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Número 13 - Octubre 2003

Temores y ansiedades que despierta la tarea de cuidar ancianos

Mirta Lidia Sánchez
mlsanche@cybertech.com.ar

Los seres humanos nacemos en condiciones de extrema indefensión, lo que hace imprescindible la intervención de otro humano para asegurar la supervivencia, de no contar con un auxilio externo el bebé moriría. El desamparo inicial del "infans" ubica a los padres en una posición de "donar", de "ofrecer" lo necesario para satisfacer sus necesidades y deseos por lo que serán revestidos por el hijo con características omnipotentes e ideales. El vínculo que se establece en los primeros años es de dependencia, generándose una deuda por sobrevivir cuyo precio cada hijo verá como devuelve frente a la vejez de los progenitores. Con el paso del tiempo la relación de dependencia se invierte, el envejecimiento de los padres provoca que en algunos casos pasen a depender de los hijos. Este es un proceso conflictivo y doloroso para la descendencia y también para el anciano. A veces la dependencia es solo económica, pero otras, cuando padecen alguna enfermedad, la dependencia se acrecienta. En las situaciones donde el anciano padece el mal de Alzheimer u otras demencias o enfermedades que resulten invalidantes se hace necesaria la presencia casi continua de alguien que brinde cuidados. La tarea de cuidar resulta estresante, más si quien la realiza es un familiar, constituyendo una fuente de tensión para la familia. Se ha comprobado que mayoritariamente sobre las mujeres recae el trabajo de prestar asistencia a padres y familiares. Arber y Ginn (1990) según estudios que realizaron en Canadá y Estados Unidos un 13% de mujeres de la muestra ocupan más de 5 horas semanales en el cuidado de algún familiar anciano, mientras que el 8% son hombres.

Dado que se considera importante que los viejos continúen viviendo en su medio, para evitar de esa manera los efectos negativos de la institucionalización, una de las soluciones encontradas es contar con el auxilio que pueden brindar personas especializadas en el cuidado de ancianos en el domicilio.

En la ciudad de Mar del Plata (Argentina), se ha producido un fenómeno conocido como "migración de ancianos", un alto porcentaje (16%) de la población es mayor de 60 años y la ha elegido como lugar donde pasar sus últimos años. Esta circunstancia hace que paulatinamente la tasa de envejecimiento haya aumentado, ubicándola como la ciudad con más población anciana de Argentina, por lo mismo se han incrementado las instituciones geriátricas y se ha visto la necesidad de capacitar a personas que puedan desempeñarse como cuidadores domiciliarios. La elección de esta ciudad por la población mayor tiene que ver entre otras cosas con el atractivo natural que posee, asociada con vacaciones y descanso, pero esto también implica un alejamiento del núcleo familiar y la falta de su asistencia cuando es necesaria.

A partir de la experiencia en el dictado de un curso que capacita a personas para cuidar ancianos se han podido identificar temores, ansiedades y sentimientos que despierta la tarea de cuidarlos, una reflexión sobre estos aspectos constituye el motivo de este trabajo.

Saberes previos acerca de la vejez

Una de las primeras cuestiones que deberá zanjar el aprendiz de cuidador se relaciona con su conceptualización acerca de la vejez. La manera de considerar la vejez depende de la historia personal, de la propia experiencia con los viejos cercanos y del contexto sociocultural. En cada época los discursos acerca de la vejez, imponen ideas, pensamientos que a su vez modelan los comportamientos y las actitudes de las personas siendo diversos los modos de sujeción. En ese sentido puede decirse que la construcción imaginaria de los propios viejos, de sus familiares, de los trabajadores y profesionales que los asisten está plagada de prejuicios. Un cuestionamiento crítico sobre ellos se hace necesario porque la desinformación sobre las necesidades, deseos, preocupaciones y posibilidades de quienes transitan este tramo de la vida lleva a conductas y actitudes que pueden considerarse iatrogénicas.

Despojarse de prejuicios implica entre otras cosas no generalizar sobre la vejez, aceptando la singularidad de cada anciano y la multideterminación de este proceso que nos lleva a plantear la posibilidad de muchas modalidades de envejecer.

Se ha ubicado a quien envejece en lugar desjerarquizado, relacionando fuertemente el envejecimiento fisiológico con la dependencia, lo que ha contribuido a la creación y reforzamiento de estereotipos. Para poder trabajar cuidando a aquellas personas que tienen algún padecimiento en su vejez, es preciso que los miedos no obstruyan la capacidad empatía, que posibilita ubicarnos en el lugar del otro.

Según Salvarezza (1998) la discriminación como la segregación de los viejos es una manera de negar nuestro envejecimiento, y esto conlleva el riesgo de que al no entrar en contacto con ellos no podremos identificarnos con los viejos que seremos.

El curso está estructurado de tal manera que se brindan conocimientos teóricos y también se realizan pasantías en hogares de ancianos o geriátricos. Antes de la realización de las clases prácticas, se prepara a los alumnos para dicha experiencia utilizando distintas técnicas grupales, promoviendo un aprendizaje vivencial y la verbalización de ansiedades y temores que despierta la tarea.

A partir de la siguiente consigna: "Mencione cuáles actividades o situaciones imagina que le resultará más difícil realizar o afrontar", surgen una amplia gama de actividades que producen sentimientos que van desde el asco hasta el temor y la tristeza. El ejercicio de anticipar la situación tiene la función de que cada uno explore sus posibles limitaciones y también la de disminuir el impacto que produce la entrada al geriátrico.

Se han diferenciado dentro de las actividades que los alumnos nombran, dos grupos: 1) las "que afectan al cuerpo", 2) las de "impacto emocional".

Las actividades "que afectan al cuerpo" suponen obstáculos a vencer, relacionados con superar sentimientos de repugnancia, con estímulos que afectan los sentidos o con el esfuerzo físico. Las actividades que movilizan angustia, culpa, deseos de reparación las hemos denominado como de "impacto emocional".

Entre las que "que afectan al cuerpo" los alumnos mencionan

Entre las que hemos denominado de "impacto emocional" imaginan escenas donde se plantean situaciones conflictivas y en otras dolorosas:

El encuentro con los viejos

El primer encuentro con los ancianos en situación de internación es una experiencia altamente movilizadora. En el grupo de reflexión sobre esta instancia se pone en evidencia que la imagen de los viejos, remite a los viejos conocidos y a la proyección de la propia vejez. ¿Cómo fueron sus viejos, padres o abuelos? ¿Cómo vivieron su vejez? ¿Qué viejos quisieran ser? El anciano es identificado a una figura paterna, pero también se pone en juego la identificación con el viejo que cada uno es en potencia. Situación compleja ya que el viejo que está internado se presenta más desde su fragilidad que desde su potencia promoviendo en los cuidadores fantasías de sufrimiento y muerte.

En ese sentido se hacen referencia a temores como:

La imagen del viejo/a también despierta un monto de idealizaciones que corresponderían a los padres de la infancia, sentimientos de ternura, amorosos, de admiración, deseos de contener y ayudar, que se ponen a prueba cuando se realiza efectivamente la tarea.

Otro aspecto que invariablemente aparece tiene que ver con reflexiones sobre

La experiencia concreta del trabajo de cuidar ancianos, produce una resignificación y modificación de las ideas. En el caso de los trabajos que hemos denominado como "que afectan al cuerpo" se observa que por lo general pueden ser realizados sin mayores dificultades. Sí surgen, en cambio otras actividades consideradas fatigosas como: el traslado y movilización de personas con impedimentos físicos.

Las situaciones más difíciles de sobrellevar son las que los involucran afectivamente y que llamamos de "impacto emocional".

Las siguientes son las más mencionadas:

Las situaciones anteriores ponen de manifiesto la acción de la pulsión de muerte y los componentes de amor y odio presentes en todo vínculo. A partir del trabajo con los ancianos la idealización inicial deja paso a la ambivalencia, ya que aparecen sentimientos contradictorios como la aceptación y el rechazo, o la ternura, la compasión pero también impotencia y bronca.

Una de las situaciones más angustiantes para los futuros cuidadores es la muerte del anciano que se cuida, la posibilidad de estar en contacto con personas en estado muy grave, hace que la ilusión de inmortalidad no se sostenga. También remite a las angustias más arcaicas del desamparo inicial, así como al amor y deseos de muerte de los padres infantiles. Es como un espejo que muestra que podemos morir, por otro lado, la sobrevida, nos alivia de los efectos fantaseados que nuestro odio pudo tener en el vínculo.

Algunos ancianos que tienen actitudes de mal trato, generan sentimientos de mucha hostilidad, que exigen un esfuerzo para no responder de igual manera. La inercia y la pasividad de algunos viejos producen sentimientos de impotencia. Esa pasividad como expresión de la pulsión de muerte puede resultar intolerable para algunos cuidadores, provocando incitaciones a la actividad, a intentar a devolverle la alegría, pero esos deseos de reparación pueden llevar a negar y desconocer la verdadera situación del anciano.

Se ha señalado que la tarea de cuidar ancianos con determinadas patologías es estresante, sobre todo cuando realiza esta tarea es un familiar. En el caso de las personas con demencias, se torna dificultosa ya que genera mucha incertidumbre. Según Lyman (1993) la progresión de la enfermedad no sigue patrones predecibles de "etapas" progresivas de empeoramiento, muchos ancianos se tornan imprevisibles, a veces dan respuestas amenazadoras a la ayuda ofrecida por los cuidadores.

Para sobrellevar la tarea uno de los recursos que generalmente se utiliza es tratar al anciano como si fuera un niño, se les miente, no se toman en cuenta sus opiniones, incluso se les ofrecen juguetes. De esta manera queda atrapado entre sus limitaciones y las que le impone el medio. Como dice Lyman (1993) la infantilización es una estrategia que emplean quiénes trabajan con personas con demencia para afrontar el estrés que esto produce.

Otro intento defensivo para disminuir la angustia es marcar la diferencia, el viejo/a no es "uno" es el "otro", esto puede interferir en el vínculo cuando produce un distanciamiento excesivo y no permite un mínimo de identificación.

Una estrategia saludable parece ser apelar al humor y apostar a la creación de un vínculo que permita un enriquecimiento mutuo donde el cuidador no quede ubicado en el lugar del que puede, del que posee y el anciano como el desposeído. Permitir la circulación de la ternura, la mirada y la escucha atenta, el interés verdadero serán los mejores aportes que se puedan brindar.

BIBLIOGRAFÍA

ARBER, S y GINN, J (1996) Relación entre género y envejecimiento. Narcea. Madrid.

LE BRETON, D (1995) Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva Visión. Buenos Aires.

LYMAN, K (1998) Día a día con la enfermedad de Alzheimer. IMSERSO, Madrid.

SALVAREZZA, L comp.( 1998) La vejez. Paidós, Argentina.

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