Investigación à Psicoanálisis

Trabajos de Investigación Clínica y de Inserción del Psicoanálisis en diversas Áreas Temáticas
Arte, Psicoanálisis y Subjetividad

"El Horla" (1), Una estética de lo siniestro

Federico Manson
oscarzelis@speedy.com.ar

Como dijera Freud, no es mi intención ceñir la estética a una doctrina de lo bello, sino que se la considere como ciencia de las cualidades de nuestra sensibilidad, de la que no podrá estar ausente el sello, la marca del estilo. ¿No son acaso la estética y el estilo algo que, sin duda, también nos atañe a los psicoanalistas? Si además pensamos que tanto la una como el otro se hallan profundamente ligados al acto creador, y que, en algunos sujetos esta cuestión de la creación permite que se genere algo del orden de la restitución, tal como dijera Heine en uno de sus poemas: «...La enfermedad fue sin lugar a dudas la causa final de toda urgencia por crear. Al crear yo me puedo mejorar, creando me pongo sano…».2 Sólo que en algunos casos el sólo acto creador no alcanza; hay quienes crean y a pesar de ello «...no se ponen sanos...»3, sólo consiguen crear, y a fe mía diré que esto no es poca cosa.

Para investigar en estas cuestiones del acto creador, la estética y el estilo haré un recorrido por un cuento de Guy de Maupassant titulado «El Horlá». Lo primero que aparece es una pregunta acerca del origen de la palabra que sirve de título al relato en cuestión. Después de algunos rastreos, encontramos que es muy posible que esté en relación con la expresión «Hors-la», cuyo significado es: «…aquello que está más allá, lo que excede a la percepción…».

Y efectivamente, a medida que vamos leyendo la narración nos vamos encontrando con que «eso» no es sino aquello que excede, que está más allá de la percepción del protagonista y sin duda también lo estaría de la nuestra si formáramos parte de esa historia, tal el planteo de de Maupassant. Aquello que está por fuera de la percepción del protagonista, que lo conduce a la angustia, a lo siniestro, a la locura4 y finalmente a la muerte. En lo que a lo siniestro, a lo «Unheimlich» se refiere, Freud nos dice: «...Será todo lo que debería haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado…»5; esto es precisamente lo que sucede en este aquí donde el Otro aparece como "eso" invisible, que en ausencia del Objeto viene a gozar al Sujeto. Lo siniestro es posible entonces que sea aquello «Heimlich-Heimisch», lo íntimo hogareño —refiere Freud— que ha retornado de lo reprimido, siendo ésta una condición fundamental a ser cumplida por todo aquello que reviste este carácter particular. Precisamente el prefijo «Un» antepuesto a «Heimlich» es el signo de la represión.

Sitúa Freud que: «...Jentsch destacó como caso por excelencia de lo siniestro, la duda de que un ser aparentemente animado sea en efecto viviente, y a la inversa: de que un objeto sin vida esté de alguna forma animado...»6.

Respecto del cuento que nos ocupa, podemos decir, coincidiendo con Griselda Gambaro respecto del personaje, cuando menciona que «…es como un río que corre de noche, porque el hombre siempre ha identificado a la muerte y a sus miedos con la noche, es la noche la que trae, con sus sombras y el sueño, su densa zozobra; su imprevista pero palpable amenaza. También trae su intolerable inquietud de otra belleza, de otro mundo, de otra percepción más afinada que la nuestra…»7; o también que es algo o alguien que debería ser visible y tangible aparece de pronto situado por fuera del campo de la percepción, pudiendo sin embargo, a pesar de ello, ejercer a través de sus acciones efectos sobre la existencia del protagonista. Sucede que allí donde alguien debería ser visto y oído «eso» no está, y sin embargo el agua y la leche se desvanecen, una rosa es arrancada y hecha desaparecer ante la mirada aterrada del personaje. El jardín, su jardín, «Heimlich», hogareño, conocido, recorrido por generaciones, al igual que la casa, su casa y la región donde se hallan ubicados, de la que dice«...Adoro ésta región, me gusta vivir aquí porque he echado raíces aquí, esas raíces profundas y delicadas que unen al hombre con la tierra donde nacieron y murieron sus abuelos, que lo unen a lo que se piensa y a lo que se come...»8 se transforman en «Unheimlich», en algo siniestro y espantoso. Las páginas de un libro que se encuentra sobre su escritorio son volteadas ante su atónita y aterrorizada mirada; una presencia plateada, indefinida e informe —cual un fantasma—, se interpone entre él y su imagen en el espejo haciendo que algo que allí debería estar —su propia imagen—, se hallara ausente, quedando en su lugar «eso» que nunca debió de haber aparecido, ofrecido de ese modo a su mirada. Cabe preguntarse ¿qué será «eso», qué o quién será «EL», que nunca debió de haber aparecido? Una respuesta posible es que ese representante de lo siniestro es «el doble».

Esta cuestión del doble ha sido abordada extensamente por diversos autores en el ámbito de la literatura y tiene también una interesante y profunda relación con lo siniestro, aún cuando haya sido enfocada en ocasiones desde la óptica de lo cómico. Otto Rank en su obra «El Doble» se ocupa extensamente del tema, a través de su estudio de los personajes de Poe, de Maupassant, Heine, Musset, Wilde, Chamizo y Goethe, entre otros, planteando que el doble, entre otras cuestiones, representa al mensajero de la muerte.

Volviendo al cuento, nos preguntamos qué ocupa su centro, la respuesta es, el tema de un personaje invisible, imperceptible que de repente empieza a manifestarse y a convivir con el protagonista; quien interpreta que «El Horlá» viene a someter al hombre al «...poder de su voluntad...»; «... el Horla hará con el hombre lo que nosotros hemos hecho con el caballo y el buey: lo convertirá en su cosa, su servidor y su alimento por el solo poder de su voluntad. Desgraciados de nosotros...»9. Una característica importante en relación a «El Horla» es que sea cual fuere la forma en que se lo nombre a lo largo de la obra, siempre lo es con mayúscula lo mismo que el Otro y que Dios. Hay un punto en el cual ese delirio que a lo largo del relato pugna por constituirse, y que por estar en juego algo del orden del recelo; del que Lacan dice: «...Es basal y es, por así decirlo, el negativo de un delirio, el molde bien dispuesto que se abre por la duda, dentro del cual se precipitaran los impulsos emocionales y ansiosos, cristalizarán las intuiciones, se endurecerá el delirio...»10, no llegaba a constituirse como tal, finalmente lo hace y ese delirio en el que el sujeto se precipita, tomado por la angustia de lo que ve que no ve, de «Eso» que debería estar allí y que no está sino como fantasma, de esa presencia invisible para él, que hace a su vez «invisible su propia imagen en el espejo», allí donde al decir de Lacan en su Seminario «La Angustia»: «...La imagen especular se convierte en la imagen extraña e invasora del doble, se convierte en lo que le ocurre poco a poco al final de la vida a Maupassant, cuando comienza a dejar de verse en el espejo, y de lo que inmediatamente sabe, que el mismo no deja de tener cierta relación con ese fantasma: cuando el fantasma se da vuelta ve que es él mismo...»11, aún cuando no se reconoce en esa imagen. Al respecto Rank sitúa a que punto llega la desintegración del protagonista enfrentado con esta escena.12 .

Por su parte G. Pankow, en El Hombre y su Psicosis, se ocupa también de la relación que establece el sujeto con el espejo y con su imagen en el.mismo, al respecto nos dice:« …El «secreto» del espejo consiste en confrontar al hombre con su propia corporeidad, captada desde fuera. Reconocer la propia imagen es un acto de libertad, no ya como sentida, o como ser-para-si, sino como mirada y ser-para-otro. Pero el espejo —como Rodendrbach, poeta belga que padeció una enfermedad mental que lo llevó a la muerte, lo hace comprender a lo largo de su obra donde se ocupó profusamente de su relación con el espejo. En su obra L¨ami des miroirs este autor muestra como el encuentro con el espejo lleva a la enfermedad mental—pierda su poder de reflejar y crear una imagen. El Poeta dice: «Era como un agua que estaba a punto de abrirse, para volver a cerrarse sobre mi . De este modo describe el peligro de ser devorado. Una vez que ha perdido el poder de reflejar, el agua se convierte en algo que atrae hacia si a la víctima, en un agua que posee el pode de devorar a quien la contempla —y a quien se contempla en ella—De esta manera, se vuelve una fuerza destructora que amenaza al ser humano .13

Contrariamente a lo que sucede en «El Arenero» de Hoffman, no aparece aquí ningún relato infantil terrorífico que luego se prolongue en episodios de la vida del sujeto. En este cuento y en su antecedente todo aparece acotado en el tiempo y relatado a modo de un diario; a pesar de ello, tiene algo en común con el cuento de Hoffman, y es precisamente la cuestión de la mirada y lo siniestro en relación a ella. Puede decirse que esta correspondencia entre lo siniestro y la mirada es algo bastante común en la literatura del género y por qué no también en la vida cotidiana: Respecto de la primera podemos citar como ejemplo a autores como E. A. Poe, A. Bierce, H. P. Lovecraft y O, Wilde entre otros, sin dejar de señalar el modo singular en que cada uno de ellos aborda la cuestión del doble.

En el cuento el sentimiento de lo "Unheimlich", de lo siniestro, está en relación a esa presencia fantasmal de otro invisible que está más allá de la percepción, pero que sin embargo hace notar al sujeto su «existencia» de diversas formas. Así como Freud señala respecto de «El Arenero» que lo siniestro «...es inherente a la figura del arenero y a la idea de ser privado de los ojos...»14, en ésta historia lo es a la presencia sin imagen de algo — el doble tal vez, presentándose de un modo singular—, que allí debió estar para ser visto-mirado, re-conocido y que sin embargo está más allá de ello. Podemos decir que lo que despierta el sentimiento de lo siniestro es que algo o alguien cuya presencia queda por fuera de la percepción realiza determinadas acciones, como volver las páginas de un libro, arrancar una rosa y hacerla desaparecer en el aire, hechos que al mismo tiempo confirman de algún modo que allí donde nada hay, hay el Otro.

En otro párrafo de «Lo Ominoso», Freud dice: «...Recordemos que el niño en sus primeros años de juego, no suele trazar un límite muy preciso entre las cosas vivientes y los objetos inanimados y gusta de tratar a su muñeca como si fuera de carne y hueso…»15. También suele formar parte de los juegos infantiles la presencia de un amigo imaginario, invisible, con el que suelen dialogar, jugar y en algunas ocasiones hasta sostener alguna que otra pelea con el subsiguiente enojo, de esto podemos tomar conocimiento a través de los relatos de algunos de ellos. Nos encontramos aquí con que el niño no siente miedo ante la idea de la supuesta presencia de un ser invisible con el que compartir su tiempo, su casa, sus actividades; es él mismo quién lo ha creado y tiene cierto poder sobre su creación, al respecto podemos conjeturar que es el doble que aún no ha cambiado de signo. Este cambio de signo se produce al superarse –tal como lo señalara Freud- la fase en la cual son necesarias representaciones que, como el modelar la imagen del muerto en una sustancia duradera surgieron en el terreno de la egofilia ilimitada, del narcisismo primario que domina tanto el alma del niño como la del hombre primitivo, y que tiene como consecuencia que «el doble» pase de ser un asegurador de la supervivencia a ser un siniestro mensajero de la muerte. Entonces, podemos conjeturar que, en este caso en particular la fuente del sentimiento de lo «Unheimlich» no sería posible encontrarla en una angustia infantil, sino en un deseo, en una creencia infantil, o quizá en aquello que precede a un desencadenamiento psicótico.

Si pensamos la aparición del doble, del Otro, de otro que al decir de Freud «...constantemente retorna como lo semejante, con la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aún los mismos nombres en varias generaciones...»16. En este relato podemos observar el retorno de lo semejante como un más allá de la percepción, como la presencia de ese fantasma del que es imposible distinguir un rostro, una mano, un cuerpo y que cuando puede ser visto por el sujeto, lo es a costa de la pérdida de su propia imagen especular. Podemos decir que el sujeto ve allí, en ese instante, que no ve y que si viera, si se viera no se reconocería; esa «nube plateada es EL, "...que ha venido a sojuzgar al hombre...»17 —dice el protagonista—, a hacerse cargo del lugar de dominación del hombre sobre la tierra; «El Horla» es para el sujeto el emisario de la muerte, no solo de la propia sino la de la humanidad toda.

Hay según Freud ciertos factores que «...se vinculan a la angustia infantil jamás extinguida totalmente en la mayoría de los seres...»18, y que son la soledad, el silencio y la oscuridad que están presentes de una u otra manera a lo largo de ésta narración; un claro ejemplo de ello es éste párrafo donde el protagonista realiza una descripción de El Horla: «...El Horla es como un río que corre de noche porque el hombre siempre ha identificado a la muerte, a sus miedos y por qué no a la locura, con la noche, es la noche que trae, con sus sombras y el sueño, su densa zozobra, su imprecisa pero palpable amenaza...».19

Quisiera ahora referirme a la cuestión del nombre, cuando nombramos algo; cuando «eso» o «la cosa» puede ser nombrado, cabe suponer que el efecto de «Unheimlich» que reviste la situación cambie de signo, sin embargo no es esto lo que sucede, sea «eso» o «la cosa», el doble nombrado o no, no pierde su condición de siniestro; esto es posible observarlo en el cuento de E. A. Poe titulado «El Doble», donde William Wilson en ningún momento nombra a ese Otro que traspasa la barrera de lo semejante y cuya muerte lo conduce inevitablemente a la propia. Tal como menciona O. Rank «…Aquí, una vez más, la muerte destinada al yo como doble cae en cambio sobre la persona misma…»20 En la obra que nos ocupa, por el contrario, sí hay un nombre: «El Horla» y sin embargo, el efecto siniestro no se pierde en absoluto «...Ha venido aquel que inspiró los primeros terrores de los pueblos primitivos. Aquel que exorcizaban los sacerdotes inquietos y que invocaban los brujos en las noches oscuras, aunque sin verlo todavía. Aquel a quién los presentimientos de los transitorios dueños del mundo adjudicaban formas monstruosas o graciosas de gnomos, espíritus, genios, hadas, duendes. Después de las groseras concepciones del espanto primitivo, hombres más perspicaces han presentido con mayor claridad. Mesmer lo sospechaba, y hace ya diez años que los médicos han descubierto la naturaleza de su poder de manera precisa, antes que él mismo pudiera ejercerlo. Han jugado con el arma del nuevo Señor, con una facultad misteriosa sobre el alma humana. Lo han denominado magnetismo, hipnotismo, sugestión... ¡qué se yo! ¡Los he visto divertirse como niños imprudentes con éste terrible poder! ¡Desgraciados de nosotros! ¡Desgraciado del hombre! Ha llegado él...él... ¿Cómo se llama?...él...parece que me gritara su nombre y no lo oyese.. .él...si...grita.. .Escucho... ¿cómo?...repite...él... Horla...He oído...el Horla...es él... ¡el Horla...ha llegado!...».21

Respecto de la repetición de lo semejante, a la que ya nos hemos referido, es posible ligarla al retorno involuntario a un mismo lugar y a la llegada a un lugar determinado, no siendo posible dar cuenta de la forma en que esto se ha logrado. Tal el relato del sujeto a partir de aquello en lo que se transforma para él un paseo por el bosque, de «Heimlich» en «Unheimlich»; «...En principio, me pareció el aire suave, ligero y fresco, lleno de aroma de hierbas y hojas vertía una sangre nueva en mis venas y nuevas energías en mi corazón...De improviso me pareció que me seguían, que alguien marchaba detrás de mi, muy cerca, casi pisándome los talones.

Me volvía hacia atrás con brusquedad. Estaba solo. Únicamente vi detrás de mí el recto y amplio sendero, vacío, alto, pavorosamente vacío, y del otro lado se extendía también hasta perderse de vista de modo igualmente solitario y atemorizante.

Cerré los ojos, ¿por qué? Y me puse a girar sobre un pie como un trompo. Estuve a punto de caer; abrí los ojos, los árboles bailaban, la tierra flotaba, tuve que sentarme. Después ya no supe por donde había llegado hasta allí. ¡Que extraño, ya no recordaba nada! Tomé hacia la derecha, y llegué a la avenida que me había llevado al centro del bosque...».22

La repetición de lo semejante, el retorno a un mismo lugar y la llegada a un lugar sin poder dar cuenta de cómo se ha logrado, aunque difieren radicalmente en algunos de sus elementos, producen sin embargo la misma sensación de inermidad y de lo ominoso, y pensamos que esto está en relación, precisamente, con la implicación, con el modo de implicación del sujeto en todas éstas situaciones lo que hace al acontecimiento «Unheimlich».

Retornando a la obra de Hoffman, creo importante mencionar que usa en sus cuentos lo que podríamos llamar otros trastornos del yo, que consisten en una regresión a la época en que éste no se había demarcado netamente frente al mundo exterior y al prójimo.

Hemos mencionado algunos factores que hacen al origen del doble como el animismo, el protonarcisismo original, la egofilia entre otros; superada ésta fase, se produce un cambio de signo y el doble se transforma en una presencia ominosa, siniestra. La posibilidad de enfrentar esta situación la brinda la cultura que ha venido a proveer de herramientas que ayudarán a reforzar la defensa de cada sujeto contra esta amenaza que significa el desvanecimiento de los límites entre fantasía y realidad, cuando aquello que habíamos tenido por fantástico aparece ante nosotros como real, cuando un símbolo viene a ocupar el lugar y la importancia de lo simbolizado. Esto es lo que en algún sentido le sucede al protagonista de «El Horla»

Retornemos ahora a ciertas cuestiones teóricas; si todo afecto, cualquiera sea su naturaleza, es convertido en angustia por la represión –— tal lo afirmado por Freud—, se torna necesario entonces que exista un grupo en el cuál se pueda reconocer que esto, lo angustioso, será precisamente lo siniestro. Entonces se tornará indiferente si ya tenía en su origen ese carácter angustioso o si fue portado por otro tono afectivo; si consideramos que esto que hemos dicho es realmente la esencia de lo ominoso, entonces comprenderemos que el lenguaje corriente pase insensiblemente de lo «Heimlich» a su contrario lo «Unheimlich», pues esto último no sería realmente nada nuevo, sino más bien algo que siempre fue familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño mediante la represión. Este vínculo con la represión nos permite una mejor comprensión de la definición de Schilling según la cuál lo siniestro sería algo que debiendo haber quedado oculto se ha manifestado.

En lo que a la literatura se refiere, y a su relación con lo siniestro, citaré a Freud: «...Lo siniestro emana de complejos reprimidos tiene mayor tenacidad y, prescindiendo de una única condición, conserva en la poesía todo el carácter siniestro que tenía en la vida real...» 23

Y aún el Cuervo, inmóvil, calla:
Quieto se halla, mudo.

En tu busto, oh Palas pálida
Que en mi puerta fija estás;
Y en tus ojos, torvo abismo,
Sueña, sueña el Diablo mismo

Y mi luz arroja al suelo
Su ancha sombra pertinaz,
Y mi alma, de esa sombra
que allí tiembla pertinaz,
No ha de alzarse, ¡nunca más!
24

Podemos, siguiendo a E. Poe en su Filosofía de la Creación, comprender la importancia de la creación de un espacio sumamente limitado, que es esencial para lograr el efecto siniestro por el delimitado, en este caso, en tanto le concede la potencia, la fuerza que da marco a la escena en cuestión. Dice Poe: «Posee un indiscutible poder psicológico de concentrar la atención, aunque, claro está, no debe confundírsela con la mera unidad del lugar…»25

Finalmente abordaré la cuestión de la muerte y su relación con lo ominoso, pues es posible que no exista otro campo en el que nuestros sentimientos y nuestros pensamientos primitivos se hayan modificado menos, en el que «...lo arcaico se ha conservado tan incólume bajo un ligero barniz, como el de nuestras relaciones con la muerte...»26. Volviendo a la obra de de Maupassant, no es acaso posible pensar a «El Horla», ese Otro que goza allí al sujeto como algo del orden de la muerte, en tanto destinado a estar por encima del hombre, aún en esto de morir: «...Después de aquel que puede morir todos los días, a cualquier hora, en cualquier minuto, en cualquier accidente, ha llegado aquel que morirá solamente un día determinado, en una hora y en un minuto determinado, al llegar al límite de su vida».No...No...No hay duda, no hay duda...no ha muerto...entonces tendré que suicidarme...».27.

Federico Manson

BIBLIOGRAFÍA

Freud, S.: "Lo Siniestro" (1919) Obras Completas Ed. Biblioteca Nueva

Freud, S.: "Introducción al narcisismo" (1914) Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva

Lacan, J.: "Estructura de Psicosis Paranoica" –" El Analiticón" Correo Paradiso 1983

Lacan, J.: Seminario «La Angustia» Inédito

Maupassant, G.: "El Horla" Ed. Albatros

Notas

1De Maupassant, Guy: «El Horla» Segunda y Primera Versión Editorial Argonauta Bs. As. 1988

2 Heine, H.: Obras, Ed. Vergara, Barcelona, España 1974

3 Ibidem.

4 Freud, S.: Lo Ominoso (1919 ) Obras Completas

5 Ibidem.

6 Ibidem.

7 Gambado, G.: Ibidem 1 Prólogo

8 De Maupassan, Guy.: Op. Cit.

9 Ibidem.

10 Lacan, J.: «Estructura de la Psicosis Paranoica» en «El Analiticón» Revista Correo Paradiso 1988

11 Lacan, J.:Seminario «La Angustia» Inédito

12 Rank, O.: «El Doble Ediciones Orion Bs. As. Argentina 1976

13 Pankow, G.: El Hombre y su Psicosis Amorrortu Editores Bs. As. Argentina 1974.

14Freud, S.: «Lo Ominoso» (1919) Obras Completas

15 Freud, S .: Ibidem.

16 Freud, S.: «Introducción al Narcisismo» (1914) Obras Completas

17 de Maupassant, G.: «El Horla» » Segunda y Primera Versión Editorial Argonauta Bs. As. 1988 Editorial Albatros

18 Freud, S.: «Introducción al Narcisismo« (1914) Obras Completas

19 de Maupassant, G.: «El Horla» Editorial Albatros

20 Rank, O.: El Doble Ediciones Orion Bs. As. Argentina 1976

21 de Maupassant, G.: Ibidem.

22 Ibidem.

23 Freud, S.: «Lo Ominosos» (1919) Obras Completas

24 Poe, Edgar A.: «El Cuervo» en «El Cuervo y Otros Poemas» Grupo Editorial Planeta Barcelona España 2 2000

25 Poe, Edgar A.: Filosofía de la Creación en Ensayos y Críticas Alianza Editorial S.A. Madrid España 1987

26Freud, S.: «Introducción al Narcisismo» (1914) Obras Completas

27 Maupassant, G.: «El Horla» Editorial Albatros

 


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