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Número 2 - Marzo 1999

Las personas mayores:
¿Objetos o sujetos de la intervención?

Psic. José Luis Conde Sala

lconde@psi.ub.es

1) Las personas mayores, como objetos de las intervenciones.

El tema de las personas mayores suele tener, en nuestras sociedades, una amplia repercusión pública, sobretodo cuando se trata de enfermedades, de pensiones y/o del gasto público que generan.

En un interesante artículo, Thomas (1992) (1) analiza y compara el rol social de los viejos en las Sociedades tradicionales y en las Sociedades modernas. El rol de la persona mayor en nuestras sociedades aparece muchas veces vacío de contenido y casi siempre ligado a conceptos en alguna medida peyorativos: numerosos, dependientes, que generan gasto, incapaces de aprender, infantiles, con duelos ignorados o que son rápidamente liquidados, etc. Este rol contrasta con el que vemos en otras sociedades, paradójicamente más primitivas que las nuestras: sabios, transmisores de cultura, útiles, poco numerosos, con duelos que conllevan la posibilidad de convertir al anciano en una figura de referencia importante, etc.

Tuve ocasión recientemente de presenciar un hecho que me impresionó vivamente. Representantes de Asociaciones de Personas Mayores, asistieron a un Congreso de Profesionales del ámbito de la gerontología. Quedaron horrorizados de la temática del Congreso. No se reconocían en la concepción que tenían los profesionales sobre ellos. El predominio de los temas sobre enfermedades, dependencias, recursos socio-sanitarios, etc. era tal, que anularon las referencias a todos los demás aspectos más positivos.

así nos encontramos también, en el ámbito de la gerontología y de la geriatría, con un predominio de modelos teóricos y/o de intervención que priorizan los aspectos más negativos de las personas mayores, configur·ndose Estos como objetos de su especialidad. Esto es así, seguramente por el predominio de los modelos médico - asistenciales en las sociedades occidentales.

Esta perplejidad de las Personas Mayores hacia los profesionales de la geriatría y gerontología, cuando subrayan excesivamente los aspectos patológicos, se concreta muchas veces en una cierta distancia y prevención, como medida de defensa ante unas actuaciones que son parciales y no las tienen suficientemente en cuenta como Personas.

El enfoque de considerar a las Personas Mayores, Únicamente como objetos de la intervención, lo podemos ver especialmente en el modelo médico, aunque no exclusivamente, donde constatamos el privilegio de la atención sobre el cuerpo, tratado como un “ente objetivable”; un cuerpo sobre el cual se aplica el saber de un experto, de un profesional que sabe y de un “paciente” que espera la actuación de este saber sobre Él. No es preciso hacer nada, incluso parece que es mejor no hacer nada, habría el peligro de que el saber del paciente interfiriese el del médico.

El modelo más habitual en el trabajo social, sigue en líneas generales un patrón similar. Las personas mayores tienen unas “necesidades” que han de ser evaluadas y objetivadas por un experto, respecto a las cuales se aplicaran unos recursos. A pesar de que existe una gradación en los recursos, a veces parece que cuanto mayor es el recurso, cuanto mejor se adapte a las “necesidades objetivas”, más buena será la actuación profesional. Por otra parte, muchas veces estas necesidades objetivas no concuerdan con las necesidades expresadas por la persona.

Algunos de los modelos psicológicos también se sitúan en esta línea, ya sea por mimetismo con el modelo médico: las capacidades cognitivas o emocionales son objeto de diagnóstico, y de programas de rehabilitación; ya sea por mimetismo con el trabajo social: proporcionar comprensión, ayuda, apoyo, a la persona necesitada, sin considerar suficientemente la oportunidad y la demanda expresada.

Estas intervenciones, a pesar de que son matizadas por conceptos como la inter-disciplinariedad, los elementos bio-psico-sociales, etc., muy a menudo se presentan de forma operativa, tal como hemos comentado anteriormente, dejando a la persona desprotegida frente a la omnipotencia profesional.

En realidad existen elementos que son comunes a este tipo de actuaciones: por una parte, el profesional como sujeto de la intervención, investido de un saber incuestionable; y por otra, la persona mayor como objeto de la intervención, como persona que no sabe, que desconoce cosas que están referidas a ella misma.

En el fondo en estos modelos se repite un patrón que nos es familiar a todos, el del padre y el de la madre, que saben, que dan, que acogen, que protegen, a unos hijos que los necesitan. Un modelo que tiene un precio, que siempre se da en alguna medida: el de la dependencia y la regresión. Este precio, que es más marcado en las instituciones públicas, ya que no se puede “pagar”, o protestar, tiene consecuencias graves si se instala de una forma intensa y permanente; tiene por otra parte una especial relevancia en las personas mayores, ya que sus capacidades yoicas de control y defensa de la propia integridad y dignidad pueden estar más debilitadas, siendo las condiciones más propicias para una regresión.

El caso de las personas, que al entrar en las Residencias (donde son objetos de la acción institucional de una manera más global) se ponen enfermas, es desgraciadamente demasiado frecuente, especialmente en aquellas que por sus capacidades de autonomía podrían haber optado por otro recurso menos global.

 

2.- La persona mayor ha de ser concebida como un sujeto activo.

De manera simultánea a estos modelos vemos, cada vez más y con una mayor frecuencia, un conjunto de actuaciones, realizadas a veces por los mismos profesionales, que escapan de esta dinámica y del modelo de la relación clásica, profesional - paciente

a) En el mismo modelo médico, en todas las actuaciones preventivas respecto a la salud, que tienen como objetivo conseguir una mejora de la calidad de vida y evitar la enfermedad, se suelen dar otro tipo de intervenciones. En Éstas, no se contempla a la persona mayor Únicamente como un objeto; los nuevos modelos nos obligan a ver a la persona mayor también y sobretodo como un sujeto, como alguien que puede intervenir respecto a Él mismo, en la mejora de su calidad de su vida.

Prevenir quiere decir pensar en qué pueden contribuir las propias personas mayores a mejorar su nivel de salud; quiere decir considerar a las personas mayores, no Únicamente como objetos de la intervención de alguien, sino como sujetos que tienen unas capacidades que es preciso potenciar y estimular: capacidades cognitivas, de pensar y de actuar y capacidades emocionales de elaborar los diferentes momentos de la su vida, también el de la vejez.

Si sólo tratamos el tema de la salud desde el punto de vista asistencial, estamos favoreciendo el estereotipo de la persona mayor enferma o necesitada de atenciones, estaremos favoreciendo finalmente la regresión y la dependencia. Sin este cambio de mentalidad no puede sostenerse con eficacia ninguna política preventiva de la salud, no se puede garantizar el cambio en los comportamientos, en la definición de los Estilos de vida, si el individuo no los vive y los asume como propios..

En el momento de hablar de medidas preventivas es preciso que señalemos brevemente, algunas que sabemos, por los estudios realizados en la comunidad científica y profesional, que ayudan a vivir más, pero sobretodo mejor. Intervenciones que nos evitan intervenir Únicamente para curar o asistir individualmente, y que ponen el acento en aquello que puede hacer el sujeto: el ejercicio físico; la adopción de un estilo de vida saludable: descanso, higiene, nutrición; el hecho de revisar periódicamente el funcionamiento del cuerpo; el ejercicio intelectual; el vivir positivamente la vejez; el disponer de una red de apoyo personal, familiar, institucional; y finalmente la actividad social y relacional, etc. (Conde, 1997) (2).

b) En el campo social vemos un conjunto de actuaciones que se sitúan más en la línea de la dinamización - actividad. Todos los programas presentes en los Casals, Esplais, Hogares de Ancianos, participan de esta premisa: el ejercicio de las capacidades, tanto intelectuales como de relación, garantiza su mejor conservación.

Sin duda representan un avance respecto a otras concepciones, ya que consideramos que la premisa que inspira estos programas es básicamente cierta. El ejercicio, activar nuestras capacidades, vincularnos con actividades y personas, nos ayuda a conservarnos mejor. Quizás habría que añadir que es importante que estas actividades, ejercicios o vinculaciones, sean significativas para la persona mayor, es decir que tengan un sentido concordante con sus intereses vitales. Parte de las reticencias de algunas personas (a veces las más lúcidas) en participar en determinados Programas, tiene que ver con el rechazo a algunas actividades o a un tipo de trato, que es vivido como infantilizante.

En el ámbito concreto de mi práctica profesional empieza a producirse un fenómeno interesante: la vinculación de las personas Mayores a centros más plurales, lo que denominados Centros Cívicos, los cuales se caracterizan por ofrecer y desarrollar cursos y actividades dirigidos al conjunto del público adulto, sin distinción de edades (3). Entendemos que este tipo de Centros son más interesantes, en la medida que favorecen la integración de las Personas Mayores en un contexto, donde puede producirse un intercambio estimulante, la fuerza e ilusión de los jóvenes, juntamente con la experiencia y sabiduría de los Mayores.

La experiencia de los intercambios generacionales es también una actividad que se sitúa en esta línea, la de conectar la experiencia y el conocimiento de las Personas Mayores con los intereses e ilusiones de los jóvenes. Las aportaciones de los Mayores en el contexto de un Centro educativo, donde la materia de Historia de sucesos recientes eran ilustrados y comentados, con la experiencia y participación real de personas que vivieron aquellos hechos, fue para todos una experiencia apasionante.

c) Queda finalmente por comentar, el modelo que conectaría de forma principal con las mejores cualidades de las personas Mayores, el de la participación y el Asesoramiento, propiciado por algunas entidades cívicas y políticas. El consejo, la consulta al anciano, forma parte de las mejores costumbres de sociedades más tradicionales, las cuales algunas Entidades intentan recuperar contra viento y marea.

La capacidad de decidir, de gestionar, de dirigir, se va abandonando con los años en favor de las generaciones más jóvenes. Queda sin embargo la gran tarea: qué hacer con la experiencia de las personas que hasta hace poco ocupaban lugares de responsabilidad en la sociedad. Este es uno de los grandes retos sociales de las sociedades avanzadas; no se trata de prolongar la participación en la dirección de los asuntos públicos o privados, sino de incorporar su asesoramiento a los planteamientos generales de los diferentes temas.

En este sentido, las administraciones públicas y especialmente los entes locales, han creado diferentes instancias para propiciar esta intervención, a veces referida Únicamente al ámbito concreto de las Personas Mayores, pero en otras ocasiones abarcando un marco más amplio, en el cual los mayores expresan sus opiniones sobre el conjunto de los temas cruciales de la comunidad en la que están integrados. Estos organismos que reciben el nombre genérico de Consejos Asesores, intentan recoger la mejor tradición de la participación de los ancianos en los asuntos importantes de la Comunidad. El libro editado recientemente por la diputación de Barcelona, recoge parte de las experiencias y reflexiones alrededor de la cuestión (4).

Estos tres modelos que hemos comentado de manera sucinta:

  1. Médico - asistencial,
  2. Dinamizador - actividades y
  3. Participación - asesoramiento,

son todos necesarios en una medida que depende de diversos factores, entre ellos los de la edad, la salud, etc.

Nuestra crítica, la formulamos más en el sentido de que tenemos la impresión de que por una parte no existe, en los Responsables - Gestores Sociales, una visión global que integre estos diferentes modelos, y por otra observamos una preocupante insistencia en señalar, de manera prioritaria y machacona los aspectos asistenciales referentes a enfermedades, pensiones y/o gastos sociales.

Que un modelo tenga más aceptación que otro, no depende Únicamente de las necesidades “objetivas” observadas, depende sobre todo de la concepción que se tenga, en una sociedad determinada, del rol social que corresponde a las Personas Mayores. Esperamos y deseamos que en la construcción del contenido de este rol social, también los Mayores contribuyan decididamente a su definición.

 

3.- Los procesos internos de subjetivación

Desde luego la tarea de considerarse sujeto de la propia vida es algo que no se hace Únicamente desde las instancias sociales. Se hace también y sobre todo, desde cada persona, aunque ciertamente el marco social pueda favorecerlo o dificultarlo. Esta tarea de sujeto es para nosotros una de las claves para poder acceder a realizar un buen proceso de Envejecimiento.

El artículo, Subjetivación y vinculación en el proceso de envejecimiento (5), da cuenta de las condiciones para realizar tal proceso. Hace referencia a una experiencia de trabajo grupal que desarrollé como psicólogo, ayudando a las Personas Mayores a realizar estos procesos.

El hecho de poner el acento en el sujeto, lo cual es importante en todo el campo de las actuaciones preventivas y en general en todos los campos, tiene en el trabajo psicológico una especial relevancia.

Sabemos que el trabajo psicológico no se basa en la modificación de las condiciones externas, por ejemplo los acondicionamientos sociales, ni en la modificación de las condiciones biológicas, sino fundamentalmente en algún cambio interno que permita vivir mejor los condicionantes sociales y/o biológicos, ya sea por que el mismo sujeto puede modificar aquello que tiene esta condición, ya sea porque acepta y elabora la vivencia de aquello que es inevitable. Si el sujeto no está en primer plano en todo este cambio, si el profesional, con su actuación, no sitúa al individuo en esta posición, el trabajo psicológico pocas garantías tendrá de cambio interno profundo y estable .

Que el individuo “necesite”, desee, que el psicólogo ocupe el lugar del Otro, de aquel que lo sabe todo y lo puede todo, no quiere decir que el profesional tenga que aceptarlo o rechazarlo. De hecho es generalmente un elemento que siempre está presente en el inicio de cualquier trabajo psicológico. Lo que es más importante es que el profesional, con su actuación (silencios, o comentarios), permita y ayude a que el sujeto del individuo pueda ocupar una posición activa y central en el trabajo de cambio interno. Son sus capacidades las que se han de ponerse a trabajar, las que han de generar un crecimiento. El profesional acompaña, facilita, permite, ofrece la posibilidad. La persona es la que hace el trabajo. Cuando anteriormente comentábamos las intervenciones profesionales que sitúan a la Persona Mayor como Objeto, no habíamos señalado que esta posición de Sujeto transferida al profesional, es deseada frecuentemente por la misma Persona, la cual deposita en el Otro su esperanza y confianza. Este proceso que es inevitable e incluso deseable, no debe llevarnos a interpretarlo literalmente, ya que esto iría en menoscabo de sus propias capacidades y potencialidades.

Este es el cambio que queríamos subrayar en el trabajo psicológico: considerar a la persona mayor como un sujeto de su propia vida, que tiene la capacidad para reorientarla si es preciso. La ayuda del profesional, en un segundo plano (A pesar de que subjetivamente la persona no lo viva así), va en la dirección de conseguir que la persona pueda hacer este proceso de subjetivación, en una etapa en la cual los cambios biológicos y sociales hacen necesario un cierto reordenamiento de su propia identidad.

¿Qué contenido tienen estos procesos de subjetivación?. Por una parte en el ámbito de las capacidades cognitivas, se da en las personas mayores una acumulación de conocimientos y experiencias, fruto de las vivencias de toda una vida. Es lo que conocemos como la sabiduría de los años, sabiduría que no es Únicamente una mera suma de conocimientos, sino que se expresa de forma cualitativamente diferente a otras Épocas, con una mayor distancia y relatividad respecto a las cosas y procesos sociales, y también con una mayor capacidad de aceptación y de elaboración del ciclo vital humano y de su momento actual.

Por otra parte, en el ámbito del mundo emocional, las tareas más relevantes las podemos situar en el hecho de prepararse para vivir positivamente la vejez, aceptando aquello que por edad corresponde; en gozar de las relaciones afectivas y sociales que nuestro marco nos proporciona: familia, amistades, etc.. ; en dedicarse a las actividades que son del propio interés; y en poder hacer un balance integrado, comprensivo y positivo del propio ciclo vital.

Una mención especial corresponde al capítulo de la elaboración de las pérdidas, pérdidas de relaciones, pero también de uno mismo, con el tema de la muerte en el horizonte. Sin duda, es este el punto más difícil en los procesos que llamamos de sujeto: aceptar que somos parte de una sucesión generacional, así como valorar que a pesar de la pérdida, nuestro recuerdo sobrevivir en los demás, en función de lo que hemos hecho y ha sido nuestra vida para los otros.

Durante algunos años en nuestra práctica profesional con Personas Mayores, habilitamos en una institución de Servicios Sociales, un espacio de trabajo grupal llamado Tertulias para Personas Mayores (6). Aunque en el inicio de la experiencia, este trabajo de grupo iba dirigido a personas mayores con dificultades de relación, pronto cobró un carácter generalizador, constituyendo un lugar para pensar sobre la propia experiencia de envejecer, dirigido a todas las personas que querían realizar tal proceso. Justamente esta experiencia propició más tarde una elaboración que dio título al artículo que hemos citado anteriormente: Subjetivación y vinculación en el proceso de envejecimiento. Subjetivación porque tenía como objetivo ayudar a realizar esta tarea de asumir como sujeto el propio envejecimiento y vinculación, propiciando por otra parte la relación con los demás y favoreciendo la integración en las actividades del contexto social.

Quisiéramos con este comentario sobre las Tertulias para Personas Mayores, contribuir a esta celebración de 1999, como Año Internacional de las Personas Mayores, ofreciendo lo que ha sido para nosotros una tarea muy interesante y provechosa, desarrollada a través de este trabajo en grupo, sencillo pero útil, ayudando a cada persona a ser un poco más sujeto: dueña y consciente de su propio destino.

Barcelona, Febrero de 1999

Notas bibliográficas

(1) Thomas, L-V. (1992). Actitudes colectivas hacia a los ancianos: Problema de civilizaci—n. En H. Bianchi et al. La cuestión del envejecimiento. Perspectivas psicoanal’ticas. Madrid: Biblioteca Nueva

(2) Conde, J.L. (1997). prevención de las patologías y cuidado de la Salud en las Personas Mayores. An‡lisis de los diferentes factores. prevención y promoción de la Salud en las Personas Mayores. Barcelona: Trabajos no publicados.
Actualmente realizo unos Talleres de estimulaci—n de la memoria, a los que asisten fundamentalmente Personas Mayores, en el contexto de un Centro Cívico, donde se realizan mœltiples actividades para el pœblico adulto. Barcelona: Centro C’vico Casa Elizalde.

(3) Diputación de Barcelona (1997). participación i Gent Gran.: els consells assessors. Barcelona: diputación, Unidad de Programa de Personas mayores

(4) Salon, C. (1995) L’expérience des conseils de sages. Gérontologie et societé. Cahiers de la Fondation Nationale de Gérontologie, 74

(5) Conde, J.L. (1997). Subjetivación y vinculación en el proceso de envejecimiento. Anuario de psicología, nº 73: 71-87. Carme Triadî (coord.). Facultad de psicología, Universidad de Barcelona

(6) Conde, J.L. (1993). Tertulias para Personas Mayores. Revista de gerontología, 1993; vol. 3, nº 3: 173-174

 

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