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Número 9 - Diciembre 2001

Adaptación al envejecimiento
Entre transformar el mundo y transformarnos nosotros mismos

Feliciano Villar
fevp@fcep.urv.es

Este texto es una adaptación de la conferencia inaugural del XIV Encuentro Nacional de Programas Universitarios de Adultos Mayores, celebrado en Mendoza (Argentina) del 10 al 12 de octubre de 2001.

Debo agradecer a Julio Daher, coordinador del encuentro, la amabilidad de invitarme al evento, así como también a todo el equipo organizador y a los propios asistentes al encuentro el exquisito trato que me dispensaron durante los días que pasé en Mendoza.

 

Espero no decepcionar a nadie si digo que en esta conferencia no voy a dedicarme a ofrecer una serie de consejos o recetas universales para conseguir un buen envejecer. De hecho, no seria honesto por mi parte que lo hiciera, ya que ni siquiera estoy seguro de que exista esa lista de recetas de las que en cualquier momento y circunstancia podamos echar mano. Más bien, la conferencia se va a centrar en la descripción de lo que las personas mayores que han conseguido experimentar un envejecimiento con éxito dicen que hacen para lograrlo. Se tratará de organizar y dar sentido estas estrategias que parecen aplicar las personas que envejecen bien, estrategias que luego cada uno ha de aplicar en su vida cotidiana la medida de lo posible o que lo crea conveniente.

Obviamente, si estamos hablando de afrontar el envejecimiento, o de adaptarnos a unas situaciones cambiantes a medida que pasan los años, estamos dando por supuesto que estos cambios son en buena medida negativos, no deseables. En suma, estamos dando por supuesto que el envejecimiento es algo malo.

No creo que les descubra nada nuevo diciendo que la pérdida o las amenazas de pérdidas son en cierta medida inherentes al propio hecho de envejecer.

Todas estas pérdidas son lo suficientemente importantes como para constituir una amenaza, una espada de Damocles que se cierne sobre nosotros a medida que pasan los años. Por otra parte, estos cambios también pueden ser capaces de entorpecer nuestra vida cotidiana: subir las escaleras puede constituir un gran reto cuando se tienen problemas de movilidad, ir al banco o hacer la comida puede resultado una tarea muy costosa si se es viudo y de esas tareas se responsabilizaba la pareja desaparecida.

Esta impresión de que el envejecimiento implica más pérdidas que ganancias se ha visto confirmada en diversas investigaciones que tenían como objetivo explorar la percepción del envejecimiento que tienen personas de diferentes edades.

Así, preguntando sobre los rasgos que caracterizan cada edad de la vida, parece que a medida que pasan los años, y especialmente a partir de los 70 años, las pérdidas superan a las ganancias.

balance entre la percepción de pérdidas y ganancias a medida que se envejece

Figura adaptada de Heckhausen, Dixon y Baltes (1989)

"Eso es el punto de vista como un ventilador cuando se le retira la energía , que va acabando, va acabando, va acabando, va acabando, aquella energía se agota y para"; E31, hombre mediana edad.

"Somos una energía que estamos hechos de energía, y la energía se va apagando como una vela, va envejeciendo, hasta que llega un momento en que la vela se apaga y esto es la muerte"; E47, mujer mayor.

"Es una cosa que es, cómo te diría yo, que estamos hechos de energía, si tú tienes una bombilla y la tienes noche y día, ¿eh?, la quemas tanto que al final la agotas"; E47, mujer mayor.

Se podría esperar que este entorno amenazante que es el envejecimiento pudiera afectar a la satisfacción con la vida, al bienestar de las personas mayores. Se podría suponer que las pérdidas en el área física y social vinieran acompañadas también por pérdidas en el bienestar personal.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. No existen pruebas de que entre las personas mayores la satisfacción con la vida, la autoestima u otras medidas de felicidad sean menores que entre las personas jóvenes.

Esto no quiere decir, obviamente, que todas las personas sean felices. Existen personas mayores que llevan una vida más plena y feliz que otras. También existen personas mayores que sufren de depresión y tristeza.

Pero esta infelicidad que afecta a algunas personas la encontramos también en cualquier otra edad: lo importante para nuestro argumento es que, en general, la infelicidad no aumenta a medida que envejecemos.

¿Cómo podemos explicar esta aparente contradicción? ¿cómo podemos explicar que, a pesar de las pérdidas y los obstáculos que implica el envejecimiento la mayoría de las personas mayores mantengan unos altos niveles de bienestar y satisfacción y, en todo caso, similares a los de los jóvenes?

La respuesta creo que resulta obvia: la persona no permanece inmutable, impasible antes los cambios y amenazas, sino que busca soluciones activamente, se embarca a su vez en cambios que tienen el objetivo de contrarrestar los cambios no deseables que están asociados al envejecimiento y de esta manera poder conservar en términos positivos nuestros niveles de felicidad y la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Es decir, envejecer de manera satisfactoria supone adaptarse, ajustarse a unas circunstancias vitales cambiantes. Si descubrimos qué es lo que en realidad hacen las personas que envejecen con éxito, cómo se adaptan al hecho de hacerse mayores, podemos obtener algunas claves que pueden dar cuenta del mantenimiento de la satisfacción con uno mismo y con la vida a medida que envejecemos, de la capacidad sorprendente de las personas de sobreponerse a los golpes que a veces se sufren y levantarse para mirar otra vez el mundo con optimismo.

Estas estrategias que las personas mayores ponen en marcha para adaptarse al envejecimiento, estos cursos de acción que aplican para afrontar los cambios negativos que se suceden con el paso del tiempo, parece que pueden dividirse en dos grandes grupos.

Vemos un poco más en detalle ambos tipos de estrategias.

ESTRATEGIAS CONSISTENTES EN CAMBIAR EL MUNDO

Como hemos comentado, una primer tipo de estrategias para adaptarse al envejecimiento es intentar cambiar o compensar los aspectos negativos que lleva asociados la edad. Entre otras, algunas estrategias de este grupo podrían ser las siguientes.

Remedio y prevención y de pérdidas

Dentro de esta área, quizá los médicos conocen mejor que nadie los comportamientos que favorecen tener una vida larga y, sobre todo, una vida sana. Sin duda se ha avanzado mucho en las últimas décadas, erradicando algunas enfermedades, encontrando remedios a otras y permitiéndonos llevar una vida más sana y libre de dolor. Es bien conocido como los médicos aconsejan la práctica de un deporte ligero, seguir una dieta equilibrada o no cometer excesos como comportamientos que contribuyen a conservar nuestra salud. Tampoco hemos de olvidar como algunas herramientas tecnológicas, como por ejemplo las gafas, los audífonos o los marcapasos, han contribuido a mejorar nuestra calidad de vida. La clave, en este aspecto, no es tanto añadir años a la vida, sino añadir calidad de vida a los años.

Dentro del terreno de la prevención de pérdidas, la actividad física y mental, de la que también hablaremos más adelante, también tiene un papel fundamental, ya que contribuyen a conservar aquellas habilidades que tenemos: lo que no se usa, se oxida y, en el peor de los casos, se acaba perdiendo. En este sentido, merece la pena remarcar cómo, A medida que envejecemos, y especialmente cuando alcanzamos edades muy avanzadas, cada vez se reciben más ayudas no solicitadas por parte de los jóvenes. Sin duda, estas ayudas a veces son muy necesarias y siempre se prestan con la mejor de las intenciones. A veces, los jóvenes prestan la ayuda porque les es más fácil y rápido hacerlo a ellos que dejar a la persona mayor que lo haga por sí misma. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que cada vez que alguien hace por nosotros algo que podemos hacer nosotros mismos, perdemos una oportunidad para practicarlo. Si esto se repite muchas veces, podemos llegar incluso a perder esa habilidad por falta de uso, creando una dependencia donde no la había.

Otro aspecto muy importante es procurarse en entorno facilitador que no aumente nuestros problemas, sino que contribuya a solucionarlos. En este sentido, la adaptación de las viviendas para hacerlas más confortables o la eliminación de barreras arquitectónicas serían la solución óptima.

Cuando uno no puede permitirse hacer cambiarse a una vivienda más cómoda o hacer arreglos en ella para adaptarla a sus nuevas necesidades, todavía podemos hacer muchas cosas para evitar posturas perjudiciales, cargar con pesos que nos pueden resultar excesivos o hacer movimientos que nos pueden provocar molestias o dolor. La colaboración mutua entre vecinos, entre familiares o entre amigos, aunque sea de tanto en tanto, puede ayudarnos a hacer tareas que ya no podemos hacer por nosotros mismos, pero que podemos continuar llevando a cabo con la ayuda de alguien.

Vinculación

Una segunda estrategia de este tipo es continuar vinculado al mundo. Esta vinculación se refiere a tres aspectos fundamentales:

Pero no sólo se trata de dedicar más tiempo a aquello que siempre nos gustó, sino también en explorar nuevas actividades, nuevas aficiones. Las personas que conservan su curiosidad, sus ganas de aprender y de experimentar cosas nuevas son sin duda las que más pueden disfrutar de unos años en los que, en muchas ocasiones, se tienen menos obligaciones y una libertad mayor para hacer lo que uno desea.

En este sentido, ustedes y las actividades que se presentan en este encuentro son el mejor ejemplo de cómo el hecho de mantenerse activo es un factor que puede contribuir a un buen envejecer.

La vejez puede ser una etapa en la que se pueden disfrutar especialmente de las relaciones con la familia: tras la jubilación y la marcha de casa de los hijos, la pareja tiene de nuevo más tiempo para disfrutar el uno del otro y hacer cosas juntos, para vivir incluso un nuevo periodo de noviazgo.

Los nietos son también un elemento nuevo en la familia que puede aportar mucho disfrute a sus abuelos y dar sentido a su vida. La relación con los nietos aporta muchas cosas a los abuelos, les hace sentir jóvenes y útiles, mientras que los nietos se pueden beneficiar de toda la experiencia y sabiduría de los abuelos. Muchas veces, incluso, las relaciones entre abuelos y nietos llegan a unos niveles de confianza y calidez que no alcanzan las relaciones entre padres e hijos.

En el caso de las relaciones sociales, como en el caso de la actividad, no se trata sólo de mantener las relaciones que ya se tenía, sino también, si nos apetece, de establecer nuevas amistades que puedan añadirse a las que ya tenemos o a veces compensar la pérdida de seres queridos.

La vejez es un periodo de la vida en la persona puede tener el tiempo, la experiencia y los conocimientos suficientes como para aportar cosas muy positivas para la comunidad. Las asociaciones vecinales, los sindicatos, los partidos políticos, las parroquias o cualquier otro tipo de asociaciones son el lugar desde donde podemos aportar esos conocimientos y luchar por dejar a las nuevas generaciones un mundo mejor.

En este mismo sentido, prestar servicios de voluntariado a las personas necesitadas también puede ser una importantísima contribución a la sociedad y, a la vez, puede revertir en la propia persona haciéndole sentir útil.

En fin, hemos de dejar de pensar en las personas mayores como ciudadanos pasivos, desinteresados por lo que les rodea. Si queremos conseguir un mundo mejor para todos, y en concreto para las generaciones más mayores, los poderes públicos han de abrir vías para facilitar la participación de los mayores en las decisiones que les afectan a ellos y al resto de la comunidad. Los mayores, por su parte, han de comprometerse, no esperar a que las instituciones resuelvan sus problemas o algún otro pueda hacerlo por ellos.

ESTRATEGIAS CONSISTENTES EN CAMBIARNOS A NOSOTROS MISMOS

Como decíamos anteriormente, en este caso no se trata de actuar y modificar las situaciones, sino más bien de ajustar la manera en la que las interpretamos. Se trata de reconstruir nuestra visión del mundo a medida que las circunstancias cambian.

Este tipo de estrategias puede ser tan o incluso más frecuentes y valiosas que las anteriores a medida que envejecemos. ¿Por qué puede suceder esto? Porque, desgraciadamente, a medida que nos hacemos mayores aumentan las situaciones, las circunstancias, que son irreversibles e inevitables, que no pueden ser cambiadas directamente, por lo que resulta inteligente y sano recurrir a alterar el significado que tienen para nosotros.

¿Cuáles son estas estrategias? Examinemos algunas de ellas.

Reajuste de metas y objetivos vitales

Dicen que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos desea. Con independencia del grado de verdad de esta afirmación, parece plausible que si nuestros niveles de aspiración son muy elevados, las probabilidades de sufrir insatisfacción aumentan, mientras que si aspiramos a cosas más modestas, es más probable que las podamos conseguir.

A medida que envejecemos, nuestro horizonte temporal se acorta: ya no podemos pensar a largo plazo, en términos de décadas, sino que somos más conscientes de la finitud de la vida y de que una serie de recursos, como la salud, corren el riesgo de perderse.

Para conservar un alto nivel de bienestar personal, a estos cambios suelen acompañarles también cambios en nuestro proyecto evolutivo. En concreto:

A medida que envejecemos, en resumen, intentamos colocar nuestros deseos futuros cerca de las cosas que ya tenemos en el presente y nos satisfacen.

Los jóvenes generalmente no piensan en cuando sean mayores, les parece algo que no va a llegar nunca o que les pasa sólo a los demás. Las personas de mediana edad, en cambio, ya contemplan la vejez, pero la suelen ver como un terreno idílico, en el que producirán cambios y conseguirán todo aquello que ahora no tienen (por falta de tiempo, por exceso de obligaciones. Vemos estas ideas en los siguientes extractos de entrevistas (Villar, 1998):

‘Ummm... no lo he pensado tampoco... pero supongo que con mis nietos, con mi familia, con muchos amigos aunque sean mayores y feliz’ (mujer 24 años).

"No, quisiera nuevos horizontes, quisiera cosas diferentes, quisiera estar pendiente... tener preocupaciones, eso sí, tener preocupaciones por mis actividades, pero ya me gustaría dedicarme pues un poquito más a la Naturaleza en el sentido amplio. Podría ser cultivando, pues a lo mejor un jardín con un huerto, que me gustan mucho los animalitos" (Hombre, 46 años)

En cambio, para los mayores los objetivo no son tanto conseguir cosas que no tienen, sino conservar lo que ya se tiene. El esfuerzo no es por ganar, sino por no perder.

Cuando somos mayores, estos esfuerzos por preservar lo que ya se tiene se centran en los aspectos de los que extraemos mayor satisfacción. Estos suelen ser las relaciones familiares cercanas y la salud.

"Yo lo que no quisiera es tener que depender de nadie. Yo quisiera morirme antes de, por ejemplo, que mis hijas tuvieran que levantarme, tenerme que lavarme si me ensuciaba, tenerme que llevar a una residencia o a una casa... Desearía que me acostara, no quisiera sufrir, no quisiera sufrir para morirme, pero quisiera que antes de tener que dar quebraderos de cabeza a mis hijas, pues morirme" (Mujer, 82 años)

"Lo mismo que hago ahora. Procuraré conservar el carácter (...) gastar bromas con mis hijos y tal, que tal vez no sea muy propio de una persona de mi edad, pues yo lo hago. Procuro conservar el aspecto este de bromista que no el de viejo antipático" (Hombre, 77 años)

Esta reestructuración de metas no significa en absoluto que los deseos de conseguir cosas desaparezcan: tener objetivos es algo sano y contribuye a disfrutar de la vida, a tener ganas de vivir, los objetivos es lo que significado a nuestra existiencia. La ausencia de objetivos puede conducir a un estado de desidia, de dejadez, cuando no de depresión.

Lo que queremos decir, en definitiva, no es que los mayores no tengan metas, sino que estas cambian de forma adaptativa a medida que nos hacemos mayores.

Comparación social

Para valorar el impacto de un cambio necesitamos compararlo con algún estándar que nos diga hasta qué punto es importante o no. A medida que envejecemos, estos estándares cambian.

  1. Por ejemplo, algunas de las pérdidas resultan amortiguadas por el hecho de ser esperadas, por el hecho de ser normativas. Esta previsibilidad de algunos cambios hacen que podamos ajustarnos a ellos, a hacernos a la idea de cómo será su impacto antes de que sucedan de forma efectiva. Los cambios son mucho más dramáticos cuando nos afectan sólo a nosotros que cuando afectan también a las personas de nuestro entorno, de nuestra generación en este caso.

  2. Otro elemento en referencia a la comparación social que es importante es la tendencia a compararse con personas que muestran una peor situación que nosotros, que experimentan un envejecimiento que a nuestros ojos resulta peor.
    Fruto de estas comparaciones, uno puede verse como afortunado: compararse con otras personas que están peor da un resultado más positivo para uno mismo que otro tipo de comparaciones, como por ejemplo compararse con como era uno décadas pasadas.
    Lo importante, desde este punto de vista, no es estar bien o mal en términos absolutos, sino estar mejor que otros. Esto ayuda a desactivar el impacto dañino de ciertas situaciones.

  3. Un tipo de estrategia similar que también tiene que ver con las comparaciones es el contraste entre el propio envejecimiento y la idea preconcebida que tiene la persona sobre lo que es o debería ser el envejecimiento para la mayoría de personas.

Muchas personas mayores tienen una idea de lo que es normal al envejecer exageradamente negativa: la diferencia entre este estereotipo tan negativo y el propio envejecimiento hace que se subrayen la estabilidad e incluso las ganancias en uno mismo.

Así, tener una visión negativa de la vejez puede resultar adaptativo para las personas mayores: les permite salvarse de la quema, verse a uno mismo como una excepción: En general en envejecimiento es algo horrible, pero en mi caso yo he conseguirlo saltarme las reglas y ser un caso de buen envejecer.

De hecho, algunas frases convencionales dirigidas a las personas mayores implican un tipo de comparación como esta. Cuando alguien nos dice: "no pasa el tiempo por ti", "para la edad que tienes estás estupendo", "no aparentas en absoluto la edad que tienes", estamos, implícitamente, considerando que el envejecimiento es algo muy malo, pero que no lo es tanto en la persona a la que nos dirigimos, que es una excepción.

 

Valoración de los elementos juveniles de uno mismo

A medida que nos hacemos mayores, cada vez diferenciamos más clara y drásticamente entre nuestro envejecimiento físico, el envejecimiento de nuestro cuerpo, y nuestro envejecimiento psicológico, lo viejos que somos ‘por dentro’.

Así, a medida que nos hacemos mayores, reconocemos que nuestro cuerpo está envejecimiento y que experimentan declives físicos, pero al mismo tiempo, nos sentimos jóvenes por dentro, sentimos que dentro de nosotros las cosas no han cambiado, que seguimos siendo igual que décadas antes.

Esta tendencia a sentirnos cada vez más jóvenes por dentro a medida que envejecemos se muestra en la siguiente figura:

¿Se siente usted más joven o más mayor de lo que indica su edad cronológica?

(adaptado de Goldsmith, 1992)

Como vemos, mientras los jóvenes rara vez se sienten más jóvenes de la edad que tienen (e incluso, los más jóvenes, se sienten a veces mayores de lo que indica su edad cronológica), a medida que envejecemos este sentimiento es cada vez más frecuente.

Y, puestos a valorar, en esta separación entre lo biológico y lo psicológico, es más importante lo psicológico, el espíritu, el cómo te sientas por dentro, que lo que le pase a tu cuerpo. Vemos esto en los siguientes extractos de entrevistas (Villar, 1998):

¿Tú te sientes vieja?

No. No, no, yo diría, y mucha gente, que no se sentirían que pasan los años si no se mirasen al espejo. Porque tú no sabes, si no hubiesen espejos tú te sientes bien físicamente y no sabes que edad tienes, la edad es abstracta, es algo que... el tiempo que va contando, pero yo soy yo.

¿Tú que edad te echarías interiormente?

Yo una edad de siempre, no tendría edad, si quieres que te lo diga quizá 20 o 25 como mucho. (Mujer 42 años)

‘Yo me siento como si tuviera... cuando vine a Barcelona yo tenía 53 años, pues fíjate, yo me siento con menos facultades, menos oído y menos vista un poquito, pero con la misma ilusión y ganas de vivir. Como una persona de 50 años’ (Hombre 74 años)

Esta separación entre el envejecimiento físico y el psicológico por ello tiene dos consecuencias beneficiosas:

Esta disociación entre edad cronológica y sentimientos de juventud no implica en absoluto mentirse a uno mismo: el sentimiento es real y, desde nuestro punto de vista, es algo adaptativo, ya que contribuye a mantener nuestra autoestima, nuestro bienestar, en términos positivos. Simplemente, a medida que envejecemos cambia nuestro modo de ver el mundo (y de vernos a nosotros mismos).

Revisión del concepto de salud

La salud es un área especialmente sensible a medida que nos vamos haciendo mayores. Es quizá la parcela en la que se ciernen más amenanas.

Esto hace que la salud, que para los jóvenes es un dado por supuesto, algo que se tiene por defecto, para los mayores sea un bien muy preciado, algo que es muy valorado porque se sabe que se puede perder o puede empeorar.

Las personas mayores suelen diferenciar entre dos tipos de envejecimiento físico:

Una vez establecida esta diferencia tan radical, las personas mayores pueden autoadscribirse al envejecimiento sano, alejándose de esta manera de la imagen de viejo senil, que queda sólo como una amenaza de futuro a la que se espera no llegar.

"Yo creo que no hay edad... a ver si me entiendes, la edad está ahí, los años no pasan en balde, pero si hay naturaleza buena, si no estás repasado de enfermedades, nada, no sientes nada el envejecimiento, y yo ya te digo, tengo 70 años, si lo digo la gente no se lo va a creer, pero estoy casi igual que cuando tenía 30, aunque los años los tengo encima"; (Hombre 81 años)

Y es que para los mayores la salud no es sólo un área especialmente sensible, sino que el concepto de salud cambia radicalmente:

Mientras para un joven la salud es un concepto muy vinculado a la actividad, comprende cosas como poder correr, poder hacer deporte, etc.

Para los mayores, la salud, ‘estar sano’ es radicalmente diferente: se trata de simplemente de no padecer enfermedades incapacitantes, en no ser dependiente. Los requisitos para considerarse a uno mismo ‘sano’ son muchos menos y se reducen a un núcleo de actividades cotidianas básicas consistentes en valerse por uno mismo y ser autónomo.

"(...) Yo creo que hay una diferencia grande. A lo mejor si te digo yo ahora mismo que tengo 79 años, a lo mejor no lo pensarás, pero yo con 79 años no tengo que coger el bastón, me desenvuelvo, ando y, en fin, ando bastante. Tal vez sea esto, el sistema de vida que llevo yo, me ayude, pero claro, no todo el mundo envejece a la misma edad"

"No, yo me siento bien, mientras me pueda mover, y entrar y salir, que yo pueda hacer mi vida, que yo pueda decir ahora bajo la escalera ahora la subo, una cosa tan sencilla como esa, yo me sentiré bien"

CONCLUSIONES

Hemos repasado algunas de las estrategias que parecen utilizar las personas mayores para afrontar el paso de tiempo y los cambios que implica el hecho de hacerse mayor.

Vivimos en un entorno dinámico, cambiante, y, con el transcurrir del tiempo algunos de estos cambios no son precisamente positivos. Sin embargo, y a pesar de todo, la mayoría de nosotros consigue afrontar estos cambios y mantener un optimismo y unos niveles de satisfacción personal muy alto. La cantidad y la variedad de las estrategias utilizadas para lograrno nos hablan de la gran flexibilidad que tenemos las personas, flexibilidad que se puede mantiener hasta las últimas décadas de la vida. Hemos visto como las respuestas a estos cambios pueden ser de diferente naturaleza, pero en todo caso van a significar una transformación de un mundo cambiante hacia términos que nos beneficien, bien, muchas veces cuando estas transformaciones son difíciles o las encontramos fuera de nuestras posibilidades, una reconstrucción de la manera en la que vemos e interpretamos el mundo que nos rodea: una reconstrucción en último término de nosotros mismos.

Así, mientras vivir implica de alguna manera una constante capacidad creativa, una capacidad para reinventar el mundo en el que uno vive y para, simultáneamente, reinventarse a uno mismo. Quizá en esta capacidad plástica residan parte de las claves para conseguir envejecer con éxito, de manera satisfactoria, y para maximizar las ganancias y el enriquecimiento que sin duda también puede ser patrimonio de la vejez.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Heckhausen, J.; Dixon, R.A. y Baltes, P.B. (1989). Gains and losses in development throughout adulthood as perceived by different age groups. Developmental Psychology, 25, 109-121.

Goldsmith, R.E. y Heiens, R.A. (1992). Subjective age: A test of five hipothesis. The Gerontologist, 32, 312-317.

Triadó, C.; Martínez, G. y Villar, F. (2000). Psicologia del desenvolupament: adolescència, maduresa i vellesa. Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona.

Villar, F. (1998). Representación social del envejecimiento a lo largo del ciclo vital. Tesis doctoral no publicada. Universitat de Barcelona.

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