Volver al sumario de La Salamandra 1 Discursos y prácticas profesionales de psicología social en salud mental (España 1970- 1995)
Juan Carlos Duro Martinez

Primera parte: CRISIS, CRÍTICA Y ALTERNATIVAS A LO INSTITUIDO.
El final del franquismo y la transición democrática (1970-1982)

Capítulo V. MODELO MÉDICO HEGEMÓNICO Y MODELOS EN PSICOLOGÍA SOCIAL

5.2. Principios psicosociales comunes en salud comunitaria

No es posible referirnos a un único modelo comunitario en salud mental, no sólo por las distintas acepciones por las que ha pasado en estos últimos treinta años, sino por las distintas connotaciones que tienen los términos salud mental y comunitario según las distintas teorías explicativas de referencia para cada autor.

Con todo, no es difícil reseñar aquellos planteamientos más actuales y que, aunque enfatizados en distinto grado por una u otra corriente teórica, pueden definir con un alto grado de acuerdo lo que, entre los profesionales, podemos consensuar como modelo comunitario (o mejor, trabajo comunitario) en salud (mental).

So pena de simplificarlos y caer en alguna que otra generalidad, podemos remarcar los siguientes:

El proceso salud-enfermedad mental tanto en su génesis como en su desarrollo y en su posible abordaje, está inmerso y por lo tanto influido por factores de índole socio-comunitaria (nivel de vida, condiciones económicas, laborales, etc.) y especialmente por factores relacionados con la calidad de vida (estilo de vida, relaciones interpersonales, normas, valores, etc.) muy en consonancia con los valores y normas dominantes en cada momento social.

Los problemas en salud mental, aun cuando tienen su manifestación a nivel individual, en muchos casos también pueden ser analizados y, por lo tanto, modificados desde una perspectiva grupal, institucional y comunitaria, dándose una permanente imbricación entre estos distintos niveles.

El modelo comunitario hace replantearse la tradicional relación de pasividad y dependencia entre técnicos y población para cambiar hacia fórmulas más activas y participativas en el cuidado de su propia salud. El papel y la función de los profesionales también se cuestiona abriéndose a un trabajo interdisciplinario en el que se redefinen viejos roles y se crean nuevas funciones para responder a nuevas demandas.

La intervención en distintos niveles de atención a la salud (prevención, promoción, asistencia, rehabilitación) se complejiza, sobre todo en salud mental, diluyéndose las rígidas separaciones (por ejemplo, entre prevención, asistencia y rehabilitación, etc.) e involucrándose distintas instituciones y recursos de la comunidad.

Estos planteamientos genéricos han llevado a que las diferentes corrientes teóricas hayan podido desarrollar experiencias y planteamientos técnicos en el campo de la salud mental comunitaria.

Así, los planteamientos fundados en la psicología comunitaria de orientación conductual, enfatizando el modelo de competencia y el trabajo en grupos de habilidades sociales (amas de casa, enfermos mentales crónicos, etc.). Las aportaciones de la Teoría General de Sistemas en el trabajo interinstitucional, el trabajo con familias y el trabajo de terapia de red.

Otras líneas, de orientación psicodinámica, de psiquiatría comunitaria, etc., también han ido desarrollando trabajos de intervención psicosociológica.

Desde la Concepción Operativa de Grupo se privilegia el trabajo en grupo por su pertinencia al enfatizar en la práctica los aspectos psicosociales del proceso salud-enfermedad mental, fomentando la desmitificación y desdramatización de los problemas en salud mental y los valores sociales de solidaridad, comunicación, cooperación, proyectos comunes. En suma, contribuye a la estructuración de un tejido que sirve de apoyo social no solo para el tratamiento y rehabilitación de los problemas sino también para establecer bases de un trabajo comunitario propiamente dicho que fomente el bienestar psicológico de la comunidad.

A pesar de estos ‘principios comunes’ para la intervención psicosocial en salud, en esta primera década de los setenta se van esbozando dos enfoques en psicología ‘social’ en nuestro contexto con profundas diferencias teórico-técnicas: los denominaremos psicoanálisis y marxismo y psicología científica.

5.3. Dos enfoques en psicología (social)

Teniendo como punto de partida común la crítica a la psicología académica van emergiendo en el contexto madrileño dos modelos o formas de entender la intervención psicológica en general y en particular en lo referido al campo de la clínica y a ‘lo social’: por un lado las aproximaciones entre psicoanálisis y marxismo, y por otro la autodenominada psicología científica. Esta división entre modelos no era sino la particularización que adquiría en nuestro contexto postfranquista de las dos grandes orientaciones de la psicología a nivel mundial: el psicoanálisis y el conductismo. No queremos decir que estos dos modelos fueran los únicos existentes entre los psicólogos españoles de los años setenta, pero sí los que iban generando más adeptos entre los psicólogos que luego van a ocupar los puestos de trabajo en las primeras instituciones sanitarias públicas, y por ende de los psicólogos que más capacidad de incidencia van a tener en el campo de la salud comunitaria.

5.3.1. El modelo ‘psicoanálisis y marxismo’

En la segunda mitad de los años 70 se va gestando en Madrid un pensamiento/enfoque/modelo psicosocial y grupal que vamos a denominar modelo ‘psicoanálisis y marxismo’. Con esta denominación queremos señalar, como hemos intentado mostrar en páginas precedentes, que uno de los enfoques de psicología social que tiene un presencia significativa en las prácticas profesionales de salud comunitaria en la década de los setenta (final del franquismo y durante la transición democrática), se nutre de conocimientos cuyos últimos referentes teóricos son el marxismo, en tanto ‘concepción filosófica del mundo’ (materialismo dialéctico) y ‘explicación histórica de lo social’ (materialismo histórico) y el psicoanálisis, en tanto ‘ciencia del inconsciente’, es decir en cuanto teoría psicológica que se basa en fenómenos latentes, no conscientes. El hecho de tener estos referentes, al menos a nivel de los discursos de los profesionales que, de una u otra manera, en él se reconocen, no implica la existencia de un mismo y homogéneo corpus teórico-técnico entre todos ellos, ni tampoco una homogeneidad en las prácticas profesionales que se llevan a cabo. Sí parece, sin embargo, que podemos incluir dentro de ese modelo a los profesionales de las ciencias sociales, –psicólogos sobre todo–, que, trabajando en salud comunitaria ‘optan’ por conocimientos teóricos y técnicos con base en el psicoanálisis (también llamado en ese contexto: psicología dinámica) y en teorías ‘cercanas’ referidas a los grupos y la intervención institucional y comunitaria. Evidentemente, y en mayor medida, su mayor grado de identidad y cohesión grupal lo alcanzan por oposición al otro modelo/enfoque que también tiene sus ‘militantes’ en salud comunitaria: la psicología conductista.

Así, en estos primeros años de ‘recuperación’ de la psicología española y de comienzo de su aplicación al campo de la salud comunitaria se esbozan estos dos enfoques de psicología (social) que tendrán puntos en común, como hemos visto anteriormente, pero que presentarán unas sustanciales diferencias que se mostrarán con mayor claridad en la década de los ochenta.

Volviendo al modelo ‘psicoanálisis y marxismo’ en él vamos a incluir durante este período a los profesionales formados y/o agrupados en torno al Grupo Quipú de Psicoterapia y a los que están en grupos de formación o en otras actividades (supervisión por ejemplo) con Armando Bauleo o Marta de Brasi. Otros profesionales de orientación dinámica, que trabajan en las experiencias de salud comunitaria de esos años, aún cuando no tengan relación directa con algunos de esos otros dos grupos organizados, van a recurrir al trabajo con grupos operativos o con otro tipo de grupos de base psicoanalítica cuando desarrollan programas o actividades de carácter más institucional y comunitario por lo que pueden ser incluidos en este amplio enfoque. Éstos, formados con psicoanalistas españoles o argentinos, algo más lejanos al ‘grupo operativo’ y en algunos casos más cercanos a posturas lacanianas, comparten con los anteriores su frontal oposición a la psicología de corte conductual.

Acercamiento histórico

Ya hemos señalado antes que por parte de jóvenes profesionales fue penetrando en el panorama psicológico español una lectura crítica de la psicología dada en la universidad, que reivindicaba, en general, una mayor sensibilidad hacia ‘lo social’ de toda la psicología pero especialmente de la calificada como psicología social y de la psicología clínica. El interés por los grupos muestra ese nexo de unión entre una parcela tradicional de la psicología social y una técnica psicoterapéutica procedente de la psicología clínica, a la vez que marca la tendencia social de búsqueda de formas de socialización, cooperación y apoyo colectivo como salida de una fase histórica de aislamiento individualista, solipsimo psicológico y prohibición de cualquier forma de agrupamiento para la libertad.

Es lógico que, en estos años de transición democrática, una de las líneas críticas con el pensamiento psicológico establecido se articulase en torno a modelos alternativos de carácter psicosocial y grupal. Veamos su introducción en nuestro contexto.

Ya hemos relatado que en las publicaciones de los Grupos de Trabajo de Psicología Crítica (Documentos y Complementos) y en los Cuadernos de Psicología se abordó el tema de las relaciones entre el psicoanálisis y el materialismo dialéctico. El primer material publicado por los Grupos de Trabajo de Psicología Crítica en 1971 versaba sobre Reich: antología de un heterodoxo y el segundo se titulaba Psicoanálisis ¿ciencia o coartada? y en él se incluían artículos de Althusser (Lacan: revisión científica), Eysenck (Antipsicoanálisis), Caruso (¿Sirve el psicoanálisis de coartada social?), Marcuse (Psicoanálisis y sociedad) y Fromm (¿Es radical la teoría freudiana? ). A esa publicación le suceden Reich en España, Psicoanalistas y Antipsiquiatría y El psicoanálisis como institución. Como se observa el psicoanálisis ‘entra’ ‘gracias’ a su ‘lectura’ marxista (freudomarxista) y vinculado a su función cuestionadora y ‘subversiva’. Los textos que se publican en los Cuadernos de Psicología en 1973 son fragmentos del prólogo que A. Bauleo hace del libro Vicisitudes de una relación. Ayer y hoy: un espectro de posiciones marxistas ante el psicoanálisis en los que hace referencia al psicoanálisis en la Unión Soviética. Se publica también un resumen del artículo sobre Materialismo dialéctico y psicoanálisis de W. Reich, un artículo elaborado por un anónimo psicólogo español titulado el psicoanálisis: más allá de la psicología individual y otro de introducción a la obra de Marcuse, basándose en su obra Eros y Civilización.

La vía argentina

Si recordamos lo dicho a propósito de Angel Garma y su exilio en Argentina no nos parecerá nueva la relación entre los dos países en torno a las ciencias sociales. Allí acude N. Caparrós, psiquiatra español, cuyo primer libro Crisis de la familia (1973) se publicará antes ‘allá’ que aquí, en Madrid, donde no será editado hasta 1977. La influencia latinoamericana, que nos llegaría a España, se nutrirá de autores argentinos como E. Pichon-Rivière, J. Bleger y A. Bauleo, entre otros, que en su país, de una u otra manera, forman parte de un movimiento interesado por los temas de salud en su vertiente asistencial y de formación de profesionales y crítico con el psicoanálisis institucionalizado.

En la Argentina de los años sesenta y setenta, la ‘vanguardia psicoanalítica’ estaba en la Izquierda Freudiana, denominación elegida para una nueva colección de la editorial Granica encargada a Marie Langer.

Plataforma Internacional

En 1969 se celebra en Roma el Congreso Mundial de la Asociación Psicoanalítica Internacional, con el tema "Protesta o Revolución". Allí se organiza a iniciativa sobre todo de candidatos jóvenes de las sociedades de Viena, Suiza y de Italia un ‘contra o paracongreso’ liderado por Bertold Rotschild. Los temas de este Congreso alternativo eran la formación del psicoanalista y la ideologización del psicoanálisis. De ahí salió una "Plataforma" reivindicativa frente a la Asociación Psicoanalítica Internacional y el acuerdo de establecer grupos Plataforma en Suiza, Italia, Austria y Argentina, donde 11 psicoanalistas fundan El Grupo Plataforma Argentino, la mayoría candidatos del Instituto de Psicoanálisis de la APA. Dos años más tarde, en julio de 1971, en Viena coincidiendo también con el XXVII Congreso Internacional de la IPA tuvo lugar el segundo y último encuentro de Plataforma Internacional

El grupo de psicoanalistas argentinos encabezados por A. Bauleo y H. Kesselman jugaron un papel preponderante en los temas de compromiso social y político en la teoría y práctica psicoanalítica (Kesselman, 1971; Langer, 1977; Langer, Del Palacio y Guinsberg, 1983). En El País latinoamericano, en pleno fragor de luchas políticas, sindicales y profesionales, el Grupo Plataforma Argentino rompió con la Asociación Psicoanalítica Argentina en noviembre de 1971, al igual que quince días más tarde lo haría el Grupo Documento, también formado por psicoanalistas críticos con la APA (Bauleo, 1973a; Braslavsky y Bertoldo, 1973).

Cuestionamos 1 en noviembre de 1971 y Cuestionamos 2 en el mismo mes de 1973 son las siguientes publicaciones de la Izquierda Freudiana donde se recoje buena parte de la producción teórica y de la crónica de la época sobre las relaciones entre el psicoanálisis y el marxismo. Los subtítulos de ambos volúmenes nos hablan de la crítica a la situación del psicoanálisis, su crisis institucional y su aplicación en el trabajo en las instituciones. En el interim de los dos Cuestionamos se publican un par de libros sobre Marxismo, Psicoanálisis y Sexpol

, esta vez traducción de compilaciones hechas en Alemania en 1970 sobre artículos de autores europeos, sobre todo alemanes de los años 30, otros de la década de los sesenta así como otros documentos de grupos organizados. También se publica en julio de 1973 Vicisitudes de una relación. compilado por A. Bauleo, al que ya hemos hecho referencia a propósito de Cuadernos de Psicología. Este libro presenta algunas novedades. En primer lugar recoge un debate sobre marxismo y psicoanálisis organizado y publicado por La Nouvelle Critique en octubre de 1973 entre estudiosos franceses del psicoanálisis y sus relaciones con el marxismo tales como Backés-Clement, Muldworf, Sève, Leclaire y André Green. Si nos fijamos en las fechas de publicación: octubre en La Nouvelle Critique, noviembre el libro citado y diciembre en Cuadernos de Psicología, nos daremos cuenta que los estudiantes de Psicología de Somosaguas de Madrid, al menos tenían cierta información de las inquietudes intelectuales en París casi al tiempo que se producían en su lugar de origen, eso sí mediante la conexión argentina. La otra novedad es que se incluyen junto a textos de Adorno, Althusser, Gordon, Muldworf, Luria o Vera Schmidt, un breve artículo sobre la práctica psicoterapéutica en el ambiente del universitario radicalizado escrito por dos psiquiatras españoles en 1970 (Enríquez de Salamanca y Caparrós, 1973).

Muchos de aquellos psicoanalistas que hicieron posible y escribieron en esas compilaciones vienen en años posteriores, y con diversos grados de vinculación, a España, con la alforja llena de discursos revolucionarios y con algunos ejemplares de los libros antes citados bajo el brazo. Una bibliografía semiclandestina editada e importada de Latinoamérica apoyó la emigración de ideas y personas desde Argentina, sobre todo, a partir de 1976 cuando sufren un nuevo golpe de estado y comienzan los ‘desaparecidos’ de tan vergonzoso recuerdo para la humanidad. De esta manera el fenómeno migratorio entre países, en este caso, pero también la ‘migración’ desde el psicoanálisis crítico a la psicología social aplicada a la salud, contribuyó decisivamente a la implantación en el contexto madrileño de este modelo psicosociológico basado en el psicoanálisis y el marxismo y representado mayoritariamente por los grupos operativos. Podemos decir en plagares del profesor Torres (1993) que, en este caso, se puede hablar sin demasiado contenido metafórico, de la migración como forma del cambio del conocimiento científico.

El psicoanálisis de izquierda llega a Madrid

Armando Bauleo, uno de los psiquiatras y psicoanalistas más destacados, a tenor de los documentos y referencias orales y escritas que nos llegaban a nuestra España predemocrática, y Nicolás Caparrós fueron invitados por los estudiantes de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid a participar en la Semana Cultural en 1974. En plena climax del movimiento estudiantil antifranquista ambos protagonizan un multitudinario acto estudiantil de marcado carácter político-reivindicativo. Nicolás Caparrós, psiquiatra español, ex-jefe clínico del Hospital Psiquiátrico de Leganés (Madrid) acababa de regresar de Argentina de un periodo de formación en la Universidad de Buenos Aires y Armando Bauleo se presentaba como uno de los abanderados de la relación en la teoría y en la práctica entre el psicoanálisis y el marxismo. Ambos seguían las enseñanzas de sus maestros E. Pichon-Rivière y J. Bleger, éste, psiquiatra, psicoanalista, militante del Partido Comunista Argentino e introductor en Argentina de George Politzer. Estos psiquiatras participaban en los años 60 y 70 en Argentina del compromiso político, social e ideológico desde su inserción en instituciones sanitarias y docentes públicas.

En el plano ideológico y de las opciones teóricas E. Pichon-Rivière, uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina junto con el exiliado español Angel Garma y Marie Langer, entre otros, intenta, como expresa en su libro más conocido, el pasaje del psicoanálisis a la psicología social. A pesar de su cercanía al movimiento psicoanalítico de izquierda, en el que destacaba su colega Marie Langer, y sus discípulos A. Bauleo y Hernán Kesselman, Pichon-Rivière y J. Bleger nunca rompieron oficialmente con la Asociación Psicoanalítica Argentina, mayoritariamente de orientación kleiniana, aun cuando el primero mientras que se construía y reconstruía su propia escuela de psicología social, se fue paulatinamente de APA, sin haber oficializado nunca su despedida (Langer, 1977).

La aportación más original de Pichon-Rivière se refiere al campo de los grupos, debiéndosele la paternidad del ‘grupo operativo’. Este espacio más cercano a la psicología social y grupal que al psicoanálisis, aunque éste es uno de sus fundamentos teóricos, va a ser el que más atraiga a los profesionales españoles, ávidos de teorías y técnicas alternativas que se pudieran inscribir en un proyecto de cambio más global.

J. Bleger que ya en 1962 escribe un artículo sobre Psicoanálisis y marxismo es otro de los puntuales teóricos que influye decisivamente en muchos psicólogos españoles tanto por la aplicación de los grupos operativos en los procesos de aprendizaje a nivel teórico (1971b) y práctico desde la Cátedra de Psicohigiene en la Universidad de Buenos Aires, como por sus aperturas del trabajo de los psicólogos al campo de la Psicohigiene (lo que hoy día llamaríamos promoción y educación para la salud) y de la psicología institucional (1966b). El contradictorio papel jugado por Bleger en Argentina respecto a los psicólogos a los que, por un lado formaba y animaba a trabajar en el campo de la salud mental (prevención primaria, secundaria y terciaria) desde un encuadre psicoanalítico y por otro se oponía a su entrada en la Asociación Psicoanalítica Argentina, con la que nunca rompió, como ya hemos señalado antes, no se conoció en España. En nuestros lares, a los que nunca se acercó, mantuvo una imagen de entusiasta apoyo a los psicólogos, cuya identidad remarcaba frente a los psicoanalistas (Bleger, 1964). Probablemente su prematura muerte en 1972 cuando sólo contaba con 48 años contribuyó a mantener esa imagen de adalid de los psicólogos.

En nuestro país esta problemática (confrontación psicoanalista-psicólogo) no tuvo lugar al no estar implantada con fuerza la Asociación Psicoanalítica, y por ende el psicoanálisis. La estrecha vinculación existente a nivel internacional entre el psicoanálisis y la profesión médica (y la exclusión del psicoanálisis profano de la organización psicoanalítica) no llegó a cuajar con fuerza en España donde, cuando menos se desarrolló simultáneamente la institucionalización del psicoanálisis y el desarrollo de la profesión de psicólogo. La identidad de los primeros psicólogos españoles en todo caso pasaba más por el adjetivo de la orientación (‘psicólogo de orientación psicoanalítica o dinámica’) que por adquirir el estatus de psicoanalista. Eso no quiere decir que algunos psicólogos primero y otros más después se vincularán a la Asociación Psicoanalítica y a los distintos grupos lacanianos ‘deviniendo’ psicoanalistas.

Dos grupos de referencia: el Grupo quipú de psicoterapia y la psicología social operativa

Fruto de esta corriente de pensamiento crítica basada en el psicoanálisis más social fue la creación del Grupo quipú de Psicoterapia, en 1975 y que se mantiene hasta hoy día. Se formó a partir de un pequeño grupo de los primeros licenciados del 71, algunos integrantes de los Grupos de Psicología Crítica ya descritos, agrupados en torno a Nicolás Caparrós con quien hacen un grupo de formación en 1973-74. Constituidos en escuela privada de formación siguen haciendo formación con las siguientes promociones de licenciados de esos años, mayoritariamente entre los psicólogos y, en menor medida, entre los médicos con vocación psiquiátrica. El perfil de los discentes es fácil de adivinar: contestatarios en política y provenientes del movimiento estudiantil aunque sin ‘ciegas’ militancias partidistas, críticos con el pensamiento positivista y con el conductismo como modelo hegemónico en la psicología norteamericana, interesados en los problemas ideológicos y en el campo de la salud mental y ‘militantes’ de las consignas de mayo del 68 especialmente con aquella que postulaba la no separación de la vida personal y de la acción política, es decir con demanda de análisis (psicoterapia) personal. Señalemos la articulación en torno a este grupo de psicoterapia de muchos de esos estudiantes críticos con la psicología académica ahora ya profesionales en busca de un proyecto laboral y consumidores de una formación tan sugerente como, a veces, caótica. Allí confluían también personajes argentinos como A. Bauleo, Hernán Kesselman, Eduardo Pavlosky o Fernando Ulloa, además de Nicolás Caparrós verdadero punto de unión entre los dos continentes.

Fruto de esta relación entre profesionales madrileños y argentinos fue el libro Psicología y Sociología de grupo editado en Madrid en 1975 en el que, por primera vez, se habla de psicología social desde una perspectiva analítica, de conceptualización sobre grupo (Bauleo, 1975), de la teoría y práctica de grupos operativos (Caparrós y López Ornat, 1975) y de los roles de coordinador y observador en grupo operativo (Labrucherie y Marrero, 1975). Casi simultáneamente se edita en la misma colección Laing: Antipsiquiatría y Contracultura (Caparrós, 1975), donde, junto a autores ingleses (Sedgwick, Gordon, Faber, Schatzman y otros) y al francés Roger Gentis, escriben también N. Caparrós y A. Bauleo.

Vemos, con estos textos como emergentes, el interés de algunos de los recién licenciados en psicología: compromiso político, lectura no institucionalizada del psicoanálisis, antipsiquiatría, psicología social no académica, grupos.... En fin, todo lo que en esos momentos históricos, de penuria intelectual, podía ofrecer un grupo como Quipú con excelentes vinculaciones con el mundo del psicoanálisis crítico argentino.

La aparición en noviembre/diciembre de 1976 de Clínica y Análisis Grupal como Revista de Psicoterapia y Psicología Social Aplicada editada por el Grupo Quipú, marca un hito en la consolidación de este ‘espacio alternativo’ y confiere mayor verosimilitud a un modo de entender la psicología, a caballo entre la psicoterapia y la psicología social, con la ‘interrogación como método’ (Bauleo, 1977b) y cuyos planteamientos se recogen en los editoriales de los dos primeros números.

El carácter radical de su manifiesto se matiza en el primer programa de formación impartido en 1975 y titulado Curso de iniciación a las teorías y técnica psicoterapéuticas. Vemos así que el discurso ideológico se traduce en unos contenidos de formación que únicamente se pueden considerar ‘revolucionarios’ en el desierto teórico de la psicología española pero algunos de ellos bastante ‘tradicionales y académicos’ en contextos como la universidad francesa o la norteamericana.

ya hemos señalado el camino de la introducción del psicoanálisis ‘más o menos heterodoxo’ procedente de argentina a mediados de los años 70. podríamos decir que la cercanía cultural con el mundo latinoamericano se concretaba en personas que mantenían viva una cierta historia del pensamiento psicoanalítico generado en españa, recreado y confrontado con la realidad social en argentina y que nos venía de nuevo a nuestro país en momentos de ebullición política e intelectual. la inclusión en el foro madrileño de este pensamiento se hizo, como ya hemos señalado antes, a través del grupo quipú de psicoterapia en el que muy pronto se producirán ‘las escisiones’. un grupo de profesionales que habían iniciado su formación en quipú abandonan esa institución después del curso 1976/1977 y continúan su formación con a. Bauleo y m. De brasi que ‘rompían’ también con el grupo que les acogió en españa. de este modo se van diferenciando dos grupos: quipú que continúa con sus actividades formativas, psicoterapéuticas y de publicaciones y el grupo ‘de bauleo’ quien en julio de 1981 en milán (italia) fundará con otros colegas latinoamericanos, italianos, suizos y españoles el centre international de recherches en psicologie groupale et social (c.i.R) dos años después de haber celebrado en madrid en 1979 una "reunión intensiva sobre grupo operativo".

estos dos grupos se van a reconocer ‘herederos’ del pensamiento grupal de orientación psicoanalítica, básicamente representado por E. Pichon-Rivière j. Bleger quienes acuñan y desarrollan ‘los grupos operativos’.

la influencia de este modelo psicosocial en la práctica profesional de los psicólogos que trabajan en la sanidad pública fue muy importante, al menos en la década de los 80, como intentaremos demostrar más adelante, si bien podemos presentarlo diferenciadamente por la evolución seguida por ambos. Denominaremos al "modelo de quipú", según sus propias autodefiniciones, como psicología vincular operativa. el grupo agrupado en torno al cir se autonombran como concepción operativa de grupo (COG), aunque también hablan de una psicología social operativa y de una psicología social analítica. hay que señalar que mientras quipú continúa actualmente con el mismo tipo de actividades, el cir se autodisolvió en 1992 en su VII congreso de rimini (italia).

simultáneamente al desarrollo de ‘la psicología vincular y el grupo operativo’ se produjo una notable expansión de multitud de enfoques y matices del psicoanálisis generada por el asentamiento en nuestro país, y en madrid de forma especial, de numerosos psicoanalistas argentinos, unos más exiliados políticos, otros más exiliados económicos. así psicoanalistas freudianos, kleinianos, lacanianos, psicodramatistas, etc., proliferan mayoritariamente en las consultas privadas y en los innumerables cursos de formación que se ofrecen en el mercado madrileño. su ‘vocación psicosocial’ es menor que su aplicación a la práctica clínica privada individual.

a pesar de la controversia sobre si el psicoanálisis es una psicología individual o una psicología social, a nuestros efectos consideraremos una psicología social y grupal de orientación psicoanalítica aquélla que se reivindica como tal (recordar criterio tautológico del capítulo I) y/o cuyo campo de aplicación sea fundamentalmente la práctica grupal en instituciones sanitarias públicas de salud comunitaria.

así podemos definir varias líneas teórico-técnicas que se reclaman, con mayor o menor énfasis y fortuna, como herederas y continuadoras de una psicología social y grupal más bien originaria del cono sur y en las que se incluyen muchos de los profesionales que trabajan o han trabajado en relación con la sanidad pública.

La psicología social operativa

este ‘modelo’ de intervención en salud, del que hemos formado parte durante estos últimos veinte años y al que hemos contribuido en su implantación y desarrollo en nuestro contexto profesional, tiene sus fuentes, como ya hemos señalado en páginas anteriores, en las articulaciones teórico-prácticas entre el psicoanálisis y el marxismo en los círculos psicoanalíticos y de trabajadores de la salud mental progresistas de la argentina de los años 50 al 70. Para ubicar la filiación teórica e histórica de este modelo sobre el que hemos venido trabajando algunos años atrás nada mejor que ‘recuperar’ nuestras propias reflexiones de esos años. Nos referíamos en octubre de 1982 a ‘nuestros’ orígenes en la ponencia titulada aportaciones al trabajo comunitario de la psicología social operativa presentada en las II Jornadas sobre Salud y Educación en el campo comunitario y cuyo contenido consideramos lo suficientemente representativo como para recomendar su lectura íntegra al lector interesado en esta línea de trabajo (Duro, Escudero, Olabarría y Vignale, 1986).

Este modelo de intervención psicosocial se había potenciado en España y en Madrid más concretamente a través del Grupo Quipú primero y por el trabajo posterior, entre otros, de A. Bauleo. Este autor recuerda así sus comienzos en madrid: "… en españa, llegamos apenas muerto franco. Madrid era un desierto conceptual. No digo difícilísimo por momentos era terrible el comenzar, junto a colegas españoles, una cultura actualizada sobre las ciencias sociales. desarrollamos, sobre todo en madrid, grupos de trabajo en psicología social, que todavía hoy están en actividad. Pero el trabajo era privado, pues la organización de las instituciones mantenía los criterios franquistas y era imposible participar. Ahora después de cinco años de empeño, las instituciones solicitan que los profesionales que ingresen en ellas tengan formación en grupos" (Bauleo, 1982, p. 113).

de los grupos a los que se refiere bauleo en la cita anterior salen muchos de los primeros psicólogos que ponen en marcha experiencias grupales y comunitarias en los centros municipales de salud de madrid. Así encontramos psicólogos que se autorreconozcan en esta línea y que se integrarán unos años después en el cir, en centros municipales de getafe, majadahonda, san fernando de henares, carabanchel, y en el centro especial de medicina comunitaria del 1º de octubre. En otros centros (chamberí, retiro, vallecas, alcobendas, leganés) se encuentran profesionales muy ‘cercanos’ a esta orientación pero sin la ‘pública militancia’ de los primeros. en otros centros prácticamente todos los psicólogos y psiquiatras de orientación dinámica, cuando trabajan con grupos y/o con la comunidad suelen referirse al trabajo con grupos operativos. la principal característica que daría una cierta identidad grupal a los que se reconocen en este movimiento será su ‘apuesta’ por una postura "contrainstitucional y grupal", siguiendo una especie de consigna partidista que daba titulo al primer libro de a. Bauleo en una editorial española. Nos estamos refiriendo a contrainstitución y grupos (1977a). En él se puede leer: "podemos hoy afirmar que hubo una psicología social oficial e institucionalizada (newcomb, asch, stöetzel, maisonneuve...) y otra que sufrió todos los desgarramientos impuestos por la ideología a través de su desaparición, de su depredación, de su desvalorización, o simplemente por la acusación de ‘no científica’ (freud, reich, escuela de francfort, vera schmidt, ciertas elaboraciones sartreanas, gramsci...)" (obra cit., pág.31), "una psicología social oficial admitida, era considerada como la ‘ciencia’ porque esbozaba respuestas a las preguntas que el sistema establecía" (obra cit., pág. 35). este punto de partida ‘contrainstitucional’ era válido para todo tipo de instituciones en su acepción de establecimiento y de pensamiento convencional, instituido. La universidad y la psicología social académica en primer lugar, las asociaciones psicoanalíticas y el psicoanálisis ‘ortodoxo’ en segundo y las instituciones sanitarias, educativas y sociales como la familia, en tercer lugar.

Contexto social y modelo grupal

Siguiendo a Gergen acerca del carácter histórico de la psicología social hemos de señalar que esta psicología social ‘se importó’ y ‘fue adaptada’ en nuestro contexto social en un momento histórico absolutamente favorable a sus postulados que cobraron vigencia en tanto ‘traducían’ al lenguaje técnico-profesional, valores, expectativas y demandas sociales de ‘grupalidad’ (solidaridad, relaciones afectivas múltiples, participación social, cambio a todos los niveles, etc.) en íntima relación con el momento sociopolítico de pasaje de una sociedad autoritaria y dictatorial a una sociedad democrática y participativa.

Veamos con algún detenimiento algunas relaciones entre las características del contexto sociopolítico, institucional y psicosocial español y la emergencia de este enfoque en psicología social que hemos denominado ‘psicoanálisis y marxismo’.

1.- El clima político de lucha antifranquista y el auge del marxismo como pensamiento alternativo hegemónico en los círculos intelectuales de la izquierda internacional.

La oposición al franquismo más consistente desde el punto de vista intelectual provenía de círculos progresistas cercanos a los partidos políticos de izquierda que tenían como referente teórico el marxismo cuyo estudio comenzado durante la lucha clandestina antifranquista (Politzer, Hanneker) era práctica habitual entre los profesionales militantes o simpatizantes de esos grupos políticos. Con la adscripción a este modelo psicosocial en cierto modo se continúa la formación ‘política’ en el marxismo general con los textos de Marx más filosófico-epistemológicos.

La importancia del estudio de la ideología es el eslabón intermedio que facilita el interés por la psicología desde una perspectiva marxista. Autores que facilitan ese pasaje a los profesionales españoles provienen del entorno europeo y francés principalmente. Las lecturas estructuralistas de Marx por Althusser y su aplicación a Freud y Lacan, del freudomarxismo de la Escuela de Frankfort, de algunos troskistas (Jean Marie Brohm) de marxistas y psicoanalistas franceses (M. Tort, Pontalis...) dan cobertura y justificación intelectual a este modelo. El hecho de que esta influencia del marxismo llegara también a otros profesionales progresistas sanitarios (médicos ‘sociales’ y psiquiatras) reforzó la legitimidad para que los psicólogos (también sociólogos y asistentes sociales) se adentraran en este enfoque como alternativa epistemológica a la psicología academicista de la universidad y como modelo de oposición al paradigma positivista todavía hegemónico en las ciencias sociales, y en la psicología del mundo anglosajón.

2.- La importancia de lo personal-ideológico-subjetivo-afectivo en el cuestionamiento de la ideología dominante. Unión de lo personal con lo político y lo profesional. La ‘terapia personal’

frente a una psicología académica abstracta, psicométrica y descomprometida personal y políticamente se acogió como el ‘maná’, una psicología que ofrecía, no sin su correspondiente mesianismo, una tierra prometida de perfecta síntesis entre lo personal, lo teórico y lo político. Ahí estaba la salvación (también significa salud) para un sector de desorientados estudiantes y jóvenes licenciados. Una formación ‘caliente’ en la que se aprendiera ‘hablando desde las tripas’ (es terminología de los psicoterapeutas formadores de esos años) aparecía como el antídoto perfecto contra la racionalización de la academia e incluso contra el frío cientifismo conductista. Estaba mucho más en la línea de trasladar/transferir a lo profesional los afectos ‘puestos’ en la lucha política ampliado el campo de lucha en este caso a lo ideológico (los grupos servían para ‘denunciar’ los mecanismos ideológicos) que también se infiltra en lo personal, en lo afectivo. La terapia personal se ‘justifica’ como parte de la batalla contraideológica más general. La unión de la revolución social y la personal (sexual en terminología reichiana) aparece como posible desde la adhesión ‘militante’ a este modelo.

3.- Las características psicosociales de muchos de los profesionales de la época. Este enfoque prende fácilmente entre jóvenes licenciados en psicología y, en menor medida, en médicos interesados por la psiquiatría y algunos sociólogos y asistentes sociales.

Son activamente antifranquistas y de izquierdas, participantes en el movimiento estudiantil y en el movimiento vecinal, sin adscripción homogénea a ningún partido político es especial. En general sin militancia orgánica en partidos políticos ‘disciplinados’ –estalinistas, en terminología de la época– (PCE, ORT, PTE). Más simpatías por partidos políticos ‘antiestalinistas’ –troskistas– o movimientos anarquistas.

Su perfil se va a parecer más al del intelectual ideológicamente comprometido con los movimientos populares según el modelo sartreano que al del intelectual orgánico al servicio de un partido político, según teorizaciones gramcianas. Será por esa razón por la que los profesionales adscritos a este modelo se relacionarán mejor con el PSOE que con el PCE, ya que el primero, durante el final del franquismo y en los primeros años de la transición acepta el marxismo oficialmente y en su seno conviven militantes marxistas de distinta índole (desde más socialdemócratas a más troskistas –recordar el entrismo de los troskistas en los partidos socialistas–) en una organización poco necesitada de jerarquía y disciplina debido a su escasa militancia y poca implantación en las bases de trabajadores, estudiantes y profesionales (todo lo contrario que el PCE, el Partido por antonomasia en la lucha antifranquista y en los primeros años de la transición democrática). Generalmente desde una posición de independencia de los partidos políticos influirán en su política a través de su participación activa en movimientos asociativos profesionales (comienzos del Colegio de Psicólogos, primeros años de la AEN progresista) y de su participación como técnicos comprometidos en jornadas de política profesional organizadas por los partidos políticos (en el entorno del PSOE principalmente, como ya hemos dicho).

A nivel profesional son recién licenciados en busca del primer empleo. Hay dos perfiles: unos, universitarios de clase media y otros, que habían hecho la carrera trabajando por lo que tenían alguna relación con el movimiento sindical (COOO, UGT y CNT).

4.- Reivindican la teoría psicoanalítica ‘leída’ desde una perspectiva marxista importada del mundo intelectual latinoamericano, especialmente el argentino que a su vez había recibido influencias francófonas. El psicoanálisis no podría haber entrado en los círculos profesionales si no hubiera venido ‘por la izquierda’. Se liga con las aproximaciones de Castilla del Pino de final de los sesenta y de los círculos médicos y psiquiátricos progresistas. El hecho de que se acompañara de una lectura de izquierdas implicaba su aceptación teórica y metodológica como teoría liberadora con una aplicación social a la asistencia pública al servicio de las clases populares (aquí la influencia de W. Reich era palpable). Se neutralizan así algunas características de la representación social del psicoanálisis que no habría sido aceptada por los profesionales de izquierda, a saber: teoría individualista adaptadora al orden social, terapia individual, larga y cara, sólo asequible a una minoría de las clases pudientes, lenguaje exotérico sólo para iniciados, etc.

5.- La demanda social de los grupos (de la población y de los profesionales).

¿Por qué ese entusiasmo por los grupos en ese momento histórico?

A este respecto podemos aplicar el análisis de Steiner (1974), citado en Musitu, (1981) para aplicarlo al interés por los grupos en la España postfranquista: "en tiempos de serenidad donde la sociedad selectivamente sigue una orientación definida y estable, el foco de atención está en el individuo. En tiempos de incertidumbre, como fue en la preguerra y la posguerra, y en la situación actual el interés científico debe centrarse en los procesos del grupo y no del individuo" (obra cit., pág. 192). Eran tiempos de incertidumbre en los que los procesos instituyentes fluían en el conjunto del Estado y la psicología no podía sino reivindicar desde su parcela técnico-profesional su aportación al cambio social desde un enfoque comunitario, psicosocial y más grupal que individualista.

¿Hay demanda social por los grupos?. Este modelo prioriza lo grupal (vincular) tanto a nivel de ‘objeto’ teórico de la psicología social (priorizar la psicología grupal como base teórica para la ‘construcción’ de una ‘nueva’ psicología) como en cuanto dispositivo privilegiado de intervención –el dispositivo grupal–. En esos años de la salida de la dictadura ‘lo grupal’ caracteriza en buena medida las formas alternativas de relación social en amplios grupos de la población, en una especie de ‘democracia participativa en la lucha’ donde las reuniones, las asambleas, manifestaciones eran la expresión más colectiva, más ‘grupal’ de la democracia directa. Los valores sociales emergentes de solidaridad surgen como alternativa al aislamiento individual forzoso de la dictadura que impone un modo de vida coartado en sus relaciones sociales. La lucha colectiva por un sistema democrático empieza a primar sobre los modelos individualistas autoritarios del anterior régimen. Es tiempo de alta participación social (política, sindical, vecinal, asociativa, etc.) y la oferta de ‘grupos’ (terapéuticos, de formación, de participación comunitaria, en la intervención en crisis, etc.) por parte de los profesionales y de las instituciones de nuevo cuño aparecen sintónicas con esos nuevas formas de relación y valores sociales.

En su dinámica más latente podemos aventurar también la hipótesis de que las formas grupales, en ese momento histórico, puedan haber servido como ‘defensa’ frente a la ansiedad provocada por la incertidumbre del cambio. La demanda por lo grupal sería una demanda de contención –de parte de los integrantes y de los profesionales– ante el cambio.

¿La demanda, es de los profesionales?, ¿es de estar en grupo?. Siguiendo con este análisis los propios profesionales, como sector social inmerso en ese proceso de cambio, demandarían los grupos, el estar en grupo como dispositivo ‘terapéutico’ a nivel latente para enfrentarse a una tarea ansiógena –la profesional– y como fórmula de adquisición de una cierta identidad profesional que no le proporcionó la institución académica. El grupo como institución, la identidad grupal como identidad profesional. De ahí que la terapia y la formación fueran en grupo, en grupo las discusiones político-profesionales y el trabajo, en equipo –grupo al interno de la institución– .

6.- demanda de cambios institucionales

Las caducas instituciones ‘necesitan’ remodelarse, adaptarse a los nuevos tiempos de modernización. Se da la dialéctica entre un discurso de cambio radical de las instituciones y unas posibilidades de cambio mucho más ‘reformistas’. Este modelo da respuesta simultáneamente a los dos polos de la contradicción ya que a nivel teórico se coloca del lado de la teoría más contrainstitucional y ‘anarquistoide’ dentro de las ciencias sociales (recordar Feyerabend (1970) y los socioanalistas franceses) y por otro ofrece instrumentos técnicos para trabajar en las instituciones aunque sea ‘de manera alternativa’: el grupo operativo (primando la asistencia terapéutica y la formación grupal, sus dos grandes aplicaciones).

Así son compatibles para este modelo el análisis institucional francés que proviene del movimiento antiinstitucional de mayo del 68 pero que acepta los fundamentos del psicoanálisis y provee de elementos técnicos para la intervención (análisis de la demanda, de la implicación, asambleas, analizadores, etc.) complementándose con la tradición argentina de los grupos operativos.

7.- Proporciona instrumentos técnicos para el ejercicio profesional

El modelo ofrece gran capacidad para la intervención por: incorporación personal –elaboración personal– de los elementos teórico-técnico, del saber hacer (aprendizaje en el sentido blegeriano) y por disponibilidad de los suficientes elementos técnicos –encuadre, interpretación– para poder articular formas de intervención prácticas en contextos institucionales y comunitarios públicos (y no sólo en la práctica clínica individual como el psicoanálisis más clásico). Da herramientas útiles para ‘ofertarse’ como técnicos en el campo de la salud comunitaria (Psicohigiene).

Serían pues profesionales comprometidos ideológicamente con la izquierda y técnicamente capaces de trabajar en salud comunitaria en ‘coherencia’ entre los planteamientos ideológicos de las instituciones y las formas presentadas como técnicas específicas de intervención psicosocial (los grupos como ‘paradigma’).

En sus comienzos el arsenal teórico-técnico provenía casi en exclusiva de los autores argentinos de grupo operativo (Pichon-Rivière, Bleger, Bauleo, etc.) de psicoanalistas ingleses interesados por los grupos (Bion) o las instituciones (Jaques y Menzies), de la escuela francesa de psicoanálisis grupal (Anzieu, Käes, Bejarano, etc. ) y del socioanálisis o análisis institucional (Lapassade, Lourau, etc.). Se da poco desarrollo teórico por parte de los autores españoles, en parte por su escasa inserción universitaria, en parte por su rechazo global de la teoría académica que podía haber sido más próxima, por ejemplo interaccionismo simbólico, etnometodología, dinámica grupal lewiniana, etc. La teoría crítica más cercana con presencia universitaria era la sociología cualitativa de Jesús Ibáñez (en 1979 publica su libro sobre grupo de discusión) y es ignorada por los psicólogos de esta orientación hasta bien entrada la siguiente década.

Participación en las instituciones e inserción profesional

Uno de los puntos de partida de este modelo es la crítica a la formación académica recibida en la Universidad, tanto en sus contenidos, como en la metodología docente utilizada y en su función ideológica adaptadora al sistema político-social dominante. Este planteamiento ‘contrainstitucional’ se generalizaba hacia toda institución del Estado en la que podían incluirse los psicólogos, la Sanidad en su conjunto recibía la crítica correspondiente en cuanto a su función de ‘aparato ideológico’. El cambio institucional se convertía así en leimotiv del trabajo de estos psicólogos cuando se iban incorporando a instituciones, generalmente de nueva creación o en franco proceso instituyente. La Universidad no reunía ninguno de estos dos requisitos y no se constituyó para estos profesionales en un lugar en el que insertarse, máxime el esfuerzo que significaba la confrontación con los modelos positivistas dominantes que imponían su hegemonía en la nueva universidad española.

El campo de confrontación y de expansión era la práctica profesional en las instituciones públicas, en ellas la inserción resultaba fácil por: cercanía del discurso teórico-técnico de los profesionales con el discurso ideológico-político de los gestores-políticos, por la escasa oferta de profesionales con algún tipo de formación extra-académica y por la capacidad de manejar/enfrentarse a situaciones ansiógenas, poco institucionalizadas –internamente y en cuanto al tipo de demandas recibidas–. La demanda de estas primeras instituciones requería este tipo de profesionales: no necesariamente expertos en ‘problemas concretos’ sino consistentes ideológicamente (es decir, próximos y no paranoidizantes con la institución), líderes en la organización del equipo y del trabajo (‘expertos en grupos’) y capaces de ‘enfrentarse’ a demandas inciertas y poco formalizadas por parte de los usuarios y la comunidad.

Campos de intervención

En relación a esta poca formalización de la demanda los campos de intervención en los que estos psicólogos se insertan más ‘cómodamente’ son la promoción de la salud, la salud mental comunitaria y la planificación familiar. Es decir campos donde pueden aplicar con más facilidad sus conocimientos grupales, referidos a la terapia y a la formación (de usuarios, de otros profesionales y del mismo equipo), y psicosociológicos, referidos a la intervención institucional y comunitaria.

Las prácticas en instituciones públicas se combinan en la mayoría de las veces con las prácticas privadas que se orientan hacia las consultas psiquiátricas-psicológicas y los tratamientos psicoterapéuticos grupales, familiares, de pareja e individuales por este orden de prevalencia.

Técnicas más utilizadas

Respecto a las técnicas, este modelo, a nivel discursivo, critica en general el uso ‘desideologizado’ y ‘ateórico’ de las técnicas psicológicas (Foucault, 1988; Pontalis, 1968) y especialmente de la tecnología conductual, sin embargo pone énfasis en el rigor ortodoxo de su propio armamentorum técnico (por ejemplo con los encuadres de grupo operativo: roles de coordinador/observador, lectura de emergentes, etc.) en parte como argumento para obtener credibilidad profesional y en parte como elemento de diferenciación entre las diferentes versiones de este enfoque tanto a nivel español (entre Quipú y CIR) como a nivel internacional (por ejemplo entre integrantes del CIR español y brasileños, éstos más próximos al análisis institucional).

Como ya hemos señalado anteriormente los dispositivos grupales son los instrumentos técnicos priorizados desde este modelo psicosocial. Los grupos terapéuticos de base psicoanalítica fueran hechos desde la concepción operativa de grupo o desde el grupoanálisis operativo. La psicoterapia del grupo familiar, la psicoterapia de pareja y la intervención en crisis referidas al aspecto más asistencial-terapéutico en salud mental comunitaria. En todas estas modalidades ‘terapéuticas’ se podían utilizar técnicas de ‘movilización’ especialmente las técnicas psicodramáticas. En el campo de la formación y de la educación para la salud se utilizan los grupos operativos en el sentido más estricto o en adaptaciones denominadas grupo operativo coordinado con técnica de grupo de discusión o grupo de discusión (diferente al sentido utilizado por Jesús Ibáñez). La investigación-acción de inspiración lewiniana combinada con la intervención institucional se utilizaba cuando se trata de programas más institucionales y/o comunitarios.

esta manera de entender el trabajo comunitario en general y en salud en particular, en cierta confrontación con las tendencias más ‘académicas’ que se iban instalando en la psicología social oficial, buscó la discusión en ese terreno en los próximos años, pero esos planteamientos los expondremos en la tercera parte de la tesis cuando analicemos la década de los ochenta.

En resumen desde un discurso y una práctica alternativa a lo académico va cobrando relevancia una psicología social con base en el marxismo y en el psicoanálisis con los grupos como dispositivo privilegiado de intervención en el campo de la salud comunitaria desde instituciones públicas en proceso de cambio, gestionadas por los partidos de izquierda.

5.3.2. La psicología ‘científica’

Si parte de los ‘rebeldes’ licenciados buscaron sus referentes teóricos en espacios de confluencia entre el psicoanálisis y el marxismo, otros orientaron su mirada hacia ‘la ciencia’. También los Grupos de Trabajo de Psicología Crítica y Cuadernos de Psicología publicaron documentos de introducción a la psicología ‘científica. Entre ellos Tecnología de la conducta ¿todo el mundo en una caja?. Manifiesto Skinner (1972b), ¿Qué es la Terapia de Conducta? (1974) y El origen de la actividad consciente en el hombre –Luria–. Se trataba en estos inicios de presencia social de un nuevo saber de buscar las claves para su aceptación social. El argumento central para su reconocimiento lo hallaron en la consideración de ciencia de la psicología. La construcción de la psicología como ‘realidad’ científica, y por consiguiente merecedora de su reconocimiento profesional y de su utilidad social fue la principal tarea a la que se dedicaron buena parte de los psicólogos en estos años de la década de los setenta.

Si bien la consideración de ciencia como ‘garantía de calidad’ (que diríamos ahora) era buscada por todos los modelos o enfoque psicológicos es indudable que, como representación social mayoritaria, a la consideración de ciencia se le asociaba condiciones tales como uso del método experimental, observación de lo manifiesto, medición de las conductas, predictibilidad, etc., de manera que el enfoque conductista y en general aquellas teorías basadas en la conciencia o en la conducta se adaptaban mucho mejor a los requisitos del método científico positivista que los modelos basados en el psicoanálisis, es decir en el inconsciente.

Conductismo y profesionalización

Tomando como punto de partida la endeblez teórica, metodológica y técnica de los contenidos impartidos en la universidad, algunos psicólogos pusieron todo su empeño en contribuir a que esta inmadura disciplina y novel profesión adquiriera un estatus científico equiparable al que ya gozaban en nuestro país las ciencias naturales y experimentales, como la física o las matemáticas. Así, a semejanza de lo ocurrido en otros contextos internacionales, reivindican la inclusión de la psicología como ciencia a la que se le pueda aplicar y exigir los mismos parámetros de cientificidad que al resto del conocimiento científico según los cánones del método positivista, paradigma dominante en la filosofía de la ciencia en los años 40 y 50, aunque ya en retroceso en el resto del mundo en esos momentos. Esta línea argumental ya había tenido un considerable éxito como crítica furibunda y a la totalidad hacia el psicoanálisis por su carácter acientífico, metafísico e idealista y en países de características tan dispares como Estados Unidos, Inglaterra, la Unión Soviética y sus países aliados, Cuba entre ellos.

Bien porque se buscase más el aval de modelos dominantes en algunas universidades norteamericanas o europeas, bien porque se apoyasen en modelos ‘materialistas’ de los países del Este socialista, que gozaban de las simpatías de los Partidos Comunistas de las naciones occidentales, como era el caso del español, el resultado fue la rápida incorporación de las teorías del aprendizaje y sus correlatos técnicos para la intervención: las técnicas de modificación de conducta.

La confluencia, a nivel teórico de la reflexología soviética, y posteriores desarrollos de Luria, con las derivaciones del aprendizaje skinneriano, junto el rechazo, a veces visceral, del psicoanálisis, unieron a los primeros psicólogos ‘científicos’ españoles en el camino para la construcción social de una profesión con marchamo de ciencia: la psicología.

autores que en la aplicación de la modificación de conducta a problemas de salud destacarán posteriormente como Ramón Bayés marcan el camino con libros como Una introducción al método científico en Psicología (1974) o Psicología y Medicina (1979). Es interesante señalar, por su papel de liderazgo e influencia en los psicólogos madrileños de orientación conductual, la presentación de una ponencia de Bayés sobre Aportaciones del conductismo a la salud mental comunitaria (1983) en el marco de unas Jornadas de trabajo sobre Salud Mental y Comunidad en Cataluña celebradas en Barcelona en 1982. El pionero psicólogo catalán, posicionándose dentro de las líneas generales marcadas por la OMS, recoge los planteamientos y experiencias de salud mental de Liberman en California para cifran las aportaciones del conductismo a los programas de salud mental comunitaria, además de en un abaratamiento de los costes, en aportaciones de "tipo metodológico, al permitir el seguimiento, evaluación, comparación y replicación de experiencias y de tipo ideológico, al facilitar la participación activa de los miembros de la comunidad y la desmedicalización de los problemas de salud" (obra cit., pág. 97).

En este segundo aspecto se detiene Bayés para destacar el énfasis que el conductismo hace en la desprofesionalización (desmedicalización, despsiquiatrización, despsicologización) en base a cinco razones: disminuir los costos sanitarios. Disminuir el peligro de iatrogenia. Permitir la actuación de otros profesionales no médicos. Evitar las connotaciones marginadoras de muchos etiquetajes médicos y psiquiátricos y aumentar la participación activa del paciente y familiares en el proceso curador lo que, en muchos casos, aumenta la eficacia del tratamiento. Así, se plantea que conseguir la desmedicalización se convierte en un problema de ingeniería conductual para cambiar las pautas culturales sanitarias de manera que otros profesionales (psicólogo clínico, enfermera o asistente social) y los propios interesados tomen parte activa en su proceso de curación. La no utilización de términos con fuertes implicaciones invalidantes (enfermedad es el término base) y su sustitución por otros sin connotaciones médicas es una de las propuestas conductuales de Bayés en el camino de la desmedicalización. Por último defiende la inclusión del psicólogo clínico dentro de equipos interdisciplinarios de salud teniendo en cuenta los avances en medicina conductual y su papel tanto directamente con los usuarios como asesorando a otros profesionales.

El conductismo y su tecnología conductual pronto abandonará el término de salud mental comunitaria para reivindicar la psicología comunitaria y años más tarde la psicología de la salud como ámbitos específicos de aplicación –la comunidad y la salud– de las teorías psicológicas científicas, es decir, medibles.

También las editoriales con sus traducciones de obras del mundo anglosajón y las revistas que iban apareciendo, cada vez más relacionadas con la universidad (Ver Cuadernos de Psicología 3), iban conformando una imagen de la psicología como disciplina científica y de base experimental.

El carácter social de estos planteamientos no venía tanto de considerar a la psicología como un conocimiento social, sino del carácter aplicado de los conocimientos científico-psicológicos. La psicología era una ciencia, y como tal, neutra y políticamente aséptica, pero debía estar al servicio de la sociedad, debía tener una verdadera proyección social. La psicología como servicio público.

Desde esta perspectiva los psicólogos que militaban en organizaciones políticas de izquierda, muchos de ellos en la órbita del Partido Comunista de España, en seguida reivindicaron la inclusión de la psicología en los proyectos de reformas de las instituciones públicas como en la sanidad, enfatizando las versiones más ‘sociales’ de la psicología de orientación conductual tales como las teorías del aprendizaje social, el conductismo social, el interconductismo kantoriano y los planteamientos de la psicología comunitaria de influencia norteamericana.

El emergente más claro de esta relación lo observamos con la, ya mencionada, presentación en las Primeras Jornadas Sanitarias del PCE en junio de 1978 una ponencia titulada Psicología y Salud, publicada meses más tarde en el Boletín de la Sección de Psicólogos del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados de Madrid (Costa, 1979) en la que se establecen las bases de lo que será el discurso progresista de los conductistas españoles en salud comunitaria, vinculando en estos inicios psicología ‘científica’ y Partido Comunista. Continúan así una cierta lectura ‘marxista’ del conductismo emprendida por autores como Ardila (1980), Ribes (1982), Holland (1973; 1979), Dorna y Méndez (1979), entre otros.

Conductismo e ideología

Las acusaciones de manipulación al conductismo se rebaten echando mano de la intencionalidad explicitada en la modificación de la conducta como primer paso para el desenmascaramiento de la ideología que se presenta como sentido común ya que "en la terapia de conducta se vive también el intento de desvincular psicología y sociedad, y se hace en nombre de un cientifismo cuyas raíces no son otras que las de institucionalizar la internalización de la ideología de explotación (…). El que en la actualidad la modificación de conducta esté realizada, en parte, por individuos con una cierta vocación autoritaria y servil, es también una realidad modificable: se trata de modificar al modificador: de abrir el debate metodológico e ideológico" (Bouza, 1976, pág. 33).

Los debates ideológicos sobre el conductismo sin ser numerosos tampoco son negados por algunos psicólogos comprometidos políticamente con posiciones de izquierda. Es el caso de dos psicólogos chilenos que tienen que exiliarse después del golpe militar que acabó con el presidente Salvador Allende en 1973 y que desde las reflexiones en Francia y España escriben Ideología y Conductismo, una reivindicación del conductismo desde una ideología marxista frente a las habituales críticas al uso en Estados Unidos y en Francia (Dorna y Méndez, 1979).

El debate, como no podía ser de otra manera, se desliza hacia la filosofía de la ciencia, a la sociología del conocimiento científico y a la metodología, campos en los que no se prodigan mucho los autodenominados psicólogos científicos, salvo contadas excepciones interesadas en la psicología científica y en la psicología de la ciencia (Bouza, 1976; 1977), en los métodos de las ciencias sociales (Alvira, Avia, Calvo y Morales, 1980) o en ‘buscar’ un nuevo paradigma (Costa y López, 1982).

Esta segunda línea crítica con la psicología académica en los finales de los setenta, muy pronto se instalará en la universidad a la que, algunos de estos primeros inconformistas accederán como profesores, y más tarde como catedráticos.

La hegemonía en las Facultades de Psicología del paradigma positivista y especialmente de las teorías conductistas, que copan casi todas las áreas relativas a la Personalidad, Evaluación y Tratamientos psicológicos, se mantendrá hasta nuestros días, aunque con los matices de la incorporación de ‘lo cognitivo’, que transformó poco a poco ‘la escuela conductista’ en ‘cognitiva-conductual’ no sin ácidas disputas entre ambas opciones (Pérez Alvarez, 1985).

El resto de los profesionales que se reconocen en esta orientación se van instalando como profesionales desde lugares profesionales privados de creciente y reconocido prestigio tanto desde ámbitos profesionales (el Colegio Oficial de Psicólogos, por ejemplo) como desde los sectores universitarios con planteamientos afines, que eran la mayoría.

Aparece pues estrechamente vinculado el proceso de adquisición de un estatus científico para la psicología, con su institucionalización en la universidad y sus comienzos de profesionalización, presencia y reconocimiento social con el aval del Colegio de Psicólogos.

modelo conductual en salud comunitaria

Veremos a continuación algunas líneas interpretativas del por qué del surgimiento en nuestro contexto del modelo conductual en salud comunitaria

1.- modelo alternativo a la psicología académica y al psicoanálisis tradicional

El hecho de criticar a la psicología académica española de esos años y sumarse a las críticas internacionales al psicoanálisis hegemónico en los años posteriores a la segunda guerra mundial en algunos países como EEUU, le otorgó la credibilidad de modelo alternativo y le hizo atractivo para nuevos profesionales de la psicología.

2.- la psicología como una ciencia según el paradigma positivista.

La psicología española necesitaba entrar en el club de las disciplinas científicas para alcanzar su reconocimiento social, el incluirse en el mismo lenguaje ‘científico’ que las ciencias naturales facilitaba su aceptación por parte de otros colectivos profesionales, de los medios de comunicación y de las autoridades científicas y académicas. Además el enfatizar su carácter científico-técnico les despoja de la connotación política subversiva asociada a otros profesionales (psiquiatras ‘antipsiquiatras’ por ejemplo) y les da más fácilmente el marchamo de científicos neutrales-objetivos sin ideología (de izquierdas se entiende). El psicólogo como profesional científico-técnico.

Este modelo enfatiza el carácter científico-técnico con amplia variedad de técnicas psicológicas lo que le da la oportunidad de enfrentarse a múltiples problemas en el campo de la salud y le hace creíble y útil desde el punto de vista de otros profesionales –médicos sobre todo – que buscan y valoran la ‘eficacia’ técnica de los nuevos profesionales.

3.- carácter aplicado de la psicología y su utilidad social

Los psicólogos progresistas que se adscriben a este modelo resaltan el carácter aplicado de los conocimientos psicológicos y la necesidad de ser puestos al servicio de toda la población por parte de las autoridades sanitarias. El sentido político viene dado por la inclusión de los servicios psicológicos dentro de la sanidad pública.

4.- Importan teorías tanto del mundo anglosajón como de los países socialistas

La modernización de la psicología exigía la incorporación de las teorías dominantes en los círculos académicos internacionales. El hecho de coincidir en el mismo concepto de ciencia desde el mundo anglosajón y el mundo del socialismo real (positivismo/materialismo/marxismo científico) daba un amplio margen de posicionamiento a los psicólogos, desde los que podían considerarse más científicos a la usanza europea y norteamericana sin mayores compromisos políticos a los estrechamente vinculados al Partido Comunista de España con planteamientos más sociales y de política pública en cuanto a la aplicación de la psicología, según el modelo del ‘intelectual orgánico gramciano’.

5.- El conductismo social y la psicología comunitaria norteamericana

Los modelos conductuales generalmente basados en el individuo en la medida que se van aplicando desde perceptivas progresistas a campos más sociales, como es el caso de la salud comunitaria, van incorporando modelos de aprendizaje social y elementos de otras teorías psicosociales (como la lewiniana) que complementen para el nivel comunitario, las técnicas de modificación de conducta aplicables al nivel individual.

Participación en las instituciones e inserción profesional

Tanto por su militancia o simpatía con el PCE, como por su capacidad técnica, avalada en algunos casos por estudio en el extranjero, los profesionales adscritos a este enfoque también se incorporan a instituciones de salud regidas por los partidos políticos de izquierda en las que el PCE todavía es una relevante fuerza política.

Profesionalmente muchos de estos psicólogos irán ocupando progresivamente puestos en la universidad cuyas primeras remesas de titulares y de catedráticos provienen de estos años. Otros se irán labrando un nombre y prestigio a nivel de práctica clínica privada cada vez con menos intervención en asuntos públicos relacionados con la psicología y la salud.

Campos de intervención

La intervención en salud para estos psicólogos se basa en la búsqueda de un lugar lo más discriminado posible respecto a otros profesionales –psiquiatras sobre todo–. Por esa razón sus campos de aplicación en la salud comunitaria se alejará de las actividades más directamente relacionadas con la salud mental comunitaria y se acercará más a aquellos problemas más fácilmente identificables en términos conductuales relacionados con la promoción y educación para la salud (salud bucodental, problemas de conducta infantil, sexualidad en la adolescencia, etc.).

Técnicas más utilizadas

Las técnicas más utilizadas son las derivadas de la psicología del aprendizaje enfocadas a la modificación de comportamientos individuales ‘perjudiciales’ para la salud. Las técnicas grupales se centran en la enseñanza de habilidades sociales de comunicación y ‘escuelas de padres’ para problemas relacionados con la salud de los hijos y la relación padres-hijos.

5.3.3. Dos modos de entender la psicología en la comunidad

Un ejemplo del enfrentamiento público (y bien público) entre estos dos modelos lo encontramos en la publicación de dos artículos contrapuestos en Papeles del Colegio y que, firmados cada uno por un psicólogo con responsabilidades en el mismo equipo de la Junta de Gobierno de Madrid, podrían analizarse como emergentes de dos grupos profesionales en lucha por la hegemonía en un atractivo campo de intervención.

Nos estamos refiriendo al artículo Acercando la Psicología a la comunidad de Alejandro Ávila (1982), que firmó como psicólogo clínico. Al segundo, aparecido al mes siguiente en la misma revista, el autor Antonio Pérez, a la sazón tesorero de esa misma Junta de Gobierno, lo titula ¿Acercando la Psicología o dos modos de entenderla? y según sus palabras: "se trata más de una reflexión a partir de la invitación formulada por Alejandro Ávila en Acercando la Psicología a la comunidad que de una contestación" (Pérez, 1982, pág. 17).

Ávila parte, aunque sin citarlo en el texto, sí en la bibliografía, de una crítica al artículo de Costa y López publicado unos meses antes en esa misma revista. expresa, en términos generales, los planteamientos sustentados por los psicólogos profesionales procedentes de la ya expuesta relación entre el psicoanálisis y el marxismo y cuyo punto de articulación se centra en la psicología social y grupal con referentes en E. Pichon-Rivière y en el grupo operativo. Veamos algunos párrafos de dicho artículo: "el psicólogo puede sentir la tentación de disfrazarse de especialista dotado de procedimientos rigurosos y científicos para acercarse a transformar una sociedad que desconoce como tal. La todavía precaria identidad del psicólogo busca su refugio en los Modelos y en el Método (…). Hay distintas clases de psicólogos. Hay psicólogos que se sienten en posesión de la verdad, que creen conocer un modelo eficaz, que se tranquilizan sabiendo cómo tienen que hacer en cada momento. También hay psicólogos que buscan, que a veces no saben qué buscan o si buscan en una dirección correcta o equivocada, que interrogan enojosamente, que viven antes una realidad y actúan en ella después (…), no se trata de negar las aportaciones de aquellos psicólogos que se dicen modificadores del comportamiento (…). Subyace una vez más el solapamiento entre el interés por los métodos científicos y la necesidad-ambición de poder en un terreno profesional todavía poco definido. ¿Psicología comunitaria como campo de experiencia para establecer procesos de cambio en los individuos y en los grupos sociales? ¿Psicología comunitaria como proceso de evolución hacia un mayor control social por parte del sistema? ¿hasta qué punto la Psicología llamada científica no es psicología al servicio del poder? (…). ¿Cuáles son las conductas a prevenir?. Los teóricos del llamado Modelo de competencia piensan que es el Modelo el que permite identificar las conductas y modelos a prevenir, y señalan la necesidad de dotar al sujeto de instrumentos y técnicas para que participe en su propio control (…) se ignora que el hombre es una estructura sociedad-persona en la que lo intrapsíquico no es más que un producto de lo social. Y lo social determinante es mucho más que la especificidad situacional de las conductas o los parámetros del aprendizaje (…). los psicólogos del comportamiento, en lugar de soñar con Un mundo feliz o Walden dos harían bien en analizar los presupuestos éticos e ideológicos a los que sirven desde sus modelos de referencia (…). La prevención como bien de consumo puede ser uno de los principales instrumentos de control social. También la prevención como fomento de la diversidad puede constituirse en uno de los revulsivos sociales más incontrolados para las organizaciones que detentan el poder. El proceso en el cual los individuos y los grupos toman conciencia en poder participar en elegir la dirección de sus propios procesos, es una muy peligrosa arma arrojadiza que se vuelve contra los que quieren plantear muchos pequeños cambios para que nada importante cambie, y para que el control del cambio esté en sus manos (…). Hacer Psicología Comunitaria significa ocuparse de un objeto distinto al de la psicología individual. Los fenómenos de lo grupal, de los individuos como pertenecientes a y productos de los grupos, de las organizaciones sociales, son el objeto de estudio de la Psicología comunitaria. Intervenir en este área significa entender el complejo proceso de sobredeterminaciones que supone la estructura de grupo. El grupo no es la suma de sus integrantes ni el análisis de sus interrelaciones. El grupo da la dimensión del sujeto, lo explica y proporciona también la posibilidad del cambio. El sujeto no puede cambiar de manera consistente al margen de lo grupal (grupo real externo, lo grupal interiorizado). Por ello hacer Psicohigiene es intervenir sobre los grupal, y qué duda cabe que una de las estructuras grupales clave en el proceso del sujeto es la familia. La escuela es otra estructura de particular importancia. También las múltiples formaciones grupales que surgen en la comunidad, hasta las mismas instituciones comunitarias. Sobre todas ellas cabe hacer una intervención psicosocial (…), una de las aportaciones cruciales en este área es la de pichon-Rivière que plantea las bases para una intervención operativa en psicología social (…). Importa abrir la reflexión y el debate. Después habrá que relatar las experiencias" (Ávila, 1982, págs. 25-27).

Pérez, conocido militante del PCE, representa esa línea de búsqueda del rigor científico con fundamento epistemológico en el positivismo y a la que se adaptaban perfectamente las teorías de corte conductista social. Rescatemos parte de su texto para ilustrar nuestro análisis: "… lo que no veo es cómo es posible una actividad profesional que no sea la meramente especulativa, desgraciadamente reservadas a minorías en todas las sociedades históricamente conocidas (en este país algunos profesores universitarios y algunos intelectuales), sin conocimientos obtenidos con Modelos o/y Métodos (…). Hasta aquí el juego. A partir de aquí la crítica y defensa de dos modelos contrapuestos (…) la propia definición de ciencia se formula desde posiciones ideológicas. No es lo mismo seguir a Popper, que a Althusser o a Gustavo Bueno (…). Por ello no es nada desdeñable la clarificación y que cada cual aguante su vela. Se trata de separar los sistemas que utilizan como referente la realidad de los que utilizan como referente la metafísica, vaya por caso (…). Desde esta perspectiva la psicología científica aspira a contribuir a la formación de una sociedad de hombres críticos y conocedores de la realidad, por supuesto tratando de entender la relación dialéctica del individuo y la sociedad. No cree en un determinismo absoluto de lo social; cree en las posibilidades de desarrollo cognitivo del sujeto en interacción permanente con el medio en que vive (…), la última parte de la reflexión es muy ilustrativa de la posición de Alejandro Ávila; enlaza con el grupo de psicólogos que en la primera parte de su artículo dibujaba angélicamente como los que buscan (…). Esa posición más que honestidad científica explicita una incertidumbre permanente que hace inviable cualquier acción, la duda metódica del relativista que no acaba de tomar tierra nunca (…). Como colofón resalta dos cuestiones: una concepción sociologista del individuo en que todo está explicado y determinado por el grupo, sin tener en cuenta una interpretación dialéctica individuo-grupo y la referencia a la aportación de Pichon-Rivière en la definición de grupos operativos, fórmula que todavía requiere de un desarrollo metodológico a nivel como mínimo de la teoría del Lenguaje Total de Francisco Gutiérrez y que no haga del invento un mito reservado a iniciados y tapadera de la inoperancia" (Pérez, 1982, pág. 19).

Vemos en un lado y en otro los clásicos y habituales argumentos que se venían utilizando en las discusiones entre los psicólogos que se posicionaban del lado de la psicología ‘científica’ y los que se inclinaban por la psicología ‘freudomarxista’.

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