Psicoanálisis, estudios feministas y género

La reproducción de la maternidad
Prefacio de la segunda edición

Nancy Chodorow
Traducido por Irene Meler

La tarea de volver a reflexionar sobre La reproducción de la maternidad, publicado hace ya veinte años y concebido cuando tenía la mitad de mi edad actual, de algún modo me intimida. El libro ciertamente ha adquirido vida por sí mismo, y esa vitalidad se debe, seguramente, a algunas verdades duraderas o inmediatamente reconocibles que transmite a los lectores. Al mismo tiempo, ha sido objeto de numerosas críticas, e incluso ha sido tomado como un caso paradigmático de teoría feminista problemática. La gente se preguntará: ¿sostengo todavía mis tesis iniciales, o deseo modificarlas?. En mi actual reflexión sobre La reproducción de la maternidad, aporto la perspectiva de una psicoanalista, al mismo tiempo que la de la socióloga feminista y la antropóloga que lo escribió. Debe adquirir una especial relevancia el hecho de revisar una teoría que es definidamente generacional y se centra en el desarrollo, desde el momento en que yo misma estoy en otra generación y me he desarrollado.

El título del libro dice todo: se refiere a la reproducción de la maternidad. Pero no hay que entenderlo literalmente, sino asignarle un sentido intrapsíquico e intersubjetivo. Creo que la contribución duradera de esta obra radica en su comprensión acerca de importantes aspectos del desarrollo femenino y del dinamismo de la psique femenina. En particular, he investigado acerca de la relación madre – hija y las formas en que las mujeres crean y recrean internamente esa relación. Es un proceso cíclico que he abordado en el momento del nacimiento de la hija, pero es necesario tener en cuenta que los logros evolutivos de la madre sitúan ese nacimiento y el desarrollo subsecuente y le confieren sus características especiales. En este relato acerca de la relación madre – hija y su alojamiento en la psique femenina, existen consideraciones comparativas que han sido elaboradas en mayor o menor medida. Comparo a las mujeres en relación con los varones (el sí mismo femenino y la psique, en comparación con el psiquismo masculino; feminidad y masculinidad, madres y padres) y más específicamente, la relación madre – hija en comparación con la relación entre el padre y la hija y con la relación entre la madre y el hijo.

El tema principal de La reproducción de la maternidad es el psiquismo individual. Caracterizo las psiques femenina y masculina especialmente en términos del mundo interno inconsciente y de un sentido del sí mismo tanto consciente como inconsciente. También describo la forma en que ese mundo interno y ese sentido del sí mismo se forman a lo largo del desarrollo, mayormente a través de comunicaciones inconscientes entre la madre y el niño. Elaboro típicas diferencias de género en la formación de lo que los psicoanalistas denominan el ego o el Yo (el ego que se forma y se modifica a través de relaciones con los objetos internos). Desde el punto de vista de Freud, ese Yo es el precipitado de catexias objetales abandonadas, o sea un ego sobre el que ha caído la sombra del objeto. Desde la perspectiva de Klein y de Fairbairn, que no está del todo desconectada de la de Freud, se trata de un mundo de objetos internos del Yo, formado a través de la proyección y la introyección, conducidas por las ansiedades y por la culpa asociada con fantasías inconscientes. Ese mundo interno es modelado mientras el niño crea de modo inconsciente representaciones rudimentarias de sí mismo y del mundo y enfrenta la ansiedad y otros afectos displacenteros. Consiste básica y simplemente en cómo devenimos un sí mismo, como expresó el psicoanalista Hans Loewald, cómo nos diferenciamos e individuamos originalmente a nosotros mismos como criaturas con impulsos, con un sentido de qué es exterior y qué es interior, y un sentido de nosotros mismos en relación con nuestros otros primarios.

Específicamente, en La reproducción de la maternidad y en el artículo anticipatorio que lo precedió: "Estructura familiar y personalidad femenina", establecí que las mujeres experimentan un sentido de sí mismo – en – relación que contrasta con la creación masculina de un sí mismo que desea negar la relación y la conexión. También afirmé que la madre es muy importante en la psique de la hija y en su sentido de sí misma, de tal modo que el núcleo de las experiencias psicológicas e interpersonales de las mujeres puede ser comprendido en términos de ese linaje interno madre – hija. Expresé que las madres en virtud de su género (cualquiera sea la connotación individual, fantaseada de modo consciente o inconsciente que le asignen) experimentan a sus hijas como si en cierto sentido, fueran como ellas mismas; y a sus hijos como si en cierto modo, fueran diferentes. Recíprocamente, las niñas y niños se apropian y transforman esas comunicaciones maternales inconscientes a través de sus propias capacidades intrapsíquicas para la fantasía, sus reacciones defensivas personales ante la ansiedad y la culpa, y sus propios deseos, pasiones e impulsos.

Uno de los resultados principales de esos procesos es el modo en que muchas mujeres se sienten conectadas de modo intuitivo con otros, capaces de experimentar empatía e implicadas o dependiendo de los vínculos. Los varones por su parte, afirman su independencia de modo contrafóbico y experimentan ansiedad ante la intimidad si esta situación promueve dependencia.

Otro resultado consiste en el sentido de un sí mismo maternal que experimentan muchas madres, así como las formas típicamente diferentes en que muchos varones se sienten paternales. También explico algunas de las bien conocidas preocupaciones de los hombres acerca de la masculinidad y su temor de no ser masculinos, en contraste con la menor preocupación de las mujeres respecto de su feminidad básica, así como la forma casi universal, o al menos muy extendida, en que esas preocupaciones mayores acerca de la masculinidad han sido elaboradas o expresadas cultural y políticamente. Considero en función de eso, que debemos atender a las diferentes configuraciones objetal – relacionales del complejo de Edipo femenino y masculino, no sólo en términos de lo que se ha descripto tradicionalmente acerca de la constitución de las identificaciones de género y de la orientación sexual, sino también y de modo central, en términos del modo en que la relación con la madre se entrelaza de forma constitutiva con los deseos de las mujeres acerca de ser madres, así como en la cualidad de sus afectos e identificaciones maternales. Muchas mujeres pueden experimentar algo que se siente como un impulso o como una urgencia biológica para devenir madres, pero esta biología en sí misma está constituida a través de las fantasías y afectos inconscientes que moldean los significados acerca de ser madre o de embarazarse, en función de la relación interna de la hija con su propia madre. Así, teorizo acerca de la subjetividad maternal – las experiencias conscientes o inconscientes de la madre acerca de lo que es ser madre, o estar en conexión con un chico o con los niños en general.

Esas ideas elaboradas de modo extenso en la mayor parte del libro, promovieron la reacción de los lectores, en especial si eran mujeres. Esta situación incluyó a lectoras que simplemente trataban de comprenderse a sí mismas y tenían la intuición de que las teorías psicológicas y psicoanalíticas que privilegiaban la separatividad y la autonomía por sobre la conexión y la empatía, no daban cuenta de sus realidades y valores, mujeres que sabían que sus madres tanto como sus padres habían sido muy importantes en la determinación de sus ideas y en lo que ellas eran. Aún más específicamente, llegó a aquellas que consideraban que el legado psicoanalítico de Freud, en el cual las mujeres eran consideradas como varones fallidos, no era una descripción adecuada de su experiencia ni brindaba bases sólidas para imaginar cómo sería una feminidad deseable. Parte de la utilidad de esos hallazgos consistió en el hecho de que no es posible evaluar con simplicidad lo que describí. Aunque La reproducción de la maternidad es mayormente un libro que generaliza, al describir aspectos típicos de la vida psíquica de muchas mujeres y muchos varones y también acerca de las relaciones madre – hija, es posible ver al sí mismo – en - relación femenino ya sea en términos de sus fortalezas potenciales o actuales o en términos de sus problemas típicos, que consisten en lograr suficiente agencia y autonomía o experimentarse como suficientemente separado del otro. Del mismo modo, la relación entre la madre y la hija tal como la describo es claramente apasionada y central, contribuyendo a formar el núcleo de las vidas femeninas. También señalo las formas en que la relación entre madre e hija puede sobrepasar e invadir la psique de ambas. Es decir, reevalúo sin idealizar, tanto la psicología femenina como la relación madre – hija que ayuda a construirla.

Estos hallazgos resultaron útiles para quienes trabajan en campos muy diversos. Los críticos literarios abrevaron en ellos para intentar comprender los caracteres y las narrativas de mujeres y de varones. Se estudiaron las relaciones entre madres e hijos tanto en trabajos literarios canónicos como en las numerosas contribuciones recientemente producidas por mujeres de diferentes razas, etnias y nacionalidades, que con frecuencia centraron sus ficciones en la experiencia maternal y en las historias convergentes y divergentes relatadas por madres y por hijas. Las investigadoras del sentido moral femenino, así como las filósofas feministas, expertas en ética, y teóricas del derecho, se refirieron a mi relato acerca de la capacidad femenina para el relación, con el fin de aportar a la explicación de sus propios hallazgos acerca de la forma en que las mujeres razonan moralmente, y para avalar sus argumentos respecto de qué es lo que resulta deseable respecto de temas morales, éticos o legales. Las psicoanalistas o psicoterapeutas abrevaron en mi trabajo para comprender a sus pacientes, para contestar las versiones clásicas acerca del desarrollo femenino, y como base para ulteriores teorías e investigaciones sobre la psicología de las mujeres. El libro anticipó también el desarrollo del psicoanálisis relacional norteamericano y el interés que despertaron en Norteamérica las relaciones objetales y la teoría kleiniana. Otros expertos que estén interesados en los estudios históricos de género o en las biografías de mujeres o en la historia oral, podrían utilizar algunos de mis hallazgos, aún si estuvieran en desacuerdo o los modificaran. Para toda esa gente y para muchos más, el hecho de que ofrecí una crítica bien formulada y una alternativa para los relatos psicoanalíticos clásicos acerca de la feminidad, al mismo tiempo de que me mantuve firmemente dentro del psicoanálisis y que me basé en los mismos psicoanalistas clásicos que critiqué, resultó también de importancia.

A medida que resumo las ideas centrales del libro y su impacto, se tornan claros algunos aspectos del mismo. En primer término, parece que ejerció mayor influencia sobre los que reflexionan sobre la subjetividad femenina (o sobre quienes consideran que la comprensión de la subjetividad de las mujeres es crucial para comprender una sociedad generizada), más que sobre aquellos que enfocan su atención de forma exclusiva sobre los factores sociales. Sin embargo, mi relato acerca de los aspectos intrapsíquicos e intersubjetivos de la reproducción de la maternidad, también implica un relato sobre la reproducción social del sistema de género dominado por los hombres. Como afirmé anteriormente (Chodorow, 1989, 1999), el libro está construido con el formato de una gran teoría clásica, tal como ocurrió con muchos escritos feministas de esa época. Al igual que muchos otros escritos feministas contemporáneos y sus sustratos teoréticos funcionalistas, estructuralistas, marxistas e incluso psicoanalíticos (estoy pensando en El malestar en la cultura), tiene un amplio y persuasivo carácter totalizador, que lo tornó, según muchos pensaron, muy útil como herramienta de pensamiento. Tal como ha ocurrido con todos mis escritos a partir de ese momento, insiste sobre la inextricable conexión y mutua constitución de la psique, la sociedad y la cultura.

Pero así como en su carácter de teoría totalizadora es a la vez útil de forma perdurable y problemática, del mismo modo pienso que la gran teoría acerca del sistema sexo – género de La reproducción de la maternidad no resulta tan elaborada ni tan compleja como su relato sobre el desarrollo evolutivo y sobre la vida psíquica. Sus fortalezas teóricas reposan en su articulación de los análisis psicológicos, sociales y culturales y en su demostración de tal articulación, y especialmente en el lugar central asignado a la psicología, que es necesario para comprender de forma adecuada al género. Por lo tanto no resulta sorprendente que tantos de quienes se basaron en ese relato, se interesaban en la subjetividad o en la psique en su contexto cultural. En cambio, quienes construyen su identidad personal y profesional a partir de sostener la primacía de lo social y de lo cultural y la autonomía del psiquismo, lo encuentran menos interesante. Por eso mismo fue desde el comienzo considerado con alguna ambivalencia por las sociólogas feministas así como al interior de mi disciplina académica inicial, la sociología. Por un lado el libro fue premiado desde su publicación debido a su contribución a nuestra comprensión sobre la situación de las mujeres en la sociedad y fue honrado recientemente por la publicación periódica oficial de la especialidad, como uno de los diez libros más influyentes de los últimos veinticinco años. Por otra parte, las sociólogas arguyeron que ese trabajo – un trabajo que desde mi perspectiva puede sugerir un determinismo social excesivo – se enfoca con exceso sobre los individuos y atribuye demasiada importancia a la agencia individual y a la psicología. Sin embargo, aunque mi relato sobre el desarrollo atribuye gran importancia a la agencia psíquica y al significado elaborado por el niño involucrado en una relación tanto externa como interna con la madre, muchos lectores consideraron al libro como un relato sobre la internalización cultural directa y la socialización por parte de las madres o la identificación consciente con las mismas.

En segundo lugar, La reproducción de la maternidad, no solo fue considerada como una teoría feminista fundamental, sino que también fue objeto de extensas críticas. A través de los escritos de muchas feministas norteamericanas blancas, fue criticado por generalizar la experiencia de las clases medias blancas del medio oeste y por presuponer la existencia de una familia nuclear heterosexual. Desde la perspectiva de una generación posterior de feministas postmodernas estructuralistas, el libro está lleno de un lenguaje universalista que consideran tabú, acerca de "la niña", "la relación madre – hija" y de una psicología femenina supuestamente genérica. Muchos de mis escritos posteriores se refieren a esas críticas y responden a los planteos acerca de la diversidad racial y étnica, la orientación sexual y el lugar asignado a la generalización tanto en el pensamiento feminista como en el psicoanálisis, de modo que no repetiré mis argumentos aquí (ver Chodorow, 1989, 1994, y 1999). Escribí inicialmente en una época en la cual muchas feministas deseaban documentar el carácter universal del género y del dominio masculino como importantes objetos de estudio y como reivindicaciones políticas. Dado ese contexto, y atendiendo al texto en sí mismo, considero que fui cuidadosa acerca de qué podía ser universalizado o considerado como general en mis descripciones, que se referían a tendencias estadísticas prevalecientes más que a un modelo normativo moral (el de la familia heterosexual) cuya reproducción y apuntalamiento psicológico requería explicación.

En un nivel general, reitero que todos tenemos un psiquismo que opera en la forma que fue descrita por el psicoanálisis (a través de las fantasías inconscientes, proyección e introyección, las defensas ante la ansiedad y la culpa tales como la represión y la escisión, la creación de un mundo interno, manejando el deseo y la agresión, etc.): esta psique es parte de nuestra dotación psicobiológica humana. Como esta postura discute las afirmaciones post estructuralistas postmodernas, estamos simplemente ante un desacuerdo irresoluble, que se debe principalmente al hecho de que me baso en la experiencia clínica empírica, y este no es un terreno en el cual las teóricas postestructuralistas postmodernas se involucren (aunque sugiero que cada una de ellas se podría reconocer en su vida cotidiana como sujeto de emociones inconscientes, fantasías, fuerzas y significados que funcionan del modo descripto por el psicoanálisis). Las críticas acerca de la excesiva generalización y universalización de los relatos sobre el desarrollo psicológico no deben caer en el error de considerar que la gente de diferentes culturas o diferentes familias no tiene una vida psíquica que pueda ser descripta en términos de esos procesos psíquicos y de la creación de significados subjetivos.

En los últimos tiempos destaqué la individualidad del género personal, incluyendo la individualidad clínica de la relación entre la madre y la hija. Considero que la cultura, ya sea una cultura hegemónica impuesta, o que haya sido internalizada por los grupos subordinados, o la particular cultura de un grupo, no determina el significado personal del género, la particularidad de las fantasías inconscientes de una madre sobre su hija, o la compleja especificidad de la forma en que cada hija imagina a su madre en sus aspectos genéricos. Cada uno de ellos es creado con tonalidades emocionales características por cada individuo y por cada par intersubjetivo (tonalidades individuales que también reestructuran las formas culturales y que pueden tener características prevalecientes para muchos miembros de una cultura particular en contraste con otra cultura). Este reino inconsciente de significados psíquicos estructura la experiencia de la madre, la de la hija y la de cualquier relación mutuamente creada por dos subjetividades individuales. Como establece La reproducción de la maternidad, cualquiera sea la relación entre la madre y la hija, cualquiera sea el sí mismo y el género creado de modo único por la madre, y cualesquiera sean las inflexiones culturales particulares de la feminidad y la maternidad, ambas, madre e hija, experimentarán su relación de modo intenso, de modo tal que contribuya de manera profunda a la creación y experiencia del sí mismo.

Mientras que mis colegas científicas se encuentran incómodas ante mi atención indebida al psiquismo y a la individualidad, y mis colegas feministas han criticado mi universalidad y mi tendencia a generalizar, algunos colegas psicoanalíticos, a la vez que admiran y abrevan de mis relatos sobre las relaciones de objeto, consideran que he repudiado la experiencia corporal y los impulsos en mi intento de crear un relato sobre la psicología femenina en el cual las mujeres no fueran consideradas como apéndices de su libido. Acuerdo y a la vez desacuerdo con esa crítica. En algunos sentidos mis críticos tiene razón; el libro no presta atención a la experiencia subjetiva de las mujeres acerca de sus cuerpos, en el aspecto sexual y reproductivo. Para comprobar su importancia, basta conocer a una mujer infértil que desea concebir un niño, ver hasta qué extremos es capaz de llegar, los penosos y humillantes tratamientos que soporta, los riesgos de un embarazo en la mitad de la cuarentena de la vida, el deseo de concebir y criar un niño aunque sea por sí solas, con tal de tenerlo; el fuerte deseo de ser madres que experimentan muchas mujeres lesbianas, que claramente no está relacionado de modo primario con la relación con un hombre, y que es tan fuerte como el de muchas mujeres heterosexuales. Sólo con escuchar a las madres podremos comprender que las experiencias biológicas implicadas en el embarazo y en la maternidad y las fantasías conscientes e inconscientes al respecto, son profundamente centrales para el sentimiento de sí de muchas mujeres y constituyen uno de los significados de la maternidad que resulta crucial para las mujeres. Esto es cierto para las madres biológicas, las madres adoptantes, las madrastras, y la madre no biológica que integra una pareja lesbiana (aunque esto no implica que todas las mujeres experimenten sus cuerpos sexuales y reproductivos del mismo modo). Asimismo, las demandas de los "impulsos" – de placer, pasión y deseo, relacionadas con fantasías conscientes e inconscientes, así como sus experiencias conscientes e inconscientes de genitalidad – ocupan un lugar claramente central para las experiencias conscientes e inconscientes referidas al sí mismo y al género de muchas mujeres. Al tomar conciencia, con dolor, del carácter epidémico del cáncer de mama, advertimos que los pechos, como parte de la integridad corporal, de la sexualidad y de la maternidad, resultan centrales para muchas mujeres, aunque de modo diferente para cada una, y que tienen gran importancia para su bienestar emocional y su identidad femenina. Con la excepción de algunos reclamos feministas respecto de un ejercicio activo de la sexualidad femenina y críticas acerca de las sexualidades compulsivas, que implican supuestos referidos a impulsos y deseos cuyas raíces serían innatas, muchas feministas se sienten incómodas respecto de posturas que sostienen que las experiencias corporales no son exclusivamente culturales ni han sido totalmente construidas de modo político.

En los años ’70, sin embargo, fue importante desafiar la tiranía de las explicaciones biológicas sobre el género, incluyendo una teoría psicoanalítica (aún hoy sostenida por muchos psicoanalistas) que derivaba la psicología femenina de modo casi exclusivo de reacciones ante la diferencia genital en las que la presencia o ausencia de pene era definitoria. El libro reconoce, aunque de modo crítico, a los teóricos tales como Horney, Klein y Jones que elaboraron tempranamente una teoría alternativa que se transformó en la base de los relatos más recientes acerca de la "feminidad primaria". Aún sostengo que la psicología de mujeres y varones, de la feminidad y la masculinidad, es más que una psicología de la experiencia corporal. La experiencia corporal no es más fundamental que otros aspectos que contribuyen a la psicología de género (ver Chodorow, 1999).

Respecto de ese punto, considero que La reproducción de la maternidad nos permite captar la experiencia corporal de modos psicológicamente más adecuados. Tal como lo sugiere el psicoanálisis, al parecer las cuestiones de la genitalidad y la experiencia corporal reproductiva demandan una elaboración psicológica (del mismo modo en que, tal vez de manera universal, una elaboración cultural). Esa elaboración no deriva en su mayor parte y de modo directo de características universales del cuerpo en sí mismo, sino de la forma en que cada cuerpo en particular es creado de modo intrapsíquico e incorpora, desde el nacimiento, una historia relacional inconsciente que deriva de modo complejo de las experiencias de cuidados y de los mensajes inconscientes transmitidos a través de la palabra y del contacto corporal. Esta creación intrapsíquica, la incorporación – las experiencias corporales resultan siempre situadas de modo particular – y las historias culturales (ya sea que se reciban de modo directo o de modo más significativo, atravesadas por el filtro de las fantasías y sentimientos conscientes e inconscientes de los otros relacionales), contribuyen a explicar porqué todas las mujeres no experimentan sus cuerpos sexuales y reproductivos . sus impulsos, placeres y pasiones del mismo y exacto modo. Al mismo tiempo, esos cuerpos en sí mismos, al igual que los acontecimientos que son frecuentes en las fases del desarrollo y en las relaciones interpersonales, ayudan a explicar porqué encontramos algunos patrones extendidos en esas experiencias.

Una historia latente de la reproducción de los aspectos corporales y pulsionales de la maternidad y de la sexualidad, aunque no figura de modo explícito en el texto, puede ser deducida de la lectura de La reproducción de la maternidad , en especial si extendemos su relato acerca de las relaciones objetales en una dirección kleiniana, o incluso si insistimos sobre los componentes objetales relacionales del relato freudiano. Tal como Klein lo describe, toda hija, toda criatura, se ha creado a sí misma a través de fantasías inconscientes referidas al interior del cuerpo materno y a la sexualidad de la madre y de su pareja. Mi idea es que esas experiencias corporales y "pulsiones", ya sean sexuales, agresivas o reproductivas, son creadas de modo personal como parte de una historia fantaseada, inconscientemente referida a esas otras criaturas sexuales y reproductivas y a uno mismo, y que los aspectos biológicos de la maternidad son construidos de modo intrapsíquico, al menos en parte en términos de ese mundo corporal interno imaginario relacionado con el vínculo entre la madre y la hija.

La maternidad biológica – el embarazo, parto, la experiencia del deseo reproductivo – resulta filtrada y creada a través del prisma de la reproducción de la maternidad en sus aspectos intrapsíquicos e intersubjetivos. Esto es así para las mujeres que realizan toda la gama de elecciones conscientes e inconscientes acerca de devenir una madre, o para aquellas cuyas opciones han sido tomadas por otros: no estoy prescribiendo que todas las mujeres debieran ser madres o suponiendo que todas ellas tienen un requerimiento intrínseco para criar niños, tampoco estoy sugiriendo que haya algo antinatural en una mujer que no es madre o que no desea serlo. Aún en ese libro temprano, he sido cuidadosa en destacar que no estaba describiendo una historia universal o esencial sino una tendencia extendida. Como expliqué en algunos de mis escritos recientes, la proyección y la introyección, los intentos de manejar la ansiedad y la culpa y las formaciones de compromiso que producen, configuran todas las experiencias interpersonales y corporales, las categorías culturales y los procesos y percepciones sociales. Podemos generalizar acerca de determinados patrones que esos procesos psicológicos presentan, tal como hice en La reproducción de la maternidad, o podemos atender de forma especial a la individualidad clínica y la unicidad personal: un enfoque aporta y enriquece el otro.

A lo largo de todo el libro, ya sea que dialogue con científicos sociales, feministas o psicoanalistas, presto atención a la realidad psíquica, a la creación que realiza la gente de un mundo interno y un sentido de sí mismos. Mi teoría ha documentado la importancia central y el poder de la identidad maternal para muchas mujeres y la significación psicológica de la relación entre la madre y la hija y en términos generales, de la relación madre – hijo. Describí cuestiones problemáticas que se planteaban en esos procesos psíquicos a mediados del siglo veinte, donde la norma de la maternidad de tiempo completo creaba una tendencia hacia la falta de individuación en las mujeres y expectativas acerca de una disponibilidad total de la madre por parte del chico, por el hecho de que no se reconocía otros aspectos de las vidas e identidades de las mujeres. También promovía dificultades en el desarrollo y en la identidad masculinos - pero planteé que estaba describiendo un modo de reproducción que, en términos generales, funcionaba. El relato valoriza claramente las cualidades psicológicas que describí como características de las mujeres – el sentido de relación y conexión versus el repudio de la relación y la conexión – y afirmé que si devienen madres, la mayor parte de las mujeres son madres suficientemente buenas tanto para los hijos como para las hijas.

Esto me lleva a concluir que hoy advierto una tensión importante en La reproducción de la maternidad, entre la principal contribución del libro, que consiste en un relato acerca de la reproducción psicológica de la maternidad, y sus implicaciones políticas, que consistieron en una defensa de la parentalidad compartida. Si uno considera seriamente que la subjetividad psicológica desde su interior, - sentimientos, fantasías, significados psíquicos – resulta de importancia central para una existencia significativa, no es posible entonces legislar sobre la subjetividad desde el exterior o proponer una solución basada en una teoría de igualdad política y en una concepción acerca de las mujeres y de los niños que ignore su real subjetividad. Mis conocimientos psicológicos debieron haberme habilitado para reconocer la existencia de esa tensión, pero el período del feminismo al interior del cual escribí, al igual que mi propia ubicación generacional, hicieron dificultoso ese reconocimiento. No quiero decir que muchas madres no deseen compartir la parentalidad, ni tampoco que, en tanto estudio el desarrollo de los niños en un contexto cultural que tiene expectativas radicalmente diferentes para madres y padres, no tenga sentido el llamado para promover un mayor compromiso de los padres o de los hombres en la vida de los niños. Ese reclamo ha sido acogido en muchas familias, ya sea en respuesta a las realidades del trabajo, a los planteos feministas acerca de la necesidad de un mayor compromiso masculino en la crianza, o a un cambio menos consciente en las representaciones sobre los varones y la masculinidad. Por cierto que no estoy diciendo que los hombres no puedan o no deban cuidar de los niños o participar en la crianza. Más bien, me doy cuenta de que mi apelación para una parentalidad igualitaria, en tanto fue sustentada por la relación que establecí entre el ejercicio de la maternidad por parte de las mujeres y la dominación masculina, resultó ser contradictoria con mis relatos acerca de la subjetividad maternal y su carácter central para muchas mujeres, y con mi visión sobre el carácter distintivo del lazo entre la madre y el chico.

En la teoría liberatoria crítica, así como en las prácticas, siempre surge una tensión entre el respeto por la subjetividad de la gente y la idea de que esa subjetividad emerge de condiciones sociales problemáticas. Sin embargo, para cada reclamo en pro del bienestar universal, podemos encontrar grupos o individuos que encuentran que ese reclamo no se aplica a su situación particular, sino que más bien, se apropia de modo indebido de su derecho de hablar por sí mismos. Tal como han planteado feministas de diversos contextos, o como se dice hoy día, de diversas posiciones de sujeto, mi relato no puede ser tomado sin modificación para dar cuenta de la experiencia de las mujeres de todas las razas o clases. Creo que podría decirse que mi alegato universal en pro del cambio no puede ser aplicado sin cambiarlo a su vez, para dar cuenta de la experiencia y deseos de muchas madres. Como quedó establecido en La reproducción de la maternidad, la maternidad no es simplemente otro rol social creado de forma no igualitaria que pueda ser desafiado, tal como ocurre con el techo de cristal o con las prácticas discriminatorias que impiden a las mujeres obtener logros en los ámbitos educativo, económico o político. En función de eso, un reconocimiento feminista del carácter central que tiene el reino de la realidad psíquica, no debiera haber presentado de modo simple una demanda a favor de la parentalidad compartida como objetivo - un objetivo que no sólo ignora las identidades de muchas mujeres y sus deseos, sino que ha sido transformado fácilmente en un apoyo para reclamar por los derechos de los padres. Más bien debí enfocar mis planteos sobre una variedad de objetivos sociales y de apoyos políticos e institucionales, que estimularan a las madres para criar a sus hijos y tener una vida plena, lo que incluiría también a aquellas mujeres que consideran que la parentalidad compartida es apropiada para su vida familiar. No me fue posible anticipar que una cultura que abogaba por una maternidad de tiempo completo y una economía que la hizo posible, serían reemplazadas por prácticas laborales que erosionan el reconocimiento de la importancia de la relación madre – hijo y que con frecuencia promueven que las madres y los hijos carezcan del tiempo suficiente para estar unos con otros. Cuando comenzamos a estudiar el reino de la realidad psíquica y los significados personales, no estamos necesariamente al mismo tiempo en el ámbito de la justicia abstracta y de la ingeniería social.

En función de mi perspectiva social, no pude reconocer plenamente, aunque lo estaba describiendo, el nivel singular de la vida psíquica y la amplia variedad de patrones individuales para interpretar, crear y modificar la realidad. Al igual que otras feministas, me sentí forzada a escoger entre una postura que estaba signada por el determinismo biológico y resultaba atrapante para las mujeres, y otra que afirmaba que los sentimientos de las mujeres acerca de la maternidad y de sus cuerpos potencialmente reproductivos, eran producto de una estructura social y de mandatos culturales. En un nivel más personal, creo que al igual que otras feministas de mi generación, no comprendí de modo adecuado, en las décadas de mis veinte y treinta años, la forma en que la maternidad es verdaderamente experimentada (en todas sus formas particulares e individualizadas). Muchas de nosotras no estuvimos preparadas para los poderosos efectos mutativos que la maternidad tendría sobre nuestras identidades y nuestro sentido de nosotras mismas. La reproducción de la maternidad fue escrita desde el punto de vista de la hija, más que desde la perspectiva de la madre, aún cuando pueda haber captado el meollo de la perspectiva materna en lo que se refiere a las capacidades psíquicas, deseos e identidades cuyo desarrollo describe.

Las feministas, así como las psicoanalistas, sostienen siempre alguna representación acerca de cuales son las subjetividades y prácticas sociales que resultan mejores o peores, pero es necesario superar el supuesto feminista acerca de que todos los patrones de la diferencia psíquica de género se pueden relacionar con la inequidad. Este supuesto parece no reconocer que no existe una homologación perfecta entre psicología y política, y que los reclamos relativos de cada ámbito no se articulan de modo evidente y por sí mismos, para el logro de vidas plenas. Mis hallazgos como clínica se entremezclan con mis hallazgos teóricos sobre la subjetividad maternal. Hoy en día soy más respetuosa de la forma en que los individuos crean sus realidades emocionales y sus significados personales y menos absoluta acerca del modo en que, supuestamente, debieran crearlos.

Trabajos citados

Nancy J. Chodorow, 1989. Feminism and Psychoanalitic Theory, New Haven, CT: Yale University Press; and Cambridge: Polity Press.

---------------: 1994. Femininities, masculinities, sexualities: Freud and Beyond, Lexington KY: University Press of Kentucky; and London: Free Association Books.

---------------: 1999. The Power of Feelings: Personal Meaning in Psychoanalisis; Gender, and Culture, New Haven, CT: Yale University Press. Edición en castellano, El poder de los sentimientos, Buenos Aires, Paidós, 2003.

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