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Número 1 - Julio 1998

Todo mi cuerpo: una psoriasis

Susana Torok


N. me consulta hace aproximadamente once meses. Tiene 32 años es la mayor de cuatro hermanas de una familia chilena.

En el momento de la consulta se encuentra separada después de ocho años de matrimonio con H. del que estuvo muy enamorada. La ruptura es decidida por ambos luego de la pérdida de un embarazo causado por su hipertensión. Durante las entrevistas manifiesta estar desesperada por su psoriasis, sabe que se le va a ir, pero cuando empieza a aparecerle le resulta insoportable, no sabe cómo hacer para pararla. Dice: "estoy convencida que yo me la provoco, tiene que haber una fórmula, alguien que me diga...; no se cuál es la fórmula, si respirar o algo mágico; aunque sea algo que me cueste mucho, venir acá, hacer algo que no sea cómodo, aunque me cueste mucho trabajo o sacrificio. No sé; algo de magia hay".

Según ella cuando comienza a sentirse bien -refiriéndose a "engancharse" con su dieta para adelgazar- siempre le aparece la psoriasis para hacerla sentir "humillada".

Cuando tiene psoriasis quisiera "desaparecer"; la psoriasis está siempre poniéndole límites. No quiere salir de su casa, no se puede poner la ropa que le gusta, verse así, la hace sentir humillada.

Interrogada sobre este sentirse humillada, relata que cuando era chica, nueve años, una vecina la sorprende mirando revistas de desnudos: "no sólo me retó sino que se lo contó a todos" refiriéndose a sus padres y abuelos. Dice haber sentido mucha vergüenza y humillación.

La psoriasis aparece en su adolescencia "como una simple alergia". En esa época se sentía muy angustiada por "cosas que pasaban y desunían a la familia". Acerca de estas cosas dice: "mi familia era como un clan, padres, hermanos, abuelos, siempre todos juntos; vivíamos todos juntos". Todo comienza con una discusión de su padre y su abuelo. Este último acusa al padre porque ha desaparecido dinero de la casa. Para esta misma época N. se entera que su padre tenía una amante; la misma vecina que la sorprende mirando las revistas de desnudos la llevaba a seguir a su padre. Comenta: "para mí era doloroso ver a mi padre con otra mujer; ya era doloroso saberlo, me sentía impotente, en realidad yo empleo mal el término, era algo impuesto". De lo cual ella no podía zafar" para no ser una mala persona . Relata que este episodio era similar a otro: acompañaba a su madre al cementerio, pues una hermana de ella había muerto; esas tardes se le hacían interminables. En relación a esto asocia diciendo que un compañero de trabajo tiene psoriasis y se le cae la piel -igual que a ella-; piel que está desparramada en su habitación y se pregunta "adónde irá a parar mi piel" "que pasará con ella". "Son pedazos de mi cuerpo". Esto le recuerda "los largos paseos por el cementerio".

Manifiesta constantemente querer disfrutar, salir a divertirse "pero siempre la psoriasis que nubla todo", haciéndola sentir desganada y deprimida. Dice: "no quiero caer".

Caer la remite a un primo de su madre que también tiene psoriasis, no se levanta de la cama, no se baña. Esto provoca en N. asco y temor de que le tengan asco a ella.

Pasa de la desesperación a la bronca, bronca por la psoriasis que no la deja estar contenta ni disfrutar; está siempre tapada.

De su obesidad piensa que es algo que en algún momento va a controlar, siendo la dieta su remedio. Pero con la psoriasis "¿cómo hago?, si es magia... no la puedo controlar".

Refiriéndose a su madre dice que siempre le recuerda tanto la psoriasis como la obesidad.

Su madre, mujer obesa, logra adelgazar en la época en que N. empieza a concurrir a bailes y salir con muchachos, angustiada por no poder usar la ropa de moda. Dice: "ella pudo y yo no".

Actualmente, cuando visita a su madre en Chile, ésta la presenta a sus amigos diciendo: "¿vieron qué gorda está?", hecho éste que le recuerda otra frase de la madre referida a su niñez: "se come hasta los huesos para el perro". Ante estas "agresiones", se defiende diciendo "y vos te quisiste suicidar". Interrogada por este acontecimiento, relata que siendo muy chica encuentra a su madre atada con un alambre en el cuello. Se trata de un acontecimiento confuso del cual sólo recuerda claramente la marca que su madre tenía y no pudiendo comprender por qué no se la cubría. Para N. nada fue igual a partir de entonces, ya que entendió que no eran felices. Dice: "quisiera que me diga por qué lo hizo, por qué quiso matarse" obteniendo sólo como respuesta de la madre: "yo era muy joven".

También la referencia constante de su madre a la psoriasis le resulta insoportable, no tiene explicación para darle. Conoce gente que la tiene en algunas partes del cuerpo "pero en mi caso todo mi cuerpo es una psoriasis".

Hace seis meses N. conoce a su actual pareja, quién no dice nada de su psoriasis, quiere acariciarla y la alienta mencionándole que cuanto menos importancia le de más rápido le va a desaparecer. En este período, al viajar en colectivo, observa cómo la gente mira sus manos, que en realidad coloca en el pasamanos para que sean miradas y dice: "no se sorprenden tanto"

ACERCA DEL CASO

Detrás de la afirmación de N. "vos te quisiste suicidar", parece esbozarse una pregunta no formulada: "Qué era yo para ella"; pregunta por el deseo del otro. Miller sostiene que "lo propio" del Fenómeno Psicosomático es la manera en que esquiva al Otro del significante.... "un otro está en cuestión en el F.P.S., pero lejos de ser el lugar del Otro que puede ser ocupado por otro sujeto, este Otro es el propio cuerpo".

N. relaciona la aparición y desaparición de su psoriasis con la magia. Esto lleva a plantear si esta magia -como poder ilimitado del Otro, situada en el origen de su afección, como algo imposible de interrogar- podría articularse con una cierta inducción significante que operó por la vía de la holofrase, en tanto el significante no está en función, no hace cadena y funciona como signo. Signo del goce del Otro encarnado en el cuerpo.

El significante afecta al cuerpo separándolo de su goce. Esto conlleva una pérdida de goce que quedará localizado en las zonas erógenas "ligadas al objeto pero fuera del cuerpo". La piel que pierde N. da cuenta de otro destino del goce, investimiento libidinal del órgano que produce la lesión característica del fenómeno. Algo se escribe en lo real del cuerpo, de ahí la imposibilidad de leerlo.

En cuanto a la dirección de la cura se trata de cuestionar este poder del Otro. Ésto "impuesto" de lo que N. "no pudo zafar"

Bibliografía

Soler, C. El cuerpo en la enseñanza de Lacan. Estudios de psicosomática. Vol 1. Ed. Atuel-Cap, 1993: 93-114.

Miller, J.A. Algunas reflexiones sobre el fenómeno psicosomático. Matemas II. Ed. Manantial, 1988: 179.


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