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Número 6 - Noviembre 2003

Cuerpo y amor cristiano

Marqueza Sierra Ovejero


Cuerpo y lenguaje:

A partir del Seminario Aun Jacques Lacan presenta una nueva teoría del síntoma. El cuerpo que perdía goce por acción del significante pasa a ser un cuerpo que se anima. El lenguaje actúa sobre el cuerpo. Dice, que el individuo afectado del inconsciente es el mismo que él llama sujeto del significante. El significante es el soporte formal que toca a un otro al que afecta y deviene sujeto. Esto implica una operación sobre el organismo, es más, las pulsiones tienen eco sobre el cuerpo sólo por el hecho del lenguaje.

Es posible diferenciar un doble efecto de goce, por un lado la vertiente de mortificación de la carne y fijación en el sentido freudiano en el fantasma. Y por el otro, la vertiente causa de goce o plus de gozar, fijación que puede ser conducida al síntoma.

El caso que presentaré de Adriana nos ofrece la posibilidad de ver cómo la analizante transita de un cuerpo instrumentado por un goce ligado al sufrimiento masoquista, más propio del discurso del amor cristiano, a un goce fálico menos maravillosamente armónico pero que le permite apropiarse de su cuerpo en posición sexuada.

Amor cristiano y masoquismo:

En el Seminario 21 Lacan realiza esta asociación.

El cristianismo enfatiza el dios del sacrificio y el amor divino, el amor al semejante. El dios crucificado permite la subsistencia del ser en sufrimiento. La máxima "amar al prójimo como a sí mismo" es correlativo al amor divino, es decir, une al ser y la nada que se sostiene en un cuerpo, materializado en lo que hace al amor y en lo real de la muerte.

El cristianismo opera un vaciamiento de la sexualidad del cuerpo. Dios se solidariza con las faltas que el hombre porta vía el pecado original. Es un dios sádico en la medida en que todo hombre es culpable y el cuerpo está malignizado, el sexo es un estigma, transforma al cuerpo en un objeto de sacrificio.

El dios que ama a los hombres, el dios de la misericordia le ofrece al creyente la vida eterna a cambio del vaciamiento del cuerpo. La promesa es que la muerte va a recuperar el cuerpo y el goce.

El ser no es nada y desemboca en esa aspiración que estaría hecha a partir de un dios del amor.

Amar al prójimo... funda la abolición de la diferencia de los sexos. Busca que el sujeto sea un creyente fiel. En esta estructura la cuestión del padre está en el eje de este cumplimiento.

El lugar para el sujeto es la identificación masoquista con el dios cristiano en su caída, identificación con su goce sacrificial como objeto que sostiene a dios.

Es decir, cuerpo sufriente, víctima, mártires pueden dar testimonio de la existencia de dios.

Los cuerpos son sensibles a los cambios de las condiciones de goce en las civilizaciones. Cambian los instrumentos. Los cuerpos se instrumentan vía los objetos y producen síntomas nuevos, justamente porque cambian los modos de producción de goce. Cuando Freud alude al masoquismo femenino se refiere a un goce que implica a opuestos que el mismo había formulado es decir el más allá del principio del placer, en el espacio del placer. Esto hace que la posición femenina gire en torno a un goce especial que no tiene la medida fálica.

Una pregunta a realizarse sobre Adriana es, cómo situar su intenso sufrimiento corporal, al comienzo de su análisis. Es acaso lícito nombrarlo como fenómeno psicosomático? Sabemos que el fantasma es un invento individual y presenta cierta fijeza en los sujetos. Sabemos también que en el ataque histérico estos fantasmas pueden reactualizarse vía la pantomima. Hay una relación entre ataque histérico y angustia. Por este motivo no cabría la posibilidad de aguardar a que el inconsciente produzca el saber que dé cuenta de ese goce fijado en el fantasma?

 

El médico deriva a Adriana a un psicoanálisis:

Cuando los analistas recibimos sujetos derivados por su médico, ellos se nos presentan como S1 que rechaza el saber y que por lo tanto, sus mostraciones solo funcionarían como un signo, es decir, ser algo para alguien. Aguardamos esperanzados que ese goce que está en juego en el sufrimiento produzca una elucubración de saber

Adriana tiene 43 años, está casada con H. y tiene tres hijos. La envía a la consulta su clínico pues en los últimos meses está muy desestabilizada con sus picos hipertensivos y las crisis asmáticas.

Se siente contenta con la indicación médica ya que ella está muy preocupada porque dice estar enamorada de su confesor y se siente culpable con su marido.

Los primeros cuatro meses de su tratamiento a una sesión semanal se ven interrumpidos por sus crisis hipertensivas y asmáticas que en todos los casos requieren uno o dos días de internación. Estas crisis habrían comenzado hace cuatro años cuando su marido empieza también a trabajar de noche, para pagar el crédito de la casa.

Los chicos tienen problemas de aprendizaje y de conducta y gracias a los consejos de su confesor y de monseñor los orienta y va resolviendo sus problemas. Se siente sola porque H. está muy exigido y no puede participar de la vida familiar. Se hablan frecuentemente por teléfono y ella parece no advertir en sus relatos que efectivamente lo controla.

Insiste en una narración colorida sobre sus fantasías amorosas con su confesor y todo lo que él le dice es para ella signo de su amor correspondido.

Estos dichos se mezclan con sus justificaciones a H. Que está poco con ella y el hecho de que muchas veces no lo encuentra en su trabajo en el horario en que debería estar. Adriana adora a su marido aunque está enamorada de un hombre hermano.

Adriana deja de tragarse sus historias.

Le hago notar que ella habla de un engaño a su marido por su parte, pero en sus actos ella lo controla a el.

Esta intervención despierta en ella una intensa angustia y empieza a sentir nauseas y no puede comer nada sólido. Durante el mes y medio que esto dura desaparecen sus crisis asmáticas e hipertensivas anteriores y que a dos años de su consulta no volvió a tenerlas. En este tiempo sale de su ensoñaciones y descubre lo que en algún lugar ya sabía.

Claro que su vida es un infierno H. la engaña con otra, y sobre esta otra interroga su feminidad. Dice Lacan: "la histérica se experimenta a si misma en los homenajes dirigidos a otra y ofrece la mujer en la que adora su propio misterio al hombre cuyo papel pretende sin poder nunca gozar de él. En una búsqueda sin descanso de lo que es ser una mujer".

Su síntoma anoréxico le fue funcional, tiene quince quilos menos, estudia teatro, hace terapia de pareja y clases de tango con H.

Tenía un sueño repetido "alguien le entrega un bello niño y ella lo cuida amorosamente". Su relato comenzaba con "volví a soñar con un bebé hermoso".

Sueño 1.

"Viajo en un tren, tengo doce años, me duermo y cuando me despierto tengo un hermoso niño en mis faldas".

El trabajo asociativo la transportó al momento que con su madre y sus otras dos hermanas, huyen de la casa de su padre golpeador y alcohólico. El final de ese viaje concluye en un convento, donde las religiosas las refugian, dándoles alojamiento, comida y trabajo a la madre.

Sueño 2.

"Estoy con Monseñor, organizamos una comida, yo me reparto en los platos. En un momento me detengo y me dan un bebé hermoso, rubio, blanquito...me pregunto de quién es, nadie lo reclama".

Las asociaciones sobre "me reparto en los platos" la llevan a su infancia de hija ayudante de su madre, su maternidad, sus enojos, sus postergaciones.

Abandona esta identificación con "la Madona", madre -uno de los nombres en los que refugia su goce-. Es así que en los sueños más recientes, que son sueños de despertar, esta identificación se desarticula.

Sueño 3.

"Ella pasa moviendo las caderas y yo me pongo muy rabiosa. Es cerca de mi casa. La veo por detrás. Le diría algo insultándola. Me distraigo y otra vez me encuentro con un niño hermoso en mis brazos, lo miro y empieza a deshacerse...era un monstruo, me despierto horrorizada..."

En las asociaciones ella es la otra con quien la engaña H. Efectivamente la plenitud de su maternidad la hacían distraerse sobre su relación de pareja con H.

Sueño 4.

"Estoy en la cocina y siento el llanto de un bebé, en el dormitorio, en mi cama, hay dos bebés. Uno era verdadero y el otro malo, parecía inauténtico. Veo que éste se cae de la cama, y yo no me preocupo, eso me hace sentir mal, me despierto angustiada".

Adriana experimenta un desplazamiento del amor sacrificial a un amor sexuado con aspiraciones femeninas.

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