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Se expresan los adultos mayores

El tren de la tía honoraria

Graciela Ravazzola

Son muchos los años que asisto a las actividades del Proyecto 3;  he participado de los talleres de teatro, inglés, yoga, entre otros; pero, confieso que soy alumna reincidente de Literatura; me gusta, me hace sentir bien, me actualiza en mis lecturas, me amiga con autores que sola no hubiera abordado. En fin, la  Palabra me atrae y me atrapa.

En esto de participar de los talleres de Proyecto 3- este año me animé también con Palabras para Compartir- mi mente se ha abierto a los recuerdos y nostalgias, ha desempolvado viejas historias, ha dado nuevo sentido a hechos ya vividos y a otros por vivir.

Buceando en la memoria, en esas historias de inmigrantes que narraban mis mayores, con esas palabras mal pronunciadas, en dialectos que se fueron perdiendo con el tiempo; rescato la historia de la tía Honoria, historia que se me relataba cuando esos mayores entendían que dejaba escapar las oportunidades que la vida me brindaba.

No hagas como la tía Honoria- decía la tía Emilia -que dejó pasar el tren. Sabés bien que el tren no pasa dos veces.

Yo mucho no entendía eso de que los trenes pasan una sola vez; si el que iba a Buenos Aires salía todos los días, a la misma hora.

Tiempo después, ya adolescente, me enteré que la tía Honoria tuvo un novio porteño, que le propuso matrimonio, con la condición de vivir en la Capital donde él tenía su raigambre y sus negocios. Parece ser que la tía Honoria se negó a partir de nuestra Santa Fe, el amor languideció y el prometido armó otro nido con una muchacha más decidida que la tía.

Recuerdo a la tía Honoria, recatada, callada, nostálgica, tan soltera, nunca tuvo otro novio; fue envejeciendo poco a poco, languideciendo como las tardes de estío, largas y cálidas.

Dicen unos que no partió por miedo a la gran ciudad; otros, porque sus raíces santafesinas la aprisionaron; los más, que no amó lo suficiente para levantar vuelo detrás del primero y único amor.

Muchas veces me equivoqué, deje pasar las oportunidades, erré el tren y el destino. Cuando eso me pasa, me acuerdo de Honoria y corro a la estación a subirme al tren de la vida.

Soy ya mayor; a veces me preocupan las cosas que dejé de hacer, me incomoda la sensación de que me falta el tiempo necesario para emprenderlas; entonces me apuro, me atosigo , me exijo...

Cuando me ahogo en esos apuros innecesario, me acuerdo de la tía Honoria y me digo: No quiero perder el tren, sé que no pasa dos veces; pero tampoco quiero subir a cualquier tren, deseo treparme a uno lleno de gente que, como yo, desea disfrutar de la compañía de otros, dialogar con el vecino, enfrascarse en tareas comunes, en nuevos aprendizajes y desafíos.

Por eso estoy en este tren fletado por Proyecto 3, tan repleto de amigos, con  sus vivencias y sus cargas;  RECORREMOS LA CIUDAD, PARAMOS EN CADA ESQUINA PARA QUE SUBA MAS GENTE.

¿Cuál es el destino del tren? Se preguntan los transeúntes.

El que tu quieras, respondemos desde el tren.           

Graciela Ravazzola

Alumna de los talleres: "Palabras" y "Literatura"

Proyecto 3- Santa Fe

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