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Una metáfora célebre de Rabelais

Isabel Ortigoza Capetillo

En el "Seminario Lacan a la letra", con Julio Ortega, hemos estamos leyendo dentro de los Escritos de Lacan, el texto "Función y campo de la palabra". Hallamos aquí al Lacan de los años 50º en ocasión de la primera escisión del movimiento psicoanalítico francés, cuando Lacan introduce la proposición el inconsciente estructurado como un lenguaje y cuando elabora la distinción de lo real, lo imaginario y lo simbólico. Siendo en estos años, la categoría de lo simbólico la que es privilegiada para replantear la dimensión esencial de la experiencia analítica.

En este trabajo se hará referencia a la segunda parte del texto: "Símbolo y lenguaje como estructura y límite del campo psicoanalítico: Aquí Lacan a propósito del cuestionamiento que hace sobre del ego o de la técnica de análisis de las defensas, nos dice, que el sujeto no es el yo. Lacan en ésta época, se está planteando la necesidad de situar topológicamente dónde está el inconsciente... estructurado como un lenguaje. Y lo hace releyendo los textos fundadores del psicoanálisis. Y dice está en el sueño, lapsus, chiste, síntoma, etc. como formaciones del inconsciente que dependen del sujeto y no del yo como algunos creían. El sujeto no es el yo, el sujeto depende de lo simbólico y el yo se ubica en relación a lo imaginario.

Dirá: "el descubrimiento de Freud es el del campo de las incidencias, en la naturaleza del hombre, de sus relaciones con el orden simbólico, y el escalonamiento de su sentido hasta las instancias más radicales de la simbolización en el ser. Desconocerlo es condenar al descubrimiento al olvido, la experiencia a la ruina". (1)

En estos años, Lacan además de hacer una nueva lectura de "La Interpretación de los sueños", lee la lingüística de Saussure, lee a Hegel, Heidegger y la antropología social de Lévi-Strauss y nos habla entonces del sujeto como un sujeto del inconsciente; No de un sujeto absoluto, de un sujeto-unidad, sino de un sujeto incompleto, dividido. No de un individuo, porque éste sería indivisible, y el sujeto está escindido, no existe sin el otro. El sujeto dirá Lacan es en esencia lenguaje, depende del lenguaje, el lenguaje lo precede, lo determina, dividiéndolo en su estructura misma, enajenándolo y sujetándolo.

En ese sujeto que habla, en su discurso, está el sujeto de la verdad; Es en la palabra del paciente donde está ese llamado a la verdad. Es aquí donde propone, que el psicoanálisis, retornando a Freud, deberá recuperar su espacio.

En la segunda parte del texto, Lacan se refiere al registro de lo simbólico y señala: el hombre habla y es así porque el símbolo lo ha hecho hombre.

Para demostrarlo Lacan recurre al genio freudiano, el juego del "fort" y "da". Desaparecer y aparecer el carrete era el placer del juego. Freud veía en ese juego incansable del niño, el manejo simbólico de la ausencia de la madre y Lacan percibe la función de la ausencia y presencia propia del símbolo.

Replantea la cuestión, desde el campo de las alianzas. Piensa con Lévi-Strauss y nos dice que la vida de los grupos naturales que constituyen una comunidad está sometida a las reglas de la alianza, ordenando el sentido en que se opera el intercambio de las mujeres y a las prestaciones recíprocas que la alianza determina.

La alianza está presidida por un orden preferencial cuya ley que implica los nombres de parentesco, es para el grupo, como para el lenguaje, imperativo en sus formas e inconsciente en su estructura.

El sujeto vive bajo una ley, sin libertad de elección, y determinado en las estructuras complejas de alianza. Es la ley primordial quien regula la alianza y sobrepasa el reino de la cultura al reino de la naturaleza entregado a la ley del apareamiento.

La prohibición del incesto, dirá Lacan, es un pivote subjetivo y el Nombre del Padre, el sostén de la función simbólica que lo identifica como figura de la ley. Para mostrarnos esta virtud del Verbo que perpetúa el movimiento de la Gran deuda. Lacan hace referencia a una metáfora célebre tomada de Gargantúa y Pantagruel.

Me parece interesante seguir el sesgo de esta referencia e ir a Rabelais, con la idea de acercarme a la bibliografía que utiliza Lacan para elaborar sus conceptos fundamentales.

Rabelais, imbuído del espíritu humanista escribe en un lenguaje carnavalesco y en un estilo realista, grotesco y lleno de comicidad un texto que no solo parodia el modelo, patrón y sostén en que se organiza el mundo, sino que cuestiona, y se burla de los vínculos sociales y de la verdad oficial de la época, creando así, la posibilidad de la formación de un hombre nuevo.

Lacan se refiere inicialmente a los capítulos III y IV del libro III: "Cómo alabó Panurgo a los usureros y acreedores" y "Continuación del discurso de Panurgo en alabanza de los prestamistas". Panurgo, ante la pregunta de Pantagruel: ¿Cúando os veréis libre de deudas?, contesta haciendo referencia a cómo su mundo esta arreglado en base a los vínculos entre acreedores y deudores: Tener deudas, es una virtud, un gozo y una pasión. "¡Un mundo sin deudas! En él los astros no tendrían curso regular... Júpiter, no conceptuándose deudor de Saturno, lo despojaría de su esfera, y con su cadena homérica suspendería todas las inteligencias; dioses, ciclos, demonios, genios, héroes, diablos, tierra, mar... El sol no brillaría sobre la tierra, la luna permanecería sangrienta y temblorosa... De la tierra no nacería el agua; el agua no se trasmutaría en aire, ni el aire en fuego, ni el fuego desearía la tierra; ésta no produciría más que monstruos, titanes... Si en éste mundo nadie presta se convertirá en una perrera... Los hombres no cambiaran el saludo... desaparecerán la fe, la esperanza y la caridad... Pensaríamos que Pandora había derramado su botella. Los hombres serán lobos de los hombres". (2)

Con arreglo a éste patrón, también Panurgo ve organizado el mundo interior del hombre: "la cabeza no querrá prestar la vista de sus ojos para guiar los pies y las manos... El corazón se enfadará... El pulmón le negará su soplo... El hígado no le dará sangre... El cerebro negará sensibilidad a los nervios..." En suma, que si el mundo se hace tan mezquino y nada se debe y nada se presta, veréis una conspiración más perniciosa que todas las que ha figurado Esopo en sus apólogos" (3).

No se trata aquí, de otra cosa, sino de un mundo de palabras, de símbolos que organiza el mundo de las cosas. Que organiza, los vínculos, las alianzas, envolviendo la vida del hombre en una red, un destino, un sentido al que se adviene, aún antes de nacer.

En el libro IV, capítulo IX, Rabelais, relata lo que encontró Pantagruel al llegar a la isla de las alianzas. Allí, todos sus habitantes son parientes y aliados. Estos vínculos eran de naturaleza muy extraña, porque siendo todos parientes y aliados unos de otros, encontramos que nadie era padre ni madre, hermano ni hermana, tío o tía, primo ni prima, yerno ni suegro, padrino ni madrina, etc.

"El parentesco y alianza consistía en que si uno llamaba a una mujer mi flaca, la mujer le llamaba mi marsuino... Uno... decía a una joven... mi rascador... y ella contestaba... mi leonardo. Otro saludó a su pequeña, diciéndole: Adiós, mi oficina, y ella contestó: Adíós, mi pleito". (4)

Otras alianzas eran: hacha y mango, colchón y colcha, leña y fogón, tortilla y huevos, zueco y zapatilla, piel de cerdo y tocino, buena cara y mal juego, semen y pedo, etc.

Nos muestra aquí Rabelais, dice Lacan: El poder de la palabra. Si bien, la esencia del ser es lenguaje, el sujeto no es el amo, la lengua lo domina, lo rebasa, lo maneja, lo aliena. El sujeto es hablado, en esa habla esta la verdad del ser, está el hombre que el símbolo ha hecho.

Los símbolos trazan la vida del hombre, antes de nacer ya lo han escrito, delinean su cuerpo, redactan sus sueños, señalan sus vínculos amorosos, dictan sus actos... y también acaso imponen sus deseos.

Los símbolos, como los entiende el psicoanálisis, dice Ernest Jones (5), todos se refieren al cuerpo propio, a las relaciones de parentesco, al nacimiento, a la vida y a la muerte.

En estos aspectos están inscritos los signos y significantes que trazan al ser humano, constituyendo así su esencia. El cuerpo propio, signado genéticamente rebasa las posibilidades del individuo para crearse a sí mismo. Caracteres físicos, potencialidades requerimientos biológicos en sentido amplio lo limitan y condicionan, mostrándole la fragilidad del ser en términos de castración.

El nacimiento, las relaciones de parentesco, la vida y la muerte constituyen una dimensión histórica y simbólica que conforman al ser, de acuerdo al derecho que los padres tienen sobre sus vástagos. Las condiciones del nacimiento, el nombre propio, la aceptación ó rechazo del recién nacido, la función de madre y del padre, el lugar del hijo en la triáda edípica, la ley, las prohibiciones, el orden, en fin, la historia de vida del sujeto tal como él la vivencia y tal como la reconstruye en el análisis no como una verdad histórica a hallar, sino como La verdad del sujeto acerca de un pasado que lo constituye y que marca el presente con sus efectos.

El sujeto participa inconscientemente en su inscripción al orden de lo simbólico. Así lo demuestra la experiencia analítica, cuando el analizante mismo verifica esos efectos simbólicos en su propia existencia. La ley del incesto, ley primordial, ley del lenguaje, regula la alianza, simbolizando lo que hay de natural en el hombre. Pivote de la estructura edípica, estructura al sujeto, marca los límites de la subjetividad, instituye también el orden de las preferencias y de los tabúes que organizan las identificaciones, lazos, nudos simbólicos, por los cuales justamente el hombre se hace hombre.

En este sentido, lo que esta en juego en un psicoanálisis es el advenimiento en el sujeto de ese deseo, que exige ser reconocido, y de la poca realidad del mismo por lo que le debe al símbolo. Detrás de ese deseo hay un otro, un deseo del Otro como una deuda simbólica a la que no se tiene escape. Y es a pagar, con el deseo insatisfecho, la obsesión, fobia, angustia, fantasía, odio, delirio, el goce perverso, etc. Todos ellos síntomas, marcas de lo indecible, del goce del Otro; síntomas donde se recrean los conflictos del universo simbólico del ser. Deudas a pagar, diría Shakespeare, con una libra de carne.

Lacan retorna a Freud haciéndonos reconocer su mérito cuando evoca al símbolo en el sueño, cual piedra Rosetta cuyas resonancias semánticas, liberan la palabra del sujeto y lo introducen en el lenguaje de su deseo. Por esta vía, el psicoanálisis con Lacan, en los años 50 define su espacio, privilegiando en ese entonces, el registro de lo simbólico.

BIBLIOGRAFÍA.

1. Lacan, Jacques: "Función y campo de la palabra", en Escritos, Edit.Siglo XXI, México 1971, pág. 264.

2. Rabelais: Gargantúa y Pantagruel, Edit. Porrúa, México 1990, pág.177-179.

3. Ibidem: Rabelais, pág. 177-179.

4. Ibidem: Rabelais, pág. 299-302.

5. Ibidem, Lacan, pág. 283.

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