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-Ciclo de Conferencias-
"El Psicoanálisis, hoy"

Conferencia:
"Presencias del otro"
Luis V. Miguelez

Nos acompaña hoy Luis Miguelez:

Muchas gracias por la invitación para compartir con ustedes hoy algunas reflexiones, a este ciclo que lleva un título muy oportuno, que es El Psicoanálisis, hoy, porque hoy estamos en una situación que nos hace replantear y repensar muchas cuestiones acerca de nuestro lugar como analistas y nuestro lugar como ciudadanos, dentro de esta crisis fabulosa que afecta a nuestra Nación.

Bueno, les decía entonces que me parece doblemente oportuno pensar hoy acerca de estas cuestiones que hacen a nuestra práctica analítica en este marco especial de transformación profunda en la subjetividad que viene ocurriendo en este último tiempo, y que la crisis en nuestro país la pone bastante de relieve.

En ese sentido, quería aportar algunas reflexiones acerca de lo que denominé Las presencias del otro, porque me parece que es en torno a esta cuestión, en torno a nuestra relación con el otro como semejante, que se van a plantear muchas de las problemáticas que hacen a la subjetividad, a la cultura y especialmente, a nuestra práctica como analistas.

Cuando venía para acá recordaba, pensando en esta cuestión del título, "Las presencias del otro", recordé un chiste, que la otra vez lo pusieron a circular también por mail, que era un comentario de esos que había hecho Tato Bores, en su programa, por ahí lo escucharon o lo vieron, que, se los hago breve, hacía una referencia a un momento como tantos de crisis en nuestro país, y se reflexionaba sobre quién era el responsable de esta crisis, había un supuesto periodista que le preguntaba a cada uno, comerciantes, economistas, políticos, profesionales, obreros, sindicalistas, etc. La respuesta invariable era que la culpa la había tenido el Otro, los otros para cada uno de estos personajes que habían sido interrogados, la culpa es del Otro. Y termina Tato Bores diciendo, pucha, que hijo de puta que fue este Otro. Esta reflexión sobre este otro me parece que no solamente es graciosa, sino que marca este punto donde el otro está instalado permanentemente como Otro con mayúsculas, es decir como Otro, del cual se depende, del cual se pretende recibir el placer, el goce y que termina haciendo de cada uno, un cuerpo y un sujeto de goce de él.

Esta dependencia en relación a ese Otro, estalla con las crisis, que van a poner en cuestión cierto lazo con la aseveración, "del Otro proviene todo", o su deformación encubridora "la culpa la tiene el Otro". Se abre entonces, esta posibilidad de pensar al Otro en tanto otro como semejante, el otro como otro con minúscula, que es en definitiva, en la multiplicidad de las presencias de ese otro, de donde va a provenir el placer y el sufrimiento.

Ahora bien, como analistas estamos particularmente interesados en pensar sobre las presencias del otro, pues se trata de pensar como nuestra presencia opera en la cura. No hay análisis sin presencia del analista, yo me atrevería a decir que no hay análisis sin analista, si no, el análisis se transforma en una cosmovisión, una filosofía, en un pensamiento sobre la vida, sobre el sujeto, sobre el ser, etc., que no es lo que la fundación del psicoanálisis vino a introducir, que a mi entender es un nuevo lazo social, es una nueva perspectiva en el lazo social con el otro, a eso entre otras cosas, me voy a referir hoy.

Digo que es particularmente importante reflexionar sobre las presencias del otro porque, en transferencia, es nuestra presencia la que vamos a tener que pensar y repensar continuamente para ver cómo opera en relación a una cura.

Voy a partir, para ser un poco más claro sobre esta cuestión que estoy planteando, de una pequeña viñeta que tomo de Winnicott y que es un pasaje sobre un análisis que él tiene con un paciente adulto.

La historia es la siguiente: Winnicott recibe un paciente que venía de muchos años de análisis anteriores y lo comienza a tratar por un motivo que el paciente manifiesta de entrada, que es que a pesar de que él en los análisis ha visto muchas cosas de su vida y que conoce varias de las causas de lo que le fue pasando y que ha resuelto algunos síntomas de su neurosis, así lo plantea el paciente, hay algo que le ocurre y que tiene que ver con la inautenticidad. Es decir, la vida se le transforma, su propia vida se le transforma en algo inauténtico, puede irle muy bien en la vida, de hecho le va muy bien, es un profesional exitoso, casado con hijos, etc., pero que hay una constante sensación de que lo que le ocurre es inautentico, que lo que le ocurre no es verdadero.

Transcurren las sesiones y en un momento Winnicott le dice lo siguiente, mire, le dice al paciente, yo estoy escuchándolo y escucho una mujer que está hablando de la envidia al pene, ésta es la formulación que le hace Winnicott al paciente. El paciente, no sin sorprenderse de lo que se le dice, comenta Winnicott en relación a esa intervención, después de unos momentos en que se queda en silencio, le dice, "mire, si yo hablara de esta mujer con otros, me dirían que estoy loco". Y Winnicott le responde, "no se trata de que usted hable con otros de esta mujer, sino que yo que estoy viendo un hombre recostado en el diván, escucho una mujer, el loco soy yo".

Ésta formulación tiene un efecto que cambia la dirección del tratamiento que venía realizándose y hay algo que muerde efectivamente en la cura para que el paciente empiece a sentirse de otra manera en la vida. Ahora, ¿Qué tiene de particular esta intervención de Winnicott?

Este paciente efectivamente había sido antes de nacer deseado como niña, esto ya estaba analizado, lo habían tomado en otros momentos de sus análisis. El deseo materno de tener una hija opera fuertemente en este paciente ya que durante un tiempo la madre se comporta con él, con el bebe, como si fuese una niña, es decir, la realidad del nacimiento de un varón no produce una desmentida, en la realidad de la fantasía materna. Sin embargo las intervenciones que apuntaban a la explicación de este deseo materno no producían más que un reconocimiento de su situación infantil.

¿Qué es lo que introduce Winnicott? Introduce una interpretación donde lo que predomina es su presencia, introduce un estilo interpretativo dramático, donde la enunciación está sostenida por la presencia del analista, en este, el loco soy yo.

¿Qué es lo que permite esta intervención? Que no se trata tanto de que el paciente se crea una mujer, de que el paciente esté identificado con una mujer, sino que lo que el paciente sostiene con esta inautenticidad profunda de su vida, es la mirada loca de la madre. Lo que no aparecía, lo que aparece recién en la formulación de Winnicott, es la enunciación alienante a la que estaba sujeto este paciente, que es esta mirada loca materna. Con esto quiero decir, que la desmentida seguía funcionando en él. El paciente sostenía la mirada loca que ahí donde veía un varón, seguía viendo una mujer. Lo que Winnicott hace con su estilo y su interpretación es introducir esta locura de la mirada del Otro.

Yo a esto, lo voy a llamar excedente, es decir, la presencia del otro, introduce un excedente, en lo que podría ser la imago o la imagen del sujeto, la imagen especular con que el sujeto se sostiene en la vida. La presencia del otro obliga a trabajar con ese excedente. Ese excedente sería la mirada, la escucha, los gestos del otro, que van a introducir de alguna forma, una perspectiva diferente a la que daría exclusivamente la imagen especular. En ese sentido el espejo miente, porque nos muestra, nos quiere presentar tal cual somos, pero lo que esconde es lo inconmensurable de la mirada que nos mira en perspectiva, siendo más del que soy.

Esto es lo que el psicoanálisis recupera de la presencia del otro para ponerlo en juego en relación a la cura, es decir, entiendo que el psicoanálisis utiliza ese excedente de la presencia del otro, como medida de cura, como forma de cura.

Este excedente de la presencia del otro puede no ser medida de cura, o forma de cura, o transformarse en vehículo de cura. Puede ser absolutamente aniquilante, destructivo, aplastante para la subjetividad, se convierte en exceso. Hay una diferencia que quiero introducir entre lo que es el excedente y lo que es el exceso.

Un pequeño rodeo para tomar este punto entre el excedente y el exceso.

Ferenzci llamaba, hablaba de una confusión de lenguas, entre lo que él denominaba el lenguaje del niño o la lengua del niño y la lengua del adulto. En sus términos, en los términos de Ferenzci, denominaba que la lengua del niño era la lengua de la ternura, y la lengua del adulto era la lengua de la pasión y que había una incompatibilidad que se producía entre ambas lenguas. Uno puede decir en otros términos, la lengua o el lenguaje polimorfo de placer y de juego del niño se encuentra con la lengua y el lenguaje de goce del adulto. Y efectivamente, esto es una situación de incompatibilidad, es lo que el psicoanálisis desde Freud en adelante, define como la situación traumática por excelencia, que uno hará con eso lo que pueda a través de la elaboración, con los medios, que son los del complejo de Edipo, o sea, de los medios simbólicos, de esta situación de encontrarse con el goce del Otro en tanto lengua del adulto.

Ahora, sabemos que esto puede andar, de hecho anda, porque es en relación a ese trauma que todos tenemos que constituir nuestra sexualidad, nuestra subjetividad sexuada. Es decir, la sexualidad infantil, saben que tiene ese efecto de constituirse en relación a un Otro en donde el Otro porta ese exceso de goce que hace que se produzca algo del orden del trauma.

Ahora, este exceso puede ser abusivo y aniquilante, yo creo que por ahí es una punta para entender la cuestión del abuso sexual y no quedar exclusivamente en la realización o en la búsqueda de la realidad efectiva si se fue o no fue abusado. Existe el abuso y existe el abuso sexual que no es lo mismo que el trauma del cual se queja una histeria, por ejemplo. No es lo mismo. No es lo mismo una situación en donde se plantee la fantasía de la sexualidad del Otro, que se plantee un abuso de la sexualidad del adulto sobre el niño. Pero decía que le da una vuelta, porque no hay que quedarse pegado a la cuestión de la realidad, si fue o no efectivamente abusado, sino que puede haber esta relación, esta presencia del Otro, que sea verdaderamente abusiva y aniquilante de la subjetividad, que interrumpa o impida los mecanismos simbólicos con que un chico pueda hacer frente a ese excedente que hay en esa relación con el Otro, que pueda hacer algo con esa incompatibilidad entre el lenguaje de la pasión o del goce, y el lenguaje de la ternura, del placer, del niño.

Digo que puede ser abusivo y aniquilante cuando la lengua del Otro se impone, arrasando la lengua infantil, cuando la lengua del otro se vuelve absolutamente totalitaria sobre el niño, cuando no se sostiene la dimensión lúdica del niño sino que se lo introduce brutalmente a una dimensión del goce en donde las cosas ya no son en el nivel de lo lúdico, no pueden valer para el chico por lo que van metamorfoseando, sino que las cosas son. En esta dimensión no es lo mismo jugar a mamá y a papá en la escena edípica, jugar entre los chicos al doctor, poder introducir toda esta dimensión polimórfica de la sexualidad, que quedar capturado por el goce del Otro como el único, o como la única fuente de goce de uno de los padres de un matrimonio desavenido, quedar en esta posición es efectivamente una posición de abuso sexual, porque queda sometido a la lengua pasional y de goce del Otro, introducido brutalmente en una posición en el fantasma del Otro sin poder desarrollar y desplegar la experiencia lúdica que le permitría elaborar esta cuestión de la incompatibilidad entre las lenguas, que decía, es natural de la subjetividad.

Entonces, efectivamente, la presencia del Otro puede ser presencia aniquilante, puede ser presencia aniquilante si ataca el juego infantil, si ataca esta dimensión lúdica en la que el niño encuentra la forma elaborativa natural de su estructuración subjetiva.

Ahora, sabemos que la presencia del Otro así como puede ser aniquilante, la presencia del Otro es constituyente, las presencias del Otro son constituyentes, si no hay presencia del Otro, también sabemos que la vida no tiene posibilidad de desarrollarse. El estado de indefensión en el que nacemos, el estado de dependencia prematura, en el que la cría humana está en desventaja con respecto a los otros animales, obliga a la presencia del Otro como primer auxilio ajeno.

Esta presencia constituyente hace que nuestro propio cuerpo no lo podamos vivenciar exclusivamente desde un punto de vista intrínseco, como podría suponerse, desde un punto de vista funcional, adaptativo al medio, etc.

Principalmente, nuestro cuerpo se conforma por la mirada y la palabra del Otro, por lo tanto el sí mismo corporal, que es la base de todo sí mismo, está constituido por este baño de lenguaje, metáfora que introduce Lacan, que las palabras maternas, acompañadas con la mirada de la madre, van a introducir en esa relación con el bebe. Por lo tanto uno se ve a sí mismo, como, por los ojos de la madre, es decir, esta es la primera cuestión a señalar.

También, el cuerpo en su dimensión erógena y en su dimensión estética, es decir, el cuerpo, no como función sino el cuerpo en esta dimensión doble estética y erógena, se constituye por esa mirada y por esa palabra materna. Fíjense, que un chico puede hablar de sí mismo como de la manito, como del piecito, me lastimé el piecito, me lastimé la manito, y aún no tan chicos, a veces uno se encuentra en semejantes situaciones medias ridículas hablando de su cuerpo en diminutivo, de algún aspecto de su cuerpo en diminutivo.

Esto es porque efectivamente el cuerpo se constituye ahí, en la pancita, la manito, la maninina, el bibibí, el pipí, etc., que la madre introduce en esta dimensión de "diálogo", ahora veremos porque lo digo entre comillas, con el hijo. Nadie podría, si no es por esto, hablar de sí mismo en estos términos, cariñosos, en relación a su propio cuerpo. El cuerpo aparecería en una dimensión exclusivamente funcional, de herramienta, pero el cuerpo tiene una dimensión estética-erógena, de hecho, el que nos impacte la dimensión corporal en una estatua, en una pintura, en una figura, proviene de esta dimensión donde el cuerpo es el primer objeto bañado y amado por estas palabras acariciantes.

Estas palabras acariciantes que no tienen valor descriptivo, no están hablando del cuerpo, sino lo están constituyendo, por lo tanto la palabra materna inicialmente tiene valor performativo, realizativo. La presencia materna hablándole al bebe tiene valor performativo y no descriptivo, no refiere, sino que constituye en el propio acto del lenguaje, el cuerpo erógeno, el cuerpo estético.

La dimensión performativa de la palabra, es la característica más importante que tiene la palabra, es la dimensión fundamental del acto analítico. El acto analítico no es hablar con alguien acerca de algo, sobre lo que le pasó a alguien en el pasado, sino que tiene eficacia porque constituye algo en el presente. El valor performativo está en que la palabra no describe un referente, sino que produce un acontecimiento, el acontecimiento inicial de la palabra es constituir un cuerpo donde había una masa de músculos y funciones.

Esto es el operador humanizante, la palabra del Otro como formadora de una corporalidad estética. Sin mediación del Otro, no podemos hablar del cuerpo en esta dimensión. Esto, constituye un verdadero espacio de frontera, un espacio que no es ni de uno ni de otro, no está constituido por lo intrínsecamente que proviene de mi cuerpo, totalmente, ni tampoco por lo que el Otro hace de mi cuerpo, sino por ese encuentro entre mi cuerpo y la palabra del Otro, esa primera palabra performativa. Ese espacio, es un espacio de frontera donde habita el sujeto.

¿Cómo le habla la madre al bebe? Yo decía, utilizando esta melopea, este canto, estas palabritas, estos sonidos que más que significaciones, introducen caricias, introducen ese elemento constituyente. Ahora todos sabemos que es necesario, que, esto también lo decía Winnicott y lo retoma Lacan, funcione esta locura de la madre. Winnicott decía "suficientemente buena ", también suficientemente loca como para poder escuchar en los ruiditos, en los llantos, en los sonidos amorfos de un bebe, un sentido. Es decir, cuando la madre escucha un llamado ahí donde hay algún sonido, y a ese llamado le da un significado, está introduciendo efectivamente un orden de significación pre existente, le está dando un sentido. Esto es lo que se llamaba la locura inicial de las madres que dan sentido ahí donde no hay más que factor, si quieren, fisiológico. Saben las consecuencias de la falta de esto, cuando esto fracasa, estamos en el grado más profundo y terrible de lo que puede ser la psicosis infantil, algo en el orden del autismo. O estamos en el punto del no desarrollo y dela muerte.

Ahora bien, es por lo tanto absolutamente necesaria esa "locura materna", ese dar sentido, pero no es suficiente, no es lo único que se espera de esta relación primera con la madre, de esa presencia inicial del otro.

Digo que, una cuestión peculiar que tiene el lenguaje materno con respecto al niño, es que toma de la masa amorfa de sonidos que produce el niño con todo su cuerpo, toma pequeños ruiditos para reproducirlos en su habla. Si los puede reproducir en su habla, los introduce, permite un recorte, en donde esos ruiditos que estaban inmersos en esa masa amorfa pasan, gracias a que son introducidos en la lengua articulada de la madre, en un habla con sentido, con significado, pasan a ser efectivamente significantes, donde el chico pueda reconocer ahí en eso que le viene de afuera, algo también que es propio.

Efectivamente, la lengua nos viene de afuera, nos espera al nacer, pero solamente se transforma en algo propio si también en ella podemos reconocer nuestro propio cuerpo, si en ella podemos reconocer parte de lo que nosotros producimos, si podemos encontrarnos con que ese lenguaje que nos espera, está hecho también con la materia fónica que nosotros producimos, como infantes, es decir, aún sin lenguaje. Que la madre introduzca sentido, es necesario, pero la madre deberá introducir también los ruiditos que el bebe produce, para poderlo incluir efectivamente en el campo significante, permitirle la identificación con esa lengua que esta formada no solamente por el código, por los signos de la lengua. Esto hace que la lengua si bien nos viene de afuera, no nos sea totalmente ajena, que también se configure en ese espacio de frontera, en ese encuentro de uno y de otro.

Fíjense que hay situaciones en donde un chico puede tener una afección referida a lo que se puede llamar sordera con respecto a la palabra. Puede escuchar todos los sonidos, puede escuchar perfectamente, pero tiene una sordera con respecto a la palabra. Esta sordera con respecto a la palabra, es que la palabra no está dentro del campo de lo audible. Para que pueda incorporarse la palabra dentro del campo de lo audible tiene que ser reconocida en su valor de fonema que provenga también de su propio cuerpo; si no, tiene sordera, porque si le viene exclusivamente de afuera, la palabra en su dimensión fónica, se vuelve absolutamente intrusiva y atacante del bebe. Para que no ocurra esto, efectivamente tiene que producirse esta posibilidad a la vengo refiriéndome, de llevar a su vez algo del propio cuerpo del niño incluido, no solamente de portar sentido.

Esto se ve perfectamente en la clínica, y si uno tuvo la experiencia de trabajar con autistas en algún momento, o vio chicos autistas, se encontró con algo de este orden. Vamos a decir algo primero. Lo que presenta un chiquito autista, es como una sensación de imposibilidad de todo tipo de comunicación. Pero no porque el chico no pueda comunicarse, o uno no pueda comunicarse con el chico en relación a darle alguna consigna, etc., sino porque es extranjero efectivamente de toda lengua. La sensación es que no hay ahí lengua sino que hay exclusivamente ruidos, y los ensayos de palabras que emite son solo cuerpo extraño.

Cuando dije, extranjero a la lengua, no es lo mismo que lengua extranjera, porque uno reconoce en la lengua extranjera, una lengua, es decir, lo primero que ocurría en los pueblos más primitivos es que cuando se encontraban dos sujetos, dos seres humanos, hablaban, hablaban cada uno su lengua. Esto permitía al otro, reconocerlo al otro como hablante, porque la lengua del otro también estaba en esta dimensión, conformada por la misma materia que la propia, no era cuerpo extraño. Por supuesto que eso necesita de ayuda, también, necesita, para que la presencia del otro no se vuelva totalmente hostil, extraña y peligrosa, necesita reconocer un punto de identificación con este otro.

¿Cómo se produce esto? Voy a tomar una pequeña historia de lo que cuentan los viajeros de muchos años atrás, sobre las caravanas que salían a lo desconocido. Es decir, siempre fascinó y produjo terror el encuentro con el otro. La presencia del otro es algo fascinante o amenazante. Puede transformarse, sabemos, el otro, en cabeza de Medusa donde uno queda absolutamente paralizado y aniquilado o puede ser también el otro, aquel que nos pueda alojar, nos pueda brindar su hospitalidad. El encuentro con el otro siempre plantea una cuestión de deseo y amenaza.

Estas caravanas que salían a lo desconocido, llamémosle el desierto, para verlo en los términos nuestros, porque efectivamente después de Buenos Aires les parecía el desierto, y la historia de los viajeros era que el desierto estaba poblado de lo desconocido y lo amenazante, llevaban traductores. Pero que no eran traductores solamente, no eran solamente lenguaraces que pasaban de una lengua a otra, sino que eran verdaderos intérpretes. Cuando digo intérpretes me refiero a que no solamente tenían la habilidad de traducir una lengua a otra, sino que primeramente llevaban a que los viajeros reconozcan en esos sonidos extraños, una lengua con sentido. Volvían también mediante sus relatos, al otro algo interesante, despertaban la curiosidad por lo distinto, para introducir al viajero en una perspectiva donde la presencia del otro no sea aquello que se deberá rechazar necesariamente, una dimensión del otro como extranjero pero no del otro como cuerpo extraño,

Algo de esta función nos convoca como analistas cuando trabajamos con chicos de esta naturaleza, con chicos autistas. Una analista que escribió un libro muy interesante que se llama HACIA EL HABLA 1, Marie Christine Laznik-Penot, comenta un caso que le tocó de un chico autista que se llama Halif, el nombre es importante refiere al origen, el chico era turco. Esto es en Francia, en París, y los padres, sobre todo la madre, hablaba poco en francés, el padre prácticamente nada, hablaban muy poco en francés y se manejaban con su idioma, la analista no sabía hablar turco, y lo toma en tratamiento.

Es muy interesante, porque el chico era autista, o sea que no hablaba, producía algunos sonidos, algunos gritos, presentaba la característica de los autistas, giraba en torno a un foco de luz con la mirada fija en este, se golpeaba haciendo rocking en la cabeza. Cuando ella empieza a trabajar con él, sin saber nada de turco, empieza a recortar en esos sonidos inconexos que producía el chico lo que ella considera podían ser palabras en turco, podían ser igualmente grititos, recorta sin embargo, por una insistencia de algunos de ellos, ciertos trozos fonéticos, ciertos retazos fónicos, que, luego conversando con la madre empieza ésta a encontrarle sentido en turco, y se comienza a armar una historia donde el chico va a poder hablar y a pronunciar, se los hago muy breve, a pronunciar aquellas palabras que recortadas de estos gritos se vuelven significantes.

Una de las primeras cuestiones que ocurren, y esto lo comento para que vean que es la presencia del otro, del analista, quien introduce acá una especie de mirada formadora; es que una vez dando el niño vueltas alrededor de la luz, a la analista le evoca lo que eran los bailes circulantes de los derbiches. Para esta mujer, -en presencia de la madre trascurrían muchas de las sesiones -, que pertenecía a la cultura turca esto tiene mucho significado, y además en la historia de sus antepasados había personajes que eran justamente muy valorados por su práctica religiosa y cultural. De hecho la palabra de la analista incluye al hijo en la cultura de sus antepasados.

A partir de eso, la madre mira de otra manera al chico, constituye otra mirada. Fíjense que una presencia circunstancial como es la presencia ahí del analista, permite producir o introducir una mirada constitutiva y formadora que no existía. El chico dando vueltas alrededor de la luz, era un cuerpo extraño, mientras que ahora se vuelve algo a ser incluido dentro de una cultura, algo que puede tener un cuerpo que baila y no solamente un cuerpo que no comunica ni muestra nada.

Comentario inaudible

Antes de leerlo, constituirlo. La mirada ahí constituye, la dimensión, si queres, sintomática. Por eso muchas veces el analista constituye, de una inhibición y de una queja, un síntoma. Esto hace posible el análisis.

Cuando Freud con el Hombre de las ratas constituye un síntoma en torno a la historia de los lentes, efectivamente ahí es posible analizarlo, antes no es nada, antes es ruido para cualquiera. El amigo de hecho lo trataba de convencer que, recuerdan la historia, que no era al capitán al que le tenía que pagar sino que era a la señora del correo y el paciente, no quería saber nada. Cuando Freud detiene esto, frena la cuestión, hace un recorte sobre esto se constituye para el propio paciente un síntoma, se vuelve duda obsesiva, síntoma.

Entonces, evidentemente la presencia del analista constituye algo donde podía haber solamente, ausencia de todo, como en el caso de un autista. En el caso de un neurótico donde había solamente una locura incomunicable, inentendible, incomprensible, pero la mirada y la escucha recorta y constituye. Por eso decía, es performativa, la palabra ahí es performativa, porque hace algo. No es que describe lo que le está pasando al chico, sino que lo constituye en un derviche bailando para la mirada de la madre, con lo cual lo incorpora a su cultura, ya el trato de la madre con ese chico, cambia, en efecto es otro.

De la presencia del otro, es lo que se denomina don, el don, y no el intercambio. Digo, no es el intercambio por esto: si la presencia del otro sostiene una dimensión posible de frontera, una dimensión lúdica, una dimensión donde el sujeto no es aniquilado por esa presencia es porque el otro en su dar introduce algo que es del orden de la posibilidad de la creación por el sujeto. Quiero decir con esto, que la zona de frontera se constituye cuando paradojalmente, y esto lo tomo bien claramente de la concepción de Winnicott sobre el espacio transicional, cuando, lo que la madre da, el pecho, el chico lo crea. La paradoja necesaria para constituir el espacio de frontera, el espacio verdaderamente subjetivizante es que aquello que la madre da, el chico lo cree, es una paradoja. Es una paradoja que es necesario advertir que no hay que resolverla. Si uno le quiere preguntar al chico, esto de lo cual te satisfaces en un juego, ¿es tuyo o te lo dieron? rompe la paradoja, eso rompe esa dimensión de frontera.

Cuando al pecho, la madre lo da, pero en el mismo lugar y momento en que el otro lo crea, es efectivamente eso lo que constituye la capacidad creadora en el sujeto. Si no es dependencia absoluta del Otro, y la posición que se instala es la de la envidia, es decir, el otro tiene aquello que a mí me falta.

La dimensión del don es esa, cuando alguien da, y para esto vale lo que Lacan formula en relación al amor, o a un amor que no es narcisista, que es dar lo que no se tiene a un ser que no lo es. Dar lo que no se tiene, donde el pecho presenta la peculiaridad de no ser lo que se da, sino lo que es creado. ¿Se entiende esto? Este constituirse entre uno y otro, es lo que hace que el dar el pecho de la madre sea un don y no simplemente un acto de intercambio.

Creo que ahí, esa presencia del otro, esa presencia del otro que constituye con su dar la posibilidad de la capacidad creadora, porque no aniquila al otro con el dar sino que acepta que el otro cree ahí donde le fue dado, es lo que habilita la subjetividad para el placer, para la creación, para la relación con los otros, para el arte, para la vida. Esa es la impronta del Otro generadora y no aniquilante, es la impronta del Otro que funciona como excedente.

Por eso hay una definición, una de las primeras definiciones que da Lacan sobre el fin del análisis y que a mí me parece muy valiosa y que tiene que ver con esta relación con el otro, o con los otros. Él dice en "Función y campo de la palabra":

"El final del análisis es el momento en el que la satisfacción de cada uno encuentra el modo de realizarse con la de los otros en una actividad humana".

Fíjense la forma que él encuentra. No se trata de una satisfacción compartida, ni de un ideal de satisfacción, no se trata de que la satisfacción de uno y de otro sea la misma, sino en el modo en el que la realización de su propia satisfacción, encuentra como realizarse con la del otro, en una actividad compartida, humana. No estamos hablando de un ideal masivo, todos juntos triunfaremos. Cuando nos encontramos a veces con que estas cuestiones del ideal, lo que desencadenan, puede ser lo peor, y la caída de ese ideal, la desazón, el desamparo, el dolor. La satisfacción de cada uno con la del otro, implica al otro, no hay satisfacción de uno, es satisfacción de uno con el otro, pero no le impone al otro el modo de satisfacción sino que ofrece también su satisfacción a la satisfacción del otro, al encuentro de esto.

Pienso que es ahí donde tenemos que plantearnos la cuestión del nuevo lazo social, del lazo fundamental que establece el psicoanálisis. El psicoanálisis establece un lazo donde no impone al otro una mirada, donde no impone al otro un sentido, donde no pretende imponerle un modelo de goce, aunque esto nos viene, y contra esto tenemos que estar permanentemente analizándonos como analistas en análisis, es decir, tenemos que cuidarnos de ese lugar Otro con mayúsculas que la transferencia a veces nos convoca, pero es, gracias a que la presencia nuestra puede establecer una posibilidad de escucha, de mirada, de que puede ser una presencia que está abierta a la receptividad inconsciente del deseo del otro, del paciente, que se produce ahí un efecto de naturaleza totalmente distinta a lo que puede ser el acto médico, a lo que puede ser el acto jurídico, a lo que puede ser el acto político.

Este es el acto analítico, es un nuevo lazo social inventado en el siglo XX y que introduce una nueva forma de relaciones y de presencias del otro, que toma efectivamente de las presencias constituyentes de la subjetividad.

Entonces, para concluir y abrir el diálogo, si la presencia del analista opera en este sentido, si opera en el sentido de hacer posible que aquello para lo que uno era sordo y ciego pueda entrar en mi subjetividad, es que puede abrir una dimensión donde la mirada y la escucha van más allá de la cuestión especular del espejo, donde se ponen en juego también los otros que hay en mí.

En el ejemplo que les traje, Winnicott hace oír al paciente esa enunciación loca que lo habita, la mirada loca de la madre que lo sigue viendo como mujer y que él sostiene. Enunciación que refiere a aquel a quien va dirigida su palabra, que en términos de la teoría del lenguaje denominamos alocutorio en contraposición con el locutor, integrando ambos términos la enuciación discursiva. Sabemos bien que es desde el otro al que se dirije el discurso desde donde éste retorna constituyendo al sujeto de la enunciación.

El paciente no era homosexual, ni era travesti, ni se creía una mujer, el paciente sostenía la mirada loca que lo miraba como mujer, aún siendo un hombre, y que esto hace que su vida cobre un sentido de inautenticidad. Lo que Winnicott puso en juego con esa interpretación, que no es al estilo de, "a usted lo que le pasa es que se siente una mujer porque su madre lo deseo cómo una nena", está bien, eso ya había pasado, se lo habían interpretado, había tocado ese punto, sin embargo no se soltaba, no se soltaba porque no había reconocimiento de esta enunciación que se hace oír en la boca de Winnicott. Y casi por sorpresa Winnicott la enuncia, porque hay que creerle, porque uno ha vivido esa experiencia, de que uno enuncia muchas interpretaciones, sorprendiéndose en el momento que las enuncia. La sorpresa no es solo para el paciente es para uno en primer lugar, ¿Qué dije? ¿Quién habló? Porque el quién habló también está en juego cuando habla el analista, es decir, quién habló es aquello que permite esa receptividad inconsciente del analista, poner en juego a esos otros que habitan en cada uno en el espacio transferencial.

Esto es lo que quería traerles.

Pregunta: Cuando vos hablas del otro, ¿Te estás refiriendo al yo-otro?

L.M.: No, no, yo-otro no. Me estoy refiriendo a esta dimensión del otro como sujeto, en ese sentido, hace confluir lo imaginario, con lo simbólico y lo real si querés utilizar esos términos. Quiero decir, el semejante no es solamente el otro imaginario. El semejante es semejante en tanto porta como yo la castración, por lo tanto está atravesado por lo simbólico. Si es absolutamente imaginario es Otro con mayúsculas, es Otro absoluto.

En tanto el semejante porta la castración, puede ser reconocido como semejante y por lo tanto, no entrar en la dialéctica del amo y del esclavo, porque la dialéctica del amo y del esclavo, es la dialéctica de la muerte, uno u otro. Es la dialéctica en la cual se nos presentan las identidades asesinas, la lucha que estamos viviendo, la explosión brutal de tribus contra tribus, el otro como otro a aniquilar porque sino me aniquila. Cuando el otro se introduce en esta dimensión de reconocimiento subjetivo es que el otro también está en falta en relación a ese ser absoluto. No lo tomo en relación, si queres a, para utilizar el esquema de Lacan, el i’(a), no es el otro minúscula en su relación imaginaria, sino es el otro en tanto su dimensión subjetiva. Quiero decir, que es el otro, en su dimensión subjetiva, la que se juega en un análisis también.

Pregunta: ¿Cuándo se juega en un análisis, ahí el analista no es un Otro con mayúsculas?

L.M.: Si es un Otro con mayúsculas, no queda otra que la hipnosis. Es decir, si el analista, que encarne para el paciente el Otro con mayúsculas no quiere decir que el analista sea el Otro con mayúsculas aunque a veces lo tiene que, como se dice habitualmente, semblantear, es decir, esto no puede hacer descuidar a cada uno como analista de que no lo es porque si efectivamente en algún momento nos lo creemos, vamos a hacer hipnosis. Porque el Otro hipnotiza, el Otro con mayúsculas, hipnotiza.

Ahora, por supuesto en la transferencia nosotros vamos portando todos los otros que para ese paciente han sido significativos en su vida.

Cuando Winnicott dice lo que dice, efectivamente pone en juego ese otro materno, la mirada de ese otro materno, pero lo hace gracias a que Winnicott puede dejarse tomar por eso. Es en tanto que permite hacer oir a ese otro, para lo cual tiene que estar receptivo, o mejor dicho tiene que utilizar su receptividad inconsciente, estar abierto a la escucha y deponer su propia escucha de sentido.

Pregunta: ¿En qué medida, la presencia del analista se diferencia de la madre suficientemente buena?

L.M.: yo creo que la madre suficientemente buena era un síntoma de Winnicott, quiero decir, que es lo que lo hizo muchas veces antipático a la lectura de las analistas mujeres. Quiero decir con esto que no es agradable promover entre las mujeres la madre suficientemente buena, él tuvo un pequeño desliz al respecto. Pero si uno lo lee en serio a Winnicott, lo de la madre suficientemente buena, está en este planteo que yo hago, que yo pienso, que está en la dirección del don, es decir, de aquello que la madre puede poner en juego, que no es que la madre atiende y cuida al chico excesivamente bien, porque eso sería una madre excesivamente madre. Es decir, toda madre suficientemente buena debe ser en algún momento falla, debe fallar, pero eso no es como que hay que promoverlo, no hay que decir: la mujer debe mirar para otro lado y no mirar a su hijo, eso también es una ridiculez, la transformación en receta lacaniana ha sido una ridiculez. Tiene que mirar al padre, o no mira mucho al padre, entonces, las nuevas generaciones influidas ya no por esta madre suficientemente buena tienen que ser madres que a su vez, miren al padre de vez en cuando. Me parece que esta dimensión de receta es ridícula, es de puericultura.

Efectivamente la madre en esta dimensión de suficientemente buena va a fallar, naturalmente va a fallar cuando no está afectada por la locura, o una neurosis grave, por la perversión. Cuando puede funcionar normalmente va a fallar.

Esa introducción que hace la madre es lo que, yo creo que el psicoanálisis, retoma. Esta capacidad de incluir el ruidito del otro en mi decir, que es lo que hace que ese ruidito se convierta, se recorte, como significante, es lo que hace un analista. Para que la palabra no sea exclusivamente de él, sino que se constituya verdadera para el paciente debe está estar formada con la materia del paciente mismo.

Esto es una gran invención del psicoanálisis. Porque el psicoanálisis, a diferencia con cualquier otra práctica psicología, no es explicativo, no viene a explicar lo que le pasa a alguien, no viene a dar cuenta de lo que le pasa a alguien por tal o cual cosa, no describe, sino que puede recortar, constituir algocomo verdad para el paciente porque puede dar a oir un significante válido para esa historia, para esa subjetividad.

Esto es verdaderamente constitutivo y constituyente por eso no se ocupa del pasado sino que el acto analítico es performativo, la palabra analítica es realizativa porque constituye ahí una subjetividad. Participa de esta dimensión que describía del don. Pero el don materno es posible efectivamente porque la madre esta atravezada por el nombre del padre, es decir, por esa dimensión donde su pecho no es efectivamente aquello que le pertenece en forma absoluta como objeto, no es el objeto que ella tiene sino que como objeto está perdido pues como objeto esta lo que el chico hace con eso. Como está perdido como objeto, ella está atravesada por la castración, le da el pecho, el pecho que es suyo, pero el objeto que se constituye en ese don, ya no es suyo.

En el analista también, el analista debe permanentemente renunciar a su narcisismo, si quiere que el análisis ande, si quiere que un análisis ande. Cuando Lacan decía el analista paga con su ser, paga con sus palabras, está diciendo ésto, está diciendo que la profesión de analista, no me gustaría llamarlo profesión solamente, sino además lo que esa decisión de dedicarse a la práctica del análisis implica, es esponerse permanentemente, poner en juego este punto de, si uno quiere, de castración.

Comentario inaudible

L.M.: Pero además constituir un decir donde podía no haber nada. Por eso fíjense, que ahí, aún donde no se trabaja con un psicoanálisis como el que se realiza con un neurótico, en el caso de atender a un chico autista, la posición del analista se sigue sosteniendo como posición del analista. Porque en ese dar sentido del que hablamos en esos casos, lo que el analista introduce es un recorte en el que incluye al chico, no es solamente lo que a ella se le ocurre sobre ese chico, sino que hace que ese chico tome cuerpo en una dimensión para la cual era ciega y sorda la madre, lo introduce en el campo del cuidado y el cariño materno porque lo recorta de lo indiferenciado.

Comentario: Parece que en ese análisis, la analizada es la madre.

L.M.: Es difícil saber quién, pero están en juego los dos, sería entre ambos que funciona el análisis. Pienso y ustedes me darán la razón que no puede haber trabajo con un autista si no está la madre, es un absurdo.

Comentario: es como dice Lacan, la posición de semblante de objeto.

L.M.: Sí, claro, totalmente. En la medida en que no se interprete el semblante como hacer como, quiero decir, no se trata de que uno haga como, sino que se deje tomar por eso, casi sin darse cuenta.

Por eso la experiencia de receptividad inconsciente, es en un punto, enigmática. Freud planteó esto de entrada y lo dejó abierto, ¿Qué hace que uno, que nosotros en posición analítica tengamos una receptividad inconsciente sobre el inconsciente del otro? Bueno, el trabajo sobre nosotros mismos, el análisis, pero esto se va produciendo, quiero decir, no es calculable, nadie puede decir, ahora voy a recibir el inconsciente del otro, ahora no recibo el inconsciente del otro, sí estar dispuestos a que esa recepción no pase desapercibida. Esto es una práctica especial, la presencia del analista es una presencia particular. Porque otro no tiene por qué poner su receptividad inconsciente al servicio de nada. De hecho, la historia de la telepatía muestra otros caminos, dicen que ponen la receptividad inconsciente al servicio de otras cosas, de ver el futuro, de hacer profesías. Pero cuando Freud se ocupa de los problemas de la parapsicología, recuerden que descarta casi todo como fraudulento, salvo una cuestión la telepatía, de la que él dice que no sabe cuál , pero que hay una capacidad de pescar el inconsciente del otro que tiene el adivino que hay que ponerse a estudiar ¿cómo lo hacen?. Nosotros tenemos una herramienta racional y de trabajo que es la del análisis, el adivino posee una capacidad que no esta trabajada, pero que él reconoce como que hay una receptividad inconsciente. Vuelvan a los trabajos de "Telepatía y psicoanálisis" de Freud. En los trabajos sobre telepatía y psicoanálisis Freud trabaja sobre las premoniciones falsas, todas premoniciones que no se cumplieron, o sea que eran falsas, pero plantea que su eficacia entre comillas, su capacidad de despertar interés en el sujeto que consulta está determinada por la relación que guardan con el deseo. Sí pescaban el deseo de quien consultaba, y entonces se pregunta ¿Cómo lo pescaban? Y ahí deja abierto el interrogante. Esta disposición a la escucha es algo que está dentro de lo humano, a esta escucha que no sea la del sentido solamente, sino que pueda recortar otra cosa, que pueda hacer oír, otra palabra, otra enunciación.

Cuando Winnicott le dice el loco soy yo, porque verdaderamente él ahí se constituye y se siente loco. Es decir, si yo veo ahí que es un hombre, no un hombre que habla como una mujer, sino que él ve que es un hombre pero escucha una mujer. Cuando el otro le dice, yo si hablara de esta mujer me tomarían por loco, Winnicott le responde, sinceramente, efectivamente no es eso, el loco no es usted, el loco soy yo, que veo y oigo a un hombre y escucho una mujer, porque sino le estaría diciendo que es afeminado.

Comentario: Yo registré muy bien cuando vos dijiste el motivo de consulta que era la inautenticidad...

L.M.: La inautenticidad estaba dada por esto, porque él soporta la mirada permanente de que alguien que le decía vos no sos esto, sino que sos otra cosa y él la sostenía por amor a la madre.

Comentario: Cómo los ruiditos se van transformando en lenguaje, como la madre transforma esos ruiditos en lenguaje...

L.M.: Digo que incorpora los ruiditos en su melopea como lenguaje, es decir, cuando le habla al bebe, no le habla como si le hablara a un adulto, bueno, esto a veces ocurre, uno se puede encuentrar con alguien que le habla a un niño como si le hablara a un adulto. En general, lo que yo decía es que la madre habla jugando, introduciendo un juego, que es deformando su propia lengua e introduciendo los elementos que provienen del chico, como que eran ruiditos en el chico, pero que se vuelven lenguaje porque los introduce en su propia lengua. Es que si no lo incorpora, el lenguaje para el chico sería enteramente ajeno, si no lo es, es porque le permite la ilusión de creer que él con esos ruiditos está hablando. Pero le hace creer que él con eso está hablando no porque le de sentido, porque si fuese solo eso, sería terrible. Le hace creer que con eso está hablando, porque él escucha que eso que sonó en él, vuelve, y esto le permite un reconocimiento y una identificación con el lenguaje.

¿Se entiende esta diferencia entre esto y dar sentido solamente? El sentido siempre termina siendo abusivo. La violencia de la interpretación a veces es necesaria pero también abusiva si es solamente dar sentido, "a usted le pasa …". Es humanizante, pero lo deja en el orden del sometimiento al otro, el otro sabe, de mis ruiditos, que significan.

Una cosa es cuando ese otro toma los ruiditos, y dice lo que se le canta, no qué significan los ruiditos, pero hace oír mis propios ruiditos en lo que dice, ahí yo descubro que el otro introduce también en su lengua, mis propios sonidos, mi propia corporeidad, diría, entonces el habla deja de ser cuerpo extraño, se vuelve algo que se puede recibir sin sentir como absolutamente otro, ajeno.

Pregunta: Cuándo un nene le empieza a decir tata a la abuela y tata es la abuela para toda la familia ¿no le está dando un sentido ahí?

L.M.: ¿el nene? (risas)

- No, la madre

L.M.: Sí, claro, pero está incorporando ese término como significante, con significante y con significado, pero lo recorta del chico, tal vez el chico dijo tatatatataaa cuando vio a la abuela, y alguien recortó, tata, el que vuelve a venir de allá hace que tata sea la abuela.

Pregunta: ¿pero no le está dando un sentido?

L.M.: Sí, le está dando un sentido primero pero además del sentido eso otro, y este es el excedente que a mí me interesa. Si fuese solamente un sentido quedaría para siempre ahí, fijado, tata =abuela. Si en algún momento el chico puede decir tata y referirse a otra cosa y puede jugar con eso, es porque no lo abrochó a un sentido a la manera del código, sino que le permitió que el tata entrara en la lengua y por lo tanto ahora es un elemento más, es un término más que juega, que entra en juego verdaderamente en la lengua.

Digo, el excedente es que alguien pudo recortar algo de ese tatatataaaa que decía el chico, esa es la función fundamental. Va conjuntamente con el sentido, pero crea este excedente, que me parece que hace que la cosa no sea solamente exceso de sentido, ni exceso de goce.

Uno introduce permanentemente términos. Los adolescentes ¿qué hacen? Introducen términos en la lengua, con sentidos que después cambian, después se transforman, se modifican, pero es la forma de apropiarse de algo que si no sería absolutamente ajeno, la sexualidad genital, el mundo adulto, la ley y la transgresión, el desamparo, etc.etc..

Comentario: va con la posibilidad de que el chico vuelva a intentarlo

L.M.: Exactamente, es la capacidad creadora en el sujeto. La capacidad creadora del sujeto es este encuentro paradojal, entre el pecho que le dan y el pecho que crea.

Por eso se trata siempre de esto, el analista no pregunta si lo que dice uno le viene de afuera o lo inventó uno mismo. En general esto vale para todo, uno cuando habla, lo que esta diciendo ¿es lo que dice otro o es lo que dice uno? Ambas cosas.

Un discurso verdadero se constituye "entre". Un discurso que es solo cita, puede ser un discurso perfecto pero no es de uno, no hay uno, no hay subjetividad, hay referencia al Otro. Por otra parte cuando alguien hace un discurso donde no hay ninguna referencia al Otro, hay delirio, cuando se quiere imponer como verdadero una cosa que es absolutamente de uno.

Por eso siempre en todo proceso creativo, el creador, se va a preguntar en algún momento si eso que está diciendo o haciendo, lo inventó otro, le va a aparecer esta idea de "los sesos frescos", porque hay una dimensión donde está la presencia del otro en lo que uno dice, ahora bien, si uno es paranoico se vuelve loco con eso, si lo deja andar, bueno, tiene que aceptar que están las presencias del otro en lo que uno dice.

Buenos Aires, 11 de Junio de 2002

HOSPITAL DE EMERGENCIAS PSIQUIATRICAS "DR. TORCUATO DE ALVEAR"

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