Volver a la página principal
Número 4 - Enero 2001

La "demanda psicosomática".
Intervenciones del analista

Judith Ben David


Mi intención en este trabajo es abrir a distintas preguntas que se nos presentan cotidianamente a aquellos que trabajamos con pacientes con afecciones en el cuerpo.

Surgen entonces interrogantes respecto al tipo de demanda que aparece en estos pacientes, o mejor dicho a la no-demanda, ya que en general estos pacientes son derivados por los médicos especialistas y en muchos casos el paciente no sabe por qué.

Vale decir entonces que aparece cierta dificultad en cuanto a la posibilidad de que se instale un espacio propicio para iniciar las entrevistas preliminares, a que se instale la neurosis de transferencia, ya que no hay pregunta, no hay síntoma inicial del cual -tal como Freud lo planteaba- podamos apoderarnos de él , para ponerlo a trabajar dando lugar al síntoma bajo transferencia. Otra de las cuestiones que aparecen es si hay una dirección de la cura específica.

Por eso más, que nada es mi intención hoy hablar de las reales dificultades que se nos presentan a los analistas, o por lo menos en mi caso en particular cuando recibimos -voy a nombrarlas en principio así- a estas personas con consecuencias reales en el cuerpo y, cuando digo consecuencias reales me estoy refiriendo a esos momentos donde lo real atraviesa al cuerpo del sujeto, donde se afecta lo imaginario del cuerpo, no bajo la forma sintomática- como Isabel de R- sino en aquellos puntos donde el cuerpo no habla, sino más bien, podemos decir que grita o se muestra. Podemos escribirlos así : irrupción de lo real en lo imaginario del cuerpo R-I

A esta altura tendríamos que, por lo menos mencionar, que para el psicoanálisis hay una íntima relación que se establece entre el cuerpo y el inconsciente, vale decir, que en el síntoma histérico por ejemplo hay una articulación entre cuerpo e inc. Podemos decir entonces, que en las afecciones psicosomáticas se produce una desarticulación entre esa noción y ese concepto fundamental. Hay fallas, desarticulaciones, algo que irrumpe de una manera salvaje, como una topadora, sin limite frene a eso que aparece con un quantum desmesurado. A ese goce Lacan le da un nombre: goce específico, sería un goce que trasciende los propios límites del fantasma.

Es por todo esto, que para esta ocasión pensé que más que hablar de teorizaciones respecto al fenómeno psicosomático, sería mejor plantear los problemas clínicos, las cuestiones que tienen que ver con las maniobras, las intervenciones, las apuestas e invenciones que el analista se ve obligado a hacer, - y lo digo en sentido fuerte del término-, pero no desde el punto de vista superyoico de la obligación, sino más bien en el sentido de cierta lógica que hace a la posibilidad de causar la puesta a punto del dispositivo analítico. A veces esto es posible, a veces solo queda en el intento. A veces por cuestiones del consultante, a veces por resistencias del analista.

Voy a pasar ahora, entonces a comentar una viñeta clínica que tiene que ver con esos momentos iniciales, de la primera, o de las primeras entrevistas, y la posición del analista en cada uno de ellas.

Es sólo por el sesgo de las consecuencias de las intervenciones, que uno puede dar cuenta de la práctica clínica que sostiene.

Vamos al caso: Elvira tiene aproximadamente 54 años y viene derivada por neurología ya que tuvo un accidente de tránsito, quedándole como consecuencia de ello un dolor en sus vértebras cervicales que ella refería como un clavo que tenia en su cuello que le pinchaba todo el día

con distintas intensidades de dolor. Le habían indicado usar cuello de Filadelfia, el cual venía usando hacía como dos años. Si bien esta señora había tenido en otra oportunidad tratamiento psicológico había sido por otras circunstancias y eso no facilitaba para nada que se instalara en el discurso analítico, ya que en este momento lo que irrumpía era:

Quiero aclarar en este caso que la paciente tenia- tal como Freud citaba en uno de sus textos- inteligencia asociativa, tenia inquietudes y preguntas respecto de algunas de las cosas que le estaba sucediendo ( a nivel laboral, de pareja, sexualidad, etc.), pero había una insistencia de algo que irrumpía y no daba tregua para que se facilitara el trabajo analítico. El dolor, los desmayos, los mareos, los gritos, no paraban de irrumpir.

Vamos ahora a algunos de los dichos de la paciente y Algunas de las intervenciones:

En cierta ocasión la paciente dijo: "mire que me voy a desmayar, estoy segura de eso...."

La analista interviene diciéndole que no se asuste, que está en un hospital y que si eso llegara a ocurrir están los médicos que van a poder ayudarla.

Esa intervención posibilitó que pudiera desplegar en esa primera entrevista algunas cuestiones en relación a su historia familiar.

En otra entrevista retorna el dolor como tema o mejor dicho como grito, dolor que la aniquila como sujeto, que la deja sin posibilidad para tomar la palabra. Entrecortadamente la paciente refiere que esta muy enojada con los médicos (visitó a una cantidad bastante considerable) ya que nadie le dá un diagnostico de lo que tiene, que nada le alivia el dolor, dice: "yo siento como si tuviera un clavo en la nuca , y por momentos es como si alguien me martillara ese clavo, ahí es mas insoportable " Intervengo: ningún medico le pegó en el clavo?, corto la sesión y le sugiero que si puede me gustaría escucharla nuevamente en aproximadamente 45' . La paciente se retira un poco confundida por la propuesta, pero a la hora señalada vuelve.

Entra como una lady, en esos minutos de espera, se pintó los labios, se maquilló, se peino. y dice : "no se muy bien que decirle, ¡espere!, ¿me puedo sacar el cuello, así estoy más cómoda? Contesto: Mire, si Ud. quiere sacarse el cuello puede hacerlo, pero no delante mío, soy muy impresionable a eso...

Aparecen las carcajadas, aparece el alivio. Tanto del lado de la paciente como del lado del analista . Le digo que seguimos la semana próxima. Responde: ¡ pero si recién entré! Le digo : ¿a dónde? Se ríe y dice: entré en confianza con Ud. Abro la puerta y hago semblante de que me pinche con un clavo del picaporte (era cierto que había un clavo) y digo alzando el tono de la voz: Ay! la pucha...me pinche con el clavo... ahora el dolor esta en el dedo. Responde: "Ahora Ud. va a saber lo que es sentir el dolor". Fin de la sesión.

A partir de esa sesión, y digo sesión (después explicaré por que ) -y no entrevista -algo se produjo, algo se perdió, y pudieron entonces aparecer las miserias neuróticas, las inhibiciones, la neurosis infantil...

Pero vayamos ahora al punto mas complejo :¿ qué fue lo que pasó? ¿ Cómo es posible que a partir de esas intervenciones las cosas comenzaron a cambiar y tan rápidamente?

¿Qué tipo de lectura de las intervenciones podemos efectuar? ¿ Qué fue lo que se perdió?

¿Qué paso con el dolor, con el cuello , con los desmayos y todas esas escenas del principio del relato?

Fíjense que podemos ubicar a Elvira más del lado de una clínica que no tiene que ver con las formaciones del inc. -no hay síntoma, no hay sueños, no hay fallidos...- sino más bien irrupciones o podemos decir con esa irrupción de goce que no condice con el goce fálico, es un padecimiento casi sin medida -me atrevería a decir. Es un goce enloquecido, un goce que no para, que no se enmarca ,y que trompea al sujeto dejándolo desmayado, ¿será la única posibilidad que tiene de descansar? ¡Vaya descanso!, sin dejar lugar para que ese sujeto pueda aparecer representado en algún significante, sino más bien para volver a soportar en el cuerpo.

Ahora bien, voy a empezar por la última sesión y trataré de explicar por que ubico allí una sesión y no una entrevista.

De lo que es una entrevista podríamos decir muchas cosas. La primera entrevista con el analista, las primeras entrevistas analíticas, pero me gustaría ubicar en este caso en particular lo siguiente:

Quiero ubicar a todo ese momento de escenas casi obscenas que ya relaté, como las entrevistas en el sentido de entre-dos -vistas, y cuando digo entre dos vistas me estoy refiriendo al eje imaginario entre dos, y dos vistas en el sentido de lo que se da a ver (ver como se desmaya, ver como se saca o se pone el cuello, ver su rouge, verla en la guardia, donde comenzaban a aparecer ciertas demandas, por ej. me pone la chata... me hago pis......). Punto álgido para el analista, para la responsabilidad del analista, responsabilidad no en el sentido de las respuestas, como sería según el discurso médico, sino responsabilidad sostenida desde una ética. Etica de lo real. Voy a parafrasear a Lacan cuando decía que los analista no tienen que retroceder frente a lo real, en la psicosis, yo diría que cuando hablamos de esos pacientes no deberíamos retroceder frente a lo real que irrumpe en el cuerpo, pero no al modo del accionar del médico , -quien interviene sobre el goce dando respuestas- sino haciéndole frente a lo real, rechazando el goce que se muestra, y digo rechazando el goce y no rechazando al sujeto. Muchas veces el analista no puede intervenir frente a lo real -es más, Lacan dice en el Seminario del acto- que el analista tiene horror frente al acto.dando lugar a que aparezca la resistencia ; resistencia del analista; son esos momentos donde el analista no está bien instalado, vacila ,se asusta, se impresiona, el analista no se anima, cree que no le corresponde tal cosa, aparecen los ideales, la moral. Que quede claro que no estoy diciendo que no sintamos estas cosas muchas veces, es más,- y les confieso algo- yo detestaba a esta paciente, me producía mucho rechazo, me daba mucho trabajo, pero al poder revisar la posición del analista -vía la supervisión y el análisis del analista- se empezó a correr ese eje del entre dos y a partir de las intervenciones, se dió lugar a la instalación del eje simbólico, el eje del equívoco y donde al encontrarle la vuelta, algo giró, algo viró, algo se dió y algo cedió, por eso ubico allí la sesión, que no es ni mas ni menos que cesión de goce. Goce maléfico, por cierto, goce tóxico, que inundaba al sujeto sin que este pudiera aparecer representado por un ste. para otro ste.

Entonces podemos revisar las intervenciones, haciendo una lectura retroactiva para situar que estatuto tuvieron, si fueron intervenciones afortunadas -como dice Lacan- y los efectos en la dirección de la cura con este tipo de pacientes.

Vayamos a cada una de las intervenciones

_ aquella en la cual la analista se muestra sin temores frente a la casi certeza por parte de la paciente que se iba a desmayar , es más había amenaza de que iba a ver un desmayo. Podemos ubicar en esa entrevista lo que Lacan plantea como disyunción de campos, disyunción del discurso médico del discurso analítico. Se separa lo que es del orden médico y lo que es del dispositivo analítico. Hay una apuesta a esperar la emergencia del sujeto y no esperar a ver cuando se desmaya. Esa intervención funcionó como "a priori" a la confección de la novela familiar.

_ en el segundo recorte de las intervenciones, aparecen dos momentos:

Uno donde la analista le pega en el clavo, o es el clavo mismo. Se produce, podríamos decir ,una transferencia del clavo, ahora el analista lo soporta, como soporte, no como padecimiento, ya no lo tiene el sujeto. Hay un corte, una escansión en ese punto donde el equívoco irrumpe. Y luego un segundo momento donde a partir de escandir entre un ste. y otro, entre el " recién entré " y el "entré en confianza " dejan de lado el entre de las entre-dos-vistas y donde además se produce una transferencia del dolor, en el cuerpo del analista. Aparece un saber acerca del dolor articulado a la figura del analista. Podríamos decir un Dolor Supuesto Saber, jugando con lo que sería la instalación del sujeto supuesto saber, punto donde se articula la transferencia simbólica.

Entonces este recorte, lo que intenta. es ubicar este tipo de clínica con la que nos encontramos los analistas, donde aparece un tiempo podríamos decir pre-analítico, donde hay que despejar toda esa maraña de signos, donde el analista allí no tiene nada que hacer desde la perspectiva de dar respues a las afecciones, pero sí, en todo caso, con lo que eso muestra o da a ver. Entonces no podemos contar -en principio- ni con el ste., ni interpretando, ya que todavía no hay qué cosa interpretar, pero donde sin embargo tenemos una responsabilidad, vale decir , estamos llamados a un que hacer con eso que irrumpe en el cuerpo, apostando a hacerlo pasar por el desfiladero de los significantes, Entonces en este primer tiempo, estaríamos trabajando con algo que no es de la materialidad del ste., es decir, este recorte nos muestra que de lo que se trata es : ¿ qué hacemos con ese goce que hace falta que no haya? Por eso creo que el analista tiene que afilar sus orejas para poder ir acotando ese goce del cuerpo incivilizado y que no es por la vía de la interpretación que vayamos a poder ir recortando a ese cuerpo, sino mas bien- y esta es mi apuesta y lo que quiero transmitir hoy- lo es por la vía del acto, del corte, del suspenso. Es decir rechazando a ese goce que se nos da a ver y donde el sujeto no puede aparecer como efecto sujeto.

Una cosa más para ir terminando. Para esto no hay recetas, no se enseña como se hace, espero no desilusionarlos. En el punto del acto analítico no hay socios, no hay entre-dos-vistas- mas bien, hay soledad del analista, y es por el sesgo de la invención - y creo que es lo que cada día nos causa a seguir- la vía regia para poder abordar a esta particular clínica de las afecciones psicosomaticas.

Voy a concluir entonces, con un párrafo de la conferencia que Lacan da en Ginebra en 1975, sobre el síntoma, en relación a una pregunta que le formulan sobre lo psicosomático. El contesta: "..es por la revelación del goce específico, que hay en su fijación como siempre debe tenderse a abordar al psicosomatico. En esto podemos esperar que el inconsciente, la invención del inconsciente pueda servir para algo.

Volver al sumario del número 4

PsicoMundo - La red psi en Internet