Volver a la página principal de La Salamandra Presentación

Desde las profundidades ctónicas de la antigua Creta, ama de los fuegos que, asimismo, la nutrían, surgió la legendaria figura de la Salamandra. Animal mitológico de aspecto similar a una fusión entre serpiente y dragón, en cuyos vuelos -amenazantes y arrasadores- despedía llamas que destruían al paso todo mundo conocido.

Son realmente pocos, y de dudosa extracción documental, los datos sobre la Salamandra, pero casi todos los relatos hablan de su rara e infrecuente aparición ante la vista de los humanos, como la de una presencia devastadora, formas del mismo fuego, que acompañaba el movimiento de los volcanes. Pero de aquella destrucción, sin embargo, nacía lo nuevo; resurgía y se regeneraba la naturaleza en todas sus formas de vida.

Una de las más interesantes citas sobre la Salamandra, acaso la más antigua de las conocidas hasta hoy, la refiere como el espíritu elemental del fuego; "…criatura majestuosa de violenta belleza, más cercana a una serpiente de torso erguido, con dos extremidades terminadas en cuatro garras a forma de dedos, alas cortas, cola alargada afinándose hacia el extremo y cabeza dragontina, con lengua terminada punta de flecha…"

Como espíritu elemental del fuego, la Salamandra comparte y transporta su misma esencia. En efecto, el fuego da calor o quema, es inquieto, movedizo, restella, crepita, arde y se consume, causa placer o produce molestia. Expresa metafóricamente el devenir en las sociedades y sus valores culturales. En otro plano, representa el cambio en el conocimiento y en sus formas.

El fuego, elemento divino o sagrado, arjé o fundamento de todas las cosas, plasmado a veces como el centro de los credos religiosos y de las explicaciones mitológicas, se hunde en la lejanía de los tiempos.

Los mitos refieren a él desde espacios discursivos que actúan en diferentes escalas: tratando de explicar su adquisición por parte del hombre; o como componente fundante de la cultura; o como metáfora del recorrido del conocimiento (logos).

En tanto símbolo que representa el componente fundante de la cultura, se inscribe el mito de Prometeo, cuya falta cometida contra los dioses motiva la ira de Zéus, quien castiga a la humanidad ocultado el fuego. El robo del fuego, que es la segunda falta de Prometeo, lo muestra como un mediador entre la divinidad y los hombres: usurpador de un don privativo de los dioses, al tiempo que benefactor de la humanidad, al hacerla poseedora de la propia cultura. Así, el acto de Prometeo instaura un nuevo ordenamiento en el universo.

El robo, la usurpación, del fuego, puede verse también como expresión dramática de la conquista del conocimiento por parte del hombre.

Exsite un trasfondo común entre el conocimiento oculto que los hombres deben arrancar a la naturaleza y el arrancarle el fuego oculto a los dioses. Y, asimismo, un paralelo entre Prometeo y la Salamandra. En efecto, así como Prometeo se interna en el Olimpo para apropiarse del fuego, negado a los hombres por Zéus, y conducirlo al mundo para hacerlo explícito, la Salamandra lo rescata desde las profundidades y lo transporta hacia la superficie, al mundo conocido.

¿Entidad maravillosa de insaciable apetito por la destrucción?… ¿alma de la venganza que brota desde los tortuosos mundos enterrados debajo de la superficie, donde yace el vientre mismo de los fuegos de la salvación de una génesis profundamente ligada al elemento?…

La Salamandra… personaje de la mística dualidad forjada de cielos e infiernos, que, por momentos, podríamos pensar escondida en las alcantarillas de nuestras ciudades y pueblos, agazapada, esperando un signo divino para salir a nuestro mundo.

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Pueden escribirle y enviarle propuestas de artículos a
salamandra@psicomundo.com

Nora Albornoz
Lucía Pascarelli
Directoras de La Salamandra

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