Volver a la página principal
Número 11 - Octubre 2002

El proyecto personal del adulto mayor

Marcela Romero
marcelaromeropsp@yahoo.com.ar

En la buena tierra la semilla anuncia el bosque.
El agua permite mágicos reflejos de la luz del alma.
En el aire reina la abstracción poderosa de la idea.
El secreto del fuego abrasa la unidad del espíritu.
En la belleza de esta cosmología elemental danza creativamente la vida.
Y la conciencia permanece en su propia gloria:
conocimiento, libertad y profunda alegría.
Enrique Mariscal

Es posible construir un proyecto personal en la vejez? Qué lugar ocupa en la vida del adulto mayor? Contribuye a mejorar su calidad de vida?

Estos y otros interrogantes surgen al pensar en una etapa de la vida en la cual, el sujeto debe efectuar un reacomodamiento necesario en los aspectos bio-psico-social.

El devenir de la vida nos insta a continuar. La vejez es una instancia más en ese tiempo, que se construyó y se construye con otros, con diversas experiencias, con recursos propios, y personas significativas. Etapa que enfrenta cambios: de tareas, de roles, de espacios. Tiempo de abordar los cambios, momento que ofrece la posibilidad de detenerse y preguntarse. La manera que se prosiga, marcará las diferencias entre las personas. La vejez no tiene la exclusividad, sino que comparte con otras etapas momentos críticos, silenciosos y abrumadores. Mientras que en algunas personas, esos y otros hechos producen angustia y temor; otras, los atraviesan con dinamismo siendo capaces de resignificar su sentido de la vida, alcanzando un significativo grado de productividad y autogestión a través de la construcción de un proyecto personal.

La vida actual nos enfrenta a innumerables y aceleradas trans formaciones sociohistóricas; sumado a una realidad que se presenta por momentos, adversa y compleja. En este marco los adultos mayores deben atravesar cambios de orden biológico conjuntamente con cambios de roles, y pérdidas sociales que demandan una rápida resignificación de los propios espacios, para lograr una adaptación positiva. La vejez puede ser una oportunidad para replantearse antes de continuar. Considerar aspectos de uno mismo que permiten la búsqueda de opciones con mayor libertad y favorecen la comprensión de las múltiples posibilidades por venir. Puede ser un tiempo para continuar, para afirmar y reafirmar la propia identidad, un tiempo que se abre para intentar un proyecto vital olvidado o postergado. La opción de llenar ese tiempo de significado es absolutamente personal y depende de cada uno.

Lo dicho se deriva de un enfoque que considera al hombre "sujeto de elecciones", que responde a una concepción de hombre a quien la elección del futuro es algo que le pertenece, y que nadie por capacitado que esté, tiene derecho a expropiar. Es posible acompañar al adulto mayor en este proceso, que por ello va a ser gradual y progresivo, pero no elegir por él.

Este enfoque tiene implicancias filosóficas porque postula una concepción de hombre fundada en su valoración. Supone una búsqueda personal para renovar el protagonismo de la vida y encontrar un nuevo sentido que se abre al interjuego de posibilidades, deseos, inquietudes, limitaciones y recuerdos.

Todas las personas dejan huellas, a veces sin darse cuenta. Otras veces, las huellas son intencionales, es el caso de la planificación y realización de los propios deseos y proyectos. Estas son las huellas que deliberadamente se quiere y decide marcar porque resultan valiosas para cada uno.

La definición de un proyecto personal, individual o grupal, colabora para salir fortalecido frente a las diferentes situaciones que enfrenta la vejez y permite apropiarse de las experiencias pasadas para construir sobre ellas, renovando el sentido de la vida. Ante cambios en los roles asumidos, se hace necesario ocupar el tiempo libre generado ante la disminución de obligaciones laborales o domésticas, pérdidas o alejamientos de seres queridos que estaban bajo su cuidado, exigiendo la reorganización interna y externa de la persona. Esto significa poder aceptarse a sí mismo, con el retiro de algunos roles sociales y el advenimiento de otros nuevos y posibles.

En la construcción de un proyecto, la reminiscencia ocupa un lugar preponderante. Según la Dra. Viguera, la reminiscencia es la función que permite recordar pensando o relatando hechos, actos o vivencias del pasado. Es saludable porque favorece la integración del pasado al presente, le da continuidad, permite a la persona reconocerse en cada una de las etapas vividas y en la que actualmente atraviesa, reforzando la identidad. Ésta supone la capacidad de experimentarnos en una continuidad temporal, espacial y social, permite la conciencia de permanecer a través de la propia historia, de la propia corporalidad y en una red de vínculos sociales y culturales. En síntesis, experimentarse uno mismo como una unidad más allá de los cambios y el tiempo.

La reminiscencia cumple una función fundamental en la reconstrucción de la historia de vida de cada persona, en la articulación de las elecciones pasadas con las actuales y posibles de los adultos mayores para la construcción de un futuro próximo. Permite la revalorización de lo aprendido y su recuperación, para trasladarlo a elecciones actualizadas, plasmándolas en acciones posibles.

A partir de esta revisión el sujeto puede pensar un proyecto, entendido en su dimensión vital como motor de la vida humana. Proyecto, aquello que, en tanto elección personal orientada al futuro convoca el deseo y moviliza la acción, haciendo del presente un tiempo comprometido. Involucra el autoconocimiento y el conocimiento de la realidad, incluye un ser y un quehacer, la relación con otros: personas, objetos, actividades. Propone un aprendizaje entendido como la apropiación de la realidad para transformarla, estableciendo una relación dialéctica que demanda la propia transformación.

El proyecto se presenta como un desafío que en tanto sea adecuado a las propias posibilidades, se convierte en un espacio y tiempo actual que brinda la oportunidad de construir una dimensión de futuro y la afirmación de esa posibilidad en cualquier etapa de la vida. "Quien se entrega a la tristeza renuncia a la plenitud de la vida. Para sobrevivir, planificar la esperanza" afirma Enrique Pichon Riviere. Así el pro- yecto implica como dice la Lic Ana Quiroga "una anticipación temporal, que sostiene la idea de una temporalidad futura". Diseñar un proyecto por más sencillo y pequeño que parezca requiere de un plan para poder llegar a la meta. Es importante para el adulto mayor sentir que es capaz de planificar y actuar en función de sus deseos e intereses reales, constituyendo en sí un proceso que requiere tiempo, energía y creatividad para concluir en un proyecto de vida significativo.

Cabe aclarar que la idea de proyecto en adultos mayores tiene sus propias características. Se presenta más ajustado, el orden temporal prevalece en su trazado, acotando su extensión; está focalizado en un presente, circunscribiéndolo a un futuro cercano; en el que tiene mucho peso el pasado, la trama de relaciones que la persona ha establecido con los otros significativos y con los objetos que lo rodearon.

Pero no por ser el tiempo un elemento significativo en el diseño, el proyecto pierde en intensidad, en placer y gratificación. Por el contrario invita más que nunca al disfrute en un momento donde los tiempos se pueden manejar con mayor libertad y en el que las obligaciones pasan también a flexibilizarse.

Su construcción demanda cierta plasticidad del adulto mayor frente a los cambios en sí mismo y en los otros; reflexionando acerca de las diferencias entre sus expectativas y sus logros que requiere buscar la coherencia necesaria entre posibilidades y limitaciones, cuidándose y cuidando lo hasta aquí logrado. Esto le permite adaptarse creativamente a los cambios que el envejecer plantea, por ello es importante que los objetivos sean progresivos, que estén al alcance de cada persona y permitan paulatinamente satisfacer las necesidades y disfrutar de los logros.

Siguiendo a Erikson es a medida que se dan los encuentros entre el hombre y el ambiente que se van actualizando las potencialidades. En ese diálogo de posibilidades con el entorno puede construir un proyecto, enriquecido por el bagaje experiencial de lo vivido, comprometiéndose y cristalizándolo en la acción. Es imprescindible detenerse y conocerse en profundidad, reflexionando sobre los propios intereses, gustos, inquietudes pero no por ello es conveniente desestimar el valor que la experiencia vivida puede aportar. El momento de la construcción del proyecto es propicio para rescatar el valor agregado de la experiencia.

Debe mencionarse que lugar ocupan los mitos y prejuicios en el armado de los posibles proyectos. Existen prejuicios que la sociedad deposita en la etapa de la vejez. Estereotipos sociales que conforman un imaginario que subestima las posibilidades de los adultos mayores, en ocasiones instando a que ellos mismos se ubiquen en ese lugar. Los prejuicios, los estereotipos, la ignorancia y los miedos que conforman el imaginario social, obstaculiza el desarrollo y la integración de las personas. Revertir esta situación es una tarea que nos compromete y responsabiliza a todos. Las representaciones sociales, códigos o sistemas de referencias con los cuales interpretamos lo que sucede y clasificamos los hechos y las personas, condicionan nuestro comportamiento. Nadie está ajeno a manejarse con estas representaciones, por eso revisar el imaginario social ayuda a pensar los prejuicios, brindando la posibilidad de modificarlos. En este sentido, la lic. L.Ferrari dice: "tratemos de pensar esos prejuicios, porque si no, los prejuicios pensarán por nosotros y no podremos tomar una decisión con mayor libertad"

La creencia basada en las limitaciones biológicas, psíquicas y sociales, identificando a la vejez con la enfermedad y la idea de vejez como sinónimo de improductividad figuran entre los prejuicios que provocan el alejamiento del real deseo del adulto mayor, que por temer la desaprobación se identifica con un rol que no se corresponde con él.

La elección de una actividad y el compromiso personal con lo elegido, cumple una función de encauzamiento de la angustia que acompaña los cambios, convirtiéndose en una alternativa posible de organización. La elección de una actividad social, artística, deportiva o recreativa puede constituir un proyecto personal significativo que funciona como organizador necesario en la vida de una persona, como alguna vez lo fue el trabajo fuera o dentro del hogar. El aprender algo elegido en función de los propios intereses, simplemente por el placer de conocer, escuchar y compartir puede ser el comienzo de nuevos lazos con otros que tienen inquietudes comunes. Esta apertura posibilita la autogestión individual y/o grupal que favorece el crecimiento de la persona, convirtiéndose en un ordenador de tiempos y espacios para actuar de sostén en otros momentos donde invade la soledad, la tristeza y el dolor. La búsqueda de estas experiencias permiten transformar la soledad ligada a sentimientos de tristeza y sufrimiento en una soledad productiva, en la que existe tiempo para uno y sus intereses. El descubrimiento y la construcción de recursos que acompañen al adulto mayor en el resto del tiempo libre, independientemente de un lugar y día, se constituye en una forma de reivindicar los momentos de soledad.

El proyecto posibilita pensarse a sí mismos como sujetos capaces de reflexionar, de hacer, de elegir; sujetos transformadores de sí mismos y de su entorno.

Es conveniente detenerse en la importancia e implicancias del elegir.

Elegir y decidir es un proceso complejo que demanda un tiempo de reflexión, para identificar y evaluar los posibles caminos, optando finalmente por el que se considera mejor. Elegir implica hacer uso de la libertad personal de forma responsable y no sólo es decidirse por una actividad sino encontrar un sentido compatible con los valores y objetivos personales. Este respeto por sí mismo posibilita una elección reflexiva que no responda a deseos ajenos, desconociendo la impronta personal. No significa optar por respuestas que ofrece la sociedad de acuerdo a una visión general de las necesidades de la vejez. La elección es posible si cada uno en su singularidad se conecta con la pregunta, es decir con el deseo. Las respuestas que en ocasiones la sociedad impone anulan la capacidad de reflexión, obturando la posibilidad de preguntarse y obtener elecciones propias, fundadas en la unicidad de los deseos. Recuperar la capacidad de interrogarse puede contribuir a desarrollar la capacidad de estar a solas, descubrirse interesante, sorprenderse y ejercitar la autonomía de pensamiento para situarnos como autores de nuestra historia. Por esto elegir resulta una oportunidad para renovar el protagonismo. La reflexión permite abrirse a preguntas, el derecho a cuestionarse permite el crecimiento personal.

Es necesario hacer referencia al lugar que ocupa el pensamiento conjuntamente con el deseo, que habla de la persona en su integridad. Dice Piera Aulagnier "Reconocerse un derecho a pensar implica renunciar a encontrar en la escena de la realidad una voz que garantice lo verdadero y lo falso, y presupone el duelo por la certeza perdida. Tener que pensar, dudar de lo ya pensado, verificarlo, son las exigencias que el yo no puede esquivar..."

Las decisiones que son realizadas por propia voluntad, favorecen la consolidación del pensamiento crítico. A veces pensar hacer algo distinto a lo esperado por los demás, enfrenta a la soledad, a la desaprobación y a la culpa por ocuparse de sí mismo.

En relación a lo dicho se destaca la importancia de la pertenencia grupal en el campo preventivo que facilita el aprendizaje de renovadas elecciones en un marco de contención y sostén. Establecer vínculos basados en la confianza, y en el respeto, ser reconocidos y mirados en sus semejanzas y diferencias, promueve procesos de participación que resuelven una necesidad prioritaria en la vejez: estar activos socialmente. La vejez puede presentarse como un tiempo de resignificación de los aprendizajes en el que el adulto mayor revisa el protagonismo de su historia, permitiéndose ser sujeto activo.

En relación a la posibles elecciones desde una posición activa, es oportuno mencionar el concepto de vocación, entendida como la construcción que el sujeto realiza en cada experiencia de su vida, que se modifica con el devenir externo e interno. En el marco de este dinamismo se despliega la búsqueda esencial que realiza cada persona, y que jamás se agota, búsqueda que es inherente a la vida humana. Sujeto a un lugar social e histórico, desenvolviéndose en una comunidad con rasgos particulares, con la pertenencia a un lenguaje, en un diálogo permanente con la cultura, el adulto mayor puede redescubrirse como sujeto deseante, con deseos y conflictos en el ser y el hacer. Como dice la Dra. M. Müller, elegir y elegirse en un proyecto personal es un largo camino que a veces queda sin concretarse.

Quizás es en la etapa de la vejez que la persona puede saldar viejas deudas consigo mismo, recuperando los sueños que alguna vez lo desvelaron, apropiarse de éstos, desde el nuevo lugar que atraviesa, con diferencias pero con la satisfacción que causa reencontrarse con lo que supo ser parte de uno.

La vocación puede reactualizarse en la etapa de la vejez, un ejemplo de ello son las elecciones realizadas por adultos mayores de carreras universitarias que son desarrolladas con gran compromiso y responsabilidad. Los programas educativos universitarios para mayores sostienen en la práctica la necesidad de muchas personas que encuentran en ellos el lugar propicio para desplegar su deseo vocacional.

Como el proyecto vocacional surge a partir de un diálogo entre el sujeto y el entorno, puede ocurrir que la realidad que presenta la comunidad en que se vive despierte deseos de un compromiso con los otros cercanos.

La posibilidad de acompañar un proyecto comunitario con un propósito solidario puede presentarse como una alternativa posible y concretar la necesidad de sentirse útil para sí mismo y para otros. La persona puede ser mayor, estar sola y puede estar enferma pero entusiasmarse en ayudar a otros, descubriendo otra dimensión de la vida.

El adulto mayor transitó infinidad de aprendizajes, el amor que la persona fue desarrollando a través del tiempo, en vínculos como la amistad, con los padres, la pareja, los hijos son distintas expresiones del amor que la persona puede dar. Es posible que para algunos sea tiempo de extender las expresiones de amor y respeto a los demás, a otros que están más allá del pequeño círculo de seres queridos cercanos, adquiriendo otra dimensión social.

El proyecto social, de carácter comunitario, tanto individual o grupal propone una mirada atenta a la comunidad cercana y sus necesidades, para despertar el interés de mostrarse activos respecto a ellas. El voluntariado puede ser una oportunidad para los adultos mayores de sentirse útiles y comprometidos con su propia comunidad. No sólo para ser protagonistas de su propio desarrollo, sino por contar con recursos y experiencias valiosas para aportar, sumado a una amplia disponibilidad horaria, produciéndose una estrecha relación entre la participación como voluntarios y la satisfacción personal.

Es importante mencionar que promoviendo su protagonismo en actividades sociales se favorece la relación intergeneracional. El intercambio generacional facilita la integración de los adultos mayores con el resto de la sociedad, revalorizando su lugar, así como también ayuda a los más jóvenes a pensar su futura vejez. Cuidar el desarrollo de esta interrelación y diálogo social, es tarea de toda la sociedad, en especial de los profesionales que trabajamos con adultos mayores para que las partes que interjuegan reciban el mensaje adecuado para que el objetivo prospere.

El voluntariado puede ser una alternativa de ocupar el tiempo libre y aprender, en constante realimentación con otros. El desarrollo de una tarea comunitaria propicia la autonomía y responsabilidad de las personas, refuerza la autoestima, alentándolos en la construcción conjunta de un nuevo espacio y función en la sociedad; revalorizando su participación como sujetos transformadores del tiempo que viven, fomentando la cooperación y la solidaridad.

Un camino de vivencias compartidas, a partir de proyectos significativos contribuye a estar bien con uno mismo y posibilita una mejor forma de vivir.

Todas las elecciones mencionadas son formas de ejercitar la participación social y la pertenencia grupal, las cuales forman parte de las necesidades fundamentales que un individuo tiene derecho a satisfacer, más allá de las necesidades básicas como la vivienda, la salud y la educación.

La recreación comprende ambas necesidades estimulando, enriqueciendo y creando un ámbito de contención adecuado para el desarrollo de los adultos mayores. La participación activa, como actitud comprometida que desarrolla la persona dentro de un grupo, en la que se responsabiliza individual y colectivamente por lo que piensa, hace y disfruta. La que realiza en un espacio compartido, en el que se le permite elegir, tomar decisiones. Un tiempo que le permite ser y hacer. Actividad como inquietud interna, que posibilita un pensamiento propio y crítico. La modalidad de participación evidencia la forma que el adulto mayor se posiciona ante su envejecimiento y los cambios a los cuales se enfrenta. Situarse ante ellos pasivamente, si bien puede ser una elección, es una expresión del abandono de sus ideales y deseos, privándose de ser sujeto transformador.

Desde la singularidad cada persona construye la historia conjunta, que va a tejer la trama de "ese" grupo, una historia de memoria compartida que acompaña y sostiene el desarrollo de sus participantes. La historia compartida no refiere a la uniformidad, sino al respeto por las diferencias. El encuentro con otros , en las semejanzas y las diferencias, "ser parte de" una actividad, una idea, un grupo, afirma la propia imagen, sin desdibujar la individualidad. Disfrutar de todo lo hecho, es el cierre de una participación real, que produce bienestar.

La recreación es un medio valioso en la promoción de la salud, facilitando la construcción de proyectos futuros. Entre los objetivos de la recreación que enumera el

Lic. Fajn figuran el uso y disfrute del tiempo libre en función de lograr una mejor calidad de vida, así como también el re-crearse a través de actividades, reencontrándose y redescubriendo un lugar entre otros que permite identificar posibilidades y limitaciones así como también realizar elecciones responsables y autónomas, siendo el adulto mayor partícipe real de la actividad. Estos objetivos resumen la importancia de la recreación como actividad para el desarrollo de la creatividad de la persona. La propuesta de recreación propicia el crear en libertad y autonomía.

De esta forma la recreación puede constituirse en sí misma en un proyecto diario o puede posibilitarle al adulto mayor descubrir su deseo de elegir y transitar un aspecto de esa gran ventana de posibilidades que se abre frente a él. Facilita la exploración de intereses y necesidades, convirtiéndose en valioso promotor de posibles proyectos.

Puede ser un estímulo para pensarse de otro modo. Pensarse diferente invita a resignificar las propias experiencias, a valorar la singularidad. En la reflexión, en la escucha atenta, en el intercambio de ideas y vivencias, en la participación y en la información se aloja la posibilidad de ser distintos.

La recreación es una invitación a crecer. Permite un gran despliegue de recursos propios en un interjuego permanente con los objetos de conocimiento y propicia un diálogo enriquecedor con los otros y el entorno, ofreciendo herramientas nuevas que impulsa el desarrollo integral del adulto mayor.

Creo oportuno introducir el concepto de resiliencia trabajado por autores como Wolin y Wolin (1995) y su relación con la construcción de posibles proyectos.

El término proviene de la física y se refiere a la capacidad de un material de recobrar su estado original después de haber estado sometido a presiones.

Analógicamente, se adoptó el concepto de resiliencia para definir la capacidad humana universal de sobreponerse a situaciones adversas y salir transformado positivamente por la experiencia (Grotberg,1995), logrando no sólo afrontarlas y superarlas, sino construir sobre ellas ( Vanistendael,1994).

Es precisamente en la premisa que refiere al atravesamiento de situaciones adversas que enfrenta al adulto ma yor a situaciones de cambio y salir fortalecidos de ellas, a la que quiero hacer referencia.

Resignificar la etapa de la vejez, exige, como se viene diciendo, descubrir los propios recursos ( intereses, inquietudes, experiencias, posibilidades) y valorarlos para construir objetivos de vida en función de ellos.

El trabajo con los llamados pilares de la resiliencia promueve el descubrimiento de los recursos disponibles de las personas, y su relación con la construcción de proyectos. Estos son:

Analógicamente un proyecto se presenta como un viaje. Requiere una organización para que nos permita disfrutarlo desde un primer momento. Propone comenzar a andar un camino, explorar espacios, aventurarse.

El viaje demanda un destino, también elegir cómo hacerlo, con quiénes y cuándo iniciarlo. Para la elección del propio camino es necesario conocer los posibles, y fundamentalmente el deseo que a cada uno lo mueve a realizarlo. Así se podrá re crear el camino adecuado a las propias necesidades, inquietudes y posibilidades. El lugar elegido (la meta), puede ser conocido o no, pero de todas maneras la experiencia vivida y la etapa que actualmente se atraviesa, lo recrearán, posibilitando un nueva forma de conocerlo.

Planificar el viaje permitirá prever algunos obstáculos, afrontar otros y disfrutar del arribo a destino. La imaginación y creatividad son herramientas que nos facilitarán la llegada. Ellas se nutren de los sueños y deseos que nos constituyen y diferencian. Darse permiso para crear nuevos sueños es necesario para armar nuevos proyectos, para sentirse protagonista y con derecho a un proyecto futuro posible.

Anticipar y establecer pequeños objetivos, como refugios o estaciones a los que gratifica llegar y que nos sirven de descanso pasajero para recobrar fuerzas, contribuye para acercarnos gradualmente a la meta, fortalecidos con los logros realizados.

Como en un viaje, también en un proyecto nos acompaña un equipaje. Esa mochila con mayor o menor peso, que carga una historia de vida, de experiencias y vínculos significativos, conjuntamente con la aparición de intereses, temores y pensamientos.

Nuestra elección puede incluir que alguien haga el equipaje por nosotros, basado en lo que cree pensar que necesitamos y que difícilmente refleje nuestro deseo. Quizás la "comodidad" o el temor se adueñe de esa decisión, transitándola sin compromiso, privándonos del entusiasmo y la satisfacción que produce una elección responsable, autónoma y comprometida.

Llegar a destino es un desafío. De la misma manera, realizar un proyecto demanda esfuerzo, capacidad de soñar y crear, siendo parte del complejo pero fascinante camino hacia el crecimiento personal.

Para concluir, un proyecto personal parte de una elección que responde a los intereses singulares, a necesidades particulares, a los propios valores y los estilos personales y grupales. Contribuye a incrementar el protagonismo comprometido, favoreciendo la confianza en sí mismo en diálogo permanente con otros, alentando la participación y cohesión social. Permite proyectarse hacia el futuro en forma autónoma.

Propicia encontrar formas válidas de interlocución con otros, en un marco de contención, que resulte placentero y colabore a alejar la queja para pasar a la acción.

La jerarquización del proyecto en esta etapa de la vejez ayuda a abandonar la apatía, la deseperanza, para dar cabida a la capacidad de soñar, ya que no hay proyectos sin sueños. Brinda la posibilidad de recuperar aspectos propios para una vida más plena, rescatando el derecho a sentir que se tiene futuro.

El proyecto es un recurso valioso para adaptarse positivamente a la etapa de la vejez, que enaltece la condición de hombre, respetándose a sí mismo y por ende a los demás, al servicio de re-crearse y actualizar el sentido de la vida.

Palabras claves: proyecto, vejez

BIBLIOGRAFÍA:

Áulagnier, Piera: La violencia de la interpretación. Amorrortu editores, 1977

Bohoslavsky, Rodolfo: Orientación Vocacional. La estrategia clínica. Ed. Nueva Visión, 1984

Erikson, Erik: Identidad, juventud y crisis. Editorial Paidós, 1971

Fajn, Sergio: Jugar no es jugarse la vida. Consideraciones sobre el duelo y el juego en el envejecimiento normal. 2001

Ferrari Lidia: Lugares comunes . Como elegir una carrera,ed planeta,1995

Kotliarenco, María Angélica : Resliencia. Construyendo en adversidad. Chile,1997

Müller, Marina: Descubrir el camino. Editorial Bonum, Buenos Aires, 1994

Quiroga, Ana: "Pensamiento del Dr Enrique Pichon Riviere" Jornadas de formación de Primera escuela de Psicología Social,1993.

Viguera, Virginia: Seminario. Temas de psicogerontología. La Reminiscencia

Volver al Indice del número 11 de Tiempo

PsicoMundo - La red psi en Internet