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Número 19 - Diciembre 2006

Hacia un envejecimiento exitoso o cómo devenir un ser humano

Graciela Zarebski
zarebski.graciela@maimonides.edu

El tiempo pasa… un año más… nuestra vida transcurre… Una pregunta posible en el balance del año vivido y como reformulación para el que se abre: ¿estaremos envejeciendo exitosamente?

A muchos puede sorprenderles que juntemos dos términos que quizás les resulten contradictorios: envejecimiento y éxito. Envejecer sería un fracaso… para los valores culturales hegemónicos. ¿Cómo hablar de éxito si cada año que pasa nos volvemos más viejos? ¿Dónde estaría el éxito? Además, según el diccionario, éxito remite a feliz, celebrado, aplaudido, admirable. ¿Alcanzar a ser admirable como quién? ¿Cuál es el modelo hoy en día en nuestra cultura?

Esta aparente contradicción es una cara más de la complejidad de nuestro mundo actual. Porque - si bien el logro de la longevidad alcanzado por una cantidad inédita de poblaciones y con buena calidad de vida se contrasta con otras a las cuales la pobreza y la carencia en necesidades mínimas les provoca en realidad un envejecimiento prematuro – el envejecimiento exitoso es un lema de los organismos especializados a nivel mundial. Pero como el ideal de éxito está tan teñido en nuestra cultura occidental por valores que relativizan tanto su sentido, hoy en día este lema suena más bien a recurso de marketing para vendernos productos o programas de todo tipo.

Es más, sobre el trasfondo del rechazo a envejecer, se ha montado una - así llamada - medicina anti-age, anti-edad, que se propone ayudar a ocultarnos al máximo que el tiempo pasa. Yo les voy a proponer, por el contrario, valernos de los adelantos científicos y tecnológicos y también de los recursos comunitarios para mejorar nuestra calidad de vida, pero con una lucidez que nos permita aprovechar las ventajas que, paradójicamente, también podemos extraer del contexto cultural actual, sin tener que negar el paso del tiempo.

Es por todo esto que voy a proponerles como replanteo para el año que comienza, reemplazar el camino al éxito (propuesta simplificadora y engañosa) por el camino a la sabiduría o en otros términos: cómo devenir un ser humano en el curso de nuestra vida.

En efecto, hoy tenemos claro que hay distintos modos de envejecer: puede ser vivido como un camino hacia la sabiduría o bien hacia la anulación en tanto persona, la pérdida de la subjetividad, transformándonos en un objeto de consumo.

Este es uno de los dilemas que hoy en día atraviesan al ser humano: ser sujeto u objeto. Corremos el riesgo de transformarnos en objetos intercambiables. Para ser hay que parecer, parecerse a... Es la búsqueda del camino fácil, rápido, el que se compra con dinero: intercambio material para modificar mi materialidad, en la suposición de que así me acerco a ser un objeto deseado. ¡Qué engaño! Pero el principal engaño es a sí mismo. El costado íntimo, el del autoengaño, es más funesto: auto-engañarse es tapar, obturar y postergar la resolución, hasta que, cuando la verdad oculta re-aparece – siempre la verdad re-aparece - su efecto puede ser siniestro. Nunca el auto-engaño será un camino posible hacia la sabiduría.

De cómo vayamos anticipando, elaborando gradualmente, año a año, el transcurrir de nuestro envejecimiento, trabajando desde jóvenes el curso de la vida con un diseño a armar por cada uno, así llegaremos. Por eso, más que del envejecimiento exitoso, hoy preguntémonos para el año que comienza: ¿Cómo devenimos un ser humano?

Cambios Promisorios

Hasta las últimas décadas del siglo XX, la cuestión parecía más simple: los pocos que llegaban a viejos (más de 60 en aquellos años) eran considerados ancianos y tenían dos opciones: o apoltronarse en sus sillones a contar sus historias a los nietos, jubilados de la vida o vivir enfermándose y yendo de médico en médico. A nivel de la salud mental, se los atendía cuando ya las depresiones o las dementizaciones estaban tan instaladas que sólo cabía medicar o derivar al geriátrico. Había menos opciones y los límites entre las edades estaban más marcados. Hoy en día estamos viviendo cambios culturales y científicos que, al poner sobre el tapete la complejidad del ser humano, develan su riqueza y la apertura de nuevas posibilidades, aún en el envejecimiento.

Si bien sentimos, por lo general, el agobio por tantos desvíos de la cultura actual y, respecto al envejecimiento, aún persisten ideas prejuiciosas y verdaderos maltratos que inevitablemente nos vuelven pesimistas, no debemos desconocer que hay en juego fuerzas de signo contrario que representan lo mejor de lo humano y nuestra tabla esperanzadora.

Las sociedades contemporáneas son más abiertas al reconocimiento de nuevas identidades y estilos para todas las edades. La vida ya no se construye con un sentido unitario. Los moldes se han quebrado. Los mandatos incorporados, como ecos de aprendizajes asimilados de modo no reflexivo, ya no nos determinan.

Actualmente, en que los criterios universales de verdad fueron reemplazados por múltiples universos de discurso y de estilos, de ideales a alcanzar, asistimos a la construcción de identidades variadas: la flexibilización en la asunción de roles por sexo, la participación social de minorías y grupos diversos, la moda flexible con apertura al estilo propio, los variados sistemas de creencias, la variedad de ideales de trabajo, el mayor permiso para disfrutar el ocio con una propuesta cada vez más diversificada, la ampliación del contexto personal con la interconectividad virtual.

Otros cambios protectores o favorecedores desde la cultura los vemos en los sistemas familiares: el pasaje de las familias - tipo a distintos tipos de familia nos permite asistir a nuevos fenómenos, como divorcios tardíos, parejas de distintas edades, hijos tardíos.

Cambios en las concepciones pedagógicas, que democratizan la enseñanza, ya que rompen con la verticalidad en la transmisión y se rescatan múltiples saberes en un ida y vuelta entre alumnos y enseñantes.

En este contexto de cambio, está más claro que no importa tanto la edad, sino cómo se la siente y se la significa desde cada uno , significados que cambian constantemente: cumplir 50 en los años 30 es distinto que cumplir 50 hoy. Por eso es bastante infructuoso seguir preguntándose a qué edad comienza la vejez, hablamos de un curso de la vida fluido, no se trata de etapas con tareas predeterminadas, cada uno las atraviesa a su modo y a su tiempo. Los límites por edades son más difusos, menos rígidos.

En esta época de transiciones somos testigos de la aparición de nuevos viejos. Se trata de adultos que conservan su espíritu lúdico, no son sólo jóvenes de espíritu, sino que, más aún, rescatan su niño interno. N o ejercen tan sólo como abuelos, sino que viajan, estudian, trabajan, se sienten vivos, disfrutan, son partícipes y constructores activos de su entorno. La adultez mayor puede ser un período fértil para seguir creci endo y proyectándose.

Y esto se ve confirmado por la participación activa en múltiples ámbitos comunitarios y espacios culturales, de extensos, ruidosos y pujantes grupos de gente mayor, en actividades preventivas, de cuidado de la salud, desarrollo personal, estimulación y creatividad, grupos que sorprenden a los jóvenes, ofreciéndoles un nuevo modelo de envejecimiento.

Aportes Científicos

Este nuevo modo de envejecer , tan distinto a la imagen tradicional y prejuiciosa, que asimila vejez a enfermedad, a aislamiento, a deterioro físico y mental y pasividad, muestra claramente que hay distintos modos de envejecer. Básicamente, un envejecimiento normal, diferenciado del patológico. En términos de salud mental, a pesar de los deterioros inevitables por el paso del tiempo, definirán el envejecimiento normal el logro de la continuidad de la propia identidad a través de los cambios a los que nos somete el paso del tiempo: continuar siendo, renovando el sentido de la vida, compensando pérdidas con ganancias, sin quebrarse ni derrumbarse.

No sólo los motivos de consulta de la gente mayor ahora son más variados y en situaciones menos críticas, sino que estamos en condiciones de ayudar a prevenir, actuando antes de que el malestar se desencadene, desde que sabemos cuáles son las señales de alarma que pre-anuncian el riesgo de un mal envejecer.

Ya no son sólo los avances médicos y tecnológicos los que mejoran la calidad de vida, sino la presencia de nuevas disciplinas sociales y humanas que colaboran en equipo para entender la complejidad del ser humano que envejece y lo ayudan a re-habilitarse como tal.

Estas nuevas disciplinas (sociología, psicología, terapia ocupacional, psicomotricidad, músicoterapia, geragogía) complementan el enfoque biológico y evitan caer en lo que se da en llamar: medicalización del envejecimiento.

Dentro de esta visión más integral e integradora de cómo se interrelacionan en la persona los factores bio-psico-sociales del envejecimiento, debemos destacar el acelerado desarrollo de las neurociencias, con sus aportes acerca de la plasticidad neuronal - lo cual otorga una nueva dimensión a las posibilidades del aprendizaje permanente, aún en edades tardías - y la comprobación del efecto en todo nuestro organismo (a nivel psico-neuro-inmuno-endócrino) del modo en que interactuemos con nuestro entorno.

Dos caminos se nos abren

Es cierto que los cambios promisorios y los avances científicos que mencionamos van acompañados, como en todo proceso dialéctico en la historia humana, por fuerzas que contrarrestan el avance hacia la autonomía y la lucidez con intentos de empobrecer las mentes, achatar y/o uniformizar el sentido de la vida y anular la riqueza de las diferencias.

El trabajo psíquico por mantener lo conquistado es entonces doblemente valioso: además de oponerse a esa contrafuerza, explorar el propio potencial implicará un trabajo de elecciones cotidianas, resolución de crisis, soportar las incertidumbres en el camino de transformación del mundo interno y externo. En síntesis, seguir en la búsqueda sabiendo que no hay sendas únicas y seguras. Con más razón en el envejecer, si ya no es un punto de anclaje, sino que dudas y temores acompañan nuevos horizontes que se siguen abriendo.

Cambios y libertades implican desafíos: poder elegir, poder decidir, por momentos transgredir moldes y desembarazarse de disfraces impuestos. Permitirse jugar con cambios de máscaras que, adheridas, amordazaban la interioridad.

En esta tarea – quizás más ardua, más rica y auténtica que la que se realizaba en edades más jóvenes – que muchas mujeres y también algunos hombres están emprendiendo en su edad avanzada, no están solos. Son acompañados y asesorados por profesionales capacitados que en múltiples emprendimientos comunitarios* ofrecen en sus programas la posibilidad de mantenerse activos. Los mayores que allí participan dicen sentirse jóvenes, aunque muchos gerontólogos se horroricen por lo que consideran una desmentida de la edad, ya que no entienden que sentirse ¨ jóvenes de espíritu ¨, como ellos dicen, alude a sentirse vital.

Mantenernos jóvenes psicológicamente contribuirá a retardar el ritmo de nuestro envejecimiento y nos hará más atractivos y deseables en múltiples sentidos.

Es más: para mantenerse ¨ joven ¨ hay que conservar hasta el último día el niño que llevamos dentro: volverse un niño más sabio cada vez.

Porque, ¿qué es lo que psicológicamente se entiende por ser viejo? Perder la capacidad de curiosidad y de asombro, por no estar dispuesto a cambiar y a seguir luchando.

Siempre que uno se siente viejo (cualquiera sea la edad que se tenga) se refiere a " estar entregado", "sin ánimo", "sin ilusiones".

Se trata de nuevas instituciones que promueven la participación social activa, el desarrollo personal y la capacitación, reforzando la autonomía, la autoestima y la elaboración de nuevos proyectos.

Este camino, que pareciera ser más complejo que el otro, porque implica mayores desafíos, es sin embargo, el más llevadero. ¿Por qué? Porque nos evita los peores desenlaces. En efecto, cada vez es más evidente que una vida de pobreza psíquica, afectiva y de vínculos presagia en mayor medida que la pobreza material, un envejecimiento patológico. Someterse, por diversas circunstancias, a una vida de autómata, sin autocuestionamientos,

con estímulos ambientales pobres, creencias rígidas y cristalizadas, excesiva seguridad y monotonía, es lo que va preparando las condiciones para la depresión y la demencia cuando las circunstancias vitales del envejecer nos sorprendan sin la preparación mental, afectiva y vincular adecuada para sostener un cambio ante situaciones de adversidad.

Por el contrario, participando en ámbitos sociales adquirimos formas de comprender y comprendernos, habilidades cognitivas y destrezas. Logramos des-centrarnos, salir de la esfera propia y familiar abriéndonos a otras realidades, incorporamos la óptica de la diferencia a través de visiones alternativas que nos dan los otros, soportamos fluctuaciones e incertidumbres, momentos de desorden y pensamientos no-lineales, en un proceso de auto-construcción al mismo tiempo que construimos con otros. Nos re-creamos al mismo tiempo que cuestionamos e interrogamos una realidad que ya no es evidente.

Arribamos así, a un concepto paradojal de autonomía, que suele ser lo que más se teme perder al envejecer: en la medida que podamos a lo largo de la vida construir una autonomía dependiente y entendamos que la autonomía siempre es dependiente de un contexto, no temeremos perderla en la vejez.

El envejecer resiliente

Esos espacios, a través de vínculos significativos con otros que nos otorgan reconocimiento, nos permiten re-considerar momentos que vivimos como de vacío, adueñándonos de esas vacilaciones del sentido como espacios de creación.

Poder soportarlos como oportunidades de crecimiento, junto con otros, es lo que nos dará fuerzas para no obturarlos con objetos fetiches que nos prometan una completud ilusoria que finalmente se mostrará efímera.

La resiliencia es la plasticidad para darle sentido a las experiencias – aún las más traumáticas - y salir fortalecido y enriquecido de ellas. Envejecer, o algunos de sus avatares, resulta para muchos catastrófico. ¿Cómo construir resiliencia durante el envejecimiento? ¿Cómo construir un espíritu joven, es decir, activo, vital, hasta el fin de los días? Aquí van algunas recomendaciones:

Siguiendo las ideas de José Yuni, adquirir visibilidad y recuperar la voz, asumiendo el papel de productores culturales, dejando de lado el lugar de víctimas y la búsqueda de sobreprotección y tutela, re-apropiándose de la experiencia individual (empoderamiento). Ni eterna juventud ni exclusión: ser actores, protagonistas.

Los caminos de la vida...

…son tan diversos como personas hay. Que cada uno envejece a su ritmo y a su modo, nos devuelve el protagonismo. ¿cómo hago para hacerme interesante para mí y para los otros?

El camino de la resiliencia implica desarrollar una cultura y proponerle un entorno al ser humano en el cual cada uno pueda ocupar su lugar deseado, para lo cual no exista un modelo hegemónico de éxito ni de belleza: a cada uno se le dé la oportunidad de expresar su propia belleza, diversificada en múltiples formas de manifestarse.

Poder franquear la barrera de lo superficial, revisarme en mi condición humana y replantearme ¿qué estoy haciendo con mi vida? ¿cuál es el sentido que le doy? ¿cómo aprovecho el poder vivir más para vivir mejor? ¿cómo zafar de que mi cuerpo se transforme en un objeto de consumo?

El paso del tiempo pone en jaque la identidad al cuestionar la propia imagen en todos sus órdenes. Frente a esto hay dos caminos posibles: reforzar la máscara, adherírsela cada vez con más ahínco, adherirse a una imagen única, o aprender a diversificar las máscaras, a jugar con ellas desde joven, a diversificar los apoyos y a buscar la eternidad por otros caminos un tanto más sólidos.

Dice Boris Cyrulnik que los que llegaron a muy longevos, como ser los viejos del Cáucaso o de Cachemira, fueron jóvenes mucho tiempo, es decir que prolongaron sus juegos y sus aprendizajes, en una sociedad que estimulaba sus mentes y sus cuerpos, optimizando sus potenciales genéticos... Cerebro y cultura deben estar en armonía. Si uno falla el conjunto se desmorona. Aconseja dar alimentos afectivos para soportar sufrimientos pasados y presentes. Y apela, en la búsqueda de resiliencia, a una función especial para los viejos: la creación del relato.

Tener que construir un relato dirigido a alguien, para compartir con alguien (recuerdos o cualquier producto de mi creación que relate algo de mí) ese acto me crea, me otorga sentido, me re-construye, al mismo tiempo que estoy construyendo para otros. El sentido presente del relatar, a su vez organizará mis percepciones y mis recuerdos.

Sentirse partícipes/autores de una narrativa, de la construcción de los relatos históricos, es una de las vías de las que disponen los individuos y los grupos humanos para intentar actuar como protagonistas de sus vidas, incluyendo la reflexión de cómo emergemos como sujetos, de cómo somos partícipantes y participados por los diseños sociales.

La sabiduría en el ¨en-vejez-ser¨

¿Por dónde pasa la sabiduría del saber envejecer? Poder soportar la discordancia entre sentirse joven y saberse viejo. El real problema es cuando alguien se siente viejo, a cualquier edad: ahí no hay lifting que ayude.

Planteo al envejecer como un proceso revelador de verdades que estaban ocultas bajo la vorágine de nuestra existencia. Anticiparnos a develar esas verdades antes de los cambios que traerá el paso del tiempo es lo que nos permitirá procesarlas.

En última instancia, es lógico que se tema, al envejecer, la decrepitud y el deterioro. Es realmente una amenaza pero que, en lugar de volvernos temerosos, debe propiciar que generemos su antídoto: combatirlo activamente. Antídoto que se va armando anticipadamente, a través de todo lo que hagamos a tiempo.

Generalmente, que la vida en la vejez pierda su sentido tiene que ver con toda una vida sin sentido. Lo que está en juego en un buen envejecer es no defraudarse a sí mismo.

Que el éxito no esté en lograr un cerebro exitoso (lo que llevará a desesperarse ante la mínima pérdida de memoria), un bolsillo exitoso (ilusión que no compensará otras pobrezas), una piel o un cuerpo exitoso (camino del autoengaño).

Se trata de devenir un ser humano, construirse en un espacio entre: entre lo interno y lo externo, ahí me tejo:

Al fin y al cabo, texto viene del latín textum,
que significa tejido. Con hilos de palabras vamos diciendo,
con hilos de tiempo vamos viviendo:
los textos son, como nosotros, tejidos que andan.*

Palabras Clave: Envejecimiento exitoso, sabiduría, resiliencia

Notas

* Nota a publicar por la Revista AQUI VIVIMOS, Córdoba, Argentina. correspondiente al mes de diciembre de 2006

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Cyrulnik, Boris Los alimentos afectivos, Bs. As. Nueva Visión, 2000.

Fried Schnitman, Dora: Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Bs As, Paidós, 1998.

Yuni, José: ¨Envejecimiento y Cambio Cultural: Tramas y Configuraciones Emergentes¨, Conferencia Fundación Navarro Viola, Bs. As. Septiembre 2006

Zarebski, G: Hacia un Buen Envejecer. Bs. As. Edit. Univ. Maimónides, 2005

Zarebski, G: El Curso de la Vida: Diseño para Armar. Edit. Univ. Maimónides, 2005

 

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