Producción científica, periodística y psicoanalítica

Propongo aquí un primer ejercicio, para abrir este Foro. Se trata de un artículo firmado por Tomás Abraham que apareciera publicado en El Amante. Cine. Año 8, Nº 87, Junio 1999.

Hector Becerra

Viva Maradona Viva

Por Tomás Abraham

Este artículo sobre Maradona fue solicitado y luego rechazado por la revista Viva, y les contaré de qué modo. Me pidieron un artículo sobre Maradona para un número especial dedicado a los diez argentinos más importantes del siglo. Pregunté quiénes eran y recuerdo a los siguientes: Fangio, Gardel, Piazzola, Berni, Borges, Millnstein, Perón, Evita, no me acuerdo quién y Maradona. Acepté porque me tocó Maradona, aunque también hubiera venido bien Perón. Sarcásticamente les pregunté si no habían pensado en Massera, ya importante, lo fue. Pero me respondieron con sonrisas que eran argentinos buenos. Así que les mandé mi nota, de la que, después de una gratísima acogida por los staffs intermedios, una orden de los estratos superiores me pidió que reviera – sacará – los renglones referidos a las drogas. Esgrimieron el argumento – eterno – de subterfugios legales. Les molestaba droga y me pidieron borrarlo y extenderme más por ejemplo, en aquel primer partido en que lo vi. Les respondí que no estaban autorizados a cambiar la más mínima coma, y menos por el oportunismo político y la ideología más deleznable. Mi chiste acerca de Massera no era después de todo tan chistoso. Maradona sí, pero con la pelota y sólo con la pelota, la alegría del gol contra los ingleses y toda la parafernalia convencional. Los próceres deben estar limpios, y si se droga se trata hay que reafirmar el sucio pensamiento de siempre. Aquí va la nota para los lectores de El Amante.

Maradona, el costo de ser divino. Se puede hablar de Maradona en un sentido amplio y en un sentido estricto. Desde un punto de vista estricto, Maradona es un jugador de fútbol. En un sentido amplio, Maradona es un hombre público. Como tal ha estado a disposición de los medios de comunicación. Es uno de sus chistes preferidos. Tan codiciado es este chiste que muchos se lo disputan. Hay decenas que se dicen amigos de Maradona. Pero también tiene enemigos. Nos han alarmado con más de un complot contra su persona.

Hablemos del jugador de fútbol. (...)

El primer Maradona con dientes apretados y frustrado lo tuvimos en el mundial del ´82 en España. Maradona chocaba contra los defensores italianos y veía caer muy mal a nuestro equipo. El también perdía y feo.

En el ´86 llegó a la gloria; desde entonces, si el fútbol logra sobrevivir a los tiempos, Maradona será su nombre – quizás no el único, existen Pelé, Sívori y algún europeo, quizás Cruyf, o un mixto como Di Stéfano – pero que haya un Beethoven no le resta mérito, ni singularidad al genio de Chopin. Por eso es único.

Maradona es un genio. (...)

Pero todo comenzó en Nápoles, Maradona entró en otro mundo. De la gloria pasó a la fama, y la fama tiene su precio. Es un contrato fáustico con el diablo. Todas las mujeres, todo el dinero, toda la imagen; la fama es una memoria con siliconas. Se hincha artificialmente. La gloria no es la fama, es la memoria de los pueblos, acuden a ella para seguir soñando con lo que pudieron y podrán. En el mundial del ´90 Maradona ya jugaba su propio mundial, el mundial de su cuerpo y de lo que le pedía, y desde entonces no paró.

Dijimos que hablar de Maradona en un sentido amplio era considerarlo como hombre público. Y como tal nos enseñó muchas cosas. Nos enseñó que tomar drogas, cocaína, no nos hace criminales, ni nos hace matar gente, ni ser unos hijos de puta, a lo sumo nos arruina la vida. Que la curación de la adicción es sumamente difícil y que necesita amor, así de elemental: amor con una moderada dosis de ciencia, y no trogloditas al frente de secretarías, cámaras o micrófonos.

Nos enseñó que se ama a los amigos con una intensidad tal que es posible casi enamorarse de ellos, y besarlos en público. Maradona nos enseñó con su vida que los chicos de quince, dieciséis, son seres sumamente frágiles, permeables a las agresiones, fácilmente usados, y no porquerías imberbes que merecen la pena de muerte. Maradona es una máquina de guerra contra el sado-fascismo cotidiano. Y un antídoto contra nuestra tradicional melancolía popular, la de la inmigración, la del exilio, la del desarraigo. Maradona o llora, o ríe, o se enoja, o tira balines contra periodistas, o baila la salsa, pero no añora un mundo pasado y mejor: cada partido es una final, el presente es absoluto.

En Maradona se aprecian cosas que en los demás se condenan. Es otro de los precios de la fama. Los mercenarios siempre se aprietan contra el famoso para ver si algo de su divinidad los bendice. Lo adoran como a un tótem y hacen de él una religión, o un mito, como les gusta decir a los pensadores profundos. Maradona será un mito, entonces, como lo son Gardel y Evita, y al decir mito inevitablemente constatamos la existencia de alguna secta de fanáticos. Mito es lealtad o muerte. Por eso, el que no se agacha ante el altar no es argentino, es un vende patria. Los mitos así formados tienen una base de resentimiento, siempre es bueno romperle la cabeza a alguien en nombre de una sacralidad.

Maradona sufre, es algo frívolo decirlo, pero considero que su sufrimiento no es sólo la cocaína, sino esa fama que atravesó su gloria. Es duro llegar al éxtasis a los veintiséis años, y luego mandarse a guardar en un cofre. Su vida es el fútbol, pero ya no como jugador. No es posible imaginar que pueda dedicarse a otra cosa. Podría regentear una megadisco, pero no le hace falta, va cuando quiere. Periodista de fútbol, tampoco: alguien que gritó los más grandes goles de la historia, que él mismo hizo, jamás encontrará satisfacción gritando en una cabina los goles de otro. Como técnico quizás sí. Es una labor pasional y muy implicada en la vida del juego, y de la fama, de la que no consigue desprenderse. Lo intentó en Mandiyú y Racing, y no le salió bien. No puede controlar las ráfagas de sed de morir que lo atraviesan. Da la sensación de que, en cualquier momento, quiere reventar todo, hasta él mismo cielo. ¿Quién lo va a frenar? ¿Nadie? ¿Y para qué? ¿Por sus hija, como él insiste? Dijimos que la fama que se combina con la gloria introduce a Mefistófeles. El ídolo se debe a su pueblo, así lo establece una conocida sentencia y los pueblos expresan su ternura caníbal. Para que un ídolo entre en el panteón de los dioses, debe morir joven, o trágicamente, como el Che, Evita, Gardel. No se les permite una larga vida bajo las sombras de los árboles para ver jugar a los nietos, como hacía Don Corleone en la gran película de Coppola. El drama de Maradona es esta lucha contra el precio que le pide el diablo, es su resistencia a satisfacer la necesidad de mártires a quien adorar, su lucha para no ser un dios.

Aquí va una lista de preguntas que podrían funcionar como orientadoras de la discusión

Sobre la lectura del artículo comentanos:

El autor tuvo la suerte de que es colaborador de la revista El Amante y tuvo la posibilidad de publicarlo allí,


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