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Número 34 - Agosto 2017

La construcción de la resiliencia comunitaria en la isla de la juventud

Dra. C. Clara Lig Long Rangel.
Doctora en Ciencias Pedagógicas. Profesora Titular.
e/mail: claraliglong@infomed.sld.cu  Teléfono: 46-322754.
Filial de Ciencias Médicas Isla de la Juventud.

Dra. Alejandra Keeling Felip.
Doctora en Medicina. Profesora Asistente.
e/mail: alejandrakeeling@infomed.sld.cu
Ministerio de Salud Pública. Dirección Nacional de Docencia Médica.

Dr. José Miguel Monzón Pérez 
Especialista de 1er Grado en  Organización y Administración de Salud. 
Profesor Asistente.
e/mail: monzón@infomed.sld.cu  Teléfono: 046-322139.
Filial de Ciencias Médicas. Isla de la Juventud.

Resumen

La historia la humanidad refiere verdaderos desastres a consecuencia de fenómenos naturales y antropológicos que han impactado la economía de las naciones, la salud y calidad de vida de las poblaciones con efectos más dañinos sobre aquellas más vulnerables. Cuba no escapa a esos fenómenos, pero en correspondencia con su poderío nacional ha alcanzado la condición necesaria para la preservación de sus intereses nacionales, pese a los riesgos, amenazas y agresiones internas y externas. Al respecto, el modelo cubano de formación de los profesionales de la salud incluye la preparación para el desempeño en situaciones especiales y desastres. Particularmente, en Medicina la asignatura, Trabajo Médico en la Comunidad, capacita a los estudiantes para cumplir misiones en tales situaciones dentro y fuera del territorio nacional, sin embargo, resulta infrecuente, la participación de estos en acciones que coadyuven a la preparación de las comunidades para resistir y atenuar el efecto psicológico de las mismas. Mediante el análisis bibliográfico, la observación participante, la técnica del vagabundeo, entre otras de la investigación cualitativa, se logró el objetivo de este trabajo, describir las principales acciones desarrolladas en la Isla de la Juventud al paso del huracán Gustav, y relacionarlas con aquellas que contribuyen a estimular la autoestima, aceptación, creatividad, recursos personales, habilidades, destrezas, el humor,  otorgarle un sentido a la vida, un sistema social de apoyo y redes solidarias para enfrentar las adversidades y salir fortalecidos, puntales de la resiliencia comunitaria que entre todos podemos construir.

Palabras claves: Desastres, resiliencia, resiliencia comunitaria, seguridad nacional.

Introducción.

A lo largo de la historia la humanidad ha enfrentado episodios trágicos a consecuencia de distintos fenómenos naturales y antropológicos -contiendas bélicas, contaminación del medio ambiente- generados por el propio individuo humano a causa de la aplicación indiscriminada e incontrolada de los logros de la revolución científico-técnica. Verdaderos desastres, que han ocasionado la desaparición de ciudades y pueblos de la faz de la tierra o destrucción y muerte con posibles efectos a largo plazo sobre la vida en el planeta, por sus impactos en la salud, calidad de vida de la población y la economía de las naciones, con efectos dañinos más dramáticos sobre las poblaciones más vulnerables.
Cuba, país en vías de desarrollo, por su posición geográfica son frecuentes los fenómenos naturales. Pero en correspondencia con su poderío nacional ha alcanzado la condición necesaria que le permite prever y acometer acciones para el logro y la preservación de sus intereses y objetivos nacionales, pese a los riesgos, amenazas y agresiones de carácter interno y externo. De ahí que, la vigilancia y alerta permanente para el enfrentamiento a cualquier situación- hidrometeorológica, tecnológica o sanitaria- que pueda provocar un desastre, es tarea fundamental para todos los organismos que integran el Sistema Nacional de Defensa Civil (SNDC), el cual facilita el trabajo, participa  y contribuye  de forma imprescindible a mitigar los daños ecológicos, psicosociales y económicos, gracias a la preparación y actualización sistemática de su capital humano -profesionales, técnicos, directivos y la población en general- y a la labor del Centro Latinoamericano y Medicina de Desastres (CLAMED).  
El Ministerio de Salud Pública y las Universidades Médicas como entidades integrantes del SNDC, comprometidas con la permanente elevación de la calidad de vida del pueblo asumen la responsabilidad de la preparación del capital humano, lo cual implica, parafraseando al Comandante en Jefe Fidel Castro,  conocimientos, así como también -y muy esencialmente- conciencia, ética, solidaridad, sentimientos verdaderamente humanos, espíritu de sacrificio, heroísmo y la capacidad de hacer mucho con muy poco. Al respecto, el modelo cubano de formación de los profesionales de la salud incluye la preparación para el desempeño en situaciones especiales y desastres. Particularmente, en la carrera de Medicina la asignatura, Trabajo Médico en la Comunidad, capacita a los estudiantes para cumplir misiones como médicos de la comunidad en tales situaciones dentro y fuera del territorio nacional. Mediante el análisis bibliográfico, la observación participante, la técnica del vagabundeo, entre otras técnicas de la investigación cualitativa, fue posible lograr del objetivo de este trabajo, describir las principales acciones desarrolladas en la Isla de la Juventud al paso del huracán Gustav, y relacionarlas con aquellas que contribuyen a estimular la autoestima, aceptación, creatividad, recursos personales, habilidades, destrezas, el humor,  otorgarle un sentido a la vida, un sistema social de apoyo y redes solidarias para enfrentar las adversidades y salir fortalecidos, puntales de la resiliencia comunitaria que entre todos podemos construir.
Desarrollo.

Con la ventaja de poseer un Sistema de Defensa Civil fuerte, que facilita el trabajo, participa  y contribuye  de forma fundamental a mitigar los daños -ecológicos, psicosociales y económicos- de los desastres, Cuba un pequeño Estado, cuya posición geográfica lo convierte en vulnerable a tales situaciones, se orienta a la aplicación de las estrategias de prevención y tratamiento de los eventos climatológicos con la participación de la población, lo que ha requerido la preparación previa desde las esferas de la base de la sociedad y la economía; de tal manera ha ido creando importantes riquezas con su capital humano, un recurso renovable y multiplicable que avanza para ser el más importante recurso del país.
Al respecto, el modelo cubano de formación de los profesionales de la salud incluye la preparación para el desempeño en situaciones especiales y desastre. A partir de considerar la necesidad que tienen los futuros médicos y otros profesionales de la salud, cubanos y foráneos, de enfrentarse a las diversas formas de desastres, se crea y aprueba la asignatura de Medicina de Desastres en el curso académico 2002-2003, se  imparte en la carrera de medicina en 7mo y 10mo semestres, (80 horas en 4to año y 40 horas en 5to año), en postgrado se imparten diplomados. Particularmente, la asignatura, Trabajo Médico en la Comunidad, capacita a los estudiantes para cumplir misiones como médicos de la comunidad en tales situaciones dentro y fuera del territorio nacional
Por ser una medicina de masas, que permite el abordaje multidisciplinario  ante estos fenómenos naturales, concentrando sus esfuerzos en las posibilidades de supervivencia, con los recursos disponibles, la Medicina de Desastres, en opinión de los autores de este trabajo posibilita que desde las actividades comunitarias que habitualmente realizan las universidades se eduque a las poblaciones en el afrontamiento a los desastres, considerados como aquellos cambios de las condiciones ambientales y de la exposición de la población a elementos nocivos y peligrosos del ambiente que causan trastornos en la manera normal de vivir y que súbitamente al desorganizar los patrones cotidianos de vida hacen que la población se vea sumida en el desamparo y el sufrimiento.
Para la Isla de la Juventud, otrora Isla de Pinos,  segunda isla en extensión territorial  del archipiélago cubano, ubicada al sur del Golfo de Batabanó  a una distancia de 80 millas marítimas, la educación de la resiliencia es vital, ya que debido a su posición geográfica es azotada con frecuencia por ciclones tropicales, que han afectado en ocasiones hasta la zona más alejada, en el extremo sur del territorio pinero. Y aunque la recurrencia de estos eventos, ha coadyuvado el desarrollo de una cultura de trabajo grupal, de solidaridad y al desarrollo de la capacidad para reponerse ante eventos adversos, se hace poco uso del término resiliencia y menos aún del desarrollo intencionado de la misma a nivel comunitario.
A través de la observación, de las técnicas del vagabundeo y de informantes claves se ha pudo apreciar que, a varios años del 30 de agosto de 2008, los pobladores rememoran el huracán Gustav -de categoría 4 (Escala de Safir –Simpson) con vientos sostenidos de 226 km/h que alcanzó rachas mayores  de 250 km/h y lluvias intensas en numerosas localidades del territorio con un promedio de 171,8 mm en 24 horas-. Y además, lo señalan como el más intenso que haya afectado el territorio pinero debido a la fuerza de sus vientos. En tan solo unas horas, la Isla quedó desbastada, por tales razones, Fidel, el invicto Comandante en jefe, caracterizó el hecho, como un golpe nuclear.

En medio de la recuperación, tan pronto como las condiciones meteorológicas lo permitieron llegaron con el primer envió aéreo de La Habana, los dirigentes del Partido y el Estado para constatar los daños y evaluar las vías para ejecutar la ayuda al pueblo pinero. Días después nuevamente otro huracán, IKE puso a prueba capacidad del pueblo pinero de resistir y vencer.

Durante ese proceso de rehabilitación, la llegada de Brigada Cultural Martha Machado, promovida por el artista de la plástica Alexis Leyva Machado, Kacho, develó la efectividad de la labor artística como apoyo psicológico a la población pinera. Laborando por el día junto a la población y en la noche ofreciéndole su arte. De aquellos momentos, las personas tienen opiniones diversas, tales como: aunque aquello fue espantoso, en ningún momento nos sentimos solos; teníamos fe y confiamos en la preocupación y sentido de responsabilidad y compromiso de la dirección del país con el pueblo pinero; estamos orgullosos de la cubanía y solidaridad de nuestros artistas que vinieron para apoyarnos; fue increíble la fuerza y la emoción  de los miembros de la Brigada Martha Machado; en medio de tanto desastre fue maravillosa la fortaleza ideológica del nuestro pueblo y su confianza  en la revolución; la ayuda no se hizo esperar, el pueblo se unió y se organizó  por consejos populares, para  hacer más efectiva la recuperación; fue muy duro pero primó la solidaridad humana, nos fortaleció  nuestro sentido de pertenencia de  nuestro territorio y cubania; los artistas, sus chistes, nos hacían olvidar los malos momentos y nos llenaban de optimismos y alegría; se vio la unión entre el Consejo, de Defensa, las zonas de defensa y las instituciones a ellas integradas; abundó la solidaridad humana, la disciplina social y sentido de pertenencia hacia el territorio, así como la preservación del  patrimonio local, de tal manera no hubo que lamentar la pérdida de vidas humanas; la  solidaridad como dice Ruperto, el de Panfilo, estuvo a pululu.

Las personas aceptan, según la bibliografía consultada, que en cada desastre vivido la comunidad sufre, por el daño en términos de pérdidas de recursos y de vidas, pero esa desgracia ha significado para muchos pineros, para otros no, el desafío para movilizar las capacidades solidarias de la población y para emprender procesos de renovación, que modernicen no sólo la estructura física sino toda la trama social de esa comunidad. Sin embargo, se extrañan cuando se les dice que eso es resiliencia, la capacidad de resistir y sobreponerse a las adversidades, que puede ser educada.

En tal sentido, autores como García Parra, E (2015) y Gutiérrez Baró, E. (2008) destacan la necesidad de anticiparse a los posibles daños mediante la psicoprevención y de promover la educación de la resiliencia, es decir, de la capacidad de los seres humanos para recuperarse, resistir y vencer, mediante diversas acciones, a este último criterio se suman, Szarazgat, Diana Silva (2006), Glaz, Claudia (2006) Kalawski, Juan Pablo (2003), Haz, Ana María. (2003). No obstante, entre los estudiosos del tema aún no existe consenso sobre una definición común de resiliencia.

Para Kalawski, Juan Pablo y Haz, Ana María. (2003), el término resiliencia es una castellanización de la palabra inglesa resilience, o resiliency; no es un término exclusivo de la psicología; señalan refiere  ¨la capacidad de un cuerpo para recuperar su tamaño y forma original después de ser comprimido, doblado o estirado”, o bien a “una capacidad para recuperarse de o ajustarse fácilmente al cambio o la mala fortuna”. Ellos refieren que en el campo de la psicología y la psiquiatría, el primer artículo publicado que usó dicho término data de 1942, para referirse al hecho de que situaciones peligrosas para la vida no afectaban a los niños y niñas, mientras que sí lo hacía el desarraigo de la familia. Añaden que, sin embargo, no fue sino hasta la década del 70 que el concepto adquirió mayor uso. Como puede apreciarse, el interés inicial estuvo orientado a las características de los niños y niñas que salían adelante desde condiciones adversas.
Por su parte Gutiérrez Baró, E. (2008:38), sin especificar etapas del curso vital,  considera que la resiliencia es un concepto que indica tener una especial capacidad humana para sobreponerse a la adversidad y construir sobre ella un destino mejor,  a pesar de existencia simultánea de dolor y conflictos intrapsíquicos.

Vanistendael, 1997, citado por Kalawski, Juan Pablo y Haz, Ana María. (2003) precisa que es  la  capacidad  de  un  individuo o  de un  sistema  social de vivir bien y desarrollarse positivamente y de  un modo  socialmente aceptable, a pesar  de  condiciones de vida difíciles y  distingue cinco dimensiones de la resiliencia: (1) existencia de redes sociales informales: la persona tiene amigos, participa de actividades con ellos y lo hace con agrado; tiene en general una buena relación con los adultos; (2) sentido de la vida, trascendencia: la persona muestra capacidad para descubrir un sentido y una coherencia en la vida; (3) autoestima positiva: la persona se valora a sí misma, confía en sus capacidades y muestra iniciativa para emprender acciones o relaciones con otras personas porque se siente valioso y merecedora de atención; (4) presencia de aptitudes y destrezas: es capaz de desarrollar sus competencias y confiar en ellas; y, (5) sentido del humor: la persona es capaz de jugar, reír y gozar de las emociones positivas, es capaz de disfrutar de sus experiencias.

Comparado lo expresado por los pineros, en la más reciente vivencia del pueblo están presente algunas de las mencionadas dimensiones, lo que se necesita es la promoción intencionada de las mismas, pues la experiencia cubana demuestra que en las propias fuerzas del  pueblo, en su  cultura, unidad y consenso para alcanzar los intereses y objetivos nacionales y en la capacidad de resistencia para desarrollarse, defenderse y vencer, descansa la seguridad nacional.

COMUNIDADES QUE PROMUEVEN LA RESILIENCIA

En la historia de los eventos naturales en la Isla de la Juventud, están presentes elementos de la resiliencia que merecen ser sistemáticamente cultivados, en el camino hacia la construcción de la resiliencia comunitaria. Esta aseveración es posible, dada la estructura del sistema de salud cubano y porque según los materiales analizados, cuando las características individuales y las variables protectoras del medio interactúan, pueden promover un desarrollo sano y positivo en los miembros de una comunidad. Uno de los factores protectores primordiales es el apoyo de los otros, incluyendo los miembros de la familia nuclear o extensa, maestros, grupo de pares, prestadores de salud, vecinos, etc. También las familias pueden ser consideradas resilientes cuando son capaces de afrontar la adversidad o los montos significativos de tensión, desarrollando su fuerza colectiva para responder a los desafíos futuros. Las condiciones familiares asociadas con una respuesta resiliente incluyen la estabilidad, la cohesión, la flexibilidad y la comunicación. Otros atributos son la adaptabilidad y disponibilidad de apoyo interno y externo, tanto de la familia extensa como de amigos u otros agentes.

Fernández D'Adam (2004) distingue factores ambientales protectores que revierten circunstancias potencialmente negativas tales como:

• Relaciones afectuosas: sensibilidad, comprensión, respeto e interés promueven un sentido de seguridad y confianza entre las personas.
• Expectativas realistas, acordes a las capacidades y motivaciones de las personas, focalizar sobre las fortalezas, no sobre los defectos o problemas, promueven la salud y bienestar de los sujetos.
• Oportunidades de participación comunitaria y contribución significativa en la sociedad, incentivan para asumir responsabilidades propias y colectivas y aplicar la capacidad personal en beneficio de la comunidad.

La resiliencia comunitaria, que hace fuerte a los pueblos y los capacita para enfrentar la adversidad, tiene que ver con fomentar la identidad cultural, la jerarquización de su historia, tradiciones y valores, la promoción de la autoestima colectiva (actitud de orgullo de pertenecer a un país) y su vida cultural (eventos artísticos, literarios, de formación ciudadana). Sólo ejerciendo una democracia activa en lo cotidiano (con participación genuina), sosteniendo valores éticos en todas las áreas ciudadanas, respetando todas las prácticas religiosas y teniendo acceso a todos los servicios (salud, justicia, educación, seguridad) podrá construirse una comunidad saludable.
Se identifican algunas características  que se han denominado pilares de la resiliencia comunitaria, entre ellas la identidad cultural que es sentir el orgullo de pertenecer al país donde se nació; es necesario que los ciudadanos cultiven sus raíces, que se sientan responsables y luchen por su comunidad; que disfruten de sus éxitos,  deportivos, artísticos, entre otros, y contribuyan a estos es parte de la identidad cultural. Otra es la autoestima colectiva, que se refiere a la actitud de los ciudadanos de sentirse dueños de las bellezas y bondades de su lugar de origen; es el orgullo nacional multiplicado en cada obra, eventos artísticos, museos, parques y monumentos, incluyendo por supuesto, toda la actividad deportiva.
Las ciudades resilientes son aquellas donde se jerarquizan los valores éticos y los habitantes participan  en la toma de decisiones y donde existen libertad de cultos y religiones; no hay resiliencia donde existen corrupción, abandono e indiferencia ante las injusticias sociales; todos los empeños para estos logros deben basarse en una fe inquebrantable en los seres humanos. Las personas mayores necesitan cultivar las relaciones con los restantes miembros de sus respectivas comunidades, sus aporte también constituyen pilares que contribuyen a la resiliencia de su ciudad; la solidaridad entre todos, producen bienes materiales y espirituales indiscutibles para la sociedad.  

Existen acciones  para desarrollar la resiliencia, antes, durante y después de los desatres y que pueden contribuir a la prevención de posibles daños psicológicos. En tal sentido, autores como García Parra, E (2015) y Gutiérrez Baró, E. (2008) destacan la necesidad de anticiparse a los posibles daños mediante la psicoprevención y de promover la educación de la resiliencia, es decir, de la capacidad de los seres humanos para recuperarse, resistir y vencer, mediante diversas acciones.  Entre ellas  los autores de este trabajo relacionan a continuación, las que consideran  puede realizar la universidad médica de manera asidua, o sea antes, durante y después del desastre:

- Sensibilización y concientización de la población de las acciones preventivas a realizar.
- En trato con las personas: escuchar, tratar de entender y explicar, No criticar, ni censurar; permitir expresiones de sentimientos y contenerlos en caso necesario; acompañar, calmar, dar seguridad y comprender; apoyar, animar, tolerar
- Aplicación de  técnicas de relajación y respiración; hablar en futuro (cuando todo pase).
- Ejecutar actividades lúdicas y deportivas que puedan contribuir a la distracción y a la vez a la formación de redes sociales informales  de apoyo y al incremento del sentido del humor.
- Favorecer el desarrollo de las manifestaciones artísticas y de las artes. El cultivo de  las raíces es fundamental para que los ciudadanos cultiven se sientan responsables y   con deseos de luchar por su comunidad.
- Facilitar, sin mucha dilación  los procesos de recuperación.
- Socialización de experiencias similares donde las personas han sabido crecerse y salir adelante, para favorecer la autoestima positiva.
- Desarrollando de forma amena, a través de los consultorios y de las zonas de defensa temas educación en situaciones de desastres, para las brigadas de producción y defensa coordinadas  con las actividades de extensión universitaria.
- Crear espacios socioculturales para el establecimiento de una relación que le dé sentido y coherencia al estar en este mundo.
- Estimular la práctica de la solidaridad, el humanismo, entre otros valores, desde el ejemplo en el actuar con respeto al otro y la no violencia.
- Eliminación de los posibles focos generadores de problemas epidemiológicos.

En general, se pude destacar que es muy importante estimular, en la familia y en las instituciones educacionales de todos los niveles, factores de resiliencia como la autoaceptación incondicional, la autoestima, la creatividad, los recursos personales (habilidades y destrezas), el humor y la capacidad de otorgarle un sentido al sufrimiento y la vida misma, así como la conformación de un sistema social de apoyo de redes solidarias comunitarias para enfrentar juntos la adversidad y salir fortalecido
En cuanto a los factores protectores, el supuesto del cual se parte es que la existencia de ciertos aspectos de resiliencia individuales y sociales nos permiten salir enriquecidos y fortalecidos sin caer en la enfermedad. Son aquellos que funcionan como amortiguadores del estrés. Se consideran fuerzas internas y externas que contribuyen a que la persona resista los efectos del riesgo, por tanto, reducen la posibilidad de disfunción y problemas en estas circunstancias. Implican variables genéticas, disposiciones personales, factores psicológicos, situacionales y sociales. Dentro de los personales se incluyen habilidades comunicativas y de resolución de problemas, sentido del humor, autoestima elevada, creatividad, autonomía, mayor tolerancia a las frustraciones, capacidad de pedir ayuda. En la familia se han detectado factores como presencia de apoyo incondicional por al menos una persona significativa y emocionalmente estable, creencias religiosas que promuevan la unidad familiar y la búsqueda de significados en momentos difíciles.

En el ámbito comunitario, se han considerado la presencia de pares y personas mayores en la comunidad que brinden la posibilidad de transiciones positivas en la vida. Para ello es importante implementar programas de educación comunitaria dirigidos a padres, maestros y miembros de organizaciones no gubernamentales, para constituirlos en agentes efectivos de resiliencia.
Los diferentes factores protectores, al igual que los de riesgo, no actúan de manera aislada sino ejerciendo un efecto de conjunto donde se establecen complejas relaciones funcionales, que en definitiva, traen como resultado la atenuación de los efectos de las circunstancias adversas y eventos estresantes. Este proceso de amortiguación del estrés y su conocimiento es imprescindible para comprender los mecanismos que subyacen a los factores protectores y a la resiliencia en general. Dentro de estos factores protectores se distinguen factores internos como la autoestima, el optimismo, la fe, la confianza en sí mismo, la responsabilidad, la capacidad de elegir, de resignificar las experiencias y de buscar apoyo social. Por ello es importante, además de desarrollar factores internos, afianzar los apoyos externos de promoción de la resiliencia mediante programas que permitan la participación comunitaria.
la oportunidad de establecer una relación que le da sentido y coherencia a su estar en

Para completar los argumentos anteriores, es valioso acudir al marco teórico delineado por Suárez Ojeda, quien enuncia los siguientes atributos (que aparecen con frecuencia en los sujetos considerados resilentes y que son susceptibles de ser construidos):

• AUTOESTIMA CONSISTENTE: es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo por un adulto significativo, suficientemente bueno y capaz de dar una respuesta sensible.
• INTROSPECCIÓN: es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.
• INDEPENDENCIA: se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento.
• CAPACIDAD DE RELACIONARSE: habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a otros.
INICIATIVA: exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes.
• HUMOR: encontrar la comedia en la propia tragedia.
• CREATIVIDAD: capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden.
• ALTRUISMO (MORALIDAD): entendida como la consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores.
• CAPACIDAD DE PENSAMIENTO CRÍTICO: es un pilar de segundo grado, fruto de la combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su conjunto la adversidad que se enfrenta. A esto se llega a partir de criticar el concepto de adaptación positiva o falta de desajustes que en la literatura anglosajona se piensa como un rasgo de resiliencia del sujeto.

En las actuales circunstancias de la  relación Cuba-EEUU, la educación de la resiliencia comunitaria  puede ser un elemento adicionar en defensa de los intereses nacionales, es decir, para mantener y fortalecer la independencia, soberanía, integridad territorial y  autodeterminación de la nación cubana, su unidad, voluntad y capacidad de darse un gobierno democrático propio basado en sus tradiciones, con un sistema político, económico y social próspero y justo, de carácter socialista y que a su vez, le permita proteger su identidad cultural, sus recursos naturales y sus valores socio-políticos y proyectarlos en la arena mundial con un nivel de protagonismo acorde a sus posibilidades reales como miembro efectivo de la sociedad internacional

Conclusiones.

En general, se puede observar que la resiliencia no es considerada un rasgo innato, sino que se construye desde las fortalezas del ser humano, desarrollando las potencialidades de cada individuo; es producto de un proceso dinámico entre factores protectores y de riesgo que apunta a identificar y desplegar las competencias y recursos con los que cuentan las personas, estimular la autoestima, una concepción positiva de sí mismo y del entorno, generar conductas adecuadas de resolución de problemas, y expectativas de control sobre la propia vida; implica un conjunto de habilidades y actitudes que promueven un proceso de adaptación y transformación exitosa a pesar de los riesgos y la adversidad.
Existen áreas de desarrollo de la resiliencia que pueden ser educadas -que se relacionan a los recursos personales y sociales de un individuo tales como los vínculos afectivos significativos, la autoestima, la creatividad, el humor positivo, una red social de pertenencia, una ideología que permita dar un sentido a la vida y al sufrimiento, y la posibilidad de elaborar alternativas de solución frente a la adversidad, crear expectativas realistas y de autoeficacia- una efectiva acción social de las universidades factible de realizar con una verdadera economía de recursos. 

Recomendaciones.

Que el personal de ciencias médicas como parte de la labor docente, investigativa y extensionista, realice intervenciones para aumentar la resiliencia a fin, de desarrollar estilos efectivos de afrontamiento a las situaciones difíciles, que se orienten, básicamente, a la promoción en las familias y las comunidades, de los factores de resiliencia como la aceptación incondicional, la autoestima, la creatividad, los recursos personales, habilidades y destrezas, el humor y la capacidad de otorgarle un sentido a la vida y al sufrimiento, la creación de un sistema social de apoyo y las redes solidarias comunitarias para enfrentar la adversidad y salir fortalecido, bases de la resiliencia comunitaria.

Bibliografía.

Szarazgat, Diana Silvia; Glaz, Claudia. Resiliencia y aprendizaje en sectores populares. EDITA: Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653) n.º 40/3 – 25 de octubre de 2006.

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