Volver al sumario de La Salamandra 1 Cotidianeidad, identidad cultural y política en jóvenes de un barrio urbano del Gran Buenos Aires
Adrián Esteban Zahon

Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas Orientación Sociocultura
Departamento de Ciencias Antropológicas
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional de Buenos Aires

Director de la Tesis:
Dr. Héctor Hugo Trinchero
Junio de 1999

Esta tésis esta dedicada a la memoria del Mtro. Santiago Wallace . Sin su abierta disposición a escuchar, sin sus observaciones precisas y sin su paciente dedicación; esta trabajo no hubiese podido despuntar. Mi inmenso cariño hacia él y hacia Nilda estará siempre presente, y la admiración como profesional será el camino que me imponga en la práctica.

Sumario

 

INTRODUCCION

En los tiempos que corren, resulta difícil considerar el límite entre lo político y lo no político. Podríamos tomar varias definiciones, todas ellas válidas que adjuntan un campo de interés investigativo. Sin embargo, orientamos nuestra atención al terreno abierto por algunos autores como O.Landi ( 1985 ) o N.Lechner ( 1984 ), que partiendo de una especificación de lo político, abren la posibilidad de explorar nuevas formas de politización de la vida cotidiana. Este último, expresa un valioso interrogante cuando se pregunta en el tramo central de su trabajo cómo:

‘‘ ... reflexionar la práctica política al margen de los lazos de arraigo y de pertenencia que desarrollamos día a día’’ ( Lechner N., 1984: 26 ). La vida cotidiana ofrece múltiples parámetros cualitativos para la realización de una investigación de esta índole. Por tal razón, procedimos a particularizar un sector de estudio. Nuestro interés estará dirigido a los jóvenes, y más precisamente a adolescentes que son parte de los sectores populares que habitan el Gran Buenos Aires. Este punto merece una doble aclaración básica e introductoria, puesto que temáticamente los profundizaremos en los capítulos I y II. Por un lado, hablaremos a lo largo del trabajo indistintamente de joven y adolescente, consecuencia de incluirlas dentro de una categoría etaria abarcativa de ambas que es la juventud. Sin embargo es preciso aclarar, siguiendo los lineamientos teóricos de M. Margulis ( 1996 ), la diferencia conceptual entre la posibilidad de establecer criterios cualitativos de lo que hace a la juventud, como categoría uniforme y de transición a la adultez; signado ese camino en tanto " moratoria social ’’, por: dejar la escuela, comenzar a trabajar, abandonar el hogar de la familia de origen, casarse, formar un nuevo hogar,etc.

Es importante por otro lado, sostener como lo hace C. Braslavsky ( 1989 ), la conveniencia entre hablar de juventudes o de grupo juveniles antes que de juventud, en razón de las desigualdades sociales constitutivas de la categoría y que implica un análisis: ‘‘.... que debe atender a las dimensiones simbólicas, fácticas, materiales y políticas en los que toda producción social se

desenvuelve ’’ ( Margulis M., 1996: 17 ). Otra cuestión parte de explicitar lo que entendemos por sectores populares. Definimos como sectores populares aquellas poblaciones que presentan condiciones sociales y económicas determinadas por: la falta de trabajo o salarios bajos, familias numerosas, deficiencias en el acceso a servicios y bienes, etc. La materialidad de lo que conceptualiza lo popular, despunta hacia otra cuestión, la dimensión de clase de la cultura-popular, al considerarla expresión de los sectores subalternos, entendidos en términos de la concepción Gramsciana de hegemonía.

Focalizaremos el interés investigativo en el proceso de construcción identificatorio a partir de los mecanismos de interpelación que lo determinan, contextualizando las bases de reconocimiento mutuo entre los jóvenes en la particularidad de un barrio, ubicado en la zona Sur del Gran Buenos Aires, mas exactamente en Quilmes Oeste.

Distinguimos en la integridad de los puntos fundantes, las acciones e interpretaciones de los sujetos, percibiendo a estas:

‘‘ ... como pertenecientes a un orden cotidiano que puede ser mantenido pero a la vez confrontado, mediante la consideración de los actores cómo intérpretes polémicos de su realidad social ’’ ( Batallán- García, 1990:23 ).

La estructuración de las variables identificatorias surge de la elaboración de un conjunto de proposiciones apriori de trabajo. En total nombraremos cuatro. La primera remite a que el proceso de identificación en los jóvenes se forja desde una esfera de significación dada por lo inmediato, por los hechos que suceden día a día. La segunda, parte de evaluar las relaciones que establecen los sujetos con otros, como formas de identificación a partir de sus prácticas y que abarcan un amplio espectro: espaciales sensitivas, consumistas, religiosas, ideológicas, estéticas. La tercera amplía el campo exploratorio de la segunda, por cuanto contempla el sentido histórico en el que se establecen dichas prácticas. La cuarta refiere al ‘‘ ordenamiento grupal ’’ que genera el significado de reconocerse entre los jóvenes, desde la apropiación del espacio del barrio, hasta las estrategias para enfrentar diferentes situaciones de vida, etc.

La formación de un ‘‘ nosotros ’’ en los jóvenes introduce pautas para caracterizar el sentido que adquiere la politización de la vida cotidiana en este grupo y las herramientas teórico-prácticas desde la que damos cuenta de su constitución. Criterio este último, por el cual hablaremos a la hora de precisar la identidad en términos de identidad cultural.

El problema a investigar parte de la caracterización de este grupo de jóvenes en cuanto ‘‘ tribus urbanas ’’ y a la ritualización de las acciones que dan contenido a la identidad.

¿ Puede considerarse la actualización diaria del sentido de colectividad como específico de lo político ? ; ¿ Cuál es el valor asignado a esas subjetividades y prácticas expresables en el barrio para afirmar lo dicho ? ; ¿ Cuáles son las implicancias del contexto socio-político en el que se producen tales acciones ? .

Los puntos reseñados nos han orientado a una investigación que realizamos durante veintidós meses, entre agosto de 1995 y enero de 1998. En este trabajo expondremos el contenido de la misma. Partiremos de algunas indagaciones teoricas sobre las categorías centrales que empleamos: cultura, política, identidad y cotidianeidad

( Capítulo I ). Detallaremos la metodología utilizada discerniendo en torno a las dificultades encontradas en el trabajo de campo ( Capítulo II ). Posteriormente elaboraremos la descripción del entramado barrial-urbano, seguida de una caracterización de los distintos actores involucrados y vinculantes. A continuación expresaremos los ejes de identificación grupal; tramas que nacen de la apropiación del área familiar y callejera, de la condición de ser joven, de la importancia de lo masivo, de los ámbitos de socialización barrial, etc. Además analizaremos las prácticas políticas que manifiestan los grupos que conforman el barrio ( Capítulos I, II, III, IV,V, VI, VII ).

Hacia el final del trabajo intentaremos enunciar conclusiones provisorias que se han podido establecer luego de lo investigado.

 

CAPITULO I

A ) La construcción de la identidad: reflexiones teóricas

Han sido muchos los autores que postularon la necesidad de buscar una sistematización teórica y metodológica del concepto de identidad. Bajo tal objetivo, iniciaron un conjunto de investigaciones desde las cuales analizaron las implicancias de tal elaboración sobre una problemática particular. Sin embargo, y a pesar de la diferencia de los grupos analizados por los mismos, focalizados desde escenarios urbanos hasta regionales; lo relevante para nuestro trabajo, surgió del conocimiento de determinadas concepciones que se hallaron presentes como argumentos coincidentes en el tratamiento teórico de la identidad y que nos prefiguran la base reflexiva en la delimitación y organización de la tarea analítica.

Habitar individualmente en cualquier ámbito del Gran Buenos Aires supone la participación en una cotidianeidad abarrotada por una amplitud de relaciones sociales posibles, desde las que proceden del seno familiar hasta aquellas que se desarrollan a partir de la condición laboral, vecinal, etc. Cada actor, adquiere socialmente de las mismas una: ‘‘ ... diversidad de formas de sentir la inclusión a un grupo mayor a través del reconocimiento de determinado atributo característico del otro como suyo ’’( Penna M.,1992: 10 ) . Lo heterogéneo, en cuanto nivel social analizable, no deviene, como sostendrían los teóricos liberales, de manera natural.

Resulta poco pertinente para el objetivo de este trabajo ahondar en el debate modernidad-posmodernidad, sin embargo la caracterización en términos genéricos de ciertos aspectos sobresalientes del proceso histórico de la modernidad en la Argentina, nos abre el camino al descubrimiento de datos cruciales. Antes de abordar este tema, aclararemos brevemente el concepto de modernidad sin introducirnos detalladamente en sus orígenes. Objetivo por el cual aludiremos a Marshall Berman

( 1986 ), quien realiza una interesante distinción entre la esencia filosófica de la modernidad y su continuidad como bloque teórico en la vida social. Modernidad refiere a la experiencia vital que en los hombres altera, con progresividad desde el siglo XVI hasta abarcar a toda la humanidad, los vínculos con el espacio y el tiempo, con ellos mismos y los otros; las transformaciones sociales que alimentan perpetuando, ampliando o reconvirtiendo este cúmulo de percepciones que representan a la modernización. Las fuentes de las mutaciones sociales fueron muchas, entre ellas :

‘‘...la revolución industrial que revierte las técnicas de producción, modifica el conocimiento científico e inaugura nuevos derechos legales y la lucha de clases; el nacimiento de un mercado capitalista mundial que repercute diferencialmente en los países que subsume, estados nacionales burocratizados así como movimientos sociales que los desafían, sistemas comunicativos cada vez más dinámicos y masivos que unen a pueblos dispares ’’ ( Berman M.,1986:68 ).

Centramos interés sobre las esferas constitutivas de la modernización Argentina, a la que dividimos en tres etapas. Desde los tiempos de la colonia hasta comenzado este siglo, la Argentina emprende un primer impulso de modernización, que debemos pensarlo, ‘‘...como invasión, de un modelo racional foráneo ’ ’( Brunner J.,1987:31 ). Un perfil agroexportador y luego industrial incentivado por la penetración lenta pero expansiva del capital internacional, valores políticos argumentativos en la construcción del concepto de Estado y Nación de corte Iluminista, estéticas culturales dominantes surgidas de estilos europeos. Las relaciones sociales que se recrearon a partir de estos acontecimientos se modificaron ante los cambios socio-históricos y culturales que produjo el advenimiento del populismo, que consideramos como segundo motor de modernización. La experiencia del populismo estuvo presente en toda Latinoamerica. Tanto en Brasil como en Bolivia, el populismo se desarrolló como instancia de gobernabilidad, bajo un objetivo similar: ‘‘...el de la integración social sobre las bases de relaciones clientelares, movilizaciones democráticas, procesos de industrialización y un Estado Nacional autónomo ’’ ( Calderón F.,1987:6 ). Un tercer momento importante en el desarrollo de la modernización, se desarrolla en las décadas del ‘60, ‘70 y ‘80. En los sesenta el modelo económico desarrollista surge como paradigma del " progreso ’’; aumentan y se especifican las industrias con un crecimiento del mercado interno. La posibilidad de una acumulación capitalista desplegó las puertas a la concentración de capital internacional en el país y al nacimiento de nuevos conflictos sociales producto de la irreconciabilidad entre capital y trabajo. En los ‘70 y ‘80, el panorama político expresa el espacio desde donde pensar la modernización . La destrucción de un proyecto político que tenía por objetivo construir un tejido social en donde las relaciones sociales como proceso partían de principios participativos, igualitarios; y en donde las expresiones de los diferentes sectores como práctica política tenían su espacio de expresividad. Aquello que fue llamado por el gobierno militar, después del golpe de 1976, como proceso de reorganización nacional, respondía a una estrategia mentada y apoyada económicamente desde ideólogos Norteamericanos, que trasladaban a nivel Latinoamericano, en los países que consideraban con una tendencia a gobiernos Marxistas. Los militares pusieron en práctica una mecánica de gobernabilidad basada en determinada forma ejercer el control social, con un doble nivel de instrumentalización. Por un lado, la represión, la tortura y muerte sistemática de los grupos y personas que eran " conceptualizados ’’ ( por ellos ) como subversivos del sistema, ( del sistema capitalista ). Por otro, el manejo de la opinión pública desde los medios, a través de la propaganda sobre la construcción de obras fastuosas financiadas económicamente por créditos internacionales, y de información general como argumentos de una formación de opinión en la que los militares eran los únicos garantes de la seguridad pública, del orden, de la libertad y del progreso. Estos últimos objetivos tenían por meta construir una imagen en la que se ocultaba la realidad de los hechos que se sucedían. Después de la derrota en la guerra de Malvinas, las consecuencias y fines del proceso militar se hicieron " visibles ’’, 30.000 desaparecidos, una mecánica cínica de persecución que puede ser leída en el libro Nunca Mas ( 1984 ) en los testimonios de sobrevivientes que se relatan en el mismo. La dictadura produjo una revalorización de la vida cotidiana y la descomposición de las organizaciones político-culturales progresistas: partidos, sindicatos, redes barriales, teatro callejero, compositores músicales, escritores. El período democrático, fluctúa entre el ascenso y el prestigio público de su emergencia política, pero con un desarrollo social en medio de transformaciones que tendieron a una mayor producción de la riqueza para los sectores de más ingreso a la vez de un aumento de la marginación social. Ambos procesos se inscriben dentro de un contexto de homogeinización cultural 1 . En este sentido resulta clave, el papel de los medios masivos de comunicación como socializadores de información y codificadores de estéticas culturales, por cuanto producen una figura determinada y abarcativa: el espectador.

En su desarrollo, la modernización implicó cambios. Dimos cuenta de algunos. Reservamos, por su trascendencia para nuestros fines, la conjunción entre modernización y ciudad. Las funciones históricas y los antagonismos entre los grupos sociales que delimitaron la ciudad, por las cuales reflexionamos la mirada actual, fueron expuestas por dos historiadores José L.Romero ( 1986 ) y Richard Sennett

( 1978 ) ambos concuerdan que ‘‘ ...lo que configura la ciudad es la necesidad de unir a la vez de diferenciar ’’ ( Sennett R.,1978:31 ). Pero creemos que resaltando, unir y diferenciar sobre un mismo nivel a especificar, es decir unir entre calles, avenidas y en esa misma expansión diferenciar calles de tierra, de piedra o de asfalto; unir propiedades individuales que conforman cuadras que se entrelazan constituyendo una zona y diferenciar arquitecturas, zonas, edificios, monoblocks, casas, ‘‘ asentamientos ’’; o en un nivel diametralmente opuesto, unir en la moda o la música y simúltaneamente diferenciar. Modernización y urbanización, la ciudad actual puede ser observada a través de fragmentación entre los grupos que la habitan.

La intención de este conjunto de argumentos es doble: por un lado, dilucidar acerca del origen no natural en la heterogeinización de las relaciones sociales posibles que entabla un sujeto cotidianamente, y que planteamos al principio del capítulo; y por otro, relacionar la noción de fragmentación al de identidad.

Una primera aproximación es de orden teórico-metodólogico. Aníbal Quijano ( 1990 ) fue preciso al plantear, para toda Latinoamérica, la difícil redefinición de sus identidades en los tiempos del resurgimiento político de las democracias. Las visiones nacionalistas, abordaron esta problemática, partiendo teóricamente del enraizamiento conceptual del viejo proyecto criollista del siglo pasado, que concebía a la identidad en tanto globalización institucional de toda una simbología ‘‘ cultural ’’ propias del sector. De ahí que sus intereses centrales estuvieran centrados sobre procesos actuales de instrumentalización de esa institucionalidad, sustituciones y transformaciones en la simbología y conceptualización de lo ‘‘ tradicional ’’, análisis que variaron desde la figura del gaucho, pasando por la revalorización histórica de los próceres hasta los estandartes patrios. La escuela, los organismos estatales, los medios de comunicación, fueron los ámbitos elegidos para desarrollar este tipo de investigaciones.

Recientes estudios, Ariel Grabano ( 1988 ), Claudia Guebel ( 1994 ) , Ana Wortman

( 1993 ), Pablo Vila ( 1993 ) , Grabriela Scotto ( 1993 ) Mónica Lacarrieu ( 1996 ), Carlos Herrán ( 1985 ) o Patricia Safá ( 1994 ), difieren en el análisis del referente exploratorio, pasando de problemáticas globales-institucionales a problemáticas de nivel grupal. Existe para nosotros una razón fundamental para este cambio. La posibilidad de construir conceptualmente una identidad nacional homogénea sólo es factible en las instituciones del Estado, por ejemplo, en la elaboración de los currículum escolar a propósito de la caracterización histórica del ‘‘ ser nacional ’’ que ha de enseñarse, o en los fundamentos sobre la construcción histórica social que realiza la dirección de cultura de un Municipio. Sin embargo este tipo de construcciones simbólicas no expresa la práctica social y cultural de los diversos grupos que participan de las relaciones sociales que se dan en un Municipio. Principalmente porque toda relación social se halla constituida por relaciones de clase, por diferentes atributos culturales y por determinados grados de sociabilidad que producen puentes identificatorios a nivel grupal carentes de aprehensión dentro del espectro cultural significativo de lo nacional.

Realizar un recorte sobre determinado campo y sector social de la ciudad, y aún más, jerarquizar patrones tentativos que otorguen la coherencia necesaria a un objetivo seleccionado en ese marco, requiere una segunda metodología, conocer la diversidad grupal.

Ahora bien, las directrices que conducen a descubrir la construcción de la identidad en un grupo etario, están vinculadas ante todo, a lo que pone en movimiento la identidad.

En este sentido, Cardoso de Oliviera ( 1983 ) hace una distinción interesante entre identidad e identificación:

‘‘ ... la identidad es un proceso, el modo como es asumida por los individuos y grupos en diferentes situaciones concretas, lo que permite decir que la identidad social surge como actualización del proceso de identificación ’’

( Cardoso de Oliveira,1983:23 ).

En la comprensión de este proceso se postulan aspectos socialmente importantes que son valiosos como referentes en un grupo y sus integrantes.

En relación a este planteo es importante mencionar la hipótesis antropológica que no se remite a metáforas esencialistas de la cultura , y que consideran importante partir de su análisis:

‘‘... Como proceso social: la identidad es percepción del otro en tanto diferencia, un nos-otros omniprescente, estructurante. Entre la mímesis o la diferencia entendidos en términos absolutos y excluyentes, la identidad cultural en tanto complejo entramado de relaciones sociales, se constuye ( y de-construye ) en la tensión permanente de ambas situaciones límite. Límites que configuran las fronteras del grupo ( en términos amplios ) es decir de su posibilidad. Los grupos , las clases, los actores sociales no son portadores de cultura, ni esta se define por un conjunto de atributos primarios e invariantes. La identidad de un grupo social, de clase, etnica, etc, estará siempre re-producida, resignificada en tanto producto de relaciones con otros grupos. Relaciones que a su vez se encuentran referidas a una estructura social que le otorga sentida. Proceso y estructura, he aquí los niveles de análisis ’’ ( Trinchero, H., 1987: 75 )

El ‘‘ acto ’’ de identificación puede examinárselo como una construcción mental

Maura. Penna ( 1992 ). La mentalidad, no es nuestro campo de interés, aunque inherentemente posee atributos sistematizantes, que como herramienta conceptual torna aclaratoria la frase inicial. Moscovici ( 1989 ) propone un término interesante, el de representación. Según este autor, las representaciones son: ‘‘ ... instrumentos de aprehención de la realidad ’’( Moscovici,1989:24 ). Godelier señala a las representaciones ‘‘ ... como productoras de sentido forjando una explicación y actuando en la organización de las prácticas sociales ’’

( Godelier J,1986:45 ). Las representaciones sistematizan lo cotidiano, los sentidos inscriptos en todas sus dimensiones, interviniendo fundamentalmente como mecanismos de clasificación y categorización, no a un nivel falto de contenido, sino por el contrario, promoviendo sentido a través de un ordenamiento, delimitando segmentos, su interrelación con otros segmentos y cualificando los atributos de cada uno de los mismos Jodelet ( 1989 ). El aporte de Durheim ( 1971 ) en este campo es importante, introduce la idea de representación social como expresión modelada por las relaciones sociales. En la multiplicidad fenoménica, para Durheim, se observan elementos diversos: informativos, cognoscitivos, ideológicos, normativos, creencias; etc. Pero, estos elementos están organizados bajo la especie ‘‘...de un saber que dice algo sobre el estado de la realidad, es esta totalidad significante que, en relación con la acción, se encuentra en el centro de la investigación científica ’’ ( Jodelet, 1989:96 ).

Numerosos autores, M.Penna ( 1992 ), A. Ford ( 1987 ), Da Matta ( 1985 ),

P. Bordieu ( 1988 ), consideran la identidad como una forma de clasificación. Sostenemos que la identidad se construye desde el sentido que los individuos y grupos dan a los sistemas de clasificación comunes, por el uso que hacen ellos; y que establece el acuerdo tácito que sostiene los procesos de inclusión y exclusión por el cual se definen los grupos como ‘‘ nosotros ’’ en relación a los otros. Formación de lo homógeneo y diferente en relación al grupo. 2

Los sujetos conviven socialmente, por lo que podríamos hablar hasta aquí que en este proceso se da origen a las identidades. No obstante, la cohesión y la distinción en un grupo en términos del sentido formador de las representaciones, se encuentra articulado, expresando los modos relevantes que adquieren tales vínculos, desde otro orden complementario, el cultural. Encontramos valioso este concepto, no en una dirección conceptual explicativa. La justificación de una estructuración de jerarquías intergrupales, el sostenimiento de que una cultura se adquiere o no, que se posee o no, y por ello objeto de fundamentación de desigualdades sociales; correspondieron a determinadas posturas representativas de la historia de la disciplina antropológica y que, por abordar inacabadamente lo cultural, carecen de sustento teórico-metodológico.

Partimos planteando que lo cultural no es determinante , no se explica a sí mismo, sino que requiere de una explicación histórico social y material, que de cuenta de su persistencia y cambios. Culturalmente se describen ‘‘...hechos desarrollados en la cotidianeidad de la práctica social de los hombres, enmarcadas bajo relaciones de clase ’’( García Canclini N., 1990:89 ). Hemos tomado tres autores de diferentes campos analíticos para definir cultura. Tanto Martín Barbero

( 1987 ), como O. Landi ( 1984 ) y A. Cirese ( 1978 ) dirigen sus reflexiones hacia un mismo camino. Cultura consiste:

‘‘ ... en modos globales de ser, hacer, e interactuar, que producidos socialmente, envuelven simbolización y a su vez, dirimen el carácter por el cual la vida social se desarrolla; espacio de producción de un sentido del orden en la sociedad. Cultura refiere a los principios de comunicación y reconocimiento mutuo ’’

( Landi O.,1984:19 ) 3.

Producción de sentido insertas en estructuras materiales y clasistas, por lo cual, tal producción se particularizará en un doble nivel: subjetivamente, las representaciones o reelaboraciones simbólicas, objetivamente, la relevancia de criterios perceptivos como el lenguaje; ambos, de las estructuras materiales.

Estas últimas observaciones traen a correlato un conjunto de nuevas implicancias. Primero, la importancia de los aspectos culturales en la construcción de identidades, por ende podemos hablar, a esta altura del trabajo, propiamente de identidades culturales. Segundo, siguiendo nuevamente a Moscovici ( 1989 ), las representaciones son :

‘‘...elaboraciones subjetivas reductoras de la realidad, afirmación que se relaciona con tres instancias que afectan su formación: a) la variabilidad de información disponible y su distribución desigual entre individuos, b) la ubicación individual y grupal diferenciada en función de intereses, posición social, códigos, etc, c) la presión para la inferencia, es decir, la necesidad de los hombres de responder al medio, emitir opiniones, juicios y explicaciones, atribuyendo significatividad al mundo y a su acción. Tercero, en la interpretación abstracta de la noción de identidad cultural se descubre la existencia de una tendencia a la diversidad ’’ ( Moscovici,Op.Cit:67 ).

Cualitativamente, cada individuo y grupo social produce determinada identidad a partir de la apropiación distintiva de referenciales y símbolos expresables en el contexto de esta sociedad.. Multiplicidad sujeta a cambios. Las identidades que se construyen son flexibles, pues están limitadas a un contexto y momento histórico dado y a las prácticas sociales que se establecen temporalmente . Sucesivos trabajos entre ellos los de M. Pena ( 1992 ) y C. De Oliveira ( 1983 ), fundamentan lo expuesto. Tematizan acerca de cómo sobre la especificidad de un ámbito social se elaboran varias formas de identificación a partir de un uso particular del territorio, de las modas, de las prácticas de consumo; y de cómo ellas se modifican ante el movimiento de la vida social. Cuarto, los análisis culturales adquirieron gran relevancia, hacia principios de la década del setenta, ‘‘...cuando despuntaron una pluralidad de conflictos sociales que, protagonizados por agentes coartados de voz política ( mujeres, jóvenes, negros ) ’’ ( Martín Barbero J.,1987:66 ), produjeron un replanteamiento de la comprensión de la naturaleza de dichas crisis. Edgar Morín apunta a ‘‘ .... el redescubrimiento del acontecimiento, es decir, de la dimensión y de la acción de los sujetos, en el tejido de la vida social ’’ ( Edgar Morín, 1962:104 ). Lo cotidiano es el gran escenario del ‘ ‘ ejercicio cultural ’’ de los sujetos ( en los términos definidos ), pero también, sobre este mismo tiempo, se elaboran criterios de verdad y de legitimidad política. Para Martín Barbero ( 1987 ), en la particularidad de las prácticas y modos de producción cultural cotidianos se encuentran los anales ampliatorios del horizonte interrogatorio sobre la complejidad y multiplicidad de estos conflictos socio-políticos, pasados y presentes. Sin embargo, este autor hace referencia a aquella producción que nace de los sectores no dominantes, de las clases subalternas ( concepto que más adelante aclararemos ), y que no tienen representación, de su expresión cultural y política, dentro de los ámbitos que tradicionalmente ordenan en lo institucional al Estado: entiéndase; partidos, gobierno, parlamento. Una vez más, reconocemos el carácter clasista de toda desigualdad social y los condicionamientos que ello significa ideológicamente, aunque compartimos aquellas nociones que proponen metodológicamente alternar dentro del marxismo, un análisis de la cultura a nivel superestructural pero trascendiendo esta relación.

En este sentido, Gramsci ( 1977 ) ofreció las primeras pistas que posibilitaron pensar, a nivel de lo mencionado, procesos de dominación y conflicto social. Elaborando, para ello, el concepto de hegemonía. Según Gramsci ( 1977 ) la reproducción del sistema debe ser entendida procesualmente, una clase hegemoniza puesto que representa intereses que las clases subalternas reconocen también como propias. Lo hegemónico es:

‘‘...construye permanentemente en lo vivido, y la trama que lo conforma no es sólo represiva sino que también está hecha de una apropiación de sentido de lo represivo, por lo tanto, no todo lo que hagan los sujetos puede servir a la hegemonía ’’( Gramsci, 1977:329 ).

El valor de lo cultural radica en que es el espacio articulador de las relaciones formadoras de lo hegemónico. De esta manera no sólo se define lo subalterno, sino que también entra en juego la comprensión de lo popular. A Cirese ( 1978 ) entiende lo popular como ‘‘... un uso y no como un origen, como un hecho y no como una esencia, como posesión relacional y no como sustancia ’’ Cirese A.,1978:51 ). La importancia de lo popular socioculturalmente radica , según J. Martín Barbero

‘‘... en lo que expresa como modo de vivir y pensar de las clases, las maneras como sobreviven y las estratagemas a través de las cuales se filtran, reorganizan lo que viene de la cultura hegemónica, y lo integran y funden con lo que viene de su memoria histórica ’’ ( Martín Barbero J,Op.Cit: 85 ).

Bordieu ( 1970 ) orienta sus trabajos hacia la reproducción, elaborando un esquema teórico a que conecte las prácticas sociales con la estructura material. El autor desarrolla el concepto de habitus aplicándolo al campo de la cultura. La variabilidad de prácticas cotidianas de una clase posee una homología organizativa a partir de que en materia cultural:

‘‘... existe un sistema de disposiciones durables que integrando todas las experiencias pasadas funcionan como matriz de percepciones, de experiencias, de apreciaciones y de acciones, y vuelve posible el cumplimiento de tareas infinitamente diferenciadas ’’

( Bourdieu P., 1970:178 ).

Pensamos que cualquier investigación sobre temáticas culturales debe contemplar los conceptos de hegemonía y habitus como marco teórico global en el que se desarrollan sus dinámicas y relaciones. Pero no hay que olvidar que estamos hablando de procesos de construcción de identidades culturales grupales; y la organización de las prácticas de la vida cotidiana en las que se generan no se rige solamente bajo pautas de dominación sino que pueden obedecer a otros principios. Martín Barbero ( 1987 ), partiendo de los aportes de Michel de Certeau ( 1974 ), nos da la pauta de lo que queremos decir. Cada sujeto se enfrenta en la práctica diaria a situaciones, a contextos, que expresan un sentido que no puede leerse desde la teoría de habitus o de hegemonía. Martín Barbero dice que:

‘‘... Certeau propone una teoría de los usos como operadores de apropiación que, siempre en relación a un sistema de prácticas pero también a un presente, a un momento y a un lugar, instuaran una relación de los sujetos con los otros. Preguntarnos que hace la gente con lo que compra, con lo que lee, con lo que ve, con lo que cree ’’

( Martín Barbero J.,Op.Cit:93 ).

Esta modalidad de análisis, resulta importante para la interrogación de los aspectos que socialmente puedan ser relevantes en la construcción de la identidad grupal.

Considerando las pautas de reconocimiento social que elabora un grupo como procesos de identificación cultural que articulan sintéticamente elementos preponderantes para su construcción y condicionantes sociales; no sugiere a que por ello agotemos la interpretación total de tales hechos sociales. Diferentes investigaciones, partiendo de la realización de diagnósticos sobre el movimiento democrático actual que experimentan varios países Latinoamericanos, entre ellos la Argentina; enfatizan en caracterizarlo por :

‘‘ .... por la distancia que siente el sujeto frente a la fuerte formalización de la escena política ’’ ( Lechner N.,1981:31 ). Una de las razones de este acontecimiento radica en la transformación del límite formador de lo político. Para este autor, debe circunscribirse desde la consideración de la sociedad en tanto orden social históricamente construído. Su argumentación que comienza con la noción de discontinuidad, le hace preguntarse:

‘‘... ¿ No tomamos conciencia de la vida a través de la discontinuidad con los animales, discontinuidad con el Otro, discontinuidad de la vida misma: la muerte ? ’’. Seguidamente responde advirtiendo que: ‘‘... a al experiencia de discontinuidad parecen estar vínculadas las fuerzas con que moldeamos la vida cotidiana: la angustia, la violencia, el erotismo, etc. Toda afirmación de la vida es una búsqueda de continuidad dentro de lo discontinuo. La constitución del ser en la discontinuidad determina la vida social. Podemos pensar la sociedad y el sujeto como dos formas de dar continuidad al ser. Construir esa continuidad en la discontinuidad es la política. es lo que se opone a lo fugaz y fútil, odenando la discontinuidad. Lo que crea lo común, lo continuo, lo contrario. Difícil esfuerzo de pensar sociedad, sujeto, estado y política en conjunto como ‘‘ momentos ’’ de un mismo movimiento. A partir y dentro de esta división social se construyen formas de continuidad. Surge así la cuestión de orden: dialéctica social de unidad y división ’’( Lechner N., Ibidem ).

Empleamos esta concepción de lo político como central ( aunque aludiremos en el trabajo a otras definiciones de lo político ), por la siguiente razón. La interpretación de la realidad que instrumentan las políticas económicas, culturales, educativas, en el período iniciado en 1989, obedecen estructuralmente a un cálculo formal de medio-fin que reduce todo problema práctico a problemas técnicos. Las necesidades ‘‘...no asimilables a este cálculo se censuran ’’( Nun J., 1982:18 ). La democracia construye la continuidad formalizándola y transformándola a su vez, en las bases de lo político.

La experiencia cotidiana de un sujeto;

‘‘... presenta múltiples variables de sociabilidad

( simbólicas, emocionales, sensitivas ) no traducibles tecnócraticamente, lo que produce la distancia del sujeto hacia este perfil político ’’( Lechner N.,Op.Cit:38 ).

La recreación de la vida colectiva de un grupo expresa subjetividades que manifiestan una dimensión de la práctica política y de lo político. Lechner ( 1981 ) propone explorar las nuevas formas de politización de la vida diaria y hacia allí dirigimos nuestro interés investigativo.

 

CAPITULO II

Metodología

Dividimos esta parte en dos secciones. Una primera que tiene por objeto aspectos referentes a la propuesta teórico-metodológica general del trabajo y otra que relata las dificultades encontradas en el trabajo de campo.

 

A) Propuesta teórico-metodológica

A 1 ) Introducción

Preguntarnos el ¿ cómo ? en nuestra investigación, nos obligó a replantearnos ciertos aspectos metodológicos en busca de sistematizar una práctica de trabajo que jerarquice previamente diferentes niveles en su instrumentarización. Interrogar el nivel metodológico, implica de alguna manera volver hacia la base teórica y más aún, entender que la metodología contiene en sí un núcleo de problematizaciones que, profundizando la abstracción en la relación teoría-metodología-técnicas, las interrelacione como proceso productivo de conocimiento dejando de lado su apariencia mecánica. Entonces para comprender mejor este contexto ( T-M-T ) es que diferenciamos varios puntos.

A 2 ) La teoría en relación a la metodología

En general, toda metodología encierra una teoría que la sostiene. Un ejemplo de esto es la preferencia de las corrientes positivistas por la utilización, en su aproximación a la realidad de las técnicas cuantitativas, que ‘‘ verifican ’’ la fiabilidad de la teoría bajo un induccionismo estrecho. El positivismo parte de una visión analítica ahistórica, sustentada por su dependencia a ‘‘ los hechos ’’, a lo ‘‘ dado ’’, al nivel de las apariencias. 4 Esta perspectiva de análisis cambia, principalmente si a los hechos sociales se los investiga desde otra dimensión. Como decía C. Marx : ‘‘... lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad en la diversidad ’’ ( Marx C., 1973:21 ). Tal concreto, que para este autor está representado por el sistema capitalista, se descubre bajo conceptos construídos desde el campo histórico, analizando su lógica subyacente a través de lo real. La complejidad de los conceptos se desarrollan paralelamente sobre esta dualidad, real y subyacente, desprendiéndose de este argumento, la siguiente afirmación de Eliseo Verón:

‘‘... el análisis que hace Marx de la categoría valor de trabajo muestra cómo en ella están contenidas dos categorías radicalmente distintas: valor de trabajo y trabajo creador de valores, la primera en el ámbito de lo real, la segunda en el ámbito de la lógica de lo real ’’

( Verón E.,1983:138 ).

De alguna manera, lo que tratamos de expresar se orienta a prescindir de una concepción que bien resume como exponente C. Geertz: ‘‘...los hechos por sí sólos no pueden explicar la totalidad, debiéndose hacer un metalenguaje de su estado, derivando de ello una antropología literaria ’’ ( Geertz C.,1989:56 ).

La construcción de nuestro marco teórico se inspiró en algunos autores inspirados en la trayectoria crítica del materialismo histórico iniciada por Marx y continuada, entre otros, por Gramsci. La complementamos con otros aportes, que en esta misma línea, surgieron de lecturas sobre textos de comunicación y política. Para cuestionar y desarrollar el objeto de estudio fue necesario sistematizar bajo esta variedad de propuestas, un enfoque que se distancie de los argumentos ambiguos que teorizaron especulativamente la problemática de interés. Concepciones provenientes del positivismo pero también de otras corrientes, como el reproductivismo ( en lo que concierne especialmente a las ideas de P. Bourdieu ), que válido para otro tipo de análisis, se tornan confusos para reflexionar contextos específicos de trabajo como el que realizamos. Esto se relaciona, retomando la idea del principio, al sentido en que observamos la realidad y los actores sociales inscriptos en ella. En la cotidianeidad, los actores construyen relaciones no racionalizables desde la lógica del sistema capitalista, que pueden ser de interés investigativo. Acciones y acontecimientos que abstraídos de ese concreto particular pueden, una vez apropiados, ser reelaborados y explicados en relación a los conceptos de nuestra teoría.

A 3 ) La metodología como ‘’ teoría reflexiva ‘’

La incorporación de las técnicas cualitativas y cuantitativas como corpus metodológico, no lo realizamos bajo un sentido monolítico, es decir, verticalizado y dirigido por la teoría. La estrategia que elaboramos, a partir de los supuestos investigativos, tendió a una utilización de las técnicas con el objetivo de maximizar sus resultados en favor contradireccional, para rearticularse nuevamente a la teoría. Afirmación que podemos vincular a lo que P. Willis denomina ‘‘ reflexión epistemológica ’’.

La forma por la que relacionamos teoría-metodología-hechos de ‘‘ forma móvil ’’ tiene un sentido mas profundo para nuestros fines, cuando incorporamos tal estructura a la temática de la objetividad del dato a partir de su recolección. Sostener que la objetividad la logramos simplemente al recoger el dato, descarta la posibilidad de que los aspectos subjetivos del mismo sean relevantes para la discusión. De tal manera cualquier error recae en la conceptualización que hagamos de los hechos. Desprendemos de las técnicas aplicadas sobre la realidad la construcción del dato y la subjetividad implícita en ellos debemos asumirla en la mismísima investigación, instancia a la que P. Bourdieu refiere como ‘‘ vigilancia epistemológica ’’. Postura que posibilita considerar las desventajas y ventajas que tiene cada técnica, no sólo en relación al objeto de estudio por el cual las utilicemos, sino bajo la dirección de quienes las realicen en referencia al dato y viceversa ( entrevistado-entrevistador ). Esto significa profundizar en un orden de discusión la devaluada cuestión etic-emic de la investigación, dada la comunicación entre el investigador y su ‘‘ objeto ’’. Nuestro planteo prioriza una metodología de trabajo que implica un proceso de deconstrucción-construcción del dato ( co-investigación ) con fundamental participación del entrevistado. Lo que permite en alguna medida, en una etapa final del trabajo y partiendo de la propuesta teórica una ‘‘ devolución ’’ , que pueda ser para este grupo de jóvenes una vía conceptual para interrogarse sobre aspectos generales relativos a sus visiones y prácticas. Contradecir lo que Saltalamacchia expresa cuando advierte ‘‘ ... las técnicas de investigación son pensadas como técnicas de recolección de datos y la realidad captable sin mediaciones ’’ ( Saltalamacchia H.,1983:321 ).

A 4 ) La utilización de las técnicas

De las técnicas aplicadas se despunta la construcción del dato. Hablamos de la problemática que rodea este nivel, por lo que desarrollaremos la puesta en práctica de las mismas de acuerdo al objeto de estudio elegido.

Usamos principalmente técnicas cualitativas. La fuente de información más importante la obtuvimos de un conjunto de entrevistas realizadas a los actores sociales. Entrevistas estructuradas y no estructuradas; sobre las que pusimos un énfasis especial en las historias de vida y también sobre la historia del barrio. Empleamos secundariamente, aunque también fundamental, la observación con participación, particularmente durante las reuniones del grupo de jóvenes.

 

B ) Trabajo de campo

Una vez que nos planteamos la unidad de estudio, la elección del grupo y del barrio; la factibilidad de desarrollar el trabajo de campo dependió de una superposición de circunstancias.

La relación con algunos de los jóvenes era anterior a la idea de iniciar esta investigación. Una amistad de origen laboral nos unía en particular hacia dos de los padres. Periódicamente los visitábamos, por lo que habíamos entablado de a poco un vínculo de afinidad con los hijos. Pero además visitábamos el barrio por otra razón, a muy pocas cuadras de la zona de investigación residía la familia completa de unos parientes colaterales.

Teníamos un conocimiento general del barrio. El itinerario que recorríamos cuando visitábamos a nuestros parientes, nos obligaba inevitablemente a transitar por los puntos de reunión de los jóvenes. Sumábamos a este hecho, el de que dos integrantes del grupo nos conocían y aún más nos saludaban, estando reunidos cuando pasábamos. Conjunto de hechos que generaron la familiarización de nuestras figuras por parte de casi la totalidad de jóvenes del grupo.

Sobre estos puntos fuímos construyendo la base general de nuestro trabajo de campo. Poco a poco ampliamos la participación en la cotidianeidad del grupo, fundamentalmente a partir de una invitación de los adolescentes que nos conocían para junto a sus amigos compartir un partido de fútbol. Este hecho derivó en nuestra presentación ‘‘ formal ’’ ante el grupo de jóvenes y secundariamente fue importante al transformarse la invitación en reiterativa; lo cual nos ‘‘ abrió la puerta ’’ al conocimiento de diferentes procesos de la dinámica de vida del grupo. Con paso del tiempo, participamos de esos procesos: asistimos como espectadores a los campeonatos de fútbol en los que competían con un equipo, incursionamos en los espacios de reunión como el de la Sociedad de Fomento, presenciamos junto al grupo recitales de música, accedimos al entramado de la vida privada de los mismos, etc. Hubo elementos adicionales que facilitaron y complementaron el proceso de acercamiento: nuestro aspecto estético general, pelo largo, incipiente barba, ropa

‘‘ informal ’’; y el manifiesto interés por temas como el deporte y la música. La amistad con los padres fue un puente para contactarnos con otros padres de los jóvenes y su mundo familiar, con las autoridades de la Sociedad de Fomento y como informantes valiosos en la elaboración de la historia político-social del barrio en tanto actores participantes de la misma.

Sin embargo, debimos afrontar desde el momento en que anunciamos la intención del trabajo, varios problemas: el origen de algunos de ellos se centraba en lo que representábamos para el grupo como personas. A pesar de los lazos establecidos con los jóvenes, no tuvimos un diálogo fluído con la totalidad de los integrantes, siempre nos consideraron ajenos al grupo y a sus modalidades de convivencia. Una de las barreras más difíciles en la relación, pues enfatizaba un quiebre en la comunicación, era la forma en que hablábamos, mas aún que el sentimiento de desconfianza y de distanciamiento que notábamos en las acciones de un número de jóvenes. La pregunta mas común que nos hacían luego de las conversaciones grupales o individuales, apuntaba a saber y de alguna manera confirmar una intuición que tenían: si estudiábamos y si era así qué carrera. Pero a la vez la contestación afirmativa produjo entre los jóvenes un reconocimiento y respeto que, en ciertas ocasiones se transformó en consulta. Todos estos fueron los motivos por los que sólo ciertos jóvenes aceptaron ser entrevistados en forma individual y bajo condiciones especiales. Interlocuciones breves e informales, salvo la que sostuvimos con el encargado de realizar el ‘‘ muñeco ’’. La observación con participación se convirtió en una técnica alternativa para registrar información adicional y material sobre la opinión de aquellos jóvenes introvertidos. Además esta técnica nos resultó importante como fuente complementaria a la proporcionada por las entrevistas, en la construcción de las historias de vida.

Los padres, abuelos y autoridades de la Sociedad de Fomento, ante la presentación de la investigación, estuvieron continuamente dispuestos a ayudar en los requerimientos del trabajo con amabilidad e interés. Aceptaron narrar el contexto de su pasado y solamente se resistieron al diálogo cuando la elección de los temas hacían referencia a las relaciones sociales de la vida privada.

Continuación ...

Notas

1Ver Monsivais, para una mayor aclaración en :’’ Penetración cultural y nacionalismo’ ’ , en Gonzalez Casanova, Pablo ( Coord. ), Intervención, autodeterminación y democracia en América Latina, Siglo XXI, México, 1983, pag75.

2Ver ‘’ Miradas urbanas, visiones barriales ‘’. Grabano, A ( Comp. ), Ed.Ecoteca, Bs.As. pag101, 1988.

3Ver C.Reinoso, especialmente los cuadernillos teóricos de Antropología Sistemática III, para aclarar el concepto de símbolo y de simbolización.

4 Para profundizar este tema resulta interesante leer los estudios preliminares sobre el positivismo de: Portantiero, J.: ‘’ La sociología clásica: Durheim y Weber ‘’, Ed.Centro Editor de América Latina, 1989.

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