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N° 9
FRENESI DE LO VISIBLE

Un cuerpo ... a la espera del regalo de una imagen

Inés Emilse Ramos

 

Sólo que ese cuerpo no debe ser tomado según las simples y puras categorías de la estética trascendental... ese cuerpo no se constituye a la manera como Descartes lo instituye en el campo de la extensión. Se trata de advertir que el cuerpo no nos es dado de manera pura y simple en nuestro espejo, que incluso en esta experiencia del espejo puede llegar un momento en que esa imagen especular que creemos tener se modifica... es puerta abierta a la angustia"

Jacques Lacan1[1]

EL ENIGMA DE CÓMO ACCEDER A SU PROPIO CUERPO

Jacques Lacan advierte que el cuerpo no viene dado con el nacimiento, que en éste no se incluye el acceso para cada habitante de cada cuerpo2[2]; y que, si bien la imagen especular propicia la constitución del cuerpo; puede ocurrir que al modificarse esa imagen aflore la angustia. Esta advertencia es una invitación a interrogar las experiencias del cuerpo inconstituido por la falta de una imagen corporal que lo vista. Cuando así ocurre estamos ante un cuerpo crudamente al desnudo.

Cuando el cuerpo no se constituye a partir de la experiencia del espejo, ni en compañía de otra imagen; se presenta como El grito, obra del pintor noruego Eduard Munch: una incipiente figura humana en primer plano, con las manos apoyadas en la cabeza, a la altura de las orejas, y la boca abierta por... ¿el horror?... ¿por el grito? En segundo plano, a la derecha, unas líneas concéntricas dibujan una especie de remolino en un paisaje extraño. Y arriba, a la izquierda, a pesar de la lejanía, se distinguen con nitidez las siluetas de dos caminantes transitando por la misma senda donde está el ser de figura corporal llamativamente inconstituida.

.../el grito/ que impone ese reinado del silencio que parece subir y bajar en este espacio centrado y abierto a la vez3[3].

El grito es un llamado, no una señal de frío, hambre u otra necesidad.

El grito no se perfila sobre un fondo de silencio, sino que, por el contrario, lo sostiene4[4].

El grito atraviesa el espacio del silencio sin habitarlo. No están juntos, ni uno sucede al otro. El grito provoca el silencio. El grito instala el abismo en que el silencio se precipita5[5].

La experiencia clínica de psicoanalistas en casos en que la imagen no se encarna en el cuerpo parece no haber interrogado la articulación Imaginario-Real en la constitución del yo del sujeto.

Esta articulación es de fundamental importancia, pues interesa la figura del padre cuando toma cuerpo en un sujeto de carne y hueso.

Ese silencio de la doctrina psicoanalítica es importante por el impacto en cada uno de los tratamientos en que falta una imagen formadora del cuerpo. Y cuando se trata de psicosis, incluido el autismo, hacer enlaces, desestereotipar y compartir es parte de alguna transformación de su estructura.

UN CUERPO...

Agitado como hoja al viento

El aire, una brisa, pueden mecer suavemente las hojas de un árbol, pero un huracán las azota despiadadamente e incluso llega a arrancarlas de sus ramas.

Así, como sucede con la brisa, se balancea, gesticula estereotipadamente, pronuncia por enésima vez la misma frase o apenas un esbozo de palabra.

A merced del aire huracanado que lo agita es presa de la desesperación y se golpea la cabeza contra la pared. Una y otra vez, durante días y días muerde su mano, se lastima los dedos, hace sangrar sus mejillas. Corre y grita sin pronunciar palabra, sino simples alaridos ¿qué nombre dar al grito de un sujeto que no habla, no se duele, no encuentra a quien llamar con ese grito?

Permanece suspendido en un cuerpo, casi indiferenciado de una mesa, una silla, un mueble, de no ser por sus movimientos, sus gritos y su gusto por producir sonidos de ritmos mínimos con los objetos. Sacude los objetos que están a su alcance y hace lo mismo con quien se deje.

Movimientos y sonidos "raros", torpes, escandalosos, pero que implican vida.

Corre de un lado a otro brusca y reiteradamente, balancea los brazos y la cabeza. Si está inquieto ¡cómo el cuerpo se sustraería de esa agitación y más aun si no habla! ¡Cómo no se movería al ritmo que imprime la inquietud! Sin embargo, aunque un sujeto esté inquieto se pretende que su cuerpo se comporte como la quietud en persona. Esta escisión de cuerpo y subjetividad se aplica a los internados en instituciones psiquiátricas: cuando caminan sin parar, cuando van y vienen, se dice que deambulan, pues no tienen "objetivo". Y a esta andarina inquietud se la reporta como si fuera una inconveniencia para el paciente. Esta división opera de tal modo que, únicamente se toma en cuenta lo que muestra la presentación de la figura de un sujeto por el costado de las recomendaciones para la higiene personal.

En el seminario La Identificación Lacan señala que la evidencia del razonamiento que distingue alma-cuerpo engaña:

Cómo no sentir vivamente; así como les ocurre siempre a quienes vienen a este seminario a escuchar lo que se dice, cómo no percatarse de que todo lo que comencé a articular este año a propósito de la estructura de la superficie del sistema inconsciente y del enigma concerniente a la forma en que el sujeto puede acceder a su propio cuerpo no viene dado [...] de lo cual todo el mundo, desde siempre , está advertido, puesto que esta famosa distinción de unión o desunión del alma y el cuerpo constituye siempre, después de todo, el punto de aporía en que todas las articulaciones filosóficas se quiebran6[6].

Esta división entre cuerpo y subjetividad concierne también a la doctrina y la clínica psicoanalítica cuando se dice que el psicoanálisis no se ocuparía, entre otros casos, de los autistas, porque estos no hablan o no acuden al consultorio. La plasticidad que cada caso indica se atiene a la localización del psicoanalista y no se sujeta a un adentro-afuera del consultorio.

El intento de numerosos psicoanalistas por transmitir la experiencia en el tratamiento de niños autistas no se insertó en la doctrina. Sólo se han leído sus obras como si se tratara de una especialidad, se los ve aisladamente dedicados a la práctica clínica con niños. Con excepción de la obra de Melanie Klein, la articulación de algún interrogante o enlace de esa práctica clínica con la doctrina psicoanalítica sigue afectada por el silencioso aislamiento en el que se tiene a los autistas.

Cuerpo objeto de desvelos

En esa fallida articulación también parece intervenir la singular forma en que participa el real del cuerpo, incluido el cuerpo del analista, en el abordaje de casos de ausencia o fallida imagen corporal, particularmente con el cuerpo en bruto en el caso del autismo.

Además de la imprescindible presencia en cuerpos para un psicoanálisis (no en ausencia, ni in effigie), están los registros de manifestación del cuerpo con su modo de operar específico que convendría reconocerlos y distinguirlos, por ejemplo, entre la "presencia erótica del sujeto"7[7] y lo puesto en juego en las escenas, en las mostraciones, en los pasajes al acto.

En la transmisión de la practica clínica del psicoanálisis ante las manifestaciones del cuerpo, específicamente la dimensión del cuerpo y de la sexualidad imposible de prestarse a las palabras domina el silencio, ya sea porque rara vez se reconocen en sus efectos o porque se excluyen del tratamiento, silencio que afecta la posibilidad de articulación Imaginario-Real. A tal punto, se impone el silencio, que las intervenciones sin palabras parece como si no existieran.

Un cuerpo sin velos, como lo muestra la pintura "El Grito". Sin una imagen que lo vista, lo envuelva, lo proteja.

Un cuerpo desvelado, a veces, por la angustia; por el miedo y por el goce otras veces. En fin, un cuerpo objeto de desvelos.

La presencia del cuerpo

En las instituciones8[8] donde se reciben a los locos suele ocurrir que un sujeto pida sentarse cerca de alguien que trabaja allí; si es posible, dura varias horas en esa posición. No pide cigarros, ni habla una sola palabra. Sólo permanece quieto y en silencio, junto a la silente presencia física de quien, según él, le da tranquilidad.

Asimismo, la presencia del cuerpo de otro a quien se le supone un cuerpo imaginariamente unificado, provoca un seguimiento de un sujeto que camina tras otro, a unos pasos de distancia. Tanta distancia, como aquella que la sombra de quien precede la caminata necesita para proyectarse adelante del seguidor. Durante varias semanas, en silencio, marchan a dúo improvisado por los pasillos y recovecos que él seguido recorre9[9].

¿Qué se pierde o se diluye al intentar transmitir una intervención sin palabras que haya tomado en cuenta el registro del cuerpo?

Casi nunca se menciona una intervención que tome en cuenta el registro singular del cuerpo, a lo sumo, se relata anecdóticamente como si careciera de efectos, difícilmente se cuenta como intervención y, menos aún, como constitutiva de un tratamiento.

UN CUERPO... A LA ESPERA...

Si grita, corre, se mueve o incluso si está agitado, existe una mínima condición de posibilidad de que otro se acerque. Con pertinencia se dice "quiere llamar la atención", pues incluye el llamado como un querer que no se le deje colgado. Si se pretende acceder al caso, abordándolo por la inquietud en el agitado o la que suele despertar en los otros (así sea para intentar eliminarla o calmarla), el resultado es diferente a cuando se acude a un llamado.

La espera, introducida junto al cuerpo en suspenso, indica que la iniciativa viene del otro. Acota lo que el suspenso pueda evocar de inquietante, de horror. Tiende un puente al cuerpo suspendido en el tiempo y en un espacio para el tránsito de la intervención del otro.

Si este planteamiento de atribuir el sentido de una espera parece ficticio, no por ello deja de ser efectivo10[10].

Interior-exterior no están dado, se delimitan

En suspenso y suspendido, quedó instalado en el vasto y extenso campo de los otros; sólo a partir de allí el grito despertaría una iniciativa que trace un recorte a esa ilimitada superficie.

Comencé a articular en el sentido de que psíquicamente sólo tenemos más acceso a dos dimensiones. Para las demás, únicamente hay un esbozo, un más allá. En lo que corresponde al terreno de la experiencia [...] puede servirnos admitir de buena gana que no hay -y ya es suficientemente rico y complejo- nada bien establecido más allá de la experiencia de la superficie11[11].

El hecho de encontrarse a expensas de la iniciativa de los otros, e incluso ocasionalmente a merced de un otro como una hoja al viento, lo aloja en una exterioridad de la que no daría cuenta la tan trillada frase de que los autistas están aislados en su mundo.

En ese punto de juntura en que para el sujeto, se constituye la imagen del nudo, la imagen fundamental que permite la mediación entre sujeto y deseo, ¿no podríamos introducir distinciones muy simples (lo verán luego) disponibles para la práctica, que nos permitan representarnos de forma simple y no como fuente de antinomias, de aporías, de embrollos [...] aquello que hasta ahora tenemos a nuestra disposición, es decir, la noción sumaria, por ejemplo, de un interior y un exterior que parece una obviedad a partir de la imagen especular y no forzosamente es lo que se da en la experiencia?12[12]

Cuando uno de estos sujetos reside en una institución ¿con qué elementos de esa exterioridad, vía un punto de pasaje, se fabrica el inestable interior? Con la participación del sujeto colectivo concerniente a un caso, que ni siquiera necesita promoverse, puesto que espontáneamente se da, ya sea porque ahí trabajan, porque ahí viven, ya sea porque quieren o se les impone hablar del otro. El trazado de ese interior incluye ineludiblemente el pasaje por los otros. Esta condición de tomar en cuenta a los otros se acentúa si el sujeto está diagnosticado y carga con la imagen de autista. Por el contrario, sí es necesario promover activamente la presentación de otra imagen para el autista entre quienes participan de su cotidianidad: enfermeros, médicos, trabajadores de la institución, así como entre los otros internados y entre sus familiares.

UN CUERPO... A LA ESPERA DEL REGALO...

Durante el seminario del 24 de febrero de 1954, al citar el texto escrito por Melanie Klein La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo, Lacan invita a tomarlo como el relato de una experiencia13[13]. Se trata del relato del caso llamado Dick por la psicoanalista (1929).

Melanie Klein afirma que Dick era indiferente a la presencia o ausencia de su madre. Rara vez había manifestado angustia. Al correr de un lado a otro, sus movimientos parecían incoordinados. Articulaba sonidos ininteligibles y repetía constantemente algunos ruidos. No jugaba, ni tenía contacto con los otros. La expresión de sus ojos y su rostro era fija, ausente, desinteresada. Sólo le atraían los trenes, las estaciones, las puertas y los picaportes.

Además, cuando se lastimaba, demostraba una gran insensibilidad al dolor y no experimentaba para nada el deseo universal en niños pequeños de ser consolado y mimado...14[14].

Lacan indica que el negativismo marca el pasaje a otra estructura, en el caso de Dick el sadismo. No empleaba cuchillos y tijeras, pero sí manipulaba correctamente la cuchara con que comía.

No quería hacerse entender en su vocabulario, con frecuencia decía lo contrario de lo que se esperaba de él [...] Rechazó a la nodriza, el biberón, los alimentos sólidos, no quería morder15[15].

Desde las primeras líneas de su artículo, Melanie Klein supone que el sadismo está ligado a las distintas fuentes pulsionales:

[Dick] era absolutamente incapaz de cualquier agresión y la base de dicha incapacidad estaba señalada [...] en su rechazo a morder los alimentos [...] El niño no podía vivir en fantasías la relación sádica con el cuerpo de la madre16[16].

En el transcurso de la cura, la psicoanalista permitió la aparición del sadismo en los juegos de Dick, "sin que fuese necesario imponer al yo ninguna influencia educacional".

Un pedazo de carne - una parte de cuerpo - un objeto parcial - el objeto a

Con la observación de que durante varias semanas la madre de Dick insistió en una infructuosa tentativa de amamantarlo, lo cual casi lo condujo a la muerte por inanición, se aclara, en este caso, la ligazón entre el sadismo y, por lo menos, una fuente pulsional: la oral. No se diferenciaba entre la satisfacción de la necesidad de alimentación y la satisfacción de una erogeneidad corporal17[17]. Ante la demanda de su madre, Dick no tenía otra posibilidad que dejar de alimentarse. No había, pues, don del alimento.

Con sutileza clínica, Melanie Klein articula ausencia de amor-presencia de angustia:

[...] aunque recibió toda clase de cuidados, nunca se le prodigó verdadero amor; la actitud de la madre hacia él había sido, desde un principio de excesiva angustia 18[18].

En lugar del amor aparecen la angustia, la aprehensión y la insistencia en los cuidados19[19], que de ese modo se convierten fácilmente en descuidos. Siguiendo a Melanie Klein, se puede deslindar que en ese momento Dick fue objeto de angustia y no de amor. La angustia irrumpe desde que el niño queda reducido a una parte de cuerpo, una boca, que succiona otra parte de cuerpo, el pecho; sin que haya de por medio una imagen que unifique los fragmentos de cuerpo. Llevado al extremo de la inanición -aquí se muestra patéticamente- el niño estaba tomado como una porción de cuerpo, a punto de correr la misma suerte de un desecho, que se arroja a la muerte.

Ya sea en el embarazo, cuando un cuerpo contiene a otro cuerpo en formación, como después del parto cuando se da la continuidad de superficie corporal en el amamantamiento y en la dedicación a los cuidados más diversos de la crianza, siempre está presente la dimensión carnal del cuerpo. En esa sexuencia20[20] de continuidad de partes de los cuerpos no viene dado con el parto el hecho de que la madre reconozca al cuerpo del hijo (que aunque salido del cuerpo de ella) como otro cuerpo. Se requiere de una operación subjetivante de ese pedazo de carne, que con el parto se hace visible de manera distinta que en el embarazo.

En la experiencia de la superficie queda testimoniado que la superficie está sumergida en un espacio absolutamente distinto al que imaginan con la experiencia visual de la imagen especular21[21].

Se dice que el hijo es parte de la madre o entraña de sus entrañas. Incluso en las siguientes frases, el lenguaje da cuenta de la parcialidad, al resaltar una parte del cuerpo que se presta a la crianza del niño: la voz para la canción de cuna que arrulla, los brazos que mecen, el pecho que amamanta.

En esa continuidad de superficie de partes de cuerpo de la madre y del niño se da la parcialidad de los objetos.

La madre en esa experiencia singular en la que está incluida con su hijo, especialmente en los primeros meses del nacimiento, difícilmente queda afuera del sometimiento a la función de objeto de la parcialidad de cuerpo puesta en juego en la crianza. Aunque conviene aclarar que, la madre queda tomada de distinta manera que su hijo, pues éste aún no tiene constituida una imagen corporal.

Frances Tustin quien ejerció una intensa práctica clínica con niños psicóticos, destacaba que acceder al cuerpo como tal no viene dado con el nacimiento:

En cuanto comienza a soportar cierto grado de separación puede decirse que el bebé interpreta el mundo externo en función de [...] constelaciones de sensación, en un principio centradas, primordialmente en torno a la boca. [...]Al principio suele ocurrir que el cuerpo no parece existir como tal sino sólo como un conjunto de órganos separados tales como manos, boca, brazos, vientre22[22].

Al recién nacido los otros su mamá, su papá y otros- le fabrican un soporte de la separación.

Así como el paranoico sufre la persecución en el cuerpo, dicho sea esto sin metáfora alguna, entonces aunque lo persigan por "razones ideológicas" corre el riesgo continuo de que lo eliminen, que lo maten. De igual modo, para la madre y el hijo se trata de la separación de los cuerpos. La separación se inicia con el acto de parir, siempre y cuando la nueva tecnología científica aplicada a la medicina no despoje al parto su carácter de acto. La gama de reacciones de una mujer, ante el hecho consumado del nacimiento de su hijo, puede abarcar desde la depresión en el puerperio, la venta del recién nacido en la vía pública, recurrir a la estimulación temprana, las dificultades para alimentarlo, hasta -con el deseo y el amor que pueda, es decir siempre más o menos fallidamente- encaminar al hijo para que se las arregle con esa rareza llamada la vida. Algunas experiencias de esta gama de reacciones revelan que una mujer en el acto de parir queda irreversiblemente instalada como madre, pero no por ello directa y, menos aún, naturalmente, en la función materna.

Hay dificultades en la adopción de hijos, que quizá encuentren su localización, si no se omite que el parto es un acto.

Cada nuevo acto de separación -destete, asir el vaso para beber, uso de cubiertos para comer, aprender a caminar, controlar esfínteres, etc.-, implica una reubicación del cuerpo del niño y también del cuerpo de la madre.

Cuando ella durante la crianza de su hijo admite otros objetos (juguetes, decoración de la recámara, música) que ya no sean las partes de su cuerpo, e incluso cuando en algún otro momento lo acompañe sin estar físicamente presente; entonces, se habrán producido otros cortes en la continuidad de superficie compartida.

Regresando al caso de Dick, más precisamente a la articulación presencia de angustia-ausencia de amor. Ahora queda despejado que la dificultad para arreglárselas con la angustia provenía del campo del otro en donde Dick estaba detenido, a punto de ahogarse por la inundación de angustia que hacía zozobrar a su madre.¡Cómo iba a tolerar la angustia en esas condiciones de falta de dique de contención! Angustia en el lugar de la falta de una formación imaginaria: el amor. Angustia ante el Real de un trozo de carne, una parte de cuerpo, un objeto parcial sin imagen, el objeto a.

El regalo de una imagen hace toda la diferencia.

En esta articulación del Imaginario con el Real en el caso Dick, tal vez se despeje una vía, que localice en un apoyo consistente, las pesadas y masivas demandas transferenciales de amor de los psicóticos.

 

UN CUERPO... A LA ESPERA DEL REGALO DE UNA IMAGEN

En varias entrevistas a mujeres que habían tenido la experiencia del embarazo, Piera Castoriadis-Aulagnier23[23] verificó que solamente hablaban de su cuerpo y del cuerpo de su hijo como un "objeto orgánico": perturbaciones urinarias, contrapeso del hijo y reacomodo de los órganos, dolor de estómago, etc. También cita el caso de una mujer, a quien su suegra le reprocha "no haber tejido nunca, durante el embarazo, una chambrita a mi hijo", y en este contexto pregunta: "¿Cómo se puede tejer una prenda para alguien cuyo cuerpo no se conoce?" Este interrogante aclara que la falta de imagen deja el cuerpo al desnudo, en su dimensión más carnal.

Melanie Klein misma insiste en que la experiencia con el caso de Dick la condujo a una innovación, a una modificación de su técnica habitual:

[...] me vi obligada a interpretar sobre la base de mis conocimientos generales, pues la capacidad de expresión por medio de representaciones casi no existía 24[24].

Tomando en cuenta los únicos objetos de interés de Dick, los trenes, interviene la psicoanalista con las ecuaciones entre esos objetos y sus imágenes: un tren grande equivalente al padre y un tren más pequeño equivalente a Dick que, entra en la estación del tren equivalente del cuerpo de la madre. Así le regala una imagen. Una imagen fundamental, la del cuerpo de la madre. Reiteradamente en sus textos M. Klein plantea el cuerpo de la madre como continente y lugar privilegiado de las primeras relaciones imaginarias.

Lacan califica de inaugural a esta intervención: "a partir de entonces, todo se desencadena [...] se despierta la novedad para el niño"; en ese momento comienza a jugar con el tren y dice la palabra "station" aplicada a la acción que realizaba; después va al espacio formado por una puerta exterior y otra interior y dice: "Oscuro". En este caso, la articulación Real-Imaginario deriva en un rudimentario simbolismo, pues el niño comienza a jugar. Luego de dos sesiones hace un llamado por primera vez, y se emociona por la llegada de la nodriza. Más tarde durante sus juegos, corta, araña, muerde. Del negativismo pasa a la acción con diferentes objetos.

La psicoanalista aporta la imagen del cuerpo y se la dona a Dick. En este caso, en ese sentido, se plantea el amor, es decir, un don que habilite en el circuito de recibir-dar-intercambiar. Esa imagen proviene del imaginario de M. Klein, de aquello que la sostiene como psicoanalista y del apoyo en los avances de otros psicoanalistas25[25].

Cuando un niño autista articula una sílaba, un sonido o un grito, existe lenguaje... aunque detenido y no fácilmente compartible. Mueve el cuerpo, muerde su mano, golpea su cabeza contra el piso. Estas son muestras de una oportunidad de intervenir a partir de allí. Antes que tomar nota de ese sonido, ese movimiento, ese golpe para confirmar lo mal y amenazante que está ese sujeto, puede resultar propiciatorio darle un sentido, una forma. Así, un golpe indicaría quizá que está enojado con alguien, mientras que la repetición de un breve estribillo expresaría un intento de arrullarse con una canción de cuna.

Atribuir intenciones, necesidades, gustos y predilecciones da un sentido que permite tratar al autista como un sujeto que desea algo.

Winnicot dice: "Hay una locura necesaria de las madres" observable en la crianza de un recién nacido. ¿No les ha llamado la atención que cuando el recién nacido mueve simplemente las manos, la madre (o quien se haga cargo de él) diga: ¡Ah!, verdad, ¿quieres que te dé la sonaja?" Esa atribución de sentido anticipa un querer en donde sólo había un movimiento sin forma, y precisamente de eso se trata, de imaginar a un niño donde hay un cuerpo fragmentado. Esa mirada anticipatoria se sostiene en una fantasía.

Para fabricar ese interior: los significados, imágenes y efectos en el otro, en tanto considerados como un deseo, se presentan al sujeto incluidos dentro de la transferencia con el psicoanalista.

Como se advierte en estos casos, la intervención del analista está impedida de recurrir a la equivocidad significante; ¡aquí importa fundamentalmente formar-presentar una imagen para el cuerpo!

Este don lo habilitaría, en ese momento de formación de la imagen fundamental, para acceder a su cuerpo y al circuito de intercambio de lo intercambiable con los otros. Es decir, lo habilitaría a hacer lazos con los otros.

LA EXPERIENCIA VISUAL DE LA IMAGEN ESPECULAR

Las costumbres normales de ver aplastan la dimensión y los efectos reales del cuerpo de un sujeto y las tres dimensiones de los más diversos objetos. Acostumbrarse a ver26[26] y afirmar que una pintura de un objeto es ese objeto constituye un efecto de funcionamiento de la imagen especular. Ver un objeto como su imagen o verlo solamente a partir de ella, participa de la costumbre habitual de ver a partir de la normatividad y del aplanamiento de las dimensiones del espacio generado por la imagen especular.

Con la descripción y el establecimiento de un diagnóstico siempre se cuelan prejuicios y una imagen estandarizada; la que en el autismo se cuela, estorba e inmoviliza. A la inversa del dicho "al que le quede el saco que se lo ponga", esta imagen en serie se impone, se vuelve costumbre de ver, con buena caída o no. Se adhiere como una piel rígida, inflexible para ajustarse a las variaciones de la talla. Esa imagen la lleva a cuestas quien sufre el padecimiento, y también repercute en el hacer del psicoanalista.

La pregnancia de la experiencia visual de la imagen especular, difícilmente permite ver los cambios a la vista en la superficie del cuerpo: por ejemplo, un corte de cabello a la moda en quien recientemente parecía salido de un hospicio; o el caminar aplomado en quien anteriormente andaba de "puntitas". No ve aquello que del cuerpo se presta a una apariencia distinta a la habitual. Tampoco ve cuando empiezan a mirar...

El sacudimiento de la pregnancia de una imagen

La cámara fotográfica capturó el instante de una mirada en un sujeto que, hasta entonces, sólo en contadas ocasiones un objeto sostenía su mirada. La sorpresa no acababa ahí: la fotografía lo mostraba flanqueado por sus "cuidadores", entre los cuales se había surgido una singular relación de amistad. Junto a ellos, por primera vez, se lo ve otro entre semejantes. En la foto ¡se veían los rostros de tres "chavos"!, cuando la imagen cotidiana, en su acostumbrada rutina, fijaba un rostro estereotipado que miraba hacia el piso y desdeñaba que, a veces, esa mirada captada en la fotografía ya comenzaba a insinuarse.

La fotografía, al detener el destello fugaz de un instante, alcanza a quebrar la costumbre de ver, sacudiendo la pregnancia de la imagen que se tiene del autismo.

A partir de esta experiencia se impone una pregunta: ¿Qué sostiene la mirada de un sujeto en el preciso momento en que ve hacia la cámara y queda fotografiado?

El acostumbramiento de la imagen del "autismo"

Durante una visita aparentemente anodina a una institución en la que residen sujetos diagnosticados de retraso mental, psicosis, autismo, queda revelado que, a pesar de estar "acostumbrados a recibir visitas", como decía la maestra, no sólo reaccionaron sensibles a la extrañeza que suele despertar la aparición, en un espacio cotidiano, de alguien desconocido, sino que resintieron un impacto visible y directo en el cuerpo, recibido sin escudo de protección. Se detectó, de esta manera, ¡un error de procedencia en la costumbre de ver! La costumbre venía de otro lado.

Los autistas no disponen de la compañía de ninguna imagen que los proteja de la incursión abrupta de las novedades.

A pesar de que hoy la aplicación de los inventos de la ciencia tiene la pretensión de dominar el cuerpo y eliminar la muerte; no dejan de circunscribirse con marcas y con un frenesí de imágenes; la dimensión del cuerpo y la sexualidad inaccesible a los embates de la ciencia.

En la uniformidad globalizada y de vertiginosa incursión científica, inimaginable en los efectos para la vida cotidiana actual ¿las transformaciones en el cuerpo mismo, en su piel, en el tejido, en sus formas, ya sean artísticas o de cualquier otra índole promueven el acercamiento a una identidad sostenida con preponderancia en el Real del cuerpo?

Noviembre del 2001

Notas

1[1] Jacques Lacan, La angustia, seminario oral, 9 de enero de 1963.

2[2] Jacques Lacan, La Identificación, seminario oral, 2 de mayo de 1962.

3[3] Jacques Lacan, Problemas cruciales para el psicoanálisis, seminario oral, 17 de marzo de 1965.

4[4] Jacques Lacan, Cuatro conceptos fundamentales, seminario oral, 22 de enero de 1964.

5[5] Jacques Lacan, Problemas cruciales, op. cit.

6[6] Jacques Lacan, La Identificación, sesión l 2 de mayo de 1962.

7[7] De la enseñanza de Robert Fliess en Silence and Verbalization, Lacan destaca el valor de un silencio en función del objeto parcial ante "la presencia próxima en el juego de la palabra de lo que es indistinguible de la pulsión". Problemas cruciales, op. cit. El silencio propiciatorio de la palabra en un psicoanálisis es una práctica compartida con el budismo.

8[8] En algunos pasajes de este texto se despliega que, la presencia en cuerpo necesaria o como condición, no es privativa de las psicosis.

9[9] Piera Castoriadis Aulagnier llamó la atención sobre esta actividad de identificación en su intervención del 2 de mayo de 1962 durante el seminario de J. Lacan. En la presentación de un seguimiento, en un caso con diagnóstico de paranoia, la suposición de un cuerpo imaginariamente unificado recaía en el psicoanalista; pues esa suposición se daba en la singularidad de la relación transferencial organizada por la "atracción física" (presentación a cargo de Inés Emilse Ramos, 29 de marzo del 2001 en el espacio de "Intersecciones Clínicas", 3º piso, Hospital Fray Bernardino Álvarez) ¡Un caso en que la suposición transferencial se sustenta en la imagen corporal y no en el saber; es decir, en la articulación Imaginario-Real y no en la del Imaginario-Simbólico!

10[10] Cuando se entra a un pabellón de un psiquiátrico, quienes más o menos transitoriamente lo habitan, evocan la imagen de una sala de espera.

11[11] J. Lacan La Identificación. Seminario del 2 de mayo de 1962.

12[12] Ibíd.

13[13] Jacques Lacan, Los escritos técnicos de Freud y su actualidad, seminario oral, 17 de febrero de 1954.

14[14] Melanie Klein, La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo. Obras Completas II, Piadós-Hormé, Buenos Aires, 1990, pp. 226-227.

15[15] Ibíd., p. 228.

16[16] Ibíd., p.229

17[17] Jacques Lacan. La Identificación, seminario oral 2 de mayo de 1962. Intervención de Piera Aulagnier.

18[18] Melanie Klein. Op. cit., p.228.

19[19] Frances Tustin, en Austismo y psicosis infantil, Piados, 1984, pp. 70-71, señala que en algunas instituciones los niños, en sus primeros meses de edad eran alimentados y cuidados de acuerdo a normas estrictamente higiénicas, que los conducía a un estado tal que les provocaba la muerte.

20[20] La imprevista aparición de una x no deja de marcar el ingrediente sexual de esa secuencia.

21[21] Jacques Lacan, La identificación, op. cit.

22[22] Op. cit., p. 58. El subrayado es mío.

23[23] Piera Castoriadis-Aulagnier, La estructura psicótica. Psicoanálisis de la Psicosis. Carpeta de psicoanálisis 1. Letra Viva, Buenos Aires, 1978, pp. 135-136.

24[24] Melanie Klein, op cit., p. 233.

25[25] Ibíd., pp. 225 y 237 Los psicoanalistas en que se apoya: Ferenczi. Abraham, Jones Sigmund Freud.

26[26] Ralf Konersmann, La reproducción prohibida, Siglo XXI, 1996, México. pp. 19 y 29.

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