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La palabra es .... cuerpo

María Isabel Ortigoza Capetillo

La palabra es el único camino para hallar la verdad del propio deseo. Desde sus inicios, el psicoanálisis lo ha dicho. Son casi cien años de la Interpretación de los sueños, en que el genio vienés crea un inédito, una teoría y una práctica que habría de plantear una mirada distinta al quehacer científico sobre la pregunta por el sujeto, su locura, la verdad y su cura.

Es en el sueño, como relato donde Freud ve el camino, la vía regia para estudiar el inconsciente. Se trata de un texto que deja escapar en su juego metafórico y metonímico un saber sobre la verdad del sujeto. Es un discurso logrado aún no liberado, que dice con símbolos, palabras, el deseo del soñante.

Es cuestión de lenguaje, insistirá Lacan en l953 continuando a Freud, hace de esto, casi también medio siglo. En esos años, se compartía la interpretación común cayendo en descrédito la técnica que Lacan retomaría haciendo- a propósito- un corte, en el discurso de la época. Se interrumpe el discurso analítico, no sin polémicas, poniendo en entredicho la práctica tradicional inaugurándose así el rasgo distintivo del psicoanálisis lacaniano. Lacan puntúa y el proceder psicoanalítico se renueva . El discurso freudiano dice "mucho más". El sentido se retoma y el lenguaje comienza a ocupar la posición central que en adelante conservará en la obra lacaniana.

Lacan dice en estos años:

¿De qué se trata en un análisis? Es cuestión de palabras. El psicoanálisis señaló Lacan, no tiene sino un médium: la palabra del paciente. Un sujeto se dirige a otro, y el medio para hacer lazo -un lazo otro- es la palabra. Más no se trata exactamente de cualquier palabra. Analista y analizante están posicionados en relación con ellas, aunque ambos no ocupan el mismo lugar.

Hay un solo tipo particular de palabra que es la clave de esa verdad, una palabra sin control consciente conocida como asociación libre, que es emitida y evocada de un paciente que se dirige a otro para ser reconocido como sujeto.

El paciente habla y se produce una cadena de discurso. El analista interviene también con su palabra puntuando la cadena significante para producir "un sentido". Ambos se enfrentan a una palabra del paciente para descifrarla, para liberar esa palabra amordazada y latente en el síntoma, para hacer advenir la verdad del sujeto. Analizarse es como viajar por el mundo de las palabras propias que nos introducen en el laberinto horroroso y placentero del deseo inconsciente, en cuya salida se vislumbra el rostro del enigma.

Ha dicho Nietzsche, "el camino hacia el propio cielo siempre atraviesa la voluptuosidad del infierno propio". En el análisis hay posibilidad de salir de él. El puente por el que cada cual va a atravesar el río de la vida está hecho de lenguaje. El símbolo ha creado al hombre, de esto da fe Lacan en el excepcional texto presentado en Roma en l953.

En el análisis, el sujeto construye ese puente en un trabajo personal, subjetivo, original y extraño donde otro, el analista conduce, acompaña y ayuda.

"la palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero cuerpo. Las palabras están atrapadas en todas las imágenes corporales que cautivan al sujeto, pueden preñar a la histérica, identificarse con el objeto del penis-neid. Representar el flujo de la orina de la ambición uretral o el excremento retenido del gozo avaricioso".

¿Qué nos está diciendo Lacan en estos momentos de su elaboración teórica?. Resumamos:

• Hay palabras, letras, atrapadas en las imágenes que complacen al sujeto, retornan, se repite, e insisten constantemente en inscribirse en la vida del sujeto. Freud observó en el caso del hombre de los lobos que la letra, sin sentido ( V ) reaparecía en muchos disfraces en la vida del paciente, marcando un destino.

La palabra dentro del análisis, es entonces leída a la letra desde la propuesta - el inconsciente estructurado como un lenguaje- como el punto de retorno a Freud y el inicio de la elaboración lacaniana. Si bien el objeto a que Lacan llamó su descubrimiento, exige pensar que en el campo de la experiencia psicoanalítica no todo es significante, tendríamos que intentar vislumbrar aquí que de acuerdo en la última cita presentada, Lacan ya esta diciendo además que en la palabra dicha por el paciente está presente su concepción dimensional de los tres registros, lo imaginario, lo simbólico y también lo real anudados en el habla de la que pende el sujeto, palabras que tendrían que leerse dentro de esas tres órdenes independientes necesarias para comprender la técnica y experiencia analítica.

Cuando el paciente habla, cuando el analista interpreta ¿qué se juega?, ¿qué lugar tiene la palabra del paciente y la del analista?. De esto se tratará en los siguientes apartados.

 

LA PALABRA DEL PACIENTE.

En el análisis ante la propuesta de suprimir la selección voluntaria de los pensamientos a cambio de decir todo lo que se le ocurra, el paciente habla para contar, evocar, demandar y preguntarse fundamentalmente.

Habla para demandar a través de su palabra una respuesta del otro a la pregunta por el sujeto. Se dirige al analista y cuenta una historia sobre sus síntomas, miedos, angustias dudas, sueños, locuras, fantasías, frustraciones, recuerdos, ... cuenta su vida. Habla de la muerte , la sexualidad, el deseo, habla para hacerse reconocer como sujeto:

"Lo que busco en la palabra es la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto es mi pregunta. Para hacerme reconocer del otro, no profiero lo que fue sino con vistas a lo que será. Para encontrarlo, lo llamo con un nombre que él debe asumir ó rechazar para responderme".

Cuando nos referimos a la palabra del paciente estamos considerando todo lo que el paciente dice o no dice. Él emite una cadena discursiva muchas veces fallida, cierta o embustera, con olvidos, suspiros, silencios, actos, etc. En ese lenguaje, contando su historia, él se identifica se pierde en ella como un objeto y se reconoce como sujeto en esa historia, para historizarse:

"Lo que se realiza en mi historia no es el pretérito definido de lo que fue, puesto que ya no es, ni siquiera el perfecto de lo que ha sido en lo que yo soy, sino el futuro anterior de lo que yo habré sido para lo que estoy llegando a hacer."

No se trata tampoco de cualquier historia, fidedigna o no, sino de la historia que construye el sujeto. Esta historia es la que interesa al psicoanálisis. Hay que olvidarse del síntoma si se quiere curar. El síntoma tiene para el analista un sentido estrictamente subjetivo. Él no lo considera como indicativo de una enfermedad, como elemento o rasgo diagnóstico que ofrezca la posibilidad de encuadrar al paciente en alguna de las clasificaciones conocidas. El síntoma está vinculado con lo que es el sujeto, "Es un bien del sujeto y para el sujeto." Sólo se constituye porque no habría manera de que el sujeto sobreviviese frente a una representación insoportable, es una salida de salud, momentánea, precaria, que garantiza cierto orden de el sujeto.

Además, el paciente goza con su síntoma, produce un goce como una manera perversa, desviada que tiene para provocarse placer. El síntoma dirá Lacan en 1963, a diferencia del acting out, no reclama interpretación, no es en sí mismo un llamado al Otro, sino un puro goce que no se dirige a nadie.

En el seminario del 18 de febrero de 1975, Lacan dice que "el síntoma sólo puede definirse como el modo en que cada sujeto goza del inconsciente, en la medida en que el inconsciente lo determina". Entonces, en vez de centrar la atención en el síntoma, como un mensaje a descifrar, de resolver en un análisis, o de exigir la "disolución" analítica, la tarea del análisis será en este aspecto llevar a la identificación con el síntoma, ya que el síntoma es lo que le "permite vivir" al paciente proporcionándole una relación singular con el goce.

Si el analista quiere curar, será mejor olvidar el síntoma y fortalecer la escucha; a través de la palabra del paciente, una y otra vez, se va a producir el material que mueva al paciente del lugar del síntoma, se rescribirá la historia del sujeto y se moverá la estructura subjetiva.

¿Cómo es posible? El paciente se dirige a otro, que ha elegido y le ha asignado el lugar de analista y al que le confiere la capacidad y responsabilidad para la función subjetivante. Le habla, y se pregunta convocando a la verdad. Él la ignora, por eso pregunta aludiendo al lugar de la verdad. Hay en la palabra un llamado a esa verdad en presencia del analista. Él está ahí como presencia que convoca a hablar. El paciente habla "para él", sueña, hace poesía, nombra la falta, cita al vacío.

El analista se constituye en testigo de las pasiones, en confidente de los secretos, en un espejo que devuelve al paciente en imagen invertida, en mirada también devuelta, en oído, en escriba que registra las texturas de la historia contada, de las redes simbólicas de que pende el sujeto, de las imagos, del texto del cuerpo donde la palabra opera como un salmo.

El paciente habla y en esa palabra restituida, se mira, se oye, se identifica y se compromete con ella. Se ve ahí alienado, determinado, sujetado, rebasado, endeudado, disociado... se ve como un objeto en una historia sin tiempo, como un yo que va develando sus atavíos, que va atando cabos y desatando nudos sobre su propia vida, que va desplazando el síntoma, simbolizando su dolor, definiendo un lugar en su historia cada vez con más memoria y comprensión.

A través de esa palabra, evocada una y otra vez el sujeto rescribe su vida, la historia de sufrimiento deja de sostenerse y se produce otra con menos fracturas y nuevas lecturas acerca de su vida. Es en la palabra, de esta manera, como el paciente se llega a reconocer verdaderamente como sujeto de deseo, sujeto de la verdad, sujeto ahora capaz de contarse esa historia, de historizarse y de hacer historia.

 

PALABRA DE ANALISTA.

El analista es el hombre a quien se habla y a quien se habla libremente.( ) Ante la palabra del paciente, su pregunta, su demanda, él escucha y puntúa. Da a la palabra del sujeto su puntuación. Puntúa, corta, escande el discurso. A veces interpreta o construye; más bien lee la palabra del analizante como si fuera un texto tomándolo literalmente (prendre à la lettre). Presta atención a los rasgos formales del lenguaje, a los significantes y no se preocupa fundamentalmente por comprender imaginariamente el contenido, ni concentrarse en cierto sentido o en la significación. Juega con la homofonía o la retórica o el equívoco etc. La palabra del analista tiene un función simbolizante, no se apunta sino a transformar al sujeto al que se dirige en virtud del lazo transferencial, introduciendo un efecto de significante. La palabra del analista en este sentido, inviste al destinatario con una realidad nueva, el paciente se pone a sí mismo el sello de sujeto.

No es una palabra que informa, o que esta emitida dentro de la estructura de la comunicación. Cuando se comunica algo, en realidad, el que recibe el mensaje entiende lo que quiere, la respuesta del otro viene al lugar de los que él esperaba. Al respecto dice Lacan: "el lenguaje humano consistiría pues una comunicación donde el emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida" . Cuando el paciente habla hace una pregunta, ésta incluye ya subjetivamente la respuesta, el analizante recibe del analista su propio mensaje, imagen, pregunta-respuesta, en forma invertida.

¿De qué manera? No es cuestión únicamente de estrategia, hay dirección de la cura. Cuando el analista puntúa la cadena significante en el discurso emitido lo que sucede es que se produce un sentido, se crea la ilusión de un sentido fijo. Lacan introduce en el Seminario sobre la psicosis la expresión francesa point de capiton par explicar que a pesar del deslizamiento continuo del significado por debajo del significante hay ciertos "puntos de fijación" entre el significado y el significante, donde el deslizamiento se detiene temporalmente. Como los lugares, las puntadas que hacer la aguja del colchonero que ha trabajado para impedir que una masa informe del material del relleno se mueva libremente.

Cuando el analista puntúa, en la cadena significante se produce la ilusión necesaria de un sentido fijo. La comunicación es siempre un efecto retroactivo de la puntuación. Sólo cuando la oración se ha completado queda retroactivamente determinado el sentido de las primera palabras. Al puntuar el discurso del analizante de una manera inesperada, el analista puede alterar retrospectivamente el sentido deliberado de la palabra del paciente, así el analizante se percata que dice más de lo que piensa que dice.

La palabra emitida dentro de la dirección de la cura tiene el poder especial de la cura, la condición para que el tratamiento funcione es la transferencia. En este contexto, la palabra del analista, puntuando ese discurso, invita a evocar, reflexionar, elaborar, desmitificar, rescribir... la palabra es cuerpo, transforma al sujeto al que se dirige, lo inviste de una realidad diferente, de una mirada al propio cuerpo, al síntoma, al sufrimiento, a la locura, a la enfermedad bajo una nueva luz. El paciente al recibir su propio mensaje invertido se subjetiviza.

 

LA DIMENSION DE LA PALABRA.

En esta última parte del presente trabajo se tratará de retomar algunos puntos que Lacan ya está trabajando en estos años y que nos ampliará la perspectiva de la dimensión de la palabra en el psicoanálisis.

En el Seminario del l6 de enero de l957, Lacan trabaja el texto Pegan a un niño y la joven homosexual y hace referencia, además de lo imaginario y simbólico en la palabra, de algo real, mismos aspectos que me parecen importantes para trabajar las expresión lacaniana ya citada y motivo de este texto.

Para explicar el mecanismo de la perversión retoma una frase en la que Freud centró la atención y utiliza como título de su trabajo sobre las perversiones sexuales. " Pegan a un niño", a propósito no es cualquier expresión, es extraída directamente del paciente cuando habla de sus fantasmas. No fue una frase aparecida en la experiencia misma, fue un objeto de construcción de Freud, donde lee el elemento fantasmático y dice que lo encontrado no está en armonía con el resto de la neurosis:

"Es verdad que el médico analista, siempre que debe confesarse que esas fantasías las más de las veces permanece apartadas del restante contenido de la neurosis y no ocupan un sitio legítimo dentro de su ensambladura, siente la sospecha de que el problema no ha quedado resuelto con ello".

¿De qué se trata? Dice Freud, de fantasías separadas del síntoma, de la patología, sin sitio definido en la estructura. Lacan dirá que es evidentemente sorprendente que hay en el análisis toda una parte de lo real en los sujetos que precisamente se nos escapa.

Freud se refiere a la segunda fase de la fantasía de paliza: "Yo soy azotado por el padre" como la más importante y grávida en consecuencias, con existencia real , no recordada y como una construcción necesaria en el análisis debido a la fugacidad característica de esta etapa. Se trata de una fórmula notable por su imprecisión:

"Se trata de formular estos fantasmas, no sólo presentan a menudo grandes dificultades sino que además les produce una aversión considerable, repugnancia, culpabilidad. La diferencia que hay entre el uso fantasmático o imaginario de éstas imágenes y su formulación hablada, por su propia naturaleza ya es como para hacernos aguzar el oído. Este comportamiento del sujeto es ya una señal que marca un límite."

Lacan hace ya referencia a lo que será su teoría sobre el fantasma Dirá que el primer fantasma aparece vinculado la historia del sujeto, esta formulado y tiene una organización, un estructura que le da un "sentido", el segundo presenta una situación ambigua y en el tercer tiempo el sujeto se ve reducido a su punto más extremo, situación desubjetivada que es la del fantasma terminal. Lacan lo explica así :

"La relación imaginaria, más o menos fantasmatizada, se inscribe entre la máxima a-a' de la relación, más o menos marcada por la especularidad y la reciprocidad entre el yo y el otro. Pero aquí nos encontramos ante un elemento situado en la línea S - A, a saber una palabra consciente que ha habido que encontrar mediante todas los artificios de la transferencia".

Algo está excluido que no está presente en la neurosis , se manifiesta en los síntomas constituyentes y se encuentra en un elemento del cuadro que es el fantasma. Este contiene el testimonio de los elementos significantes de la palabra articulada en el lugar del Otro, donde se articula la palabra inconsciente "el sujeto como palabra que es, como historia, memoria, estructura articulada".

Señala Lacan que hay una reducción simbólica que ha eliminado la estructura subjetiva de la situación para dejar un residuo completamente desubjetivado, enigmático, que conserva toda la carga de lo que en el Otro constituye la estructura articulada en la cual el sujeto está implicado. Algo de lo real en la experiencia analítica está aquí como un real en lo simbólico que no puede modificarse, algo instantáneo, detenido en un recurso pantalla. En l966, Lacan señalará que el fantasma es un axioma, lo que en el sistema lógico no cambia.

Resumiendo diré que se trata en el análisis, de palabras, emitidas por el sujeto, dentro de la situación transferencial, inscritas con relación a las nociones fundamentales de lo imaginario, simbólico y real que al ser escuchadas, formuladas y recibidas en un mensaje dirigido del Otro en forma invertida, pasan de nuevo al paciente, atravesándolo y haciéndolo sujeto.

Este recorrido final, me permite pensar la dimensión de la palabra en la clínica psicoanalítica en una perspectiva más amplia que traza el camino que desde estos años Lacan tiene presente aun privilegiando en estos momentos de su elaboración la teoría del significante. Hay algo real en la palabra para el sujeto en la experiencia analítica, un significante que marca lo real, un cuerpo marcado en el que algo se pierde, queda un resto, por la inscripción de ese sujeto con el significante. Hay un movimiento en la posición del sujeto con relación a su goce, se pierde, ya no es el mismo goce que habitaba el sujeto.

Habrá que mencionar que hay aquí una concepción de lo real como un resto que cae, como algo peculiar en éstos años.

El lenguaje es cuerpo sutil, pero cuerpo, también podría leerse haciendo referencia desde el énfasis que Lacan ha trabajado en estos momentos con relación a la imagen, misma que se refiere al cuerpo. El sujeto es ante todo cuerpo, se constituye a partir del descubrimiento del cuerpo, no de manera natural sino íntimamente relacionado con la imagen.

Es en las tres dimensiones, de lo imaginario, lo simbólico y lo real como diría Lacan los registros esenciales de la realidad humana, de la estructura esencial del sujeto a los que en el año de l975, añadirá el síntoma como cuarto anillo a la triáda, desde donde debe concebirse la cuestión de la palabra en la clínica analítica, como palabras que tocan, anudan y desanudan esos nudos que amenazan constantemente por caer.

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