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No te encuentro por casualidad
Trabajo monográfico para el
Curso Virtual Educación para el Envejecimiento

Solange Merelle
solange@fibertel.com.ar

"Yo no te encuentro por casualidad;
Te encuentro mediante una vida activa
De alcanzar hacia fuera.
En lugar de permitir que las cosas me ocurran pasivamente
Puedo actuar intencionalmente para que ocurran"

Fritz Perls, Sueños y Existencia

Sin duda, durante la experiencia de leer atentamente todo el material de este curso virtual – con curiosidad y cierta voracidad – muchas preguntas me fueron surgiendo. Pero, en la medida que avanzaba, muchas respuestas fueron brotando, fueron asomándose de su – para mí - escondite.

Sentí que vivía una especie de aventura.

En una aventura sentimos emoción, vértigo, miedo, anhelos, queremos llegar al final y no queremos. Caminamos por senderos desconocidos, nos abrimos paso, usamos la imaginación, reconocemos lo que nos es familiar y curioseamos lo misterioso. Entramos en contacto con la vida y nos enfrentamos con la idea de la muerte. Aprendemos, buscamos herramientas, hacemos pausas, pensamos, planeamos, agudizamos los sentidos.

Tenemos ganas de contarle nuestra aventura a todo el mundo. Nos topamos con el entusiasmo, el aliento y también con la indiferencia y la burla. Pero no nos importa demasiado, porque la aventura es nuestra, es propia, y nos damos cuenta que ya no somos los mismos. Somos más libres, más compasivos, más empáticos. Hemos crecido. Comprendemos más. Nos volvemos tolerantes, más sonrientes, más tranquilos, más armados. Reciclamos nuestros conceptos, incorporamos nuevas cosas.

Gozamos de "la libertad que supone lo nuevo" 1

Enfin, ¡rejuvenecemos!

Y todo por incorporar alimento para el ser, no para el tener.

Erich Fromm escribió acerca del "Ici et maintenant" (el aquí y ahora) relacionado con el "ser", atemporal. El "tener" nos deja prisioneros del pasado y del futuro y difícilmente nos permite recrear el pasado (resucitar lo que está muerto, dicho simbólicamente) y ser libres para dar el paso futuro sin miedo. Atándonos al pasado, a lo que es seguro, no nos animamos a veces a seguir adelante.

Fromm hace una comparación con los héroes mitológicos, aquellos que salen a la aventura despojándose de sus anclajes materiales y psicológicos, no sin cierta aprensión, pero sin sucumbir al miedo. A gozar un poco de la incertidumbre... la incertidumbre de uno mismo.

Si nos apegamos y nuestra identidad, lo que somos, depende tanto de lo que tenemos, cuando vienen las pérdidas y las transformaciones, entonces ¿qué somos, quiénes somos?

Creo que la tarea con y de los Adultos Mayores no es sencilla y que la educación para el envejecimiento habría que empezarla antes, mucho antes que nos sorprendan las canas, las arrugas, los climaterios o la abuelidad. Hay que salir de la caverna de Platón a tiempo. Dejar de ver sombras y salir a la luz. Hay que trabajar duro en ello, porque esa etapa, a diferencia de otras, depende más que nunca de nosotros mismos.

Y cito, entonces, un párrafo del artículo de la Revista Tiempo que habla del anciano en zona rural 2: A nadie se le ocurriría preguntar si un niño está adaptado para ser niño o si un joven está en condiciones de sobrellevar sus años de juventud; este tipo de cuestionamientos son válidos en la tercera edad, porque de todas las etapas de la vida, la vejez es la que exige una mayor preparación y poder de adaptación.

Adaptación... Me pregunto, por lo tanto, que ligazón hay entre esta necesidad imperiosa y tan difícil de adaptación con esta era postmoderna, de la cual tanto se habla y tanto se analiza. En donde se la describe como una época de vacío, hedonismo, pérdida de valores, apología de la imagen, crepúsculo del deber, perpetuación de la adolescencia.

 

Margaret Mead 3habla de un nuevo tipo de familias, las prefigurativas, en las que existe una propuesta mesiánica, ya que el saber aparece ubicado en el que vendrá, siendo los jóvenes los más favorecidos en esta partida. ¿Por qué? Porque, según dice, " los hombres se sienten despojados de todo tipo de seguridad..." Y esto porque está ligado a la pérdida de referentes en sus mayores, y entonces se espera que el joven sea el que represente (o invente?) el porvenir...

 

Entonces, me cuestiono acerca de qué pasó con los que hoy son nuestros "viejos": ¿dejaron el espacio sin ocupar? ¿nos habrán legado el vacío, lo nefasto? ¿qué falla hubo en sus generaciones que educaron a su descendencia (que hoy son los jóvenes y adultos postmodernos) para que éstos hoy sean indiferentes a ellos (que son hoy los mayores y ancianos)? ¿la postmodernidad, es el resultado de qué negligencias, descuidos, indiferencias? ¿qué errores cometieron para que hoy se los desvalorice? ¿qué valores no supieron o pudieron transmitir? ¿fue la desilusión ante la incumplida promesa de la modernidad? ¿fueron ellos los que bajaron los brazos?

 

Antiguamente el adulto mayor, el anciano, era el que tenía la llave del cajón de los valores y el joven representaba el futuro. Pero luego se invirtieron los papeles y el "viejo" le tiró por la cabeza la llave de los valores al joven y ahora su futuro es aterrador... ¿Habrá sucedido algo de esto?

¿No será hora que revisemos la historia y no cometamos los mismos errores?

¿Podemos ayudar a restablecerle el lugar a nuestro mayores, pero no perdiendo de vista que nosotros no podemos dejar nuestro espacio a nadie, que nuestro futuro depende de cómo lo forjemos hoy nosotros, volviendo a recuperar la llave para nuestro futuro lugar, ganándonos el respeto de nuestra descendencia?

Hay un cuento sefardí, llamado El Plantador de Dátiles. 4

Un anciano trabajaba la tierra arduamente al costado de unas palmeras en el desierto.

¿Qué haces? – le pregunta un mercader que se detiene en el camino.

Siembro – responde el anciano

¿Qué siembras? –

Dátiles -

¡Datiles! Estás loco. ¿Cuántos años tienes? – le pregunta burlonamente el mercader.

No sé. Tal vez setenta u ochenta... ¿qué importancia tiene? – cuestiona el anciano.

Pero, mi amigo, los datileros tardan décadas en crecer y más aún en dar frutos. Para ese entonces, tu ya no estarás en este mundo.

Mira, amigo – le responde el anciano - Yo he comido dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó en poder disfrutar. Yo siembro hoy para que otros puedan comer el día de mañana, y aunque sólo sea en honor de aquel desconocido, vale la pena que yo pueda terminar con mi tarea.

Me has dado una lección, noble anciano. Te recompensaré con una bolsa de monedas por la enseñanza que hoy me has regalado.

Ya ves – dice el anciano – no terminé de sembrar que ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

Esta es la segunda lección que me das, tal vez más importante que la primera – siguió diciendo el mercader - Déjame que te pague con otra bolsa de monedas.

Bueno – dice el anciano – a veces pasa esto: uno siembra sin pensar en cosechar y antes de terminar ya se cosechó, no una, sino dos veces.

Basta ya, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas, temo que no me alcance toda mi fortuna para pagarte.

Mi experiencia personal en contacto con adultos mayores proviene del ámbito familiar, cercano y deportivo y, en general, he tenido y tengo ejemplos extraordinarios de vidas llenas de movimiento, actividad, muertes, duelos, recomienzos, riesgos, pasión, sabiduría y fuerza. Aunque, lamentablemente, tampoco me faltan ejemplos tristísimos de "malos" envejeceres... Sin lugar a dudas, los resultados coinciden con la forma en cómo llevaron adelante la vida, más que nada, su forma de percibirla, de afrontarla, de gozarla y de honrarla, ó... de resentirla y desecharla.

Hoy, luego de haber atravesado por este maravilloso curso, en donde he ratificado y rectificado unos cuantos conceptos, tengo el convencimiento que, salvo lo imponderable, el buen envejecer tiene estrecha relación con el buen vivir. Un buen vivir que implica la actitud, la búsqueda de sentido, los valores propios y a transmitir, el alimento del cuerpo y del alma y la curiosidad.

Viktor Frankl 5 nos habla del sentido de la vida y de la esencia de la existencia como un reto. A la vida hay que responderle. De allí el ser responsable.

Dice "Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar" . Una responsabilidad que invita a imaginar que el presente ya es pasado.

Se me ocurre entonces que éste es el paso previo y obligado para que en el fenómeno de la reminiscencia – tan importante durante la vejez - , el pasado "responsable" pueda ser traído al presente, integrarlo y que sea significativo, aliviador y terapéutico.

Y por supuesto, esto no tiene que ver con una vida sin sufrimientos y avatares, pero con la actitud que se ha adoptado frente a las circunstancias adversas. Con la actitud frente a la vida. Hete aquí la decisión de cada hombre, depende exclusivamente de él y lo tiene que hacer por sí mismo. Como nacer, vivir y morir.

Me planteo también, entonces, la importancia de la tarea preventiva, del trabajo cotidiano, de la diferencia entre el cuidado y la "cura".

El cuidado tiene un sentido de atención que se mantiene. No hay final. Es una manera de ser preventivos toda la vida ya que los problemas son compañeros de todo nuestro camino. Lo que cambia significativamente es la forma de percibirlos. La cura da la sensación de final del sufrimiento o la pesadumbre, ¡como si a partir de allí no hubiese que seguir preocupado!

David Viscott 6, autor de "Cómo vivir en la Intimidad", al hablar del tema de la pareja en la etapa del envejecimiento, pregunta: "Por qué no supimos antes todo esto, cuando aún estábamos llenos de bríos y coraje?"

Y más adelante: "A veces deben transcurrir muchos años para que algunas personas se den cuenta de quiénes son y qué es lo que realmente necesitan de la vida. Nadie puede llegar a ser feliz hasta no comprender que no importa en quién se convierta, seguirá siendo él mismo y que si ahora no está bien con su persona, no lo será con lo que llegue a ser luego."

Mi opinión, de acuerdo a la adultez que voy viviendo y observando en otros pares, es que es ahora en donde deberíamos plantearnos, reflexionar y prepararnos física, psíquica y espiritualmente para nuestra adultez mayor. Es ahora el momento de la confrontación y renovación 7. Y también de la creatividad, especialmente en momentos tan críticos por los que atravesamos en nuestro país, en donde a los cuarenta años ya sufrimos tantas pérdidas, tales como el rol laboral y sus tremendas consecuencias, que convierte a muchos en viejos prematuros, en resentidos, en seres nadando en la queja, también muertos de miedo por el futuro. Pese a que muchas de las causas de la angustia son diferentes, las propuestas para el aprendizaje al envejecimiento me resultan ¡tan válidas y útiles para afrontar la crisis de la edad adulta!!

Encuentro que ciertos conceptos expresados por Ron Kurtz 8 , leídos tiempo atrás, se ajustan (más bien soy yo la que le da una nueva lectura) impecablemente a la tarea de ayuda o facilitación hacia los Adultos Mayores: la organización de la experiencia: ese ganar perspectiva acerca de la propia experiencia, para lo cual es necesario dar un paso hacia atrás.

Un nuevo percibir, como acto creativo, para reorganizar la experiencia de acuerdo a las necesidades, los deseos, los miedos, las creencias, los recuerdos, las interpretaciones y los condicionamientos. Volver a experimentar aquí y ahora, bucear información de sí mismo para volcar los resultados de la nueva significación.

¿Cuál es, tal vez, la tarea de facilitación, de ayuda, que puedo ejercer? ¿Qué puedo propiciar?

En la "Revelación de la Gracia" 9 del mismo autor, encuentro más aportes:

Nombrar el sentimiento

Confirmar lo obscuro, lo que no se sabe

Ingresar al misterio, allí donde está el aprendizaje, renunciando al control

Abrazar la experiencia

Crear, cambiar

Dejarse llevar

Hacer las paces, liberándose de prejuicios y protagonismos

Dar poder, al descubrir la sabiduría y experiencia interior

Apoyar las defensas, no combatirlas pero confrontarlas, para disminuir la resistencia y tomar la responsabilidad, asumiendo que, muchas veces, somos nuestros problemas

Confiar, dar tiempo

Buscar la verdad, sin enjuiciar

Deambular, entregarse a los recuerdos, soltando el control, sin luchar

Arriesgarse a conocerse a sí mismo, a simplemente ser.

Expandirse

¡Y la escucha!

La escucha empática, a partir de la cual se establece el vínculo "sanador". Escuchar es entrega, centrarse en el otro, levantar las barreras defensivas. Es observar y observarse. Es interactuar, es compartir y aprender. Es dedicar tiempo, es interesarse, es salirse del propio narcisismo.

La escucha es la puerta de entrada hacia la comunicación, la comprensión, la aceptación. Sin ella sólo se cae en un individualismo extremo, en la soledad, en la rigidez, en la indiferencia, en la apatía y en la ignorancia.

Pero para poder escuchar, nuestros "ruidos internos" no deben interferir, no deben asustarnos, debemos trabajar nuestros prejuicios, evitar los juicios, centrarnos en la persona total, no en el problema específico, en los fragmentos.

En resumen, como dice Virginia Satir 10, trabajar sobre las barreras de contacto, para poder llegar al otro.

Habrá quién pregunte si los Adultos Mayores son de escuchar... Muchos dirán que no. Pero....si los escuchamos, les estamos permitiendo escucharse a sí mismos.

Carl Rogers, psicólogo norteamericano que puso un enorme énfasis en las actitudes del terapeuta, escribió a los 78 años, en "Envejeciendo: O mayor y creciendo" 11 : La ciencia sólo existe en las personas , en el interior de cada individuo, donde todo proyecto científico se origina, se realiza y desemboca en sus conclusiones.

En su conmovedor relato sobre su propia experiencia de envejecer escribe: "Para mí, las diferencias no son tan grandes.... Soy perfectamente consciente que soy viejo, sin embargo, interiormente, en muchísimos aspectos soy la misma persona, ni viejo ni jóven"

.

Relata su increíble actividad, sus viajes, sus conferencias, la edición de nuevos libros, sus ganas de comunicar, una mayor apertura hacia ideas nuevas, hacia la intimidad y el amor, su afinidad con la juventud, la vida interior y la emoción de seguir aprendiendo.

Y algo más, una frase - para mí- mágica: "Me aburre la seguridad y la certeza".

Relaciono esta última frase con la palabra "curiosidad". Y ésta, a su vez, con la metáfora "el hambre del alma" , expresión que pido prestada de Thomas Moore 12 en su original libro "El Cuidado del Alma".

Y me pregunto: Este tipo de curiosidad ¿es innata? ¿siempre está y sólo hay que hacerla florecer? ¿depende de nuestra formación? ¿natura o nurtura? ¿puedo ayudar a alguien a que se le despierte el hambre? ¿a transitar por lo misterioso, lo inexplicable? ¿a navegar por sí mismo? ¿la curiosidad se aprende, se adquiere?

Y entonces llego al gran tema del aprendizaje. El aprender nos transforma. Incorporamos datos y vivencias, los integramos, los ordenamos y los volvemos a ordenar. Se amplía la visión del mundo y de sí mismo. La antigua visión se rompe para dar lugar a una nueva. Luego, el paradigma cambia.

El proceso de aprendizaje no es color rosa. Se puede producir tensión, malestar, confusión, ansiedad, dolor y miedo.

Carlos Castaneda, en "Las enseñanzas de Don Juan" describe el proceso de aprendizaje como un camino que comienza lentamente, poco a poco al principio, pero luego a grandes saltos. Dice que lo que se aprende nunca es lo que uno espera. Cada paso en una tarea nueva y el miedo crece. Pero ante ese temor no hay que huir, no hay que paralizarse, hay que seguir hasta que ese primer enemigo del aprendizaje, el miedo, se retira.

Y arribo ahora a los miedos, las pérdidas, la muerte.

Me pregunto entonces si cuando hablamos de pérdidas y duelos, lo podríamos hacer desde un lugar de muerte y renacimiento de nuestros propios aspectos internos, (Estoy recordando esa canción de M. E. Walsh que dice (algo así) "... tantas veces me mataron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui..."

Clarissa Pinkola Estés 13, autora de "Mujeres que corren con los Lobos", nos habla de los descansos. Los descansos, en el sur de los EEUU son las cruces al borde de los caminos, que conmemoran una muerte por accidente, el viaje de alguien por la vida que se interrumpió inesperadamente.

La autora hace un paralelo entre la ruta y sus descansos, con la vida, la "ruta" del hombre y sus "accidentes" y "muertes" que alteraron para siempre su vida y la de otros.

Ese hombre que tomó tal camino y quedó aislado, que tuvo tales sueños y esperanzas pero que se truncaron, que eligió lo mejor acorde a sus circunstancias, por amor, por intuición, por miedo, por comodidad, por error... Los descansos son entonces, en la vida, los lugares donde se produjeron las pequeñas o grandes muertes que implican las transformaciones, elecciones, decisiones, cambios, despertares y florecimientos.

Esto nos invita a trazar el mapa de rutas de nuestra propia vida y marcar nuestros descansos, aquello que está olvidado, pendiente, sin duelar, sin perdonar, sin aflorar aún... y aquello que hay que agradecer y bendecir. Como una búsqueda de la propia "verdad".

Hay un relato de Anthony de Mello, predicador hindú, que contaba que un hombre, paseando por las callecitas de un pueblo, se topa de repente con un pequeño local cuya marquesina estaba en blanco. Con intriga, se acerca al cristal de la vidriera y curioseando su interior, ve un atril que sostenía un cartelito que anunciaba "Tienda de la Verdad". Se sorprende y entra.

Una señorita le da la bienvenida detrás del mostrador.

El hombre le pregunta: ¿Es esta la tienda de la verdad?

Sí, señor – le responde la muchacha - ¿Qué tipo de verdad anda buscando? Tenemos verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad científica y verdad completa.

El hombre no puede creer que allí vendan verdad. Le parece maravilloso.

Verdad completa, por favor – responde sin dudarlo, mientras piensa: "Estoy harto

de mentiras, justificaciones, generalizaciones, fraudes y engaños"

Bien, señor, sígame – le indica la señorita y lo acompa ña a otro sector en donde un

vendedor, anciano con gesto adusto, está sentado.

– El señor lo va a atender – le dice y los deja a solas

El vendedor lo mira y espera a que el hombre hable.

Vengo a comprar la verdad completa – dice

Como no. ¿Ud. sabe cuál es el precio? – pregunta el anciano

No, ¿cuál es?. Y piensa: "Estoy dispuesto a pagar cualquier precio"

El precio es que Ud. nunca más podrá estar tranquilo, en paz – dice el vendedor

Un frío recorre la espalda del hombre.

Eh, bueno... gra... gracias, disculpe – balbucea el hombre y sale velozmente del

local.

Estando afuera, se da cuenta, con tristeza, que aún no está preparado para la verdad, que todavía necesita de algunos mitos, idealizaciones y justificaciones atrás de los cuales refugiarse para no tener que enfrentarse a sí mismo.

Quizá... más adelante – dice. Y continúa su camino.

Es a partir de la profundización en el tema de la vejez que puedo seguir resignificando unas cuantas cosas. No puedo hablar de la vejez todavía desde la experiencia personal ya que mi edad aún no me lo permite. Pero puedo espiar, observar, escuchar, compartir. Prepararme y darle más significado a la vida. Tratar de imaginarme, intentar inventarme, jugar con lo abstracto.

 

Mi identifico con lo escrito por María del Verdún Dominguez Umpierrez 14: Los sentimientos que nos despiertan los viejos muchas veces son ambivalentes, entendemos que es una etapa en la vida, pero no tenemos experiencia vivencial al respecto, las ideas que tenemos sobre la vejez son abstractas, nuestros tiempos no son los de ellos, tampoco nuestra historia de vida puede tener similitudes en cuanto a los sentimientos que despierta la edad, lo único que tenemos en común es que todos somos seres humanos....

Siento que puedo perder miedos, dar por tierra ciertas creencias, tomar conciencia. Entonces gano en entusiasmo y libertad. Me acerco a la "verdad", aplicada aquí a lo inexorable, a sus faces positivas y a sus sombras.

Hace unos años, al comentarle a un amigo que a los casi cuarenta me había puesto a estudiar una carrera, le dije algo así: Finalmente, la vida me ha presentado esta increible oportunidad.

Y él me contestó: Tal vez, tal vez esa carrera te estaba esperando a que vos la encontraras y te encontraras. Largo camino recorrido ¿no?

Me siento diferente, reviso mi camino, observo mis "descansos", sonrío y me digo: Es cierto... ¡No te encuentro por casualidad!

Solange Merelle, 43 años

Counselor (Consultora Psicológica)

Martinez, Pcia. de Buenos Aires, Argentina

 

Bibliografía

Curso "Educación para el Envejecimiento" y su bibliografía

Artículos de la Revista Tiempo

Jorge Bucay – Recuentos para Demián

Viktor Frankl – El hombre en busca de sentido

David Viscott - Cómo vivir en la Intimidad

Gail Sheehy – La Crisis de la Edad Adulta

Ron Kurtz y Greg Johanson– La Revelación de la Gracia – Psicoterapia en el Espíritu del Tao-te-King

Virginia Satir – En Contacto Intimo

Anthony De Mello – Autoliberación Interior

Erich Fromm – Del tener al ser

Erich Fromm – El arte de Escuchar

Carl Rogers – El camino del ser

Carlo Rogers – El Proceso de Convertirse en Persona

Thomas Moore – El cuidado del alma

Gilles Lipovetsky – La Era del Vacío

Gilles Lipovetzky – El Crepúsculo del Deber

Clarissa Pinkola Estés – Mujeres que corren con los Lobos

Fransisco Hunneus – Compilación de Textos – Espacio de Pensamiento Alternativo

Resumen del Trabajo Monográfico

"Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar". A partir de esta maravillosa frase de Viktor Frankl, reflexiono acerca de la estrecha relación del "buen" envejecer con el "buen" vivir. La actitud y la decisión depende de cada hombre. Es, fundamentalmente, en la tarea preventiva y en el darse cuenta que tendremos posibilidades de trabajar nuestro ser. Para los que ejercemos profesiones de ayuda, es, también, el trabajo interno propio y la escucha empática la puerta que debemos abrir. Curiosear nosotros para despertar el hambre del alma del otro, aprender para poder ofrecer algo nuevo, abrirnos a la experiencia porque lo que se aprende nunca es lo que uno espera. Invitemos a otros a la aventura.

Evaluación personal del Curso

Encuentro que este curso es excelente, académicamente muy completo y humanamente... excepcional.

Los múltiples aportes, sus variados enfoques y perspectivas lo hacen muy ameno y rico.

Me encantaría que se pudiera incluir, con el aporte de muchos, más ejemplos, diálogos, pasajes de casos, como muestras de los procesos terapéuticos, que nos pueden acercar aún más a lo vivencial.

Sólo me resta decir lo principal: ¡gracias!

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