Psicoanálisis, estudios feministas y género

A veinte años del encuentro entre psicoanálisis y género:
apuestas iniciales y desafíos actuales
(*)

Juan Carlos Volnovich

Irene Meler y Débora Tajer han sido muy amables al solicitar mi participación en este Panel de apertura a las Segundas Jornadas de Actualización; Jornadas jubilosas que auguran ser una fiesta de ideas productivas. Y yo me siento muy agradecido y feliz por estar incluido en este Foro donde tengo puesto mi corazón desde sus albores, tanto como puse mi corazón -y mi cabeza- hace veinticinco años -y no veinte- en el tema que hoy nos convoca.

No obstante, pido disculpas porqué la propuesta de este Panel me obligará a defraudarlas y defraudarlos en, por lo menos, dos sentidos.

Primero: porqué para mí es imposible hacer chistes o jugar con la ironía -como acostumbro a hacerlo- cuando se alude "a veinte años" atrás.

Segundo: por la misma razón; Noviembre de 1976 es una fecha demasiado trágica para que yo pueda recordarla sin un dolor inconmensurable y más aún, para que pueda pensar, no ya en cómo eran entonces las "apuestas iniciales" entre el psicoanálisis y el género sino, simplemente, para que yo pueda pensar.

Así que -incapaz de ceñirme a la consigna y hablar de lo que exige, al menos la primera parte del título de este Panel: "A veinte años del encuentro"- hablaré, si, de mis pasiones de fines de los ’60 y principios de los ’70 antes que aparecieran, primero la Triple "A" y después la Dictadura Militar.

En segundo término, enunciaré lo que, considero, son los desafíos actuales.

Las apuestas iniciales

No con la teoría de las relaciones entre los géneros, pero si con el feminismo, el encuentro con el psicoanálisis -la "apuesta inicial", entre nosotros- fue anunciado magistralmente por Marie Langer. A partir de ese texto definitivo de Isabel Larguía y John Domoullin Hacia una concepción científica de la emancipación de la mujer, Mími produjo un trabajo que, aun hoy, es capaz de sorprendernos: por sus audacias y por lo que allí anticipa. Con "La Mujer: sus limitaciones y potencialidades" (1972) Marie Langer intentó responder a un interrogante fundamental: ¿cómo impacta en la construcción de la subjetividad femenina el trabajo invisible que realizan las mujeres? "La invisibilidad del trabajo le marcó a las mujeres los límites de su papel en la sociedad y abonó nuestra ideología patriarcal" escribía Mími; y hablando de sus potencialidades -de las potencialidades de las mujeres- suponía que estas descansaban en la posibilidad de conseguir la liberación individual y la liberación social como una sola y misma cosa.

Casi candorosa, Mími insistía en que no podría haber igualdad sin socialismo porqué el capitalismo patriarcal -y nadie podía persuadirla de que existiera otro- era para ella una escuela de desigualdades. "Hay que ser mujer, me decía, hay que haber experimentado en carne propia nuestras inseguridades, nuestras dudas, nuestras sobrecargas y marginaciones, para reconocer todo lo que nosotras, las mujeres, tenemos que cambiar".

El discurso de Mími, tan pionero como ingenuo e incompleto a juzgar por el curso que tomó la Historia, dejó su huella: fue interrumpido aquí y continuado en México a raíz de un exilio impuesto como único recurso para conservar la vida.

La liberación individual y la liberación social como una sola y misma cosa le venían a Mími de su propia experiencia en la Guerra de España y de Fanon: Frantz Fanon había contado en Sociología de una Revolución como bastaron pocos años para que la mujer argelina, invisible durante siglos detrás de los muros del harén y detrás de su velo, expusiera su rostro limpio y orgulloso, su cuerpo entero, para luchar junto con sus compañeros por la liberación de Argelia. Y durante la guerra de Vietnam, y en la Nicaragua Sandinista y aquí, en la Argentina, las mujeres que se sumaron a la lucha revolucionaria en pie de igualdad con los hombres, abonaba sus convicciones.

También los militares le daban la razón, porqué el Terrorismo de Estado no hizo otra cosa que reforzar los aspectos más tradicionales de las injusticias patriarcales. La exacerbación de los métodos convencionales de violencia masculina contra las mujeres durante la tortura, la feminización de los varones como manera de humillarlos y degradarlos, alimentó sus convicciones y reforzó las hipótesis en las que Mími basaba su afirmación: no hay emancipación de la mujer sin proceso colectivo de liberación.

Después -no mucho después- cuando en el exilio empezamos a tener noticias de las Madres de Plaza de Mayo, nuevamente volvió la misma reflexión: "Ves, me decía, nuevamente es en las mujeres en quienes recae, ahora, el trabajo de enfrentar al poder totalitario y son las mujeres las responsables de la elaboración colectiva del trauma social; pero, esta vez, no les va a pasar lo que les paso en la Revolución Francesa; esta vez no les va a pasar lo que le pasó a Olimpia de Gouges que perdió la cabeza por tomarse tan en serio eso de que la "libertad", la "igualdad" y la "fraternidad" abarcaba, también, a las mujeres. Esta vez el pesado trabajo de elaboración colectiva del trauma social que las mujeres asumen, les garantizará su incorporación política y su inclusión social: ahora sí -¡por fin!- las mujeres ocuparán un lugar del que no podrán ser corridas".

Si recuerdo esto, ahora; si traigo esta anécdota -ingenua en su casi infantil transparencia- es para contrastar con nuestra realidad actual. Ya se sabe: las mujeres argelinas, las mujeres vietnamitas, las sandinistas y las argentinas… ya se sabe: todas volvieron a "su lugar" y los grandes proyectos emancipatorios dejaron lugar a guerras nacionales, conflictos religiosos y enfrentamientos entre etnias diferentes.

Efectivamente: muchas cosas han cambiado desde entonces. El psicoanálisis, por ejemplo, ha tenido una enorme difusión en nuestro país pero Lacan -que casi no dejó disciplina científica o producción cultural sin absorber- ignoró olímpicamente los Estudios de Género. Y el Género se convirtió en el paradigma de un término trandisciplinario: de la gramática (masculino-femenino y neutro) pasó, con Money y Hampson, a la endocrinología pediátrica; de allí a la sociología; y como categoría y modalidad, a la filosofía para caer, finalmente, en el psicoanálisis.

Desafíos actuales

El desafío o, los desafíos actuales, son:

1.-el desafío interdisciplinario para eludir el escencialismo del género.

2.-la integración del feminismo académico al Movimiento de Mujeres.

3.-la resistencia a quedar tributarios del ideario neoliberal.

Hablaré solo del primero: del desafío interdisciplinario. Y lo haré, como no puede ser de otra forma, desde mi lugar de psicoanalista de niños.

Tengo la convicción que si algo va a quedar del psicoanálisis, esto es el concepto de sexualidad infantil. Freud "inventó" la sexualidad infantil. Pero lo que aún no está claro es: cuando y cómo es el proceso por el cuál un niño o una niña saben que lo son. No me estoy refiriendo al deseo. No aludo con este interrogante a la construcción edípica que puede llevar a que un niño instale en el lugar de su objeto de deseo a una mujer o a un homólogo, varón; o a que una niña instale en el lugar de su objeto de deseo a un varón, o a una homóloga, mujer. Sobre eso se ha escrito mucho desde el psicoanálisis y se ha avanzado bastante. Me refiero más bien a la evidencia que -sosteniendo un deseo homosexual u heterosexual- el niño sabe, precozmente, que lo hace desde su lugar de varón y no de mujer,  o que ella es una niña y no un varón. Esta "identidad de género" se supone anterior al reconocimiento de la identidad sexual y se supone, también, previa a que el niño o la niña "sepan" cuál es la diferencia sexual anatómica que separa a hombres de mujeres y, mucho más, cuál es la diferente posición de hombres y mujeres frente a la reproducción.

Antes que a la identidad sexual, aun antes que a la identidad de género, es al código de género al que aludo; código de género (masculino-femenino para simplificar, pero múltiple e inconsistente en la realidad más rigurosa que Badiou abrió a partir del infinito neutro de Cantor); es el código de género, decía, el que es incorporado precozmente y el que, sin duda, está ligado al sexo anatómico y a los estereotipos existentes en el contexto familiar y social que recibe al infans en rosa o en celeste; pero, seguramente, está también determinado por el proceso de apropiación, la estructura cognitiva y la construcción de los primeros símbolos. Trabajo que la niña y el niño realizan muy tempranamente no solo en función de los esquemas de acción (conducta instrumental con los objetos inanimados) que la estructura habilita, sino en función de los esquemas de interacción con las personas de su entorno; personas que -junto a los servicios higiénicos y alimentarios- les aportan claves masculinas o femeninas que el infans descubre, reconstruye, y que se inscriben como identificaciones primarias.

Por supuesto que aquí vuelve a plantearse el límite entre lo congénito y lo adquirido pero lo que me parece apasionante para explicar la categoría psicológica de género como complementaria del deseo sexual, es la posibilidad de apelar a una epistemología constructivista experimental.

Quiero decir: la adquisición del lenguaje, la apropiación de la lengua materna por parte del infans lleva un tiempo pero, una vez aprendida, es difícil erradicarla o cambiarla por más idiomas que se le superpongan. También la adquisición de la lengua escrita lleva un tiempo cuya duración puede variar, pero sus estadios responden a un orden de sucesión inalterable.

Pues bien: así como un niño o una niña aprenden a hablar una misma lengua que es la lengua materna, así "aprenden" a "hablar" desde muy temprano en código masculino y en código femenino. Y ese es el resultado de un proceso de interacción, proceso intersubjetivo que supone la identificación primaria previa aun a la relación de objeto.

Con esto afirmo que, si de desafíos actuales se trata, el desafío para el psicoanálisis y las teorías de las relaciones entre los géneros es, claramente, epistemológico e interdisciplinario. Caído el innatismo, acabado el positivismo lógico, es la epistemología genética, el constructivismo piagetiano el que sobrevive para dar cuenta de la construcción subjetiva; es Piaget y, más aún, es el pragmatismo de Charles Sanders Pierce el que me hace falta como psicoanalista para poder explicar la construcción de subjetividades que no quede prisionera de respuestas sociológicas o biologistas.

Conclusiones

Nadie es -sospecho- demasiado diferente de la sociedad que lo genera. Los prejuicios que nos caracterizan a los hombres, interesados en justificar y perpetuar la desigualdad y el dominio sobre las mujeres, (que duda cabe) se reflejan también en mi. Los varones psicoanalistas que nos decimos o queremos ser feministas -o que, al menos, nos negamos a ser cómplices de una organización injusta y desigual- no estamos vacunados contra este sistema de opresión. Quizás nuestra salud consista en saber que estamos enfermos de patriarcado, no mucho menos enfermos que el patriarcado que nos hizo y que quisiéramos ayudar a deshacer.

Por eso es que celebro la realización de estas Jornadas.

¡Ojalá!, entonces, que cada vez sean más las psicoanalistas y los psicoanalistas feministas que se vistan de gala para asistir en la Fundación del Banco Patricios al Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Pero ¡ojalá! también, que cada vez sean más las académicas que, vestidas de gala o de sport, participen de los Encuentros Nacionales de Mujeres y del Movimiento Feminista.

¡Ojalá! que no nos obliguen a renunciar la Universidad Pública; que no nos obliguen a tener que refugiarnos en las Universidades privadas para poder seguir investigando y produciendo.

¡Ojalá! que a veinte años de aquel trágico 1976, podamos resistir el embate neoliberal que nos tenía reservado este siglo que agoniza.

Notas

(*) Exposición con el mismo título realizada en las II Jornadas de Actualización "Femineidad-Masculinidad, Nuevos sujetos y sus prácticas" del Foro de Psicoanálisis y Género, de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, 2 de noviembre de 1996

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