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Número 2 - Marzo 1999

Cuerpo y temporalidad:
Aporte para una clínica del envejecimiento

Psic. Delia Catullo Goldfarb

dcg@dme.com.br

"Frecuentemente pienso en esa imagen que solamente
yo continúo viendo y de la cual
jamás hablé com nadie. Siempre está allí,
siempre en silencio. Deslumbrante.

Es la que mas me gusta de mi misma, aquella
en la que me reconozco, en la que me fascino."

Marguerite Durás
"El Amante"

¿A qué nos referimos cuando decimos "viejo"?, ¿qué es lo que nombramos cuando hablamos de vejez? ¿De qué hablamos cuando hablamos de viejos?

Cuando decimos "viejos" o "vejez", hablamos de una gran variedad de sujetos que son figuras conocidas en nuestra cultura. Viejos sabios, enfermos, poderosos, marginalizados activos, deprimidos. Pero fundamentalmente hablamos de una imagen interna, personal, forjada desde la infancia en el contacto com "nuestros" viejos, y esa imagen no sólo dirigirá nuestra mirada ( y nuestra escucha) sobre os todos los viejos, sino que también tendrá mucho que decir sobre nuestra propia vejez, la deseada, la temida.

Es en esse entrecruzamiento entre la vejez como categoría que pretende ser mas o menos universal para una cultura y el viejo singular, com su manera peculiar y única de vivir su vejez, que encontramos a los viejos en la clínica y en la vida.

La mayor dificultad que encontramos para categorizar la vejez, consiste en el hecho de ella no ser unicamente un estado y sí un constante proceso de subjetivación en el que la mayor parte del tiempo no existe un "ser viejo" y sí un "ser envejeciendo". De la vejez como categoría podemos hablar utilizando los recursos conceptuales ofrecidos por las mas diversas áreas del conocimiento, pero para hablar de un viejo en particular, para saber como es su singular proceso de envejecimiento, devemos oirlo. Oir al viejo en nuestra vida familiar, en nuestro cotidiano profesional, en la calle, en el cine, en la literatura.

A lo largo de toda la literatura universal, en obras magníficas como "Edipo en Colona" de Sófocles, o "Fausto" de Goethe, o el inigualable ensayo "La Vejez" de Simone de Beauvoir y el mas reciente "el Tiempo de la Memoria" de Bobbio, podemos observar como todo lo que se refiere al cuerpo y a la finitud son temas centrales y reiterados entre todos los que preocupan a los viejos.

Cuando oimos frases como: "Quiero hacer muchas cosas pero mi cuerpo ya no me deja" o "Todavía tengo tanto para hacer en esta vida, pero mi tiempo ya está terminando", nos encontramos frente un discurso altamente significativo de alguien que nos habla de limitaciones muchas veces irreversibles.

Pensemos em primer lugar en lo que se refiere al cuerpo. Preguntémonos que nos dice un adulto mayor quando se refiere a su cuerpo com esas palabras. Que es lo que nos dice cuando habla de su cuerpo como de un ajeno, un outro, algo que lo perjudica.

Cuando sentimos placer, y estamos "bien" com nuestro cuerpo, lo sentimos como próprio, es algo que nos pertenece; más cuando el sufrimiento físico se hace presente, sentimos que alguna cosa nos ataca desde afuera, esse cuerpo nuestro se revela incontrolable, desconocido y ajeno. Y aún cuando no se trata de los sufrimientos que una enfermedad puede traer y si de modificaciones consideradas propias de la edad como arrugas, canas, presbiscia, etc, sentimos esos cambios como agresores que llegan para amenazar una imagen narcísica de potencia, salud y belleza. Entoces cuando un adulto mayor habla de su cuerpo com estas palabras, habla de un cuerpo que sufre de alguna manera, habla de una dicotomia, de un psiquismo deseante, vivo, com ganas de hacer muchas cosas y de un cuerpo que ya no sirve como su instrumento. Más, lo que no podemos olvidar es que ese cuerpo, sufrido o decadente , puede continuar siendo objeto de depositaciones amorosas suficientemente significativas que hagan un puente com el placer. Mas este cuerpo será conceptualmente diferente según el área del conocimiento desde donde sea abordado.

Cuando hablamos de cuerpo desde el punto de vista del psicoanálisis no nos referimos al organismo natural objeto de estudios de la biología; hablamos de un cuerpo catectizado libidinalmente, un cuerpo sobre el cual os afectos, los placeres, los sufrimientos y as emociones van dejando marcas, construyendo historia, creando una imagen corporal inconciente que quiere ser permanente, imagen que nos permitirá reconocernos siempre como los mismos, a pesar que los cambios que el tiempo y las circunstancias de la vida nos impongan.

Cuando un bebé se reconoce en la imagen especular es invadido por una sensación de júbilo y piensa: "esse soy yo", pero hay una discordancia causada por su inmadurez neurológica, entre esa imagen virtual, total, que el espejo le ofrece y su organismo natural incordenado, impotente. El niño se reconoce en una especie de envoltorio, se reconoce en una superficie que le trae la ilusión de totalidad y omnipotencia . Esa imagen de totalidad en el espejo lo fascina, pero también lo engaña, lo aliena, ya que no corresponde a su cuerpo sentido de forma fragmentada. Es justamente en esa imagen idealizada de sí mismo, en esse "yo ideal" que el sujeto quedará prisionero. Y aunque sepa que nunca lo conseguirá, esa imagen será siempre la meta de seu deseo.

Esta imagen no se contruye com sensaciones provenientes de lo biológico como en el caso de la construcción del esquema corporal, y si a partir de una identificación del deseo de un outro exterior. Ese espejo en el que el bebé se reconoche no es mas que la mirada deseante de la madre, que le otorga determinados atributos com los cuales él se identifica; deseo de un bebé maravilloso que estaba presente en esa madre antes de ese bebé nacer, imagen de bebé maravilloso a la cual nunca se puede renunciar totalmente.

Esse cuerpo catectizado pasará por profundas transformaciones a lo largo de la vida. En la adolesencia, un cuerpo que cresce desordenadamente producirá sensaciones ambiguas e incontroladas, pero el joven sabe que todo eso no es mas que el preludio de un futuro de pleno uso de sua capacidad corporal.

Pero cuando el viejo se mira al espejo ( o en la mirada de los otros) este le devuelve una imagen relacionada com un deterioro de las capacidades corporales y de pérdida de belleza, imagen en la cual no se reconoce y que lo hace decir: "ese no soy yo" . Nos encontramos de nuevo ante una discrepancia entre la imagen inconciente del cuerpo y la imagen que el espejo le devuelve. La imagen del espejo representa un outro en la cual la persona que envejece no se reconoce. La imagen de la vejez parece estar siempre afuera, del outro lado. Y aunque sabe que esa imagen le pertenece, le produce una sensación inquietante , muchas veces asustadora, porque no se proyecta para un futuro pleno de realizaciones sino que anticipa o confirma la vejez com su carga cultural de decadencia, mientras que la imagen de la memoria es una imagen idealizada que remite a sentimientos de completud y omnipotencia.

Este momento singular en que el sujeto se reconoce como tal pero se asusta ante su propia imagen lo llamo "espejo negativo", fenómeno que anuncia la proximidad de la vejez en términos de estética y que es acompañado de otros que tienen que ver com la funcionalidad del cuerpo. Fenómeno también influenciado por el valor social que cada cultura otorga a esta fase de la vida.

La fase del espejo negativo ocurre antes de que la vejez se instale como vivencia existencial del sujeto y generalmente está relacionada com un hecho que le aparece como externo. Puede ser desencadenada por una pérdida, una enfermedad, o un dato que provenga de lo social, como puede ser el hecho de llegar a una edad en que se puede participar de los programas para la Tercera Edad o ser tratado de "usted" por personas que hasta hace poco parecian de la misma edad. Es algo que siempre viene de afuera, que sorprende y ubica al sujeto en un nuevo tiempo. Es siempre un outro, externo al sujeto que lo nombra "viejo". Es este justamente el sentimiento predominante. Alguna cosa que ocurre subitamente, como si un reloj que marcaba siempre la misma hora comenzase a funcionar de repente marcando un tiempo que pasa vertiginosamente.

En la primera experiencia del espejo (positivo) tenemos el punto culminante de la constitución del yo, constitucion de una identidad. En el espejo negativo se confirman las pérdidas del declinio físico, se anuncia la vejez y se fortalece el sentimiento de finitud. Entonces queremos decir que antes de que llegue la vejez propiamente dicha, la vejez como estado del sujeto que se reconoce como viejo, se enfrenta la declinación corporal. Entonces el psiquismo deberá poner en funcionamiento una serie de mecanismos elaborativos, com el objetivo de incluir nuevamente en su instancia yoica este cuerpo medio desconocido que agrede sus ideales narcísicos y así operar una verdadera recuparación del próprio cuerpo en edades más avanzadas.

Decimos que el tiempo de vida se desarrolla entre el nacimiento y la muerte, mas este tiempo vivido es diferente del tiempo medido. El tiempo medido, el de la edad cronológica, tiene muy poco que ver com el tiempo vivido o subjetivo, tiempo de la constitución del sujeto como tal. En el entrecruzamiento de estos dos tiempos se encuentra el sujeto que envejece, aquel que además de contar los años vividos empieza a contar los que probablemente le faltem vivir, y en el mejor de los casos a hacer planes para esse nuevo tiempo. Podemos decir entonces que el tiempo psicológico es la percepción del pasaje de la vida y todo lo que es vivo y perecedero está sujeto a cambios.

El tiempo del envejecimiento está relacionado com la conciencia de finitud que se instaura a partir de diferentes experiencias de contacto com la muerte, durante toda la vida, mas que en la vejez tiene la dimensión de lo ineludible. En un sujeto joven, estas experiencias provocan cambios considerables, pero él sabe que tiene toda una vida para reparar, modificar y construir. En el adulto mayor el elemento mas angustiante es la reducción del horizonte de futuro; ya no tiene mas todo el tiempo por delante, sólo le queda un poco mas que puede ser insuficiente para albergar tanto deseo.

Este tiempo subjetivo es el tiempo del que se ocupa el psicoanálisis; un tiempo de constante construcción de subjetividad y de la hsitoria vivencial del sujeto. Historia que se resiste a toda linearidad cronológica, a toda realidad objetiva y que cuestiona el concepto de verdad. Hablamos entonces de una historia retroactiva en que el presente tiene influencia sobre el pasado y este se actualiza en el presente bajo la forma de repetición. Siendo así podemos decir que la historia que nos interesa no es todo el pasado y si el pasado historizado, produciendo efectos en el presente, un pasado presentificado. Esta es la verdadera historia del sujeto.

Siguiendo esta linea vale la pena repensar el tema de la reminisencia, esta forma especial de fantasia que se desarrolla especialmente en la vejez mas avanzada. Contrariando lo que habitualmente se cree, la reminisencia no es señal de decrepitude o de depresión sino que realiza una articulación entre las tres dimensiones temporales, posibilitando un sentido de comando de la realidad y de continuidad del ser.

La pérdida de objetos significativos de dificil substitución sumada a las dificultades provocadas por las limitaciones físicas funcionales y la conciencia de finitud aumentan la necesidad de bien estar en el anciano. La energía livre que no encuentra objetos sustitutivos será dirigida a una imagen ideal del porpio yo que estará siempre en el pasado. De esta manera, la reminisencia puede ser entendida como una forma de ejercicio de la memoria histórica que podrá ser elaborativa si encuentra una escucha atenta y un aprovechamiento social, impidiendo estados de depresión y vacío de objetos.

El yo sólo se preserva en la medida que se reconozca a sí mismo en una continuidad temporal, como un "existente" sustentado por una historia permanente. La reminisencia es la insistencia de esa historia.. Historia que insiste en decir que los hechos vividos fueron constitutivos de una identidad, de un "ser" que insiste en permanecer. Es como si el anciano reminicente dijese: "El tiempo pasó, mas yo sigo aquí. Soy viejo, cambiaron muchas cosas pero en algúm punto yo sigo siendo siempre el mismo"

Cuando no es posible catectizar el futuro, el yo se defiende de la destrucción recuperando un pasado idealizado, de este forma se mantienen vínculos en el presente, se impide que los recuerdos se evaporen y que la historia se pierda bajo los efectos de la demencia.

No debemos confundir reminisencia com nostalgia, en esta el sujeto se refiere a un objeto definitivamente perdido y siempre em poder de los otros (felicidad, juventud etc.) . La nostalgia es una experiencia dolorosa, que no consigue recrear el placer en el acto de contar porque no consigue recrear el objeto. El nostalgico habla de sus recuerdos com tristeza, mientras que el reminisente lo hace com orgullo y satisfacción.

Ahora para concluir, quiero volver a la pregunta inicial: ¿de que hablamos cuando hablamos de viejos?

Hablamos de un sujeto psíquico en constante crecimiento y evolución, altamente afectado por la imagen de un cuerpo que se deteriora y por la consciencia de finitud. Pero estamos hablando de un límite desafiante y no de una limitación intransponible. Límite que será el del cuerpo biológico que sufre una involución. Pero no de aquel otro que sabemos capaz de placer, instrumento de amor y que deberá ser incentivado a sentir y a sensibilizarse com la proximidad de los otros y com la fuerza de los vínculos.

Límite que será el de la finitud elaborativa orientando depositaciones amorosas en objetos adecuados, promoviendo la reflexión y no la desesperación, la solidaridad y no la soledad.

Límites que en fin, no cierren las puertas a la pasión siempre posible.

 

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