Volver a la página principal
Número 2 - Marzo 1999

Tiempos en el tiempo
Notas sobrel el proceso de envejecimiento, la temporalidad y el cuerpo(1)

Psic. Robert Pérez Fernández

rperez@psico.edu.uy

En el presente trabajo intentaré compartir con uds., de acuerdo a la convocatoria de esta revista, una serie de reflexiones y problemáticas en torno a la intervención del Psicólogo en el campo de la vejez.

Uno de los fenómenos que más me ha llamado la atención en el trabajo con viejos y que se repite en casi todos por igual independientemente de su nivel socio - cultural o económico, es la distancia entre su propia imagen del cuerpo y la imagen corporal que se les devuelve del exterior, en espejo.

Es común escuchar decir a muchos adultos mayores, explicando su etapa vital: " Yo no me siento distinto, me siento a mi mismo igual que siempre. Parece que mi infancia está ahí, cerca. Me doy cuenta de mi edad, cuando me miro en el espejo, o cuando en el ómnibus me dejan subir primero. Ahí digo: claro, es porque soy viejo ".

Esto nos introduce en un complejo tema como el del tiempo, tema que ha sido abordado desde distintas teorías con diferentes conceptualizaciones. A los efectos de este trabajo nos apoyaremos en la diferenciación que realiza C. Castoriadis (2), entre tiempo identitario y tiempo imaginario. El primero es un tiempo público, medible, convencional, regido por determinados ciclos de la naturaleza. Es el tiempo del reloj, por el cual medimos, entre otras cosas, la edad de una persona. Es en esta dimensión del tiempo que se basan algunas convenciones para marcar el comienzo de la llamada " tercera edad " ( 65 años, según la O.M.S.).

El segundo es ese tiempo imaginario que le da un sentido, una singularidad, a la realidad. En esta dimensión el tener 60 años por sí mismo no tendrá un sentido único, ya que éste se lo dará cada uno de acuerdo a sus valores, a su historia, a su cultura. Podemos hablar de temporalidad como este tiempo imaginario de producción de sentido. Estamos en la dimensión de la producción de subjetividad.

Sobre el tiempo, también Freud nos habla de otra dimensión posible, cuando refiriéndose a los procesos inconcientes sostiene que no están ordenados temporalmente, no tienen representación del tiempo, ya que ésta abstracción solo se corresponde con la forma de trabajo del sistema percepción-conciencia (3).

Es en el cuerpo del viejo donde estas tres dimensiones del tiempo se hacen más visibles. Todos tenemos una percepción de nuestro cuerpo en tanto estructura material en un espacio. Es nuestro contacto sensorial con el mundo que nos rodea. Tenemos un determinado esquema corporal, imagen tridimensional de nosotros mismos. P. Schilder (4) ha estudiado como nuestra representación de posición en el espacio o de localización dentro del propio cuerpo se da a partir de estos esquemas, construidos y relacionados con vivencias anteriores, y cómo el modelo postural del cuerpo se halla en continua autoconstrucción y autodestrucción interna, muy relacionado con la imagen corporal que tenemos de los demás. Es en esta imagen que tenemos de los demás donde se comienza a visualizar la vejez corporal, que siempre aparece en primera instancia en los otros, con características externas a nosotros mismos. ¿ Mecanismo defensivo, o simplemente impacto de la temporalidad biológica con la subjetiva?.

Parecería que la imagen inconciente del cuerpo, ubicada en una temporalidad distinta, no acompaña los cambios corporales propios del proceso de envejecimiento. Esta imagen se ha ido construyendo con nuestra historia, nutriéndose de nuestras experiencias emocionales, de nuestro contacto con los otros; estos otros que son los que nos muestran visualmente el paso del tiempo. Hay así una primera vivencia de extrañeza ante el envejecimiento del propio cuerpo. En medio de este proceso, la vejez, hasta el momento en un registro imaginario, puesto en forma proyectiva en los otros, o en un tiempo distante como el futuro, comienza a convertirse en algo real.

En ese momento podemos pensar en dos movimientos posibles, donde el cuerpo, como significante, nos introduce en una nueva dimensión de la subjetividad. El primero, como decía anteriormente, es de extrañeza, de no reconocimiento del propio cuerpo.

Extrañeza, cuando ante un esfuerzo físico que hasta hace poco era común, aparece un límite nuevo, marcado desde lo corporal. O cuando la persona ve a otra de su edad que hacía tiempo no veía y la ve distinta a como la recordaba. O cuando le sorprende su propia imagen frente a un espejo. Comienza de esta forma un nuevo proceso de crisis vital; crisis de identidad, pues se están resignificando identificaciones muy primarias, mostrándose los distintos tiempos en todas sus contradicciones.

El pasado, que es nuestra continuidad histórica, con el presente que es inaprehensible, fugaz, solo un instante de enfoque conciente del yo (5), y el futuro que se comienza a precipitar como algo real, a partir de la idea de finitud que cuestiona las otras temporalidades. Crisis dinamizada por el interjuego pulsional, donde también comienzan a jugar otros cambios a nivel de los roles familiares,sociales y laborales.

De acuerdo a como se transite por esta crisis vital de la adultez, será como la persona pueda entrar en la vejez, en ese segundo movimiento que mencionaba anteriormente, que implica el asumir o negar esta nueva etapa, con una nueva resignificación de la imagen y del esquema corporal. De cómo se resuelva ésto, dependerá en gran medida la posibilidad de disfrutar de la vejez y la futura calidad de vida.

Pero volvamos nuevamente a esta crisis vital del adulto. El asumir que el cuerpo comienza a perder potencialidades que antes tenía, en la mayoría de los casos se asocia a una pérdida en las otras áreas ( mente y mundo externo). Frases como: " a nuestra edad no se puede...", o " ya estamos viejos para ...", me llevan a pensar en la función del cuerpo como soporte simbólico de los distintos discursos sociales sobre la vejez, pues el aceptar los cambios corporales del proceso de envejecimiento para muchos significa "corporalizar" el discurso dominante, que nombra a la vejez como "clase pasiva", o las exteriorizaciones de su sexualidad como propias de "viejos verdes" o "reblandecidos".

Hay desde este discurso, un mensaje disciplinador del cuerpo, creador de deseo y de subjetividad, según el cual ser "normal", estar "adaptado", implicará el ocultar o negar por parte del viejo, toda manifestación de Eros, permitida solo a determinados modelos estéticos, a determinadas imágenes. Este mensaje no es solo algo impuesto desde un supuesto "afuera", pues el mismo viejo ha sido en gran parte forjador y trasmisor de él, a lo largo de su vida.

Desde la revolución industrial existe en nuestras sociedades una competencia cada vez mas vertiginosa de acceso a la tecnología para dominar el mercado. Como consecuencia, se fabrica una necesidad cada vez mayor de consumismo, transcurriendo la vida cotidiana a un ritmo aceleradísimo, como en el cuento, en una especie de carrera de conejo tras la zanahoria que él mismo lleva. Se crea una necesidad de recambio y actualización constante de los bienes materiales. Lo que hasta ayer era un computador de última generación, hoy ya dejó de serlo y hay que recambiarlo porque dejó de ser útil, está viejo, es inútil. Esta cualidad adjudicada a los objetos, se desplaza por mecanismos sutiles de poder a las personas, pasando el significante viejo, en otros tiempos asociado a sabiduría, a confundirse con lo inútil, lo caduco. Incluso a los propios viejos no les gusta que los nombren así, pues dicen que "viejos son los trapos". En algunos niveles sociales, como los trabajadores asalariados, es mas patente aún que quién deja de trabajar, pasa a ser pasivo.

De esta manera se ejerce sobre el viejo una presión social para adaptarlo a este lugar pasivo, lugar de lo conservador sin deseos ni conflictos. Así, el conflicto se traslada al cuerpo, única forma socialmente aceptada de expresarlo, completando una equivalencia que equipara al cuerpo viejo con el enfermo, pasando la enfermedad a ser un factor de comunicación social, validado y "muy bien" aprovechado, por diferentes instituciones públicas y privadas.

Sometidos a este tipo de exigencias, surge en los viejos una necesidad imperiosa de lograr un equilibrio. Éste, con características muy especiales, con exigencias muy marcadas, pero en general, desde un lugar pasivo. Verbalizaciones tales como: "nosotros no queremos tener problemas con nuestros hijos o su pareja", o "a nuestra edad hay que vivir tranquilos, sin conflictos", me llevan a pensar en le posibilidad y riesgo, de que este equilibrio precario pase a ser el regulador de las relaciones interpersonales remitiendo continuamente a situaciones dilemáticas, constituyéndose en un eje sobre el cual se pretenda sostener la cotidianeidad. Habría aquí, una adaptación pasiva a la realidad que no tiene en cuenta que la transformación de ésta, se da justamente en base a desequilibrios.

En la medida que este tipo de situaciones se instala en forma estereotipada, sin ningún espacio para la creatividad, en el viejo comienza a manifestarse y predominar, lo que Freud llamó compulsión a la repetición. Quien no está acostumbrado al contacto con viejos, puede sorprenderle, y hasta fastidiarle, como en muchos de ellos hay una necesidad de repetir, idénticamente, determinadas frases o vivencias. Esta característica ha sido retomada en innumerables chistes y bromas populares, los que mueven a la risa a partir de la ridiculización de un modelo de viejo "chocho". Cabe preguntarse hasta que punto estas risas, mas allá de la calidad de los chistes, no actúan como una defensa maníaca, ante la ridiculización de la repetición.

Tal vez alguno se estará preguntando: ¿porqué o para qué se repite?. En cuanto al porqué, tengo que remitirme a una de las conceptualizaciones mas polémicas del Psicoanálisis: la de pulsión de muerte. Ésta, a diferencia de Eros, no tiene representación. Su fin último sería una situación de equilibrio total, donde no hay conflicto, pues no hay deseo; un estado de Nirvana. Si tomamos esta especulación como verdadera, podemos inferir que en la vejez, el desarrollo de esta pulsión, se encuentra favorecido desde el discurso social dominante, que iría en su misma dirección.

Respecto al para qué, D. Gil lo explícita muy bien, cuando nos dice que "se repite para no recordar. El recordar es asumir el pasado, adquirir una dimensión temporal, tener una historia, incidir sobre la realidad. Con la repetición queda encadenado a un espacio sin tiempo, a un eterno retorno" (6).

PENSANDO ESTRATEGIAS DE ABORDAJE

Llegados a este punto, quisiera plantear una serie de preguntas respecto a los profesionales e instituciones que trabajamos con viejos. En base a lo desarrollado, considero importante que podamos cuestionarnos sobre algunas de las problemáticas previas al abordaje de una intervención, desde la Psicología, en el campo de la vejez.

¿Cómo y desde dónde formulamos dispositivos de intervención en los distintos ámbitos, respecto a la vejez?. ¿Cuales son los objetivos?.

Cuando planteamos determinadas estrategias de intervención con viejos: ¿Nos cuestionamos si estarán o no en alianza con el imaginario social sobre la vejez?.

¿Van en la dirección de una concepción integral del ser humano, como sujeto producido y productor de una sociedad, en un tiempo determinado?.

En muchos casos cuando se les niega su historia ("para que no se angustien", dirían algunos técnicos): ¿no se estará favoreciendo la expresión de la compulsión a la repetición?.

¿Tenemos en cuenta las distintas temporalidades subjetivas y físicas de los viejos y de nosotros?.

El miedo a profundizar determinadas temáticas sobre su historia vital: ¿responde a una imposibilidad de los viejos, o de nosotros?.

Es indudable que a estas preguntas se les pueden formular muchas posibles respuestas y preguntas. No obstante, en el marco de una concepción de trabajo con viejos desde la salud, pienso que uno de los objetivos principales, tiene estrecha relación con el tema del proyecto de vida autónomo en la vejez.

Considero de suma importancia, que nuestro trabajo apunte a crear posibilidades para que el viejo pueda (re)conocerse y (re)conectarse con las distintas temporalidades por las que ha ido transitando a lo largo de éste, su singular viaje a través del tiempo. Pensar como se pueden integrar los momentos de ruptura y crisis, a una historia vital única. Como ante las determinaciones simbólicas de la sociedad, podemos oponer espacios para la creatividad, donde expresar la producción deseante.

Aquí, tal vez estemos muy lejos de ese equilibrio que mencionábamos antes, pues la cotidianeidad estará más en función del propio deseo, que del de los demás. En éste abordaje, el acento estará en la (re)elaboración de un proyecto de vida propio.

Como decíamos junto a otros compañeros en una publicación anterior, "el problema del proyecto en la vejez, nos enfrenta al viejo problema de la autonomía". "El desafío es, para comprender el problema del proyecto en la vejez, la aceptación de la precariedad de todos los proyectos, en todas las edades" (7).

Montevideo, mayo de 1996

Notas

(1) Trabajo presentado en el Congreso " Gerontología y Geriatría ´96 ". La Habana, Cuba, mayo de 1996

(2) Castoriadis, C. (1993)

(3) Freud, S.; Mas allá del principio de placer; Obras completas; Amorrortu ed.; Bs.As., 1991

(4) Schilder, P.( 1988)

(5) Moffatt, A.(1992)

(6) Gil, D.(1993)

(7) Berriel,F.; Lladó,M.; Pérez,R. (1995)

BIBLIOGRAFÍA

Basturia, R y otros (1980); Grupos operativos en la vejez; En : Bauleo, A. / Grupos Operativos y Psicología Social . Montevideo : Imago,.-- p. 150-156.

Berriel, F., Lladó, M., Pérez R. (1995). Por los viejos tiempos: Reflexiones desde la práctica psicológica en el campo de la vejez; En: Segundas Jornadas de Psicología Universitaria -- Montevideo : Multiplicidades, p. 12-16.

Berriel F., Leopold L., LLadó M., Pérez R. (1994)/ Proyecto de Servicio de Psicología de la Vejez -- Montevideo : Facultad de Psicología.

Castoriadis, C. (1993) / El mundo fragmentado -- Montevideo : Nordan .

Colombo,E.(1993)/ El imaginario social - Montevideo : Nordan.

Dolto, F. (1986) / La imagen inconciente del cuerpo -- Barcelona : Paidós.

Freud, S. (1991)/ Obras completas -- Bs. As. : Amorrortu -- 24 v.

Frugone de Valeta,R.(1982)/El cuerpo en la vejez -Rev.Urug.de Psic.T.III( 1 ):47-50.

Gil, D. (1993)/ La vida, la muerte y la pulsión -- Montevideo : EPPAL.

Moffatt, A. (1982)/ Terapia de crisis: Teoría temporal del Psiquismo -- Montevideo : Búsqueda.

Saavedra, C.; Sobrado, E. (1982)/ Cuerpo y vínculo -- Rev. Urug. de Psic., T. III ( 1 ): 7-11.

Salvarezza, L. (1988)/ Psicogeriatría: Teoría y Clínica -- Bs. As. : Paidós.

Salvarezza, L. (1995)/ El fantasma de la vejez -- Bs. As. : Tekné.

Schilder, P. (1988)/ Imagen y apariencia del cuerpo humano -- México : Paidós.

Vera, P. y otros (1985)/ Situación social del colectivo de edad 50 - 65 años en el Municipio de Alcobendas, informe 3 --Madrid.

Volver al Indice del número 2 de Tiempo

PsicoMundo - La red psi en Internet