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Presentaciones de libros

Donde fueron a parar las escobas voladoras de las brujas
Martín H. Smud

El sujeto del psicoanálisis no es sino el sujeto de la conciencia

¿Por qué plantear la relación entre acto político y acto analítico? La problemática del acto está en la parte final del libro que comienza con una pregunta: ¿Dónde fueron a parar las escobas voladoras de las brujas? El libro nace del destino, de aquellas que estaban encargadas de predecirlo, e intenta el análisis del destino freudiano que pone al psicoanálisis en relación con la ciencia. ¿Por qué interesarnos en la ciencia en estos momentos donde el producto de la ciencia y la ciencia en sí son criticados y puestos en duda? Se le critica: a- Desde el supuesto ideal de abstinencia del científico. b- Así como también su horizonte y sus efectos que apuntarían al bienestar general, a la mejora en la calidad de vida de la población. En mi afán de ser un practicante del Psicoanálisis intenté comprender la noción de sujeto del inconsciente, y para eso, necesité entender qué era la Modernidad que nació en el siglo XVII pues en sus grietas, en su decadencia se mueve nuestro siglo que es también el siglo del Psicoanálisis. En la Modernidad resurge el proyecto de la ciencia, ahora se trataba de aportar pruebas que dirimieran quién tenía la verdad en las disputas epistemológicas, metodológicas. Pero en el texto Moderno también se filtra su posición política, que tendría consecuencias en su momento histórico y en el devenir. Encontré en dos textos muchas posibilidades de lectura. Se trata de Hamlet de Shakespeare y del "Discurso del método" de Descartes. Descartes decía que no todos debían llevar a cabo la tarea de tirar todo abajo, desprenderse de las opiniones y tradiciones heredadas y edificar desde los cimientos una casa sólida, indubitable, que se mantuviera en pie aún después de la peor tempestad. Él decía que unos debían construirla y otros no. Problemática del elitismo que atraviesa toda la Modernidad pudiéndose leer sobre todo en nuestros tiempos. Y dice además que no es lo mismo tirar abajo la propia casa que tirar abajo la gran casa del Estado. Se trata por un lado, de la cuestión del elitismo, y por otro, de la relación con el Estado y las consecuencias de la ciencia y de sus avances técnicos. Es este el siglo del Psicoanálisis, pero también el siglo, y se ve bien desde el final, de las desigualdades sociales, la marginación social y globalización de los capitales especulativos financieros. Este fue uno de los caminos por el que llegué a entender la importancia para el acto analítico de poder vislumbrar el acto político y sus consecuencias. Así la frase "el sujeto del inconsciente no es sino el sujeto de la ciencia" dicha por Lacan, se fue transformando en una frase, que se encuentra en el último capítulo del libro: "El contexto del acto" y es "El acto analítico no puede entenderse sino en relación al acto político". La relación entre acto analítico y acto político me parece importante tener en cuenta no sólo para la dirección de la cura de un paciente, sino también para la política del psicoanálisis y, ¿por qué no?, para la lectura de nuestro contexto desde donde inscribimos nuestra práctica y escribimos nuestro padecer.

MARTÍN H. SMUD

 

Acto del prólogo

La pregunta del libro es interesante ya que nos sitúa en la actualidad post moderna, donde.. .¿no hay más brujas? O por el contrario hay un resurgimiento de ellas. Más allá de eso, la cobardía de la "con-ciencia", como lo escribe Martín Smud, no es más que la... "la de la familia pequeño burguesa vehiculizada por la ciencia" como nos dice J. Lacan en la Proposición del 9 de octubre.
Es decir el "Malestar..". Un malestar, donde la declinación de la imago paterna liberaliza un goce que se desparrama por toda la textura social y ante el cual, sin duda, no podemos quedarnos en la mera posición de testigos, de testigos mudos.
He ahí nuestra práctica, es decir tomar posición como psicoanalistas frente a ese "Malestar...".
Esto lo muestra muy bien el libro en sus viñetas clínicas, destacando esta peculiar psicopatología de la vida cotidiana del fin de siglo.
Entonces de hacer política se trata, como contraposición a esa violencia aniquiladora que como dice H. Arendt... "destruye culturas y crea desiertos en lugar de vínculos".
Se trata de la política del Psicoanálisis contra el malestar que debería ejercerse en todo el ámbito social.
Como muy bien lo tematiza el libro al mencionar la diferencia entre el hombre común y el héroe, como J. Lacan lo hace en el Seminario de la Etica: "Esto no está al alcance de todo el mundo y es la diferencia entre el hombre común y el héroe, más misteriosa aún de lo que se cree. Para el hombre común la traición que se produce casi siempre tiene como efecto arrojarlo definitivamente al servicio de los bienes, pero a condición de que nunca volverá a encontrar lo que lo orienta verdaderamente en ese servicio".
Es precisamente ahí donde luchar contra el malestar, darle la posibilidad al sujeto de encontrar lo que lo orienta y políticamente llevar adelante una orientación lacaniana Para que entonces, como muy bien lo grafica Martín Smud en la frase de S. Freud del texto: "La negación": "El juicio es el acto intelectual que decide la elección de la acción motora, pone término al aplazamiento debido al pensamiento y conduce el pensamiento a la acción".
Es decir que del acto se trata.

RAFAEL SKIADARESSIS

 

Aún insistimos

¿Es el destino analizable? Es ésta una crucial pregunta para todos y es también una pregunta cruel para algunos de nosotros. Que haya hoy psicoanalistas como Martín Smud que la tomen sobre sus espaldas y que además la desplieguen tan extensamente nos abre la promesa de una posibilidad. Esa posibilidad es, ni más ni menos, que el psicoanálisis siga generando una reflexión lúcida, un interés que puede renovarse y un esfuerzo de escritura que debe ser seriamente alentado en las nuevas generaciones. El psicoanálisis se "ocupa" del destino en una forma singular ya que analizando, los cristales de la lengua que constituyen la genealogía en cada uno, nos permite advertirnos de que "ser hablados" para existir implica un precio. El de portar una escritura que cifra un destino cuya miseria siempre revela el Super-yo. Hombres al fin no hacemos más que repetir lo que no recordamos, y es esta suerte de "domesticación" (Freud) la que conduce nuestras precipitaciones, nuestras esperas, nuestras temeridades y postergaciones. "Ella tenía una venda en los ojos, solo veía lo que sentía ", bella frase de Kundera para definir una realidad que demuestra su "origen" psíquico con respecto a lo Real. La Modernidad es un "caso clínico" que ha desertado; el vacío que se hizo ha dejado lugar a estallidos inconclusos y amenazantes en lo económico, en lo político o en la destrucción que se avecina. Si la validación es el resultado del acto político, la verdad lo es de un acto analítico. Ambos deberán rastrear su consistencia en la relación a la causa que soportan. Una breve reseña nos informa de los antecedentes que inician el recorrido. La razón del conocimiento, la objetividad del investigador la epistemología positivista y su relación al engaño abren para el lector una proposición sobre la educación (se realiza en flia.) que necesitará de un acuerdo para poseer valor de objetividad. Los "escrúpulos de conciencia" nos indican que el camino ya no podrá ser interrogado sin la determinación que la neurosis imprime en él. El psicoanálisis no enseña ya que apenas si puede ser enseñado. Smud insistirá con Descartes para transmitirnos cl punto preciso en que algunas claves le fueron reveladas. Las paradojas de la duda constituyen en este texto el borde ineludible por el que hay que transcurrir. "Ataduras del ser al otro"; el autor se planta en Hamlet para desenredar la madeja. Si la evolución es una operación entre las pulsiones y la represión de aquellas, esta "operación es la condición de posibilidad de la cultura". Pero Smud va más allá y interroga por el valor de la conciencia y de los mecanismos que subyacen a esta valoración. Poner el conocimiento a la luz del día implica arriesgarnos a perderlo; ¡en buena hora! Pues si de la Antigüedad (teatro) hemos pasado a la Modernidad (fantasía), podemos preguntarnos, ahora, en su ocaso ¿Cómo inscribir la "perentoriedad", en las acciones que la violentación de nuestros tiempos exige? Si las acciones no se pueden fundamentar eso quiere mostrarnos que se ha roto la "forma argumental que validaba la exposición de la verdad " para pasar a una idealización del verosímil en las imágenes que recorren el mundo y de cuya imposición ya hemos dejado de dudar. Este libro reconoce una enseñanza, la del Profesor Samaja, enseñanza que ha intermediado entre Smud y diversos autores permitiéndole recorridos elípticos que van dejando su sedimento en cada vuelta. Kant, Hegel y Husserl aportan sus citas para ilustrar un recorrido que busca incesantemente una ecuación que no termina de resolverse. Es probable que el resultado no sea, a fin de cuentas más que esa resolución imposible cuando es efecto del trabajo. Y luego la clínica hace su entrada, en un contrapunto entre Hamlet y el caso. Quizás podamos pensar que el autor solicita a su experiencia clínica el lugar de "testigo" de su recorrido para evitar que la operación que persigue quede sin resto. La ley enreda a los sujetos, a cada uno de ellos. Pero la supuesta "intersubjetividad" no es más que el acuerdo de no decirlo todo. Por lo tanto. el testigo se hará cargo de esa imposibilidad del dccir. Según sea la posición que éste tome en relación a lo imposible, diferente ha de ser el destino del que demanda. Promesa o decepción, impotencia o esperanza, regulan un camino que se demostrará estéril, a veces mucho tiempo después de comenzado. Probablemente la pregunta por el destino sea decisiva para los psicoanalistas con respecto a su posición en su tarea. El masoquismo acecha en los vericuetos de la transferencia y será la resistencia el concepto psicoanalítico que lo revela al mismo tiempo que lo oculta. La clínica toma aquí su lugar y desarrollará nuestras expectativas, dudas y misterios. Debemos concluir este prólogo y para ello intentaremos una reflexión sobre la relación entre el acto político y el acto analítico, pues éste es el tema con que el libro se cierra y a la vez se abre a lo que habrá de proseguir. Hoy el acto político se halla sumido en una extraña tristeza; por un lado se consume como noticia y por el otro se consuma en acciones "sanguinarias" de dudosa justificación. ¿Habrá regla de abstinencia para el acto político? Quizás, un debate que sobrepase las cuestiones técnicas acerca de la regla de Abstinencia en el acto analítico, sea hoy lo que el Psicoanálisis podría aportar al problema de la ética del poder; esta regla no es para nosotros solamente una cuestión de intenciones sino que constituye el nudo mismo de una praxis. No se la practica fácilmente aunque se la declame a diario, pues exige una posición subjetiva en quién la sostiene y de la cual bien podrían conversar los psicoanalistas y los políticos. Eso, hoy en día, es harina de otro costal pues la razón política se halla subyugada por razones mediáticas. No se trata de oponerse a ellas, simplemente existen! Son efecto de nuestra era eléctrica, su racionalidad es su misma expansión y sus consecuencias impredecibles. Pero, ¿cómo podríamos comprender a esos hombres que mueren abrazados a una bomba ante la perplejidad de los otros'? Los psicoanalistas han quedado "despeinados" nos dice Martín Smud, quizás ocurra aún algo más que eso, agregaría yo. El Psicoanálisis no es un discurso político ni podrá serlo, ni quiere serlo. Es decir, no teje emblemas en sus proposiciones para anudar las voluntades de las mayorías. No pretende constituir una trama para que el fundamento ideológico y grupal ordene dichos y acciones que nombren la espera de las mayorías. Tampoco es un "discurso" científico con un proyecto determinado, ni una escritura sagrada que asegure una religiosidad por venir. No dejará obras arquitectónicas ni obras de arte. Y sin embargo, aún insistimos. Pues en el acto que nos confiere existencia hay algunas claves cuya razón no nos pertenece y de cuya transmisión somos responsables no solo en nuestra praxis.

ALEJANDRO ARIEL

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