Psicoanálisis, estudios feministas y género

Género femenino y consumo abusivo de psicofármacos

Mabel Burin

Los psicofármacos forman parte de un amplio grupo de sustancias farmacológicas denominadas "drogas legales", desarrolladas en todo el mundo a partir de la Segunda Guerra Mundial, junto con el avance de nuevas tecnologías destinadas a la protección de la salud. En este sentido, podemos considerar los psicofármacos como una parte de las nuevas tecnologías que pretenden incidir sobre la salud mental de las mujeres.

La expansión del mercado farmacéutico ha tenido profundas consecuencias en la vida y en la salud de las personas. Por un lado, el descubrimiento de nuevas drogas facilitó progresos significativos en la terapeútica de muchas enfermedades; por otro lado, la transformación de los medicamentos en mercancía común dentro del mercado de consumo, hizo que su demanda fuese estimulada artificial e intensivamente, con el resultado de que la nueva tecnología de producción industrial de medicamentos presenta, de manera creciente, graves problemas, ya sea respecto de la seguridad y la eficacia de los fármacos, ya se respecto de la efectiva necesidad de consumo. La transformación de los medicamentos en bienes de consumo, promovida por las empresas productoras, y muchas veces con poco o ningún control por parte de las autoridades sanitarias ha terminado por engendrar una sociedad medicalizada.

Para el estudio de la problemática de las mujeres y los psicofármacos he partido de algunos interrogantes básicos. Uno de ellos es ¿por qué el doble de mujeres que de varones consumen psicofármacos?, y otro es: los tranquilizantes...¿son un remedio para nuestros conflictos como mujeres?.

El problema que hoy analizaremos críticamente es la prescripción abusiva por parte de los médicos, y el consumo excesivo de tranquilizantes entre las mujeres. Los psicofármacos a los que nos referimos comprenden los ansiolíticos ( utilizados para combatir estados de ansiedad); los antidepresivos (que se prescriben para tratar estados depresivos, estados caracterizados por sentimientos de tristeza, abatimiento, llanto, etc.); y los somníferos (indicados para situaciones de insomnio). Se trata de drogas legales, es decir, de fabricación permitida y de distribución lícita. Esta constituye la forma especificamente femenina de drogarse. Nos referimos al amplio grupo de las Benzodiazepinas, denominas "drogas maravillosas" cuando fueron descubiertas, ya que parecía que tenían todas las ventajas de las drogas que se había utilizado hasta ese momento (las llamadas barbitúricos), y ninguna de las desventajas, principalmente que no tenían los efectos adversos de las anteriores.

La más amplia línea mundial de tranquilizantes menores, las Benzodiazepinas, fue creada durante la investigación emprendida en Estados Unidos, entre 1957 y 1963, para desarrollar una droga antiinfecciosa. Cuenta la leyenda que el descubrimiento realizado no resultó adecuado para el objetivo previsto, pero en cambio se reveló como un eficaz relajante muscular. Esta droga fue aplicada primero en un tigre siberiano de un zoológico, resentido por su cautiverio, que debía ser mantenido en calma, pero conciente y alerta. Del tigre siberiano furioso pasó rápidamente a ser empleada para tratar el malestar de las mujeres...

Los paises que estudiaron más a fondo esta problemática con las mujeres fueron Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Australia. La pautas de consumo de estos psicofármacos fueron coincidentes en todos ellos: la relación entre hombres y mujeres recetados con tranquilizantes ha sido siempre de dos a uno. Esto significa que la tendencia internacional indica que el EL DOBLE DE MUJERES QUE DE HOMBRES CONSUMEN PSICOFÁRMACOS. En Argentina los datos con que contamos para el abuso de psicofármacos entre las mujeres son escasos, fragmentarios y desactualizados. Existe una investigación desarrollada entre 1979 y 1981, por el Programa de Epidemiologia Psiquiátrica con investigadoras del CONYCET que indica que en Buenos Aires y el conurbano, entre las personas encuestadas el 9,72% de las mujeres revelaba haber consumido psicofármacos en el último año, junto con el 6,60% de los varones encuestados, o sea que se repite la misma proporción que se revela en los estudios internacionales; eso nos haría pensar que algo no debe andar muy bien en nuestra sociedad para que una de cada diez mujeres necesite drogarse para empezar cada día o para poder irse a dormir cada noche.

En la Provincia de Buenos Aires dos de cada tres personas tenían-en 1996- algún contacto con psicofármacos, en ese mismo año se han comprado 20 millones de ansiolíticos (fármacos que reducen específicamente la ansiedad), una cantidad 26 veces mayor que la magnitud del consumo en 1970, como lo reconoce la Secretaría Bonaerense de Prevención y Asistencia de las Adicciones.

La Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME) estima que se venden 35 millones de unidades de psicofármacos por año. Aunque las mujeres ya no encabezan el ranking de consumidoras, cuando la relación con las pastillas toma la dimensión de un conflicto, reaparecen las delimitaciones por género, en donde ellas vuelven a ocupar el lugar más vulnerable, según lo demuestran las cifras de la Red Asistencial de la Secretaría de Adicciones de la Provincia de Buenos Aires, referente a personas en tratamiento.

Los datos relevados de 12.209 pacientes atendidos entre 1995 y abril de 1998 reflejan que entre los adictos a psicofármacos, la mayoría (10,2 por ciento) son mujeres y una menor parte (2,5 por ciento), varones. En cambio los hombres encabezan los tratamientos por problemas con la cocaína (son el 52,5 por ciento contra el 42,1 por ciento de las mujeres) y con la marihuana, donde la diferencia es de 28,7 por ciento de mayoría masculina contra un 26,5 por ciento de minoría femenina.

¿Qué explicación dar a este fenómeno? A partir de los años 70, varios grupos pertenecientes al movimiento de mujeres, y a la promoción de la salud, concentraron su atención sobre el uso excesivo de tranquilizantes por parte de las mujeres, especialmente las de mediana edad y mayores. Han calificado a las mujeres como grupo de riesgo para el abuso de tranquilizantes. En su mayoría, los estudios se han centrado en primer lugar en denunciar la actitud lucrativa de los laboratorios productores de psicofármacos, que encuentra en las mujeres un mercado consumidor preferencial y hacia el cual dirigen su publicidad específica; en segundo lugar en resaltar la complicidad de los médicos con los laboratorios, médicos que no parecen interesados en hallar nuevas alternativas terapéuticas para las mujeres que los consultan, así como una marcada actitud discriminatoria en sus modos de escucharlas y extenderles una receta ; en tercer lugar analizar las condiciones de vida de las mujeres -especialmente el trabajo del ama de casa, las problemáticas del rol maternal y las problemáticas referidas al envejecimiento- que constituyen factores estresantes y/o depresógenos. En Canadá uno de estos grupos, que estudia el problema de dependencia de las mujeres a los psicofármacos, describe un afiche de una campaña publicitaria dirigida a los médicos, en el cual se ve a un médico que observa a una mujer como si estuviera encarcelada detrás de barrotes hechos con escobas y cepillos, con la frase: "Usted no puede liberarla, pero puede ayudarla a que se sienta menos ansiosa", y prescribe un tranquilizante!.

Los síntomas de ansiedad, tristeza, tensión, enojo, que expresan mujeres hacia sus condiciones de vida se han vuelto cada vez más medicalizados en nuestra cultura: han obtenido el status de "enfermedad". Nuestro sistema de salud dominante tiende a visualizar estas reacciones emocionales como patológicas, y responde ofreciendo estas drogas para lo que llaman "tratar la enfermedad". Las mujeres mismas son percibidas como "el problema", por parecer débiles, dependientes, emocionalmente incontrolables, necesitadas de ayuda para enfrentar sus problemas. Lo que resulta llamativo es cómo las mujeres mismas han internalizado el estereotipo de su fragilidad y vulnerabilidad, de su inadecuación, y de la idea de que deberían acudir al médico en busca de ayuda cuando esto sucede. Y aunque oscuramente perciben que los psicofármacos no constituyen ninguna solución a sus problemas, sin embargo, parecería que no podrían más que someterse a esa prescripción, y dar por concluida la consulta con la repetición, una y otra vez, de la misma receta, aunque a menudo se deba aumentar la dosis cuando el tranquilizante comienza a producir acostumbramiento.

El principal grupo de riesgo está constituído por las amas de casa de mediana edad, de medios urbanos o suburbanos, así como las dedicadas al trabajo maternal, con varios hijos pequeños, y las que realizan doble jornada de trabajo (doméstico y extradoméstico).

Estas mujeres desempeñan lo que llamamos roles de género femenino que normatizan sus vidas cotidianas. Estos roles les asignan tareas y preocupaciones que las sitúan dentro de contextos difíciles de enfrentar. Ante eso que hemos denominado "situaciones de contexto difíciles" (también llamadas estresantes), las mujeres reaccionan con afectos desbordantes, imposibles de controlar. Las situaciones de contexto más arduas de resolver se refieren especialmente al rol de género materno, doméstico, y su combinación con el de trabajadora extra-doméstica. Sin embargo, el desborde de las emociones que padecen este grupo de mujeres es percibido por sí mismas e incluso por quienes las rodean como un problema, como si fuera una falla de su personalidad, que ellas deben remediar, cuando las expectativas familiares son las de que las mujeres mantengan el equilibrio emocional y la armonía afectiva. El desfase entre las expectativas del rol de género femenino y su desempeño es considerado como "enfermedad" que debe ser llevada a la consulta.

Si bien nos centramos en las problemáticas de género femenino al tratar el abuso de tranquilizantes por parte de las mujeres, no desechasmo su interrelación con los diversos sectores económico-sociales. En este sentido, los datos disponibles son fragmentarios y a menudo contradictorios. Casi todos los estudios realizados indican que las mujeres de nivel socioeconómico bajo parecen ser más medicas que las de otros sectores. Son mujeres que acuden, en primer lugar, a los servicios de guardia hospitalaria, o a un clínico general por sus dolencias, y suelen recibir la prescipción de un tranquilizante. En ocasione s son derivadas al psiquiatra, quien habitualmente refuerza o varía la medicación prescripta. Pero, en general, el sistema de salud no contempla otras alternativas para la consulta de estas mujeres, pues aún cuando reciban la prescripción de un psicofármaco, las mujeres de bajos recursos económicos no pueden comprarlo.

Con respecto a las mujeres de sectores medios, si bien la medicalización también es casi una constante, suelen realizar el mismo recorrido por consultorios médicos (visitan al médico clínico o al ginecólogo, y finalmente, al psiquiatra), recibiendo respuestas similares. U na variantes es que a paesar de las crisis económicas, las mujeres de nivel socioeconómico medio conservan todavía la actitud de cuidar de su salud mediante el uso de remedios precriptos por el médico. Así, son varios los recursos que ponene en práctica como el de recortar una suma pequeña del dinero de los gastos diarios, para poder comprar la medicación. Cuando la situación económica no es muy apremiente, complemetan o reemplazan el uso de psicofármacos con alguna otra forma de atención de su malestar, como psicoterapia, participación en grupos de variada índole, -no siempre terapeútico pero a los que les otorga valor terapeútico- gimnasia, meditación, dietas, etc.

Aún está pendiente la investigación acerca de cuáles son los recursos alternativos que despliegan para combaris su malestar, según los diversos sectores sociales, los diferentes grupos de edad, los variados grupos étnicos, etc. Los datos que se recogerían constituirían un avance en el estudio de las diferencias intragénero ante la prescripción de psicofármacos a mujeres.

La mayoría de los estudios realizados revelan la actitud patriarcal represiva con que se trata el malestar de las mujeres. Más que la búsqueda de las causas que originan los síntomas, se apunta a ofrecer una droga que rápidamente los acalle. Nos preguntamos si compete al sistema médico atender consultas por problemas derivados de las condiciones de vida de las mujeres, aún cuando estos problemas se expresan como trastornos de salud. Quizá no sea de incumbencia del sistema médico, sino del sistema social más amplio en el cual éste se inserta. Ahora si éste fuera el caso, debemos pensar en ampliar los criterios diagnósticos y recursos de salud mental, sin reducirlo a los estrechos límites del sistema de salud dominante.

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II. APORTES DEL PSICOANÁLISIS

La teoría freudiana describe los modos diversos de construcción del yo para cada sujeto. En este sentido, podemos diferenciar los procesos del yo constituido según sus identificaciones, del construido mediante sus representaciones y del costruido a través de sus funciones. Este último tipo de yo estudiado por diversas teorías psicoanalíticas es el que nos interesa aplicar cuando observamos el vínculo de las mujeres con los psicofármacos. Algunas de las funciones yoicas más ampliamente reconocidas son: control de la motricidad y de la percepción, efectuar la prueba de la realidad, anticipación, ordenación temporal de los procesos mentales, pensamiento racional, etc.; pero también se le atribuyen funciones de desconocimiento, de racionalización, de defensa compulsiva contra las exigencias pulsionales, de negación de la realidad, etc.

Entre los diversos momentos constitutivos del yo, hay uno referido a la etapa muy temprana de su formación, en la que se genera un yo elemental denominado yo-real-primitivo por la teoría freudiana. Este yo muy arcaico tiene funciones que, cuando fracasa, requeriría de un elemento espurio para compensar la falla de sus funciones. Estas funciones parecen estar ligadas a la regulación del ritmo sueño - vigilia, a la posibilidad de percibir el mundo que lo rodea, a la regularización de los afectos, y a la capacidad de realizar una acción motriz para reducir sus estados de tensión.

Para cada una de estas fallas yoicas se puede recurrir a una droga. ¿Cuáles son las funciones yoicas deficitarias que las mujeres esperan suplir mediante la ingesta de psicofármacos? ¿Qué funciones yoicas fallidas atribuyen las mujeres a los psicofármacos cuando los demandan al médico, o cuando se automedican? Según los efectos buscados en los psicofármacos podemos hacer la siguiente caracterización:

1) Fármacos estimulantes de la acción, que reduzcan de manera específica la ansiedad (ansiolítico), o bien, que impulsen a la acción para vencer el estado de paralización (anfetaminas). Estas drogas ayudan a conectarse motriz y perceptualmente con la realidad.

2) Fármacos que hagan conciliar el sueño, que ayuden a sustraerse de los estímulos de la realidad para poder dormir (somníferos, hipnóticos o ansiolíticos). Es decir, facilitan el sustraerse a los estímulos de la realidad para lograr el descanso.

3) Fármacos que calmen los afectos desbordantes, especialmente la tristeza, la furia o la angustia (antidepresivos o ansiolíticos). Se apela a sustancias que permiten dominar los "afectos difíciles", desbordantes, insoportables.

4) Drogas que despierten o estimulen fantasías, imágenes, ilusiones, que permitan el juego de la imaginación. Son las alucinógenas que inducen las ensoñaciones, la imaginación, el fantaseo.

Esta es una teoría psicoanalítica acerca de las drogas y de la falla del yo real primitivo: las mujeres que toman psicofármacos tendrían una personalidad previa construida sobre la base de una falla en la estructuración del yo arcaico. Según esta teoría psicoanalítica, se podría rastrear el recorrido que fue siguiendo esa falla a lo largo de su desarrollo como sujeto, en la búsqueda de algún objeto o situación que la compense. Se trataría de déficit muy tempranos en la construcción del aparato psíquico, previo a la etapa de apertura de las zonas erógenas. En esta etapa, la erogeneidad predominante es de tipo intrasomática, intracorporal, un período en el que todavía no se produjo la apertura hacia el mundo. Se trataría de una etapa en donde lo esencial es un cambio en la relación con el propio cuerpo, con un registro de tensión percibido como insoportable. Cuando se recurre a los psicofármacos, se apela a la sustancia que produzca alteración interior para modificar el estado de tensión.

Las teorías psicoanalíticas enfatizan la personalidad previa de la persona que se vuelve dependiente de las drogas, en este caso de los psicofármacos. El estudio de los estadios tempranos de la constitución del yo está orientado en este sentido.

Desde la perspectiva de esta teoría psicoanalítica, que enfatiza el déficit de las funciones yoicas atribuidas al yo real primitivo, la droga ingerida no sería considerada como objeto, pues desde el punto de vista de la composición del aparato psíquico temprano, el estadio sería previo al de la constitución perceptual de un objeto. En este estadio arcaico de la configuración del aparato psíquico no es que no existan percepciones, sino que éstas quedan desconsideradas; el yo arcaico no tiene en cuenta las percepciones de los objetos de la realidad, ya que su única realidad estaría constituída por las tensiones intrasomáticas, o sea aquello que sucede en el interior del cuerpo. Desde esta perspectiva, su realidad dominante sería la del cuerpo pulsional, con un yo constituido todavía de modo muy precario como para poder dominar las pulsionesque llegarían a la conciencia bajo la forma de afectos desbordantes. Se trataría de un estadio de la constitución de un yo temprano, aturdido por sus pulsiones, sin capacidad aún para jerarquizarlas, ordenarlas, anticiparlas, como sucederá más adelante con las funciones realizadas por un yo más maduro. Remite a un estadio yoico en donde predomina fundamentalmente la percepción tensión-distensión, o bien de ciertos ritmos que serían las primeras formas percibidas, los precursores de posteriores complejidades perceptuales, de pensamiento y de acciones.

Otras teorías psicoanalíticas atribuyen a la droga el valor de un objeto transicional, al suponer un yo que ya ha emprendido vínculos objetales -la madre en primer lugar-. El concepto de objeto transicional fue desarrollado por Winnicott (1972)5 . Se trata de la construcción de un objeto que, para el aparato psíquico, tiene una doble inscripción: externo e interno, objetivo y subjetivo a la vez. Debido a esta doble inscripción simultánea en el aparato psíquico, es un objeto que participa de una lógica transicional que no refrenda la clásica diferenciación sujeto-objeto, yo/no-yo. El objeto transicional tiene una investidura libidinal segúna la cual es y no es una posesión del sujeto, a la vez que forma parte de él. Como objeto sostenido por una lógica transicional, es un objeto precursor de las diferencias sujeto-objeto. ¿Cuáles son las circunstancias en que el objeto transicional es empleado para un reencuentro? Tal como lo describe Winnicott, se recurre al objeto transicional para conciliar el sueño, para calmar la angustia por la ausencia de la madre como fuente de amparo (recordemos que para las mujeres el síndrome de desamparo aprendido1 , tal como fue descripto en textos anteriores, constituye una experiencia común a su constitución como sujeto dentro del género femenino. A diferencia de la postulación psicoanalítica anterior acerca de un yo muy arcaico, en este caso se trataría de un yo más elaborado en cuanto a sus funciones y capacidades. Esto daría lugar a una tipología diferente entre dos tipos de mujeres, en los cuales el estudio de sus personalidades previas inidicaría que, según el predominio de los diversos momentos estarían en mejores condiciones de enfrentarse a sus conflictos y desarrollar actitudes de mayor independencia o de grados relativos de autonomía hacia las drogas.

Es probable que un estudio más profundo de esta problemática a partir de los aportes de las teorías psicoanalíticas contribuya a construir nuevas herramientas para abordarla.

Otro punto interesante consiste en la observación, bastante frecuente, de que los psicofármacos, a pesar de incidir directamente sobre el sistema nervioso central, no siempre producen el mismo efecto, dependiendo no sólo de la dosis o de la frecuencia con que se los ingiere, sino también del hecho de que en muchas mujeres provocan efectos paradójicos. Cabe pensar que, más allá del efecto químico producido por la droga, existen otros componentes en su accionar que más bien corresponden al aspecto psíquico, al componente imaginario y simbólico con el cual se la ingiere. Si bien los médicos prescriben un psicofármaco partiendo del supuesto de que su accion es meramente química y que opera sobre el sistema nervioso central, las observaciones que señalamos indican que éste es un tipo de pensamiento reduccionista, esto es, reduce la situación compleja de la ingesta de una droga a una relación causa - efecto. Parte del supuesto de que lo que existe, como causa, es una alteración del sistema nervioso central, y que el remedio para ello es recetar un regulador de ese sistema. Este es un ejemplo de lo que describimos como "complejidad de la problemática" basado en el paradigma de la complejidad; Así, destacamos que existe un orden pulsional desbordante que no se puede reducir al funcionamiento del sistema nervisos central, ya que opera según leyes propias del aparato psíquico que son necesarias conocer.

Entre las complejidades que interviene para que la droga produzca determinados efectos, destacamos el siguiente fenómeno: con mucha frecuencia, la ingesta de un psicofármaco implica un vínculo con un otro concebido imaginariamente, en quien se confía y se delegan funciones yoicas. A veces no es la acción química por sí sola de la droga, sino su representación imaginaria, lo que provoca sus efectos. En este sentido es frecuente que muchas mujeres sostengan que para ellas la aspirina tiene el mismo efecto que un ansiolítico para otras. Son los atributos concedidos a la droga, en esta circunstancias , los que operan de modo dominante en el sujeto que la ingiere.

¿Qué intentamos destacar aquí? Que no basta sólo con un hecho, como es la prescripción de un producto con determinada composición química, lo que produce que produce cambios en el humor o en el carácter de las personas. Tampoco es suficiente el componente antes señalado de los atributos simbólicos e imaginarios otorgados a la droga o a la persona que las prescribe. Existen también atributos sociales que acompañan a las drogas para que, finalmente, éstas produzcan determinada acción específica. Deberíamos pensar, más bien, en una articulación de todos estos factores. En consecuencia, es necesaria estudiar cada uno de ellos con minuciosidad, y analizar los modos de articularse entre sí, incluyendo a menudo las relaciones contradictorias, por las cuales encontramos que algunas drogas producen el efecto contrario al que se espera obtener.

Un aspecto poco estudiado sobre la relación de las mujeres con los psicofármacos es el que se refiere a la especificidad de las necesidades autoeróticas femeninas . Para tomar un psicofármaco no se requiere más que el acto solitario de una mano con la boca, y esta soledad de la ingesta de la droga es una constante que se observa especialmente entre las amas de casa de mediana edad. Esta especificidad de las mujeres de drogarse en soledad -a diferencia de la perspectiva masculina que habitualmente propone drogarse como un acto comunitario, cuyo componente imprescindible es que sea compartido con alguien más-, podríamos interpretarla como la necesidad de una actividad autoerótica, en la cual habría imaginariamente otra figura significativa con quien se entra en contacto. Por lo general, esa otra figura significativa alude a una figura materna que se necesitó muy tempranamente en el desarrollo psíquico, con la cual hubo un anhelo isatisfecho del vínculo de apego. Luce Irigaray2 (1978) llevó a cabo un estudio desde la perspectiva de género de este aspecto. Este vínculo de apego insatisfecho permanece en el aparato psíquico como un clamor de un registro pulsional-deseante, que no encuentra palabras para expresarse. La imposibilidad de decir, la dificultad para construir un lenguaje que dé cuenta de este anhelo insatisfecho, constituye uno de los elementos claves para analizar la especificidad del género femenino para los psicofármacos. Creemos oportuno recordar, repecto de estas particularidades del lenguaje femenino, la propuesta de J. Kristeva4 (1980; 1987) acerca de la fase presimbólica del lenguaje que remite, según esta psicoanalista y semióloga, a la función semiótica del lenguaje. Asimismo, las actividades autoeróticas de las mujeres tendrían como destino mitigar temores correspondientes a una etapa muy temprana del desarrollo del yo, temores referidos a su integridad corporal tales como los temores hipocondríacos. Estos temores tendrían su origen en una organización muy primitiva del yo, correspondiente a la posición esquizoide, según la escuela inglesa del psicoanálisis. Los temores respecto de la integridad corporal serían consecuencia, según algunos estudios de la escuela inglesa tales como los realizados por M. Klein, P. Heimann y otros3 (1952), de la reintroyección de objetos persecutorios proyectados en el cuerpo materno. Dentro de la categoría de análisis de la llamada "fantasía inconsciente" , esta escuela psicoanalítica ha estudiado con gran minuciosidad las primeras fantasías construidas por un yo muy temprano, cuyo destino sería atacar el interior del cuerpo materno ( los conseptos de identificación proyectiva e introyectiva son centrales para la comprensión de esta problemática, así como los conceptos de envidia y de miedo a la retaliación). La imago de una madre buena - identificada proyectivamente en los tranquilizantes- se contrapondría a la de una madre mala que produce temores de tener el cuerpo dañado.

Los aportes de las teorías psicoanalíticas adquirirán nuevas significaciones si pudiéramos articularlos con nuestros conocimientos acerca de la constitución de la subjetividad femenina a partir de las nociones de género. La composicón yoica y sus déficits no son indiferentes a la incidencia que tienen sobre ella la construcción social de las mujeres como sujetos. En otras oportunidades6 hemos analizado la constitución de un yo en las mujeres a partir de sus identificaciones de género y de sus representaciones de género femenino. En ésta, podemos complejizar aún más nuestra perspectiva de acerca de un yo constituído por tempranamente en su desarrollo, también sobre la base de las relaciones entre los géneros . Utilizamos el concepto de "relaciones de género", como una categoría de análisis que abarca un conjunto complejo de relaciones sociales insertas en procesos históricamente variables, es decir cambiantes e inestables. Las relaciones de género están construidas, por ahora, mediante atribuiciones de rasgos y capacidades humanas, en forma diferenciada, desigual y asimétrica, entre varones y mujeres. El contenido real de los atributos de la masculinidad y la feminidad y la rigidez de estas mismas categorías, son sumamente variables a través de las culturas y del tiempo. Sin embargo, en lo que se refiere a las relaciones de género, éstas siempre han sido relaciones de poder. Las relaciones de género han sido definidas y controladas - en grados variables y a menudo imperfecta o fallidamente- por una de las partes de la interrelación: los varones. Si bien esta afirmación forma parte de las conclusiones de numeroso estudios realizados en este sentido a través de distintas disciplinas, tales como la sociología, la antropología, la psicología, la historia, etc., nos interesa añadir que, según nuestros propios estudios es la perspectiva masculina acerca de la realidad lo que ha llegado a constituirse en paradigma de la toda su interpretación. Un aspecto interesante de los estudios realizados consiste en analizar cómo, a menudo, son las mismas mujeres las portadoras y reproductoras de esta perspectiva masculina de la realidad. El hecho de que los varones parezcan ser - y en muchos casos lo son- custodios, administradores o reproductores de una construcción cultural, tal como en el patriarcado, no niega que, desde la perspectiva de la relaciones de género, ellos también sean prisioneros, aunque en una forma muy diferenciada, pero con su particular interrelación con el género femenino . Sin embargo, resulta asombroso que los varones hasta ahora no hayan estudiado, con seriedad y continuidad, los efectos profundos sobre su construcción como sujetos que les depara su ubicación como género masculino en una cultura patriarcal. Es bastante reciente el estudio del género masculino como área de problemática, por parte de los mismos varones, como lo revelan algunos de los estudios de los últimos años. Así como nuestras relaciones de género actuales crean varones que tienen dificultades en reconocer las relaciones de autoridad y dominación subyacentes a muchas de las prácitcas sociales, también forman mujeres que tienen dificultad en reconocer tales prácticas, e incluso una vez reconocidas, en aceptar y poner en marcha sus transformaciones. Hemos de reconocer que la ambigüedad y el conflicto están siempre presentes cuando se trata de revisar nuestras práctcas sociales.

También nos parece necesario destacar, a propósito del estudio que realizamos, que no sólo se trata de analizar cómo las prácticas en salud que reproducen relaciones de poder entre los géneros han afectado a las mujeres; también debemos ampliar la perspectiva de análisis registrando cómo las mismas mujeres transforman, mediante recursos de resistencia, esas relaciones de dominación; y también cómo las hacen posibles, sometiéndose en interjuegos variables. La complejidad de la problemática es suficientemente profunda como para que, a veces, quedemos un tanto perplejas...y que nos despierte la curiosidad para seguir avanzando en nuestros conocimentos.

PALABRAS CLAVE:

Psicofármacos - Subjetividad femenina - Relaciones entre los géneros.

RESUMEN:

En este artículo hago una introducción descriptiva acerca de la especificidad femenina para el consumo abusivo de psicofármacos, presentando algunos datos de estudios e investigaciones que dan cuenta de esta problemática.

Las hipótesis explicativas que ofrezco a este fenómeno incluyen A) el modelo médico con que se tiende a percibir, comprender y medicalizar el malestar de las mujeres; B) a los roles de género femenino que provocan condiciones específicas de contexto difíciles para las mujeres estudiadas; C) y a los aportes que desde diversas teorías psicoanalíticas podrían orientar a las mismas mujeres a buscar alivio para su padecimiento psíquico en los psicofármacos.

Postulo que el entrecruzamiento teórico - clínico entre los estudios de gé nero y el psicoanálisis ofrece una ampliación de la perspectiva con que podemos operar en esta problemática.

SUMMARY

This paper describes studies about feminine specificity in legal psychoactive drugs abuse, and proposes three hypotheses to explain the data. The first one concerns the medical model under which women are perceived, understood and medicated. The second one refers to feminine gender roles that promote difficult contextual conditions for women. The last one alludes to a variety of psychoanalytic theories that could lead women to seek relief for psychic suffering in psychofarmacology. Theoretical and clinical interweaving of gender studies and psychoanalysis extends the perspectives under which we can operate in this kind of problems.

 

Factores de riesgo para el abuso de psicofármacos en las mujeres

1) El trabajo maternal tradicional y la maternalización de todos los roles de las mujeres, especialmente el rol de esposa y de ciertos roles laborales, que parecería que adquirieran su máxima eficacia cuando son maternalizados.

2) Las expectativas sobre el rol de género femenino como encargado de mantener el equilibrio y la armonía de los vínculos familiares.

3) La doble jornada de trabajo de las mujeres, especialmente la experiencia de sentirse "tironeada", excesivamente demandada y agotada por el esfuerzo

4) En los talleres realizados en la Ciudad de Buenos Aires se enfatizó la situación de la crisis económica como factor de riesgo.

5) Los problemas de la pareja, especialmente la falta de comunicación y la dependencia económica de las mujeres y su incidencia en su baja autoestima.

6) El aislamiento, la soledad y la falta de redes sociales ubican a las mujeres de mediana edad, amas de casa tradicionales, como grupo de riesgo predominante en casi todos los talleres realizados

Según un estudio realizado por Mabel Burin, Esther Moncarz y Susana Velázquez, Publicado en "El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada". Tercera Parte, Buenos Aires, Paidós, 1990

Notas

(1) Burin, Mabel y col.: EL MALESTAR DE LAS MUJERES, LA TRANQUILIDAD RECETADA. Parte II, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1990

(2) IRIGARAY, Lucy, SPECULUM, ESPÉCULO DE LA OTRA MUJER , Ed. Saltés, Madrid, 1978

(3) KLEIN, Melanie y otros: DEVELOPMENT IN PSYCHO- ANALYSIS, Hogarth Press, Londres, 1952

(4) KRISTEVA, Julia: SOLEIL NOIR. DEPRESSION ET MELANCOLIE, Ed. Galimard, 1987

(5) Winnicott, Donald: REALIDAD Y JUEGO. Ed. Granica, Buenos Aires, 1972

(6) Este análisis fue realizado por Burin Mabel y col. en "Estudios sobre la subjetividad Femenina. Mujeres y salud mental". GEL. Buenos Aires, 198

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