Psicoanálisis, estudios feministas y género

El incesto paterno filial contra la hija/niña

Eva Giberti (*)

El texto sintetiza y reduce el primer capítulo del libro INCESTO PATERNO FILIAL, Este articulo no incluye la creación de un aparato conceptual que se utiliza como soporte del texto y que ocupa un extenso lugar en el libro. La compilación del libro, dirigida por la autora; cuenta con la colaboración de Silvio Lamberti (abogado) . Editorial Universidad.1998

El incesto del que nos ocupamos constituye la violación de una niña a la que su progenitor victimiza , y al que una calificación técnica jurídica incluye en la categoría abuso sexual. La ley no sanciona al padre como incestuoso sino convierte al acto en violación agravado por vinculo, con lo cual desconoce las diferencias entre las víctimas, puesto que ser violada por el padre durante la niñez, configura una índole de victimización que se diferencia de ser violada por un familiar cercano, o por un desconocido.

Esta mecánica jurídica encuentra como obstáculo principal la relación entre el jurista y la norma del código, de la que depende su identidad : "ser un juez que respeta la ley". Entonces, como lo comentó P. Legendre " (La Regla jurídica ) no debe ser jamás concebida como la invención del glosador, sino, por el contrario, como restauración del texto por medio de una operación lógica, estrictamente como esto y nada más que esto. En la epifanía de la Ley, el jurista no está para nada, no ha inventado nada, es inocente, habiendo dado cuenta, simplemente de la lógica del texto, y pronunciando las palabras del sentido prestado a este último.
Aunque el discurso jurídico expuesto por los jueces sea crítico respecto del hecho, los textos jurídicos que no sancionen al padre como incestuoso, sino que lo encuadran en el abuso, funcionan simbólicamente como autorización para incestuar.

Si esta violación contra los derechos humanos de una niña no logró ser cuestionada y revisada ¿qué motivos encontrarían los juristas para reconocer como delitos y sancionar la multiplicidad de modelos de violencia que ejerce el género masculino contra la mujer?
Si mediante sus argumentos la ley consagra a la víctima más pequeña,(a la que carece de voz y de discernimiento y además la posiciona en el lugar de la obediencia al deseo paterno), en lugar de defender los derechos vulnerados de la víctima ¿Cómo habría de reconocer el reclamo de una adulta que denuncia el mismo ejercicio de violencia en otros niveles, si previamente se invisibilizó el delito paterno?
Una de las tesis de este capítulo propone que el incesto del padre contra la niña deja al descubierto una forma precaria, paleolítica, del contrato sexual original(Pateman) al imponer un contrato de dominación entre dos socios desiguales, regulado por el secreto y por la violencia contra uno de ellos. Un contrato que se expresa en la práctica sexual, que se define por lo sexual y que humilla a una mujer cuya sexuación transita la etapa de ser niña.

Construcción de un aparato conceptual (en el texto original se desarrolla extensamente)

El desarrollo de equilibrios y desequilibrios entre los géneros, analizados en complementariedad con los conflictos entre grupos sociales , coadyuvó en la formación de lo que N.Elías llamó un fondo social de conocimiento. Esta construcción teórica resulta de las distintas experiencias vividas por hombres y mujeres que se convirtieron en patrimonio de la humanidad, ya sea como tradiciones o como registro de la necesidad de aperturas a nuevos conocimientos. Ese fondo de conocimiento, en parte, es el resultado de las luchas por la libertad, de las luchas en busca de la igualdad y la resistencia a los poderes que avanzan en contrario. 
El aparato conceptual que utilizamos para desarrollar el tema que nos convoca incluyó una lectura deconstructiva de los textos referidos al incesto y tomó en cuenta esta articulación entre cambios sociales y modificaciones en las estructuras de la familia, mediatizados por el género como variable que atraviesa todos los conflictos sociales; formando parte de estos conflictos, la dimensión público-privado recorta las prácticas incestuosas como categoría con entidad propia, justamente, debido a la invisibilización a la que fue sometido.

Este aparato conceptual autoriza a subrayar la invisibilidad del incesto así como el silencio a su alrededor y permite proponer otra tesis que afirme que el incesto constituye un precedente mayor de la violencia contra el genero mujer, ya sea en ámbitos privados o públicos

Mantener el incesto en territorios del abuso sexual significa descalificar las funciones parentales /tutelares en su dimensión simbólica y humana, o renunciar a ellas. Implica haber iluminado las raíces del patriarcado en su imposición del contrato sexual (Pateman) por medio del cual se dispone de las mujeres del clan, o de la tribu, o del grupo o de la familia.

Dos posiciones psicoanalíticas

En los aportes de la teoría psicoanalítica pueden rastrearse dos corrientes , una de ellas que remite a la fijación de la niña a la madre y otra a la función paterna. Se plantea una doble legalidad : 1) el cuerpo del hijo le pertenece a los progenitores y no a la cultura, sería de derecho probado que concierne a los padres; esta es una legalidad de los cuerpos (circuncisión por ejemplo) . Y 2) una relación con la cultura, o sea, intramuros; " tengo mi propia ley que me autoriza a disponer del cuerpo de mi hija, pero como a la vez tengo una relación con el mundo externo, debo cuidarme para que no se sepa" ,lo que sugiere el perfil paranoide de la situación. Se trata de dos legalidades que operan ensambladas porque para poder sostener "yo con mi hija hago lo que quiero" es preciso acceder a una postura de delirio megalomaníaco ( o persecutorio) en relación con la legalidad circulante extramuros

Entre los psicoanalistas L.Razon subraya, por una parte, la fusión de la niña con la madre y la relación de la niña con la madre frustrante. La otra perspectiva remite a la función del padre feroz, cuyas prácticas habría que ligarlas con la idea de un padre que mientras fue niño pudo haber sobrellevado una madre con características despóticas.

Esta hipótesis propone que las relaciones incestuosas coadyuvan a enfrentar la angustia de los adultos frente a cualquier experiencia de separación y a ilusionar la existencia de un paraíso perdido prematuramente y por lo tanto, escasamente disfrutado. La familia oscilaría entre los términos de una paradoja incestuosa: allí donde se sitúa la vida (reconocible mediante la separación de los hijos) también se entrevé la muerte. En estas familias la vida transcurriría en una relación fusional con una madre arcaica en lugar de un encuentro con el Otro.

C. Balier introduce la idea de las neosexualidades y las relaciona con estructuras adictivas, distintas de las del psicótico y el perverso. Distingue entre perversión y perversidad y coloca a los padres incestuosos en el ámbito de la perversidad ,entendida como concepto límite que "trata de abolir todo sentido de referencia a la situación primordial de relación con la madre ; no destruye a la madre sino al proceso mismo que permite esta relación; tiende a la desobjetalización por el camino de la desubjetivación." El ataque no es al objeto(la madre) sino al sujeto (el propio Yo). Es decir, se retira la libido del objeto amado o se retira la libido del propio Yo, en cuyo caso se produce la desubjetivación, la pérdida -o el daño-de la calidad de sujeto. Sería una forma de "darse de baja a sí mismo" .El adulto que procede de este modo no ignora lo que produce ; pienso que no se trata de convertir a la niña en un objeto, sino, por el contrario actuar sobre(contra) un sujeto al que se priva de su condición como tal. Estas son características de la perversidad y no de la perversión, según C. Balier.

Freud y sus comienzos :los incestos reales

En La etiología de la histeria, Freud menciona el abuso sexual llevado a cabo por personas cercanas al niño, " por el adulto que lo tiene a su cuidado" y añade que ese adulto es quien "introdujo al niño en el comercio sexual y mantuvo con él una relación amorosa formal-plasmada también en el aspecto anímico- a menudo durante años" .

La primera afirmación de S. Freud : "Nuestros niños están expuestos a ataques sexuales mucho más a menudo de lo que uno supondría por los escasos desvelos que ello causa a sus padres" remite a otros abusadores ; sin embargo, las primeras palabras que se refieren a lo frecuente del ataque sexual contra el niño no excluyen sus conocimientos acerca del incesto. Tanto es así que en su texto El nacimiento del psicoanálisis escribió: "Y yo descubrí que el que se decía noble y respetable padre había tomado la costumbre de hacerla llegar hasta su cama para dedicarse a sus eyaculaciones sobre ella "

En algún momento de 1895 o de 1896, S.Freud había llegado a la convicción de que la persona que con mayor frecuencia era culpable de abuso sexual de niños (sobre todo niñas) era el padre. En la carta que éste le dirigió a Fliess el 21 de septiembre de 1897 : "Luego la sorpresa de que, en todos los casos, el padre, sin excluir el mío, debía ser acusado de perverso " , pero no dijo esto públicamente. Así lo afirma J. M. Masson en la investigación que lo condujo al descubrimiento de libros que habían sido propiedad de Freud, cuyo rastreo permitió iluminar el período durante el cual S. Freud estudió en Paris . La investigación, descripta en el libro El asalto a la verdad reclama una lectura imprescindible; desconocer esta obra arriesga prescindir de una variable clave para el análisis y comprensión de los aportes psicoanalíticos sobre el incesto.

La historia de la teoría de la seducción, tal como Freud la concibió originalmente y su posterior modificación, ofrece un material ilustrativo acerca de las ideologías en juego cuando del incesto entre padre e hija-niña se trata. En 1885, Freud , que tenía 29 años, comenzó a trabajar con Charcot en Paris; en esa época tomó con tacto con la literatura que había producido el profesor Tardieu ,médico forense decano de la Facultad de Medicina en Paris, acerca de los casos de violación de los padres sobre sus hijas; entre ellas refirió la historia de la muerte de una niña de siete años.

En una carta que Freud envió a Marta Bernays, en 1886, le informó que había obtenido autorización para asistir al curso que dictaba el profesor Brouardel en la morgue parisina . Este sostenía: "Las agresiones sexuales son crímenes del hogar"; se refería a menudo a este tema en el transcurso de sus clases. Era imposible, entonces, que Freud desconociera un tema que le había sido evidenciado durante sus cursos con Tardieu y con Brouardel, además de estar en contacto con la bibliografía de esa época en l cual, los aportes de sus dos profesores se concretaron en volúmenes que Freud poseía. En vísperas de su viaje a Inglaterra, en 1938, no incluyó dichos textos que fueron vendidos sucesivamente a dos libreros.

La primera posición de Freud y su posterior modificación:

Cuando presentó su tesis acerca de la etiología de la histeria y se refirió a las experiencias sexuales traumáticas de la primera infancia como un factor clave para el desencadenamiento de dicha psicopatología se apoyó en los relatos de sus pacientes mujeres que "recordaban sus traumas con todos los sentimientos que corresponderían a las experiencias originales". Los sentimientos, aparentemente ausentes en el origen del ataque sexual , se experimentaban en la consulta: la rabia, la repugnancia, la impotencia y la traición se ofrecían ante Freud. Temió los efectos de exponer su tesis ante sus colegas de la Sociedad Médica de Viena. Efectivamente, después de esa conferencia, escribió a Fliess :

" Estoy tan aislado (...) Se impartió la consigna de abandonarme y un vacío se está formando en torno a mi"
Freud se había opuesto al pensamiento médico de esa época y ponía en entredicho las convicciones científicas acerca de los factores constitucionales y hereditarios de las enfermedades; adjudicaba una responsabilidad mayúscula a la familia, en particular exponía al padre como violador, dato insoportable para el patriarcado convencional. Este fue uno de los motivos que condujo a Freud a retractarse : "Por fin me vi obligado a reconocer que aquellas escenas de seducción nunca habían tenido lugar, y que solamente eran fantasías que mis pacientes habían inventado."

Así , en 1905, cayó la teoría original de la seducción, para ser sustituida por otra idea, la de fantasía, y Freud pudo insertarse nuevamente en la Sociedad Médica que lo había condenado al ostracismo. El énfasis posterior puesto en las fantasías de seducción que construyen niños y niñas, responde a evidencias clínicas que, además, pueden rastrearse habitualmente en esa etapa evolutiva; pero la disidencia con la decisión de Freud que no volvió a referirse a la realidad incestuosa contra las niñas, reside en que ese corrimiento de la tesis original coadyuvó al encubrimiento del delito . Algunos autores -Forrester, J. entre ellos- ensayan diversas interpretaciones /explicaciones /justificaciones acerca de este modo de proceder de Freud, y los matices que introducen resultan interesantes, sin lograr modificar la historia de los hechos.

Cuenta Masson que en oportunidad de finalizar su investigación, le escribió una carta a Ana Freud, diciendole que, según su criterio, Freud se había equivocado al desechar la hipótesis de la seducción paterna.
La respuesta de Ana Freud el 10 de septiembre de 1981 dice : "No mantener la teoría de la seducción significaría abandonar el complejo de Edipo y con él toda la importancia de la vida de la fantasía, conciente o inconsciente. Creo, de hecho, que después no existiría el psicoanálisis."

El comentario de Masson es esclarecedor : " Las cartas que escribió Freud ( y que Ana y Ernst Kris sustrajeron de su correspondencia, imaginando que habían entendido lo que Freud quiso decir), suministran pruebas de que Freud no estaba convencido de que había hecho lo correcto". Añade : "El tabú que prohíbe hablar de ello (incesto y abuso sexual) parece haber sido transmitido, desde Freud, a través de las generaciones de psicoanalistas"

También se comprende por qué el libro de J. Masson permaneció y permanece en la penumbra, ausente de las enseñanzas habituales del psicoanálisis.

Una fantasía fantasmática en nombre del padre

La ilusión masculina de reproducirse mediante el cuerpo de su hija se instituye en una alternativa de placer-poder a cargo del padre. Aunque las practicas incestuosas se llevan a cabo desde una edad temprana de la niña, lo que imposibilita la gravidez, ello no yugula el deseo masculino de "hacerle un hijo" a una mujer , tema que S.Freud aborda en uno de sus escritos, pero que en este caso, remite a una hija en su calidad de niña (si bien es preciso diferenciar ambos deseos sexuales, respecto de una adulta y respecto de una niña).
Concebir un hijo con la propia hija autoriza a inferir la existencia de una fantasía especular omnipotente (" Yo concibo conmigo mismo") que posiciona al varón en un papel todopoderoso y construye un circuito que incluye el fantasma del cuerpo cromosòmico real de la madre, mediatizado por el cuerpo de la niña. La hija garantiza para el padre la preservación de un producto (semen que valoriza a menudo de manera megalomaníaca) en un cuerpo que lo reproduce. El padre ensaya potenciar su trascendencia mediante su cuerpo violador y la irrigación de sus emuntorios (semen y / o saliva). Pero la construcción de su placer no se recorta en esta dimensión , ya que esta práctica desborda la ejecución corporal para consagrarse en el ejercicio irrestricto del poder, donde ancla el sistema incestuoso .

Desde otra perspectiva cabe pensar en la elección de la niña como proyección de determinados aspectos propios que el padre considere femeninos, por ejemplo, sentimientos y sensibilidad, localizados en la hija, y que determinados individuos se sienten compelidos a trastocar , atacar o destruir en la hija; la imaginan depositaria de esos aspectos propios que él considera femeninos; en estos casos no hablamos de deseos edípicos hacia la niña, tampoco de un deseo sexual reconocido como tal, sino cercano a la necesidad de destruir en ella aspectos yoicos que el padre considera vitales.

La niña ante el padre

La niña creció incorporando un vínculo que, de acuerdo con pautas culturales básicas, incluyó la idea y experiencia de padre; éstas , casi con seguridad, debieron ser acompañadas por la transmisión de respeto o de temor hacia ese individuo, vivencias y convicciones que habitualmente encuentran su origen en las actitudes de la madre ( que al mismo tiempo trasunta su deseo hacia él) y de otros hermanos mayores, así como. el reconocimiento de la función parental asociada con el cuidado y el amor.

Ese clima impregnado por los cuidados tempranos libidinizados es el que aprovecha el padre para crear una lógica particular que se instala en la relación con su hija /niña. La violación no se produce intempestivamente -salvo excepciones- sino después de haber creado las condiciones que la facilitarían; una lógica preexistente en la que la violación se incluye como un corolario natural a esta lógica que se caracterizó por el trato que el padre daba a la niña y que se instituyó para ella en el orden de lo natural . Esta es una de las características que diferencia a la violación por parte del padre, de aquellas que pudieran producir otros individuos.
La niña emprenderá la construcción de un nuevo contexto de significación que le permita incluir las nuevas conductas del padre como admisibles, aceptables. Al mismo tiempo comenzará a comprender que a partir de esta relación, ella significa "otra cosa" para él, respecto de lo que sucedía entre ambos anteriormente.  Este padre modifica su relación con el cuerpo de la niña y viceversa.; es decir, la incipiente formación de la conciencia de ser (según la edad de la niña) queda saturada por las actuaciones del padre. La irrupción paterna desde la exterioridad de la niña, exige esfuerzos particulares para su mundo psíquico. La mayor o menor eficacia de las actuaciones del adulto dependerá de las investiduras libidinales con que la niña invista su registro pulsional y su percepción de lo que sucede.

Los hombres que recurren a estas prácticas ejercitan una sexualidad pregenital en pugna con la genital, y la ponen en práctica desde estructuras psíquicas protorregresivas que privilegian la omnipotencia motriz, la manipulación de los cuerpos. En estos casos la puesta en acto de dicha omnipotencia correspondería a la escena imaginaria en la que él manipula a una muñeca. Para la niña , hacerse cargo de la situación significa una ardua labor pulsional, por lo cual intentará, mediante la pulsión de dominio, controlar los ataques que recibe desde su exterioridad ; pero no dispone de elementos psíquicos capaces de ligar los efectos de esas sensaciones y percepciones que la sobrepasan con las pulsiones de autoconservación. En todo caso, estas pulsiones están comprometidas con el silencio que debe mantener y la tolerancia al uso de su cuerpo.

La niña no alcanza a transformar en contenidos de conciencia los estímulos que provienen de los procedimientos paternos , y su vida pulsional (en lo que hace específicamente a la pulsión de dominio y de autoconservación) queda expuesta a ser sobrepasada permanentemente por los efectos de la violencia. Sobrellevan dolor físico, asombro, desconcierto, humillación, que se expresan a través de un fenómeno de aturdimiento y falta de conciencia (entendidos ambos con criterios clínicos). Ese estado de no-conciencia es , en realidad, una percepción sin conciencia, una sensorialidad sin registro representacional, como en estado de obnubilación (como cuando se derrumba una casa y quien estaba en su interior no sabe explicar cómo salió.)

En un primer momento los procedimientos de los varones sobre el cuerpo de niñas, púberes y adolescentes actúan en la vida psíquica de la víctima como estímulos externos intrusivos, pero en un segundo momento se produce una respuesta en forma de reacción pulsional que determina, por parte de la niña, que ella no pueda discriminar si el estímulo es interno o externo. Este hecho podría constituirse en el origen de una compulsión a la repetición, es decir, búsqueda, por parte de la niña o la adolescente, de una elaboración de la situación traumática mediante la repetición de la experiencia.

El trauma que provoca la actuación masculina sobre el cuerpo de la niña puede generar en ella una angustia desmesurada que le resulta muy difícil procesar : suele no recordar las características del episodio porque lo que se registra es la impronta pulsional y no las huellas mnémicas o las representaciones de la situación. Como si hubiera un hecho que "no cesa de no inscribirse" al decir de J.Lacan, lo que impide su evocación o recuerdo; pero en cambio se mantiene una moción pulsional muy intensa que desemboca en crisis de angustia.
El cuerpo de la niña se transforma en sustituto de máquinas, lo que no significa que ella sea visualizada o registrada como aparato . Por el contrario, el placer paterno reside en utilizar a un ser humano. Lo que la práctica sexual del padre modifica es esa condición de ser -humano /niña al transformarlo en otro ser-humano /niña –destinado –a –producir -placer y a permanecer en disponibilidad. Tan disponible y tan encendible como una máquina, pero sin dejar de ser humano. A pesar de la descripción habitual que se refiere a la niña transformada en objeto de placer sexual, estimo que si bien ésta es una hipótesis, corresponde alternarla con la que acabo de proponer: el placer se obtiene porque se manipula a una hija /niña persona y no a un objeto.

El incesto transparenta una relación entre los géneros en la cual el placer se obtiene debido a la humillación de la víctima. El incesto, cualquiera sea el estilo de la violencia utilizada, trasunta un afán de obtener placer mediante el sufrimiento de la víctima y no sólo la satisfacción sexual que podríamos suponer como el motor principal del hecho.

Dicho sufrimiento puede aparecer enmascarado por la imposibilidad de huída de la niña, que el adulto traduciría como consentimiento, pero el padecer infantil se define por el sentimiento de terror que resulta de anticipar cada reaparición del padre, a lo cual se añade la confusión debido a su participación en el acto en-si. La niña queda capturada por ambos afectos (terror y confusión) cuyos efectos pueden evaluarse ya sea en lo inmediato o en la evolución de su vida psíquica.

La retractación de la niña

Es habitual, o por lo menos no es infrecuente, que la niña se desdiga de lo que denunció, es decir, que asuma haber mentido. La retractación de aquello que sostuvo constituye uno de los momentos más complejos de las intervenciones judiciales, si bien, quienes tienen práctica en estos temas, saben que es esperable que esto ocurra. Personalmente pude estudiar dichas retractaciones en niñas y en púberes.

Las niñas no toleran fácilmente un efecto de sus propias denuncias que se concretan, en caso que el padre sea encarcelado (hecho poco frecuente), en una familia desprovista de padre, en hermanos carentes de apoyo económico, hostilidad de la madre y comentarios producidos por los vecinos. A ello añade su exposición como testigo y víctima de los hechos, más las revisaciones de los profesionales que tienen a su cargo el análisis de lo sucedido : todo ello gesta un nuevo modelo de vergüenza socializada, diferente de la ya conocida por ella, que se mantenía en el plano de lo psicológico personal y familiar. La niña expresa claramente que está cansada de todo esto y precisa sentirse tranquila; descubre que la retractación es el camino para retroceder respecto de aquello que añade tanto dolor (victimización debido a sus declaraciones, consultas forenses) Reconocer que mintió no adquiere las mismas características que la retractación de quien, siendo adulto, debe admitir que falseó los hechos y en un segundo momento, elige desdecirse de lo afirmado. Ambos momentos pueden confundirse en la niña. Avergonzarse por haber mentido, podría evaluarse como menos doloroso que sobrellevar los efectos de la verdad. De donde la retractación- palabra que posee connotaciones adultas- no significa para ellas lo que para nosotros, dada la dimensión social que implica retroceder, dañando el narcisismo adulto.

La desmesura

La desmesura deja sin palabras a la niña porque se produce una situación traumática: es el fenómeno de la indecibilidad, aquello que no puede mencionarse porque lo desborda la investidura del terror. Entre los indicios internos del relato, cuenta con particular importancia lo que en determinado momento a la niña se le torna insoportable y no puede proferir.

Esta respuesta al trauma derivado de la práctica incestuosa forma parte del proceso de desubjetivación de la niña, es decir, de la claudicación de su subjetividad en tanto niña que precisa de los aportes nutricios de una familia capaz de preservarla de riesgos y de acompañarla a crecer . El mecanismo descripto como abolición del sujeto o desubjetivaciòn por A. Green, sugiere una desaparición del sujeto por efecto del traumatismo excesivo. La expresión describe el sentimiento de la víctima cuando el daño que padece alcanza niveles insostenibles y persistentes, lo cual la conduce a sentir " esto no me pasa a mi", como si estuvieran aprisionadas por alguien a quien realmente le estaría sucediendo lo que ella padece. Como si se produjese una confusión, rememorando un modo de estar originalmente con la madre en calidad de bebé, fusionado con ella de modo tal que no es posible la diferenciación entre ambos, ni tampoco la diferenciación entre la madre y otro. Lo cual constituye una amenaza para la construcción de la identidad y de la subjetividad, justamente por la imposibilidad de diferenciarse del otro.

De las entrevistas con niñas victimas, así como del psicoanálisis con mujeres adultas que fueron incestuadas, se desprende la dificultad que ellas encuentran para referirse al padre como figura que cumple una función protectora. Como si se hubiese quebrado la función reconocedora del padre, propia de las funciones de reconocimiento que el Yo tiene a su cargo, o quedase interceptada. Le resulta sumamente difícil "hacer trabajar al Yo" en ese sentido; en oportunidades, la niña primero y la mujer más tarde se vuelven sobre sí mismas buscando recordar las vivencias de aquellos momentos, pero ese giro sobre si mismas a veces no logra acordarles existencia como víctimas, aunque sus recuerdos así lo verifican. Su haber sido víctimas, en algunas mujeres, suele acompañarse por un extrañamiento respecto del propio Yo, dado que vivenciaron que lo que les ocurrió, mientras le sucedía, no les acaecía a ellas.

Otras funciones del Yo aparecen interferidas, por ejemplo las que coadyuvan en la realización del duelo, en este caso, el duelo por el padre incestuoso y por las pérdidas que su conducta violatoria implica. Cuando es preciso hacer duelo por un padre muerto, el hecho corresponde a la desaparición de una persona, pero el duelo por la pérdida de la función padre, que es la que se descalabra cuando el padre es un violador, reclama recursos yoicos que son de aparición tardía puesto que se sostienen con otros mecanismos de la vida psíquica de los que la niña no dispone.

Las sexualidades de las niñas y el Edipo

Lejos de la indiferencia sexual, niños y niñas crecen inquietos por las sensaciones que les proveen sus cuerpos y por las fantasías sexuales con que se estimula. La sexuación de la niña se integra con las fantasías propias de cada edad que incluyen el amor al padre.

Los aportes de S.Freud al conocimiento de la sexualidad de niños y niñas tropiezan con sus ideas acerca de las mujeres; el desarrollo psicosexual de la niña de acuerdo con la tesis freudiana fue seriamente cuestionado -continúa siéndolo- y no resulta admisible en la actualidad. No obstante se mantiene la validez de la interpretación relativas a las fantasías de las niñas respecto de su padre en relación con la situación edípica. El pasaje al acto incestuoso no es equivalente a la realización del complejo de Edipo, por el contrario, acceder a la problemática edípica significa abandonar las que el psicoanálisis tradicional denominó ligaduras incestuosas con el padre.

Quedar atrapada en el incesto impide o dificulta la renuncia a estas ligaduras edípicas con el padre. La inclusión de la niña en el incesto bloquea la puesta en fantasma de la situación edípica; así como la consumación del incesto no es lo mismo que actuar el fantasma del complejo de Edipo. Mantener el fantasma de la situación edípica, es, justamente, la garantía de la no-realización del incesto.

El conocimiento de la sexualidad de niños y niñas descriptos por la teoría psicoanalítica, trascendió los consultorios y las aulas universitarias y es el que, erróneamente se utiliza para adjudicar a la niña el deseo de ser concretamente seducida, violada y lastimada. Desde la apreciación del mundo fantástico de la niña a la provocación real que ella pueda protagonizar, se extiende una distancia topológica y simbólica que no autoriza a superponer los niveles de análisis. Además, en caso que el padre se encontrara frente a una niña seductora, ¿correspondería que ingresara en los andariveles de dicha tentación?¿No sería de esperar que contribuyese a esclarecer la confusión de la niña? ¿Podríamos esperar que ese hombre contase con un Yo adulto capaz de discernir? En presencia de algunos varones no se cuenta con dicha posibilidad.

Las niñas incestuadas y sus madres

Podemos conjeturar que la distancia de la madre respecto del incesto real no es ajena al sufrimiento de la niña y a su desconfianza hacia ella como mujer adulta que quizá no coadyuvó de modo eficaz en afirmarla como criatura necesitada de amparo.

Los textos psicoanalíticos proponen la tesis de una madre con determinadas características y coinciden entre si más allá de las diferentes escuelas. Quienes se ocupan del tema abuso sexual e incesto, incorporaron la idea de madre culpable (mother blaming). Tal vez esta idea no sea ajena a la interpretación freudiana acerca de la relación temprana madre-niña : "Entre las mociones pasivas de la fase fálica, se destaca que, por regla general, la niña inculpa a la madre como seductora, ya que por fuerza debió registrar las primeras sensaciones genitales, o al menos las más intensas, a raíz de los manejos de la limpieza y el cuidado del cuerpo realizados por la madre. (...) A mi juicio, el hecho de que de ese modo la madre inevitablemente despierta en su hija la fase fálica es el responsable de que en las fantasías de años posteriores el padre aparezca tan regularmente como el seductor sexual. Al tiempo que se cumple el extrañamiento respecto de la madre, se transfiere al padre la introducción en la vida sexual" . Estas afirmaciones forman parte de la desmentida que Freud interpuso a sus verificaciones acerca de los abuso sexuales y de los incestos de los que fueron víctimas las niñas cuyos cadáveres tuvo oportunidad de estudiar en Paris.

La responsabilidad de la madre que la teoría recorta como seductora, al asociarla con la higiene de la niña y con su opuesto, la hostilidad que ésta siente hacia la madre por haberla dotado de una anatomía incompleta y minusválida debido a falta de genitales masculino ,(lo que genera , según Freud la envidia del pene en la mujer), configura una imagen que, culturalmente, predispone a encontrar o inventar en la madre un sistema de culpabilidades en el cual se organizan la indiferencia hacia la hija, su negación de lo que le ocurre, el descreimiento en las palabras de la niña, la adhesión a los valores sostenidos por el varón como propios e indiscutibles, uno de ellos, disponer delictivamente de la hija.

La semantización que desemboca en la frase "madre culpable", o "madre entregadora" o madre "contribuyente" asociadas a la persistencia de las prácticas incestuosas, tal como se la encuentra en diversas publicaciones, se torna sospechosa. Si bien el comportamiento de las madres de niñas incestuadas puede reconocerse entre aquellas que "hacen como que no ven", otras denuncian, se divorcian de sus maridos o llevan adelante acciones judiciales sin titubeos.¿Cuáles son las diferencias que existen entre ellas?¿Y cuáles las semejanzas?. Ambas son incluidas en la nomenclatura de familias incestuosas o disfuncionales, y en este caso, el acto incestuoso se convierte en común denominador; pero si admitimos que lo que las enlaza y las torna semejantes es el acto incestuoso cometido por otro y padecido por la niña, desordenamos la idea fundamental del concepto familia incestuosa que distribuye responsabilidades en todos los miembros de la misma. Personalmente subrayo la responsabilidad paterna.

La existencia de las madres que denuncian resulta desordenante para la tesis de familia incestuosa puesto que el acto queda circunscripto a la responsabilidad paterna, mientras la mujer se opone legalmente a ese procedimiento. Lo cual incorpora la necesariedad de una madre cómplice que autorice a sostener la clasificación de familia disfuncional.

Si avanzamos en el análisis de la figura de la madre tal como la describen en determinadas publicaciones, encontraremos que el padre fue, en su infancia, una víctima de una madre abandónica y despótica. La madre mala, como la denominaría M. Klein, dejaría de ser una fantasía para encarnarse en la historia del sujeto –padre -incestuador, porque, tanto desde su infancia, cuanto más tarde en su matrimonio, una mujer-madre prevaleció por sobre cualquier dimensión de su desarrollo psiquico, ya fuese por maltratarlo durante la niñez o por abandonarlo y por rechazarlo. Un hombre simbólicamente programado entre dos mujeres- madres peligrosas: la propia progenitora y la madre de su hija, en realidad, aquella mujer con quien él concibió una criatura.Sin duda estas descripciones corresponden a hechos que se mostraron como evidentes ante la inerpretación de los profesionales.

La reiteración bibliográfica enfatiza la responsabilidad de esta mujer puesto que "sabe lo que sucede y finge no saber", afirmación que suele corresponder a la realidad. Ya sea porque la denuncia de las conductas del padre-esposo-compañero podría decidir su encarcelamiento y entonces ella quedaría a cargo de una prole que no lograría mantener, o temiendo el escándalo en el barrio o en su trabajo, o imaginando el enfrentamiento con el varón (a menudo alternado con golpes), o bien suponiendo que arriesgaría no ser creída, y por lo tanto resultar avergonzada, cualquiera de esas razones, son para ella, argumentos mayores que la convocan al silencio. A veces, ella misma fue incestuada siendo niña y estima que se trata de un episodio inevitable. La evaluación de estos comportamientos desde las mentes despejadas y progresistas de las profesionales, sin recalar primero por los conocimientos que aportan los Estudios de Género, o la reflexión clínica e histórica, desemboca, inevitablemente, en acusaciones de corte moral, que pretenden salvaguardarse en clasificaciones simplificadoras.Lo cual no desdice las alteraciones de índole psicopatológica o moral que pudieran aparecer, sin que ellas autoricen una generalización denominada madre cómplice.

Un intento de reflexionar acerca de la madre en esta situación se encuentra en un aporte de Schonberg, I., quien realiza una extensa revisión bibliográfica en la que encuentra que la madre ocupa el lugar de aquella que está asociada con su silencio al padre de la niña incestuada, cuando en realidad ella también podría considerarse una víctima. Concluye que sólo recientemente surgió una literatura que señala el crecimiento del poder de la mujer (empowering women) mediante el cual puede proteger a la hija y de este modo reducir la vulnerabilidad de la niña y prevenir nuevos avances incestuosos.

Roccia C., y Forti C., insisten en las que denominan técnicas defensivas de las madres, ya fuese la negación, la minimización y la represión destinadas a posponer la necesidad de afrontar el incesto, así como, reiteradamente, a negar los celos que las hijas les provocaban debido al interés del varón en las niñas, lo que las transformaba en "rivales" de las madres. Esta es una zona conflictiva, ya que algunos autores remiten al temor, por parte de las mujeres adultas, de sentir hacia las hijas una rabia incontrolable, producto de los celos

I. Merzagora en 1986, y Meiselman en 1981 salen al cruce de las descripciones culpabilizantes de las madres y recuerdan la cantidad de madres que proceden en apoyo de sus hijas, aliándose con ellas en oposición a su compañero. Merzagora sostiene: "Culpabilizar a las madres significa unir iniquidad a iniquidad " y propone la tesis de las madres que, a su vez, son víctimas de la situación, lo que no autoriza a criminalizarlas sino a ayudarlas.

Por su parte, C.Eliacheff , al comentar el proceder de las madres cuya tolerancia "sorprende, ya que en la mayoría de los casos sabe qué sucede pero no protege a su hija" , añade "Es excepcional que esas madres no hayan sido ellas mismas víctimas de una violación, acto del que nada se dijo. y por el que nada se hizo"
En cualquiera de estas alternativas teóricas, la tendencia se cierne alrededor de la culpabilización de la madre. Pero también a partir de ambas corrientes teóricas surgen producciones que son el resultado de haber incorporado la Teoría de Genero o las Teorías Feministas como variables sustantivas en la apreciación de las situaciones y en la forrmulación de diagnósticos. La Teoría de Género demanda un ajuste epistemológico en la resignificación de las conductas de hombres y mujeres, y un registro de los posicionamientos históricos , sociales, culturales y económicos de ambos géneros. De lo contrario resulta sumamente complejo aceptar que, como acertadamente lo escribe J. Roíz "La mujer surge como objeto social o personaje de esta organización social que consiste en la expropiación organizada de la sexualidad del algunos para el uso de otros. Esto es lo que define al sexo y crea a la mujer como sujeto político."

No sería posible ignorar la participación de la madre en algunos casos de incesto, pero ello no autoriza a generalizar para con todas las madres de niñas incestuadas y menos aún crear una taxonomía que pretenda representarlas. Este intento, que se reconoce en innumerables artículos y libros que se refieren al abuso sexual , no sólo tiende a simplificar y reducir la amplitud del problema, sino que reproduce los patrones coercitivos y discriminatorios del autoritarismo patriarcal tendientes a atribuir a las mujeres el máximo de responsabilidad respecto del bienestar de sus hijos e hijas.

Notas

(*) Eva Giberti es Psicóloga psicoanalista y Asistente Social.
Se desempeña como Co-Directora de la Maestría en Ciencias de la Familia de la Univ.Nac.Gral San Martín.
Es Docente de los Cursos Especialización en Violencia Familiar y Especialización en Derecho de Familia UNBA
Es autora de varios libros, entre ellos:
La Mujer y la violencia Invisible ( con A.Fernández)(Sudamericana)
Tiempos de Mujer; (Sudamericana) 1998
Madres Excluídas, con S.Ch .de Gore y B.Taborda(FLACSO-Norma)1996
Hijos del rock, (Losada)1997
Incesto paterno filial, en colaboración con S.Lamberti ( Universidad)1998
Los hijos de la fertilización asistida con Gloria Barros y Carlos Pachuk, (Sudamericana: en prensa)

 

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