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Número 3 - Enero 2000

Cardiología y psicosomática

Dr. Edgardo Schapachnik


Celimena en el foco del espejo y sus adoradores en un radiante entorno se complacen en el juego de tales ardores. Pero Alcestes no menos que todos, ya que, si bien no tolera sus mentiras, es sólo por ser su narcisismo más exigente. Desde luego, se lo dice a sí mismo con la forma de la ley del corazón
J. LACAN

A lo que es el corazón, el centro del mundo, donde ya les he situado el lugar del objeto (a)
J. LACAN

PUNTO DE PARTIDA

De entrada nos veremos obligados a abordar cuestiones teóricas no menudas.

El título propuesto para desarrollar, es problemático desde una concepción del sujeto que sostenemos que es la del sujeto del inconsciente y la de éste estructurado como un lenguaje.

¿Qué queremos significar con esta definición?.

Nos referimos, siguiendo a Lacan en el Seminario 11, a los efectos de la palabra sobre el sujeto, aquella dimensión donde el sujeto se determina en el desarrollo de los efectos de la palabra.

Inconsciente cuya realidad, y esto para Lacan tiene la consistencia de una verdad insostenible, es la realidad sexual.

Ya en estos conceptos de los que partimos nos encontramos con el primer obstáculo pues se trata de interrogar a un término que hace a un órgano del cuerpo real; a su vez, él nos interroga:

¿el inconsciente allí; el lenguaje?. Como veremos, algunas respuestas encontraremos en Freud .

No lo sería -en tanto problemático- si concibiéramos simplemente el término psicosomático como una ecuación de dos variables, variables en su participación en la patogenia que serían por un lado un cuerpo concebido en su dimensión real como biológico sobre el cual incidiría un psiquismo a su vez entendido como afectos reprimidos, o como fetal generador de protofantasías específicas o simplemente emociones como disparadoras de mecanismos psicobiológicos complejos.

Esto último podría esquematizarse así: se parte de atribuir conductas específicas resultantes de aquellas emociones que se asociarían a una reactividad especial dada por el predominio de ciertas hormonas y substancias que actuarían sobre órganos-blanco. Esta relación entre la emoción inicial y el órgano, mediada a través de la conducta y ejecutada por secreciones hormonales; tal el concepto de "psicosomática" que se maneja.

En otro orden, un exponente de la primera concepción que mencionáramos es Alexander Mitscherlich, autor alemán que publica en 1967 en su idioma, KRANKHEIT ALS KONFLIKT, traducido en 1971 como La Enfermedad como Conflicto (Ensayos sobre medicina psicosomática), texto muy estudiado y recomendado por psicoanalistas de la APA.

"Nuestra hipótesis, señala Mitscherlich, postula que las tensiones instintivas que perduran luego del proceso represivo fuera de la vivencia conciente, pueden acarrear en un caso la sintomatología psiconeurótica, en otro caso una modificación autoplástica de funciones orgánicas o de estructuras celulares.

En nuestra vivencia conciente un afecto adopta por un rato una posición más o menos dominante que luego va desvaneciéndose.

Un afecto que tiene lugar en lo inconsciente no encuentra el objeto buscado y por lo tanto tampoco la distensión buscada; por esa razón no va perdiéndose, sino que se convierte en contenido duradero, en una carga duradera, de modo que también la actitud de defensa frente a él debe mantenerse activa durante un largo lapso. Nuestra hipótesis postula además, que los afectos que perduran inconscientemente, poseen una correspondencia corporal al igual que los concientemente vivenciados......."

"Empero el afecto reprimido ha de hacer valer su aspecto corporal bajo condiciones modificadas constituidas precisamente porque se le niega tal vivencia conciente y la actitud que de ella surge....."

"Resumamos: el lenguaje de expresión de nuestro cuerpo no sólo contiene un vocabulario conocido -por ejemplo: duelo-lágrimas, vergüenza-rubor, etc.-, sino también un vocabulario desconocido, inusual que a veces se asemeja a neologismos......Una investigación que trata de descifrar procesos conmocionales de tal modo cifrados y que se manifiestan fragmentariamente, es medicina psicosomática en el exacto sentido de la palabra".

Es decir, se atribuye un sentido a la manifestación corporal a priore calificada de psicosomática y se trata de descubrirlo.

Estas ideas que sintetizan el tenor de toda la obra, remedan las de Georg Groddeck, a quién Freud el 5/6/17 respondía: "Permítame decirle que el concepto de Subc. no precisa ser ampliado (subrayado de Freud) para abarcar sus experiencias con las enfermedades orgánicas. En mi ensayo sobre el tema que cita, (se refiere a Lo Inconsciente), encontrará la siguiente nota inconspicua: `también merece mención aparte una importante prerrogativa adicional del Subc.'. Y creo que ha llegado el momento de aclararle que esta nota se refiere a la aserción de que el Subc. ejerce sobre los procesos somáticos una influencia mucho más flexible que la del acto conciente"....

"Y ahora mi segunda objeción: ¿por qué se arroja Ud. desde su excelente trampolín de cabeza al misticismo, por qué desecha la diferencia entre los fenómenos psicológicos y físicos y se liga Ud. a inútiles teorías filosóficas que no son precisas?.

Sus experiencias, después de todo, no suponen sino la comprensión de que los factores psicológicos representan un elemento inesperadamente importante también en el origen de las enfermedades orgánicas. Mas ¿son estos factores psicológicos responsables por sí solos de estas dolencias y hacen tambalearse la diferencia entre lo psíquico y lo físico?......Sin duda el Subc. es el mediador más adecuado entre lo físico y lo mental, y quizás resulte el muy buscado y jamás hallado `eslabón perdido'. Mas ¿acaso el hecho de que nos hallamos percatado de esto nos da base para rehusar todo lo demás?.

Me temo que también Ud. sea un filósofo y posea la tendencia monista a prescindir de todas las bellas diferencias de la Naturaleza en favor de una tentadora unidad. Mas no creo que ello pueda contribuir a eliminar tales diferencias."

¿"Son estos factores psicológicos responsables...."?, pregunta Freud, y en su interrogación se condensa una respuesta que parece dirigida a los "psicosomatistas" a ultranza, y es la pregunta que debe interrogarnos no sólo para avanzar en este desarrollo sino que debe encabezar nuestro propósito.

Nuestra existencia como analistas interesados en la investigación de "lo psicosomático", este trabajo, no implican una respuesta que esté dada.

Basta lo de Freud para rebatir a Mitscherlich, y para ello nada mejor que lo dicho y remitirnos al Capítulo III de Lo Inconsciente; no es precisamente de su atenta lectura de donde parte el autor alemán, que por lo tanto no puede arrogarse hablar en nombre del psicoanálisis.

Ya de inicio se distancia de Freud: "...las tensiones instintivas que perduran luego del proceso represivo fuera de la vivencia conciente...".

Para Freud, en cambio, "...la antítesis de `conciente' e `inconsciente' carece de aplicación al instinto. Un instinto no puede devenir nunca objeto de la conciencia. Únicamente puede serlo la idea que lo representa.

"Pero tampoco en lo inconsciente puede hallarse representado más que por una idea....Así, pues, cuando empleando una expresión inexacta hablamos de impulsos instintivos, inconscientes o reprimidos, no nos referimos sino a impulsos instintivos, cuya representación ideológica es inconsciente....."

"Un afecto que tiene lugar en lo inconsciente no encuentra el objeto..." continúa desarrollando Mitscherlich 52 años después que Freud conceptualizara todo lo contrario:

Freud: "Pudiera creerse igualmente fácil dar respuesta a la pregunta de si, en efecto, existen emociones, sentimientos y afectos inconscientes. En la propia naturaleza de una emoción está el ser percibida, o ser conocida por la conciencia. Así, pues, los sentimientos, emociones y afectos carecerían de toda posibilidad de inconsciencia. Sin embargo, en la práctica psicoanalítica acostumbramos hablar de amor, odio y cólera inconsciente, e incluso empleamos la extraña expresión de `conciencia inconsciente de la culpa', o la paradójica de `angustia inconsciente'. Habremos, pues, de preguntarnos si con estas expresiones no cometemos una inexactitud mucho más importante que la de hablar de `instintos inconscientes'.

Pero la situación es aquí completamente distinta. Puede suceder en primer lugar que un impulso afectivo o emocional sea percibido, pero erróneamente interpretado: la represión de su verdadera representación se ha visto obligada a enlazarse a otra idea y es considerada entonces por la conciencia como una manifestación de esta última idea.

Cuando reconstruimos el verdadero enlace calificamos de `inconsciente' el impulso afectivo primitivo, aunque su afecto no fue inconsciente y sólo su idea sucumbió al proceso represivo"....

Y luego de profundas disquicisiones que merecen ser estudiadas detenidamente en ese mismo Capítulo III, Freud continúa: "Así, pues, aunque nuestra forma de expresión sea irreprochable, no hay estrictamente hablando, afectos inconscientes, como hay ideas inconscientes.....La diferencia procede en su totalidad de que las ideas son cargas psíquicas y en el fondo cargas de huellas mnémicas, mientras que los afectos y las emociones corresponden a procesos de descarga cuyas últimas manifestaciones son percibidas como sentimientos".

No es en Freud, entonces, en quién se basa Mitscherlich para afirmar, refiriéndose a lo que él considera "afecto que tiene lugar en lo inconsciente (que) no encuentra el objeto buscado y por lo tanto la distensión buscada; por esta razón no va perdiéndose, sino que se convierte en contenido duradero, en una carga duradera (subrayado mío)...". Todo al revés que lo dicho por Freud.

Lacan, retornando a Freud, dirá en el Seminario 11: "Había señalado que Freud acentúa lo siguiente: que la represión se realiza sobre algo que pertenece al orden de la representación y que llama Vorstellungrepräsentanz......he insistido en el hecho de que Freud subraya de que no es en modo alguno el afecto lo reprimido. El afecto...va a pasearse por otro lugar...".

O en el Seminario de La Angustia: "Por el contrario, lo que dije del afecto es que no está reprimido; y esto lo dice también Freud. El afecto está desamarrado, va a la deriva. Se lo encuentra desplazado, loco, invertido, metabolizado, pero no reprimido. Lo que está reprimido son los significantes que lo amarran".

Entonces está claro que si el PSICOANALISIS, la doctrina creada por Freud, es uno de los conceptos que estará presente en esta exposición, no será desde aquellas concepciones desde donde se parta.

Por lo tanto conviene puntuar ya de inicio que partimos de aceptar que no existe saber posible del inconsciente sobre lo fisiológico, pero en cambio sí existe saber significante sobre el cuerpo.

Entonces, desde una concepción como la que sostenemos, que es la del psicoanálisis, habrá un sujeto dirigido al Otro en forma de un significante que lo representa para otro significante.

"El Otro es el lugar donde se sitúa la cadena del significante que gobierna todo lo que podrá presentificarse del sujeto, es el campo de ese viviente (subrayado mío) en el que tiene que aparecer el sujeto", continuará Lacan en aquel Seminario de los 4 Conceptos, observación no carente de importancia para nosotros pues ubica la dimensión posible del viviente, a tener en cuenta para abordajes como el que pretendemos: en cuanto campo del Otro.

Hemos definido entonces uno de los términos: el Psicoanálisis y el sujeto del cual se ocupa, que no será el lugar desde donde intentar una articulación de los aspectos contemplados, Cardiología y Psicosomática, sino que es UNO DE LOS BRAZOS DE LA ARTICULACION.

Pareciera que el término CARDIOLOGIA hoy es obvio: corresponde al raciocinio, al LOGOS sobre el CORDIS, al Dios como principio de las ideas -tal el concepto de logos- sobre el corazón, significante que desde lo simbólico nos permite aprehender este órgano, este real del viviente.

Nos hacen problema las dos siguientes palabras:

Y

PSICOSOMATICA

porque las entendemos idénticas en esta fórmula propuesta.

En realidad el concepto a articular con este LOGOSCORDIS sería el de PSICOANALISIS, aquel del sujeto del lenguaje, el del saber que no se sabe.

Y entonces la rótula, la bisagra interpuesta entre ambos que posibilita el movimiento será la conjunción Y.

Este borde compartido tangencialmente por los conceptos de CARDIOLOGIA-PSICOANALISIS como representantes del cuerpo biológico y el sujeto, el corazón y el inconsciente, esta Y, será este otro concepto emergente de PSICOSOMATICA, que será un camino posible a transitar por la tangente si es que la articulación es posible.

Si será UN CAMINO o EL CAMINO no se trata simplemente de una cuestión gramatical de definir o indefinir un artículo.

PSICOSOMATICA -entendemos- es un lugar desde donde intentar esta articulación, pero como el concepto es en sí enigmático el tema que les propongo desarrollar será:

CARDIOLOGIA

PSICOSOMATICA ?

PSICOANALISIS

Tal entonces, debemos aceptar que PSICOSOMATICA ? no es el único concepto articulador entre el cuerpo y el sujeto. Ya que hay otros. Y en la historia del Psicoanálisis corresponde el podio a la HISTERIA.

También ocuparán ese lugar las NEUROSIS ACTUALES, LA HIPOCONDRÍA.

El sujeto que demanda un análisis y que trae afectado su cuerpo desafiará al analista: ¿qué camino transitar?.

La elección no será caprichosa.

De ahí que intentemos acuñar el concepto de "hipótesis psicosomatica", que anotamos PSICOSOMATICA ?.

EROS: UN DAIMON MEGAS

Hemos situado también en esa intersección a la Psicosomática, como intermediando entre la Cardiología y el Psicoanálisis. Un Daimon Megas, como Eros, que era el intermediario entre los dioses y los mortales o entre la sabiduría y la ignorancia, al decir de Diotima, que voz de Sócrates, algo de Eros sabía.

¿Y por qué acudir a Eros como equivalente a la Psicosomática en esta intermediación?.

No lo será tan sólo en cuanto otorgar al corazón un lugar simbólico como representando a los afectos o a la sexualidad, aunque esto le valiera la prohibición de su culto en el medievo. Me refiero al culto del Sagrado Corazón de Jesús.

Ni por la magia que unió los corazones de Tristán e Isolda. En el amor, pero también en la muerte.

O por la afirmación de Sir Willian Harvey, el descubridor de la circulación sanguínea, hecha y publicada en 1628 en EXERCITATIO DE MOTU CORDIS ET SANGUINIS: "Cada afecto del alma está acompañado de dolor o placer, esperanza o temor, y es la causa de una excitación cuya influencia se extiende hasta el corazón".

O por ser el órgano que encarnación del alma en el cuerpo de Alcibíades era capaz de brincar al escuchar la palabra de Sócrates más que el de los Coribantes, esos sacerdotes de esa diosa hija del Cielo y de la Tierra, diosa de la Naturaleza, la Tierra y la Vegetación, esposa de Saturno y madre entre otros de Júpiter, Neptuno, Plutón y otros, llamada Rea o Cibeles;

y cómo les brincaría el corazón a ellos que en honor de su diosa celebraban un culto orgiástico con música y danzas frenéticas.

"Cuando le escucho, -diría Alcibíades- mi corazón da muchos más brincos que el de los Coribantes...y se derraman mis lágrimas por efecto de sus palabras...".

¿Hay mejor ejemplo de un cuerpo atravesado por el significante?.

Dejaremos por ahora los brincos, palabra no pronunciada gratuitamente por Alcibíades en su elogio de Sócrates.

Pero no sólo eso dijo, sino que comparando su desaire con una picadura de víbora, señaló:

"Pues bien, yo he sido picado por algo que causa todavía más dolor, y ello en la parte más sensible al dolor de aquellas en las que uno puede ser picado: el corazón o el alma, o como se deba llamar eso. Ahí he recibido la herida y el mordisco de los discursos filosóficos, que son más crueles que una víbora".

El lingüista Luis Lopers dice: "Cuando se nombra al corazón, desde el punto de vista del significado de las palabras, se dice siempre algo más, como si esta palabra nunca tuviera un significado literal....

En todos los idiomas hay frases que contienen la palabra corazón porque en toda cultura siempre es mucho más que un órgano".

Significante por antonomacia, no lo será tampoco por el lugar mismo que el saber popular le otorga:

No lo será tan sólo a pesar que la tentación que propone esta vía significante es grande y aunque "lo insólito es que sirve para expresar sentimientos muy diversos que muchas veces no tienen que ver con el amor" (Lopers).

No seré yo evidentemente el primero que intente acercar a Sócrates con Freud.

Estar inmerso en los significantes propuestos por Lacan, desafía constantemente a hacerlo. No se trata, como él mismo decía en el Seminario 11 de buscar la "pequeña diferencia".

Y la vía que propone es unirlos por su particular relación con la muerte: Sócrates en cuanto a una muerte, la suya, que pudiera haber evitado; Freud por habernos introducido a ese Más Allá, que es la pulsión de muerte.

Como veremos este concepto será clave en la articulación que intentamos.

Pero si Freud en Más Allá, opone Eros con Tánatos, iniciaremos este abordaje desde Eros; el Eros del cual se trata en esta intermediación, en esta articulación, es el amor de transferencia.

¿A qué me refiero? ¿Cuál es la transferencia de la que se trata?.

Es la transferencia que posibilita que el lector haya llegado hasta este punto e incluso se proponga continuar en la tarea, o la de aquellos que sabiendo de qué se trata, estoicamente persistan en su propósito, o la de aquellos, como nosotros que continuamos investigando el tema o, en fin, la que tenemos con la Psicosomática.

Y nos referimos al concepto que introdujera Lacan en 1964, transferencia de trabajo, donde no hay, un Saber que se Suponga, coagulando un lugar, sino un trabajo a transferir entre dos sujetos; no es un concepto acuñado para definir este tipo de transmisión, pero se me ocurre como el más apropiado.

O sea, no los lectores a quienes se dirige el texto, como el primer sujeto de la ecuación, y el autor, como el segundo, en esta situación particular, sino cada uno con él y en realidad cada uno, con los conceptos y con la transmisión del Psicoanálisis; dos sujetos, y entonces ambos en condición de analizantes, es decir ambos realizando el trabajo.

Es decir, paradójicamente, no habiendo Otro, Sujeto Supuesto Saber, no hay amor en este Amor del que partimos; hay más bien deseo y por lo tanto caída del Otro, situación que remeda la del fin de análisis más que la del principio, condición necesaria entonces para que se de esta transmisión, este trabajo a transferir.

"Y esta vertiente del saber expuesto induce al trabajo, en el punto en que el deseo es el deseo del Otro y el Otro desea trabajar en relación a la causa psicoanalítica; así como el saber supuesto induce al amor al inconciente que impulsa la cura"

Naturalmente, esta transmisión no tendrá que ver con el Pase aunque interroga sobre qué categoría corresponde sino, a esta otra transmisión, porque... "no es este testimonio acerca del momento puntual del pase el único trabajo..."... al cual corresponda la categorización de transferencia.

"¿No hay acaso aquí una transferencia de trabajo en juego?"

Es desde este concepto, que propongo desarrollemos estos otros que se constituirán en el cuerpo de esta articulación.

Y si hablamos de amor de transferencia para realizar todo este recorrido corresponde que dejemos surgir la función del deseo del analista.

Será entonces el amor de transferencia que tengo con la Cardiología y el Psicoanálisis y el deseo de analista de sostener la articulación, que harán posible este desarrollo, sostenidos ambos desde la transferencia de trabajo.

Por eso Eros. La psicosomática como Daimon Megas.

 

LA ANGINA. LA ANGUSTIA. UN DELIRIO PARANOICO.

Será un poeta quién nos permita introducirnos al tema.

Un revolucionario turco no muy conocido, que pasó 16 años de su vida en las cárceles turcas en donde concibió versos como éste, que dirigió a su mujer y compañera:

El más bello de los mares
Es aquel que no hemos visto
La más linda criatura
Todavía no ha nacido.

Nuestros días más hermosos
Aún no los hemos vivido.

Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirte
Todavía no lo he dicho.

Nazim Hikmet. Pero no es este el poema al que hacíamos referencia, aunque no por casualidad lo he escogido.

El tal es el que sigue, que en 1948 y desde la cárcel también, tituló

Angina de pecho

Si la mitad de mi corazón esta aquí, doctor
La otra mitad está en China,
Con el ejército que baja hacia el río Amarillo.

Además, doctor, todas las mañanas,
Todas las mañanas, al amanecer,
Mi corazón es fusilado en Grecia.

Además, cuando los presos se hunden en el sueño,
Cuando los últimos pasos se alejan de la enfermería,
Mi corazón, doctor, se va...
Se va hasta una vieja casa de madera, en Estambul.

Además, doctor, estos diez años
Con las manos sin nada que ofrecer a mi pobre pueblo,
Apenas una manzana roja, mi corazón.

Es por todo eso, doctor,
Y no por la arteriosclerosis, la nicotina, la prisión,
Que tengo esta angina de pecho.

Yo miro la noche a través de los barrotes
Y, a pesar de todos estos muros que me oprimen el pecho,
Mi corazón palpita con la estrella más lejana.

El poeta a su manera, ha introducido la angina de pecho.

Y así como Lacan se autoriza en la presencia de Aristófanes en El Banquete para inferir que Platón hacía de su propio saber una bufonada, y del amor un sentimiento cómico, me voy a permitir autorizar en él, para quién la ley del corazón se origina en el narcisismo, como queda dicho en el extracto de su polémica con Henry Ey que encabeza este trabajo, o que toma como metáfora del centro del mundo, para ubicar allí al objeto (a); más adelante lo haré con un paranoico pero no cualquiera y en su creación más exquisita que es su propio delirio para avanzar en la tarea propuesta, pues qué mayor autorización que la de un paranoico para establecer un vínculo con algo que atañe al psicoanálisis, soportando incluso el riesgo de ser acusado de delirante.

Y podrán ver una acabada definición de la angina de pecho incluída en la propia estructura del delirio.

Desde ya, no hace a la esencia de la construcción delirante, pero está ahí.

Es la interesantísima interpretación que este paranoico hace de su angina, y presten atención a esta palabra angina desencadenada como sucede típicamente con los anginosos al caminar por calles empinadas, con cierto declive.

Y lo más interesante es la palabra utilizada para hacer la descripción: angustia (Angst en alemán).

Angina-Angustia

Por ahora obsérvese la estructura de estas palabras.

Provienen de la misma raíz latina ango, -angis, -angxi, como adjetivo. Antum, antere es el verbo que significa cerrar la garganta, tanto en sentido físico como moral. Ango como verbo en latín significa apretar, oprimir, estrechar. Ango en griego significa apretar, estrangular, angustiar.

Angor, angis, es un derivado, masculino, que significa inflamación que la angina produce en la garganta, pena, sentimiento, intranquilidad, inquietud, pesadumbre, pesar, angustia, tristeza.

Angustia, significa opresión moral.

Angustia, angustiae: fauces, desfiladero.

Angustus: apretado, tenue, sutil, delicado, delgado, breve o corto.

Angusta nox: breve noche.

Animus angustus, según Cicerón significa ánimo apocado, vergonzoso.

Es interesante comentar que para los romanos, todos los fenómenos del cuerpo sucedían en el tronco, entre el cuello y la cintura; el concepto de angina consistía en tener cerrada la garganta, lo cual impedía la salida del contenido al exterior.

¿No tendrá que ver con ello, el efecto de alivio que produce sobre la angustia la sóla catarsis?.

Para concluir este recorrido breve, angustus, por el desfiladero de la etimología, un último hallazgo del latín:

Angina mentis: decaimiento del espíritu por la mala constitución del cuerpo. Es el opuesto a mens sana in corpore sano.

¿No es acaso esta construcción latina un antecedente pretérito de nuestra Psicosomática, precísamente sostenida en los significantes que dan crédito a nuestra elaboración?.

No es un invento, una transcripción burda al latín de los dos significantes que hacen a la Cardiología (angina) y al Psicoanálisis (mentis); no es así. Es una construcción latina que está en el diccionario etimológico.

Angustia es una palabra muy antigua; tanto como la propia humanidad.

Freud señalaba en El Malestar en la Cultura que el sentimiento de culpabilidad es una variante topográfica de la angustia que tiene su origen histórico en el parricidio en cuanto resulta de una agresión realizada, siendo las otras fuentes de tal sentimiento, las agresiones coartadas.

O sea que la angustia tiene la antigüedad de la cultura y en esta dimensión de asociación al sentimiento de culpabilidad esta dada por las pulsiones agresivas, o sea por la pulsión de muerte.

Hay un primer nivel para Freud donde el sentimiento de culpabilidad no es más que el temor ante la pérdida del amor, es en el decir de Freud "angustia social", temor y angustia originados en los actos o propósitos agresivos dirigidos hacia el objeto exterior, el padre, cuando el sujeto es descubierto por aquél.

Pero un cambio fundamental se produce cuando la instancia parental es internalizada y originado el superyo: no hay ya diferencia posible entre acto y propósito; frente al superyo nada puede ocultarse.

En Totem y Tabú, Freud describe como la conciencia tabú es probablemente el antecedente más antiguo de la conciencia moral y afirma que ésta es la percepción interna de la repulsa de determinados deseos. Le atribuye una gran afinidad con la angustia, al punto de no vacilar en describirla como "conciencia angustiante", atribuyendo a aquellos deseos el carácter angustioso de la conciencia. Y estos deseos no son otros que los incestuosos y la tendencia al homicidio.

Angina, angor, en cuanto a la descripción del síntoma por antonomacia de la cardiología, tiene una antigüedad reciente: fue utilizado por vez primera con ese sentido en 1768 por Heberden, si bien el síntoma en sí ya era conocido desde Diomedon, que lo presentó en su carrera de 42 Km desde Maratón a Atenas.

Heberden lo describió como "un trastorno del pecho" muy característico acompañado de sensación de estrangulación y ansiedad con un fenómeno acompañante notable: la sensación de muerte inminente, con el miedo y la angustia correspondiente por lo cual lo llamó angor animi.

Más adelante nos ocuparemos de puntualizar el lugar que este miedo a la muerte ocupa en el Psicoanálisis.

Freud, si bien en su descripción de la angustia que hace en el Capítulo VIII de Inhibición, Síntoma y Angustia, para nada se ocupa de la angina, atribuye a la angustia sensaciones físicas definidas referidas a determinados órganos:

"como de momento no nos interesa la fisiología de la angustia, nos bastará con hacer resaltar alguna de tales sensaciones, y elegiremos para ellas las más representativas, frecuentes y precisas, son las que afectan a los órganos respiratorios y al corazón".

Pero veamos este juego entre angor y angustia en un historial. Desde ya, el significante angor no pertenece al paciente; es un significante prestado por la Cardiología que hace alusión al síntoma médico que lo acercó a la consulta;

en cambio fue la angustia la que motivó su demanda al psicoanalista.

Pablo tiene 33 años; en lo que va de este año le fueron practicadas 2 angioplastias pues tiene "un 99.9% tapada la arteria". Su enfermedad coronaria, pues de esto es expresión la angina de pecho, se remonta a 1989, cuando comenzó con un "dolor, una opresión muy fuerte en el pecho".

Sin embargo él sabe que lo suyo es nervioso y lo atribuye a la muerte de su padre acaecida hace 4 años.

El cuadro está teñido por una gran angustia, al punto que al venir a solicitar turno, presa de una intensa angustia y llanto, se debió transformar ese pedido de turno en la primera entrevista. Cada vez que su relato rozaba el tema de su padre comenzaba a llorar.

El llanto fue desapareciendo con el avance del tratamiento no así sus referencias a la angustia: " me angustia de verdad cualquier cosa...el domingo angustiado se me rompió el camión...si veo una película me angustio, me pongo a llorar,...igual que mi papá".

"Ayer hablé con un pibe que anda con problemas con la DGI, casi me pongo a llorar porque nosotros...mi viejo...pasamos por lo mismo...fue cuando mi viejo se cayó, se estaba fundiendo. Angustiado porque me vienen pasando cosas...angustiado si vengo sólo acá y pienso en alguna gilada...en mi viejo..."

Ya desde la primera entrevista hubo un significante que se repitió insistentemente en el discurso de Pablo, diría con consistencia de S1: sólo, y dando lugar a través de él a que la angustia se constituyese en síntoma en transferencia, al decir "angustiado si vengo sólo acá":

"Me sentía sólo en mi casa...seguía estando sólo...". "Estando sólo pienso en mi papá...él jugaba al solitario".

Cuando Pablo tenía 19 años, su novia que es su actual esposa lo dejó. "La perdí"...me angustié mucho...me llevaron al psicólogo...iba a jugar a la pelota y lloraba". Su padre fue pieza clave en determinar que Vivi volviera: "en el 78 cuando me dejó Vivi...estaba sólo... atropellé una persona...un viejo..lo maté..... Lo perdí"...

Curiosamente no utiliza la fórmula "lo perdí" en relación a su padre.

En realidad no lo perdió: estando sólo mantiene conversaciones imaginarias con su padre muerto.

La angustia es el elemento a través del cual se identifica con el padre, como surge de los recortes del material clínico.

Identificación secundaria con el rival, para Lacan, que cumple su rol estructurante, sólo pensable a través de una primera identificación estructural, pues estructura al sujeto como rivalizando consigo mismo.

Estructura pensada como narcisista, sede de la agresividad que permite comprender la función del complejo de Edipo en cuanto a aquella identificación con el rival.

Y es de paso interesante señalar como en este texto de 1948, Lacan atribuye una función pacificante al ideal del yo. Cito: " Pero lo que nos interesa aquí es la función que llamaremos pacificante del ideal del yo (subrayado en el original), la conexión de su normatividad libidinal con una normatividad cultural, ligada desde los albores de la historia a la imago del padre. Aquí yace evidentemente el alcance que sigue teniendo la obra de Freud Totem y Tabú, a pesar del círculo mítico que la vicia, en cuanto que hace derivar del acontecimiento mitológico, a saber del asesinato del padre, la dimensión subjetiva que le da su sentido, la culpabilidad".

Padre amado por Pablo en la falta, donde la Verneinung freudiana permite visualizar aquello que reprimido aparece como negado en la conciencia: "en estos días en mi viejo no pensé nada...lo único ayer que era mi cumpleaños pensé otro cumpleaños que no está él".

Pero también odiado: "muy duro...un carácter muy fuerte...nada que ver conmigo. No había diálogo....en esa mi viejo no me acompañó...no le reprocho nada".

Nuevamente la negación de este no le reprocho nada, permite vislumbrar los reproches hacia él dirigidos: "No tener diálogo...", mermados a su vez por la permisión al acceso condicionado a la sexualidad y las mujeres..."pero me llevó la primera, la segunda y la tercera relación sexual..."

Negación freudiana desde donde nos permitimos articular la pulsión: "La afirmación -como sustitutivo de la unión- pertenece a Eros; la negación -consecuencia de la expulsión- pertenece al instinto de destrucción" (subr. mío).

Más adelante volveremos sobre esta expulsión y el contenido de lo expulsado.

Amor y odio al padre.

"Efectivamente, no es decisivo si hemos matado al padre o si nos abstuvimos del hecho: en ambos casos nos sentiremos por fuerza culpables, dado que este sentimiento de culpabilidad es la expresión de este conflicto de ambivalencia, de la eterna lucha entre el Eros y el instinto de destrucción o de muerte".

Muerte y sexualidad condensadas en el significante sólo. En la angustia de no poder nombrar lo innombrable.

Este recorte del material clínico de Pablo, nos permite articular no sólo los conceptos de angina-angustia sino incursionar nuevamente en el concepto del asesinato del padre, hecho realizado en lo real por Pablo en la persona del "viejo".

"El parricidio es, según interpretación ya conocida, el crimen capital y primordial, tanto de la Humanidad como del individuo. Desde luego es la fuente principal del sentimiento de culpabilidad, aunque no sabemos si la única....La relación del niño con su padre es una relación ambivalente. Además del odio que quisiera suprimir al padre como a un enfadoso rival, existe, regularmente, cierta magnitud de cariño hacia él. Ambas actitudes llevan, conjuntamente, a la identificación con el padre. El sujeto quisiera hallarse en el lugar del padre porque le admira; quisiera ser como él y quisiera al mismo tiempo suprimirlo. Ahora bien: toda esta evolución tropieza con un poderoso obstáculo.

En momento dado, el niño llega a comprender que la tentativa de suprimir al padre como a un rival sería castigada por aquel con la castración". Y continuará más adelante: "Fórmase en el yo una magna necesidad de castigo, que permanece, en parte, como tal a disposición del destino y encuentra, en parte, satisfacción en el maltrato por el superyo.(sentimiento de culpabilidad)", hermosa definición del goce lacaniano hecha por Freud.

"Todo castigo es, en el fondo, la castración, y como tal, el cumplimiento de una antigua actitud pasiva con respecto al padre".

 

LAS FORMAS IMAGINARIAS DEL YO

Y a través del concepto freudiano de castración, camino colateral para esta operación que intentaré, me dejaré llevar para desarrollar otro concepto un tanto olvidado, desde donde probaré abordar una confrontación necesaria con conceptualizaciones ajenas al psicoanálisis, difundidas a partir de 1959 desde los EEUU, que atribuyen un tipo particular de conducta o comportamiento a los portadores de esta enfermedad coronaria, que es aquella que determina la angina o el angor del cual hemos partido. Conducta o comportamiento que en publicaciones de habla hispana se ha reemplazado por el término de personalidad.

Como veremos estos caminos colaterales volverán a llevarnos reiterativamente al padre y al superyo.

Tal conducta, comportamiento, behavior, se ha difundido también en nuestro medio bajo el nombre de "personalidad tipo A", Type A Behavior.

Friedman lo describe como un complejo de emoción y acción que presentan ciertos individuos (a veces en forma encubierta), comprometidos en una lucha incesante y crónica para cumplir más en menos tiempo, con sentido de urgencia y que generalmente presentan una hostilidad o agresividad racionalizada.

Este rasgo de agresividad, es tal vez el más importante que considera esta corriente y en él nos detendremos para fijar posición desde el psicoanálisis.

Geist los describe así: "El individuo con personalidad tipo A es competitivo y se preocupa cuando se atrasa en su trabajo, se irrita al tener que sentarse a esperar transportes tales como trenes y aeroplanos, o al ser detenido por el tráfico; es ambicioso en exceso y hace lo posible por adquirir cosas consideradas como símbolos de éxito en nuestra cultura....Este tipo de personas es propenso a presentar un ataque coronario".

A partir entonces de esta asociación entre conducta y enfermedad se otorga a la misma el calificativo de psicosomática, de allí el interés de establecer una postura.

El concepto olvidado al cuál me refiero es el de carácter del yo, que por ser desarrollado por Freud y estar emparentado con aquellos otros, será nuestra guía.

Personalidad es el concepto globalizador, "la totalidad concreta del yo", "el conjunto o sistema de todo lo que hay en mí", "...noción de unidad integradora de un hombre, con todo el conjunto de sus características diferenciales permanentes (inteligencia, carácter, temperamento, constitución), y sus singulares modalidades de comportamiento".

"El carácter, sin duda es sólo una parte de la personalidad, pero que es el centro.

Constituye la estructura fundamental sobre la que irán a depositarse las influencias y registrarse los acontecimientos".

"Al combinarse entre sí los rasgos (de carácter) constituyen sistemas más complejos que se pueden denominar conductas".

Todas estas definiciones corresponden a la Psicología Concreta, pues si desde el Psicoanálisis corresponde decir sobre ello algo, es necesario partir de su propia naturaleza y por definiciones por ella aceptada.

Pero hablamos de camino colateral; llegar a la ruta principal nos llevará un tiempo y tal vez encontrarnos con varios puestos de peaje donde deberemos detenernos.

Decíamos de partir de la castración. Pues bien.

En introducción al Narcicismo, y en polémica con Adler, Freud sostiene la naturaleza narcisista de la "protesta masculina" y su procedencia del complejo de castración, manifestando que constituye uno de los factores de los cuales proviene el carácter. Dice aún más, y ello fue motivo de largas disquisiciones en el movimiento psicoanalítico: "es totalmente inadecuada para la explicación de los problemas de la neurosis".

La controversia surgió porque se pretendió que Freud abjuraba de la castración para explicar el origen de las neurosis.

Hasta hubo quienes dijeron que Freud en la fogosidad de la polémica con Adler había afirmado más tarde no saber cómo había escrito semejante cosa.

No es necesario poner en su boca esta desmentida, pues más allá que la haya dicho, el origen de la controversia no está en Freud sino en una errónea interpretación de la palabra inadecuada.

Adecuar: acomodar una cosa a otra; inadecuada es porque hace falta algo más; es factor necesario pero no suficiente. Tal el rol de la castración en la neurosis. Veamos:

"Dado que una neurosis sólo puede nacer del conflicto de dos tendencias, tan justificado estará ver la causa de `todas' las neurosis en la protesta masculina como en la actitud femenina contra la cual se alza la protesta. Lo exacto es que esta protesta masculina participa regularmente en la formación del carácter -muy ampliamente en algunos tipos- y que se nos opone como intensa resistencia en el análisis de sujetos neuróticos masculinos".(subr. mío).

Es decir, es inadecuada pues necesita también para caracterizar la neurosis de la "actitud femenina contra la cual se alza la protesta".

Esta interesante cita de Freud nos confronta de inicio con las postulaciones conductuales: aquellos rasgos de carácter que constituyen el pilar de clasificaciones y calificaciones que agrupan a los sujetos y les atribuyen un tropismo específico hacia ciertas enfermedades, son para el psicoanálisis el lugar desde donde emergen las resistencias al análisis.

Así de sencillo.

Y este tema será reiterado por Freud.

En Varios Tipos de Carácter descubiertos en la Labor Analítica

-1916- señala que la investigación analítica es amenazada por resistencias que opone el paciente atribuyendo tales resistencias al carácter del mismo, "y entonces sí reclama ya este carácter preferentemente su interés".

Pero volvamos a la castración.

En Autobiografía -1924- y en Análisis Profano -1926- retomará el tema de la formación del carácter y el papel que le otorga a la castración en cuanto miedo a serlo por el padre que como veíamos al trabajar el concepto de sentimiento de culpabilidad, es el agente del castigo que antecede a la formación del superyo. Castigo que bajo la forma de necesidad será expresión de tal sentimiento.

Es decir que el miedo a la castración, será también un deseo a ser castrado por el padre, siguiendo el razonamiento de Freud, deseo que suplirá la necesidad de castigo, dado que la condición de los tormentos masoquistas es que provengan de la persona amada.

Articularemos aquí un concepto enunciado en la definición de la angina de pecho, el miedo a la muerte, tal como es entendido por Freud en el Yo y el Ello.

"Podemos considerar la angustia ante la muerte y la angustia ante la conciencia moral como una elaboración de la angustia ante la castración" .

Freud la ubica entre el yo y el superyo y explica su mecanismo por una liberación de un amplio caudal de libido narcisista que se produciría al abandonarse el propio yo como depositario de aquella libido.

El complejo de castración, entonces, nos permite articular en Freud una serie de funciones; tomaremos el odio, el objeto y el padre ya que sobre estos ítemes realizamos algunas consideraciones y trataremos de relacionarlos con su participación en la determinación del carácter, a la que nos hemos abocado.

El yo de placer en cuanto ulterior desarrollo del yo de realidad, lo es mediante la incorporación del objeto, introyectado como fuente de placer. Esta operación primordial, deja por fuera un resto extraño, percibido como hostil, que es expulsado al exterior.

Así aparece el odio en serie con el objeto y el mundo exterior.

Esta operación doble, la situamos en la constitución del juicio de atribución, donde bejahung y verneinung representan los estadíos necesarios y el juicio, propiamente la expresión del yo llamado de placer en 1915.

¿Cuál es el resto extraño percibido como hostil y expulsado al exterior?.

No puede ser otro que el sadismo primitivo en cuanto pulsión de muerte. "Una vez que su parte principal queda orientada hacia el exterior y dirigida sobre los objetos, perdura en lo interior, como residuo suyo, el masoquismo erógeno propiamente dicho....".

Es decir que si en ese yo primitivo coexisten el objeto introyectado en cuanto fuente de placer, y un resto masoquista producto de la expulsión de la pulsión de muerte, -sadismo dirigido hacia el exterior-, este yo de placer no lo es tanto, o si lo es, lo es por el masoquismo primordial y entonces ya es un yo que de entrada goza.

Como veremos, el yo sólo puede gozar.

Esta introyección del objeto realizada por el yo de placer es en realidad una identificación, y la primera que se realiza, anterior incluso a toda carga de objeto, lo es con el padre. , identificación primaria al padre de la horda que a decir de Lacan es una identificación significante al Significante del Nombre del Padre.

Es allí donde Freud localiza la emergencia del carácter dándole la consistencia del residuo de las cargas de objeto abandonadas y como continente de la historia de tales elecciones objetales, asociándolo a la génesis del Ideal del yo, "pues detrás de él se oculta la primera y más importante identificación del individuo, o sea la identificación con el padre".

El tema es retomado en Nuevas Lecciones Introductorias al Psicoanálisis, donde Freud recuerda la adscripción del carácter al yo y otorga la máxima importancia al superyo en el proceso que lleva a su formación, en cuanto incorporación identificatoria con el padre primero y más tarde con todas aquellas figuras que participan en su génesis a través de nuevas identificaciones.

Ya en Duelo y Melancolía, para explicar el doloroso sufrimiento que acarreaba la pérdida del objeto amado, Freud hablaba de una reconstitución en el yo del objeto perdido, es decir el reemplazo de una carga de objeto por una identificación, proceso al que atribuía una gran importancia para la estructuración del yo y sobre todo para la constitución de su carácter.

Es decir, que si pretendemos ser freudianos al encarar el estudio del carácter del yo, particular importancia prestaremos a dos conceptos: superyo e identificación.

Porque ambos conceptos se condicionan mutuamente para el psicoanálisis y desde Freud llevan el sello mortífero de la pulsión de muerte:

"En el superyo reina entonces el instinto de muerte que consigue con frecuencia llevar a la muerte al yo...".

La pertenencia de la identificación a la órbita de la pulsión de muerte, queda dicha por Freud también en el Yo y el Ello, cuando analiza que siendo la identificación producto del retiro de cargas del objeto al yo corresponde a una transformación de la libido objetal en libido narcisista, determinando el narcisismo secundario, lo cual trae consigo una desexualización o sea -dirá Freud- una especie de sublimación; tratándose entonces de una desexualización, la identificación se opone a Eros, laborando del lado de la pulsión de muerte.

Este desarrollo nos autoriza a concebir al amor del narcisismo, el amor al propio cuerpo, como Amor a la Muerte, amor de un cuerpo cuyo destino es morir.

En páginas posteriores, agregará, en cuanto a esta desexualización y sublimación, que tal proceso trae aparejado una disociación pulsional, quedando despojado el componente erótico de la energía necesaria para mantener encadenada toda la destrucción agregada, lo cual determinará la liberación de aquella en calidad de tendencia a la agresión y destrucción.

En idéntico sentido se refiere a la formación de los sentimientos sociales, cuando admite que la imposibilidad de satisfacer las tendencias hostiles, hace surgir una identificación con los rivales.

Deducciones estas que nos permiten inferir también el rol mortífero que Freud atribuía a la personalidad, cuando refiriéndose a "las personalidades múltiples", colocaba al proceso de la identificación en su génesis.

Recordará además, en las Nuevas Lecciones de 1923, que también deben tenerse en cuenta tratándose del carácter, "los productos reactivos que el yo adquiere por medios más normales en sus represiones primero y luego la repulsa de impulsos instintivos indeseables".

¿Cuáles son aquellos productos reactivos a los que se refiere Freud?.

Invito a releer los últimos párrafos de El Hombre de las Ratas donde Freud trabaja como síntesis final las que el llama las personalidades de su paciente, una inconsciente y dos preconcientes.

Freud señalaba que si había que buscar algo característico de la neurosis obsesiva, no había que buscarlo a nivel pulsional, donde se jugaban iguales mecanismos que en la histeria y la paranoia, sino en las circunstancias psicológicas. En otro lugar dirá condiciones psicológicas.

Si se lee atentamente el texto se verá a qué alude.

Lo hace desplegando el concepto de ambivalencia que toma de Bleuler, para señalar que el amor que recubre una de las personalidades preconcientes de su paciente, lo es en realidad por reacción para encubrir el odio dirigido contra la misma persona, y que era su padre.

Y este mecanismo por reacción que relaciona el amor con el odio hallará su desarrollo teórico en 1915 al considerar el primero de los destinos de la pulsión: la transformación en lo contrario en su particularidad de inversión de contenido, que halla su único ejemplo en esta polaridad amor-odio.

Similares deducciones, si quiere seguirse a Freud, pueden encontrarse en Consideraciones sobre la Guerra y la Muerte, del mismo año 1915.

Pareciera como que Freud hubiera necesitado desarrollar un concepto teórico específico para explicar este complejo concepto de ambivalencia, al que también recurrirá cuando en El Malestar en la Cultura, no puede de lo contrario dar cuenta del sentimiento de culpabilidad luego del asesinato del protopadre.

Esta particular defensa contra la pulsión dada por la transformación en lo contrario del odio al padre totémico, opera junto a este otro destino pulsional que es la orientación hacia la propia persona, antes de la fase de la organización anímica que estableció una "precisa separación entre la actividad... conciente y la inconsciente".

Es decir antes que operase la represión, "que no es un mecanismo de defensa originariamente dado".

Entonces, ¿qué relación existe entre estos dos destinos de la pulsión, la represión y la transformación en lo contrario, donde ubicamos el origen de los productos de reacción que irían a depositarse al carácter?.

Freud situó actuando primero a la transformación en lo contrario.

O sea que desde este punto de vista podríamos pensar ciertos aspectos del carácter, aquellos dependientes del juego de la ambivalencia amor-odio, como anticipándose a la constitución del inconsciente dado que éste sólo es pensable a partir de la represión.

LA AGRESIVIDAD

¿Podríamos, tomándonos cierta licencia, desde una lectura de Lacan, decir que anterior a la constitución del sujeto, es decir anterior al significante, en la fase primaria de identificación y en la fase narcisista de identificación especular, como los momentos donde buscar los componentes agresivos que irán a depositarse en el yo, que no será el yo de la percepción-conciencia del principio de realidad sino el yo de la

Verneinung freudiana?.

Miller señala: "Para Lacan la estructura más primitiva, la que está verdaderamente en el origen de la historia del sujeto, es del orden del registro paranoico".

"En su análisis del estadio del espejo....se establece una conexión esencial en su enseñanza entre narcisismo y paranoia...Resumiré brevemente su tesis: a partir de la imagen del otro se forma un yo (je) que no se desarrolla en la armonía y en la complementación sino al contrario, en la tensión y en la rivalidad. Se encuentra así implantado en el área subjetiva en el lugar del yo (moi), el otro que al comienzo era un objeto exterior".

Dirá más adelante, en el "Tercer Punto", haciendo referencia al estadío del espejo: "tenemos en él una teoría de la agresividad como intrínseca al yo (moi) y a la interpretación paranoica del narcisismo".

En efecto, dirá Lacan en La agresividad en Psicoanálisis, que "...para comprender la naturaleza de la agresividad en el hombre y su relación con el formalismo de su yo y de sus objetos..."

deberá pensarse en "...esta relación erótica en que el individuo humano se fija en una imagen que lo enajena a sí mismo..." que será..."...la energía ...y ...la forma en donde toma su origen esa organización pasional a la que llamará su yo". "Esa forma se cristalizará...en la tensión conflictual interna al sujeto, que determina el despertar de su deseo por el objeto del deseo del otro: aquí el concurso primordial se precipita en competencia agresiva y de ella nace la tríada del prójimo, del yo, y del objeto...". "...El yo aparece desde el origen marcado con esa relatividad agresiva...".

Armonizar en el concepto del estadío del espejo en cuanto estructurante del yo, el narcisismo y la paranoia, es una deducción que funde sus raíces en Freud.

Nos permitiremos articular en este punto la noción de "transformación en lo contrario", que en su relación con la represión situábamos como mecanismo presubjetivo.

En el Yo y el Ello, Freud dirá que en la paranoia, la persona amadísima se convierte en perseguidor contra el cual orientará su agresión. ¿Cómo se produce la transformación?.

Responde apelando a la ambivalencia, que explica por un desplazamiento reactivo de la carga, siendo substraída energía al impulso erótico y acumulada a la energía hostil.

Esta energía desplazable (Pag 2719) es libido narcisista, es decir Eros desexualizada, es decir energía sublimada.

Volvamos entonces a la constitución del yo.

El propio Lacan, alrededor de estas conceptualizaciones señala:

"El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente por el ser sumido en la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia que es el hombrecito en este estadío infans, nos parecerá por lo tanto que manifiesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo (je) se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto".

Pero volvamos a Freud para cerrar el circuito.

El punto de partida se constituía en el odio; no podría ser sino, dado que es más antiguo que el amor.

Y este odio tiene en el desarrollo freudiano un destino dual: a) por un lado es reprimido, dando las manifestaciones de la neurosis, y b) en segundo lugar, aunque en realidad anticipándose,"por reacción", originando un amor acentuado que como rasgo irá a revestir el carácter.

Para complicar las cosas, Freud efectúa un abordaje un tanto distinto en Inhibición, Síntoma y Angustia, cuando analiza el síntoma fóbico de Juanito en cuanto tentativa de solución de la ambivalencia amor-odio al padre:

"En estos casos (entre los cuales Freud excluye al de la fobia en cuestión. E.S.) consideramos como origen de la situación una represión por formación reactiva (subr. mío)", aclarando que en el caso Juanito, la pulsión reprimida es el impulso hostil dirigido contra su padre. Sin embargo queda claro que aborda aquí la constitución de un síntoma: la fobia; no se refiere para nada al carácter y señala que al constituirse (el síntoma fóbico) a través de operar el desplazamiento padre-caballo, la resolución de la ambivalencia se resuelve en sí en la propia fobia sin necesidad de recurrir a la formación reactiva.

Pero aún es posible otra lectura de este concepto "por reacción", que la traducción de Amorrortu reemplaza por "formación reactiva": es la que Freud realiza en el Yo y el Ello a continuación inmediata del párrafo que citaremos más adelante,

"Pero el Superyo no es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello, sino también una enérgica formación reactiva contra las mismas", atribuyéndole a este aspecto reactivo del superyo la función de prohibición, que realmente lo caracteriza, quedando más del lado del Ideal, la primera función de identificación.

Como el propio Freud lo dice en las fórmulas "Así -como el padre- debes ser" y "Así -como el padre- no debes ser, donde claramente quedan delimitadas las diferentes funciones del Ideal y del superyo, aunque aún en el Yo y el Ello sigue confundiéndolos en una sola instancia.

Miller dirá en su Conferencia porteña sobre Clínica del Superyo, que Lacan enfoca el Ideal del yo a partir de la imagen, aún cuando es una función significantizada; el superyo, en cambio, es abordado a partir de un registro muy diferente, puramente simbólico.

Es decir que en este seguimiento que hemos hecho para conceptualizar la noción del carácter del yo, nos hemos desplazado por algunas otras, que a manera de síntesis podríamos listar: el proceso de inversión de contenido, el complejo de castración, el odio más primitivo que el amor al padre, la identificación y la constitución del superyo. Freud también menciona a la sublimación. En Lacan, el estadío del espejo y el conocimiento paranoico.

 

DEL CARÁCTER DEL YO AL GOCE

Ahora bien, si ubicamos como lo hemos hecho hasta aquí a este carácter del lado del yo, si en su génesis no participa la represión, cabe que nos preguntemos que lugar ocupa este carácter en el psicoanálisis, si es que alguno le otorgamos, y como opera el psicoanalista frente a aquél.

Y si hacemos un alto en el camino, un alto voluntario, no detenidos en peaje alguno, sino una de esas detenciones que uno hace en los largos viajes para recuperar fuerza y ver donde se halla, observaremos que en aquella lejana partida desde la psicosomática como concepto articulador entre la Cardiología y el Psicoanálisis, nos hemos encontrado a esta altura con dos obstáculos:

uno estaba dado por enfrentarnos a un real del cuerpo; ahora nos hemos topado con el segundo, cual es que deberemos vérnosla con el carácter del yo.

Una primera respuesta a este obstáculo hallamos en 1916, cuando hallándose frente a la disyuntiva entre los síntomas y el carácter, Freud no vacila un instante en responder: serán los síntomas desde donde partirá, pero cuando al avanzar en la investigación se vea amenazado por las resistencias, atribuirá al carácter ser el detentador de tales resistencias y entonces sí se ocupará de ellas.

Pero entendamos bien a Freud. El carácter será el lugar que hace tope al avance del análisis; sólo como tal deberá recibir el interés del analista.

Tal es la orientación con la que Eric Laurent polemiza con Otto Kernberg a raíz de la introducción por éste de la categoría de "personalidades borderline".

Ubica esta categorización en una interfase psiquiatría-psicoanálisis y le atribuye originarse en una doctrina que supone una desconfianza hacia el síntoma para reemplazarla por otra de confianza hacia la llamada personalidad.

"Lacan por el contrario acentúa el síntoma: la doctrina de Lacan es por un lado una doctrina de la consistencia del síntoma y, por otro lado, una doctrina de la inconsistencia de las formas imaginarias del yo".

Agregaríamos nosotros, no sólo, -tomando este significante de Pablo-, de Lacan. También la doctrina de Freud lo es, como surge con toda claridad del capítulo III de Mas Allá..., cuando dialectiza la relación entre la compulsión de repetición que sitúa en el inconsciente "esto es, lo reprimido", y las resistencias, que provienen del yo.

Además, puntualizamos que Freud con toda claridad comenta en Inhibición, Síntoma y Angustia, que la inhibición puede localizarse en el yo, en cuanto restricción funcional; por el contrario "el síntoma no puede ser ya descrito como un proceso que ocurra dentro o actúe sobre el yo".

Se nos ocurre realizar otro giro teórico para responder aquella pregunta del lugar a otorgar al carácter, además de localizar allí las resistencias a la prosecución de la cura; tomaremos una definición de Freud del Yo y el Ello:

"De este modo podemos admitir como resultado general de la fase sexual, dominada por el complejo de Edipo, la presencia en el `yo' de un residuo, consistente en el establecimiento de estas dos identificaciones enlazadas entre sí.

Esta modificación del `yo' conserva su significación especial y se opone al contenido restante del `yo' en calidad ideal del `yo' o `superyo'". (subrayados de Freud).

O sea en cuanto considerar al superyo como un residuo existente en el yo, residuo inconsciente, dado que Freud ya reconocía desde Mas Allá... un yo coherente y un yo reprimido, considerando a este último como el nódulo del yo, y que en 1927 en El Humor ubicará definitivamente en el superyo, y en cuanto de haberle otorgado el rol que Freud le otorga en la constitución del carácter es como nos entenderemos con este yo, sede natural del carácter y de la personalidad.

En el terreno del superyo, curiosa paradoja, nos sentimos más tranquilos que si el tema fuera vérnosla solamente con el yo.

Y si el imperativo del superyo es decir ¡ GOZA !, la localidad del goce será el cuerpo, entendido éste en su dimensión real, y en las relaciones que necesariamente se establecen con su proyección imaginaria, que no es otra que la noción freudiana de yo corporal.

Por lo tanto el yo, el cuerpo imaginario, será el lugar donde ubicar la noción lacaniana de goce en cuanto única representación posible del cuerpo real que goza, cuerpo que paradójicamente no puede ser representado como tal.

Es bajo esta concepción de goce como nos ubicamos frente a las conceptualizaciones imaginarias de carácter del yo y de personalidad, perspectiva que nos permite situar como Miller cuando polemiza con Hartmann y Lowenstein quienes consideraban al superyo como una categoría supernumeraria, por la precisa razón de que la Psicología del yo que ellos representan transfiere al yo (moi) las funciones del superyo, lo vacía de sus funciones.

SCHREBER, ALCIBIADES, MACHADO.

Pero volvamos al paranoico prometido:

"...pasamos la noche del domingo al lunes en casa de mi suegra que allí reside. Aquí se me hizo esa misma tarde una inyección de morfina y por la noche se me dio cloral por primera vez, pero por un accidente, ya desde el comienzo no en la dosis previamente establecida, después de lo cual, esa misma tarde sentí opresiones cardíacas, como en la primera enfermedad, de tanta intensidad, que el sólo recorrer una calle que subía con pendiente moderada me provocó estados de angustia.".

Debo decirles ya que el autor de esta excelente descripción de un cuadro de angina de pecho era un abogado que el 1º de octubre de 1893 se hizo cargo de la Presidencia de Sala en el Tribunal Superior Provincial de Dresde; su nombre era Daniel Pablo SCHREBER.

Es el propio Schreber quién se ocupa de vincular sus opresiones cardíacas con sus estados de angustia y por lo que vimos no se equivoca.

Tampoco lo hacía Alcibíades, cuando localizaba su mortífero dolor cual mordedura de víbora "en el corazón o el alma, o como se deba llamar eso".

Ni el poeta, cuando le canta:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡ Las colinas
doradas, los verdes pinos, las polvarientas encinas !...

¿Adonde el camino irá?

Yo voy cantando viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-

"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un dia:
ya no siento el corazón".

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece:
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada".

Schreber, Alcibíades, Machado.

Tres historias del corazón, de corazón.

¿ Tres momentos del Goce en la historia ?.

DR. EDGARDO SCHAPACHNIK

Septiembre de 1992.

Notas

(1) Lacan, J. Acerca de la causalidad psíquica. Escritos 1. Siglo veintiuno editores. Segunda reimpresión, Argentina, 1988. Pag. 164.

(2) Lacan, J. Seminario R.S.I., clase del 15/04/75.

(3) Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario XI. Editorial Síntesis, 1986, Argentina.

(4) Mitscherlich, A. La enfermedad como conflicto. (Ensayos sobre medicina psicosomática). Editorial Sur, Buenos Aires, 1971.

(5) Freud, S. Epistolario III. Ediciones Orbis S.A. Argentina, 1988. Carta 176. Pag. 357.

(6) Freud, S. Lo Inconciente, 1915. Obras Completas. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid, 1981. Pag. 2061.

(7) Ibídem 3. Pag 222.

(8) Lacan. J. Seminario de la Angustia. Clase del 14 de noviembre de 1962.

(9) Ibídem 3. Pag. 210.

(10) Platón. El Banquete o Del Amor. Obras Completas. Pag. 552.

(11) Harvey, W. Exercitatio de motu cordis et sanguinis. Citado en Jenkins, C. D. Behavioral risk factors in coronary artery disease. Amm. Rev. Med. 29:543, 1978.

(12) Ibídem 10.

(13) Ibídem 3.

(14) Gorali, V. Didactico y enseñanza en Lacan y el banquete. Editorial Manantial, Argentina, 1992. Pag. 83.

(15) Hikmet, N. Poemas. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1970.

(16) Freud. S. El malestar en la cultura, 1930. Ed. B. N. Pag. 3061

(17) Ibídem 16. Pag 3054.

(18) Freud, S. Tótem y Tabú, 1912-3, Ed. B. N. Pag.1791.

(19) Freud, S. Inhibición, síntoma y angustia, 1925. Ed. B. N. Pag. 2859.

(20) Lacan J. La agresividad en psicoanalisis, 1948. Escritos 1. Siglo veintiuno editores. Seguna reimpresión, Argentina, 1988. Pag. 94.

(21) Freud, S. La negación, 1925. Ed. B. N. Pag. 2886.

(22) Ibídem 17. Pag. 3059.

(23) Freud, S. Dostoievsky y el parricidio, 1927. Ed B. N. Pag. 3008/9.

(24) Friedman, M.; Rosenman, R. H. et al. Association of specific overt behavior pattern with blood and cardiovascular findings. JAMA, 169:1286/96, 1959.

(25) Geist, H. Aspectos emocionales de las cardiopatías. Ed. El manual moderno S. A. México, 1980. Pag. 21/2.

(26) Berger, G. Carácter y personalidad. Ed. Paidós, Buenos Aires. 1967.

(27) Freud, S. Introducción al narcisismo, 1914. Ed. B. N. Pag. 2028.

(28) Una neurosis demoníaca del siglo XVII, 1922. Ed. B. N. Pag. 2688/89.

(29) Freud, S. Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica, 1916. Ed. B. N. Pag. 2413.

(30) Freud, S. Autobiografía, 1924. Ed. B. N. Pag. 2778.

(31) Freud, S. Análisis profano, 1926. Ed. B. N. Pag. 2928.

(32) Freud, S. El problema económico del masoquismo, 1924. Ed. B. N. Pag. 2756.

(33) Freud, S. El yo y el ello, 1923. Ed. B. N. Pag. 2727.

(34) Freud, S. Los instintos y sus destinos, 1915. Ed. B. N. pag. 2049.

(35) Ibídem 33. Pag. 2755.

(36) Freud, S. Psicología de las masas y analisis del yo, 1921. Ed. B. N. Pag.2586.

(37) Ibídem 34. Pag. 2711/12.

(38) Lacan, J. La identificación. Seminario Nº 9. 1961/62.

(39) Ibídem 34. Pag. 2711.

(40) Freud, S. Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, 1932. Ed. B. N. Pag. 3152.

(41) Freud, S. Duelo y melancolía, 1915. Ed. B. N. Pag. 2091.

(42) Ibídem 34. Pag. 2724.

(43) Ibídem 34. Pag. 2711 y 2720.

(44) Ibidem 34. Pag. 2725.

(45) Ibídem 34. Pag. 2715.

(46) Ibídem 34. Pag. 2711.

(47) Freud, S. Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, 1932. Ed. B. N. Pag. 3152.

(48) Freud, S. Análisis de un caso de neurosis obsesiva (caso "El Hombre de las ratas"), 1909. Ed B. N. Pag. 1486.

(49) Freud, S. Los instintos y sus destinos, 1915. Ed. B. N. Pag. 2045.

(50) Freud, S. Consideraciones sobre la guerra y la muerte, 1915. Ed. B. N. Pag. 2105.

(51) Freud, S. La represion, 1915. Ed. B. N. Pag. 2054.

(52) Ibídem 21.

(53) Miller, J.-A. Problemas clínicos para el psicoanálisis, 1981. Recorrido de Lacan. Ed. Manantial, Buenos Aires, 1991. Pag. 108.

(54) Ibídem 34. Pag. 2718.

(55) Lacan, J. El estadío del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, 1949. Escritos 1. Siglo veintiuno editores, segunda reimpresión, Buenos Aires 1988. Pag. 86.

(56) Ibídem 20. Pag. 2842.

(57) Ibídem 34. Pag. 2713.

(58) Ibídem 54. Pag. 136.

(59) Ibídem 30. Pag. 2413.

(60) Laurent, E. Límites en las psicosis, en Estabilizaciones en la psicosis. Ed. Manantial, Buenos Aires. Pag. 25/26.

(61) Freud, S. Más allá del principio del placer, 1920. Ed. B. N. Pag. 2514.

(62) Ibídem 20. Pag. 2835.

(63) Ibídem 34. Pag 2713.

(64) Freud, S. El humor, 1927. Ed. B. N. Pag. 2997.

(65) Ibídem 54. Pag. 132.

(66) Schreber, D. P. Memorias de un enfermo nervioso. Pag 42.

(67) Machado, A. Antología. Biblioteca Página 12, 1992. Pag. 12.

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