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Número 16 - Abril 2005

Psicoanálisis y Gerontología

Graciela M. Macotinsky
gmacotin@psi.uba.ar

Cuando el trabajo clínico se inscribe en el escenario de la vejez, el psicoanalista precisa tener incorporados, sostener y activar diferentes recursos que potencian la técnica del psicoanálisis.

Primero, la clínica.

Luis, de 81 años, se presenta como un esposo fiel a las prescripciones y mandatos familiares y sociales, siempre muy preocupado por las enfermedades de su señora, por mantenerla, dedicarse y atender los deseos de ella. Varias sesiones después del inicio sorprende a su terapeuta, contándole cómo hasta hace pocos años avanzó y contentó su sexo con cuanta fémina se le cruzaba en el camino.

Recibo en mi consultorio a 3 señores de mediana edad, muy preocupados por la tristeza y los mareos de su mamá. Ella es viuda, tiene 69 años, cuando comienzan a hablar dejan de ser esos hombres de cuerpo macizo y parecen tres chicos asustados hablando de lo protegidos, bien alimentados -al verlos, de esto no cabía duda- que estuvieron por su madre y ahora es ella quien tanto los necesita.

Rosa, a los 82, dice que después de una caída que tuvo no recuerda los nombres propios. "Me da un poquito de miedo. Si me vuelvo lela va a ser lo peor que me puede pasar, me ayuda mucho a vivir mi memoria... tengo mucha sensación de ansiedad, tengo muchas cosas que resolver". En ese momento pienso que no queda mucho tiempo, que es por los años, sin embargo con el tiempo me doy cuenta que esa fue su forma de vida, Rosa siempre hizo y hoy continua corriendo una carrera contra el tiempo. Rosa es una persona culta, estudiosa de su profesión, dedicada a la lectura y a la transmisión de los conocimientos que adquiere. Hizo varias veces psicoterapia en su mediana edad, por problemas de pareja. Cuando el miedo, el enojo y los olvidos empezaron a ceder, Rosa comenzó a sacar de los armarios distintos elementos para la casa pertenecientes a su familia, para entregarlos a sus nietos, pensando qué objeto era conveniente dar a cada uno según las características.

Qué se organiza en estos discursos? En ellos confluyen diferentes calidades de vinculos intergeneracionales, reminiscencias, añoranzas, padecimientos ante el cambio, búsqueda de placer, sentimiento de despojo y exclusión, miradas de los otros arrobadoras, despectivas, anhelo de sentirse admirados, necesidad de permanecer a través del legado, reconocimiento de la finitud, miedo a la locura, temor, pena y rabia por la propia muerte proyectada en la preocupación hacia los seres queridos, potencialidades creativas.

En los senderos que ellos transitaron durante casi un siglo de vida, convergen modificaciones culturales que los atravesaron: las variaciones en la concepción de la familia, el tratamiento que la sociedad hizo entonces y el que hoy hace sobre el sexo, la vida, el trabajo, el amor, la enfermedad y la muerte. La exaltación actual del individualismo, la naturalización social de la transgresión, la negación y el ocultamiento del dolor, el silenciamiento de los afectos, la sexo-genitalidad light, la exposición y manipulación de la intimidad –llámese reality show- las adicciones, son pautas del macrocontexto difíciles de metabolizar para adultos jóvenes y medianos. Imaginemos entonces el esfuerzo que implica digerir estos bocados para el adulto mayor.

Pienso que mientras el viejo asocia sobre hechos de su vida, va también relatando el contexto socio-historico en el que esos acontecimientos subjetivos se sucedían, es como la descripción de una escenografía, o la voz del locutor en off que nos va diciendo qué cosas hay mas allá de las imágenes. El viejo analizando se asegura, por una parte, que comprendamos la continuidad de su vida inserta en una época y por la otra, y se ocupa de darle vía libre al impulso de transmitir la historia y pautas culturales. En esos momentos el psicoterapeuta funciona como testigo, garante y receptor para que esto no se pierda.

Otro paciente, Pedro, de 88 años, comenzó su psicoterapia a los 83, finalizó un período y retomó su tratamiento luego de dos años. Llorando, hoy dice: "Estoy viviendo en una jaula, dejé mi casa de 40 años porque entraron varias veces a robarme, me mudé hace 3 meses a otro barrio, a un departamento, los hijos dijeron que por seguridad" y continua quejándose del dolor de cervicales y sus dificultades para caminar mas rápido. El tuvo un reparto de pan, no me habló sólo de su carro con caballos, también del camioncito que compró luego, de la leche que se vendía suelta, del vendedor de gansos por la calle, describió los cristales para las ventanas importados de Francia y Alemania. Habló de sus propias vivencias sobre el racismo y los prejuicios, de la política y como se votaba en la época de los conservadores. También lloró por la muerte de su joven esposa, acaecida varias décadas atrás, lagrimas que más de una vez fueron calificadas como el "llanto inmotivado de un vascular".

Psicoanalisis y otras hierbas.

Las complejidades de la subjetividad, en las que se incluyen psiquismo, cuerpo, vínculos, discurso y realidad cultural forman la argamasa sobre la que se construye el trabajo del psicoanalisis. Trabajo que implica escuchar, comprender, interpretar, metabolizar, ligar y transmitir, para intentar una ampliación en las capacidades de transformación del sujeto.

Pensado desde esta perspectiva en el psicoanálisis se combinan y amplían puntos cruciales que se mantienen vigentes en las diferentes escuelas psicoanáliticas: el develamiento del inconsciente, el análisis de la sexualidad infantil y del conflicto, las intervenciones sobre la organización, desorganización y reorganización de las instancias -yo, superyo-, las determinaciones del proyecto identificatorio y el favorecer una función unificadora para investir el proceso de construcción de la historia, a través de la palabra. Palabra que implica fonemas, frases, tonos, afectos transmitidos con ellas, lenguaje y metalenguaje.

En el analista se organizan perspectivas conceptuales y técnicas, su formación teórica, su propio análisis, el ejercicio clínico en la supervisión, los atravesamientos institucionales, los modelos íntimos que fue forjando desde el nacimiento y su micromundo cultural. Fondo y figuras que su mente sostiene y relaciona con el universo psíquico del paciente con quien se conecta.

No se trata sólo de palabras. Ciertos estados anímicos, sensaciones corporales o imágenes del terapeuta expresan momentos de intensidad afectiva que van haciendo presentes fragmentos de traumas, crisis y conflictos revividos por el paciente. Conocemos estas facetas por el concepto psicoanalítico de contratransferencia2. Sus avatares subyacen a lo largo de este escrito, pero sólo describiré algunas vicisitudes del fenómeno porque su dimensión teórica y amplitud superan las ideas que aquí pretendo delinear.

Pienso que es válido aclarar que ubico los meandros transfero-contratransferenciales desde una perspectiva abarcativa, construyéndose en una progresión temporal dentro de la sesión analítica. Sus elementos pertenecientes al plano de lo intersubjetivo dependerán no solo de los complejos psíquicos del paciente sino también de las construcciones mentales del analista, participando en ella distintos registros, entre otros, somático-sensoriales, emotivos, y representacionales.3

Y cuando esos claroscuros se presentan en la persona del viejo, el analista comienza a vérsela con los fantasmas de sus viejos, los propios, los ancestrales y los del futuro. Aquí el sendero comienza a tornarse escarpado.

Acerca de los límites

El analista deberá resignar apuestas personales en pos de respetar los ritmos, las aperturas y los cierres del analizando. Puede ser que el psicoterapeuta se vea empujado a modificar el encuadre, poner el cuerpo y ocupar posiciones más activas, o esperar un tiempo antes de tensar la cuerda con una intervención que cuestione ideales y posiciones en los que durante décadas el paciente se apoltronó, mas aun si pasó poco menos de un siglo.

La clínica de la vejez en diferentes espacios privados e institucionales 4 va señalando indicios sobre la psicoterapia psicoanalítica con adultos mayores. En esta tarea habría un enlace entre psicoanálisis y gerontología que puede hacer un puente entre dos vías. Una senda comprende la especificidad clínica del adulto mayor y otra se refiere a la teoría de la técnica psicoanalítica, modelada en función de las diferentes problemáticas vitales.

Una función interdisciplinaria, geroanalítica.

En gerontología se trabaja sobre la factibilidad de articular los diferentes conocimientos que se incluyen en su campo, éste involucra ópticas, metodologías y recortes disímiles sobre el objeto de estudio. Recordemos entre otros, a los arquitectos, odontólogos, fisiatras, terapistas ocupacionales, asistentes sociales, diseñadores de indumentaria, médicos y psicólogos, cada uno desde su saber, dedicados a esta etapa de la vida.

Nombradas algunas expresiones de las especialidades geriátrico-gerontológicas, incluidas aquí las psicogerontológicas, se observan la complejidad y el entramado de áreas comprometidas en el transcurrir de la vejez cuando adoptan la forma de artes, oficios, disciplinas, técnicas y ciencias.

Con alcances diferentes, concientizar los límites del saber y la imposibilidad de responder a la totalidad de interrogantes es extensivo a las profesiones y ciencias que se ocupan del ser humano. Ese no saber permite y habilita la construcción de los discursos interdisciplinarios. Al tratar de establecer un substrato articulador entre dominios del conocimiento como son el psicoanálisis y la gerontología me he tomado la licencia de acuñar un neologismo para nombrar una función que circula por estos carriles y podría ser punto de anclaje interdisciplinario entre la escucha del psicoanalista y las diferentes perspectivas del conocimiento gerontológico. La llamaré función geroanalitica, gerontológico-psicoanalítica, también función GEA.

La función geroanalitica se incorpora al movimiento psíquico del analista, ampliando su mirada y la escucha hacia el paciente viejo. No es otra hiperespecialización de la especialización5 , por el contrario creo que está organizada en la mente del analista como una forma particular de interdisciplina, constituida por el análisis personal del terapeuta, las variables que intervinieron en su origen e historia como psicoanalista, su experiencia clínica, el estudio de las múltiples expresiones del proceso de envejecimiento y la vejez, la conexión empática con el adulto mayor, la permeabilidad hacia lo nuevo y también una fuerte conciencia de los bordes, expresiones y múltiples recortes de la condición humana.

No planteo la tarea imposible de querer ocupar en una sola materia, y en cada uno de los profesionales los lugares pertinentes a muchos otros. Me refiero a la incorporación mental del recurso de una pluralidad disciplinaria que creo se torna imprescindible al construir las retículas del trabajo analítico con adultos mayores. La función geroanalítica se activa en el psicoterapeuta desde sus marcas subjetivas, vinculares, culturales, teóricas y técnicas, haciéndose presente cuando el material de análisis remite a las vías naturales o a problemáticas singulares ligadas al proceso de envejecimiento y a la vejez propiamente dicha.

Función GEA que nos guía mas allá de la neurosis, cuando la fragmentación, la inermidad y el proceso primario se conjugan exigiendo con fuerza caminos alternativos en el psicoanálisis con adultos mayores. Ese más allá mortífero pulsa y nos impulsa a buscar su contracara vital.

Buscando a Eros

El psicoanalista necesita, encontrar estrategias que lo apuntalen, minimicen y le permitan reorganizarse ante el impacto provocado por el sufrimiento del paciente, en este caso el anciano psíquicamente enfermo. Su propio análisis es imprescindible, pero no suficiente. También la supervisión enseña y alivia. La extensión de su escucha psicoanalítica ampliada por la mencionada función GEA hace a su andamiaje profesional. Otra zona de encuentro para paliar el impacto es el equipo asistencial, los colegas. Allí estarán para que se transparenten y a veces dramaticen elementos escindidos de la sesión. Los efectos en la dupla analítica serán comprendidos y metabolizados en un trabajo permanente de reflexión y simbolización, que auxiliado por el conjunto, el terapeuta deberá realizar.

El trabajo del analista, al ser compartido con un grupo de pares se intrinca en su espacio psíquico subjetivo, intensifica la tarea psicoterapéutica y multiplica su formación permanente.

La reflexión clínica grupal figura una membrana simbolizante 6 que detiene los desbordes ante pacientes en los que por diferentes razones su continuidad psíquica se lastima, o cuando irrumpe la angustia de no asignación 7 frecuente su presencia en algunos viejos frente a pérdidas significativas, también cuando se avizora un cambio en su vida o se topan con el vapuleo social que implica la exclusión.

Esta relación de equipo actuará especialmente cuando el analista se vea enfrentado a momentos de desorganización, enajenación y dolor. También se observa cuando los baluartes narcisistas de algunos pacientes viejos transforman las sesiones en un interesante anecdotario, cortina de humo para la escucha psicoanalítica. Aquí el riesgo del analista es quedar atrapado en la fascinación de imágenes y relatos de otros tiempos, provocando la perdida del objetivo terapéutico.

Para que este despliegue intersubjetivo pueda expresarse necesita surgir en un marco ético de fuerzas en equilibrio, con la aceptación y el respeto por las diferencias entre las variadas ideologías y metodologías profesionales, con una inclusión del enfoque gerontológico y sin falaces detenciones del poder en un solo miembro del grupo o en una sola teoría.

Otras áreas del conocimiento y procesos terapéuticos en pacientes con diferentes edades y problemáticas, muestran claramente que también se produce este intenso trabajo en equipo, sin embargo quiero remarcar su importancia en la labor terapéutica cuando esta etapa de la vida llamada vejez se pone en juego. Aquí reitero los riesgos de desinvestidura que tanáticamente el imaginario social deposita en el viejo, y cómo esta negatividad se extiende sobre quienes se interesan profesionalmente por él 8.

El analista de adultos mayores lidia muchas veces, con una sensación de avasallamiento narcisista que pone en tela de juicio su identidad profesional. Estas relaciones de exclusión hacen efecto en el transcurso del análisis y pueden entrar con fuerza en el campo de la sesión. Cuando el paciente puede hablar de los avatares sociales acerca de los intentos de expulsión del pasado, del sexo en la vejez, del placer y el cuerpo, se logra neutralizar parcialmente aquellos elementos temidos que el conjunto proyecta.

El espacio siguiente del psicoanalista es el que establece los soportes para los lazos asociativos y la simbolización histórica. Este estrato, más íntimo y privado, se relaciona directamente con su propia capacidad autoreflexiva, su maleabilidad en el procesamiento del fenómeno transfero-contratransferencial y su empatía en el encuentro con ese analizando. Es parte de la red donde se conjugan la mente del paciente y la del analista. O mejor dicho, es el lugar mental del terapeuta en el que ubica y alberga a ese paciente. Aquí también el analista favorece la continuidad del suceder psíquico frente al dolor y presta sectores del yo para que el paciente pueda construir nuevos movimientos mentales.

Inmediatamente a esta zona le sigue una esfera central, que es el núcleo referido a su origen y su formación como psicoanalista. Alrededor de esta región otra área, basada en la gerontología, nace, orbita, y se posa entretejiéndose con la escucha psicoanalítica cuando el discurso se refiere a los avatares del proceso de envejecimiento y la vejez. Aquí se hila la trama de la función gerontológico-psicoanalítica -GEA-

Entre otras variables, la confluencia del trabajo del psicoanalista con la psicogerontología gravita sobre la verbalización de los obstáculos individuales del psicoanalista y las interdicciones sociales hacia el viejo, evitando que se encarnen en él e infiltren el proceso de envejecimiento y la misma ancianidad.

Puede suceder que el terapeuta, carente de bases psicogerontológicas, basándose en la suposición de estar ante una mente y un futuro demasiado cortos, no se permita establecer los hilos de conexión necesarios para trabajar con el viejo. Haciéndose eco de consideraciones tales como: excesivo material de análisis, substrato neuronal empobrecido y carencia de plasticidad psíquica, llega a obturar su capacidad de escucha, restando credibilidad a su propio instrumento técnico.

Es cierto que el paso del tiempo provoca cambios en áreas del yo, en ese organizador del caos de estímulos que llegan desde el mundo interno y el exterior, en un complejo y constante fluir. El terapeuta del viejo interioriza que mientras los acontecimientos de la vida sigan sucediendo, la capacidad de nuevas percepciones, reordenamiento y múltiple registro de los signos de la memoria es ilimitada 9.

En cada etapa de análisis el psicoanalista tratará de crear junto a su paciente una perspectiva histórica inédita. El fluir de las sesiones es en sí mismo un proceso de historización10, organizado intersubjetivamente. Considerando los sentidos que se irán descubriendo, la gama de matices discursivos y emocionales se ubicarán los eventos por diferentes cauces. Así como en su sesión un paciente a los 29 años de edad puede verbalizar dramáticamente un acontecimiento, si la persona a los 68 años llega a otro análisis, puede concatenar el hecho a una serie de representaciones, tomar una nueva dimensión, dándole esta vez una cualidad trivial. O viceversa.

Desde el psicoanálisis estas variables parecen obvias, pero necesitan señalarse cuando el analista queda subsumido en una sola perspectiva teórica, o técnica, restringiendo su mirada clínica , especialmente cuando en ese momento es depositario de las vicisitudes transferenciales del viejo.

Tantas veces puede el analista prescindir el descifrar un sueño, como resistirse a decodificar una imagen siniestra, disfrazada de amor paterno-filial, por quedar entrampado en la premisa del viejo frágil o incapaz de simbolizar. Se utiliza la intervención para cerrar en vez de abrir el fluir del discurso.

En el terapeuta la misma función gerontológico-psicoanalítica habilitará la elaboración de los modelos denigrados o idealizados que para él represente la vejez, resignificará a los viejos sanos, enfermos, postrados, muertos o felizmente curados hallados en su historia personal, y otorgará nuevos aires a su capacidad analítica con los adultos mayores que trate11 .

Si bien no habría diferencias en cuanto a los fundamentos, la teoría de la técnica en el psicoanálisis del adulto mayor, encontramos temas que en esta cultura, circulan en el análisis del viejo y llaman nuestra atención. Las pérdidas concatenadas, la tramitación de la transmisión generacional, la conexión intersubjetiva con nuevos objetos de satisfacción, las formas de lidiar con el cuerpo y, atravesando todos estos planos, la percepción del paso del tiempo.

El cuerpo es el primer lugar donde se recibe el impacto del tiempo, ya sea en el propio o al percibir la vejez del otro.

El psiquismo deberá poner en funcionamiento una serie de mecanismos elaborativos, para incorporar en su instancia yoica un cuerpo desconocido que hace una brecha en sus ideales narcisistas y así lograr que no se torne en via traumatica provocando la ruptura del sentimiento de continuidad.

Pero no se trata sólo de la idea acerca del cuerpo personal. Las representaciones del cuerpo se modifican teñidas por el colectivo histórico social vigente12. El cuerpo de hoy se somete con frecuencia a especializaciones reduccionistas, prolongando cuasi indefinidamente el estado del órgano en detrimento de la calidad funcional de la vida. La humanidad del ser en vez de integrarse se desgaja.

Esta digresión nos acerca a los difíciles planteos de una nueva moral asistencial y a la utilización subjetiva que cada persona puede realizar de ella. Tema clave en el quehacer del psicogerontologo.

Bajo el disfraz de cuidados personales el adulto mayor, si está enfermo, andará con el pesar de sus pérdidas a cuestas y la complicidad del sistema que pone en marcha mecanismos para satisfacer un sentimiento de no derecho a la vida.

La biomedicalización del envejecimiento13 lo sujetará a un poder mecanicista, se verá atrapado en los artificios generados por los avances científico-técnicos abocados en luchar contra los inevitables límites de la muerte a cualquier costo humano, económico y libidinal.

Clarificar este punto demanda afinar nuestra escucha para no renegar brutalmente de la realidad que nos involucra, ni sucumbir en intervenciones directivas innecesarias para el proceso psicoterapéutico, como sugestionar, moralizar, e ideologizar, infantilizando al paciente.

Acerca del tiempo. El paso del tiempo en psicoanálisis tiene especiales connotaciones, la misma atemporalidad del inconsciente habla de una historia retroactiva en que el presente tiene influencia sobre el pasado y éste se actualiza en el presente bajo la forma de repetición. La cuestión pasa a ser un malentendido temporal, en el sentido de aquello que ha sido y continua haciendo efecto, porque no se lo puede ubicar como pasado. La historia que nos interesa es el pasado historizado, Un pasado presente.

¿Y...el futuro? Se irá construyendo con los circuitos de la transmisión generacional.

"El viejo está situado, no al final de la vida, sino en el comienzo del futuro" 14

O. Bodni expresa que la patogenización del proceso natural de envejecimiento se relacionaría con fallas en el procesamiento de la pulsión de transmisión 15, provocando obstáculos en la manifestación del acto de transmitir su historia a un sucesor más joven.

La expectativa es que en la vejez, el sujeto se revele transmisor de una historia a un representante de la generación siguiente que la preservará del olvido. En esta configuración los legados que transfieren los viejos son la prehistoria del futuro.16 La transmisión se expresaría por el lugar que tiene el individuo como eslabón en la cadena de las generaciones.

Si los recursos de su vida psíquica lo permiten cambiará anacrónicas identificaciones por otras nuevas, con ideales transformados creados en el encuentro con la generación siguiente.

Complejizando esta trama irrumpe en la sesión el tema de las pérdidas y la configuración de los duelos. Escucharemos que en el discurso del paciente la muerte va tomando formas impredecibles: se encarama en un órgano, en una adicción al trabajo o un delirio. Y, en el mejor de los casos, en un cambio de posición frente a la vida.

¿Qué es del analista, en este caso? Frente a las pérdidas el analista, como ser humano vivo presente, puede tornarse en afrenta ante el vaciamiento del vínculo que se tenía con el fallecido. O si pensamos en otra calidad de hechos, como la pérdida del trabajo en la jubilación, el psicoterapeuta, como aquél que sí tiene y obtiene remuneración por su tarea. Aquí, en la intervención sobre el duelo, en su acompañamiento, es cuando el modo de decir los contenidos pide al psicoanalista un máximo cuidado en el tono, la cadencia y elección de las palabras.

La movilización de estas configuraciones en la persona del terapeuta estará teñido por la historia singular de sus duelos, conllevará un intenso trabajo autoreflexivo. Experiencias muy penosas del paciente pueden despertar los sentidos más recónditos. El registro se hallará instalado en múltiples percepciones contratransferenciales: invasión e impedimento en la capacidad de pensamiento, dolor corporal, somnolencia, enojo, incertidumbre, inutilidad. Sentimientos relacionados con el intenso desgarro que se padece ante situaciones tan penosas, dependiendo de la calidad del vinculo perdido y el quantum energético que implica la imposibilidad de devolver a la vida al ser querido fallecido. En el analista los mecanismos de racionalización o extrema distancia actúan como mecanismos defensivos ante la hostilidad, ambivalencia e impotencia proyectadas por su paciente. Su registro afectivo y aceptación se tornará en vendaje, apuntalamiento, paliativo, sutura, re-encuentro de palabras y también cierto sentido para ese dolor, permitiendo en el futuro del paciente modificaciones en su movimiento psíquico y en sus vínculos.

Para finalizar...

Al aceptar los complicados desafíos de un sistema cultural cargado de ideales trastocados, urgencias mediatiácas y tecnológicas, ante los pacientes mayores, se propone al psicoanalista un trabajo de integración entre un macrocontexto rápidamente cambiante y un aparato psíquico acostumbrado a recibir estímulos con más lentitud y en menor caudal. Para el adulto mayor implica un alto nivel de exigencia, su identidad puede sentirse despojada, dirigiéndose hacia modelos obsoletos para mantenerse como antes en un ser o estar ilusorio.

Finalizando el camino, en el campo transfero-contratransferencial coexisten los ideales, el narcisismo y los avatares del Edipo en el analista y en el paciente. Este es un nudo que el terapeuta asume, reconocer su vigencia en el devenir inconsciente y pensar cuál es el guión latente para cada personaje forma parte de su acervo psicoterapéutico y condición de analista.

Desplegar esta tarea de simbolización y enhebrado de la memoria habilitará al viejo para que integre el pretérito en su línea del tiempo, sintiendo que con todo el bagaje de los años su identidad puede permanecer integrada, libre y verdadera17.

Notas

2 Kernberg O.: 1965./ Albaya P y otros, 1994./ Winnicott W. 1947-1949

3 Albaya P., Fuentes M., Harari R., Merea C., Paz R. Mesa redonda: Contratransferencia y clínica. Contratransferencia. Revista Asociación Escuela Argentina de psicoterapia para Graduados N° 20. 1994.

4 Equipo de Adultos Mayores del Centro de Investigación y Orientación Comunitaria Dr. A. Rascovsky de la AEAPG y Equipo de Psicogeriatría de la Liga Israelita Argentina y el intercambio con psicoanalistas de adultos mayores de otros espacios clínicos y académicos.

5 Sinay C. 1999

6 Singer, Pachuk, Macotinsky

7 Kaes, R. 1993

8 Salvarezza L. 2001

9 Freud, S. 1896

10 Aulagnier, P. 1977

11 Singer, D. 1995

12 Le Breton D, 1995

13 Estes C. y Binney E 1989

14 De O:Bodni. Vejez y transmisión, Reflexiones psicoanalíticas.

15 Pulsion de transmisión es un tema controvertido. R. Kaes, habla de una suerte de impulso a transmitir, en sentido metafórico, no como pulsion en si.

16 De R Kaes, citado en "Vejez y transmisión..."

17 Winnicott D.W.1979/1982 Winnicott D.W. 1965-1979.

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