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Algunas reflexiones sobre la drogadicción:
Un tipo de lazo social o un modo del goce

Mario Durán

¿Qué relación hay entre las manifestaciones incestuosas, los modos lazo social de hoy en día (adicción) y el concepto de goce? Este texto es un intento de estructurar algunos elementos que la escucha analítica puede introducir al campo de las adicciones. Es un esfuerzo de plasmar las inquietudes que ha despertado el relato de la experiencia del consumo de hombres y mujeres. Constituye una contribución desde una disciplina, que no es la dominante en Costa Rica, en el tratamiento de esta manifestación.

Se proponen dos ejes que marcan a las personas que deciden "entrar en un proceso de recuperación" y que se perfilan como contrapunto de lo que puede proponer el psicoanálisis, en tanto no se concibe como una disciplina "científica":

Sobre la escucha de relatos de sujetos que presentan dependencia química a alguna sustancia. Y que se puede constituir desde nuestra óptica como acercamiento a cierto tipo de goce, generando particularidades en sus lazos sociales y en muchos casos (sobre todo en mujeres) con un correlato de incesto.

Sobre el fenómeno de adjetivación: Aquellos que se declaran Alcohólicos (as), adictos (as) entran en anonimato en función de cierta homogeneidad, para adaptarse a las exigencias de la sociedad. Donde además admiten que son portadores de una enfermedad y que solo un poder superior tiene la virtud de solventar el proceso adaptativo. Al denominar significantes tales, los discursos dominantes diluyen la importancia de la diferencia sexual de los sujetos que incurren en estas prácticas. Lo cual sí presenta algo necesario para el psicoanálisis, ya que de entrada se pone a jugar la relación con el goce, la significación fálica y el lugar del Otro.

La pregunta y la "causalidad."

¿Por qué la pregunta inicial versa sobre una insinuada suerte de causalidad? Digo insinuada porque esta causalidad debe entenderse en el sentido de "la causa", de lo imposible a partir de lo cual "se construye" el lazo social: la relación sexual.

Si se parte de una propuesta como la anterior, en la que esta implicada la proliferación de la relación de los sujetos con un objeto como la droga. Necesariamente hay que pensar que cada época produce un entramado cultural muy diferente y que además propicia posicionamientos predominantes ante la ley. Esto quiere decir que esta relación con la ley tiene ciertas particularidades y que sí hay una relación entre ésto y el incesto.

Pero cuál es esta ley y cómo está estructurada. Si se puede decir algo de esto es que esta ley se operativiza desde una interdicción o negatividad inicial: Comienza con el NO. Este "no", es el primer elemento de la estructura de la Ley y a la vez un primer argumento de la polémica acerca del incesto: la Ley requiere del "no" y la Naturaleza ignora esta formulación1. Para ilustrar esto Dvostkin (2000) en su artículo Ley y psicoanálisis hace alusión a Los Diez mandamientos.

"Véase que 9 de los 10 mandamientos de la ley de Dios empiezan con NO... Hay sin embargo -podría objetarse-, uno de los Diez Mandamientos que es el de honrar al padre y a la madre, que no dice "no". No dice "no deshonrarás", dice: "Honrarás a tu padre y a tu madre". Esta forma positiva es posible en tanto viene acompañado de una promesa: " (...) para que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios." Hay nueve Mandamientos que dicen "no" y uno que Promete. Además se puede pensar que el que desobedece a estas leyes será "castigado" por pecador o bien "exiliado" del cielo o de la tierra prometida." (Dvostkin, 2000)

Bien se podría justificar de qué ley se habla en psicoanálisis citando a Freud en Tótem y Tabú o su lectura del Edipo de Sófocles . Lo interesante de la propuesta de Dvostkin es que sintoniza con Freud, en que se basa en un argumento, con pretensión de verdad: un mito. Pero un mito tal como lo define Lévi Strauss, en tanto mitema.

Lacan lo retoma en el seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, para sostener que "dos relaciones contradictorias entre ellas son idénticas, en la medida que cada una es, al igual que la otra contradictoria consigo misma." (Lacan, 1970, p.116). La Ley de Dios, es congruente con esto. Para establecer un ejemplo de cómo opera esta ley no se puede recurrir a otra cosa que no sea el mitema. Un argumento científico – positivista anularía la posibilidad de tomar en cuenta lo inconsciente, que como veremos, es vital para este enfoque.

El argumento de Dvostkin establece varias condiciones para pensar esa interdicción. Para este análisis se tomarán dos de ellas:

  1. Que la ley puede definirse como un sistema que sanciona por la negativa aquello que es trasgresión (pecado), por cuyo cumplimiento ofrece la promesa de vivir dentro de los límites en la cual tiene validez y por cuyo incumplimiento sanciona con el castigo de la exclusión. ¿De qué ley se trata? De la ley fundante. Es una ley que marca la entrada en la Cultura de la que no hay exilio posible pues se trata de la entrada del sujeto en la estructura misma del lenguaje. La ley del lenguaje es la ley que el hombre habita. (Dvostkin, 2000)

  2. En referencia, se puede decir que en lo que respecta al horror al incesto habría que decir que es la ley la que da el carácter horroroso y no el deseo de cometerlo. El deseo incestuoso aparece en tanto sobre él cae la prohibición. Sólo es pensable un deseo en tanto una ley lo sanciona y eventualmente lo prohíbe. (Dvostkin, 2000)

Algo fundante: la significación fálica.

Como se argumentó con la propuesta de Dvostkin, en la naturaleza se tratata de una ontología. Pero lo que se denomina como goce no es reductible al naturalismo (por más que insistan la pulsión no se puede domeñar) se trata por el contrario del punto en el que hombres y mujeres se conjugan con el lenguaje y el dominio del significante, es decir en cierto discurso, cierto tipo de lazo social. Esto queda implícito en la constitución del mito freudiano.

  1. El mito funciona como una base para establecer que en el registro de lo simbólico, sistema del sujeto, el goce sexual no esta simbolizado ni es simbolizable. Es real, lo cual quiere decir que para el psicoanálisis desde el principio el goce esta intricado por el lenguaje y lo que lo marca es una falta y no una completud o plenitud (como algunos ilusoriamente se empeñan en corregir) lo que se llama el significante de la falta en el Otro.

  2. Esto complica las cosas. Ya que surge un problema: no hay huella para fundar el significante de la relación sexual (Lacan, 1973). Es por eso que el falo asume esta representación, en tanto significante. Este significante falo representa lo innombrable, queda fuera del sujeto. Es el que viene a sustituir el goce sexual (absoluto) que está fuera de la cadena significante. Además implica que lo que llamamos Otro es el lugar de la represión originaria, lugar de un saber. Pero que no es lo único que puede regular el goce.

  3. Esto se puede sostener con la argumentación de Lacan (1960) en el Seminario de la ética, en donde define el campo del goce, como "todo lo que corresponde a la distribución del placer en el cuerpo" y que estructura en el seminario El Reverso del Psicoanálisis con la propuesta de la existencia de un plus-de-goce (en el sentido de la plusvalía marxista).

El falo no es lo único que regula el goce. El goce sexual es privilegiado y no sólo le corresponde a la función fálica, ya que hace referencia al Principio del Placer como lo que da acceso a este lazo sexual. Las alusiones a la cosa y a la extimidad radican en ese aspecto, en que hay un límite de la distribución, que marca lo intolerable de ese vacío central, pero siempre exterior.

Estos puntos dan paso a otra cosa para poder relacionar al incesto con el goce y la adicción: No hay relación con el Otro como tal ya que desde que se habla, el goce es fálico. Este Otro esta hecho de goce, su textura es el lenguaje y tiene propiedades de extimidad. De lo anterior podemos decir que el lazo social se establece por la demanda y la transferencia. En la parte del grafo del deseo lo encontramos bajo la pregunta ¿Qué me quiere el Otro?

Ahí mismo se puede observar que el goce se define por la relación con el significante de la falta en el Otro. Lo cual trae aquello que Freud denominó castración.

Este tributo es lo que se debe pagar por el goce sexual en la medida en está sometido a las leyes del intercambio, dependiente de sistemas simbólicos que posicionan al sujeto fuera del autoerotismo mítico. Aquí es en donde podemos ubicar la diferencia.

Hasta ahora, es que se puede decir lo que sigue. Y es que del lado masculino hay un conjunto finito de significantes que representan al sujeto la no-relación con el Otro. Mientras que la mujer cuenta con un punto de indeterminación que tiene ver con la ausencia del significante sexual. No hay universalidad y esta más bien del lado del desplazamiento infinito. Aquí es donde Lacan dista con Freud, ya que este último en su esfuerzo de hacer una certeza en el mito de Tótem y tabú hace la implicación de que había un "todas las mujeres" y que habría una equivalencia entre el padre muerto y el goce. Lacan llama a esto Padre Real y lo califica de operador estructural. Pero además lo utiliza para enunciar lo real mismo...

"Que el padre muerto sea el goce es algo que se nos presenta como el signo de lo imposible mismo. Y aquí volvemos a encontrarnos con estos términos que defino como los que fijan la categoría de lo real – en tanto se distingue radicalmente, en lo que articulo de lo simbólico y lo imaginario – lo real es lo imposible. No en calidad de un simple tope contra el que no damos cabeza, sino el tope lógico de aquello que, de lo simbólico se enuncia como imposible. De aquí surge lo real" (Lacan, 1970, p.131)

Estos puntos que se esbozaron son las coordenadas que permiten decir algo desde el psicoanálisis con respecto a la escucha de hombres o mujeres con dependencia a sustancias químicas, que desarrollan ciertos lazos sociales y que están inmersos en un universo homogéneo y anónimo.

Podría situarlo en la frasecita de Lacan "la mujer no-existe", que lejos de ser un cliché del buen lacanés me ha dado una ventana que permite que ingrese una virtud femenina que tiene que ver con no acceder a un universal, o sea que escapa a la lógica del orden fálico, el no-toda versa sobre lo mismo:

En que no está en su totalidad inscrita al goce fálico, la mujer está entre-dos-goces. Se sitúa de alguna manera en una relación menos indirecta con el goce del Otro, lo cual no significa que pueda dar cuenta de ello. Veamos entonces ¿Cuál es el punto de todo esta palabrería? Lo que se determina goce, lo entenderemos como:

  1. Lo que marca la diferencia de los sexos y sus modos es lo que establece los lazos sociales.

  2. Es a su vez la imposibilidad misma de escribir la relación sexual. Digamos que el goce humano esta determinado por la falta y la falla, lejos de la plenitud sin que esto dependa de la satisfacción o la insatisfacción.

  3. Que del lado masculino es el falo el significante de ese abismo, mientras que del lado femenino hay una disyuntiva entre la función fálica y el goce del Otro. Que se puede ver como la cadena significante en su infinitud (que es algo imposible) pero que si se puede pensar por medio del lenguaje y el significante fálico que dan el soporte del sentido y una noción de su estatuto, aun siendo imposible. Esto en el sentido de la interpretación anterior de Tótem y tabú.

Algo de las vinculaciones en la actualidad moderna: adicción

La adicción es el nuevo modelo para dar sentido a casi cualquier compulsión imaginable. La ciencia como ideología de la supresión del sujeto, reduce a éste a un puro organismo cuyo funcionamiento se concibe homólogo a una máquina y así son los objetos que produce para enfrentar esta condición de los seres humanos de hoy en día. La adicción, el alcoholismo, la toxicomanía son pur(t)os significantes para nombrar una práctica no sólo de consumo, sino que en el peor de los casos, consume al sujeto. Es una práctica en la que se consume lo que podríamos llamar: el lazo particularmente conflictivo, entre el sujeto y el significante fálico. Por esto se hizo necesario puntualizar sobre el parricidio, el incesto y la significación fálica con respecto al goce.

Como se mencionó con antelación, si la causación del sujeto implica una pérdida de goce, cabe preguntarse con relación al consumo de drogas (tomando en cuenta que se desarrolla una dependencia física o psicológica "que el cuerpo lo pida" o bien que "hace falta para funcionar") ¿Si el buscar un acercamiento a lo inanimado, a la alucinación, a la muerte lenta, a la inmovilidad, a la intoxicación, son facetas del principio del placer? –mantener la tensión al mínimo.- La respuesta tendría que ser más bien que el goce lo desborda y que por el contrario el principio del placer mantiene el límite en lo que al goce se refiere y esto no sólo con respecto al uso de sustancias psicoactivas.

Es que lo que precisa la repetición es el goce, término que le corresponde en propiedad, dice Lacan. Pero entrar en una dependencia con un objeto como la droga y las consecuencias que arrastra implica entrar en un goce terrorífico (aunque parezca una exageración) y amenaza los límites del lenguaje. Darle cuerpo al Otro y obturar el significante de la falta en ese Otro. Esto tiene particularidades para el hombre y la mujer.

Pero para la condición humana también: "En la medida que hay búsqueda de goce, en tanto repetición, se produce lo que esta en juego en ese paso- ese salto freudiano- lo que nos interesa como repetición y que se inscribe por una dialéctica de goce, es propiamente lo que va contra la vida." (Lacan, 1970, p.48)

Ante esto, debo indicar, que la escucha de personas que son consideradas adictas, me ha proporcionado, hasta el día de hoy, la impresión de que las mujeres encuentran una mayor posibilidad de acceder a una pregunta por la relación sexual. La posición masculina tiende a situar la droga como causa, tanto de los conflictos subjetivos, como de su tratamiento (en la mayoría de los casos porque de eso depende su matrimonio, trabajo o bien su libertad). En la posición femenina el sujeto la propone como el efecto último y trágico de una combinatoria de acontecimientos que la han marcado. En la mayoría de los casos con un incidente incestuoso que desea olvidar, evadir o del cual se culpabiliza ya sea por no decir "no" o bien porque pudo haber fantaseado de ello posteriormente.

Del lado masculino, generalmente, sobre todo en hombres "maduros", la droga suele objetivarse como aquello que evita al sujeto pasar por la angustia de la falta-en-ser. A la misma vez le proporciona una práctica significante que petrifica al sujeto en una "identidad". La droga pasa a ser así una respuesta que obstaculiza las posibles preguntas del sujeto. De igual manera los discursos dominantes cierran la posibilidad de que se hable de otra cosa que no sea la "adicción". Será "adicto" o "alcohólico" para siempre. Es el resultado del discurso de los otros y viene al lugar del nombre propio, un discurso que no tiene fallas, el sujeto al continuar ahí sigue sin pérdida en su ser. No hay posibilidad de otra cosa, la repetición nuevamente trae a un Otro absoluto, otro amo. Para muchos resulta la salida a la destrucción exacerbada del consumo, pero para la mayoría no deja de ser una repetición del acto.

El lado femenino invierte la "causalidad" del objeto droga: frecuentemente hace notar su inconformidad y rechazo para alojarse bajo el significante "adicta" o "alcohólica". Esto es un índice, al menos para el psicoanálisis, de que la posición femenina se sustrae a cualquier significante que la nombre. Ese no-todo de la feminidad no excluye el orden fálico, pero introduce una dialéctica que, en su extimidad, no se deja reducir a la lógica fálica. Además habría que preguntarse por esas escenas incestuosas, esos destellos del goce terrorífico al no poder decir "no" y a la dinámica que se establece en el permanente "repetir" esos destellos por medio del objeto droga.

Asomarse a ese goce que no es sexual, que está en el límite del saber sobre la imposibilidad de la completud simbólica, pero goce al fin y posiblemente un goce que se acerca a la locura, al sin sentido. Esto plantea para el psicoanálisis una perspectiva singular y es que se cuenta con aquello que nos dejó Freud que se llama la pulsión, con esa palabrita tan usada del significante y aquel lugar que nos contó Lacan parecido al del basurero. Al fin y al cabo los adjetivados "adictos" demandan amor como buscan droga, la confunden con el goce y no soportan la demanda dirigida al Otro. Eso es lo que se puede experimentar bajo los efectos de la transferencia, valiéndose de la función del analista como causa del deseo y del lazo que puede desarrollarse. Abrir la posibilidad de que el sujeto se deje de llenar de significantes y acceda a un saber como medio de goce, para poder entonces esperar que surja una demanda analítica.

El objeto droga sin embargo plantea un cuestionamiento importante. Pareciera que trata de no pasar por la función fálica, pero intenta dar completud y consistencia al goce del Otro. Lo cual indica que al intentar darle cuerpo a ese Otro, se inscribe como esa infinitud sin mediación del goce fálico y eso conlleva a pasar por la muerte y de eso no hay retorno. A esto se suma que los tratamientos dominantes tengan como un eje central la "recaída" que viene al lugar de la pulsión de muerte.

Notas

1 Dovstkin recalca que en el campo natural las cosas existen. No hay cosas que no existan. Los objetos están. En el caso que no estén, no faltan. En la Naturaleza no hay lugar para la negatividad, sólo lo hay para lo ónticamente posible, lo ónticamente existente. En cambio en el campo de la ley como se marca en el inicio de los Diez Mandamientos el "no", que efectivamente es una marca del lenguaje.

Bibliografía.

Dvostkin, H (2000) Ley y Psicoanálisis. En: Acheronta. Revista de Psicoanálisis y Cultura. Número 11 - Julio 2000. www.acheronta.org

Freud, Sigmund. (1920) Más allá del principio del placer. Obras Completas. Vol. XVIII. Amorrortu Editores: Argentina.

Freud, Sigmund. (1914) Tótem y Tabú. Obras Completas. Vol. XVIII. Amorrortu Editores: Argentina.

Lacan, J (1970) El reverso del psicoanálisis. 2° reimpresión. Editorial Paidós: Argentina.

Lacan, J (1973) Aun. 2° reimpresión. Editorial Paidós: Argentina.

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