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Número Aniversario (10 años!!) - Noviembre 2008

Sobre la concepción social del adulto mayor
Diferentes puntos de vista con respecto a la adultez mayor

Leticia Pulizzi
letip201076@hotmail.com

En el desarrollo del trabajo se utilizará el término adulto mayor. Éste es considerado incluyente de las denominaciones: tercera edad, mayores de 65 años, ancianos, viejos y gerontes, entre otras. Las mismas fueron construidas social y teóricamente a lo largo del tiempo, considerándose como edad social a la conjunción de diferentes factores como son la longevidad, la función que la sociedad le atribuye a las personas jóvenes y la función que se les asigna también las personas consideradas "viejas"

Pensar en el vocablo tercera edad implica una visión negativa de la vejez. Expresiones como población veterana, ancianidad y personas añosas también suelen utilizarse dentro de ese marco. De la misma manera, la denominación cuarta edad es una clasificación nueva, la cual se basa en las investigaciones gerontológicas más recientes que expresan el aumento de la expectativa de vida generalizada en las sociedades actuales. Tal clasificación introduce la diferenciación entre: ancianos que transitan la ancianidad temprana (tercera edad) y ancianos que transitan por una ancianidad tardía (cuarta edad).

En este punto es importante tener en cuenta las sistematizaciones conceptuales que llevan a comprender el término adulto mayor como un hiperónimo o término genérico de la misma especie que actúa como diferenciador de la conceptualización adultos jóvenes que comprende a las denominaciones antes tratadas, como afirman Yuni, Urbano y Arce en su libro"Discursos Sociales sobre le cuerpo, la estética y el envejecimiento" (2006)

La adultez mayor, en muchos casos, no es vista como un período por el que los individuos en algún momento de sus vidas transitarán. Hoy parece no ser importante poner este hecho en consideración por la mayoría de las personas, reflexionadas en general jóvenes –entre 16 y 40 años de edad-

El elixir de la vida contenido en las recetas del buen vivir: caminar, hacer gimnasia, tomar mucha agua, comer sano, no estresarse, no preocuparse demasiado, parece ser la respuesta para no llegar a la etapa de adultez mayor; o al menos no llegar como un "viejo", sino como un persona joven y vital. De ésta manera, la nominación adulto mayor cobra un significado socialmente cargado de connotaciones negativas, donde la utilización de términos peyorativos están basados en la desvalorización, desautorización y estigmatización de los adultos mayores.

Pero, lo cierto es que por más que se intente desvirtuar el paso del tiempo, la edad cronológica propiamente dicha, va más allá de cualquier receta o promoción de delgadez expuesta en los medios e internalizada en las mentes de las personas. El hecho real de llegar a esta etapa, implica una serie de contradicciones a las cuales el sujeto que envejece debe enfrentarse hoy:

  1. Más allá de cualquier cuidado físico y mental, el cuerpo se deteriora inevitablemente y
  2. Sufre un mayor deterioro en relación al desarrollo de la función o no función que el sujeto considera que tiene en la sociedad.

Si bien en otros tiempos el hecho de envejecer estaba ligado a la inscripción crono-biológica, la cual hacía visibles las huellas que el tiempo dejaba en el cuerpo. Hoy se proclama una reconsideración del cuerpo como valor personal y social, ello puede traducirse en el cuerpo como símbolo de alarde, de capacidad de consumo y de diferenciación. En este contexto, el cuerpo que envejece queda afuera, demandando nuevas clasificaciones culturales.

Según Yuni, Urbano y Arce, las significaciones actuales hacen eco de la ecuación: vejez-enfermedad-deterioro. Trilogía que se remedia a través de las ofertas que brinda la medicina de la mano de la tecnología. Los autores afirman: "Repromueve ‘operar’ sobre el envase corporal desde fuera, borrando toda huella que delate el paso de los años y con ello se desmaterializan las marcas que la erosión del tiempo han producido sobre la subjetividad" (2006:40)

De aquí surgen los discursos referentes a la existencia de diferentes modos de envejecer. Llegar a la adultez mayor de manera natural, es decir, asociada a atributos deficitarios propios del envejecimiento o llegar en "buen estado", es decir, siendo el individuo activo sobre su cuerpo y su imagen. El último tipo de discursos suele encontrarse tanto en textos publicitarios como en revistas de temas de salud y tienen por función la extensión del concepto retardando el envejecimiento. Aquí, ya en escena la industria cosmética, la medicina y la estética, aparecen dispuestas a disimular los efectos del tan resistido envejecimiento.

De acuerdo a lo trabajado con anterioridad se hace a continuación una distinción entre, lo que se comprende por Edad Cronológica, por Edad basada en la Funcionalidad y Edad fundada en lo que se denomina Etapas de la Vida

Tres tipos de consideraciones con respecto a la edad

Edad Cronológica

Para Yuni, Urbano y Arce 1, la edad cronológica es un dato biológico socialmente manipulable y por lo tanto capaz de adquirir nuevos significados. El nombramiento del proceso del envejecimiento se convierte entonces en un sitio de luchas y conflictos, donde se plantea la necesidad de determinación de la mayor o menor posibilidad de oportunidades de los adultos mayores como generación temporal. Tales luchas, generan constantemente nuevas imágenes culturales, que casi siempre van de la mano de los estereotipos socialmente definidos.

Afirman los autores antecedentes, que los conceptos tradicionales para denominar la adultez mayor como una etapa de la vida (tercera edad, vejez) dejan de tener un significado único. Así es como éstos comienzan a ser resistidos por los mismos individuos que transitan por la última etapa de sus vidas.

Correspondientemente, se considera a todos los individuos que fueron nacidos en una misma época y que comparten una equivalente edad cronológica adultos mayores. La misma, es sólo una categorización como las demás clasificaciones existentes con respecto a las restantes edades de la existencia humana– niños, jóvenes, adultos jóvenes, adultos maduros-

De ésta forma, se puede analizar que, por más que compartan la misma franja etárea, la manera en que cada individuo llega a la madurez está condicionada por una infinita cantidad de factores. Entre ellos caben señalar: enfermedades, historia de vida, desempeño laboral, desempeño familiar, etc.

Durante muchos años y hasta la actualidad, la edad de referencia para establecer cuales sujetos son considerados mayores y cuales aún no, son los 65 años, es decir, cuando finaliza el ciclo formal laboral y los individuos se jubilan.

Asimismo, a pesar de la delimitación formal entre las diferentes etapas madurativas, ello también depende de los valores existentes en las sociedades, hallándose su vínculo fundamental en las representaciones sociales que van mutando a lo largo del tiempo acerca de la edad. Las formas de designar el envejecimiento que construyen representaciones sociales vinculadas con actitudes, valores e ideologías, no aceptan en todos los casos la misma realidad con respecto a la edad propiamente dicha.

Como sostiene Bourdieu, la frontera entre lo que se da en llamar juventud y lo que se da en llamar vejez es objeto de luchas en casi todas las sociedades. La representación ideológica de la división les otorga a los jóvenes el desempeño de ciertas funciones que hacen obligatoriamente, que les cedan otras a los más viejos. De esta forma la dinámica e interacción entre jóvenes y viejos, como la llama el autor, es considerada una categoría cultural que es construída socialmente.

Edad basada en la Funcionalidad

En esta etapa se evalúa la capacidad funcional del adulto mayor, la cual se puede medir según Piña Morán en términos de independencia en el desempeño de ciertas funciones de la vida diaria.

El tránsito por esta etapa conlleva el entendimiento de las limitaciones propias de la edad, pero sin dejar de resaltar las potencialidades basadas en la experiencia y la madurez.

En el proceso de capitalización acérrima que sufren las sociedades actuales, el asunto se centra en los que se suele llamar "adultocentrismo". Donde el motor del cambio se encuentra en las tareas que desempeñan los adultos jóvenes.

Pero, éste tipo de sociedades basadas en los roles productivos que pueden desempeñar los sujetos que trabajan, no prevén hoy el crecimiento de las sociedades adultas. Las estadísticas afirman que tal incremento provocará consecuentemente un gran número de adultos mayores que, en el corto plazo, dejan de ser útiles productivamente, pero que aún se encuentran dentro del sistema.

Visto así el problema, es posible que éste fenómeno genere grandes desajustes en las estructuras sociales que deberán acomodarse y reacomodarse a todos los individuos que en el corto plazo quedarán fuera del mercado laboral, desequilibrando no sólo al mismo mercado, sino también a los diferentes órdenes institucionales que parecen no sacar cuentas de la inminente realidad.

Edad basada en la noción: "Etapas de la Vida"

Desde la presente perspectiva, se comprende a la vida como un ciclo donde todos los individuos van pasando por diferentes etapas. La etapa de la adultez mayor sólo es una más en cuanto a que se la considera una etapa donde el individuo puede desarrollar sus capacidades igual que en las otras etapas transcurridas destacándose otras potencialidades como los son: experiencia laboral, madurez vital e historias vividas. La diferencia se encuentra en las limitaciones con las cuales se topa el individuo. Estas limitaciones que en su generalidad son físicas, también pueden hallarse en relación con el mensaje que los medios de comunicación transmiten y que a su vez está instalado en la sociedad como única idea de éxito: la juventud y la belleza, ligadas a los logros económicos.

Visto de esa manera, la niñez, así como la adultez mayor, son dos etapas donde, al no cumplir ni con la condición de la belleza, ni con la de productividad y éxito económico, quedan fuera de tales parámetros de victoria social.

El concepto de una sociedad para todas las edades tiene fundamentalmente cuatro dimensiones:

  1. El desarrollo individual durante toda la vida
  2. Las relaciones multigeneracionales
  3. La relación entre el envejecimiento de la población y el desarrollo
  4. La situación de las personas de edad

Dimensiones

1 - La promoción y protección de derechos, es esencial para que las personas mayores participen y se desarrollen en condiciones de igualdad. El desarrollo individual durante toda la vida, es un aspecto fundamental para la integración permanente del adulto mayor en sociedad. Si bien a este aspecto frecuentemente se lo vincula con la educación permanente, también tiene que ver con la adopción de nuevos roles sociales tales como: la contribución familiar –por ejemplo ayuda escolar a nietos-, actividades especificas referentes a la transmisión intergeneracional y de vida y el ejercicio ciudadano como pueden entenderse a la realización de actividades voluntarias hacia la comunidad, la inserción en instituciones y la participación cívica en consejos deliberantes.

2 - Los cambios sufridos en las sociedades contemporáneas hacen que las relaciones multigeneracionales, sean difíciles de conformar. La imagen social negativa sobre el proceso de envejecer se refleja en la pérdida de vínculos reales entre las diferentes generaciones. Las nuevas estructuras familiares afectan directamente el rol que cumple el viejo en su seno, en muchos casos, estos cambios traen aparejados una disminución de la interacción social por parte del adulto mayor que se siente desvalorado y sin una función que cumplir. Sin embargo, en la provincia de Córdoba, según datos del INDEC 2, 241.138 hogares están conformados con adultos mayores, de los cuales en el 25 % de ellos se establecen relaciones monogeneracionales 3 y en una mayor proporción, un 39,4 % de los hogares, se dan relaciones multigeneracionales 4. Siguiendo los datos del INDEC, en la provincia el 10,6 % de la población está constituida por adultos mayores que comparten el hogar con sus hijos. Puede observarse aquí, que si bien en los hogares existe una gran proporción de adultos mayores, ello no favorece directamente a la conformación de vínculos intergeneracionales, supeditándose éstos a necesidades netamente económicas. Las cuales generan malestar en el adulto mayor que no solo pierde las capacidades económico-productivas, ya que se encuentra fuera del mercado laboral, sino que el sistema previsional argentino paga jubilaciones míseras que en la mayoría de los casos no les permite a los adultos mayores su propia supervivencia. De acuerdo con el estudio llevado a cabo por Eva Muchinik 5, los adultos mayores que logran seguir trabajando están significativamente más satisfechos que los que no lo hacen, logrando una mayor integración intergeneracional; pero lo cierto es que el mercado laboral actual no permite su permanencia en el mismo, prevaleciendo solamente la idea de juventud ligada a la eficiencia que deja de lado la experiencia de vida y su transferencia intergeneracional. Por lo tanto, la idea de una sociedad para todas las edades, se hace cada día más difícil de lograr.

3 - El envejecimiento paulatino de la población pasó a ser un problema de gran relevancia en los países desarrollados, los cambios estructurales a los que se enfrentan se relacionan directamente a los recursos con los cuales deberán contar los Estados. El envejecimiento poblacional, como puede observarse, no es un problema solo del primer mundo; los notables cambios demográficos harán que hacia mediados de siglo los porcentajes de jóvenes y adultos mayores sean iguales 6. En Argentina, la relación entre el envejecimiento de la población y el desarrollo comienza a ser un problema aún no analizado a fondo. Argentina constituye uno de los países latinoamericanos con mayor envejecimiento demográfico. Según las estimaciones llevadas a cabo por la Red de Adultos Mayores, se afirma que para el 2030 el 31 % de la población será mayor de 60 años. Este proceso de envejecimiento poblacional además de contar con un crecimiento que dejó de ser paulatino, está acompañado de altos índices de feminización -poblacionalmente predominan las mujeres después de los 70 años de edad- El mismo provocará profundos cambios sociales en los cuales el Estado deberá ser protagonista no solo resolviendo cuestiones básicas asociadas a la salubridad, mejora de condiciones económicas y vivienda, sino las referentes a la calidad de vida de los adultos mayores como lo es la promoción de nuevos roles vinculados al accionar político-social.

4 - La adultez mayor, "En tanto etapa del ciclo vital, supone la reelaboración y reconfiguración de la identidad, (…)" (Yuni, Urbano y Arce:2006:19) Lo cual implica por un lado la adecuación psíquica a los cambios físicos y las connotaciones sociales sobre los mismos; y por el otro lado, los cambios referidos a los roles sociales-laborales que dejaron de cumplir los adultos mayores al jubilarse o retirarse de la actividad laboral. La situación de las personas de edad hoy, resulta de una alta complejidad. Gran parte de la población que dejará de ser laboralmente activa y podrá disponer de tiempo libre, se encontrará con que no existen las condiciones socio-políticas y espaciales adecuadas para desarrollar actividades. El rechazo social hacia el envejecer hace que se ignoren estos aspectos y no se planifiquen a futuro.

Cada uno de estos factores se relaciona ineludiblemente con la plena realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales del ser humano, descartando cualquier tipo de discriminación referente al sexo, edad o religión.

La promoción de los derechos humanos, implica entonces la creación de una sociedad incluyente de todas las edades. Donde los adultos mayores puedan participar en las actividades sociales que les interesen, siendo el Estado garante y promotor de ello. Para que una sociedad sea posible para todas las edades es indispensable que se generen lazos intergeneracionales basados en el diálogo y el trabajo conjunto.

Adultos Mayores: Imagen de sí mismos

Desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, la autoimagen o imagen de sí mismo que tiene el sujeto sobre su persona, normalmente incorpora las imágenes que tienen los otros hacia él. Si se clasifica a los sujetos a través de rotulaciones sociales, el sujeto, que pasó a ser parte de una categoría connotada socialmente, asumirá la conducta pautada por el esteriotipo en el cual él entra.

Las connotaciones negativas que existen en la sociedad con respecto al envejecer, le asignan un valor negativo también a éste hecho natural y, como la imagen de sí mismo que tiene el sujeto está necesariamente vinculada con la imagen que el sujeto cree que poseen de él los demás, es normal que los mismos adultos mayores adopten posiciones de automarginación y autodesprecio.

Las tradiciones más antiguas referían la edad a la experiencia y por tanto al status social, por ejemplo los pueblos hebreos fueron los que le concedieron mayor consideración social a los ancianos y en la antigua Grecia, Platón consideraba que el Senado de ancianos era la causa principal de la prudencia del Estado y con él del gobierno; ya que los senadores poseían el peso de la experiencia y la sabiduría, ganadas en las afrentas de la vida.

Posteriormente al paso de etapas duras de discriminación, hambruna y deshonra, fue con la expansión del capitalismo que la incipiente burguesía capitalista impulso los valores del respeto por la autoridad paterna y la vejez, confiriéndole grandes lujos y beneficios a sus antecesores inmediatos –padres y abuelos- Pero, esas tradiciones, no encuentran reflejo alguno en la actualidad. Las sociedades, como se las suele llamar, tercermundistas o no desarrolladas le confieren un costo excesivamente alto al desarrollo de la adultez mayor de manera integral. El confuso y deficitario sistema de jubilaciones hace que los adultos mayores no sólo dejen de sentirse útiles, sino miserables.

La común expresión "rol sin rol" conferida a las funciones que cumplen los adultos mayores en la sociedad hoy es sumamente despreciativa y trata sobre las obligaciones que dejan de tener los adultos mayores a partir de su jubilación. Si se tiene en cuenta que la imagen de si mismo que posee el individuo depende de la evaluación de los demás, la pérdida social de los roles significativos en muchas ocasiones deteriora la imagen que el sujeto tiene de si, en perjuicio de su autoestima y por lo tanto, de su posterior accionar social.

Las construcciones de significado llevadas a cabo con respecto a los adultos mayores y sus posibilidades tienen que ver normalmente con las representaciones sociales que giran en torno a ellos. Muchinik afirma que existe una inadecuación de los modelos tradicionales de vejez. Por un lado existen los modelos idealizados basados en la idea de una vieja cultura que se vuelve inadecuada por la imposibilidad de recuperarla por falta de vigencia. Por otro lado se encuentran los modelos descalificados, basados en nuevas pautas de comportamiento, descartando completamente las anteriores y dejando en ascuas a los sujetos que eran parte de las mismas. Por lo tanto, los cambios de modelos se pueden relacionar con la forma en que el individuo al enfrentar su madurez, se percibe a si mismo

Si se tiene en cuenta la noción de status de Muchinik, la edad es referida como el eslabón fundamental que vincula al sujeto como individuo, con la estructura social. Definiendo las pautas de conductas y relación social en pos de la acción.

Con el incremento de la edad se produce lo que algunos autores denominan "la pérdida de los roles sociales significativos". Estos roles que cumplieron a lo largo de sus vidas como lo es ser padres, trabajar, ser miembros de alguna asociación, participar de las actividades de un club. Éstos roles que la persona fue ejerciendo a lo largo de su vida, con los años van sufriendo modificaciones: en el ámbito familiar, pasan de ser padres para desempeñar el rol de abuelos, en el ámbito económico, pasan de ser activos, es decir de generar recursos propios, para pasar a ser jubilados, en el ámbito social, dejan de ser miembros de una asociación civil, para ser miembros de una asociación de jubilados. Como puede verse, no solo se modifican las actividades que realizan, sino que también varía la frecuencia de realización de las mismas, así como la cantidad.

Y he aquí el problema, a falta de un rol social que desempeñar –rol productivo, que es lo que valora esta sociedad- puede que los individuos comiencen a tener dificultades para darle un sentido pleno a su vida y por tanto para cumplir nuevos roles y adquirir nuevos status sociales, ya que los roles laborales desempeñados durante años y que fueron fundamentos de su vida ya no existen. La inquietud se establece en el hecho del sugimiento de nuevos roles sociales que les confieran un status nuevo específico.

Todo conlleva a un cambio en cuanto a la concepción de las relaciones sociales, las cuales tienden a reducirse notoriamente. Los vínculos laborales que antes se entendían como socializadores ya no existen, los vínculos familiares se modifican en torno a los cambios naturales que se van acaeciendo en el seno de la familia –casamientos, nacimientos, divorcios, casamientos, etc.-

Los primeros vínculos tratados, los laborales, en una sociedad fuertemente centrada en el éxito laboral, adquieren gran importancia. Muchos sujetos, se definen a partir de tales roles desempeñados –productor, abogado, carnicero, costurera, maestra- La pérdida de los roles ocupacionales, en la medida que determinaron la identidad del sujeto, lo ubican ante la necesidad de lograr adaptaciones referentes a esos cambios. En muchos casos, el retiro laboral es acompañado de una imagen negativa de sí mismo que percibe un rechazo social por dejar de ser productivo. Surgen aquí una serie de imágenes sociales estereotipadas acerca de la vejez. Se suele considerar a los mayores como personas pasivas, sin mirada de futuro e improductivas. Esto provoca un profundo sentimiento de inutilidad en la persona mayor, viéndose restringidas sus posibilidades de vida autónoma; entendida como ser uno mismo y consiste en la convicción que el sujeto tiene de lo que él es.

Por tanto, la pérdida del trabajo o el dejo de desempeño de los roles laborales, "(…) no parece, en la mayor parte de los casos, estar marcado por el deterioro físico y mental, sino por el ‘prejuicio’ acerca de la productividad declinante en el trabajo" (Muchinik:1984:54)

En una sociedad donde predomina la lógica de la producción y el consumo, la pérdida de la autoestima por parte del adulto mayor es moneda corriente. La imagen de incapacidad, inutilidad y obsolescencia reproducida por esta sociedad repercute directamente sobre la manera en que los adultos mayores se perciben a sí mismos. La persona útil es considera aquella que se comporta eficientemente en la realización de sus tareas, así como también la importancia que se le confiere a los avances científico-tecnológicos descartando las experiencias de vida y la transmisión de conocimientos de las generaciones mas grandes a las más pequeñas. El adulto mayor es considerado un individuo que no tiene nada que aportar a la vorágine de conocimiento y de vida del mundo actual.

El ideal de juventud permanente acentúa las brechas generacionales planteándolas como insuperables.

Piña Morán considera que el problema se centra en la falta de definición social del rol del adulto mayor, esto aletarga y dificulta su autorrealización; ya que no logra concentrar sus esfuerzos en algún tipo de actividades basándose en sus propias potencialidades. Ello provoca la dificultad del adulto mayor de adaptarse, a través de sus capacidades a la estructura social. Según la teoría de la acción social, el individuo en el desarrollo de sus roles adopta cierto estatus establecido como determinante en la constitución de sus interacciones con los demás. La posición del individuo en sociedad implica indefectiblemente la suma de derechos y obligaciones que determinan como comportarse.

Referente a lo anteriormente dicho, Piña Morán ancla su análisis en la expresión rol sin rol de los adultos mayores. Considera que tienen una posición social sin obligaciones, es decir, sin las obligaciones consideradas principales en una sociedad como son las obligaciones de tipo laboral. La pérdida del status económico determina idendefectiblemente, el quebranto de muchas de los vínculos sociales que se establecen por el desempeño de roles productivos. Se deduce entonces, que ésta situación de no rol, trae aparejada la dificultad d los individuos de darles un nuevo sentido a su vida.

La pérdida de roles ocupacionales también puede ser visto desde la perspectiva psicosocial. Esto se ve en el grado de importancia que el sujeto le confirió al ejercicio de tales roles. Sobre todo en la medida que el sujeto le otorgó una gran importancia a éstos roles es cuando mayor dificultades tienen para adaptarse a una vida sin ellos. Comienza entonces, como afirma Muchinik, a cuestionarse la identidad del yo a través de un proceso de autodefinición que en muchas ocasiones no se completa. Aparecen cuestionamientos como: quién soy yo?, que sería el equivalente a quien soy yo para los demás?, adónde pertenezco?, es decir cuales son los nuevos grupos de referencia que ya no se hallan en los vínculos laborales.

Si bien en muchos casos la culminación de los roles ocupacionales coincide temporalmente con situaciones especiales en el ámbito de la familia y red de relaciones más cercanas (ida de hijos de la casa, amigos y familiares que mueren, por ejemplo); la pérdida de los roles laborales lleva, en la gran mayoría de las ocasiones, a la pérdida de las relaciones sociales, es decir a la pérdida del vínculo con el entorno por parte del individuo.

Los cambios a los cuales debe adaptarse el sujeto que envejece suponen ciertos quiebres con los sistemas de valores que orientan su accionar. Según Muchinik, estos valores constituyen la personalidad y son base la base de su autoestima. En numerosas ocasiones la necesidad de adaptación a los cambios afecta la concepción individual que el individuo tiene de sí mismo.

En palabras de Muchinik: "El sujeto que envejece y debe abandonar sus roles adultos, sufre una discontinuidad estresante. La sociedad compleja y cambiante requiere un proceso de resocialización permanente y una continua revisión tanto de la propia imagen de sí, como de la imagen del mundo."(1984:30)

Aquí el adulto mayor no sólo debe comprender el mundo que le toca vivir, por cierto muy diferente del que vivió cuando era joven, sino que además debe encontrar un nuevo rol para desempeñar y posteriormente adaptarse a él. Como es previsible, tal discontinuidad cultural se torna dramática para el sujeto que la sufre. Éste proceso complejo de adaptación permanente, en la mayoría de los casos no llega a buen puerto en ninguna de las dos instancias tratadas con anterioridad.

Notas

1 "Discursos Sociales sobre el cuerpo, la estética y el envejecimiento", Ed. Brujas, Córdoba, (2006)

2 Los datos del INDEC (Instituto Nacional de Encuestas y Censos) son del año 2001 recogidos de la página de Internet oficial del organismo

3 Solo conviven personas de 65 años o más, por ejemplo un matrimonio mayor.

4 En el hogar conviven personas de diferentes edades: abuelos, nietos e hijos

5 Muchinik, Pág. 75, "Hacia una nueva imagen de la vejez", Ed. belgrano, Buenos Aires, (1984)

6 Informe de la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, Viena: del 26 de Julio al 06 de Agosto de 1982

Bibliografía

-Alba Víctor, "Historia social de la vejez", Ed. LAERTES, 1992

-Bourdieu Pierre, "Campo del poder y reproducción social", Ed. Ferreira, 2006

-Muchinik Eva, "Hacia una nueva imagen de la vejez", Ed. Belgrano, 1984

-Piña Morán Marcelo, "Gerontología social aplicada", Ed. ESPACIO, 2004

-Yuni José, Urbano Claudio y Arce María, "Discursos Sociales sobre el cuerpo, la estética y el envejecimiento", Ed. Brujas, 1999

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