Investigación à Psicoanálisis

Trabajos de Investigación Clínica y de
Inserción del Psicoanálisis en diversas Áreas Temáticas

Presentación

Gabriel Pulice - Oscar Zelis - Federico Manson

Algo que no podrá achacársele ni a Freud ni a Lacan es haberse desentendido de los problemas de su época, o haber desoído aquellas preguntas emergentes de su propia praxis. Por el contrario, es allí dónde han surgido los giros más importantes que cada uno de ellos se vio llevado a producir en su concepción de la clínica, en la orientación de sus intervenciones, y en su búsqueda de aquellas respuestas que estén cada vez a la altura de cada sujeto. Es lo que le permitió a Freud ir más allá de los paradigmas de la psiquiatría clásica, no por ello ignorando el valor del trabajo de algunos colegas, como es el caso de Kraëpelin, que —más allá de avanzar en distinta dirección— compartían con él un inconmensurable apasionamiento por el trabajo y el conocimiento científico. Es lo que le permite a Lacan, primero, retomar un rumbo que parecía extraviado; para luego continuar en una búsqueda incesantemente renovada hacia aquellos horizontes señalados por Freud, y aún más allá.

En lo que a nosotros —psicoanalistas del siglo XXI— nos toca, no podemos eludir aquél interrogante con el que nos confrontamos día a día: ¿Cuál es el lugar del Psicoanálisis frente a los desafíos de la clínica actual? Para introducirnos en la complejidad de esta problemática, nos parecieron oportunas las siguientes citas, cuyos autores son precisamente dos de los psicoanalistas más reconocidos en la actualidad:

«Estamos en la época del Otro que no existe y de sus comités clínicos. La coexistencia de múltiples clínicas con las cuales ninguna creencia absoluta se vincula es, ciertamente, la que corresponde a nuestra civilización. Solamente se trata de hacer uso de ellas. En vista de esto, el tratamiento moral puede ser tan válido como la bioquímica más moderna y afirmada».1

«Ahora podemos decir que no existe el todo de los saberes, que todo sujeto sin embargo se encuentra totalmente traspasado por lo que me permito llamar «La Nebulosa de los Saberes». Hay saberes. Son múltiples, fragmentados. No hay el todo de los saberes. Y con todos estos saberes, lo que falta es la sabiduría, lo que se llamaba en otra época sabiduría, falta el saber que permitiría vivir como se debería, falta el arte de vivir, falta todo arte de vivir que sea colectibilizable; y en el lugar de esta falta, cada sujeto más o menos hoy debe inventar su manera propia, es decir que son los síntomas los que suplen al acto de vivir... ».2

La coexistencia de múltiples clínicas, la yuxtaposición de múltiples saberes, nos exigen un esfuerzo tan superlativo como crucial para que el Psicoanálisis no se extravíe en el mar de los discursos, sino que pueda dar cuenta de una praxis a la altura de las exigencias de la época. Partiendo de aquel interrogante, y según se observa en el ámbito de la Salud Mental, no puede negarse que el Psicoanálisis participa en incontables modos en el desarrollo de las diversas áreas específicas que allí se han ido desarrollando. La presencia de psicoanalistas en los hospitales públicos constituye una larga y añosa experiencia que ya cuenta con suficiente riqueza de material acopiado como para avalar la legitimidad y eficacia de esa intervención. Hay psicoanalistas en el Hospital Piñero, en el Álvarez, en el Alvear, en el Argerich, en el Penna, en el Español, en el Evita de Lanús, en el Borda, en el Tobar García, y podríamos seguir con toda la lista. La cosa no se detiene allí, y podemos decir que actualmente —y en algunos casos desde hace muchos años— hay psicoanalistas trabajando en distintas áreas del Servicio Penitenciario, y los hay asimismo en algunas instituciones geriátricas, en diversos niveles del sistema educativo, en el Departamento Chicos de la Calle de la Secretaría de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad, en los institutos de menores, y en los programas de asistencia ambulatoria del aparato judicial. Ni hablar del circuito de instituciones —públicas y privadas— dedicadas al tratamiento de las psicosis, la discapacidad mental y las adicciones. Muchos de ellos llevando adelante una práctica que, lejos de detenerse en su desarrollo, o alejarse del psicoanálisis, ha sabido sortear numerosos obstáculos para poder sostenerse aún en lugares para nada propicios, sin retroceder un centímetro en su convicción respecto de la posición ética desde la cual ese trabajo debía orientarse.

Es entonces que, conforme a esta realidad que venimos describiendo, aquellas predicciones freudianas esbozadas en sus Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1918) pudieron vencer, al menos en una buena medida, su destino de fosilizarse como meras fantasías... Como decíamos en alguna oportunidad, «el futuro fue llegando, afortunadamente, más rápido que el ocaso siempre anunciado —y por muchos deseado— del psicoanálisis. Y es por ello que hoy nos encontramos habitando —salvo por algunos «pequeños» detalles, de manera casi idéntica— ese futuro soñado por Freud»3. Al menos en nuestra ciudad, ya no se discute la legitimidad del derecho del ciudadano a la Salud Mental: hay una Ley —la 448, «Ley de salud mental de la ciudad de Buenos Aires»— que así lo establece. Podemos leer allí, en su Artículo 1°:

«La presente ley tiene por objeto garantizar el derecho a la salud mental de todas las personas en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires».

Para ello, y según consta en su Artículo 2°, la garantía del derecho a la salud mental se sustenta, entre otras cosas, en «lo establecido por la Ley Básica de Salud Nº 153 en el Artículo 3º y en el Artículo 48 inciso c; y, fundamentalmente, en «el reconocimiento de la salud mental como un proceso determinado histórica y culturalmente en la sociedad, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social, y está vinculada a la concreción de los derechos al trabajo, al bienestar, a la vivienda, a la seguridad social, a la educación, a la cultura, a la capacitación y a un medio ambiente saludable. La salud mental es inescindible de la salud integral, y parte del reconocimiento de la persona en su integridad bio-psico-socio-cultural y de la necesidad del logro de las mejores condiciones posibles para su desarrollo físico, intelectual y afectivo». Por supuesto que esto resulta mucho más sencillo postularlo, que hacerlo efectivo4. No obstante, lo que nos interesaba aquí era dar cuenta de que el avance del psicoanálisis en la dirección anhelada por Freud, nos confronta al mismo tiempo con un escenario completamente distinto, que nos exige cada día repensar nuestra clínica tanto como aceitar y actualizar las herramientas con las que nos aproximamos a ella.

Por otra parte, la discusión acerca de lo novedoso o no de ciertos fenómenos clínicos, si bien no carece de interés, puede no obstante llevarnos a una discusión interminable e improductiva5. Nada puede evitarnos la incomodidad de confrontarnos con cuestiones acerca de las cuales es necesario aventurarse a trasponer ese umbral al que nos condujeron Freud y Lacan, así como también otros psicoanalistas de la talla de Melanie Klein —en el tratamiento de las psicosis infantiles—, Winnicott y F. Dolto —en el tratamiento de niños y adolescentes—, Maud Mannoni —en el campo del llamado «retraso mental»—, y en tiempos más recientes otros psicoanalistas como Willy Apollon, Danielle Bergerón y Lucie Cantin, cuyas conceptualizaciones en el campo de las psicosis y sus avances en su tratamiento han producido uno de los puntos más altos de la clínica psicoanalítica de los últimos tiempos. Como veníamos señalando, hay nuevos campos que se van abriendo o desarrollando en forma novedosa, tales como el tratamiento de las psicosis; la adolescencia; la delincuencia; el alcoholismo; la debilidad mental; las psicosomáticas; el autismo; la marginalidad; la violencia en sus múltiples formas. Y que no pueden quedar por fuera de nuestro desafío, lo cual «no significa otra cosa que la búsqueda de respuestas clínicas adecuadas, que permitan algún modo de intervención eficaz que haga posible orientar al sujeto al encuentro con la verdad que lo habita, al tiempo que pueda hallar algún modo más o menos soportable de habitar esa verdad6».

Es en este contexto que la Sección que inauguramos aquí, y que hemos denominado «Trabajos de Investigación Clínica y de Inserción del Psicoanálisis en diversas Áreas Temáticas», tiene por objeto propiciar la elaboración, la divulgación y la discusión de todos aquellos trabajos y experiencias que —en cada una de las Áreas Temáticas en que el Psicoanálisis tiene inserción— estén orientados a producir y optimizar aquellos recursos conceptuales y técnicos indispensables, en cada caso, para la eficacia de esos tratamientos. En donde lo esencial es que la producción e implementación de tales recursos no esté orientada jamás al acallamiento del sujeto deseante o, lo que es lo mismo, a aquello que situábamos como «una anticipada muerte subjetiva»7. La participación e incumbencia del Psicoanálisis en el desarrollo de tales elementos conceptuales, materiales y técnicos necesarios para ello —a través de su inserción en los diversos ámbitos hospitalarios e institucionales— se justifica, entonces, en la medida en que sólo él puede aportar la clave a partir de la cual se podrán ordenar, en el tratamiento de un sujeto, la multiplicidad de las clínicas y los saberes que allí deban ponerse en juego. Una larga lista de experiencias realizadas en la Argentina y otros países en el tratamiento de fenómenos clínicos como los que venimos describiendo, dan sobrada cuenta del lugar esencial de los psicoanalistas en la búsqueda de liberar la verdad subjetiva puesta en juego en cada caso, y del necesario retorno por «nuevos caminos» a ciertas encrucijadas del sujeto respecto de las cuales podemos preguntarnos hasta qué punto se trata de los mismo problemas subjetivos con los que lidiaba Freud o si, por el contrario, nos hallamos en presencia de problemáticas nuevas.

Preguntas que quedan abiertas y que creemos que, de manera inevitable, serán retomadas una y otra vez en las diversas Áreas Temáticas que irán dando cuerpo a esta Sección, así como en cada una de las demás instancias del Foro.

Notas

1 Laurent, E.; Psicoanálisis y Salud Mental, Buenos Aires, Tres Haches, 2000.

2 Soler, C.; Los usos del Saber, conferencia dictada en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, el 16 de diciembre de 1998.

3 Pulice, G.; De la experiencia freudiana, a la orientación de la investigación psicoanalítica frente a los desafíos de la clínica actual. Trabajo presentado en la III Conferencia Internacional de Psicología de la Salud, Psicosalud 2000, el 1 de diciembre de 2000, en la ciudad de La Habana.

4 La discusión sobre este punto en particular excede el marco de esta presentación; no obstante, remitimos a los interesados en el tema al Foro de Psicoanálisis y Estado.

5 Por ejemplo, se habla de lo inusitado de la violencia de los jóvenes de nuestro tiempo, y algunos lo caratulan como un salto cualitativo producido por las nuevas coordenadas socioculturales de las últimas décadas, a partir de la globalización. Sin embargo, encontramos en los relatos de Georges Duby —el historiador francés más renombrado actualmente en Francia—, en su comparación histórica entre el año 1000 y el año 2000, lo aterrador que resultaba para los habitantes de la Edad Media europea el permanente ultraje al que estaban sometidos por las bandas de jóvenes desclasados —por entonces, la ley de mayorazgo dejaba por fuera del campo de lo social a la mayoría de ellos—: «...la gran inseguridad del año mil la mantienen bandas de jóvenes caballeros sin raíces, obligados a las aventuras para sobrevivir. Tanta exacción hace que en los campos los consideren agentes del demonio». Duby, Georges, Año 1000, año 2000, La huella de nuestros miedos, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1995. Cómo vemos, no resulta tan sencillo poder discriminar qué es lo novedoso y qué es lo que se repite en el padecimiento, tanto individual como colectivo, en una y otra época.

6 Pulice, G.; Idem.

7 Pulice, G.; Idem.


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