Volver a la página principal
Número 7 - Abril 2001

Acompañar en el proceso de morir

Montserrat Fornós Esteve
montsefornos@terra.es

"La muerte y la vida, normalmente consideradas como dos antagonistas irreconciliables, parecen estar, de hecho, íntimamente relacionadas. Vivir plenamente y conscientemente cada momento de nuestras vidas conduce a una actitud de aceptación y de reconciliación con la propia muerte. De la misma manera, tal aproximación a la vida comporta una reconciliación con la idea de nuestra impermanencia y al hecho de nuestra mortalidad. Parece que esta sea la profunda significación de los antiguos misterios clásicos, de varias prácticas espirituales y de los ritos de paso."

 

Introducción

Aunque en el plano de la percepción, la vivencia y la imaginación, la muerte es inaceptable, esta es cotidiana, natural, aleatoria y universal; pero nuestra sociedad, siendo mortal, rechaza la muerte. Esta es ocultada, poco nombrada, y apartada. Ciego a la muerte, el hombre se ve forzado a reasumirla.

En el día a día nos enfrentamos muchas veces a ella, aún no queriendo verla, no podemos obviarla. Podemos hablar de varias formas de muerte, que no deberían pasar desapercibidas en nuestra cotidianeidad.

  1. Muerte biológica: su máximo exponente es el cadáver.
  2. Muerte psíquica: por ejemplo, la del "loco".
  3. Muerte social: p. ejm. Cualquier tipo de reclusión, o el paso de "activo" a "pasivo" en el mundo laboral, o el abandono en los diversos centros o instituciones.

Desde la perspectiva de las vivencias humanas, se muere, por ejemplo, para la conciencia en el coma prolongado; se muere para la vida plena y vigorosa en la vejez y para la vida misma en la muerte cerebral; así como se muere para la sociedad en el destierro. En nuestro mundo, la muerte se presenta a diario con diversas formas.

La muerte y el moribundo

La mayoría de los moribundos sufren reacciones emotivas ante su propia muerte.

Pueden varios los factores que influyen en las diferentes reacciones de cada persona ante la inminecia de su muerte:

  1. Historia y características personales.
  2. Contexto en el que fallece el enfermo.
  3. Curso de la enfermedad.
  4. Naturaleza de la propia enfermedad.

El personal de los servicios sanitarios y los miembros de la familia deberían mostrarse particularmente sensibles a las reacciones emotivas del moribundo y comprender que no se hallan dirigidas hacia ellos sino más bien contra su estado.

Los enfermos etiquetados como moribundos son, sin lugar a dudas, seres vivi entes, personas únicas e irremplazables hasta el último momento, dotados individualmente de una identidad, una historia propia, y tienen las mismas necesidades de una persona sana de querer, de ser queridos, de atención, de intercambio, de confort y de caricias, de respeto. Mientras que morir es una cosa natural, ocuparse de los moribundos despierta, muchas veces, rechazo.

En el transcurso de nuestra existencia, la necesidad de ser querido es básica para el equilibrio del hombre, y en cambio, a los moribundos se les "mal quiere" y esto puede ser fuente de un sufrimiento agregado. Ser querido al final de la vida es sentirse aceptado en la situación en que uno se encuentra. Poder ser uno mismo en esta situación es encontrar la libertad para expresar las propias expectativas, las dificultades, el miedo o el dolor.

La muerte, y por extensión el moribundo, no siempre es bien recibida, ni siquiera en los centros en las que la enfermedad tiene un lugar. En los últimos años, la muerte se ha institucionalizado tanto que pocas veces ésta se da fuera de un contexto institucional.

Si se perpetúa la nueva costumbre de morir en las instituciones sanitarias en vez de en casa, convendría adoptar algunas medidas que sirvan para humanizar la muerte:

En 1976, el Consejo de Europa se pronunció sobre los derechos de los enfermos y los moribundos. Entre ellos encontramos:

Acompañar en el proceso de morir

"Si necesitamos a una mujer sensata para llegar al mundo, necesitamos a un hombre aún más sensato para salir de él. Sensato y amigo, haría falta compralo con un precio muy alto para el servicio de esta ocasión.

Mointaigne; Essais, Llibre III, cap. IX

Cuando la muerte se presenta como una amenaza real a la vida, nos sorprende. El riesgo de la muerte aprehende a quien está amenazado pero, con frecuencia, también, a la familia o personas cercanas, y al personal sanitario que, en distintos grados de intensidad, pueden padecer un sentimiento de inseguridad y la aparición de una serie de reacciones de defensa, involuntarias e inevitables.

Entre las reacciones profesionales podemos encontrar:

Negación de la muerte. El paciente, nos dice: "Estoy mal y me moriré...".

Y a veces respondemos: "no diga estas cosas, se pondrá bien..."

Rechazo: "Con este enfermo ya no hay nada que hacer... "

Ira: "Se mueve usted demasiado. Estése quieto, que se arrancará la sonda, le

tendremos que inmovilizar si no..."

Regateo: "No come comido nada... Sí continua así tendré que hablar con el médico...".

Y nuestra dificultad para transformarlo en:

Aceptación de lo que escuchamos, sin negar la verdad de lo que se nos dice. Reformulando las preguntas, por ejemplo: dice que se va a morir... ¿es que acaso se siente peor hoy?

Acogimiento: evitando que el enfermo no se sienta rechazado o abandonado.

el tiempo pasará más rápido".

Tener calma y comprensión: "Ya sé que está incómodo con esta sonda, pero es para que no tenga sed."

Negociar: "No tiene mucho hambre, no se preocupe... ¿Quiere que hablemos con el médico de lo que le pasa?"

Si no se tienen presentes muchos de estos aspectos, las reacciones vienen en cadena. La agresividad del enfermo comporta la de sus familiares y la del personal sanitario.

Tenemos que aprender a acompañar. Acompañar es una actitud .

Una actitud es un estado de ánimo.

Las actitudes tienen varios componentes:

Componente cognitivo: es el modo en que se percibe un objeto, suceso o siatuación; los pensamientos, ideas y creencias que un sujeto tiene acerca de algo. El elemento cognitivo es una categoría que empleamos para pensar. Cuando el objeto de la actitud es un ser humano, el componente cognitivo con frecuencia es un estereotipo.

Componente afectivo: de una actitud consiste en los sentimientos o emociones que suscita en un individuo la presentación afectiva de un objeto, suceso o situación, o su representación simbolica.

Componente conductual de una actitud: es la tendencia o disposición a actuar de determinadas maneras con referencia a algún objeto, suceso o situación. La definición pone el acento en la tendencia, no en la acción en sí.

Cuando acompañamos en nuestro trabajo, podemos hacerlo desde:

SIN ANGUSTIA y SIN NERVIOSISMO.

SERENIDAD: no se debe confundir con indiferencia.

A veces necesitamos aprender:

- A poner una mano en la frente o el brazo.

Hacer una caricia suave, acercarse al enfermo con tranquilidad.

Pensar antes de hablar.

Aprender a decir: "¿Qué podemos hacer por usted que le alivie o le ayude?."

Muchas de estos gestos, de estas actitudes, nos ayudan a llevar a cabo nuestro trabajo, y a mejorar la atención hacia el enfermo terminal. Hay que aprender a desdramatizar tensiones.

Podemos acompañar desde una actitud ASERTIVA.

Así:

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Jomain, Ch. (1988) Morir en la tendresa. Vic: Eumo

Manoni, M. (1991) Lo nombrado y lo innombrable. Buenos Aires: Nueva Visión

Morin, E. (1994) El hombre y la muerte. Barcelona: Kairós

Thomas, L.V. (1991) La muerte. Barcelona: Paidós

Volver al Indice del número 7 de Tiempo

PsicoMundo - La red psi en Internet