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Revista temática de carácter independiente

Para presentar a Nadja 7 – Escrituras de la modernidad

Una pequeña política de nombres
(Texto leído durante la Presentación de la revista el Martes 10 de Agosto de 2004,
en el Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires)

Perla Sneh

Presentar se me antoja un verbo excesivo si hablamos de una revista. Mejor digamos apuntar, subrayar algún tramo de una lectura demorada, azarosa y nunca exhaustiva. Disponerse a la ojeada, decía el recordado Guillermo Koop en otra revista.

En ésta, esa disposición se modula de entrada en los énfasis de una mínima política editorial (p9): la perplejidad como valor irrenunciable -tanto más cuanto potenciada sea por el campamento (Murena, Mattoni pp. )-, la revista como género pero más aún como habla amistosa –enhebrado de amicitia y cautela, que también puede ser "comunismo espiritual" (Vernick, p 15), conciencia de separación definitiva, diálogo en acto (pp. Idem 16)-, la revista como hospitalidad de plurales transferencias, como difícil distancia con la ilusión de la masa, con la escritura esclavizada al tormento monográfico, con el matonismo binario (pp. 159), con el inconmensurable poder de la ambigüedad moderna. Pero la modernidad es aquí escritura, conjura de palabras en inminencia de revuelta (Siganevich, pp.55), palabra acallada y proliferada en voces que se pierden. Palabras nunca del todo dichas que insisten en dos modos que llaman mi atención: los amigos (Bianchi, Vernick, et al.) y los monstruos (Siganevich, Mattoni).

En el reguero de esa insistencia Nadja vuelve sobre el nombre –como hallazgo de una paternidad en un registro menos tonto (p.11)- demorándose, incluso, en nombrar a otros - Conjetural, Grumo, Aquenó, la misma Nombres (p11)- como pequeño rito íntimo de un encuentro siempre amenazado. Porque amenazas no faltan en nuestro campamento.

Así y todo, Nadja se empecina en conversar en este raro bar de letras, esta posada babélica, donde se cruzan el latín de Ramón Alcalde con el idish de Sholem Aleijem, el alemán de Hölderlein con los paraguayitos de Cucurto. (Se cruzan, digo, aún si ni siquiera se saluden.) Lenguas que asoman a la intemperie de un pensar sin referato pero no para hablar la erudición del cadáver, sino para retomar voces perdidas bajo los automatismos universitarios. Que ahí Nadja -pero también hay que decir Ricardo Bianchi- nombre a W. Benjamin no es casual: el lenguaje es nombre, y el nombre es -dice Bianchi- último bastión de resistencia. Nombrar es acá, entonces, ensayar modos de decir, tentar una retórica, eso que Alcalde define como "estética de la repetición de variación musical en que la misma melodía es planteada bajo un número muy amplio de formas".

Polifonía, entonces (y no digo eclecticismo). Y, aunque a veces los bronces suben en exceso, tampoco faltan resonancias y silencios, palabras que no siempre se entienden, pero acompañan. Palabras que no evitan albergar la violencia que los conceptos rechazan. Porque en nuestro campamento –disposición a la rapiña pero también situación filosófica (pp. Mattoni, pp77), en esto que puede pare cer Las Vegas (A. Fernández pp 157) pero huele a Cacodelfia, también suenan la blasfemia, el grito, la invectiva. Y alguna canción trasnochada que no es el tango hecho paquete de una cultura hecha mercado, sino melodía oscura silbada entre dientes, canción ronca, voz desafinada.

Ritmo que no lleva la elegancia del flanneur, sino el paso huérfano de quien sale a andar de noche. Y si digo huérfano no se me escapa que digo un modo de novela filiatoria. Nadja también puede nombrar la ocasión de echar una ojeada a esa novela. Leer será acá sostener en su interior una posición conflictiva.

En esa narración amistosa, en ese habla de amigos, ¿cómo conversar –si conversar- con una enemistad –voz, nombre, texto- que, aún en el rechazo, no deja de hablarnos? Porque también eso hay. Pongamos por caso, Blanchot y Levinas. O, si quieren –pero ¿a quién le interesa?- Gálvez y Gerchunoff.

¿Cómo alojar en la reunión de los amigos la extraña conversación de los que rechazan elegir la misma mesa? ¿Cómo atender a los ecos de tan ásperas cercanías? ¿Cómo decir la afinidad improbable que retorna como tensión y límite en la afinidad electiva? 1

Quizás pueda leerse este horizonte en eso –lo inquietante- que Nadja reivindica hasta el propio nombre. Reivindicación –dicho sea de paso- que cuestiona su propia afirmación que reduce la política a política de masas (p.11). La cuestiona con una pequeña política de nombres.

Cabe, entonces, tentar otros: Pierre Boutang –católico, francés, monárquico, maurrasiano- conversando con George Steiner – judío, anglosajón, talmúdico y recalcitrante-. Boutang imagina ese diálogo como incesante, prolongado en el Purgatorio de una perenne extrañeza 2. Steiner intenta captar el modo en que "nos leemos recíprocamente 3". La amistad es aquí azar apenas sostenible de lo esencial, conversación con una voz inaccesible que, sin embargo, es presencia cardinal 4 -aun si rara- en la propia; turbulenta amistad del enemigo, lengua hablada en lo irreconciliable. Lengua que puede nombrar al amigo y al monstruo, lengua que resuena entre una singularidad hecha voz, cuerpo, mirada y una individualidad absoluta (Mattoni, p.80) empeñada en lo impersonal como tono (Siganevich, pp. ).

Políticas del nombre: genealogía y prontuario –dice Viñas 5- pero también seudónimo y epitafio, modos del acto y del crimen. Modulaciones de una pregunta por la transmisión entre los vivos y los muertos (Ritvo, p.173). Pregunta no menor ahora que los vivos ofrecemos a los muertos un "minuto de aplausos": ni silencio ni palabra, sino ruido apenas ritmado por una afasia rutilante.

Es en la lengua de esa transmisión, precisamente, que aparece la pregunta por la nación (Ritvo p.176), mamotrético y desvencijado término que, sin embargo, inquieta hasta la censura tanto a la ilustración globalizada como al culto de lo étnico.

¿Qué hacer con ese desgarro sin sutura, esa alegoría del nombre, esa aspiración a la totalidad, a una individualidad general y absoluta, pero que también quiere decir murmullo de agua y compulsión de lejanía, habla entrañable desdeñada por la sublimidad escolar (Juan pp.174)?

Pregunta política que es pregunta por el nombre: Murena y Arlt, Saer y Macedonio, pero también Tito Baratito y Máximo Carelli (pp.156); Nombres, pero también Tía Vicenta, situaciones de la lengua donde hay mersas, hay fusilados que viven, hay nombres que son "entes que no existen", hay una muerta maquillada que inventa nuestros relatos.

¿Qué hacer con tanto que hay?

Quizás ésta sea la pregunta que Nadja responde preguntando por el nombre. Entonces, pensándolo bien, presentar es más bien un verbo auspicioso si hablamos entre amigos. Les presento pues a Nadja, con su número cabalístico y su color amarillo, con sus –nuestros- amigos, sus –nuestros- monstruos, sus –nuestros- rechazos. Porque también el rechazo hace a las políticas del nombre.

Nadja es bitácora de un recorrido que no renuncia a la perplejidad. Quizás porque ésta no se confunde con el estupor, así como la desolación no se confunde con la desesperación (A Fernández, pp.160). En la incesante extrañeza de la conjura, Nadja hilvana palabras nunca del todo dichas entre amigos que están solos, como todos; una pequeña política, como silbar en la oscuridad, como no renunciar a los nombres.

Notas

1 Cfr. Boutang Steiner – Diálogos – Ediciones Destino, Barcelona, 1994.

2 Pp.

3 Pp.

4 En el sentido matemático, dice Steiner, de designar una relación a la unidad (pp. 29)

5 Entrevista (...)

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