desembocar desde otro ángulo en el mismo resultado que deberíamos rechazar, el de oponer binariamente el no todo al todo. En resumen, se trata entonces para nosotros de esbozar aquí algunos interrogantes, sumergiéndonos en algunos detalles del análisis de esta obra, sobre los fundamentos de la aserción que enuncia que no habría propiamente un todofálico.
Especifiquemos un poco más la cuestión: si efectivamente lo que llamamos Otro sexo en psicoanálisis implica romper con todo binarismo respecto de la posición fálica, anulando de entrada toda repartición de orden complementarista de la diferencia sexual, aunque sin que ello implique rechazar la importancia de una bipartición de los sexos, debemos poder leer su incidencia también en los casos en que el falo aparenta ser el principio rector de todo. Me refiero a las manifestaciones eróticas sostenidas en elecciones homosexuales de objeto, donde superficialmente pareciera no haber límite para el todo fálico y, por tanto, ningún lugar para lo que desde el psicoanálisis circunscribimos como lo femenino. Si efectivamente lo Otro del sexo funciona como un límite interno del falo, de esto se deduce que las interrogaciones sobre el Otro sexo no deben estar limitadas al goce de la mujer y a todo aquello que Lacan ha avanzado respecto del goce de los místicos, aunque ellas puedan presentarse como vías de las más privilegiadas”.

“El viajero del inconsciente”. Yo y el ambiguo. Gustavo Fdel [Fragmento]

“Cuando reveló que hablaría tomé mí desvencijado cuaderno y el lápiz que me prestan, de escasa punta como si temieran que pudiera dañarme o agredir, y me dispuse a escribir:
El padre, después de la cena confeccionaba aburridas prédicas sobre familia, política, sociedad, clima, relaciones humanas o cualquier otro tema. En ninguno era factible contradecirlo, la exposición debía ser ingerida como irrefutable. Si había tomado un poco más de lo habitual incursionaba con el sexo ¡Deben concebirlo desde el amor! Y ahí centraba su parafraseo, jamás hablaba de deseo y placer.
Rosendo, el hijo mayor, siempre asentía con pausados movimientos de cabeza. Adela, primera novia del primogénito, afirmaba y se animaba a interrumpirlo sosteniendo que se debía controlar emociones espontáneas para arribar impolutos al casamiento; parecía creíble siendo que era consistente con su militancia religiosa. La madre y la tía en silencio, de poco conversar y todo asentir. La hija menor, Rosalía de once años, con su pequeño primo debían necesariamente ver televisión. 
¿Sexo restringido por amor, Estado e Iglesia? Al adolescente no le resultaban esenciales esas condiciones. Deseaba mujeres que no amaba y a quienes sí, madre y escasas amigas, no las ansiaba. Las mejores masturbaciones las practicaba mirando fotos, muchas incoloras, de desnudas desconocidas por las que nada sentía.
 Escuchaba en silencio, simulando desentendimiento, y maliciaba que en sus intimidades seguramente no hacían lo que aseveraban. Rumores en la vecindad sostenían que el jefe de familia tenía relaciones con la joven hermana de su madre y que el primo era medio hermano; creíble siendo que ambas convivían en el hogar y eran mantenidas por el padre ¿Seguiría con las dos? ¿Los tres? Se excitaba al imaginarlo, no lo consideraba improbable notando excesivo afecto y cordialidad entre el trío”.

Moria Casan-Ego de alcance popular. Natalia Bianchi [Fragmento]

“Nos proponemos analizar en este trabajo el ingreso abrupto de Moria Casan en el medio artístico y su gran aceptación del público a lo largo del tiempo,  como se convirtió en la primer capo cómico mujer que se sostuvo en el medio de los espectáculos hasta el día de hoy, convirtiéndose en una de las primeras figuras “mediáticas” como se les llama a los artistas que exponen en los medios televisivos toda su vida y hacen catarsis a la vista de millones de personas.
Descubriremos sus rasgos del actor popular, a partir de los textos de Osvaldo Pelettieri, “En torno al actor nacional: El circo, el cómico italiano y el naturalismo”, Martín Rodríguez, “Revista y modernidad (1890-1930) y Moria Casán, “MeMoria- mi autobiografía”. Pero por sobre todo nos dedicaremos a reflexionar sobre el fenómeno que es en la actualidad, “Mo” como la llaman muchos “La One”, una mujer de mente brillante y lengua karateca cuyas frases se viralizan en redes sociales. El Ego autosuficiente y tautológico de una DIVA sin lugar a discusión”.

La cortina de cretona negra. Ricardo Héctor Bianchi. [Fragmento]

“La cretona es una tela de lino o algodón. Un género. El nombre se atribuye a Paul Creton, de Vimoutiers, localidad donde durante los siglos XVII y XVIII proliferaban los telares; o también al pueblo de Creton, ahora Buis-sur-Danville, donde cerró el último telar en 1939. La cretona tenía en su origen, color blanco.
En este caso, por el contrario, la tela de cretona tiene color negro. En este caso, la cretona será un género funcionando como un telón. Apartando, en el espacio amplio, dos lugares. Construyendo dos espacios dispares. Supongamos, supongamos nada más, que de un lado quedase un padre y del otro lado un hijo.
La habitación amplia tiene tirantes de pinotea y encima un cielo de ladrillos con prolijas juntas de cemento. Añadamos otros espacios, imaginemos toda una casa. Pero esa habitación es única. Imaginemos ahí el telón de cretona negra cumpliendo su función, apartando durante todo el día, pero además, añadamos otra, durante la noche. La tela, apretada y negra, impide, interrumpe el paso de la luz de un lado a otro. Como un segundo párpado, enfrentando con humilde dignidad el horror que promete el infierno sartreano, pero además, velando durante la noche, el sueño, la interrupción del goce de los cuerpos.
Adelante, pasemos a la habitación amplia, donde de modo necesario, quedamos en uno de sus lados. Abramos ese cajón rectangular en la mesa de luz de roble. Esa mesa de luz tiene un mármol entre rosado y morado con vetas blancas, y un espejo también rectangular rematado con una leve curvatura en su parte superior. El espejo está enmarcado y biselado. Los herrajes son de bronce y abajo tiene una puerta cuadrada y patas largas. Abramos entonces el cajoncito rectangular. Debajo, en el fondo hay tres documentos, atravesados con una mariposa. Va anocheciendo, hay una vela, alta y delgada que ya está colocada y encendida en un candelabro blanco sobre el mármol. El primer documento es un recibo. Leamos, junto al habitante de este lado, sentados también en el borde de su cama de bronce. Un momento antes, y con el mismo fósforo, encendió un espiral que colocó en su soporte y puso detrás del candelabro, casi rozando el espejo. La luz empezó entonces a rebotar. El género, la cretona negra, no la deja pasar al otro lado. No la deja pasar más que por arriba, golpeando el cielo pintado a la cal, o por debajo, a ras del piso limpio. Leamos ahora. Rosario, 14 de Febrero de 1927. El estudio de Arquitectura de M. Traverso, de calle Santa Fé 842, que se dedica a proyectos, planos y dibujos deja constancia que F. Scubla recibió de quien está sentado en el borde de esa cama el importe de $ 20.- a cuenta de un total de $ 40.- por lo que también registra un saldo de $ 20.- por plano para su edificio de la calle Fraga, memorias, etc, ficha para el catastro y mensura del terreno. El segundo documento bajo el Nº 0285 deja constancia, con una estampilla verde de 005 centavos, 1927, de la Provincia de Santa Fé, sellada, todo al pie del documento, que la Compañía Consolidada de Aguas Corrientes del Rosario, cuya Administración se encuentra en calle Salta 1461, bajo la Referencia 09/939, recibió el pago de cincuenta y dos pesos, por extender 26 metros de caño de media pulgada, más mano de obra, en el mismo lugar donde estamos nosotros ahora. La fecha dice Febrero 14 de 1927. El logotipo del tercer documento, arriba a la izquierda, es bellísimo. Un portón en tejido de alambre de doble hoja soportado en dos postes anchos coronados en conos, cruzada cada hoja con dos tensores y coronadas arriba con firuletes y puntas, todo bajo una estricta simetría. El documento está emitido por la Fábrica de Tejido de Alambre y Artículos Rurales, Cabo Látigo Extranjero y del País, Casa Fundada en el Año 1916. Especializada en portones, puertas, tanques y bebederos, de calle Salta y España y teléfono 21821. S. Merlo Pich declara ahí que, quien está sentado junto a nosotros pagó un Emporte de $ 68,20.- según este detalle: 66.50 metro Tejido Nro 12 por 1 pulgada y media por 1.50 $ 52.80.-; 1 puerta de Hierro Tejido de 1 por 1.50 $ 7,80.-; 10 Planchuela de Hierro 1 por 1.50 $ 0,40.- y 30 Tornillo a gancho $ 0.12.- Remata el documento la firma de S. Merlo Pich y el sello de PAGADO”.

De un discurso al otro, la denominada institución del control. Jean Clavreul. Traducción de Juan Alberto Manino [Fragmento]

“Entre el discurso del analizante –discurso histérico, o al menos histerizado por la situación de la cura– y el discurso analítico -aquel que se considera que sostiene el psicoanalista, aquel del que al menos es el “funcionario”-, la práctica del control instituye un lugar privilegiado en el que se encuentra puesto a prueba la articulación de los dos discursos. Lugar de encuentro de caminos, por consecuencia, y del cual se tiene el derecho de esperar que sea rico en enseñanzas.
Pero, por otro lado, es justamente porque el control es retomado a título de modo de enseñanza, en un curso denominado de formación, que es el objeto de las críticas más vivas. Y es verdad que lo que se encuentra puesto a prueba en el control concebido de esta manera, no es más el discurso analítico en tanto que debe dar cuenta del discurso del analizante, sino la persona misma del analista “controlado”: dividido entre el estatuto de analizante del que emerge apenas y el de analista que postula sin saberlo todavía. Aún cuando la posición efectiva que debe sostener ante su paciente – analizante es bien la de psicoanalista.
La posición del control es entonces ambigua, y es efectivamente lo que es esperado del control que constituye una etapa intermedia entre el período del análisis denominado “didáctico” y aquel en el que la formación es considerada haber terminado.  Se espera de entrada que el control  prolongue y complete el análisis didáctico, la tarea del controlador que consiste por lo esencial en desenmascarar, a través de las manifestaciones contra-transferenciales, lo que habría quedado in-analizado. Control, entonces, del analista que debuta, pero más aún control de su análisis, y finalmente de su análisis didáctico. Del denominado psicoanálisis personal al análisis didáctico, después al control, al segundo control y a la supervisión de una comisión de estudios, se encuentra instaurada una problemática de algún modo policial, y al menos obsesiva, que favorece la promoción institucional de ciertas estructuras de personalidad, sin que se pueda esperar que el psicoanálisis extraiga alguna otra ventaja que la de integrarse a los ideales institucionales dominantes. Porque no basta que el analista controlador afirme rehusar apartarse de un rol puramente analítico, y entonces limitarse a devolver al controlado a su propia historia sin otra preocupación pedagógica, para que se instaure un modo original de formación, adaptada al modo de enseñanza del psicoanálisis. Muy por lo contrario; si solo se considera las fallas del psicoanalista en término de contra-trasferencia, y a la contra-trasferencia como un avatar de una historia personal del que convendría ante todo separarse, no se puede promover ninguna otra cosa que la imagen de un Analista-Ideal, que solo sostendría su superioridad de encontrarse no implicado en su práctica, que haya retenido de su formación la posibilidad de conservar en toda circunstancia una serenidad olímpica”.

Tarde Abedul (poesía). Alejandra Méndez. [Fragmentos]

La anatomía del verso

Mis pies escribo,
son el largo camino al otro lado.

Pasarela enlunada
la noche de esta pena
es un nombre santo
el que demanda.
Alargo cuanto puedo
el resorte del destino. Creo
como si la letra fuera
un recodo por las venas
o una grieta blanda
por donde acabarse.

Mis pies escribo,
son el largo camino al otro lado.

 

De la manera en que me salvo

No uso reloj en la muñeca
(es triste el mundo de los ajustados)

No uso gafas oscuras de sol
(es triste el mundo de los escondidos)

No uso paraguas de la lluvia
(es triste el mundo de los protegidos)

Me salvo así
(o eso creo)
De pensar el control de los objetos.
De pensar la distancia de los otros.
De pensar que la lluvia es una maldición.

¿El género: trans, homo o hétero? [Completo]

“Si el caso no está primero, pasamos del concepto a lo diverso que subsume. Es decir, hacemos filosofía, estamos en la academia con los muchachos de Platón”.
Pablo Zöpke. GIACOMO (de qué sexo era Joyce?)

Una funcionaria del Estado toma el micrófono frente a un enorme bullicio de unos doscientos cincuenta alumnos, una veintena de maestros y casi un centenar de padres. Ya se ha izado la bandera. En un ratito los alumnos y maestros irán hacia el aula y los padres –según Hegel- hacia su goce, hacia su trabajo. La funcionaria es breve, recuerda que ese día está dedicado a la celebración de La mujer, entonces mi imaginación añade, espontánea, que para Lacan -y esto nunca fue una metáfora- La mujer no existe. Entretanto la funcionaria hilvana rápido el recuerdo de una memorable resistencia seguida de un funesto acto; un funesto y múltiple crimen que marca hoy nuestro almanaque de luto y oscuridad, para enseguida desplazarse en un pase de prestidigitación inesperado. Nadie parece escucharla porque todos tenemos prisa. Esperamos que termine pronto. Cuando casi devolviendo el micrófono, la funcionaria del Estado concluye: -Qué pasa eh?... ¿y si un niño juega con muñecas? ¡Está bien!... ¿y si una niña juega con autitos? ¡También está bien!- Termina su intervención, devuelve el micrófono, aplausos y todos partimos corriendo.
Cuando salgo el clima es agradable, y paso del apuro a la caminata. Advierto entonces, caminando, en la resonancia de ese discurso inobjetable de la funcionaria del Estado, tan apegado a la verdad histórica como a las demandas de nuestra época, advierto despacio, una falta… Falta el síntoma heterosexual! ¿Y si los varones juegan con una pelota y ellas juegan con muñecas? ¿Eso también estará bien para la funcionaria del Estado? En su discurso inobjetable, esquivó –forcluyó- con picardía, el síntoma heterosexual.
La querella de los géneros, título de tapa para este número de la revista, indica un tanteo para reconocer los fundamentos de una política de la erótica que agita nuestra ciudad contemporánea mediante antagonismos y confrontaciones entre sus goces. Repito un chiste –cruel y divertido como todo chiste- que contó una vez Germán García. Decía que en lo único en que converge la Convergencia psicoanalítica es en su rechazo y antagonismo a Miller. Transferido el esquema de ese chiste a la esfera erótica diremos que las minorías sexuales –ya no más minorías- convergen nada más que en su rechazo y confrontación al síntoma heterosexual.
Jean Allouch escribió en Lacan y las minorías sexuales que “el rasgo más trivial, susceptible de caracterizar y delimitar una minoría sexual, no es otra cosa que una práctica erótica específica” (3). Difícil no reconocer ahí la Tópica de Aristóteles. Para Aristóteles el génos, género, se predica del eídos, especie. Todos los católicos son masoquistas; donde el género –o el síntoma- masoquista se predica de la especie de los católicos. Puede advertirse que el género goza de mayor amplitud que la especie. Habría masoquistas más allá del conjunto de los católicos. Por ejemplo, un psicoanalista. “Hace años, yo dije en clase que en el artificio analítico, yo sólo era una puta” (4). Aristóteles también apartaba diaforá, diferencia y héteros –heterogeneidad- que en la familiaridad de su lengua dialectal griega supone al otro; dialecto familiar donde ese significante, héteros, también se contrapone a hómoios –homogeneidad- que supone al mismo, al semejante. Para Aristóteles la diferencia determina, la heterogenidad no. “Toda diferencia específica añadida a un género forma una especie” (5). Retornando a la cita de Allouch concluimos entonces que el añadido de una diferencia en la práctica erótica formaría una especie, una minoría sexual. La Tópica aristotélica -no la nuestra- objeta y advierte, predicar la especie del género. Cuando escribo en una pared, Nadie nace hétero, debería agregar enseguida al lado, Nadie nace homo. Porque hétero y homo son especies, no géneros. Paradojas de predicar, al revés de las reglas tópicas, la especie del género, protestaría Aristóteles.   
Jean Allouch, en otra oportunidad, recordó la intervención de Lacan en el encuentro de Apertura de la Sección Clínica, el día de los trabajadores de 1977: “¿Qué es la clínica psicoanalítica? No es complicado. Tiene una base. Es lo que se dice en un psicoanálisis” (6). Allouch entiende entonces la clínica psicoanalítica reglada sobre lo diverso, y el analista estaría invitado a acoger a alguien absteniéndose de cualquier acto o pensamiento identificatorio, no solamente en la primer entrevista y las siguientes, sino a todo lo largo del análisis. También en la entrevista concedida en exclusiva a la revista Nadja y publicada en nuestro número anterior, el dieciséis, Allouch declaró que “el analista no identifica”. Objetaba en todos los casos, los esquematismos de Lacan para el síntoma, durante el seminario de 1962-63. Objetaba que el caso pudiese interpretarse según cuadros o tipos clínicos. Un análisis es lo que se dice en un análisis. Esa figura de lo diverso, evocada por Allouch para impugnar toda identificación, tiene otra inspiración, no la Tópica de Aristóteles. En Despatologizaciones se indica su fundamento en la lectura del fragmento 64 de Heráclito según el célebre ordenamiento de Diels. “Más a todo lo gobierna el relámpago… prudente… es el fuego [y causa de la disposición del todo]”. Aunque Allouch reconoce la imposibilidad para “mantenerse regulado permanentemente en lo diverso”, esa metáfora del relámpago, “la cosa de Heráclito”, indicaría en su clínica –y en la de Lacan- un acceso a lo diverso. “La clínica analítica es una clínica del analista, en la que el analista es el objeto” (7). Y como en esta clínica lo decisivo sería lo diverso, la “cosa de cada analizante”, ahí debe advenir el analista, por lo que recibe su nombre de objeto a. Esta avanzada declara entonces su filiación a una clínica trans-género, pautada bajo la figura del devenir, figura donde reconocemos la injerencia de Foucault, la injerencia de Deleuze.
Pablo Zöpke durante esas clases que antes recordábamos, también indicaba la “avaricia de la clínica”, el exiguo repertorio de formas y síntomas que se repetían de un modo monótono durante su práctica. Pero en este número, en su intervención dedicada a Joyce, “el gran transgénero de la literatura”, dijo que “Joyce abre la posibilidad de una clínica transexual, desvirgada, abierta al devenir, al no-todo y al ritmo y timbre de las voces –adelantándose- a Lacan  y a sus fórmulas (lado “hombre” y lado “mujer”) que admiten –y exigen- una lectura performativa”. Pablo concluyó que “el Ciego mezcla todos los géneros. Y en el fondo agita una mezcla sin géneros. Y por lo tanto, sin mezcla. Mezcla sin mezcla: este oxímoron es mi brújula, mi norte. Confío en él”.
También en este número de la revista, en “¿Es el falo un mito?”, intervención de Juan Ritvo, leemos según la determinación hétero de la clínica lacaniana, la función delimitadora del falo. “Si la heterosexualidad es mi síntoma, díganmelo!”. Juan indicaba para nuestra época que la homosexualidad pasa a tener el lugar de “un apéndice” del síntoma fóbico, histérico u obsesivo según los esquematismos de Lacan en ese seminario de 1962-63, y agregaba que esa instancia de apéndice “también es un modo de evitar la disimetría profunda entre los sexos”. Una mirada homo del género, análoga a la de la funcionaria del Estado con que comienza esta presentación.
Por último, cabe agregar que entre los escritos e intervenciones que se publican, hay dos frente a los que sus autores han advertido o sugerido una lectura apta al género que pasa la ficción. Uno declaró, para un escrito análogo, su ambición de que quepa en el género literatura, escondiendo –como decía Lacan- mitad verdad, mitad mentira. En el caso del otro autor, escribió una vez en una contratapa, que no pretendía ingresar formalmente “al territorio del padre lenguaje o de la madre literatura” y que se conformaba con “subsistir en la periferia y, sin ataduras, transparentar pensares”, narrando “como un simple viajero, sin pretensiones, innato en las letras, describiendo su imperdible viaje”. Quedan así avisados los lectores, de quienes me despido hasta muy pronto.

Ricardo Bianchi 

 

(1) Martial. Épigrammes. Tome I. Société d’édition Les belles lettres. Paris, 1930. Introduction. Pág. VII.

(2) Idem ant. Introduction. Pág. XVIII.

(3) Jean Allouch. Lacan y las minorías sexuales. En Jacques Lacan. Psicoanálisis y política. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 2004. Pág. 81

(4) Pablo Zöpke en GIACOMO (de qué sexo era Joyce?) en este número de la revista.

(5) Pág 216 Les Topiques 143 b 8. Organon V. Librairie Philosophique J. Vrin. París, 1950. 

(6) Jean Allouch. Despatologizaciones: Homosexualidad, transexualidad… otra más? En El cuerrpo queer. Subvertir la hétero-normatividad. Letra Viva/Ediciones Lecol. Buenos Aires, 2015. Pág. 16

(7) Idem ant. Pág. 16.

 

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