Volver al sumario de La Salamandra 1 Discursos y prácticas profesionales de psicología social en salud mental (España 1970- 1995)
Juan Carlos Duro Martinez

Primera parte: CRISIS, CRÍTICA Y ALTERNATIVAS A LO INSTITUIDO.
El final del franquismo y la transición democrática (1970-1982)

Capítulo III. DISCURSOS REFORMISTAS Y CRÍTICOS

En este capítulo analizaremos los discursos producidos en torno a la salud comunitaria durante los últimos años del franquismo y, sobre todo, durante la transición democrática.

Más allá de la supervivencia y el continuismo de las prácticas e instituciones herederas del franquismo, en todos los órdenes de la vida social comienzan a producirse discursos políticos de carácter reformista desde los círculos próximos al poder político, ya tímidamente desde una cierta apertura del primer gobierno de la Monarquía, ya desde UCD, partido gobernante desde 1977 a 1982. Estos discursos políticos tendrán su expresión en el ámbito de la sanidad como desarrollaremos a continuación.

Simultáneamente comienzan a expresarse públicamente diversos discursos críticos sobre la salud en coherencia con los movimientos sociales, profesionales y políticos que reclamaban un cambio político democrático y que fueron nutriendo las alternativas sanitarias de los partidos de la oposición de izquierdas a los gobiernos de UCD. Discursos reformistas y discursos críticos que caracterizarán a una época de reformas y cambios políticos de un sistema autoritario a un régimen democrático.

La herencia sanitaria y psicológica de la dictadura

Con el fin de conocer cuál era el punto de partida en el comienzo de la transición democrática señalaremos, a modo de antecedentes cercanos, la herencia sanitaria de la dictadura y la situación de la psicología social y clínica durante ese período de la historia de España.

Para comprender el nacimiento de la salud comunitaria en España tenemos que partir de la situación previa de la asistencia sanitaria durante el periodo del régimen de Franco y analizar las líneas de influencia que contribuyeron a que las reformas en el campo de la sanidad tomaran el modelo de atención primaria como eje (al menos teórico) de toda la Reforma Sanitaria.

La evolución de las diferentes tendencias acerca de los servicios sanitarios en España queda reflejada en la legislación que sobre la sanidad se ha desarrollado durante los últimos 50 años. Así, una pequeña descripción muestra lo que ha venido aconteciendo en esos años y, por tanto, los antecedentes de las tendencias actuales.

en 1942 se establece el Seguro Obligatorio de Enfermedad bajo el Instituto Nacional de Previsión y mediante el cual comienza a funcionar un sistema de cobertura de riesgos sanitarios de la población trabajadora garantizado mediante una cuota aportada vía salario por el trabajador. Este Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) cubrirá la atención sanitaria de los trabajadores en lo que se refiere a la asistencia ambulatoria y hospitalaria. Las personas sin Seguridad Social estaban cubiertas por los Servicios de Beneficencia dependientes de los Ayuntamientos. Además en el año 1944 se presenta la Ley de Bases de Sanidad Nacional que sitúa a la Dirección General de Sanidad como órgano supremo de la sanidad española. La formulación de dicha ley supone asumir por parte de la Administración Pública la atención de los problemas sanitarios que afectan a la colectividad, recogiendo para ello las funciones que desempeñan los llamados Centros Primarios y Secundarios de Salud, en lo que sería más adelante la Salud Pública. A su vez la ley de Régimen Local de 1955 establece las competencias de las diputaciones sobre los hospitales psiquiátricos.

Se establecerá así una separación clara entre el régimen asistencial cubierto por la Seguridad Social y la Beneficencia Municipal y la actividad preventiva y de salud pública cubierta por la Sanidad Nacional a través de los sanitarios locales en estrecha relación con los Ayuntamientos.

Por tanto, al menos teóricamente, la administración comienza a plantear, a mediados de los años cuarenta, una acción de prevención y de salud pública, además de la función asistencial de carácter individual. Incluso en el preámbulo de la Ley General de Sanidad se ha llegado a decir que el dogma que se desprende de la Ley de Bases de la Sanidad Española es el de la autosuficiencia del individuo para atender sus problemas (Ministerio de Sanidad y Consumo, 1986a). Sin embargo, su desarrollo se vio dificultado por la organización misma de la institución sanitaria ya que, a pesar de que se produjo la creación de nuevas estructuras públicas (y que reflejaban el deseo de organizar la sanidad en diferentes subsistemas de actuación y función determinados), la existencia de un sistema de previsión dirigido a los trabajadores hizo que las diversas estructuras sanitarias quedaran al margen de la organización general, dándose el caos de redes paralelas característico de este período.

En cualquier caso, esta Ley de Bases sienta algunos precedentes que sirvieron de lejano antecedente para la atención primaria actual, entre otras, porque:

Entre los años 50 y 70 se produce un importante desarrollo de construcción y puesta en marcha de macrohospitales, cuyo aspecto legal queda reflejado en la Ley de Coordinación Hospitalaria de 21 de julio de 1962, mediante la cual se propugna la creación de gran número de comisiones interministeriales que implican un importante fomento de la coordinación y cooperación en cuanto a los diferentes establecimientos hospitalarios (Ministerio de Sanidad y Consumo, 1986a).

Es decir que como herencia sanitaria del franquismo existe un Seguro Obligatorio de Enfermedad con una asistencia ambulatoria para los trabajadores, supermasificada y basada en la atención bio-farmacológica, una atención de beneficencia para los indigentes y grandes hospitales con una deshumanizada atención biologicista. La actividad preventiva se realizaba teóricamente desde los Centros Primarios y Secundarios y desde la práctica por los sanitarios locales (médicos y ‘practicantes’/ATS) que se ocupan exclusivamente de las vacunaciones y de las enfermedades de declaración obligatoria.

La psicología social y la psicología clínica durante el franquismo

Sin ánimo de ser exhaustivos expondremos el desarrollo de la psicología social y la psicología clínica en los últimos años del franquismo para establecer el punto de unión con el decurso del pensamiento psicosocial en relación con la salud comunitaria a lo largo de estos veinticinco años.

En relación con la psicología académica

Hablar de la psicología académica durante el franquismo implica referirse a la actividad acaecida en torno a las Escuelas de Psicología y Psicotecnia de Madrid y Barcelona (1953-1968) y a las primeras promociones de licenciados en Psicología y Letras, Sección de Psicología en las Universidades Complutense de Madrid y Central de Barcelona (1968-1977).

Los atisbos de pensamiento psicosocial en la España posterior a la guerra civil no se encuentran antes de 1946, año de fundación de la Revista de Psicología General y Aplicada, que en 1952 pasó a ser el órgano de expresión de la Sociedad Española de Psicología. En 1953 con la creación de la Escuela de Psicología y psicotecnia en la Universidad Complutense de Madrid y en 1964 en la Universidad de Barcelona, se da un primer paso en el proceso de instauración de una nueva profesión en el panorama español.

Estas Escuelas de Psicología concedían el título de Diplomado en Psicología a personas con titulaciones en carreras universitarias tales como Filosofía y Letras, Pedagogía, Medicina y otras mediante una formación de postgrado de dos años de duración. La especialización en estas Escuelas podía cursarse en las áreas de clínica, pedagógica e industrial (Yela, 1976), siendo escasas las referencias tanto en la formación como en las publicaciones a la psicología social.

Con la creación en el curso 1967-68 de la Especialidad de Psicología dentro de la Licenciatura de Filosofía y Letras en las Universidades de Madrid y Barcelona, se da un importante paso en el camino del reconocimiento de la carrera de Psicología.

Los estudiantes de Filosofía y Letras que optan por esta especialidad cursan tres años de ‘psicología’ aun cuando en estos primeros planes de estudio se combinan asignaturas provenientes de la Filosofía más tradicional, como la Lógica, con otras de tradición más experimental como la Estadística y con nuevas asignaturas a propósito de tan reciente ‘especialidad’’’’’’. Comenzará el proceso de institucionalización académica de la Psicología en los años setenta de manera "más tardía que en los demás países europeos, debido sin duda a muestras peculiares características socio-políticas" (Ibáñez Gracia, 1990) aunque, desde nuestro punto de vista, ese proceso no se consolidará hasta bien entrados los años 80.

En los años setenta se incrementa la producción escrita en torno a la psicología social.

Según Ibáñez Gracia (1982) los dos únicos libros, desde el marco académico, que se editan desde los años 50 hasta la muerte de Franco son: Grupos, masas y sociedades de F. Munné (1971) y Teoría e investigación en la Psicología Social actual de J.R. Torregrosa (1974).

El primer Departamento de Psicología Social que se crea en España es el de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid en lo que constituía la primera ‘especialización’ en psicología social de la universidad española y eso no ocurre hasta 1974. Se hace cargo de él, J. R. Torregrosa, después de una estancia en Estados Unidos. Esta ‘especialización’ se conseguía cursando la carrera de Sociología y no de Psicología, lo que en cierto modo propició en este contexto un enfoque más sociológico en contraposición a la psicología social más psicológica que comenzaba a instaurarse en las Facultades de Psicología en el comienzo de la expansión positivista. En esos años se crea en Madrid otro Departamento de Psicología Social en la Sección de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

Con la transición democrática podemos decir que comienza el proceso de institucionalización de la psicología social académica en el ámbito universitario madrileño. En palabras de Blanco (1980): "la etapa que va desde la guerra civil hasta 1975 manifiesta un tratamiento específico de temas psicosociales que abarcan problemas de condicionamiento social, carácter nacional y personalidad básica, comunicación de masas, familia y socialización, actitudes, estereotipos y prejuicios, propaganda y publicidad, estudio de los grupos y conducta colectiva" (obra cit., pág. 178) y Jiménez Burillo (1976), por su parte, la considera una etapa ‘constituyente’ en la que resultan decisivas tres revistas relacionadas con las ciencias sociales, la revista de Psicología General y Aplicada, la Revista Internacional de Sociología y la Revista de Estudios Políticos.

La psicología social española desde la guerra civil no se ocupó del campo de la salud en sus diferentes vertientes (prevención, tratamientos, etc.) en parte por el escaso desarrollo disciplinar en general, en parte por la absoluta desatención desde las instituciones sanitarias públicas de la atención a la salud mental y/o con cualquier aspecto relacionado con el nivel psicológico/psicosocial del proceso salud-enfermedad y por consiguiente por la poca demanda social de atención psicológica de una población más preocupada por la subsistencia que por la satisfacción de necesidades más sofisticadas. Así lo refleja Jiménez Burillo (1976): "en el área de las aplicaciones de la Psicología Social, aunque en el ámbito de la psicología clínica y pedagógica (hablando en términos convencionales) existen algunas investigaciones que luego veremos, es sin embargo la psicología industrial, en su versión psicosocial, la que más parece haber atraído la atención de los especialistas" (obra cit., pág. 254).

En cuanto a la psicología clínica durante el franquismo, prácticamente reducida al psicodiagnóstico, que únicamente se ocupó de la adaptación al castellano de algunos tests para servir de ayuda en contados diagnósticos psiquiátricos, permaneció unida y dependiente de la psiquiatría manteniéndose una situación que ya se había dado antes de la guerra civil española cuando J. Germain fuera profesor de Psicología y Psiquiatría en la Escuela Nacional de Sanidad desde 1932 a 1936.

Psicología social y psicoanálisis

Una línea teórica del siglo XX, que desde su nacimiento circuló en nuestro país por caminos poco institucionalizados y que tuvo influencia en una manera de entender la psicología social, fue el psicoanálisis.

El psicoanálisis en España se introdujo en vida de Freud (amante de lo castellano en general y del Quijote en particular) mediante la publicación en 1893, casi simultánea a su original, del primer capítulo de sus estudios sobre la histeria en La Gaceta Médica de Granada y la Revista de Ciencias Médicas de Barcelona (Gutiérrez Terrazas, 1984; Mestre y Carpintero, 1990).

En 1922, y por sugerencia de Ortega y Gasset, la editorial Biblioteca Nueva adquiere los derechos para traducir y publicar las obras ya escritas y por escribir de Freud. Así desde 1920 a 1936 aparecen en los Archivos de Neurobiología artículos sobre psicoanálisis "algunos favorables y otros críticos, pero el tema interesa vivamente en algunos círculos de la sociedad española, es objeto de debate y ejerce influencia, por ejemplo, en los pedagogos del Instituto Libre de Enseñanza" (Schutt, 1991, pág. 93) y en otros científicos, intelectuales y artistas de la época (Ortega y Gasset, Dalí, Buñuel, Azorín, Jiménez de Azúa, etc.). También "los psiquiatras, por su parte, fueron incorporando algunos de los descubrimientos psicoanalíticos, aunque de forma ecléctica, a su bagaje psiquiátrico, cuestionando fundamentalmente el psicoanálisis como método terapéutico" (Muñoz, 1993, pág. 66).

El desarrollo del psicoanálisis en España continúa con Angel Garma, médico español que estudia psicoanálisis en Alemania donde llega a ser miembro de la Sociedad Psicoanalítica Alemana, y que vuelve a nuestro país en 1931. Desarrolla una intensa labor docente y clínica hasta 1936 cuando estalla de la guerra civil y se marcha a Argentina, después de permanecer dos años en Francia.

Durante los años 40 y 50 se van constituyendo pequeños núcleos de médicos con formación psicoanalítica con el apoyo y asesoramiento de Angel Garma quien les facilita la formación primero con una analista didacta de la Sociedad Psicoanalítica Alemana y posteriormente en Buenos Aires con él mismo y otros miembros de la Asociación Psicoanalítica Argentina, que fundaron en 1942 (Zalbidea, Cantón y Carpintero, 1991).

En 1956 miembros de este primer grupo y otros formados en Suiza y París fundan la Sociedad Luso-Hispana de Psicoanálisis que más tarde se dividirá en la Sociedad Portuguesa de Psicoanálisis, la Sociedad Española de Psicoanálisis con sede en Barcelona y la Asociación Psicoanalítica de Madrid, todas componentes de la Asociación Psicoanalítica Internacional (Bermejo, 1994).

La proyección social del psicoanálisis en la España de la dictadura, como se puede deducir de su limitado desarrollo entre los profesionales, fue prácticamente nula ya que, en la teoría y la práctica psiquiátrica franquista (en y del franquismo) primaban casi exclusivamente concepciones morales, eugenésicas, afines al nacional-catolicismo de la época, que ‘evolucionaron’ hacia posturas positivistas, descriptivas y nosográficas según el modelo kraepeliniano, en el mejor de los casos (González Duro, 1978).

Es al final de los años sesenta y comienzo de los 70, a raíz de movimientos de apertura propia de los últimos años de la dictadura, cuando comienzan a publicarse textos de autores españoles de acercamiento entre el psicoanálisis y ‘lo social’. Comienza el discurso de acercamiento del psicoanálisis y el marxismo. Es el caso de Castilla del Pino con su libro Psicoanálisis y Marxismo (1969) y de otros textos que, sin ser propiamente psicoanalíticos, plantean análisis de interés social como Un estudio sobre la depresión (1966), Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación (1968a), La incomunicación (1968a), sexualidad y represión (1971), etc.

Otros médicos, desde planteamientos ideológico-políticos de izquierdas en relación con la salud y a la Reforma Sanitaria, se proponen ‘una lectura marxista del psicoanálisis’ en sus Ensayos sobre Medicina preventiva y social (Yuste, 1976) y desde la neurofisiología, intentan "superar la dicotomía individuo-sociedad al ir comprobando científicamente desde los laboratorios de neurofisiología las intuiciones psicoanalíticas" (Rof Carballo, 1972). Psiquiatras progresistas comienzan a aplicar categorías marxistas y psicoanalíticas al análisis de la psicoterapia del universitario radicalizado, a la investigación de la sexualidad en la universidad española (Enríquez de Salamanca y Caparrós, 1973) o a la familia (Caparrós, 1973), influidos por el movimiento antipsiquiátrico inglés.

En la práctica privada el psicoanálisis que se hacía era de carácter individual y didáctico, reservado a unos pocos que, o bien querían continuar la transmisión del psicoanálisis ejerciendo ellos a su vez como psicoanalistas, o bien lo requería su práctica profesional como en el caso de los ‘sociólogos críticos’ que lo ‘necesitan’ para la práctica de la investigación cualitativa (Ibáñez, 1990a).

La práctica ‘psicosocial’ en salud en la sanidad pública, en el final del franquismo, era prácticamente inexistente.

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