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Número 33 - Septiembre 2016

Apoyo psicosocial a población anciana en casos de desatre en medios rurales y urbanos

Dr. Fernando Quintanar Olguín
quintanarof@yahoo.com

Programa de Investigación en Psicología del Envejecimiento, Tanatología y Suicidio
de la FES Iztacala UNAM

Resumen
En el presente documento se exponen diversos casos de desastres, desde huracanes hasta movimientos armados, en los que han ido afectadas las personas mayores. Se definen conceptos clave en el tema de desastres, y se revisa la importancia de reconocer los eventos significativos que se dan a partir de diversas formas de desastres. Al final se comentan las formas de comportamiento más comunes en las personas mayores en casos de desastres, y se proponen pautas que orienten el trabajo psicológico con personas mayores en ambientes tanto rurales como urbanos cuando se enfrentes a diversas formas de desastres.
Palabras clave.
Desastres, rural, atención psicológica

Introducción

La población anciana, o de adultos mayores como se suele nombrarla, es una población con sus características propias y diferentes de los que viven en medios urbanos a los que viven en medios rurales; además suelen verse más afectados por fenómenos naturales que los pueden llevar a condición de desastre como es el caso de los huracanes. La finalidad del presente documento es presentar al lector algunos de los efectos de desastres en la población adulta mayor que vive en diferentes escenarios, planteando una propuesta de puntos de atención a partir del análisis de diferentes experiencias en situaciones de desastre. En México aún no contamos con estadísticas propias de población adulta mayor afectada por desastres, casi todo lo publicado se refiere a población en general, y por tal razón lo escrito aquí pretende que pueda ser punto de referencia a partir de la experiencia y no solamente de la teoría.
Lo que el lector encontrará en este texto es parte de la experiencia obtenida por el autor al tener que participar en diferentes tipos de desastres apoyando a grupos con discapacidad y a adultos mayores. Dadas las demandas para brindar atención y poder darle cierta coherencia conceptual al trabajo realizado, fue necesario formular una definición de vejez que incluyera las características positivas y realistas del envejecer. En este sentido, y para fines de poder realizar nuestro trabajo se definió a la vejez como “la etapa de la vida previa a la muerte natural, etapa en la que se materializan los resultados de las condiciones individuales y sociales de un estilo de vida; es una época psicohistóricamente determinada que se caracteriza por la polaridad entre el deterioro y las limitaciones personales y la depuración de recursos, experiencias y habilidades propias de un individuo dentro de un margen de edad máxima, especificada por un grupo social” (Quintanar 1996). Desde esta definición se puede trabajar con una idea de la vejez que incluye otras posibilidades, tan necesarias en entornos socales, y no solamente trabajar con la imagen del deterioro, pues conserva la idea de la depuración de recursos que se tiene al envejecer y que muchas personas adultas mayores han puesto en juego para sobrevivir, mostrando una alta capacidad de resiliencia.
Es común encontrar en la práctica clínica de la psicología que veamos a personas que han superado situaciones que parecen imposibles y llegan a estar satisfechas con su vida, a pesar de todo lo sufrido. Las entrevistas clínicas de estas personas hacen pensar en que la llamada resiliencia, como habilidad para adaptarse a los cambios y sobrevivir cada día, tiene más un origen en la historia de vida que de rasgos de personalidad, pues dicha resiliencia se desarrolla a partir de eventos significativos que marcan la historia de la persona.

Concepto clave en el estudio de desastres

Trabajar en condiciones de desastre, para atender a personas en momentos críticos, requiere que los interventores tengan formación gerontológica que les permita ver de manera generacionalmente diferenciada los efectos del desastre.

El Plan Nacional de Atención de Desastres de Colombia (2002) define como Desastre “el daño o la alteración grave de las condiciones normales de vida en un área geográfica determinada, causada por fenómenos naturales y por efectos catastróficos de la acción del hombre en forma accidental que requiera por ello de la especial atención de los organismos del  Estado  y de otras entidades de carácter humanitario o de servicio social”.

La experiencia en desastres puede llegar a ser un evento significativo de las personas pues se transforma en un punto de referencia de cambios drásticos en la vida personal que los lleva a tomar decisiones importantes para ellos y su comunidad, y los adultos mayores en condiciones rurales suelen tener varios eventos significativos por condiciones naturales a lo largo de su vida.
El desastre se entiende como una situación de emergencia donde se requiere la especial atención por parte del Estado y de otras entidades sociales.  Algunos investigadores de los fenómenos de desastres, calamidades y emergencias en el mundo, definen un desastre como un evento que ocurre de repente, inesperadamente e incontrolablemente, de naturaleza catastrófica, que implica la pérdida o la amenaza de la vida o de la propiedad, perturba el sentido de la comunidad y a menudo, provoca consecuencias psicológicas adversas para los supervivientes. 

Por otro lado Toscana (2003) plantea que por desastre se entiende un proceso en el que intervienen uno o más fenómenos peligrosos, o amenazas, que inciden en una sociedad vulnerable, la cual ve afectado su funcionamiento cotidiano y, por lo regular, registra pérdidas humanas y materiales; dicho proceso se desarrolla en un estado de riesgo que puede variar en intensidad y tiempo. La amenaza se puede definir como la posibilidad de ocurrencia de un evento potencialmente peligroso asociado con un fenómeno físico (terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, inundaciones), un fenómeno social (guerras, terrorismo, atentados), o negligencia humana (accidentes aéreos o ferroviarios, explosión de material peligroso) que pueden presentarse en un sitio y un tiempo determinados, y colocar en una situación adversa a personas, sus bienes y/o medio ambiente. Por último, se considera que la vulnerabilidad es la falta de capacidad de resistencia y recuperación que presenta la sociedad en un desastre, y la incapacidad de evolucionar eficazmente para adecuarse a su medio.

La vulnerabilidad está dada por situaciones y decisiones anteriores al desastre, manifiestas en las características de la sociedad cuando se genera el desastre, así como por las situaciones y decisiones posteriores al mismo, que tienen que ver con la capacidad de recuperación y adaptación del individuo en particular y de la sociedad en general.

Baster y Roca (2006) proporcionan otras definiciones complementarias entre si. Mencionan que evento adverso es un fenómeno que ocasiona alteraciones en las personas, la economía, los sistemas sociales y el medio ambiente, derivado de la naturaleza,  generado por la actividad humana, o por la combinación de ambos y puede causar una emergencia o un desastre. La emergencia es un evento adverso que demanda  acciones de respuesta que pueden ser manejadas con los recursos localmente disponibles. Para estos autores el desastre es un evento adverso que demanda  acciones de respuesta que superan la capacidad  de la comunidad afectada. La amenaza es un factor externo de riesgo que constituye la potencial ocurrencia de un fenómeno o evento adverso, que puede generar daño en las personas o su entorno puede ser de origen natural, derivada de la actividad humana, o derivada de la interacción de la actividad humana y la naturaleza. También mencionan que la vulnerabilidad es la susceptibilidad o  predisposición intrínseca de un elemento o de un sistema de ser afectado seriamente. Por último, comentan que el factor interno de riesgo esta situación depende de la actividad humana, y que la gestión del riesgo es un proceso de planificación, organización y control dirigido a la reducción de riesgos, el manejo de desastres y la recuperación ante eventos ya ocurridos.

El riesgo de desastre implica que los daños pueden exceder las posibilidades de la comunidad para atenderlos, demandando una respuesta por encima de sus recursos. Por lo general los desastres dejan al descubierto la vulnerabilidad de las ciudades y poblados por los que pasan, pone de manifiesto el grado de pobreza en que se encuentran, así como la marginación, hacinamiento y proliferación de asentamientos irregulares, que generalmente surgen de una urbanización no planeada, resultante de las necesidades habitacionales de las familias, muchas de las cuales tienen integrantes ancianos.
En la mayoría de textos especializados en atención psicosocial ante la calamidad, se maneja el concepto de desastre asociado a situaciones de emergencia en grado extremo en la cual casi todos los factores básicos que rodean a una comunidad o grupo, se desestabilizan gravemente. Desde diversas ópticas, los desastres son eventos traumáticos colectivos que se caracterizan porque el suceso que los precipita puede afectar a cualquier persona o grupo en cualquier momento y sin relación con sus etapas vitales o sociales de desarrollo. Son de aparición repentina y requieren de acción inmediata y tienen gran impacto sobre grupos y comunidades enteras pues imponen una amenaza violenta e inesperada fuera de la experiencia diaria.

Ante los desastres se distinguen dos tipos de daños, unos son los que se deben a procesos naturales y otros los que son resultado de irresponsabilidad de funcionarios gubernamentales en materia de planeación. Los dos tipos de daños afectan de manera generacional a la población que los recibe.

Eventos significativos en la vejez y desastres.

El estudio de los eventos significativos en la vejez ha sido uno de los temas que más atención ha tomado en los últimos años pero se ha centrado en el efecto de dichos eventos en el estrés y sucesos psicológicos penosos o en sentimientos de zozobra sin abordar el impacto que como tales tienen en el desarrollo de la propia vejez. Los eventos significativos no necesariamente se asocian a situaciones de crisis y en la literatura se les reporta más vinculados al ciclo vital (Hurwics, Chorn, Boyd-Davis, Gatz y Bengtson 1992; Medrano, Cortés y Aierbe, 2004), en el caso de que los eventos importantes se relacionen con la depresión eso dependerá de la intensidad del evento, del momento en que sucede y del estatus socioeconómico (Hammen, Mayol, deMayo y Marks, 1986). Tanto los eventos significativos como los eventos de la vida diaria, en relación al contexto y los estilos de vida, se han investigado para identificar los cambios de humor y depresión de las personas mayores; particularmente a los eventos de la vida diaria se les relaciona más con la salud física y con el grado de dominio que se tenga sobre ellos, estos son los que permiten los diferentes modos de adaptación de las personas ancianas y el desarrollo de sus estilos de vida y patrones de conducta, Lawton, DeVoe y Parmele, (1995) señalan que el estudio de estos eventos ayudaría a la organización de centros gerontológicos y al diseño de programas de intervención psicológica.

Estos eventos han sido evaluados mediante historias de vida y afectan de diferente manera a las relaciones familiares en tres generaciones pero son comunes a los integrantes de dichas generaciones. De hecho los éxitos y los fracasos en estos y otros eventos son los que se experimentan como fuente de progreso individual que pueden estar asociados a crisis personales y transiciones circunstanciales. Los eventos asociados a la madurez abarcan aspectos relacionados con:

  1. La forma como se asume la relación temporal de la persona (presente, pasado y futuro).
  2. La relación entre lo aprendido y lo nuevo.
  3. La relación entre la estabilidad y el cambio.
  4. El reconocimiento de la interacción entre los cambios biológicos, psicológicos y sociales.
  5. El equilibrio entre el concepto de sí mismo y los cambios de rol.
  6. El desempeño de tareas complementarias entre la masculinidad y la feminidad.

La vejez y los desastres como eventos significativos.

Los eventos significativos pueden ser de diferente naturaleza, pero tienen en común que marcan momentos importantes en la vida de la persona a partir de los cuales cambian actitudes, posibilidades de convivencia, reconocimiento de la fragilidad personal o de la satisfacción por lo realizado. Se modifican las metas, esperanzas y necesidades; pero, quizá lo más importante, es que a partir de ellos la persona se ve diferente a sí misma en alguna cualidad particular. En nuestra experiencia se ha podido observar que los desastres hacen más patente la fragilidad de las personas mayores al llevarlos a situaciones en donde descubren más debilidades de las que suponían que tenían, se les enfrenta con las consecuencias del paso del tiempo y el asumir que los cosas prácticamente serían igual que siempre, hasta que las destrucción les muestra lo contrario. 
Sin embargo la investigación gerontológica pocas veces ha tratado este tema en relación a sus implicaciones prácticas, y en la mayoría de los reportes se ha trabajado con población institucionalizada o semi cautiva. Thomas y Chambers (1989) resaltan eventos que se consideran sobresalientes o significativos y los clasifican en importancia de la familia, de las creencias religiosas y  de satisfacción con la situación de vida presente. Sin embargo no se reconoce que con el tiempo cambian las circunstancias sociales y el contexto, lo que obligaría a plantear nuevos términos y sus definiciones para comprender mejor el tema de la vejez, incluso sería necesario redefinir algunos términos ya conocidos en gerontología.

Lo anterior lleva a pensar que los llamados eventos significativos cambian de sentido en el tiempo, y por tanto de generación en generación. Esto tuvimos oportunidad de verlo al comparar las experiencias con el huracán Gilberto, en el que el riesgo de desastre siempre estuvo presente y con él la posibilidad de desalojar el lugar de residencia; posteriormente con el huracán Paulina, hace más de catorce años, se tuvo una de las experiencias más drásticas en la atención a personas ancianas y cuidadoras de familiares con discapacidad, pues no se tenía garantía de seguridad y a dónde llegar, en ese caso la destrucción fue extrema y se cerraron caminos y carreteras que quedaron destruidas e incomunicaron a muchas poblaciones pequeñas. En el reciente huracán Carlotta la experiencia fue menos destructiva pero puso en evidencia la falta de conocimiento sistemático y organizado para actuar en condiciones de desastre en las costas de Oaxaca, aún ahora falta que las instancias gubernamentales puedan reconocer y aceptar la participación de la organización social de la propia comunidad, y que no todo lo quieran atender dando recursos de manera individual cuando se pudiera atender de manera grupal a segmentos sociales de la comunidad. Pero además, también se sigue viendo a las personas mayores como otros adultos, y no se reconoce las diferencias cotidianas en las que viven. La experiencia de pérdidas súbitas y totales también pueden convertirse en detonadores del reconocimiento de la propia vejez, al llevar a la personas a darse cuenta que ya no tienen la misma vitalidad y apoyo que tuvieron antes, con lo cual estas experiencias se convierten en eventos significativos.
Asociadas a los eventos significativos se encuentran las relaciones significativas de la familia y la presencia de encuentros sociales que son breves pero altamente significativos en el tiempo, sin embargo lo importante tanto en los eventos como en las relaciones no necesariamente es algo positivo. Whitbeck, Hoyt y Tyler (2001) plantean que en las relaciones de las personas ancianas y sus hijos compartir acontecimientos vitales ayuda a construir sentimientos comunes y cambia la dinámica de las relaciones familiares.

Consecuencias de desastres para adultos mayores en zonas rurales

Los diferentes desastres tienen afectan de distinta manera a la población anciana en medios rurales y medios urbanos. En los urbanos hay más posibilidades de asistencia y comunicación, pero también hay mayor población anciana que vive sola y en lugares marginales. En el medio rural los mayores se encuentran más dispersos y también suelen vivir solos o con la pareja que también es mayor, pero en ese caso la pérdida de sus propiedades y animales tiene un sentido diferente al de las pérdidas en zonas urbanas. Por lo general en las zonas rurales se vive con animales a los que se les toma un mayor aprecio tanto por alimentación como por compañía por lo cual los efectos del desastre cambian. Los principales aspectos psicológicos comunes durante un desastre son:

  1. Intensos sentimientos de malestar, inquietud, desamparo e indefensión.
  2. Miedo a perder la propia vida y la de los demás.
  3. Predominio de un estado emocional sobre otro racional, asociados a la necesidad de buscar mecanismos de control de la situación.
  4. Sentimientos de solidaridad por la situación compartida.
  5. Aceleración de la toma de decisiones inmediatas para sobrevivir.

En el caso de la situación inmediata posterior al desastre los aspectos psicológicos más comunes para abordar una situación inesperada son:

  1. Emociones o sentimientos negativos como temor, ansiedad, frustración, ira o culpabilidad.

b)  Sensación  de  impotencia  e  ineficacia   para   resolver   problemas  y   controlar          
     emociones.
c)  Sensación de pérdida de sus capacidades reconocidas y confusión sobre la propia   
     identidad.

  1. Búsqueda intensa de soluciones a problemas pero con dificultades cognitivas para tomar decisiones sobre asuntos propios y de familiares.
  2. Desorganización de la conducta que afecta la vida familiar y de trabajo.
  3. Riesgo de presencia de comportamiento antisocial y violento.
  4. Riesgo de influenciarse por líderes fanáticos y tendenciosos.

La experiencia que hemos tenido en varios desastres también nos ha mostrado que, en el caso de la población anciana en ámbitos rurales, las formas de comportamiento que se pueden observar son:

  1. Resistencia a abandonar el lugar de estancia.
  2. Soledad ante la falta de apoyo familiar.
  3. Tendencia a actuar para solucionar necesidades del momento y no poder pensar a futuro.
  4. Sobre carga por la responsabilidad de cuidar a quienes dependen de ellos.
  5. Un enorme apego a la creencia religiosa y disposición para aceptar lo que suceda como un deseo de Dios.
  6. Búsqueda de animales sobrevivientes de su propiedad.
  7. Pueden surgir conflictos familiares por intereses encontrados.

En el caso de los desastres, las crisis económicas, los conflictos armados o los conflictos laborales, tendríamos que tener una idea más dinámica de ellos como eventos significativos y no solamente reducirlos a categorías de sucesos, pues la visión de los jóvenes es diferente a la de los adultos y adultos mayores, no deben resolver los mismos problemas pues sus prioridades son diferentes.
Cuando el anciano se traslada a vivir al domicilio de su hijo/a aporta los problemas correspondientes a su ciclo vital personal y familiar (enfermedad, pérdida o separación) a los de la familia de hijo/a que lo acoge, que a su vez puede estar viviendo crisis familiares (hijos adolescentes, salida de los hijos del hogar) o individuales (desempleo, jubilación, menopausia, ancianidad, pérdidas entre otros).
De la adaptabilidad de esta familia y de cómo resuelvan esta situación dependerá que la nueva incorporación contribuya a su crecimiento y el de sus componentes, o genere una inadaptación que desemboque en conflictos y quizás en enfermedad.

Una nueva incorporación en la familia ocasiona cambios en las reglas, también puede crear nuevos subsistemas como son alianzas entre el abuelo y los nietos o entre abuelo y padre o madre, perturbando el sistema parental. Tenemos que pensar que el anciano no solamente se incorpora a una nueva familia (aunque sea la suya), sino que para ello ha tenido que abandonar su hogar, y en ocasiones su pueblo, trasladándose a una ciudad, desconocida en parte y con unas formas de vida muy distintas de las suyas. En el caso del anciano rural hay que ubicar el impacto de los cambios según salga del pueblo, o de su rancho, que generalmente está más aislado.
Dada la importancia de los acontecimientos vitales en la vida de cualquier persona, es necesario diferenciar aquellos que son propios de estilos o formas de vida urbanas en comparación con los que caracterizan la vida rural. La naturaleza de los sucesos en los escenarios en los que se vive marca en buena medida lo que se pueda llamar un acontecimiento vital o evento significativo. Los acontecimientos vitales toman sentido por la forma en que suceden y el momento en que se dan, pero muchos de ellos son considerados como vitales a partir de la presión del grupo social, en la medida de que un colectivo de personas valoren de manera similar un suceso entonces se le legitima y representa de manera diferente a como se haría individualmente.

Muchos eventos significativos, o acontecimientos vitales, tales como la muerte de la pareja o los hijos, la migración masiva de grupos generacionales o la pérdida de bienes y propiedades, llevan a las personas a vivir en una soledad no deseada ni esperada. Lo drástico de la aparición de estos eventos altera de tal forma el estilo de vida que también influye deteriorando la calidad de ésta, pero las situaciones se complican si los cambios y pérdidas se dan de manera masiva e inesperada como en los desastres.

Un comentario aparte merece la relación que se tiene con mascotas y animales de rancho; la convivencia con ellos puede llegar a ser tan significativa para las personas ancianas o enfermas que la pérdida de dichos animales puede convertirse en un evento significativo que marca la vida que transcurre en el tiempo posterior al suceso, o incluso el resto de toda la vida. Aun cuando se tengan varias mascotas, o diferentes cabezas de ganado y aves, se suele establecer una relación diferenciada con ellos; hay mascotas y animales preferidos y consentidos, de ahí que la pérdida de alguna de ellas pueda ser muy dolorosa para sus dueños y se le calora como un evento significativo. 

Impacto psicológico de un desastre.

El Plan Nacional de Atención de Desastres de Colombia (2002) señala que el impacto de una crisis como consecuencia de un desastre dependerá de tres factores fundamentales:

1. La naturaleza de la catástrofe y su significado psicológico.

2. El estado de vulnerabilidad y recursos reactivos propios del sujeto, del grupo y la comunidad.

3. El tipo de ayuda o recursos externos que los afectados puedan recibir.
Se mencionan las principales situaciones y cuatro fases de desarrollo para identificar factores de afectación de condiciones emocionales y psicosociales, como un panorama que permite vislumbrar las dimensiones de un abordaje.
3.1. Fase critica. Impacto Inicial del desastre. Exige una estructura básica de interacción social orientada hacia la acogida sin estructura organizativa formalizada que busca amortiguar el impacto, promover la continencia. Representa un momento de muy alto riesgo y no debe alargarse por su alto impacto en la población. Se enfrentan los siguientes sucesos emergentes:
Impacto inicial drástico- perdida de vidas – pérdida de viviendas - daños en instalaciones – necesidad de atención inmediata
3.2. Fase de Emergencia. Orientada a la supervivencia de las personas. Se establecen relaciones de interdependencia para la creación de ámbitos de ayuda mutua o apoyo mutuo para la adaptación psicosocial y la asimilación del suceso. Es el momento que requiere de mayor intervención psicosocial porque busca la adaptación funcional progresiva y de anclaje a los antiguos e incluso nuevos referentes familiares y sociales.
3.3. Fase de intervención de efectos psicosociales y físicos. Está orientada a la reconstrucción de condiciones sociales, el reestablecimiento de condiciones de estabilidad de las personas y es denominada de resocialización, ante lo que no volverá a ser como antes. Esta fase está asociada a procesos de asunción progresiva de la autogestión de la situación con una estructura social básica, orientada a la colaboración con ámbitos de autoayuda, ayuda mutua, solidaridad y equipos de trabajo que hagan sostenible y duradera la intervención.
Este tipo de estructura social de intervención permitirá efectuar una  intervención adecuada e idónea en casos de duelos, orfandad, personas extraviadas, afectación psicosocial, pérdida de referentes, fractura cultural, reconstrucción de instalaciones, y reinstalación de servicios.
3.4. Problemas colatelares que pueden agravar la situación de desastre. La comunidad afectada puede empezar a expresar demandas de atención que pueden evolucionar en surgimiento de comportamientos delictivos tal como pasó en el terremoto del 85. Además pueden agudizarse las carencias de servicios de salud e higiene, e incluso puede surgir la manipulación política de los acontecimientos, y donde la población anciana se encuentra en la condición más vulnerable de la sociedad.

 

Experiencias en desastres y atención a la población adulta mayor.

En este sección se presentan las experiencias en el caso de diferentes desastres, y al final se comentará la forma en que se vieron afectadas las personas adultas mayores. La mayoría de los casos presentados corresponden a la experiencia en un centro de atención a personas con discapacidad llamado C.A.I. Piña Palmera y se encuentra localizado en la zona rural en las costas de Oaxaca en Zipolite, se encuentra localizado en una zona con alto riesgo ambiental y social, además ahi hay mucha población de cuidadores de personas con discapacidad que frecuentemente son mayores. Los otros casos sucedieron cuando fui responsable del programa de psicología de una casa hogar para ancianos en el DIF, y tuvimos la oportunidad de atender varios casos afectas por desastres en zonas urbanas.

Desastres en zonas rurales
Huracán Gilberto
Fue el 12 de septiembre de 1988 cuando el huracán Gilberto provocó en total 318 muertes: 202 en México, Gilbert se formó el 8 de septiembre de 1988 como la depresión tropical número 12 de la temporada, cerca de las Islas de Barlovento. Comenzó como una tormenta tropical en el Atlántico. Llegó a ser uno de los peores huracanes de la historia y alcanzó la categoría 3, con esa fuerza golpeó Haití, Jamaica e Islas Caimán. Dos días después, el 14 de septiembre de 1988, el huracán, de categoría 5 con vientos de 270 kilómetros por hora, se enfiló sobre la península de Yucatán y Cancún era el punto de colisión. Gilberto provocó inundaciones devastadores en el noreste de México (particularmente en Monterrey donde el ojo pasó casi por encima de esta ciudad como huracán de entre categoría 2 y 3). Este huracán puso uno de los primeros avisos de cómo se podrían haber visto afectadas las personas adultas mayores en zonas rurales y marginales; en la zona donde trabajamos no hubo muertes pero si daños materiales.

Efecto en la vejez de la guerrilla y la crisis social: el caso del EPR
Vázquez (2007) escribió un reportaje donde señala que el 28 de junio de 1996, un año después de la masacre de Aguas Blancas, se dio la presentación pública del EPR, y el 28 de agosto de ese mismo año el EPR lanzó una ofensiva fracasada en Oaxaca y Guerrero.
El 28 de agosto del mismo año, el EPR apareció por primera vez en el estado de Oaxaca como parte de su campaña político-militar en otros estados. En la acción, y conforme a lo expuesto en el parte militar del Ejército Mexicano, se expresó que un destacamento del EPR tomó alrededor de las 9:15 de la noche el municipio de Tlaxiaco, Oaxaca. En la madrugada del siguiente día, dos destacamentos del EPR tomaron por 45 minutos el poblado de La Crucecita, en Santa María Huatulco, donde se enfrentaron con miembros de la Armada, de la Policía Judicial Federal y policías preventivos de Oaxaca, muriendo once marinos y policías, además de un civil. Por su parte, el EPR reportó once muertos y dos heridos. Hay que señalar que en esta zona hay poblados cafetaleros, y los habitantes suelen salir por varias semanas a recolectar café, pero quienes se quedan en el pueblo son algunas mujeres, las personas muy ancianas, las enfermas o las que tienen discapacidad, y todas ellas son un grupo altamente vulnerable, pero varios de ellos tenían hijos que formaron parte de la guerrilla, por lo cual si morían quedaban sin familia.
El 31 de agosto, cuando se retiraban de Santa María Huatulco, nuevamente se enfrentaron con miembros del ejército mexicano en La Perdiz, San Mateo Piñas, donde murieron dos soldados y un guerrillero. En la madrugada del 28 de Agosto dos destacamentos del EPR tomaron por asalto La Crucecita por un lapso de  45 minutos en Santa María Huatulco, donde se enfrentaron con miembros de la Marina Armada México,  la Policía Judicial Federal y policías preventivos de Oaxaca, muriendo marinos y policías, además de un civil. Por su parte, el EPR reportó once muertos y dos heridos.
Los familiares de los efectivos caídos recibieron provisionalmente el apoyo del gobierno del estado  en ese se entonces otorgo predios en forma simbólica y  ubicados en las Bahías de Huatulco, por concepto de  indemnización a las hoy en dia  viudas de los elementos abatidos en el ataque en emboscada por el EPR, dichos predios fueron otorgados después de los acontecimientos en el año de 1997. A la fecha las viudas que  recibieron el apoyo, no tienen la garantía  de  una certidumbre jurídica ya que no cuentan ni con escritura alguna de la propiedad ni con ingresos que les garanticen su sustento.
El gobierno solo entregó el terreno y la carta de asignación,  no hubo ayuda alguna para la edificación de las viviendas por lo cual a base de esfuerzo y privaciones, hoy en día cuenta con un patrimonio propio, pero  gracias al producto de su trabajo personal y a una  constructora que les edificó y ayudó con un cobro  considerable  para su vivienda,  incumpliendo y dejando en el desamparo total, sin certidumbre jurídica, a los viudas del ataque del EPR en Huatulco. Hoy en día aún hay algunas viviendas de madera que actualmente se encuentran en el lugar, y que  incluso ya no son habitadas, ya que las viudas tuvieron que emigrar a otro lugar a manera de mejorar su situación económica.

Huracán Paulina
Existieron pocas observaciones de superficie durante el paso del huracán Paulina y varias zonas del sureste de México experimentaron con mayor magnitud los intensos vientos del huracán en 1997. Puerto Escondido, localidad cercana al sitio donde Paulina tocó tierra, reportó una racha de vientos de 115 kilómetros por hora antes de que el huracán se retirara del área, aunque no hubo reportes disponibles de esa hora. El huracán Paulina afectó ligeramente al estado de Chiapas y en gran parte a Oaxaca y Guerrero, dos de las regiones más pobres de México. Ha sido el más letal y severo huracán que ha golpeado a México desde un huracán en 1959 y después del Gilberto, causando daños por $7.5 mil millones en daños (según se valoró en 1997).
La cantidad exacta de muertes se desconoce, un día después de la tormenta se confirmaron 123 muertos. Cuatro días después del paso del huracán, un reporte de noticias de Reuters declaró que había 173 muertos con aproximadamente 200 desaparecidos, mientras el gobierno de México emitía un reporte de 149 muertos. Por su parte, reportes de los medios de comunicación indicaron que había una cifra de muertos de por lo menos 230 personas, mientras la Cruz Roja Mexicana estimaba un total de 400 muertos y por lo menos 1900 desparecidos. El estado de Oaxaca fue declarado en estado de emergencia poco después de que el huracán entró a tierra. El paso del huracán afectó miles de hogares y dejó aproximadamente 250 000 personas sin hogar en el territorio estatal y dejo sin electricidad algunas áreas, sin agua para beber, y telecomunicaciones por varios días. Por lo menos 110 personas murieron en el estado, con cientos de miles de residentes y 1278 comunidades afectadas. Horas después que el huracán pasara por el área, brigadistas se trasladaron en botes a las áreas más afectadas por inundaciones para ayudar a la población. Las inundaciones provocadas por el huracán, combinadas con aguas negras en muchas áreas pobres del sureste de México, condujeron a la amenaza de propagación de enfermedades.
Una semana después del huracán, 500 comunidades en Oaxaca permanecían aisladas y sin ayuda, así como varias comunidades en Guerrero que no recibían ayuda material. El gobierno envió helicópteros a áreas remotas, pero la neblina y la fuerte lluvia después del huracán detuvieron las operaciones y organizó la provisión de comida a comunidades montañosas lejanas; estas actividades conllevaban un serio riesgo debido a las condiciones climáticas. Pero hay que señalar que en toda la información que se brindó no se supieron cuantas personas adultas mayores o con discapacidad se vieron afectadas o murieron, pues en los pocos datos disponibles se observó que casi no murieron niños sino personas adultas de las que no se reportó la edad. En nuestro trabajo en las rancherías de la zona hemos encontrado familias de catorce a diez integrantes, pero varios de ellos tenían alguna discapacidad; también hemos encontrado con casos de familias donde solamente viven en las rancherías los padres y un hijo joven, pero que tiene discapacidad y no hay hermanos que lo ayuden, además es común que alguno de los padres sea mayor que otro. El huracán Paulina evidenció la carencia de redes de información sobre las características generacionales de los habitantes de la zona, y sobre todo de su falta de calidad de vida.

Explosión en Zipolite
En el año 2001 hubo un incendio en las playas de Zipolite que puso en evidencia otra forma de desastre. El incendio se produjo por una explosión debida al sobrecalentamiento de un tanque de gasolina por exposición al sol. Por fortuna no hubo desgracias personales pero si cuantiosas pérdidas materiales, y por supuesto que los más afectados fueron personas adultas mayores que perdieron buena parte de sus bienes y propiedades.
La explosión destruyó principalmente negocios y techos de palma de las palapas y cabañas que servían como vivienda. Eso desorganizó los ritmos de la vida cotidiana y tardó varios días en poderse recuperar pues no podían salir a pescar y no había productos que vender en los restaurantes y negocios. Por fortuna en una semana las cosas pudieron funcionar más o menos normalmente pero la recuperación de las pérdidas de bienes materiales tardó varios meses. Lo importante de este caso es que fue un acontecimiento que se presentó en una zona que vive del turismo, y la destrucción de los espacios afectó no solamente a las personas en sus bienes sino también en su forma de subsistencia.
Huracán Carlotta.
La zona costera y turística de Oaxaca fue la más dañada por el paso del huracán Carlotta en el mes de julio del 2012. La cifra preliminar de viviendas dañadas en el estado de Oaxaca, por el huracán que se degradó a tormenta tropical el sábado por la mañana, es de 12,500. La preocupación principal en la zona costera es restablecer los comercios para la llegada del turismo nacional e internacional, durante el periodo vacacional de verano que inició en julio.
El gobierno estatal dividió las zonas dañadas en dos, la primera incluye los municipios de la costa y la sierra sur; la otra zona abarca los municipios costeros. Carlotta, el tercer huracán de la temporada, tocó tierra con categoría 2 y vientos de más de 160 kilómetros que tumbaron aires y destruyeron palapas. También hubo afectaciones en el suministro de energía eléctrica, y se registraron deslaves. El meteoro también afectó a Chiapas y Guerrero.
Un reporte preliminar elaborado por el gobierno de Oaxaca, indica que más de 29 mil viviendas resultaron dañadas por las lluvias, tormentas eléctricas y vientos provocados por el paso del huracán ''Carlotta'' por territorio oaxaqueño, en tanto unas 300 brigadas de los tres niveles de gobierno realizan un censo para cuantificar los daños totales, tanto en viviendas, comercios e infraestructura pública. Desafortunadamente se repitió la falta de información que se había observado con el huracán Paulina. Hubo otros mecanismos de ayuda, pero no se contó con una diferenciación generacional que orientara sobre las acciones propias para cada grupo de edad, a los adultos mayores se les sigue tratando como otros adultos más.

Desastres en zonas urbanas
Terremoto del 85 en la Ciudad de México
Las acciones del Protección Civil del gobierno no cumplieron su objetivo. Después de los sismos ocurridos en el 85, y por la ineficiente respuesta institucional limitada al plan DN III, se creó el Sistema Nacional de Protección Civil, con el propósito de garantizar una mejor preparación, seguridad, auxilio y rehabilitación, para la población y su entorno, ante una situación de desastre. Su principal objetivo es proteger a la persona y a la sociedad ente la eventualidad de cualquier desastre, a través de acciones que reduzcan o eliminen la pérdida de vidas humanas, la destrucción de bienes materiales y el daño a la naturaleza, y para lograr esto se elaboraron tres estrategias básicas.
1) Articular y coordinar políticas de protección civil entre los distintos niveles y dependencias del gobierno.
2) Dar a la sociedad civil la oportunidad de organizarse con base en el principio de la solidaridad para recoger y encauzar la participación social.
3) Hacer una identificación y delimitación clara de los fenómenos destructivos, con arreglo a su incidencia y temporalidad dentro del territorio nacional.
Sin embargo las respuestas gubernamentales se han centrado en brindar ayuda individualizada y a espacios de servicios, dejando de lado la participación social organizada, que es la más realista según las condiciones en que se encuentran.

Explosión de San Juan Ixhuatepec
Las explosiones de San Juan Ixhuatepec de 1984 fueron una cadena de explosiones ocurridas en una de las plantas de almacenamiento y distribución de Petróleos Mexicanos (Pémex) en San Juan Ixhuatepec (Tlalnepantla de Baz, estado de México), dentro de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Dichas explosiones comenzaron a las 5:45 a.m .Tiempo del Centro (11:45 UTC) del 19 de noviembre de 1984.
El accidente provocó la muerte de entre 500 y 600 personas, enterradas en fosas comunales y un aproximado de 2.000 heridos, gran parte de los cuerpos estaban carbonizados, muchos de los fallecidos murieron envenenados por el gas propano.
El origen de la catástrofe ocurrió alrededor de las 5:30 a.m. cuando se suscitó la rotura de una tubería de 20 cm de diámetro que transportaba Gas LP. El sobrellenado de uno de los depósitos y sobrepresión en la línea de transporte de retorno, fueron uno de los probables factores que, por la falta de funcionamiento de las válvulas de alivio del depósito de sobrellenado, provocó una fuga de gas durante casi diez minutos. La zona habitacional era una zona de clase baja y áreas marginales, y los principales problemas de salud eran diabetes, alcoholismo, adicciones, así como problemas de violencia familiar y delincuencia. Esto ya proporciona una idea de cuan afectadas se veían las personas mayores, y la imposibilidad de ponerse a salvo.
Fue tal la radiación térmica que tan sólo el 2% de los cadáveres rescatados pudieron ser reconocidos, además el resplandor de la explosión pudo verse en lugares más lejanos del Valle de México. La magnitud de este desastre también hizo temblar la tierra lo cual fue registrado por algunos sismógrafos y sensores sísmicos.

Atención a la vejez como grupo vulnerable en caso de desastre
Actualmente hay propuestas para la atención a personas afectadas por desastres, y se considera que la atención se debe centrar en cuatro ejes. El primero es el psicológico y se refiere a desarrollar medidas para resistir o mitigar las situaciones de estrés y descontrol; el segundo es el apoyo y protección familiar que requiera una recomposición de los factores del hogar y cobijo; el tercero es el apoyo social general que requiere la reconstitución de referentes afectivos, búsqueda de conocidos, o grupos de afinidad o afiliación; por último, la localización del apoyo social institucional que pueda brindar refugio, cuidado de niños, ayuda alimentaria, proporcionar información y otros. Baster y Roca (2006) señalan aspectos importantes de los efectos de desastres en la salud.

Características de los eventos adversos y sus efectos sobre la salud.
- Existe una relación directa entre el tipo de evento que ocasiona un desastre y sus efectos sobre la salud.
- Algunos efectos son más potenciales que reales.
- Todos los daños a la salud, de darse, no ocurren al mismo tiempo.
- En los desastres,  las necesidades de alimento, vivienda y atención primaria de la salud generalmente no son totales.
- Las necesidades de respuesta iniciales son proporcionadas, en primera instancia, por la propia comunidad.

Efectos comunes a los eventos adversos en la salud:
- Reacciones sociales positivas. Se genera un espíritu de colaboración y apoyo mutuo en la comunidad.
- Incremento de las enfermedades transmisibles en relación con las condiciones previas. Las enfermedades transmisibles se incrementan si se deterioran las condiciones de salud ambiental y si ya existían en la comunidad antes de producirse el evento adverso.
-  Impacto en la salud mental individual y colectiva. Después de una situación adversa, siempre se produce una repercusión negativa sobre la salud mental individual y colectiva. Con frecuencia, los preparativos y los planes de respuesta están orientados a la atención de los daños físicos y no a los de salud mental.
- Desequilibrio entre la oferta de servicios y la demanda generada por el evento. El bloqueo de las vías y líneas vitales genera la pérdida o la disminución de la capacidad funcional hospitalaria, por disminución de los servicios públicos o por pérdida del acceso a la institución. Los eventos adversos demandan acciones de control y atención de daños, para lo cual se requieren recursos y servicios adicionales a los que normalmente se encuentran disponibles.
-  En la mayoría de los eventos adversos, la mayor demanda de los servicios de salud se produce en las primeras 24 a 48 horas. Después de las 72 horas, y en relación con las condiciones sanitarias, pueden presentarse otras enfermedades derivadas del consumo de agua contaminada, el hacinamiento, la exposición climática, el incremento de vectores, etc.

Todo este proceso sanitario es competencia de la llamada Medicina de Desastres (MD), estudio y la colaboración aplicada a las diferentes disciplinas de la salud para prevenir, proteger, preparar, rehabilitar y dar respuestas inmediatas a los problemas de salud que resultan de un desastre, en coordinación con otras disciplinas relacionadas con el manejo global de desastres.
Un sector poblacional que suele ser muy afectado, son las personas de 60 años o más, por sus condiciones biopsicosociales y la fragilidad que se presenta con los años, que ante situaciones como los desastres naturales pueden incrementar y por supuesto comprometer la salud del adulto mayor, las dimensiones psicosociales de los mismos suelen ser impactadas y si el análisis de la situación de salud familiar refleja la ausencia de factores protectores, entonces el compromiso puede ser mayor. La convivencia con otros adultos mayores o personas discapacitadas o incluso los propios estados de soledad física acrecientan el posible daño.

Funcionamiento  del adulto mayor en desastres
Dentro de la situación generada en un desastre, el funcionamiento de los ancianos depende del desarrollo gerontológico de la comunidad afectada, visto desde diferentes dimensiones. En el clima de pérdidas que acompaña el diario vivir de los mayores, desde lo micro hasta lo macrosocial, una situación de este tipo crea un daño adicional, que debe establecerse en un protocolo de actuación, en cuanto  a la forma de evacuación, las características del lugar de evacuación, los abastecimientos médicos, y otros recursos materiales, la preservación de las propiedades del adulto mayor, la morbilidad que puede aparecer en estos casos y la exacerbación de sentimientos depresivos, de pérdida y desesperanza que de forma precoz se observa en estos casos.
Esto repercute en el funcionamiento de un anciano integralmente y lleva implícito un cambio en la capacidad de adaptación y cambios en la capacidad de reacción. Es importante señalar el arraigo de los ancianos a sus propiedades, al lugar donde viven, en el que quizás nacieron, su relación con familiares que ya no existen o se encuentran distantes y el hogar constituye su punto de encuentro afectivo y de identidad, donde tienen sus bienes, que muchas veces han adquirido durante toda una vida. Estos aspectos se conjugan incidiendo en el no abandono y apego a la comunidad, cuestión que los hace resistentes ante la evacuación.

Las áreas de funcionamiento afectadas serían la de salud y medicación. En lo psicológico las afectaciones afectivas, cognitivas y perceptuales. Por último los factores sociales, que se asocian con estas dos áreas, y que de forma individual o sumado a los factores anteriores favorecen una declinación del funcionamiento de forma aguda ante este estrés.

Se requiere la valoración y detección multidimensional de déficits en las esferas clínico - médica, funcional, mental, y social, con el fin de conseguir un plan racional e integrado  de tratamiento y seguimiento. Orientada hacia la funcionalidad del sujeto, y por tanto no se centra exclusivamente en un área.
En general Baster y Roca (2006) señalan que en la prevención y medidas a tomar en casos de desastres es necesario evaluar situaciones claves - independientemente de la edad -  que estratifican la conducta y hay que diferencias tres conceptos:
Víctima: persona afectada que ha sufrido daño en su salud e integridad física o mental ante los efectos directos e indirectos del evento, por ejemplo: herido, traumatizado, quemado, etc. (Requiere básicamente atención en salud).
Damnificado: persona afectada que ha sufrido pérdidas de sus propiedades o bienes, incluso su vivienda, y requiere asistencia social, económica y trabajo temporal para garantizar su bienestar y subsistencia. (Requiere básicamente apoyo económico y social).
Afectado: persona que ha sufrido la pérdida de los servicios básicos comunitarios. (Requiere básicamente asistencia social).

Reacciones psicológicas de los adultos mayores en casos de desastre

Esta información es producto de la observación en campo y de la experiencia directa, no hay mucha disponibilidad de información documentada sobre el tema, pero se puede partir de ideas centrales para poder trabajar en casos de desastre con población adulta mayor, y un factor determinante para las reacciones a las pérdidas es el tener o no derecho a una pensión. Las personas ancianas que viven del producto de su trabajo en el campo generalmente no se visualizan viviendo de una pensión, sino de mantenerse activas el mayor tiempo posible. Las observaciones básicas cambian según la zona de desastres, pues los medios de una zona urbana difieren a los de una zona rural. Brevemente podemos mencionar las siguientes reacciones de la población adulta mayor.
- Confusión. Es una reacción frecuente y natural a eventos con consecuencias súbitas e importantes. Se presenta en adultos mayores que viven en medios rurales o urbanos, pero quienes están en medios rurales suelen afrontarlos mejor a partir de sus acciones directas sobre los bienes destruidos o dañados, eso les da control sobre sus herramientas, animales o materiales de trabajo.
- Redes de apoyo naturales. En el medio rural la población vive más dispersa, y las redes de apoyo naturales funcionan de manera más lenta. Conforme la densidad poblacional va sendo mayor las redes soportan mejor a la población anciana; en las ciudades se cuenta con más recursos inmediatos de diferente tipo, pero no siembre llegan a población mayor de quienes viven solos.
- Resiliencia. Generalmente la gente mayor de zona rural ha vivido en condición crónica de carencia y pueden apoyarse en recursos naturales de la zona para alimentarse y subsistir. Pueden vivir reutilizando materiales que parecerán destruidos y se sobreponen a las pérdidas mediante la acción dirigida a solucionar problemas presentes, no hay mucha opción de pensar a futuro a largo o mediano plazo. En el caso de zonas urbanas se les puede llevar a albergues, pero no son quienes toman las principales decisiones para sí mismos como suele pasar en el medio rural, esto no quiere decir que dejan de ser personas que pudieran requerir ayuda, más bien muestra que reaccionan de forma distinta a las pérdidas.
- Depresión. Es un padecimiento difícil de identificar en el medio rural y se le suele confundir con malestar general, o ansiedad. Pero el alcoholismo y las discusiones entre la pareja pueden ser indicadores de estados depresivos después de un desastre, y puede ser que se presente un fenómeno llamado desamparo aprendido que pocas veces es tomado en cuenta por los profesionales de la salud.
- Duelo. Esta reacción difiere entre adultos mayores de zona rural y urbana, pues quienes viven en zona rural tienen pequeñas pérdidas cotidianas que hacen más llevadera una pérdida súbita. El duelo puede ser más difícil de sobrellevar para adultos mayores de zonas rurales con alta dispersión poblacional y alejada de los núcleos básicos de los poblados; en el caso de quienes habitan en zonas muy urbanizadas pueden encontrar en sus templos e iglesias buenos lugares para procesar los duelos mediante actividades religiosas.
- Vínculos afectivos. Estos dependen en buena medida de la historia y dinámica familiar que se haya vivido. En el caso de las zonas rurales varían mucho con los animales con los que se convive, ya sean para cría o como mascotas, y por eso son motivo de preocupación por lo que sucede y no solamente por ser una propiedad. En el caso de las relaciones personales dependen mucho de la cercanía con vecinos y la forma como se convive con ellos, en los medios rurales y semirurales es común que se adapte un espacio del rancho o granja para que pueden vivir con otras personas aun cuando no sean familiares.
- Soledad. Las más afectadas son las mujeres en ambos medios, pero no se le valora igual en medio rural que urbano, y en caso de desastre la soledad se transforma en desolación. En los medios rurales la falta de medios de comunicación con la que puede vivirse facilita soportar la soledad por más tiempo, pero no sucede lo mismo en medios urbanos.    
- Contacto físico. Las personas mayores suelen responder de diferente forma al contacto físico, en los medios más urbanizados se acepta mejor un contacto físico más directo que en un medio rural. El contacto tiene connotaciones diferentes y no siempre es tomado como una ayuda, o reconocimiento, en el medio rural.
- Miedo y culpabilidad. Son dos reacciones que pueden presentarse de forma conjunta, surgen como respuesta a tratar de explicarse los sucesos como formas de castigo por malas acciones o decisiones inadecuadas.
- Pensamiento mágico. Puede ser una respuesta protectora, pero también puede ser una reacción evasiva. Ayuda a darle sentido a la experiencias pero pude evolucionar hacia comportamientos fanáticos que dificulten la reintegración a la vida cotidiana.
- Incremento de dependencia entre cuidador y dependiente. El cuidador puede caer en un estado de exageración de sus responsabilidades por la persona a su cuidado, y esto aumenta el riesgo de sufrir un colapso que afecte a la salud de los dos, más aun cuando no hay familia.

Recomendaciones y comentarios finales

La definición de vejez propuesta al inicio de este documento permite poder pensar alternativas de atención a la población adulta mayor, tomando como referencia sus aspectos positivos, que se derivan de las polaridades del desarrollo individual. El personal interventor para casos de desastre debe tener formación, o por lo menos orientación gerontológica que le permita identificar posibilidades de cómo pueden reaccionar las personas mayores a pesar de haber tenido pérdidas y daños materiales. Además los profesionales de la gerontología y geriatría deben actuar para crear mecanismos de comunicación, orientación, capacitación y participación de acciones conjuntas con diferentes dependencias a les que les haga falta una visión geronto-geriátrica de los grupos sociales afectados pos desastres. Hasta el momento las acciones y planes gubernamentales se ven afectados por la falta de una política del Estado más allá de intereses partidistas. Las condicionantes políticas para brindar ayuda en caso de desastre incrementa la vulnerabilidad de la población anciana. Las reacciones de la población anciana ante los desastres no pueden ser restringidas a las indicadas en los manuales diagnósticos, pero sí se debe reconocer que son área de atención por parte de las ciencias de la conducta, sociales y de la salud.

Es responsabilidad de nosotros, los profesionales e investigadores de la gerontología y geriatría, de colaborar en la elaboración de estrategias de atención en casos de desastres. Esta es una buena alternativa para el desarrollo de una gerontología comunitaria y una geriatría de campo. En este sentido se recomienda revisar el modelo de Intervención Basada en Comunidad (IBC), que es el modelo que sigue el centro con el que colaboramos en Oaxaca en llamado Piña Palmera, y que nos ha brindado la oportunidad de colaborar en varios de los casos de desastre que reportamos anteriormente. El modelo IBC lo propuso la ONU y ha sido uno de los más efectivos para lograr llevar de manera más eficiente la atención a grupos vulnerables en las comunidades. La clave de su éxito está en que se mueve a la comunidad como corresponsable de sí misma, no se espera que vaya a ser atendida, más bien se le induce a actuar, incluso más allá de las propuestas de gobierno.

Los desastres siempre estarán presentes, pero muchos pueden ser prevenidos aunque no evitados, y los adultos mayores también tienen la responsabilidad de participar de esa prevención, y recibir la mejor atención que se les pueda brindar.

Bibliografía

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http://mexico.cnn.com/nacional/2012/06/18/el-huracan-carlotta-provoca-danos-en-12500-viviendas-de-oaxaca
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