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Número 11 - Octubre 2002

Bioética y vejez

Verónica Martinez
vegemarti@hotmail.com

RESUMEN

El presente trabajo propone una reflexión desde el marco de la Bioética acerca de la situación actual de los adultos mayores. Se presenta un caso a modo de ejemplo a partir del cual se formula una enunciación de los llamados Principios de Bioética con el fin de brindar un marco de referencia para el análisis. Se exponen también algunas de las paradojas que coexisten en la actualidad y que involucran y condenan a los adultos mayores al llamado viejismo. Se mencionan alternativas respecto de posibles soluciones a la paradoja biotecnológica.

Vivimos un tiempo en que el porvenir parece dilapidado.
Pero si el peligro se ha vuelto nuestro destino común,
debemos responder ante quienes reclaman nuestro cuidado.
Ernesto Sabato

Los profesionales del área salud y todos aquellos que trabajan en asuntos de bioética, cualquiera que sea su profesión, se enfrentan con frecuencia ante dilemas a los cuales la bioética intenta dar respuesta. Para tal fin se sirve habitualmente de los llamados principios de bioética: autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia.

Muchas veces estos dilemas comprenden estados de salud críticos en niños, adultos jóvenes y mayores, pero pocas veces es el mayor aquel que recibe la aplicación de los principios en su beneficio (beneficencia?) ... Situaciones tales como: "- ¿cuánto más puede vivir?-...-la cama la merece el más joven-...-es mucho gasto la internación llévenlo a casa-...se repiten en nuestra sociedad y en las sociedades del mundo ante la población de mayores que supera los 60 años.

A modo de ejemplo, para abrir la reflexión relataré brevemente lo acontecido a la Sra. L.:

La señora L. , viuda de 70 años, vive sola desde el fallecimiento de su esposo ocurrido hace 15 años, tiene 2 hijos casados y 4 nietos. La Sra. L presentó un cuadro depresivo , que se hizo evidente tras una caída sin consecuencias a nivel traumatológico, ocurrida en su domicilio. Su hija de 46 años, desde hace muchos años se hacía cargo de pagarle una cobertura médica en una prepaga importante de la Provincia de Bs. As. ya que su pensión no era suficiente para cubrir tal erogación. Ante el hecho de ver a su madre con ánimo triste, llorosa, sin deseos de realizar ninguna actividad, inapetente, la llevó a una consulta con su médico clínico quien con muy buen criterio recomendó realizar una consulta psicológica. Una vez realizada está última, la profesional actuante sugirió comenzar una terapia psicológica, para lo cual extendió una orden con dicha indicación a los fines que se gestione la autorización ante la prepaga. Grande fue la sorpresa de la hija cuando en la sede de la prepaga, la empleada que la atendió le informó que para "gente de esa edad" no había cobertura en psicología, por lo cual rechazó la orden emitida por la psicóloga. A pesar que la hija de la Sra. L. logró una entrevista con el médico auditor de dicha entidad, el mismo continúo negando la autorización, está vez argumentando que "-la gente mayor ya de por sí genera muchos gastos de manera que la empresa ha decidido excluir los tratamientos psicológicos por considerarlos prescindibles para esa etapa de la vida y con el fin de lograr acotar el gasto generado por las personas mayores de 60 años- ".

Este caso como muchos otros que ocurren cotidianamente nos enfrenta con uno de los hechos que nos llevan a reflexionar acerca del lugar de los viejos en nuestra sociedad.

Muy comúnmente en otras áreas de la salud se asiste a esta suerte de marginación que sufren nuestros mayores.

Nos remitimos en busca de un marco conceptual a los escritos de Beauchamp y Childress , quienes en 1977 idearon; los llamados "Principios de Ética Biomédica", sucintamente los resumimos a continuación:

Autonomía: Este principio permite que el paciente tome decisiones sobre su tratamiento, libre de presiones externas, dentro de la cabal comprensión de su estado y alternativas de tratamiento. Actualmente, la autonomía se "documenta" a través de la firma del llamado consentimiento informado. El cual no siempre refleja la correcta comprensión de su situación por parte del firmante: Frecuentemente es una hoja más dentro de la historia clínica que responde esencialmente a una prevención respecto de potenciales demandas por mala praxis u otras. No obstante la autonomía, hoy por hoy, parece ser el principio triunfante por sobre los demás. El afianzamiento de las libertades y derechos individuales en las sociedades modernas, así como la necesidad de los profesionales de compartir la responsabilidad sobre los métodos de tratamiento aplicados, avalan y sostienen el primer lugar ocupado por este principio.

Beneficencia: Como su nombre lo indica, este principio hace referencia a la búsqueda de "lo mejor", aquello que beneficia al paciente. Este principio ha sido tildado de "paternalista", al punto de resultar complejo determinar quien es la persona adecuada (el paciente?, el médico? ) para decidir sobre el "beneficio" del paciente.

No maleficencia: Se respalda en el principio hipocrático que reza "Primero no dañar" (Primum non nocere) , la tecnología médica ha llegado a un punto tal en el cual es difícil determinar cuales son los daños atribuibles a la enfermedad y cuales al tratamiento. Lo que en la época hipocrática resultaba obvio, hoy ha dejado de serlo. Los métodos diagnósticos cruentos y aún aquellos que conllevan riesgos para los pacientes (ej.: cateterismos, punciones) ponen en tela de juicio la vigencia de este principio.

Justicia: Aquí se hace referencia a lo que le corresponde a cada uno a la hora de la distribución de los recursos (justicia distributiva) , por definición, este principio de alguna manera colisiona con el de autonomía. Ej.: donación de órganos.

La sociedad actual presenta algunas paradojas, si consideramos, la coexistencia del avance biotecnológico y la realidad cotidiana de los ancianos en la sociedad en general y en la salud en particular. Una convivencia no libre de fuertes contrastes.

Por un lado la medicina y la tecnología ha planteado cuestiones que resultaban impensables en tiempos no muy lejanos, como por ejemplo, la redefinición del concepto de muerte, concepto que se modificó a demanda de la industria del trasplante de órganos. Hoy en día resulta difícil imaginar un "techo", un límite finito, a las posibles modificaciones en cuestiones vitales que el futuro puede traer. Así, actualmente, un instituto de Estados Unidos dedicado a la criogenia aplicada a seres humanos , congelará nuestro cuerpo fragmentado o íntegro (según lo que deseemos invertir en ello ) y lo dejará en cilindros metálicos aguardando el momento de disponer de los medios para su "resucitación", en un patético intento de emular la eternidad divina.

En otro orden de cosas, el viejo pasa de haber sido un proveedor de bienes o servicios a su rol de pasivo que resulta en un ser con el acopio de experiencia que los años le han brindado, pero carente de receptores a quienes trasmitir su experiencia, la experiencia de los viejos parece haber caído en desuso, ahora las computadoras e internet, nos responden las preguntas de otros tiempos, ya sean futuros o pasados. El viejo ha sido declarado pasivo no sólo en el ámbito productivo-laboral , sino también en su vida familiar, los jóvenes resuelven sus cuestiones ante una pantalla de cuarzo líquido.

De manera que desde la perspectiva bioética, el marco de referencia que nos plantea el principalismo nos sirve como plataforma para pensar algunas cuestiones.

El primer gran obstáculo que observamos son los prejuicios sociales contra los individuos mayores de 60 años, hecho bien delimitado por Salvarezza cuando habla de viejismo , interpretando por tal a todos los prejuicios sociales y actitudes discriminatorias de las cuales son objeto los mayores. Allí donde posemos nuestra mirada, se hace evidente la penetración social de este concepto, solo basta mencionar las largas filas que deben hacer por horas y horas para cobrar las, en general, magras jubilaciones y pensiones, o la ineficiencia de los sistemas de salud, o más grave aún, la completa exclusión por motivo de la edad que implementan la mayoría de los sistemas de medicina prepaga, quienes para asociar a alguien requieren salud, juventud y bastante dinero. La situación ha llegado a tales extremos que en Japón, un país con un elevado PBI per capita , los ancianos disponen de los servicios de una empresa que comercializa el "alquiler" de una familia sustituta (constituida por actores que cumplen los roles de hijos ,nietos, esposos, etc.) para el evento personal que el cliente desee (cumpleaños, Fiestas, etc.).En este caso, es la soledad y no las carencias económicas, una de las principales causas generadoras de patologías y aún de suicidios.

El envejeciente como tal, cursa la etapa vital habitualmente asociada a las pérdidas (pérdida o disminución del rendimiento físico y psíquico, pérdida del cónyuge, pérdida de trabajo-jubilación-, pérdida de amigos, pérdida de autoestima ) siendo la peor de las pérdidas , la de su lugar en la sociedad, la mirada de los otros alejada de sí , la condena a dejar de "ser" (persona?) . En nuestra sociedad en donde valores tales como juventud, belleza, y dinero son, en muchos casos, el modelo a seguir, el viejo carente de ellos queda condenado a la marginación, está "out".-

La indiferencia de la sociedad no hace más que proyectar sobre la figura del viejo, aquello que por ser parte ineludible e inexpugnable de la vida se torna lo indeseable, aquello que nos señala el paso del tiempo ante nosotros mismos, nuestra propia vejez y el fin de la vida. Esa situación , como Freud planteara, le ocurre a los otros, ya que la muerte por ser ajena a nuestra propia vida, siempre es de otros. Nuestros genes tan pródigos en datos, no poseen la información que permita hacer conciente la idea de la propia muerte.

Todo esto lleva a un estado de cosas en donde situaciones tales como la de la Sra. L. se tornan cotidianas, entonces el sistema privado de salud que rechaza autorizar el tratamiento para ella, se transforma en la personificación de todos nosotros como sociedad rechazando el acceso a los recursos disponibles. La justicia distributiva permitiría pensar por ejemplo que esta situación es justa, si se asigna ese recurso a una persona más joven, pero es justo así también para la Sra. L??? Si pensamos en el principio de autonomía, ¿ la Sra. L puede ejercerlo, estando su autorización de tratamiento denegada? En este caso ¿ quién es el dueño de la autonomía?.

Coincidiendo con lo planteado por Daniel Callahan en su libro Falses Hopes, estás cuestiones nunca dejaran de existir en tanto y en cuanto las sociedades en general y las personas en particular no incorporen el último hecho de la vida: la muerte, como parte integrante del ciclo vital. La fantasía de inmortalidad hoy tiene una gran cantidad de aliados que trabajan ardientemente por su crecimiento, infinidad de empresas dedicadas a la ingeniería genética, nanotecnología, farmacéutica, etc. se dedican día a día a que Ud. crea que alcanzará la "vida eterna" pero en este mundo!...Fausto en versión criogénica.

Mientras la medicina y la biotecnología sigan invirtiendo su esfuerzo y dinero en vencer a la muerte, resultará, por lo menos, complejo, que la Sra. L y otros adultos mayores puedan preservar o recuperar su lugar autónomo en la sociedad.

PALABRAS CLAVE: BIOÉTICA- VEJEZ- ADULTO MAYOR

BIBLIOGRAFÍA:

T.Beauchamp & J.Childress, "Principles of Biomedical Ethics", 4th.Ed.Oxford, Oxford University Press, 1994

L.Salvarezza: " Psicogeriatría, teoría y clínica", Ed. Paidós, Argentina, 1999

E. Korovsky y D. Karp:"Psicogerontología: Psicosomática Psicoanalítica de la vejez" Ed. Roca Viva, Montevideo, 1998.

D.Callahan: Falses Hopes, Simon&Schuster, New York, USA, 1998.

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