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Número 26 - Agosto 2010

Vivencia cósmica en el envejecer

Lic. Carmen de Grado.
Universidad Maimónides. Buenos Aires. Argentina

Resumen

Vivir su envejecimiento como un proceso de sucesivos cambios que comparte con todos los seres vivos pone al sujeto en comunión c on su entorno. La continuidad identitaria, que es también biográfica, se despliega en el entorno, natural y simbólico, participando de los cambios de ambos. La vivencia de sentido, de correspondencia entre su mundo subjetivo y el mundo natural y de la cultura, posibilitan al sujeto envejeciente saber de su pertenencia y trascendencia. Vivencia un mundo transicional, ni interno ni externo, mundo potencial y en continuo devenir donde lo interno y el entorno tienen una relación inherente.

Si bien el tiempo cósmico nos acerca al concepto de naturaleza ya que está en todos los seres vivos, la vivencia de este tiempo es ante todo una construcción humana sujeta a una historia relacional temprana. Podemos decir que es una adquisición que los encuentros durante el curso de la vida pueden otorgar.

La vivencia de un tiempo primordial, sujeto a ritmos, le dice entonces, a medida que envejece, de otros ritmos que se enlazan con el suyo, comprende así que es una parte en el río de la vida. La muerte no es entonces algo que le viene de afuera, sino algo que ¨camina con él¨ (Kovadloff, 2008)

A pesar de la visión prejuiciosa de nuestro tiempo respecto del envejecimiento, se explicitan cuestiones que favorecen una vivencia del ¨transcurrir siendo parte de un mundo natural y cultural¨, vivencia cósmica.

Palabras clave: vivencia cósmica, envejecimiento, ritmo circadiano.

Introducción

El sujeto envejeciente puede vivir su envejecimiento como un proceso de sucesivos cambios que comparte con todos los seres vivos, vivencia cósmica. Esto lo une a su entorno y le permite una comunión con él. La continuidad identitaria que es ante todo continuidad biográfica, a pesar de los sucesivos duelos que experimenta, se despliega en la continuidad con su entorno, natural y simbólico, como participante de los cambios de la naturaleza y de los cambios de la cultura. Para que esto pueda producirse, el sujeto tiene que haber vivido una experiencia temprana de encuentro con el otro donde ¨la espera¨ ha resultado saludable. Los sucesivos encuentros durante el curso de la vida también pueden llevar al sujeto a entender el valor de la espera.

Desarrollo

En el momento inicial de la vida, el estímulo emocional del maternaje (de Grado, 2009) es coincidente con los ritmos internos de necesidad-satisfación (alimento, caricia, calor, etc…), de sueño-vigilia (ritmos circadianos) El maternaje está allí para responder a la necesidad del bebé. Hay entonces una ¨sincronía¨, una coincidencia en el tiempo interno, que también es un tiempo primordial, cósmico. Tiempo que la díada madre hijo comparte con todos los seres vivos del universo. Todos tienen ritmos internos. La ritmicidad circadiana siendo común a todos los hombres.

El vínculo dual madre hijo es de carácter ¨emocional¨, ¨mueve a la acción¨, por ser su satisfacción de extrema necesidad. Es decir, los sentimientos de empatía de la madre son coincidentes con la necesidad del bebé. La madre está ¨movida¨ para ello por el ¨concern¨ (Winnicott, 1975), preocupación y deseo de satisfacerlo. La díada madre hijo es entonces inseparable, irá separándose paulatinamente, pero no de cualquier manera. La separación supondrá para el bebé una forma de ir conociendo su cuerpo, una integración de la ¨novedad¨ que se da en un proceso temporal. Irá haciendo suyo su propio cuerpo a través de los estímulos PNIE que recibe en el maternaje mediante los ¨pasajes¨ de un momento de necesidad a uno de satisfacción , mediante un ¨registro temporal¨ de lo vivido en relación a otro significativo que pasa a ser constituyente, parte de la constitución del nuevo ser, y que irá convirtiéndolo en sujeto humano.

De ésto se trata, a mi entender el ¨ambiente suficientemente bueno¨ que describe Winnicott, 1975. El estímulo viene coincidente a las necesidades del nuevo ser que siente urgencias, según sus ritmos internos. El bebé crea imaginariamente su objeto de satisfacción porque en su cerebro están las formas ¨a priori¨ que así se lo permiten, pero efectivamente ese objeto¨ real¨ aparece. Esta sincronía es necesaria para la creación del ambiente suficientemente bueno y para afianzar el sentimiento de omnipotencia del bebé. Sin embargo, en la gradual conquista de sí mismo (lo interno) y del ambiente (el entorno) el bebé va comprobando una cierta distancia entre su creación, objeto subjetivo en el sentido de imaginario, y el objeto real. Para él son uno, pero una cierta discronía, desacuerdo de tiempos, le va revelando que no son uno, ¨desilusión¨ (Winnicott, 1975). El siente hambre y reclama alimento y cuidado pero su proveedora no siempre está disponible. Sentirá entonces intensa ira y miedo. No obstante, la coincidencia reiterada entre su objeto imaginario y el objeto real, sincronía, coincidencia de tiempo, refuerza su ¨confianza básica¨ (Winnicott, 1975). Veamos aquí la importancia de esta ¨cierta discronía¨ como condimento indispensable de la constitución del yo pero también la ¨sincronía¨, vivencia de confianza básica, como fundadora de un yo saludable, posibilitadora de la vivencia cósmica. Es decir: el factor tiempo, fundante en la constitución yoica.

¨Desde Aschoff, en 1951, los indicios medioambientales de tiempo se denominan colectivamente zeitgeber, término alemán para dadores de tiempo, otra denominación es la de agentes sincronizadores….los niveles hormonales de la madre son el primer zeitgeber, acostumbrándose el feto a sus niveles de actividad ya en el claustro materno¨ (Reyes 2002)

Entiendo estos dadores de tiempo o agentes sincronizadores como aquellos que proporcionarán la vivencia de un tiempo primordial, compartido con todos los seres vivos, tiempo cósmico. A través de la unión con su madre tiene una vivencia del tiempo universal. Esta vivencia se inicia en el claustro materno pero será de especial importancia en la experiencia emocional del maternaje una vez fuera de él. Como todo ser vivo, tiene ritmos internos. En el caso humano, lo sensorio (calor, olor de la piel, leche, voces…) impacta en su ser y lo lleva a través de un complejísimo sistema PNIE a internalizar el mundo, a respirar ambiente, a incorporar el entorno como propio en el sentido de tener una representación de alto valor simbólico y afectivo. Se va produciendo entonces la creación del mundo transicional, a mitad de camino entre el objeto real y el objeto imaginario que tan bellamente ha descripto Winnicott al referir a los objetos del pequeño: manta, almohada u otro objeto que la madre ¨respetarᨠen el sentido de comprender que tiene para él un significado especial, será necesario para irse separando de ella. Podrá entonces tolerar la espera. Si este proceso se produce, el sujeto ha tendido las bases de un narcisismo normal, los fundamentos de su ser creativo. La capacidad de tolerar la espera será un primer paso hacia la posibilidad de convertirse, a través del curso de la vida, en un sujeto envejeciente saludable.

La espera será una vivencia para el recién nacido pero ya estaba contemplada en su constitución dado un sistema neuro-inmuno-endocrinológico que ¨espera¨ encontrarse con el cuidado tutelar que requiere para completarse.

Será entonces la incorporación de un tiempo cósmico, primordial, universal lo más central en esta etapa temprana. Recordemos la ubicación de este tiempo en relación a la esfera vital, relacionada con el cerebro evolutivamente más antiguo, el cerebro límbico y de ello el hipocampo que efectúa conexiones a través del hipotálamo y del tálamo con el neocortex en su parte sensorial, simbólica, motora y proyectiva.

La vivencia de sentido, de correspondencia entre su mundo subjetivo y el mundo natural y de la cultura llevan al sujeto envejeciente a sentir su pertenencia y su trascendencia .Vivencia un mundo transicional, ni interno ni externo, mundo potencial y en continuo devenir donde lo interno y el entorno tienen una relación inherente. En este sentido, si bien el tiempo cósmico nos acerca al concepto de naturaleza ya que está en todos los seres vivos, la vivencia de este tiempo es ante todo una construcción humana sujeta a una historia relacional temprana y no podemos decir que venga así determinada para todos los hombres. Tal vez sí podamos decir que es una adquisición que los encuentros durante el curso de la vida pueden otorgar.

La vivencia de un tiempo primordial, sujeto a ritmos, le dice entonces, a medida que envejece, de otros ritmos que se enlazan con el suyo, comprende así que es una parte en el río de la vida. La muerte no es entonces algo que le viene de afuera, sino algo que ¨camina con él¨ (Kovadloff, 2008) Podemos entonces construir una representación que nos permite sentir la pertenencia a nuestro entorno, nuestra profunda y necesaria comunicación con él, se asienta en la vivencia de reconocimiento de lo mucho que compartimos en ¨un ecosistema de diversos que se inter- necesitan.mutuamente¨ (Ivern, 2009)

Para que esta vivencia pueda darse en un hombre añoso seguramente habrá tenido que vivir otras muchas situaciones anteriores en su curso de vida que concluyan en ello. Se trata de una vivencia de satisfacción vital, paradojalmente en un momento en que puede que el cuerpo duela en muchos lados. Se trata de una vivencia del tiempo compartido con el mundo y con lo que de él ama y puede comprender, más allá de lo consciente. Consiste en la vivencia de un tiempo que lo trasciende. Hasta el punto que, dejarles el lugar a los otros ya no es tragedia sino necesidad.

¨Como viajeros transitorios del eterno río del tiempo embarcamos en un punto y desembarcamos en otro para darles lugar a los que río abajo esperan subir a bordo¨
(Ling Yutan, citado por de Grado, 2001)

A pesar de la visión prejuiciosa y descalificadora que prevalece en nuestro tiempo respecto del envejecimiento, la posibilidad de abarcar la propia existencia por medios audiovisuales, de tener delante de nuestros ojos una vida personal en sus distintos momentos, favorece una visión integradora de la existencia. La abundancia de material fílmico y fotográfico de las biografías desde el nacimiento hasta la muerte, nos dan una comprensión de conjunto y una posible conjetura sobre la sucesión de una vida con su proyección en el eje temporal de las generaciones. El hecho, cada vez más frecuente, de que existan simultáneamente cuatro o cinco generaciones al extenderse notablemente la vida, también favorece una mirada dialéctica prospectiva retrospectiva del ¨transcurrir¨.

Queda establecida en esta experiencia temprana, al incorporar la capacidad de tolerar la espera, lo que denominamos un narcisismo normal que dice de un equilibrio y decir equilibrio es decir búsqueda permanente de continuidad a través de los repetidos y sucesivos cambios. Las experiencias y encuentros significativos con otros, que el sujeto que envejece pueda construir, lo afianzarán o mostrarán su precariedad yoica. A ello contribuyen su capacidad o pobreza de simbolización y la fortaleza o debilidad de su ideal del yo, instancia del aparato psíquico que ha inhabilitado al yo ideal (de Grado, 2009). Tanto la simbolización como la construcción del ideal del yo se dan en un tiempo, requieren del ejercicio de una tarea, de un transcurrir. Si acepta las pérdidas que aparecen en su camino no es porque sea inmune a ellas sino porque confía en las posibilidades que un nuevo aprendizaje le brinda. Si afronta los duelos ante los cambios aún al verse conmovido profundamente hasta el punto de sentir que pierde el hilo de su continuidad identitaria, y no obstante sigue en la tarea de simbolización y recreación de su existencia, es porque ha aprendido el valor de la espera y de los ritmos de los que la espera forma parte. Hay algo muy armónico y constructivo en esos ritmos y también algo destructor y temido pero que en última instancia la vivencia del tiempo reconstruye para permitirle una visión cada vez más integradora.

La espera contribuye al descubrimiento de la ¨novedad¨, el sujeto sano que envejece incorpora lo actual como parte de su bagaje existencial, lo incorpora a su biografía. Despojemos a la novedad del carácter ¨atractivo y vendedor¨ que nuestro medio le impone, la ¨novedad¨ puede ser aquello que muestra nuestra vulnerabilidad ante lo que respondemos a veces con mecanismos de negación o represión. Envejecer sanamente es entonces, incorporar los cambios en la imagen, en lo funcional, en la agudeza sensorial, los cambios en el entorno, la pérdida de las personas amadas. Es, en definitiva saber que estamos atravesados por la castración. Es también incorporar el aprendizaje y el nuevo sentido que estas pérdidas imprimen en la vida en la forma de recreación y creatividad. Es incorporar también, a partir del encuentro con el otro, lo que está escindido, lo que nunca tuvo representación produciéndose entonces una verdadera creación (Zukerfeld, 1999)

Cierto es que nuestra sociedad no trabaja para la aceptación de nuestro envejecimiento y que de acuerdo a las propuestas de nuestro medio viviríamos huyendo de este aprendizaje hasta el punto de encontrarnos un día siniestramente sorprendidos por poseer todos los atributos de una edad muy avanzada sin entender de qué trataba esa transformación: ¨la silueta pesada por la gordura que predomina en ciertas regiones, (vientre y cadera) la piel sin hidratación ni elasticidad, con arrugas, las varicosidades que se acusan, las venas sobresalen, los cabellos escasos, encanecidos. A todo ello sumadas las alteraciones auto perceptibles de las funciones oculares y auditivas, el incremento de la fatiga muscular y un cambio en la velocidad de respuesta adaptativa a ciertos estímulos (por ejemplo, sexuales)¨ (Salvarezza, 2002) ¡Y como si esto fuera poco, todo ello sin haber incorporado aprendizaje alguno!

Conclusión

Se trata entonces de incorporar la capacidad de ver estos procesos no sólo como ¨disminución¨ sino como ¨posibilidad¨ de un ¨nuevo aprendizaje¨. (Zarebski, 1999) La vivencia de un tiempo cósmico contribuye a ello porque equivale a aceptar los cambios como parte de todo lo vivo. Además otorga al sujeto la vivencia de sentido, de correspondencia entre su mundo subjetivo y el mundo natural y de la cultura, entre su mundo interno y el entorno. Le hace sentir como propio el mundo de los otros.

Citas bibliográficas

de Grado C. (2001): Mi nieta Catalina. Buenos Aires: Ed Arg de hoy.

(2009): Envejecimiento y Futuro. Trabajo de Tesis, inédito.

Ivern A. (2009): Cuerpo y Creatividad. Revista Cuadernos de Campo. Buenos Aires.

Kovadloff S. (2008): El enigma del sufrimiento. Buenos Aires: Emece Ed.

Montero G.J. (2005): La travesía por la mitad de la vida. Exégesis psicoanalítica. Santa Fe, Argentina, Ed. Homo Sapiens.

Reyes P. E. (2002): El cerebro y la temporalidad humana. Buenos Aires: Ed. Dunken.

Salvarezza L. (2002): Psicogeriatría. Teoría y clínica, Buenos Aires: Ed. Paidos, edición revisada y ampliada.

Winnicott, D. W. (1972): Realidad y juego, Buenos Aires: Ed. Granica.

(1975): El proceso de maduración en el niño, Barcelona: Ed. Laia.

Zarebski G. (1999): Hacia un buen envejecer, Buenos Aires: Ed. Emece.

(2005): El curso de la vida Diseño para armar, Buenos Aires: Ed. científica y literaria de la Universidad Maimónides.

Zukerfeld R. y Zonis de Zukerfeld R (1999). Psicoanálisis, vulnerabilidad somática y tercera tópica, Buenos Aires, Ed. Lugar.

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